ETERNO EN EL INSTANTE

En su primera retrospectiva, en el Centro Cultural Recoleta, el fotógrafo expone sus retratos y paisajes tomados en más de 40 años. Además, el testimonio conocedor de Sara Facio.

Por Guido Carelli Lynch

 

Es de noche y un joven Marcos Zimmermann revela con ácido acético. Un olor nauseabundo a vinagre envuelve el estudio mientras mete los dedos en el ácido y, sin querer, se toca la nariz con las manos húmedas. Zimmermann insulta, se lamenta, cada vez que sucede. Y la escena se repite durante meses, el tiempo que lleva revelar una película. La mayoría de las veces es de madrugada, o así lo recuerda hoy Zimmermann, que entonces esperaba ansioso el milagro tecnológico que lo sacara de ese infierno. “Me he pasado la vida, noches y noches trabajando en cine deseando que llegara la fotografía digital”, dramatiza. Así que no le vengan con melancolía analógica. “No estoy para nada de acuerdo con fotógrafos como Adriana Lestido que dice ‘que la foto y que la magia se pierden’. La verdad es que la retocás y la copia queda fenómeno,” asegura antes de argumentar que acaba de vender una copia del Río de la Plata a un coleccionista francés gracias al milagro de la digitalización. “No tengo prejuicios, soy el primer fotógrafo argentino que hizo copias digitales. Lo que pasa es que hoy la fotografía está en manos de cualquiera y a partir de las cámaras digitales y de que el mercado de arte la incorporó, la fotografía se convirtió en algo que usan muchos artistas plásticos, pero una de las cosas intrínsecas de las fotografías es su ligazón con la realidad. Para eso se inventó. Podés hacer lo que quieras, pero no siempre es fotografía”, sentencia.



Por estos días, este hombre de 64 años, de tono amable, sale a fotografiar las calles de Buenos Aires, con una Canon G9, cámara chica y liviana, que pesa alrededor de 350 gramos, y que carga a toda hora, sin esfuerzo, para él un alegato irrefutable a favor de la tecnología. Es la tercera vez en su carrera de más de 40 años que intenta retratar la ciudad en la que nació y donde vive. Las primeras dos fracasó, pero ahora espera que ésta sea la vencida. Es el presente y su futuro inmediato, por eso no sorprende que una foto de esa serie sea la que ilustre la tapa del catálogo de su primera muestra retrospectiva Zimmermann 360° en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, donde ahora camina y se mezcla con el público que observa sus fotos sin reconocerlo. 


En la pared más próxima a la entrada y la salida están sus fotos más recientes, su último intento por fotografiar Buenos Aires. Dosis ínfimas de luz se cuelan entre los personajes de las fotos hasta ser una parte sustancial de las imágenes que construye. “Lo que aparece son los rayos de sol que permiten los edificios de la ciudad. Es una Buenos Aires un poco angustiante y muy cercana”, dice Zimmermann mientras camina hacia el extremo de la sala. No está seguro de que este intento sea muy distinto a los anteriores, aunque se vislumbra en sus gestos cierta suficiencia, propia de quien da en el clavo. Más certezas, que no disimula, tiene sobre sus fracasos anteriores. El problema es que este hombre es demasiado porteño, demasiado próximo al objeto que pretende retratar. “Me parece que cuando uno tiene demasiado cerca el tema es muy difícil. Aunque parezca que es contraproducente, a veces es mejor tener la distancia de no ser de un lugar y tener una mirada virgen”, explica. Sus fotos de París de los 80 son la prueba fehaciente de su teoría. Entre fines de los 60 y principios de los 70 intentó retratar su ciudad por primera vez. En los primeros 80, volvió a probar, pero el marco era distinto. Esa serie se llama Buenos Aires en dictadura . Algunas de esas imágenes están en la pequeña sala documental de la muestra. En ellas, el sol siempre está detrás del fotógrafo, para iluminar la escena. Capturó esas imágenes sin mirar por el visor. “Era difícil retratar en aquella época sin dar un montón de explicaciones. Una vez terminé preso dos días. Estaba haciendo estas fotos y enfrente vivía Videla”, recuerda. En esa sala hay también fotos de un trozo de historia argentina, que coincide con la juventud de Zimmermann, y que juntas anticipan una secuencia a la que le falta el capítulo más sangriento: se ven la asunción de Cámpora, las Madres de Plaza de Mayo, sobrevivientes de Malvinas. Esta pequeña sala enseña también la conversión de un buen fotógrafo en Marcos Zimmermann, que durante la dictadura vivía y estudiaba en Italia, donde realizó su primer ensayo fotográfico. “Hacía fotos brutales, sueltas y ahí entendí lo que era contar con fotos una historia, lo que era expresarse”, dice mientras señala algunas de las fotos que formaron parte de su primera exposición, en Roma. Ahí se le ocurrió hacer un libro sobre la Patagonia y a su regreso, realizó su primer acercamiento al interior de la Argentina. “Me fue atrapando y llevando a otros lugares. Hasta ese momento era más como Cartier-Bresson. Iba por la calle con mi leika , captando gente y situaciones, sin mucha conciencia”, dice.


