CARLOS FEDERICO SÁEZ: UN GRANDE DE SÓLO 22 AÑOS



Retrato del Sr. Juan Carlos Muñoz, c.1899 - Óleo sobre tela - 50 x 61 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay
Retrato del Sr. Juan Carlos Muñoz, c.1899 , detalle - Óleo sobre tela - 50 x 61 cm

Nace en Mercedes, Soriano, el 14 de noviembre de 1878 en el seno de una familia de alta condición social.
Dibuja y pinta como autodidacta desde la niñez dando muestras de una inusual precocidad. A los trece años se traslada a Montevideo concurriendo a las clases de pintura del profesor Juan Franzi, en la misma época presenta sus trabajos a la exigente mirada del artista Juan Manuel Blanes quien aconseja que el joven Sáez consolide su formación en Italia. El gobierno uruguayo otorga una beca de estudios al artista de sólo 14 años de edad. Se inicia de esta forma un periplo de siete años de estadía europea quedando bajo la tutela de Daniel Muñoz, Ministro uruguayo en Roma. Sáez concurre un tiempo a la Academia de Bellas Artes en Roma, pero pronto se enrola en las nuevas corrientes de la pintura italiana finisecular de clara postura antiacadémica. Frecuenta el taller de varios pintores, instala en 1896 el suyo en la Via Margutta y participa de varias exposiciones. Prolonga su estadía europea renovando su beca estatal. Sus envíos de pensionado lo van delatando como uno de los más originales exponentes pictóricos de fin de siglo. Su "manera" se vincula con el movimiento de los "macchiaioli". A propósito de esta postura el crítico Angel Kalenberg nos dice: "Por intermedio de la macchia, técnica que suponía un cierto dinamismo en el trazo, logró superarse la operática y la parálisis a las que había sucumbido la Academia.

Carlos Federico Sáez
casa Carlos Federico Sáez - Roma
Casa de Carlos F. Sáez en Roma

El procedimiento fue empleado, casi exclusivamente, para pintar paisajes, escenas de género y retratos; a éstos Sáez les dedicó ardorosa, infatigablemente, su vida" (Angel Kalenberg, "Seis maestros de la pintura uruguaya" Mosca Hnos. S. A., Montevideo, 1987). Sáez pinta rostros eligiendo a sus modelos sin trabajar por encargo; a veces modelos profesionales, en la mayoría de los casos personajes con los que tiene fuertes vínculos: su familia, sus amigas, sus amigos. No pinta grupos, retrata individuos en soledad. A excepción de sus dibujos, no pinta desnudos. Dibuja con el pincel y la mancha gobierna el contorno. Su pincelada rápida da a sus figuras la sensación de ser captadas en un instante. Los fondos ostentan una generosidad matérica que generan un contrapunto de atención con la figura generalmente organizada en forma piramidal.
Al decir del crítico José P. Argul, Sáez es un "espectador genial del 1900. (...) conserva intacta la frescura del "vero" (...) este pintor que agrega con sus modelos más próximos de familiares y amigos una excepcional nota de mundanismo elegante, incluso de dandysmo" (José Pedro Argul "Sáez", Ediciones de Jorge de Arteaga y Galería Latina, Montevideo, 1986)
Regresa a Montevideo en 1900. Ya enfermo, interviene en el concurso de afiches para el carnaval montevideano organizado por el Ateneo de Montevideo; lo gana.
Pueden verse obras suyas en el Museo Nacional de Artes Visuales, Museo Juan M. Blanes, en el Museo Eusebio Giménez de su ciudad natal y en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).
Muere a los 22 años, el 4 de enero de 1901.


                                            Parvas, c.1893 - Óleo sobre tabla - 17 x 28 cm

Autorretrato - Óleo s. tela 62 X 42 cm- Firmado arriba, der. y fechado Roma 1893.

