Es el texto mecanografiado de una novela que Borges calificó de "perfecta".
Correcciones. Una página del texto, con las marcas del autor |
Bárbara Álvarez Plá
En la casa de subastas Christie's de Nueva York se remató ayer el original mecanografiado de La invención de Morel, la obra de Adolfo Bioy Casares que Jorge Luis Borges calificó de "perfecta". Su precio final fue de 40.000 dólares.
En la casa de subastas Christie's de Nueva York se remató ayer el original mecanografiado de La invención de Morel, la obra de Adolfo Bioy Casares que Jorge Luis Borges calificó de "perfecta". Su precio final fue de 40.000 dólares.
La
venta se hizo en el marco de una subasta dedicada a Impresiones Finas y
Manuscritos -un lote de 213 piezas- en la que también se subastaron
piezas como el original de 1816 de Emma, de la escritora británica Jane Austen
El
texto se presentó en una desgastada carpeta verde manila, con la
indicación de que databa de 1939 y tenía 162 páginas, casi todas con
anotaciones a mano del autor. Su precio estimado, antes de iniciar el
remate, oscilaba entre los 70.000 y los 100.000 dólares. No llegó.
Cabe
señalar que no es la primera vez que esta pieza se pone a la venta: en
el catálogo de 2012 de la librería neoyorkina Lame Duck -especializada
en la venta de manuscritos- aparece en la lista de obras, con un precio
de 150.000 dólares.
El
circuito que siguió el libro fue curioso: el escritor estadounidense
Donald A. Yates, que fue el traductor del primer libro de cuentos de
Borges editado en lengua inglesa, allá por 1962, cuenta que Bioy se lo
regaló a Borges y éste, a su vez, se lo regaló a él. Años después,
durante una visita a Buenos Aires, Yates le pediría a Bioy Casares que
firmara el ejemplar y le escribiera una dedicatoria.
Se
trata de una historia narrada en primera persona por un fugitivo
venezolano que se esconde en una isla, aparentemente desierta, hasta que
aparece un grupo de veraneantes canadienses que no parecen registrar su
presencia y que fueron reunidos por un tal Morel, inventor de una
máquina con la que dice poder hacerlos vivir esa feliz semana
eternamente. Entre los turistas está Faustine, que se convierte en
objeto de la obsesión del fugitivo. Así salió publicado, pero cabe
destacar que en el texto subastado ayer el inventor se llama Guerin y la mujer de la que se enamora tiene por nombre Honorine.
El experto en Bioy Casares, Daniel Martino, contó a Clarín que "Bioy acostumbraba a cambiar sus escritos todo el tiempo y a hacer alusiones laterales y su inspiración para La invención de Morel no
fue la isla del Doctor Moreau, como dice Borges en el prólogo, sino
Julio Verne". Es por eso que en el texto que se remató ayer en
Christie's, el nombre del inventor no es Morel, como será en la edicion
definitiva, sino Guerin y Faustine se llama Honorine, "que era como se
llamaba la esposa de Julio Verne", explica Martino. "Con este libro
-dice- Bioy trata de dejar atrás su pasado vanguardista y salir de la
subjetividad, por eso los protagonistas ni siquiera son argentinos".
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
La nota “Pagaron U$S 40.000 por un manuscrito de Bioy Casares”, publicada en la sección “Cultura” de Clarín el día 12 de junio, altera completamente mis palabras. Bioy no “acostumbraba a cambiar sus escritos todo el tiempo”: excepcionalmente lo hizo en La invención de Morel, obra de transición entre estéticas. El Castillo de los Cárpatos de Verne es una las principales, no la única, inspiración de la novela, mucho menos “filial” respecto de La isla del Dr. Moreau de lo que afirma Borges. En el texto de Christie's, Morel se llama “Guerin”; Faustine, “Justine”. Con Guerin, Bioy aludía al poeta Charles Guérin y a la novela Charles Guérin; Roman de moeurs canadiennes, de P. Chauveau. A último momento, decidió dejar caer el “Guerin”, por ser un apellido de pronunciación ambigua en español, y lo reemplazó por “Morel”, apellido de Honorine, la mujer de Verne. El Justine de la primera versión viene a confirmar, a través del juego Justine/Honorine, esa primera forma de saludo a Verne, innecesaria al rebautizar “Morel” al inventor. DANIEL MARTINO
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