Pero, metódico, para hacer su libro Patagonia , del que se exponen 17 imágenes, realizó pruebas que luego descartaría. “Tiene 10 años de fotos antes de tirar todo y empezar de nuevo. Convencí a un amigo para que me ayudara y en sociedad hicimos el libro. Las fotos son muy centrales y les agregué textos de varios científicos, porque fui descubriendo lo que tenía la Patagonia. Me ayudó a bajar los mitos que uno cree sobre el país”, recuerda ahora, de vuelta en el otro extremo de la sala. Estas fotos son el principio de su intento por retratar el país y su libro más famoso, por eso una foto de un árbol o del viento (o del tiempo, dirá el autor) que lo empuja en Santa Cruz es la contratapa del catálogo. En el momento de su publicación (1990) no existían libros de paisajes en blanco y negro ni de turismo. “Tuvo mucha repercusión. Río de la Plata, menos; y El Norte es mi hijo pobrecito. Con el primero gané la plata que me permitió hacer el siguiente, con el que salí empatado.Y con El Norte salí perdiendo”.



Cuando Zimmermann repasa su trabajo sobre el país, no puede evitar hacer antropología. “La Patagonia ocupa un espacio geográfico general de la Argentina y además es la tierra más arcaica; el Río de la Plata es un segundo espacio más central: la entrada de la Conquista con toda la locura del imaginario europeo en América. El Norte completa la geografía y muestra un tercer tiempo histórico: la mezcla de sangre”, precisa. Ese libro incluye algunos paisajes pero en la mayoría de sus páginas y en las fotos que se exhiben en Cronopios aparecen retratos de los miembros de las comunidades que habitan el Norte. Cada personaje y cada foto tiene una historia y Zimmermann la recuerda. Como ahora, cuando señala el retrato de Ismael Reinero Palomo, un arriero de Punta del Agua, en el oeste formoseño, y explica que el hombre lleva el sombrero recogido y ropa ancha para no pincharse en el monte cuando busca ganado a caballo o en bicicleta. “De alguna manera está registrado en la foto y empieza a tener una dimensión a través de ella. Toda foto tiene contenido y una dimensión plástica. ¿Si soy consciente de eso? No, pero sí tengo un itinerario previo muy estudiado”, dice.
En el lado opuesto –y después de pasar por las panorámicas del Uruguay– están parte de su Desnudos sudamericanos . Y mientras recuerda la tarea de su asistente –“una mina linda, pulposa y batalladora”– para convencer a un gaucho recio de que se dejara retratar sin ropa, explica qué tienen en común esos personajes –tan naturales que enseñan su identidad en la mirada y no en el vestuario ausente– con sus trabajos anteriores en los que sólo hay paisajes despojados. “Los vincula el intento por encontrar instantes que nos identifiquen. En las primeras páginas nada más ven los pitos, en la 15 ven las miradas y en la 25 empiezan a ver los fondos, que siempre son distintos”, relata. Como reza el catálogo, Zimmermann no busca registrar un instante para hacerlo eterno, sino fotografiar lo eterno y convertirlo en un instante. El movimiento ausente de las fotos está escondido en su potencia contenida. Todas las imágenes están en blanco y negro. “Es mi sustancia, así aprendí a revelar. Lo interesante del blanco y negro es que le quitás una dimensión a la realidad y te quedás con una cosa más sustanciosa”. Todo el color de esta muestra se halla en la sala experimental, donde confirma con sus excepciones –un delirio onírico y erótico de la conquista, un herbario, el Parakultural, fotos de la adolescencia intervenidas– su propia regla.
A la salida, una vitrina expone 3 de sus 4 novelas inéditas. Un amigo que las leyó le recomienda que no las publique para preservar “el pequeño nombre” que tiene como fotógrafo. Pero las imágenes a veces no le alcanzan y él prefiere no traicionarse: “Elegí hacer fotografía muy ligada a la realidad. Defiendo esa teoría, aunque ahora estoy escribiendo mucho. Hay una parte de la Argentina que quiero contar y a veces la fotografía te limita”.

