UNVERTIR EN ARTE. UN REFUGIO SEGURO
EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE MUNDIAL

CRISIS ECONÓMICA INTERNACIONAL
Las subastas totales en 2011 fueron estimadas en 64.000 millones de dólares, contra 39.000 millones de 2009.
Subasta. “Las costureras”, de Edouard Vuillard, en Londres. El negocio de las artes es multimillonario. AP


Por Ginebra. The New York Times


Vienen por la seguridad y se quedan por el tratamiento impositivo que le dan en Ginebra, Suiza. Mientras la mercadería esté almacenada aquí, los dueños no pagan tasas de importación ni derechos de aduana, que en muchos países tienen un rango del 5 al 15 por ciento. Si la obra se vende allí, el dueño tampoco paga impuestos por la transacción. Una vez que la obra sale de las instalaciones –ya sea porque ha sido vendida o porque el dueño original la ha trasladado– hay que pagar impuestos en el país adonde va a parar. Son los Freeport (Puertos libres, especies de free shop de las artes), que en estos tiempos de crisis económica, crecen a la par del incremento del negocio de las obras de arte, como reaseguro para inversiones .
Apenas unos pocos años atrás, en realidad el Freeport no era parte de Suiza oficialmente. Desde entonces las construcciones recibieron la nacionalidad de este país, pero tanto ellos como un puñado de otros freeports menos conocidos en diferentes lugares de Suiza siguen siendo lo más cercano a las Islas Caimán que el mundo del arte puede ofrecer. Se trata de un refugio en el que el clima —financiero y en otros sentidos— resulta ideal para individuos de gran riqueza y para sus activos.
¿Cuántas obras de arte hay acumuladas en los 40.413 m2 del Freeport de Ginebra? El cantón de Ginebra, que posee una participación del 86 por ciento en el puerto franco, no lo sabe, como tampoco lo sabe Geneva Free Ports and Warehouses, la compañía que le paga al cantón para oficiar de propietaria del Freeport. Es de suponer que los funcionarios de la aduana suiza lo saben, pero no hablan. Baste decir que existe una vasta creencia entre art dealers, asesores y aseguradores de que aquí hay suficientes obras de arte escondidas para crear uno de los grandes museos del mundo. “Dudo de que tenga usted un papel del ancho suficiente para anotar todos los ceros”, dice Nicholas Brett, director de evaluación de riesgos de AXA Art Insurance en Londres, al pedirle que calcule el valor total de las obras de arte de Freeport. “Es un número enorme pero desconocido.” El número está próximo a aumentar. En el Freeport ha comenzado la construcción de un nuevo depósito de 12.000 m2 que se destinará especialmente a almacenamiento de obras de arte. Está programado que abra a fines de 2013. Este pequeño boom de construcciones es un modo nuevo de medir la recuperación impresionantemente veloz del mercado del arte desde su precipitosa caída en 2008, cuando las ventas en las subastas, el índice de esta industria, se contrajeron dentro de las repercusiones de la Gran Recesión. Las ventas globales en 2011, tanto en subastas como en tratos privados, fueron estimadas en u$s 64.100 millones , según Clare McAndrew, economista especializada en arte. Ese total está apenas por debajo del récord de u$s 65.800 millones de 2007, y bien por encima del bajón de 2009 de 39.400 millones.
En tiempo récord, la caída del mercado del arte de 2009 ha cedido paso a nuevas preocupaciones por los precios sobredimensionados. Una razón mayor, dice Clare McAndrew, es la llegada de compradores chinos en gran número, así como compradores de Rusia y Oriente Medio. Entonces aparece la flamante sensación entre los coleccionistas de todo el mundo de que el arte es un commodity interesante para comprar en medio de una conmoción económica. “La gente se ha dado cuenta de que el arte es un refugio seguro para sus activos cuando otros mercados tienen un desempeño pobre”, dice McAndrew. “En general, las obras de arte mantienen su valor a través del tiempo, y en algunos casos ese valor aumenta”. Algunos usuarios de puertos francos son gente que ha estado coleccionando durante años, puramente por pasión, y de repente ven que las piezas que compraron décadas atrás ahora valen sumas tan inmensas que tenerlas en su casa es un riesgo gratuito. Pero más típicos son los coleccionistas en busca de un sitio para almacenar y alivio impositivo, porque nunca se propusieron exhibir lo que habían comprado.
“El negocio del arte ahora atrae a gente que está estacionando dinero, que está especulando y que quiere status social”, dice Michael Findlay, uno de los directores de Acquavella Galleries y autor de El valor del arte . “La falla en el pensamiento de esa gente es que desde una perspectiva histórica, las grandes colecciones privadas fueron reunidas por personas que compraban arte porque podían pagarlo y les gustaba. Cuando estas personas gastaban dinero en arte, lo consideraban gastado y tenían algo para disfrutar el resto de sus vidas. Las obras de arte no perdían tiempo en un freeport.”


Fuente: clarin.com

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