Retrato de Juan Carlos Muñoz, c.1899 - Óleo sobre tela - 129 x 139 cm

Cabeza de viejo, 1899 - Óleo sobre tela - 60 x 52,50 cm

Estudio, 1899 - Óleo sobre tela - 65 x 54 cm


Ciocciaro - Pastel sobre papel - 43 x 34 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay
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El chal rojo - Óleo sobre tela - 55 x 46 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay

Ciociaro - Pastel sobre papel - 43 x 34 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay

Estudio - Óleo sobre tela - 58 x 46 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay


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 Retrato del pintor Juan Fernando Cornó - Óleo sobre tela - 68 x 68 cm -
     Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay


Retrato de María Luisa Sáez - Óleo sobre tela - 60 x 60 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay

Retrato de Sarah Silvia Sáez - Óleo sobre tela - 61 x 43 cm - Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay

"Ciocciaro"; 1895, Pastel tiza sobre papel, 42 x 60 cm. 
Museo Eusebio Giménez, Mercedes, Soriano.

Madroños o Mantilla roja, 1900, Óleo sobre tela montada sobre madera, 50,5 x 46 cm, Malba


Retrato de Julio Herrera y Reissig, 1898, Óleo sobre tela, 70 x 33,5 cm, Malba

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El colegial -  Óleo sobre tela - 62 X 44,5 cm - Sin firmar

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SÁEZ – Un dandy entre dos mundos o más.


Estela Abal

Al abordar la figura y la obra del artista Carlos Federico Sáez (1878-1901) surgen ejes que se cruzan y generan diversas interpretaciones sobre el hombre y su obra plástica.De alguna manera lo vinculamos al Novecientos por el marco en que vivió su plena y breve vida. Desde otros ángulos lo proyectamos hacia las vanguardias que existen en ese entonces como un audaz joven, que acostumbrado a tomar decisiones desde el momento que lo enviaron a estudiar a Italia a los catorce años, es difícil de encuadrar. Elegante como un dandy en su porte, en la forma de expresarse, era también obsesivo con los diseños de vestimenta. La preocupación por crear atmósferas cálidas y con cierto aire de sofisticación en las pinturas es palpable en una mirada al vuelo de sus obras. Sillones, mesas bajas, almohadones de seda recrean la fantasía del Art Nouveau, con reminiscencias orientales. La importancia de la flor en la solapa de los otros dandies, a quienes retrataba con un toque de spleen, resultan evidentes. Flota en el aire un cansancio de la Belle Époque lejano al esfuerzo físico de los emigrantes e inmigrantes y cercano a veladas acompañadas de música y diversiones. La flor en el sombrero de las damas, el tul que crea misterios en los rostros, son símbolos de una estética que apunta a la búsqueda de un refugio en ensoñaciones que se percibe tanto en los dibujos como pasteles y óleos.
Realizar tres viajes a Italia sobre fines del siglo XIX le abrió un mundo de cuestionamientos y desafíos que él afrontó. Residir en Via Margutta, barrio de artistas en plena Roma a un paso de la Piazza Spagna, era un privilegio similar a un Montmartre. El rechazo a la academia y a la temática trillada y aceptada significó un sentimiento de rebeldía frente a ciertos cánones sociales postulados para la supervivencia como profesional.
La huella de los macchiaioli está presente en la libertad con que crea composiciones y juega con el color. Al comparar su obra con la de los macchiaioli se advierte asimismo que la pincelada suelta, más o menos empastada en óleo, adquiere un protagonismo particular. Los mínimos e intensos toques de luz en rostros, ofrecen al espectador un lenguaje plástico que atrapa.
Desde otras perspectivas, la memoria familiar y regional se revela con fuerza en caminos que hurgan por destinos vitales de carencias y penurias relacionados con modelos tanto femeninos como masculinos que retrató como campesinos y gitanas.
En estos plasma el drama existencial de una Italia que sobrevive a condiciones de pobreza y se encandena sin seguridad de retorno a corrientes de emigración entre las cuales se encuentra su patria convulsionada por revoluciones en el Río de la Plata.
Esa memoria está presente en detalles de composiciones en que las miradas
cobran vida desde miedos y angustias por duelos familiares como su Autorretrato al llegar a Italia. O en la gravedad con que recoge la imagen de la madre que se
desprende una y otra vez del hijo que no sabe si volverá a ver.
Es indudable que al contemplar el biombo abstracto que diseñó e incluyó en varias de sus obras, se comprende que la libertad creadora lo conducía más allá del Novecientos.

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