GUILLERMO ROUX, CARLOS ALONSO
Y UN GRAN ACTO DE JUVENTUD

Conversación.
Reconfortados a sus 85 años, los dos maestros de la pintura se encuentran en un diálogo profundo que seguirá vigente cuando finalice su muestra
Autorretrato a cuatro manos: con la firma de ambos, no se revela quién definió la figura y quién el fondo  Foto: LA NACION
    Autorretrato a cuatro manos: con la firma de ambos, no se revela quién definió la figura y quién el fondo Foto: LA NACIÓN

 

Por María Paula Zacharías / Para LA NACIÓN

La historia de Guillermo Roux y Carlos Alonso parece correr por vías paralelas. Dos maestros del arte argentino que tomaron diferentes caminos, uno más cercano al surrealismo, otro fuertemente comprometido con sus ideas políticas. Mantuvieron desde siempre una admiración distante y respetuosa. Y se encontraron en 2012, en una muestra de autorretratos. "Vamos a trabajar juntos", se dijeron. Y así fue. Por teléfono y por correo fueron dando forma a una exposición de obras hechas a cuatro manos, a la distancia. Uno en Unquillo, Córdoba, el otro en Martínez, durante un año se mandaban en una caja de madera dibujos a medio hacer, y media página en blanco para que el otro terminara la obra. Así crearon una veintena de pinturas mancomunadas que hasta hoy se pueden ver en la galería RO (Sean Eternos los Pinceles, en Paraná 1158, de 14 a 20). Más allá de la muestra está el diálogo. Y las renovadas ganas de pintar.
Roux y Alonso tienen 85 años, y atravesaron recientemente experiencias de miedo y dolor. En el primer caso, fueron dolencias físicas. Alonso fue víctima de la inseguridad. En esta exposición se muestran reconfortados y libres. Una sola vez se vieron cara a cara antes de la multitudinaria inauguración de la exposición, que obligó a cortar la calle. Se reunieron en la casa de Alonso, en Córdoba, cuando promediaban los diez trabajos y la idea de la muestra ya era una realidad. El que sigue, es el diálogo de ese día (un fragmento se incluyó en el catálogo). Un intercambio revelador, donde con sinceridad y despojados del ego, hablan de sus trayectorias, de sus sentimientos, de política, del dibujo, y se encuentran, en el sentido más profundo de la palabra.
ROUX: -Esto un encuentro. Un diálogo sin confrontación.
ALONSO: -Ése es el truco.
ROUX: -Lo que estamos haciendo no es para demostrar nada ni en contra de nadie, ni para probar nada. Lo hago porque lo hago con vos. Punto. Esa es toda la historia. Nunca pensaría esta exposición como una posición desafiante. No quiero desafiar a nadie.
ALONSO: -Para nada. Esto no es un manifiesto.
ROUX: -Es algo íntimo, nuestro, que no haría con otro. La sociedad está cansada de choques y confrontaciones. Hay una necesidad de aunarse pese a las diferencias. Una necesidad de intercambiar ideas, trabajar juntos, sin obstáculos. Es tan pesado el yo... Esto es una apertura extraordinaria.
