El monumento a Cristóbal Colón cuando todavía estaba en pie en la plaza homónima, antes del desguace al que fue sometido, cumpliendo órdenes de la presidenta de la Nación. |
Por William J. Connell - HISTORIADOR
Seton Hall UNIVERSITY OF SOUTH ORANGE, NEW JERSEY, EE.UU.
Mi primer pensamiento cuando vi la bella estatua de Colón de Arnaldo Zocchi, apoyada sobre la tierra en la plaza que está detrás de la Casa Rosada, fue “¡Otra vez no!”. El resto del mundo puede no saberlo, pero existe una respetada tradición entre los marineros genoveses en el sentido de que Colón -el marinero que creía haber descubierto Japón pero se encontró en realidad con La Española, el almirante de los océanos que volvió a España con cadenas- era una víctima del mal de ojo, un iettatore en italiano.
La creencia en esta maldición perduró hasta los tiempos modernos. En los años 1950, cuando la línea italiana de cruceros quería llamar Cristóforo Colombo a un nuevo transatlántico, hubo protestas en Génova. El barco nunca fue un gran éxito, los pasajeros se mantenían lejos de él y en 1956 la maldición se confirmó (aunque de manera transversal) cuando su barco mellizo, el Andrea Doria, naufragó en el Atlántico frente a las costas de Massachusetts.
En 1992, la maldición volvió a hacerse realidad en Génova cuando muchos menos turistas que los esperados se hicieron presentes para los festejos por el quinto centenario de Colón.
El alcalde exageró los números y falsificó recibos y finalmente fue obligado a renunciar. Sin embargo, todo el mundo lo atribuyó a la maldición, no al alcalde. Es posible -por extraño que parezca- que esta sea la mejor forma, también, para pensar con respecto a los crímenes contra la humanidad o genocidio de los que Colón fue acusado muchas veces en los últimos años: una suerte de maldición trágica e inevitable.
El contacto que Colón inició entre ambos hemisferios hubiera tenido lugar de todos modos. A pesar de que los historiadores siguen haciendo evaluaciones más refinadas del daño hecho, no cabe duda de que iban a haber enormes muertes y que se iban a cometer grandes injusticias teniendo en cuenta la época y pueblos involucrados.
Colón habría iniciado el proceso, pero esto no es lo mismo que decir que fue moralmente responsable.
En 1492 -tal como lo fue todavía en 1892 y a principios de los 1900- Colón era un gran héroe. Fue el hombre que había resuelto el acertijo de los Vientos de Comercio. Para 1992, se convirtió en un paria, en el hacedor de sacrilegios.
El monumento en Buenos Aires es el más bello, de los muchos que quedan en el mundo, del Gran Navegante.
Es una obra maestra hermosamente compuesta y, a su vez, un importante recordatorio de la contribución que hizo la comunidad italiana durante la construcción de un magnífico país. Mientras la presidente (Cristina Fernández de) Kirchner sigue presionando con su proyecto para restaurar y retirar el monumento, algunos de nosotros estaremos observando atentamente más manifestaciones de la maldición de Colón.
Traducción de Silvia Simonetti.
Fuente texto: clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario