EL FILETE PORTEÑO PODRÍA SER PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Costumbres argentinas.

Por estos días, la práctica cultural que forjaron los inmigrantes se presentó ante la Unesco para ser reconocida en 2015.


Muy porteño. El filete aparece en las puertas de algunos bares y en los colectivos, entre ortos lugars.

Muy porteño. El filete aparece en las puertas de algunos bares y en los colectivos, entre otros lugares.



Patricia Kolesnicov

Lo que se ve dentro de la Unesco no es muy distinto de lo que se ve afuera: caras orientales, negras, con rulos, rubias, aindiadas. Adentro, representantes de Estados de todo el mundo. Afuera, inmigrantes, ex inmigrantes, nativos de colores varios, la mezcla que ofrece una ciudad que supo ser metrópoli de tanta colonia. Adentro discursos, diplomacia, traductores. Afuera la elegancia de una ciudad que se sabe hermosa y que cada tanto estalla por los suburbios. “¿A medianoche en subte? Andá tranquila”, aconseja una funcionaria a una turista que hace horas tuvo una lucha a francés partido con el taxista del aeropuerto que le engordó la tarifa frente a  la puerta del hotel.
Afuera sabores, olores, adentro, desde el lunes, se discute qué prácticas culturales, presentadas por qué países, serán declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (¿la del engorde de tarifas sería una presentación multilateral?)
En realidad, son dos listas: la de “salvaguardia urgente”, donde se anotan los elementos del patrimonio vivo particularmente frágiles o en peligro y la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Hasta hace unos días, la Argentina proponía incluir en esta lista el hábito porteño del café, pero un informe preliminar del Comité Ejecutivo desaconsejó su inscripción e hizo algunas recomendaciones para intentarlo de nuevo el año que viene. Argentina –que no puede integrar el Comité porque no paga la cuota desde la creación de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, en 2003—no tiene  nada para ser inscripto en la lista este año. Y, en realidad, desde que la lista empezó, sólo inscribió el tango, en conjunto con Uruguay.
Pero para 2015 ya está en marcha otra presentación: en marzo el ministro de Cultura porteño Hernán Lombardi llenó los papeles para que el filete porteño –“Un sentimiento alegre que se pinta”—integre el patrimonio mundial. Hay que pasar una larga lista de requerimientos técnicos, enviar videos, contestar preguntas. Eso está casi todo hecho y el fin de semana pasado, en París, Lombardi se reunió con gente de la Unesco para preparar esa candidatura.
“Queríamos armar una trilogía: tango, filete y sainete”, dice, sentado en el Café de Flore, una esquina de París donde alguna vez dejaron sus horas Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, entre muchos muchos otros. “Se trata de la cultura de la inmigración en Buenos Aires”.
El filete –se sabe—es esa forma particular de ilustración que arrancó en los carros que hacían repartos a fines del siglo XIX. Dos chicos que cebaban mate y hacían mandados en una carrocería –donde hacían los carros—un día tuvieron la oportunidad de tomar el pincel y le dieron un toque personal. La historia empieza así con Vicente Brunetti y Cecilio Pascarella, ninguno mayor de 13 años. La técnica se fue perfeccionando y se usó –cuentan Esther Barugel y Nicolás Rubió en “El filete porteño”-- para poner el nombre del dueño del carro y su especialidad: leche, pan, verduras.  Aparecieron flores, pájaros y hasta dragones. Si el cartel era grande había que pagar impuestos, así que la idea fue hacerlo chico pero llamativo. Y aparecieron, a pedido de los dueños, las frases: “Para ti, madre”;  “De ranas como vos tengo la sartén llena” y hasta “Si su hija sufre y llora es por este pibe señora”. Del carro el filete saltó al camión y de ahí al colectivo. Hasta que en 1975 lo prohibieron, argumentando que tanto ornamento confundía a los pasajeros. El filete se mudó a los cuadros y a muchos otros soportes. “Palermo no es Hollywood”, proclamaba con su inconfundible estilo un cartel hace poco, como una doble afirmación de identidad.
“Tiene que ver con un cambio en los procesos productivos, cuando se implementó el carro como sistema de distribución le hizo falta un arte decorativo, que aportaron las corrientes migratorias”, dice Lombardi. “Y los inmigrantes intentan construir una identidad nueva, plural, que busca reafirmarse. Entonces lo que hacen enseguida es criollo, nacional”.

-¿Qué pasó con la nominación del hábito del café?

-En la devolución, la Unesco insinúa que se trata de un hábito rioplatense. Seguramente el camino será volver a presentarla junto con Uruguay, como el tango.

--¿Para qué sirve tener una práctica en esa lista?

--Genera un compromiso, después tenés que mostrar que hiciste las cosas que te comprometiste a hacer para cuidar esa práctica.

--Como una auditoría externa…

--Y además te da visibilidad y reconocimiento internacional: la Unesco hace muestras, publicaciones, cursos.

En la Unesco, en confianza, dicen que algo que se gana con estas cosas es turismo. Mientras tanto, discretamente, Lombardi saca un “Buenos Aires” fileteado, una marca más para el desfile multicultural de la Unesco.

Ya está fresco en París. Son las diez de la mañana y con los abrigos puestos, en la vereda de un bar, cuatro o cinco chicas toman café y fuman. Los olores –perfumes, café, tabaco—acompañan a los que pasan. Hábitos culturales.

Fuente: clarin.com

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