ALONSO: -Es una forma de conocernos más. Evidentemente, lo anuncies o no, hay un ejercicio plástico, una provocación de uno al otro que produce hechos que son novedosos para nosotros mismos, porque hemos cambiado el procedimiento. En vez de partir de una idea propia, parto de una idea que vos proponés en el espacio. Trato de encontrarle una respuesta que seguramente vos no imaginaste. Tiene un final inesperado. Son cosas saludables para el dibujo. Por un lado, son todos trabajos distintos. Es una manera. Algunos son muy terminados, otros son muy sueltos. Algunos tienen una cierta gracia, una ironía. Algunos son más frescos, otros son naturalezas muertas.
ROUX: -No hay un programa. Es un acto de gran juventud. A la edad nuestra, uno tendería a escarbar en el mismo pozo en que ha escarbado siempre. Y acá corremos la aventura y el esfuerzo de meternos en un mundo nuevo. A mí me trajo una sensación juvenil. Cuando lo hago, me quiero sacar de encima todo el peso que cargo. Esto me está limpiando.
ALONSO: -A mí me pasa que ahora esto se transfiere a lo que estoy haciendo. Vengo haciendo retratos tuyos desde hace diez años, dibujos, acuarelas, acrílicos. Pero cuando vi tus autorretratos, me di cuenta de que ninguno de esos trabajos era tan Guillermo como los tuyos. Tenían algo que a mí se me había escapado. Una profundidad que yo no podía tener. A partir del autorretrato que me mandaste, lo tomé como referencia en la memoria. No pienso en vos, pienso en el autorretrato. Tiene algo que solamente vos conocés de vos. Una sonrisa placentera. Es imposible competir con esa imagen, solamente puedo ser un continente, extender la imagen en una atmósfera. Por eso hice un paisaje, donde la imagen de una nube no compite con el retrato, pero tiene peso. En Guillermo en Unquillo se unen lo urbano tuyo con lo campesino mío.
ROUX: -Este proceso en mí comenzó hace dos años. Tuve una convalecencia física. Y sentí una sensación de vacío tan espantosa, como que me desmoronaba internamente. Me llegué a preguntar quién soy yo. No fue fácil sacarme de la depresión por la cual había perdido mi identidad. Se me vino todo encima. Cuando empecé a recuperarme del dolor y pude volver a pararme sobre mis pies, aprendí mucho. Aprendí cómo estaba aislado o alejado de la calle. Mi mundo pasaba por otra parte: ensoñación, recuerdos, instantáneas, pensamientos. No había transitado el contacto humano, el encuentro de uno con el otro. Lo sentía como una falta. Para recuperarme empecé a acercarme al que fui yo a los diez años, y empecé a alejarme del yo construido. Y empecé a jugar. Este encuentro es para mí una oportunidad de avanzar más en ese camino de la recuperación de un yo que quedó muy lejos y que quisiera recuperar, con su banalidad, su sensualidad liviana, su necesidad de juego, el recuerdo de la ilustración o la historieta que hacía mi padre y después yo. Todo eso estaba en mí y no lo había liberado nunca, porque la palabra "arte" me resultaba un obstáculo. Nunca sabía qué era. Lo importante es cómo vivís esa palabra.
Autorretrato a cuatro manos: con la firma de ambos, no se revela quién definió la figura y quién el fondo
    Autorretrato a cuatro manos: con la firma de ambos, no se revela quién definió la figura y quién el fondo Foto: LA NACIÓN

