SARA FACIO: TESTIGO DE SU TIEMPO


Retrató el alma de los argentinos y el pulso de una época en sus fotos. Se puede ver en las 200 obras, algunas inéditas, exhibidas en su muestra antológica del Recoleta, por el Festival de la Luz.

TITA MERELLO. Tomada en Buenos Aires en 1976. De la serie escenarios.

Por Marina Oybin


Sara Facio confesó alguna vez que se propuso ser testigo de su tiempo. Lo hizo con tanta intensidad y pasión que llegó al alma de los retratados, famosos o ignotos como aquellos de su serie de los funerales de Perón. Ahí está, apenas uno ingresa en la sala, Julio Cortázar, el cigarrillo apretado entre los labios y el ceño tan fruncido que contrasta con sus rasgos aniñados. Las fotos de Facio integran nuestro imaginario. ¿Quién otro es Borges sino ese hombre de impecable traje, en la antigua Biblioteca Nacional de la calle México, arrodillado junto a unos estantes buscando libros? Y uno no imagina retrato más preciso, de esos que llegan al núcleo de la personalidad, que el de Sabato, apesadumbrado, de negro, en Parque Lezama corroído por el frío.
Esas son algunas de las 200 fotos exhibidas en la magnífica muestra antológica Sara Facio - Fotografías , con curaduría de Elio Kapszuk y Renato Rita, en el Centro Cultural Recoleta, en el marco del Festival de la Luz. Están sus series más conocidas, y dos hasta ahora inéditas: “Por amor al arte”, que pone el foco en el público en diferentes museos del mundo (un interés que también sedujo a Robert Doisneau) y “Escenarios”, que incluye fotos de Tita Merello, de La vuelta al hogar (Torre Nilsson y Sergio Renán) con cautivante cruce de miradas entre los personajes y de la filmación de Los siete locos .

RODOLFO MEDEROS. Buenos Aires,1970. Foto de la serie escenarios.

Tras esa famosa foto que Facio le tomó a Cortázar, vinieron muchas otras y llegó también una fuerte amistad entre ambos. Uno descubre a Julio, con una careta monstruosa, jugando con Gabriel García Márquez: están distendidos, tirados en un sofá, la bandeja con comida a un lado. Siguiente toma: Julio se quita la máscara y muestra su cara de chico dulce barbado. Y hay más: primerísimo plano cerrado de Julio abstraído; se lo ve junto a sus compañeros de la Federación Gráfica Bonaerense o riéndose, relajado, fumando un habano. 
Sara se apasiona con cada tema, indaga, lo sigue en el tiempo. Su serie de fotos de Borges va de 1963 a 1980. La De Brujos y Hechiceras , donde captura, sólo por dar unos ejemplos, la belleza de Rómulo Macció y Carlos Alonso, arranca en 1990 y llega a 2005. En Escritores de América latina (1960-2005) están, entre muchísimos otros, Carpentier, Orozco, Marechal, Rulfo, Fuentes, Neruda, Pizarnik, Onetti... Hay varias fotos de María Elena Walsh. Ahora, mientras las miramos, Sara cuenta que a María Elena no le gustaba que le tomara tantas fotos, a veces parecía molesta, se enojaba. Pero la cámara de Sara, sus ojos, no podían evitarlo. Ahora, al recordarlo se sonríe con ternura. “Sara Facio me ha retratado infinidad de veces –confesaba María Elena–, muchas contra mi voluntad, pero siempre me permitió reconocerme como querría ser”.
Hay imágenes imborrables de la serie Perón vuelve (1972/1974) que la fotógrafa tomó cuando trabajaba para las agencias de noticias Sipa Press y Gamma, como la de un hombre agitando una Itaka en el palco, el día de la masacre de Ezeiza. Y fotos de la serie Los funerales del presidente Perón con la espera en el Congreso, la gente protegiendo de la lluvia los ramos de flores. Quién es capaz de olvidar a ese hombre leyendo el diario con una palabra como título de tapa: “Murió”.
Y están esos “muchachos peronistas” de mirada vidriosa, una foto con historia trágica: años después de haberla tomado, Sara se enteró de que el chico que ocupa el centro de la escena, el que lleva en el hombro un paño negro en señal de luto, es ahora un desaparecido. Uno siente que no hay distancia entre la fotógrafa y esos “muchachos peronistas”. Hay alquimia en ese clima especial que evidencia que a Sara le gusta poner el cuerpo, acercarse a la gente. “No soy de los fotógrafos que sacan de lejos con tele o que están fuera de la escena: yo estoy ahí al lado”, dice.

UFA. Con las fotos. Buenos Aires 1976.

Le consulto qué fue lo más apasionante que le tocó fotografiar, cuáles fueron los momentos más intensos. No duda: “Las fotografías que tomé con Alicia D’Amico para el libro Humanario ”. Y agrega: “Esas fotos –muchas están en sala– fueron encargadas en 1966 por el interventor de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública para registrar las condiciones edilicias y el abandono de los hospicios. Querían sumar estas imágenes a un informe para pedir mayor presupuesto para su área, pero nosotras sacamos, además, fotos de los internados, que era lo que realmente nos interesaba”. Son imágenes de enfermos psiquiátricos del Moyano, el Borda y de un manicomio en Open Door que las fotógrafas conservaron para sí. “No pudimos mostrar las fotos hasta 1985 porque cuando estaban los militares, como el texto del libro era de Julio Cortázar, que estaba prohibido, no nos dejaron mostrarlas”, explica. Esa vida intramuros a la que nos acerca la serie Humanario es potente. Estremece.
Testimonio de su tiempo, la fotografía de Sara Facio se revela voraz, intensa, conmovedora. Uno no puede dejar de pensar en esas imágenes que nos tocaron profundamente y que la retina, y el corazón, conservan grabadas, indelebles.

Fuente: Revista Ñ Clarín

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