FICHA
 
Marcos Zimmermann 360°

Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junin 930.
Fecha: hasta el 30 de marzo.
Horario: martes a viernes de 13 a 20. Sábados, domingos y feriados, de 11 a 20.
               Lunes cerrado.
Entrada: gratis.



Autorretrato en tercera persona



Por Marcos Zimmermann

 

A la salida de Cronopios, alguien que se indentificó como presidenta del “Sindicato de Curadores de Artes Plásticas y Afines de la Argentina” me entregó una hoja que lleva por título “Verdadero curriculum vitae de Marcos Zimmermann”. En el membrete aparece una foto de una almeja fuera de foco con el epígrafe “La inmortalidad del bivalvo, copia -1 de -1, impresa en cuero de burro virgen muerto en luna llena, 23 x 30 mts”. Abajo hay un sello con dos pinceles cruzados sobre una cámara fotográfica con la frase: ¡Bluf o muerte!”. El CV dice así: Marcos Zimmermann –o sea yo– aprendió sus primeras letras en una escuela de esta ciudad, pero una epidemia de poliomielitis truncó su primer año de estudios, dejando un bache en su educación jamás subsanado hasta el presente. Luego de una educación secundaria de la cual no se conserva registro alguno, ingresó en la carrera de Ingeniería donde, en los primeros cuatro exámenes, obtuvo como calificaciones 3, 2, 1 y 0, respectivamente. Esto lo convirtió inmediatamente en fotógrafo, profesión con la que se refugió en Europa. Allí, una mañana de suerte, el legendario Robert Delpire lo invitó a participar en una muestra ideada por su secretaria para rellenar el verano, que incluía copias descartadas por Henri Cartier-Bresson, Josef Koudelka y otros grandes fotógrafos. Esto le abrió la puerta para realizar otra exposición en un desconocido espacio barrial romano. Sin embargo, gracias a su relación ocasional, Zimmermann logró que el Comune di Roma empapelara la ciudad con unos afiches que llamaron enseguida la atención ya que “Marcos”, estaba impreso con K (Markós Zimmermann), lo cual sonó a los oídos italianos como el nombre de un extraño fotógrafo griego-alemán. Merced a la fantasía mediterránea, se corrió de inmediato la voz de que estaba exponiendo en Roma un misterioso fotógrafo que había nacido en la miseria más profunda del Peloponeso y había hecho su carrera gracias a sospechosas amistades con encumbrados fotógrafos de Baviera que veraneaban en el Egeo. Estos comentarios lo transformaron, en pocos días, en el asistente de August Sander durante su viaje a Creta, en el amante oculto de Karl Blossfeldt en Mikonos, en el tercer integrante de la perversa relación que mantenían Bernd y Hilla Becher en Lesbos, y hasta en un hijo no deseado que Aristóteles Onassis y María Callas habían parido en una lejana estancia patagónica de la Argentina. Amplificados por la negativa absoluta del repentinamente famoso Markós Zimmermann de hablar de su pasado, estas habladurías lo impusieron rápidamente en la escena fotográfica romana. Con este éxito en su haber y antes de que el velo se descorriera, Markós Zimmermann escapó a Buenos Aires donde realizó “Patagonia”, libro que se convirtió en un éxito debido a la falta absoluta de volúmenes locales sobre el tema. Desde entonces produjo otros doce libros que tuvieron, uno tras otro, un éxito progresivamente menor. Acorralado, en el nuevo milenio comenzó a vender fotografías de autor que deslumbraron a coleccionistas argentinos y extranjeros, a quienes él mismo se ocupó de emborrachar previamente. Pero su raid fraudulento no termina aquí. La corroboración de los verdaderos mecanismos que conducen el éxito en las artes plásticas lo animó a incursionar en otra disciplina: la literatura. Escribió cuatro novelas y un libro de cuentos sobre fotógrafos, manuscritos que uno de sus mejores amigos, luego de leerlos, le aconsejó no publicar jamás para no arruinar el pequeño nombre que había conseguido tan azarosamente como fotógrafo. Así ha ido creciendo el nombre de Marcos Zimmermann hasta convertirse en una referencia ineludible para toda la fotografía argentina.


