Conoció Buenos Aires en 1987 y volvió para quedarse en el 99. Cada semana ayuda a los chicos de Ciudad Oculta.
SIEGLINDE OEHRLEIN. LICENCIADA EN LETRAS. APRECIA LA CIUDAD FRENTE AL BOTANICO
SIEGLINDE OEHRLEIN. LICENCIADA EN LETRAS. APRECIA LA CIUDAD FRENTE AL BOTANICO
Cuando vine a Buenos Aires por primera vez como turista, en 1987, nunca imaginé que 12 años después volvería para radicarme. Aquella vez llegué por recomendación de una amiga argentina que vivía en Alemania. Con mi marido, fuimos al Teatro Colón. Y a un show de tango, más por obligación turística que por convicción.
En 1999 volvimos porque mi esposo fue designado corresponsal en Latinoamérica del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Desde el primer día, nos sentimos como en casa porque Buenos Aires es la ciudad más europea de Sudamérica. No sólo por su arquitectura. Hay teatro, música, universidades y se organizan conferencias todo el tiempo. Pero por sobre todo, nos sentimos muy bien acogidos porque los argentinos nos facilitan mucho las cosas a los inmigrantes europeos. Si vas dos veces al mismo restaurante te tratan como si fueras cliente de toda la vida. Los vecinos son corteses. Y en la calle la gente es respetuosa, al menos en mi barrio, cerca de Plaza Italia. Además, la comida es muy buena. Me gustan mucho las empanadas y descubrí una panadería que hace una excelente torta Selva Negra.
Poco después de nuestra llegada, leí una nota en Clarín sobre la guardería Buena Voluntad, de Ciudad Oculta, la villa de Mataderos. Me conmovió y con mi marido llevamos algunas donaciones y quedamos en contacto. Con el tiempo empecé a ir dos veces por semana para jugar con los chicos. Les llevo cosas para hacer: papeles, tijeras, lápices, perlas para armar collares. Pienso en opciones para todas las edades, porque tienen de 3 a 15 años. Y les llevo algo de comer, porque siempre tienen hambre. El otro día, a las cinco de la tarde, una chica me dijo que aún no había desayunado. No tengo experiencia pedagógica, pero les tomé cariño a los chicos y les dedico tiempo. Se podría hacer muchísimo más por ellos si el nivel educativo fuera mejor, si sus familias funcionaran, si un adulto se ocupara de mandarlos a la escuela. Ahora buscamos a una persona que quiera colaborar organizando la biblioteca de la guardería.
A veces saco a los chicos de paseo por la Ciudad. Empezamos por Primera Junta y cuando bajan del colectivo están preocupados y a veces me preguntan: “¿Se ve que somos de la villa?”. Primero vamos a un restaurante sencillo. Ellos no pueden creer que haya servilletas de papel. Y se inquietan cuando dejo la propina en la mesa para el mozo, porque creen que alguien la va a robar. Después tomamos el subte hasta el Zoológico o hasta Plaza de Mayo, para que vean la Catedral y la Casa Rosada. Para ellos todo es la primera vez y se divierten con las cosas más sencillas, como andar en escalera mecánica.
Algo de este país a lo que me cuesta acostumbrarme es la improvisación, que a veces me impide organizarme. Hoy no sé si mañana a las 11 voy a tener una reunión de trabajo, cuando con mi mentalidad alemana estoy acostumbrada a saberlo. Aquí todo se avisa a último momento, pero igual las cosas funcionan.
Lo que me molesta de Buenos Aires es el ruido. En cada tienda o colectivo hay una radio a todo volumen. O alguien escuchando música fuerte con su celular. Hasta las librerías son ruidosas.
Una de las cosas que me llamó la atención fue la cantidad de personajes ilustres que pasaron por Buenos Aires. Antoine de Saint Exupéry escribió su libro Vuelo nocturno mientras vivía en la Galería Güemes. El escritor Eugene O’Neill dijo que no había un banco de plaza en toda la ciudad en el que él no hubiera dormido. Y la casa de Victoria Ocampo, en San Isidro, fue un polo donde se refugiaron desde el Premio Nobel indio Rabindranath Tagore hasta Albert Camus o Pablo Picasso. La mayoría de los europeos no tiene idea de la cantidad de gente y de cultura que atrajo esta ciudad, algo que por mi especialización en Filosofía y Letras me fascinó. Por eso escribí una Guía Cultural de Buenos Aires que acaba de ser publicada por editorial Emecé.
Mientras los argentinos quieren irse a Europa, nosotros después de la jubilación, pensamos quedarnos acá. ¿Por qué? Porque la gente nos trata muy bien.
Fuente: clarin.com
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