ALONSO: -Siento que no soy maestro de nada. Nunca enseñé, vos sí.
ROUX: -Yo no enseñé nada, no tengo una teoría organizada. Maestro es Torres García, que tiene una estructura de pensamiento y transmite al alumno un sistema. Le da un alfabeto. Yo no tengo eso. Soy más bien un intuitivo. Mi intuición no está sujeta a desear crear un estilo. Por eso tampoco pude integrar grupos de pintores. Porque lo mío siempre fue una cosa individual. Por eso estuve en el limbo del arte, de la pintura, que no es ni infierno ni paraíso. Pero fui un gran observador. Me quedó muy grabada aquella época en que lo figurativo estaba prohibido. Era sinónimo de ser comunista, de izquierda. En cambio, el mundo progresista era la destrucción de la pintura y la figuración.
ALONSO: -Pero en la Argentina eso ha tenido un doble discurso. La figuración estaba negada como posibilidad estética. Y yo, que era militante del Partido Comunista y hacía una pintura de tipo social, con connotaciones políticas e ideológicas, tuve no sólo el rechazo del poder dominante sino que el mismo partido me tiró a la basura por hacer una figuración que no era la que esperaba la URSS. Es decir, los pintores ¡teníamos que pintar a la manera del comunismo ruso! Se me cerraron dos puertas: la que ya tenía cerrada por la intolerancia del poder y la de mi propio partido, donde estaban mis amigos, donde yo sentía que formaba parte de una vanguardia de la clase obrera. Fue durísimo. Ni siquiera tuve la posibilidad de defenderme: yo pinto así porque creo que nosotros tenemos que leer el lenguaje de la realidad, no copiarlo de los rusos. Eso era inconcebible. Este es un país muy raro.
ROUX: -Y después, desde la caída del Muro de Berlín todo está permitido.
ALONSO: -Nosotros hemos vivido una realidad que sentimos y experimentamos paralelamente. Vos al no tener una militancia, has vivido el mundo del arte, la pintura, la imagen, la estética. Mientras que yo, con la militancia, he tenido otras mochilas, otra contaminación de las ideas.
ROUX: -La pertenencia a un grupo en un momento de la vida hace bien.
ALONSO: -Ahora estamos mucho más cerca que antes. A mí se me cayó todo ese mundo. El comunismo se derrumbó, fracasó. Ahora estoy donde estabas vos, en la pintura. Todo lo que me quedó, que es enorme, para mí es la pintura. Finalmente yo me encontré donde vos estuviste siempre.
ROUX: -Y yo a la vez quisiera tomar de vos un aspecto más estructurado del proceso del hacer artístico.
ALONSO: -Vos tenés una línea donde los perfiles son flotantes, no tienen un corte rotundo. Son más envolventes. Con un grado de vibración, la línea es como más imprecisa, lo que le da un cierto movimiento, una blandura de carne, sobre todo en los rostros.
ROUX: -Vos tenés la línea mucho más firme. Responde a un impulso interno, que no te lo da nadie más que la naturaleza. Una precisión en lo que querés decir que es inapelable. El signo tuyo. Eso es extraordinario. A pesar de los enormes conocimientos que tenés, dejás mucho librado a ese profundo caudal con el que naciste. Dibujás como un chico, dibujás... en sintonía con tu pensamiento. En cambio, yo me tengo que ir acercando al dibujo, se me escapa para un lado o para el otro, trato de hacerlo, voy ajustándome. Es mi característica.
ALONSO: -Son dos temperamentos. Hemos hecho una buena aproximación en los primeros trabajos, hasta encontrar el equilibrio. La idea es sugerirle al otro algunas señales, mensajes. Cuando llega uno de tus dibujos, me empieza a atrapar y empiezo a razonar en esa realidad. ¿Cómo puede esto vibrar más? A veces se trata de construir una imagen, el gato y la gata, por ejemplo. Pero tu autorretrato era tan poderoso, que cualquier otra imagen que hubiera puesto lo habría arruinado todo.
ROUX: -Decime, esos blancos, ¿los acentuaste más vos?
ALONSO: -No, yo no toqué la imagen para nada.
ROUX: -Me parecía que estaban tan bien esos blancos, que pensé: "Alonso los vio y se los puso".
ALONSO: -¡No! Están fantásticos esos blancos.
ROUX: -Éste es un ejercicio de pensar en el otro, pero no tanto. De encontrar soluciones.
ALONSO: -Hemos llegado, después de decantar, a un aprendizaje. Triunfa todo, la figura, el paisaje... Se siente la justeza de la síntesis.
ROUX: -Va fluyendo. No hay que pensar demasiado.
ALONSO: -Es un diálogo del dibujo, no de personajes. Si buscamos una teoría, vamos a perder. Sin tantas pautas.
ROUX: -Hay una escena de Houdini, en la que hace a la chica un montón de jueguitos, y ella pregunta cómo lo hizo. Te tomará toda la vida al lado mío para llegar a averiguarlo.
ALONSO: -No es un milagro. Es un truco.



Fuente: lanacion.com

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