¿KIRCHNER POR ROCA?

El lindo monumento ecuestre a Julio A. Roca, obra del uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, de Diagonal Sur y Perú. Se ven los rastros de las agresiones con bombas de pintura.


La intención de sustituir, en Río Gallegos, la estatua del dos veces presidente argentino por la de Néstor Kirchner no es sino otra muestra de intolerancia. La costumbre argentina de emprenderla con los muertos en una suerte de necrofilia sin mirada hacia el futuro parece tan arraigada que hace temer con respecto a nuestra capacidad de construir sin necesidad de demoler. Una vez más, la figura histórica del general Julio Argentino Roca es presa de la intolerancia. En Santa Cruz, donde su nombre fue erradicado ya de un de las avenidas principales de Río Gallegos para ser sustituido por el de Néstor Kirchner, se quiere quitar ahora su estatua con el fin de poner en su lugar la de un mandatario provincial y nacional muerto hace menos de tres años,lapso sumamente breve para rendir un homenaje que hubiese requerido el paso de un tiempo mayor para permitir una ponderación desinteresada y serena. Roca es, sin lugar a dudas,el fundador del Estado moderno argentino, que integró territorialmente a la Nación y consolidó cada una de las instituciones de la República, por lo que cabe preguntarse por qué se lo ha constituido en una especie de "bestia negra" de la historia oficial actual. Se lo llama genocida, porque para el "relato" eliminó pueblos originarios enteros; se lo señala como el representante más cabal de una oligarquía que gobernó a espaldas del pueblo, y se lo considera el arquetipo del militar prepotente y del gobernante sin límites en su acción. Sin embargo, el hombre que ocupó dos veces la presidencia de la República respetando celosamente los mandatos de la Constitución, sin insinuar siquiera la posibilidad de una reelección, estuvo muy lejos de sostener, como afirmó una concejala del Frente para la Victoria de Río Gallegos, "una política racista". Dentro de los parámetros de la época, buscó integrar a las tribus que dejaron de dominar vastas extensiones ocupadas casi sin víctimas al resto de la comunidad, y fue el mandatario que tuvo la visión de abrir las puertas del país a la inmigración de los pueblos de Asia.
Supo respetar la división de poderes, subordinarse a las decisiones del Poder Judicial y discrepar civilizadamente con los adversarios; encarriló definitivamente a las Fuerzas Armadas en su papel específico, dotándolas de reglamentos y doctrinas adecuados, y erradicó en los militares su papel de caudillos, para convertirlos en soldados subordinados a las autoridades de la Constitución. Realizó por fin una ingente labor educativa, siguiendo la línea que colocó a la Argentina entre las naciones más avanzadas del mundo, lugar que se ha perdido, y mantuvo una política exterior cuyo único norte fue la soberanía nacional.
Parece que este deseo de destruir lo mejor del pasado no se detiene en una figura señera como la de Roca, porque, semanas atrás, también el busto del intendente Torcuato de Alvear, en la porteña plaza Intendente Alvear, de la Recoleta, fue objeto de vandalismo: derribado por desconocidos de su emplazamiento, a unos cuatro metros de altura, se rompió en pedazos al caer. No sabemos cuál habrá sido la razón para una acción tan despreciable, sobre todo cuando al primer intendente porteño la ciudad de Buenos Aires le debe innumerables obras; entre otras, la apertura de la Avenida de Mayo, la pavimentación de la ciudad y la parquización de la Recoleta.
Decisiones desafortunadas ha habido ya en otros momentos de la historia argentina, de cambio de nombres de calles o monumentos aun levantados en vida de sus destinatarios, pero eso no justifica perseverar en ellas. Lo enunciado anteriormente debería resultar suficiente para mantener en el extremo sur argentino gracias a la política sostenida por Roca- ese nombre en la avenida principal de Río Gallegos y aventar la idea de cambiar su estatua por la de un mandatario a quien, si se lo quiere honrar cuando todavía falta tiempo para obtener un juicio imparcial de la historia, se le pueden dedicar otros espacios públicos.

Fuente texto: lanacion.com



El escultor Andrés Zerneri, que fue el autor del monumento al Che Guevara de Rosario, está trabajando en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, en dos monumentos que el PEN quiere instalar lo antes posible: el de Juana Azurduy de Padilla, con el
que quiere reemplazar al de Cristóbal Colón, y en el de la mujer originaria, con el que seguramente va a querer sustituir al del Gral. Julio A. Roca, de la Diagonal Sur y Perú.
Ese lindísimo monumento ecuestre, que junto con el Sarmiento de Auguste Rodin, es uno de los más agredidos y vandalizados del país, es obra del gran escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, que ganó el concurso nacional e internacional al que se llamó cuando se decidió erigirlo.
Zorrilla, también autor del monumental José Gervasio de Artigas de la Plaza República Oriental del Uruguay, era hijo del escritor Juan Zorrilla, autor de "Tabaré", y el padre de la actriz Concepción "China" Zorrilla.
Zorrilla trasladó su taller a Buenos Aires para hacer el monumento a Roca in situ.

Aunque no tiene jurisdicción específica sobre los monumentos que integran el patrimonio escultórico de la Ciudad de Buenos Aires, la presidenta de la Nación seguramente, importándole un bledo de toda la historia anterior, cosa habitual en ella, va a querer borrar esa obra de José Luis Zorrilla de San Martín de la faz de la Tierra y también va a querer antes de terminar su período de gobierno, dejarnos instalado en su lugar el monumento a la mujer originaria.
Creo que tanto el monumento a Juana Azurduy como el de la mujer originaria pueden perfectamente tener cada uno su lugar dentro de la Ciudad de Buenos Aires, sin que éso implique tener que eliminar previamente a los monumentos a Cristóbal Colón y al Gral. Julio A. Roca.
Hay lugar para todos: para Cristóbal Colón y para Juana Azurduy.
También para la mujer originaria y para el Gral. Julio A. Roca.
Deberían estar unos y otros.

No se trata de "unos u otros", la opción que por lo general plantea este gobierno pretendidamente revisionista.
Todos son parte de nuestra historia.
Pueden perfectamente ser "unos y otros".
Deberían serlo.


P.L.B.

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