Por Nora Sánchez
Buenos Aires es la tercera ciudad del mundo para la inspiración artística. Al menos según los editores de las guías Lonely Planet, afectos a
establecer este tipo de rankings y que publicaron éste en su libro “Best
in Travel 2011”. “Es fácil introducirse en la creciente ola literaria
de Buenos Aires: principalmente porque es tan barato pasar las horas en cafés elegantes
donde los mejores escritores solían (y suelen) ir. Los de San Telmo y
Palermo son ideales para tomar un espresso entre gente de moda con
inclinaciones artísticas, mientras en el centro el glamoroso Café
Tortoni antes era frecuentado por el famoso escritor Jorge Luis Borges”,
dice la guía. Y recuerda que, en “El Aleph”, Borges ubica en la avenida
Garay el punto del espacio que contiene todos los otros puntos del
universo.
Según Lonely Planet, Buenos Aires sólo es superada por
Edimburgo, ciudad de Robert Louis Stevenson y donde JK Rowling escribió
Harry Potter, en Escocia, y por San Petersburgo, en Rusia, con una
tradición literaria que incluye a Gogol, Dostoievsky, Turgenev y
Nabokov.
Aunque es subjetivo ponderar las cualidades como musa de
una ciudad, es indiscutible que Buenos Aires inspiró a muchos artistas y
que sus cafés son propicios para crear. Dicen que Sábato
escribió “Sobre héroes y tumbas” en el Bar Británico. Y que Homero Manzi
creó la letra del tango “Sur” en El Aeroplano, hoy La Esquina de Homero
Manzi (San Juan y Boedo). Actualmente, algunos buscan un clima
artístico en sitios como Eterna Cadencia (Honduras 5574) o Crack Up
(Costa Rica 4767), dos cafés-librería, en Palermo. Pero los cafés
clásicos son los que más historias esconden.
A pesar de la
lluvia yo he salido/ a tomar un café. Estoy sentado/ bajo el toldo
tirante y empapado/ de este viejo Tortoni conocido...
, escribió Baldomero Fernández Moreno. En el Café Tortoni (Avenida de Mayo 829), entre 1926 y 1943 se reunía La Peña, comandada por Benito Quinquela Martín y frecuentada por Alfonsina
Storni, Juana de Ibarbourou, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Arlt y Borges. Y
de 1962 a 1974, fue el punto de reunión de Abelardo Castillo, Humberto
Constantini, Liliana Heker, Isidoro Blaisten y Ricardo Piglia, entre
otros. De sus encuentros surgieron las revistas literarias El grillo de
papel, El escarabajo de oro y El ornitorrinco.
En los seis meses
que pasó en la Ciudad, entre 1933 y 1934, también iba al Tortoni
Federico García Lorca. Se alojaba en la habitación 704 del hotel
Castelar (Avenida de Mayo 1152). Y escribió: Buenos Aires tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido .
En la Confitería Richmond (Florida 468), que acaba de cerrar, entre 1924 y 1927 se reunía el Grupo de Florida. Representaba al vanguardismo y lo formaban Borges, Oliverio Girondo,
Norah Lange y Leopoldo Marechal, entre otros. Su grupo rival, el de
Boedo, se encontraba en la Editorial La Claridad (Boedo 837). Lo
integraban escritores como Leónides Barletta, Roberto Arlt, Elías
Castelnuovo y Alvaro Yunque, que veían en la literatura una herramienta
para cambiar la sociedad injusta.
En Pedro de Mendoza y Almirante
Brown, hasta 1927 estuvo el bar de la negra Carolina, uno de cuyos
habitués era Eugene O’Neill. El dramaturgo estadounidense llegó como
marinero en 1910 y se quedó hasta julio de 1911.
Entré a Buenos Aires como un caballero y terminé como una piltrafa en las dársenas del puerto
, solía contar. Se alojó en un hotel de Constitución y, más adelante,
en una pensión del Bajo. Ya sin dinero y muy afecto al alcohol, terminó
en la calle.