Una carta express al artista



Por Sara Facio

 

¿Por qué disimular? Sólo queremos hacer fotografías. Somos fotógrafos.
En eso nos parecemos. ¿Verdad, Marcos? Cada vez que hablamos de lo nuestro, aparece el amor a las fotos.
Sobre todo tomarlas. Más tarde, hacerlas, meter más manos en los reveladores, maravillarnos  ante la aparición de la imagen. Todo eso que ya no existe, que es recuerdo y  que nos llenó horas y horas de alegría y placer. Pero quedó la fotografía. Tomarla y contemplarla. Hacerla por gusto, por fijar un instante que nos atrajo. No para que nos elija un curador o a un coleccionista. No para que nos hagan un reportaje  o publicar “el libro”. Simplemente, para tomar ese instante que nos sedujo, que nos hizo clic  en el corazón. Luego, mirar. Mirar fotos. En exposiciones, en libros, aun en revistas o diarios aunque estén mal impresas o mal contadas por nuestros enemigos eternos, los diseñadores  o editores. ¡Y cómo nos divertimos comentando las pavadas que quieren poner de moda los mercaderes del templo! ¡El numerar las fotos! Para valorizarlas, dicen.Cuando el valor mayor de la fotografía es que de un buen negativo pueden hacerse millones de originales. ¿Cuál es la gracia de tener una copia de sólo cinco originales? ¡Qué razonamiento tan retorcido!
Pensar que la idea de Niépce fue la reproducción, de inmediato traicionada por Daguerre al crear el “daguerrotipo”, es decir, la copia única. Otra sanata: buscar vintages. Como si las primeras copias fueran mejores que las que hicimos más tarde, cuando aprendimos a imprimir, o cuando un gran profesional le sacó las mejores tonalidades al negativo. Jamás olvidaré el asombro de Cartier-Bresson cuando vio una foto suya en una ampliación perfecta. “¿Yo tomé esa maravilla? Jamás vi una copia semejante” ¡Fue en 1995, delante de una foto que había tomado en 1952! Y la que más nos divierte: el querer esconder “lo fotográfico” para que “ la obra” parezca arte moderno. No saben o se olvidaron que Alfred Stieglitz, antes de ser el fotógrafo que fue, hacía pictoralismo para aparentar ser un artista. ¡Qué modernos somos ahora! Recordemos a Boltanski –a quien no le bastaba ser un enorme artista y se llamaba “fotógrafo”–, cuando declaró: “ la fotografía es reportaje, todo lo demás es pintura”. Sí, Marcos, nos reímos de tanta ignorancia, pero también nos duele que se trate de engañar a tantos aprendices de fotógrafos honestos; a tanta gente a quien le gusta la fotografía, ese idioma paralelo de la humanidad.

