Se trata de un hombre y una mujer. Se tomaron 2.500 imágenes de cada una para la reconstrucción de altísima definición.
Tadimentet tenía entre 30 y 35 años. “Presentaba múltiples fracturas, probablemente post mortem”. (CC) Sibila Camps - Especial para Los Andes
Veinticuatro siglos después de su muerte y sin necesidad de abrir el cajón, dos momias egipcias del Museo de La Plata revelaron secretos sobre sus vidas, gracias a imágenes tridimensionales de alta definición. Se trata del primer estudio de este tipo realizado en América del Sur. Fueron analizadas con un tomógrafo multicorte del Hospital Abete, de Malvinas Argentinas, por un equipo encabezado por el doctor Fernando Abramzon, jefe del Servicio de Diagnóstico por Imágenes, y por el director de Antropología del museo, Héctor Pucciarelli. Después, Diego Santos y María Belén Daizo, del Centro de Estudio del Egipto y del Mediterráneo Oriental, las interpretaron en su contexto histórico. Tadimentet (una momia femenina) y Horwedjaw (masculina) fueron adquiridas por Dardo Rocha, quien las trajo del Museo de Boulacq (Egipto) en 1888. Gran coleccionista, el fundador de la ciudad de La Plata tenía más de 200 piezas del antiguo Egipto y donó 20 al museo; el resto, a su muerte, se desparramó en subastas. Datan del Período Tardío, de principios del siglo IV a.C. “Es una época poco conocida y aún se debate a qué estrato social pertenecen estos ataúdes”, comenta Santos. El arte funerario egipcio está asociado a la élite, cuyos títulos de propiedad -inscriptos en los ataúdes- permitían al difunto acceder a estos rituales. Pero los de La Plata no presentan ningún título. Por el tomógrafo pasó también una momia defectuosa -llamada así porque sólo tiene el cráneo, junto con pliegues de lino que simulan el cuerpo-, que data de fines del siglo I a.C. a principios del siglo I d.C. “La mayor parte de las momias defectuosas corresponden a entierros de poca calidad, probablemente asociados a gente humilde -señala Santos-. En cambio, ésta es probable que haya pertenecido a un personaje de la élite, por la forma como fue preparada: en la momificación, el lino era el material más caro, una tela que producían los templos y tenía unas condiciones rituales especiales”. Las momias habían pasado por un tomógrafo en los ‘80, bajo la mirada del doctor Eduardo González Toledo. Pero no lo sabía su colega Abramzon cuando las vio con la tecnología actual y obtuvo entre 2.000 y 2.500 imágenes de cada una, en cortes de 0,5 milímetros. Así se confirmó la rotura del hueso etmoides, en la nariz, para extraer el cerebro y rellenar parte del cráneo con una resina. Así se descubrió también que al momento de morir, cuando tenía entre 50 y 55 años, Horwedjaw padecía un melioma múltiple, un tipo de cáncer de la médula ósea. Las imágenes muestran una incisión en el abdomen, por donde se extrajeron los órganos; luego fueron disecados en natrón -un carbonato de sodio con el que también se trataba todo el cuerpo-, envueltos en lino y reintroducidos. El cuerpo era también cubierto con resinas y perfumes, antes de ser envuelto en vendas. Todo el proceso duraba unos 70 días. Tadimentet, quien tenía entre 30 y 35 años, “presentaba múltiples fracturas, probablemente post mortem”, comenta el médico. Según Santos, pueden deberse al método de momificación, de inferior calidad que el de Horwedjaw: por el ano se le introdujo una sustancia para licuar los órganos -se cree que trementina-, y la presión para extraerlos por el recto pudo haber roto costillas y esternón. Ahora, cuenta Santos, el equipo sueña con reconstruir los rostros: “Con las tomografías, una especie de impresora 3D imprime el cráneo en plástico, casi sin margen de error; un artista forense hace la reconstrucción facial”. Así se hizo la de Tutankamón.
Fuente: losandes.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario