Una foto de época que da una pauta del tiempo que hacía que estaba el Monumento a Colón donde estaba |
Por Malú Kikuchi
En 1453 cayó el imperio romano de oriente en manos de los turcos.
Europa se quedó sin acceso marítimo a todo aquello que necesitaba de
“Las Indias”. Tenían que llegar de alguna manera, ¿pero cómo?
Sin
revisionismo histórico, le propongo volver a la escuela primaria.
Volver a la emoción de escuchar a la maestra contar ese maravilloso
cuento sobre las fantásticas aventuras de un loco marino genovés, qué
creía que la tierra, ¡era redonda! Tan loco, que con un compás y unos
inverosímiles números, consiguió que la reina Isabel de Castilla creyera
en sus promesas. En los cuentos siempre hay una reina, y esta era
buena. Tan buena que vendió parte de sus joyas para comprar tres
carabelas. Hoy serían 3 cáscaras de nuez.
El loco marino genovés
consiguió, con permiso de los reyes Católicos de España, contratar 120
hombres para emprender su aventura. Dos capitanes, Martín y Alonso
Pinzón, algunos hombres de mar y el resto, presidiarios. Recuerde la
curiosidad por saber cómo seguía el cuento. Un día, el 3/8/1492, con la
Santa María, la Pinta y la Niña, partió del puerto de Palos de la
Frontera y se lanzó al mar. Se llamaba Cristóbal Colón. Cruzó el
Atlántico para llegar a las Indias, tuvo problemas de todo tipo, hambre,
angustia, incertidumbres.
Ya casi sin esperanzas, apenas nacido
el viernes 12/10/1492, a las 2 horas, Rodrigo de Triana, desde la Pinta
gritó: “Tierra, veo tierra”. Desembarcaron ya amanecido el día 12 en una
pequeña isla llamada Guanahani, en las Antillas. Luego Colón hizo 3
viajes más a este formidable continente sin saber lo que había
descubierto. Volvió en 1493, 1498 y 1502. Murió sin saber. Protagonizó,
hasta hoy la más increíble aventura del hombre, sólo comparable al
alunizaje, pero el descubrimiento de Colón, cambió la historia.
Tendríamos que ubicarnos a finales del siglo XV, sin baños en los
palacios, con pestes incontrolables, madres muertas de sobre parto,
Inquisición, luz de velas, mugre, miseria, promedio de vida bajísimo,
tiempos en que un libro era un objeto precioso, saber leer y escribir un
milagro en manos de la iglesia, supersticiones de todo tipo, olores
nauseabundos, cubiertos inexistentes, una vida terrible para las
mayorías. Una vez ubicados en tiempo y lugar, imaginemos la odisea de
Colón peleando contra la ignorancia sólo con sus conocimientos, que no
habían sido comprobados por nadie antes de su aventura maravillosa.
¿De qué lo acusan a Colón? ¿De haber descubierto América? ¿De haber
cambiado la historia de la humanidad? ¿De haber ampliado horizontes a
costos increíbles, no sólo para los colonizados, también para los
colonizadores? No fue fácil. Nada es fácil cuando hay un antes y un
después “de”. ¿De quién surgió la peregrina idea que Colón fue un
genocida? ¿Chávez? Puede ser. El típico resentimiento de alguien acusado
de ser indio en un ejército de blanquitos. No fue culpa de Colón. Colón
fue un descubridor, ni un conquistador, ni un colonizador.
En
cuanto a estos últimos, que en alguna mente afiebrada podrían ser
considerados genocidas, sería pertinente recordar que los tiempos eran
otros. Matar y morir eran hechos habituales. Como ahora, pero un poco
más. No se habían inventado los DDHH, ni los delitos de lesa humanidad.
Los pueblos originarios eran terriblemente salvajes entre ellos.
Igualmente lo eran los conquistadores entre ellos. Y los unos lo fueron
con los otros. No había medios de comunicación, no se filmaban videos
sobre degüellos por temas religiosos, la TV no los retransmitía, las led
no iluminaban los crímenes, las redes sociales no los amplificaban.
Todos, los unos y los otros, fueron crueles. Y la humanidad a pesar de
todo, ha crecido moralmente. Hay hechos que hoy no toleramos. O decimos
que no los toleramos.
Dejando a Colón de lado, ya que no tiene
nada que ver con crímenes de ningún tipo, juzgar la conquista y la
colonia con los ojos, la moral y los códigos de hoy, es delirante. El
tiempo y el lugar son fundamentales. Hay que hacer un ejercicio de
imaginación y situarse. Quizás así tomemos conciencia del disparate de
vilipendiar el día del descubrimiento, tener la estatua de Colón tirada
en alguna parte de esta ciudad, rota y sucia. Esperando que el acuerdo
entre nación y CABA le encuentren un lugar. Sin recordar que esa estatua
estupenda se hizo bajo el proyecto de Antonio Devoto, exitoso
inmigrante italiano que lideró la colecta de los demás ítalo/argentinos
para hacerla posible, que el parque que rodeaba el monumento lo diseñó
Carlos Thays y que era un orgullo para la ciudad.
Y si a la
presidente, que tiene fecha de vencimiento como los yogures
(10/12/2015), le molesta la estatua del inmenso Colón, y reivindica los
pueblos originarios, aunque permite que se mate de hambre y sed a los
qom, wichis, tobas y otras etnias del NEA, le recuerdo que se llama
Cristina, que viene de Cristo, Fernández, nombre castizo si los hay,
Wilhem, alemán; que se casó con Néstor, nombre griego, Kirchner, alemán.
Y si piensa reemplazar a Colón por Juana Azurduy, regalo de Evo
Morales, también le recuerdo que la coronela del ejército del Norte, que
nos merece todo el respeto, se llamaba Juana, hebreo, Azurduy, vasco,
de Padilla, castizo. No existirían en América sin Colón. Ninguna de
ellas se llama o llamó Moctezuma, Manco Capac, Namuncurá o Tupac Amarú.
¿Es mucho pedir un poco de sentido común? Por mi parte, gracias Colón
por ese mítico 12/10/1492 de hace 522 años. Gracias, porque a pesar de
todo, me gusta ser argentina y pertenecer al continente americano.
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