Fuente: Revista Ñ Clarín

PICASSO EN EL MARAIS

El hôtel particulier que alberga en París la obra del genial malagueño reabrirá en junio tras cinco años de reformas.
La flauta de Pan (1923)  Foto: Gentileza Museo Picasso
La flauta de Pan (1923). Foto: Gentileza Museo Picasso

Por Nathalie Kantt / La Nación

Los obreros sueltan las herramientas. El arquitecto encargado de la renovación del Hotel Salé, casa del Museo Picasso desde 1985, se dirige al grupo que visita el establecimiento en obra y dice: "Tenemos diez minutos de silencio". En un espacio amplio y luminoso, invadido por andamios, aprovecha para contar algunas de las grandes reformas que se hicieron en este hôtel particulier del siglo XVII, mezcla de clasicismo francés y estilo barroco de la época. Las paredes están vacías.Las obras de Picasso serán instaladas en mayo, pero el edificio es una obra de arte en sí mismo. Cerrado en 2009, el museo que alberga la colección más importante del artista a nivel mundial reabrirá al público en junio.
Quien haya visitado París en estos cinco años posiblemente recuerde la desilusión al llegar hasta las enormes puertas del museo, en una de las callecitas del Marais, y tener que contentarse con una vista externa del establecimiento. "Necesitábamos renovar el edificio para cumplir con las normas actuales de seguridad, de incendio y de climatización, y también queríamos actualizar el proyecto museográfico", explica la presidenta del museo, Anne Baldassari.
Tiraron abajo paredes, abrieron puertas, cambiaron vidrios, sumaron cuatro lámparas colgantes de Diego Giacometti a las cuatro existentes, mudaron las oficinas al exterior del edificio y las obras a un depósito fuera de París, y nivelaron las salas. El resultado es una superficie de exposición de 3800 m2 (antes era de 1600 m2), 13 salas adicionales (37 en total), un último piso más íntimo -antes cerrado al público- en el que se exhibirá parte de la colección privada del artista español (compuesta de una centena de obras de artistas como Courbet, Cézanne, Vuillard, Degas, Miró y Dalí, entre otros), un nuevo atelier destinado a la educación artística de los más chicos y un auditorio que antes no existía. El presupuesto total fue de 44 millones de euros. "Después de 30 años, otra reforma era necesaria", estima el arquitecto especializado en los monumentos históricos franceses Stéphane Thouin, encargado de supervisar la obra.
La renovación no escapó a las críticas, sobre todo porque los trabajos se prolongaron más tiempo del previsto. Mientras el museo estuvo cerrado, parte de las 5000 obras donadas al Estado francés por los herederos del artista en los años 70 (4000 obras gráficas, 300 pinturas y 300 esculturas, 46 pinturas de la colección privada de Picasso y 200.000 piezas de archivo, entre otras) fueron prestadas para 20 exposiciones itinerantes en trece países. Con los 31 millones de euros recaudados se adquirió un nuevo hôtel particulier, para relocalizar a medio centenar de empleados y ampliar los trabajos inicialmente limitados presupuestariamente en una Francia en crisis.
"El público va a descubrir las obras de otra manera. La idea es salir del découpage artificial y entrar en su dinámica interna. Habrá salas temáticas ("Retratos viriles", "Picasso y la música", "Picasso y el cine", "Picasso y la escultura") y grandes pasajes cronológicos con los períodos rosa, azul, verde y polícromo", detalla Baldassari, quien confiesa que desde hace años planean una muestra en la Argentina y en Chile, aunque hasta ahora no han conseguido el apoyo necesario.
Serán expuestas 350 obras que irán rotando cada tres meses. Está prevista la realización de muestras temporarias, en las que la obra de Picasso dialogará con la de otros artistas. Tiene fecha Miquel Barceló: enero de 2015.

Fuente: lanacion.com

HOMENAJE A LOS MECENAS

 Foto: LA NACION


Horacio Agulla se define como "fotógrafo amateur". Aunque ya tiene una carrera extensa en el medio, es un comunicador profesional. Comenzó con un proyecto de retratos, que es lo que más le gusta hacer, y se dio cuenta de que había algo más. Eso que unía a los retratados era una capacidad para salir de una vida cómoda y brindar algo a la sociedad.
Así nació Mecenas, la exposición que se exhibe en el Centro Cultural Recoleta. Son 26 fotos que retratan a gente que posibilita cosas. Desde Alejandro Cordero, que patrocinó becas a músicos del Teatro Colón, hasta Margarita Barrientos, que da de comer a los chicos en Los Piletones.
Son los "transformadores", como les dice Agulla, los que generan un cambio en la sociedad a partir de un pequeño gesto; no es necesario ser rico o tener mucho. "Todos tenemos un mecenas dentro -se explaya Agulla-. Éste es el mensaje."
Cada foto tiene su historia y su anécdota. Entre los retratados están quienes con sus acciones cambiaron el rumbo de su campo de acción, como Ronald Shakespear y Jacobo Fiterman, y aquellos que desarrollan una labor social, como Patricio Grehan, de la ONG Las Tunas, o los doctores Adrián y Mariela Gadano, de la Fundación Icalma, que brindan atención médica voluntaria en lugares carenciados. El espectro es amplio e inclusivo más allá de nuestro país: también figura el líder cristiano Doug Coe, que propicia desde Estados Unidos el diálogo interreligioso para alcanzar la paz.
A Agulla -hijo de un periodista, hermano de un publicista y padre de dos rugbiers de trayectoria internacional- le gustaría que la exposición se amplíe y pueda itinerar por el país para mostrar, como un mensaje inspirador, los mecenas que hay en todos lados.
 
Ficha.
Mecenas, fotografías de Horacio Agulla, en el Centro Cultural Recoleta
(Junín 1930), hasta el 27 de marzo..

Fuente: adn Cultura La Nación

POR FALTA DE FONDOS,
LA UNESCO QUIERE CEDERLE VILLA OCAMPO AL GOBIERNO

Patrimonio
 
Victoria Ocampo legó la casona al organismo para preservarla de los "vaivenes políticos"; controversia por el destino oficial de un lugar histórico.

La famosa casa fue el lugar de encuentro de grandes personalidades  Foto: Archivo
La famosa casa fue el lugar de encuentro de grandes personalidades. Foto: Archivo

