EXPO. El Mandylion de Edesa, una imagen sobre lino, considerada la representación más antigua conocida del rostro de Jesús. (EFE)
Es uno de los grandes íconos del cristianismo. El primero, dicen. Y uno de los que más celosamente se ha guardado. De hecho, esta reliquia descansa en la capilla privada del Papa en el Vaticano. Pero ahora, el Mandylion de Edesa, una pieza de tela en la que, según la tradición, quedó impreso milagrosamente el rostro de Jesús, verá la luz. El Museo Británico de Londres obtuvo permiso para exhibir el Mandylion o Lienzo de Edesa, cuya última aparición masiva data del año 2000 cuando fue expuesto en el pabellón de la Santa Sede en la Expo de Hannover (Alemania). En junio, informó hoy el Museo Británico, el famoso ícono estará en la exposición titulada "Tesoros del Cielo", que reunirá diversas reliquias cristianas. En la muestra abundan los objetos supuestamente relacionados con Jesús como la Sábana Santa de Turín, el llamado "Santo Prepucio", conservado en Amberes (Bélgica), Chartres (Francia) y la ciudad italiana de Calcata, los "clavos santos", la lanza utilizada en la crucifixión o fragmentos diversos de la cruz. El Mandylion de Edesa surgió, según la tradición, después de que el rey Agbar de Edesa (hoy la ciudad turca de Urfa) pidiese a un pintor desconocido que viajase a Tierra Santa para retratar a Jesús. El pintor no pudo captar su imagen al quedar deslumbrado por la luz, pero Jesús se secó entonces el rostro con una toalla y dejó su imagen en el paño. Algunos creen que el icono del Vaticano es el original mientras que otros afirman que es una copia creada en el siglo V. Una leyenda árabe cuenta también que la toalla, que desapareció durante la conquista sasánida de Edesa en 609, fue arrojada a un pozo en lo que hoy es la Gran Mezquita de la ciudad y, según la tradición cristiana, el paño fue intercambiado en el año 944 por un grupo de prisioneros musulmanes. La imagen de Edesa se llevó a Constantinopla y fue recibida con todos los honores por el emperador Romano I, que la depositó en el Palacio Imperial, donde permaneció hasta que los cruzados saquearon la ciudad en 1204 y se llevaron gran parte de los tesoros a Occidente.
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