ARTE: EL CAMPO DE BENEDIT

De la pampa a Puerto Madero

El territorio llano, devenido conceptual en la obra del querido artista fallecido dos años atrás, trajo un nuevo horizonte a la Colección Fortabat: la muestra curada por Rodrigo Alonso se centra en esos trabajos que convirtieron la tierra en universo simbólico


Por Mercedes Urquiza / Para LA NACIÓN

El campo. Pocas cosas definen tanto a la Argentina como sus pampas llanas hasta el infinito: ese vértigo horizontal del que hablaba Borges. Para bien o para mal, la construcción conceptual de este país ha estado siempre relacionada de alguna forma con el campo. Es un territorio de referencia simbólico y pictórico sobre el que es posible reflexionar acerca de otros acaso más amplios, menos típicamente argentinos. El campo es una imagen socialmente compartida y un sistema de referencias: el gaucho, el caballo, el facón, el ombú, la soledad.
Así lo entendía Luis F. Benedit. Figura fundamental del arte argentino de la segunda mitad del siglo XX, Benedit fue un apasionado de la arquitectura y la naturaleza, dos ámbitos que se reflejaron de manera constante en su obra. A lo largo de su fecunda carrera, el campo y sus símbolos fueron elementos muy reconocibles de su universo creativo, que por momentos ocuparon un lugar central en su narrativa como artista. Y eso es precisamente lo que refleja la muestra Genealogías del campo argentino en Colección Fortabat, en Puerto Madero. Con curaduría de Rodrigo Alonso, se estableció un recorrido en el que afloran un buen número de las visiones culturales, políticas e iconográficas que Benedit formuló en torno del campo, entendido como un territorio conceptual.
"Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo, nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos", señala un cuento del inevitable Borges, que Benedit cita en su obra Pensando en FMC (1990), siglas con las que se refiere a Florencio Molina Campos, acaso el más grande constructor del "relato" pictórico del campo argentino. Esta frase resuena a lo largo de toda la exposición. La cita funciona como una suerte de " I Ching borgeano", ya que abre múltiples interpretaciones que ponen en cuestión la infinidad de tópicos y certezas que rondan la idea del campo argentino.

Autorretrato, escultura, 1998.
La muestra reúne dibujos, acuarelas, objetos, pinturas e instalaciones que atraviesan toda su producción desde los inicios de la década de 1960 hasta sus últimos trabajos, lo que convierte la selección en una especie de retrospectiva temática de Benedit. "Su mirada pone de manifiesto una profunda conciencia sobre las connotaciones y los contextos que rodean este ámbito central a la vida económica y cultural de nuestro país, su horizonte geopolítico y su identidad", señala en la introducción del catálogo el curador invitado, Rodrigo Alonso. Así como el Lejano Oeste fue uno de los grandes escenarios de la construcción simbólica de Estados Unidos, las pampas lo fueron para el delineamiento del "relato" de la identidad argentina. El campo y sus personajes establecieron el sistema de íconos de nuestro país cuando estaba en etapa de construcción. Pero Benedit decidió ir más allá del motivo iconográfico, del territorio idealizado, y utilizó el campo como punto de apoyo para bucear en la historia y los determinantes políticos y económicos que caracterizan sus orígenes y evolución en nuestro país. Y, también, para jugar con la propia historia del arte, ya que muchos de los mejores momentos de la muestra están en los cruces que Benedit hace entre la iconografía campera y las vanguardias artísticas: el cubismo y el madí.
Comienza el recorrido con "Acercamiento histórico, económico y político", una especie de introducción compuesta por obras que evocan la conquista española y la llegada de los primeros caballos a la Argentina con obras como El lazo como instrumento de la conquista (1985) o El primer caballo (1991); la Campaña del Desierto y su proyecto de acopio de tierras para la explotación.
Las tensiones políticas aparecen con una delicada instalación titulada La carne (1992-94) en la que se revela la lucha del senador radical Lisandro de la Torre contra el monopolio de los frigoríficos británicos y la corrupción gubernamental, sucesos que llevaron al asesinato de Enzo Bordabehere en pleno recinto del Senado de la Nación, en 1935. También aparece aquí una serie de perturbadores objetos, constituidos a partir de herramientas de campo como tijeras de castrar, de descornar, y abrebocas de metal, que cobran un tono macabro y parecen reflexionar sobre la brutalidad de aquellos tiempos.
Caja de maíz, 1978.
El núcleo central -relacionado con aquel verso de Borges- presenta el campo argentino como escenario de un debate estético. Aquí se puede ver el estudio y la revalorización de Benedit del trabajo de los retratistas de las costumbres y situaciones campestres locales, como Juan León Pallière o Florencio Molina Campos, a quienes les rinde homenaje. Como artista contemporáneo formado en los lenguajes de la modernidad, no deja de notar el conflicto entre su figuración naturalista y las exigencias de experimentación formal de las vanguardias metropolitanas. Un conjunto de trabajos plantea la dislocación entre las búsquedas plásticas modernistas de artistas como Juan del Prete, Emilio Pettoruti o los integrantes del grupo Madí, y las imágenes tradicionales del universo rural. Una tensión pictórica, deliciosa por momentos, que es apenas una de las tantas tensiones que sobrevuelan sobre la exposición de Benedit.

ADN BENEDIT

  • Buenos Aires, 1937-2011
    Egresó como arquitecto de la Universidad de Buenos Aires en 1963. Expuso por primera vez sus pinturas en la galería Lirolay. Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia, en 1970 y en 1999. Fue invitado para exponer en el MoMA en 1972. A finales de los años setenta participó de la remodelación del Centro Cultural Recoleta, junto con Clorindo Testa y Jacques Bedel.
Fuente: ADN Cultura La Nación

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