Por María Pagano

La emblemática casona de la escritora e intelectual argentina Victoria Ocampo en Beccar, San Isidro, propiedad de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco) desde hace más de 40 años, sufriría un cambio impensado para su dueña original. Por decisión del organismo internacional, el uso de Villa Ocampo pasaría a manos de la secretaría de Cultura para la creación del Centro Internacional sobre Políticas de Diversidad Cultural, Desarrollo y Creatividad.
Aunque la firma del acuerdo entre ambas partes está pendiente, la cesión consta en un documento oficial de la Unesco con fecha del pasado 7 de marzo. En dicho documento se expresa la "necesidad de utilizar la Villa Ocampo de forma más estratégica y con una mejor relación costo/eficacia".
En tanto, distintas personalidades vinculadas con la historia y la conservación de Villa Ocampo, como Ivonne Bordelois, Sonia Berjman, Rosa Zemborain y Fabio Grementieri, entre otros, manifestaron una "gran preocupación" por el futuro de la casa y el destino de su patrimonio. Expresaron que la responsabilidad sobre la casa "es tarea de la Unesco" y que "no puede ser delegada a un tercero, y mucho menos al Estado, ya que así lo pidió explícitamente Victoria Ocampo".
En 1973, seis años antes de su muerte, Victoria Ocampo había donado la propiedad al organismo con sede central en París para "realizar los objetivos de la Unesco" y "servir a la promoción, el estudio y la experimentación de actividades vinculadas a la cultura", con el propósito de protegerla, según lo expresó la intelectual argentina, "del contragolpe de los vaivenes políticos".
Según consta en el documento oficial de la Unesco, el recinto de Villa Ocampo, propiedad del organismo internacional desde 1979, será concedida en comodato al gobierno argentino. Si bien el organismo internacional conservará la propiedad de la Villa, le otorgará al Estado la casona y el predio en "préstamo de uso" para la creación de un "centro de categoría 2" bajo los auspicios de la Unesco. No se especifica un plazo y se estipula que la cesión es gratuita, aunque los costos de mantenimiento quedarían a cargo del Gobierno.
Entre los objetivos de dicho centro se enumeran la "promoción del diálogo sobre la diversidad, el desarrollo y la creatividad", y la promoción de "actividades destinadas a impulsar las economías culturales y creativas". De acuerdo con el mismo documento de la Unesco, el Gobierno se compromete a "velar porque el centro se ajuste al uso de la Villa deseado por la señora Ocampo y reflejado en su donación".
Para Fabio Grementieri, especialista en patrimonio y director del Programa de Preservación en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), la decisión de la Unesco "desnaturaliza y no respeta el legado de Victoria Ocampo". A su vez, agregó que, "por la redacción del convenio, es incierto quién y cómo se hará cargo de la conservación del patrimonio inmueble, paisajístico, inmaterial y arquitectónico de la casa. La Unesco está en una política de reducción de gastos y Villa Ocampo aparece como una de las variables de ajuste", expresó Grementieri.
Hasta la fecha, el mantenimiento de Villa Ocampo fue afrontado con fondos de la Unesco, contribuciones particulares, aportes de empresas privadas y entidades públicas, como la Municipalidad de San Isidro. Lo que Grementieri, junto con otras personalidades de la cultura, propone es que las dificultades financieras podrían ser subsanadas con aportes privados y públicos, sin alterar "la independencia política e intelectual" y el "éxito" de la actual gestión.
El factor económico dentro de la Unesco a nivel global fue determinante para desprenderse de la administración de Villa Ocampo. Según fuentes consultadas por la nacion, desde hace tres años Estados Unidos dejó de pagar su cuota parte en la Unesco, que ascendía a unos 70 millones de dólares anuales. Sumado, esto provocó un déficit presupuestario total, por el trienio, de 270 millones. En esas condiciones el presupuesto bianual de la organización se redujo de 653 a 507 millones de dólares. Según comentaron en la Unesco, la situación financiera es tan grave que, por primera vez, esta organización de preservación del patrimonio mundial está pensando en lanzar un plan de despidos.
En estas condiciones la Unesco no puede mantener Villa Ocampo, que, con salarios incluidos, significa un gasto de unos 500.000 dólares anuales. El argumento, además, es que el edificio tampoco desarrolla actividades fundamentales como para justificar esos costos. Por esa razón, la organización buscó la forma de obtener la colaboración del Ministerio de Cultura. "No hubo presiones ni solicitud del gobierno argentino", aclararon.
En 2003 se emprendió la restauración de Villa Ocampo, que incluyó la recuperación del inmueble, del mobiliario, del jardín y de la biblioteca, y fue financiada por la Unesco y el Gobierno. A lo largo del siglo XX, la casa fue lugar de encuentro de intelectuales y artistas de todo el mundo, como Jorge Luis Borges, Rabindranath Tagore, André Malraux, Waldo Frank, Gabriela Mistral, Igor Stravinsky, Graham Greene, Le Corbusier y Albert Camus.