No había banco de plaza en Buenos Aires sobre el que no dormí alguna vez , escribió.
Otro ícono es la Galería Güemes (Florida 165).
Hacia
el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que
deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de
menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda
página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban
inalcanzables películas realistas , la describe Cortázar en “El otro
cielo”. En un departamento del 6° piso de la galería, entre 1929 y 1930
vivió Antoine de Saint-Exupéry.
Algunos dicen que Asterix tiene un aire a Patoruzú. Tal vez porque su guionista, el francés René Goscinny, se crió en Buenos Aires y leía la historieta. Llegó a los dos años, en 1928, junto a su familia y estudió en el Liceo Francés. En 1945, se fue a Nueva York.
El
escritor polaco Witold Gombrowicz adoptó Buenos Aires entre 1939 y
1963. Vivió en una pensión en Venezuela 641. En una entrevista con La
Prensa, contó que su vida aquí era “tranquila”: Perfectamente desconocido, converso en los cafés con dos o tres amigos ”.
El
español Ramón Gómez de la Serna, llegó a la Ciudad en los años 30 y la
eligió hasta su muerte, en 1963. Vivía en Hipólito Yrigoyen 1974, muy
cerca del Congreso. Su último deseo fue: Cuando me muera quisiera que me llorasen todas las cariátides de Buenos Aires .
UNO VINO A CASARSE Y AL OTRO NO LE GUSTÓ
Buenos Aires siempre atrajo a artistas de todo el mundo y de todas las disciplinas. Así, los mayores músicos, cantantes líricos y bailarines llegaron para actuar en el Teatro Colón. Y la vida de algunos de ellos quedó marcada por la Ciudad. Ese fue el caso de Vaslav Nijinsky, que llegó en 1913 para presentarse con los Ballet Rusos de Sergei Diaghilev. Durante el viaje en barco, se había comprometido con la condesa Romola de Pulszky, con quien se casó en la iglesia de San Miguel Arcángel (Bartolomé Mitre 896) el 10 de septiembre de 1913. La fiesta se celebró en el Hotel Majestic, en Avenida de Mayo y Santiago del Estero. Actualmente en ese edificio funciona la AFIP.
Buenos Aires siempre atrajo a artistas de todo el mundo y de todas las disciplinas. Así, los mayores músicos, cantantes líricos y bailarines llegaron para actuar en el Teatro Colón. Y la vida de algunos de ellos quedó marcada por la Ciudad. Ese fue el caso de Vaslav Nijinsky, que llegó en 1913 para presentarse con los Ballet Rusos de Sergei Diaghilev. Durante el viaje en barco, se había comprometido con la condesa Romola de Pulszky, con quien se casó en la iglesia de San Miguel Arcángel (Bartolomé Mitre 896) el 10 de septiembre de 1913. La fiesta se celebró en el Hotel Majestic, en Avenida de Mayo y Santiago del Estero. Actualmente en ese edificio funciona la AFIP.
En
octubre de 1939, llegó al país el compositor español Manuel de Falla,
que un mes después dirigió cuatro conciertos en el Colón. Al primero,
con obras de Albéniz y Turina, asistió Ortega y Gasset. De Falla se
quedó en la Argentina, huyendo del franquismo y de la guerra. En 1942 se
radicó en La Falda, Córdoba, donde vivió hasta su muerte, en 1946.
No
todos los artistas que pasaron por la Ciudad tuvieron una buena
impresión. Marcel Duchamp, que vivió nueve meses en Buenos Aires entre
1918 y 1919, pasó de sentirse un porteño más a opinar que era “sólo una
gran ciudad de provincia llena de gente muy rica de muy poco gusto, que
compran todo en Europa, hasta las piedras sobre las que edifican sus
casas”, como escribió en una carta. Y se quejaba del machismo: “La
insolencia y la estupidez de los hombres son absolutamente increíbles”.
Duchamp vivió en Alsina 1743 y tenía su atelier en Sarmiento 1507, donde
hoy está el Centro Cultural San Martín.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
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