Fuente: lanacion.com

LLEGA LA EXPOSICIÓN DE BEUYS, ACTIVISTA DEL ARTE
Y LA VANGUARDIA

Exhiben 100 piezas del performer alemán, uno de los creadores fundamentales del siglo XX.

En acción. Una obra de Beuys. Su arte apuntaba a la filosofía





Por Ana María Battistozzi

Tres artistas son fundamentales a la hora de considerar las posibilidades del arte actual, dijo Sir Norman Rosenthal a punto de concluir el siglo XX y señaló a Duchamp, Andy Warhol y Joseph Beuys. La opinión de este historiador, que en los años 70 dirigió el Institute of Contemporary Art de Londres, importa por el profundo conocimiento que tenía del rol que le cupo a cada uno en transformar la idea de arte que se tuvo hasta los años 60. Pero tanto más por la estrecha relación que mantuvo con Beuys (1921-1986), el protagonista de la muestra que abre mañana en la Fundación Proa.
¿Cómo explicar su arte al público argentino? Parafraseando el interrogante que acompañó una de sus famosas performances de 1965 (¿Como explicar una pintura a una liebre muerta?) habrá que admitir una primera dificultad. El arte de Beuys, como la performance de la liebre muerta, es en cierto modo un susurro que adquiere sentido en una particular escena que apunta a promover una reflexión filosófica. Se diría que los objetos que articulan sus exhibiciones son apenas el eco, residuos de sus provocadoras acciones destinadas a problematizar cuestiones del arte y de la vida.
Hijo de la posguerra y parte activa del espíritu que modeló el 68 a escala mundial, Beuys estaba convencido de que cualquiera puede ser un artista y que la sociedad en sí misma era la gran obra de arte por hacer. Así fue que tomó forma su particular concepto de escultura, que llamó “escultura social”.
La materia con que se empeñó en trabajar este artista fue la conciencia de los hombres. Y el eje de su acción estuvo dirigido a transformar estructuras mentales. Frente a la naturaleza, como en relación con la ciencia o la participación política. Los medios que utilizó fueron diversos: fue maestro y por momentos un chamán al rescate del ritual convencido que la racionalidad limitó a los hombres.
“Enseñar es mi gran obra” le confesó al crítico de Artforum Willoughby Sharp en 1969 y a esa actividad dedicó la mayor parte de sus energías apelando a la antroposofía, a la poesía romántica alemana, a la filosofía de las religiones y a la filosofía de la ciencia.
El dibujo en este sentido fue un instrumento clave y una parte fundamental de su producción. Artista que se autodefinía como “un conformador sensitivo que perseguía la sustancia de las cosas”, en esa dirección hay que rastrear el significado de los objetos que produjo: como parte de un sistema de relaciones destinadas a mostrar analogías entre arte, ciencia y sociedad.
Un acontecimiento de su vida resulta fundamental para explicar el tipo de materialidad que asume esa parte su obra: el accidente que tuvo durante la Segunda Guerra y es parte de su leyenda como artista. Aunque se sospeche que es parte de una ficción que él mismo construyó. Según ese relato, el avión en el que viajaba fue derribado por las posiciones rusas y él fue rescatado y cuidado por una tribu de tártaros que lo envolvió en fieltro y le curó las quemaduras con grasa.
Todos los materiales que formaron parte de aquella circunstancia –el fieltro, la grasa, la miel, y las conexiones de energía– adquieren en su obra una rotunda significación.

Fuente: clarin.com

LA MIRADA QUE DESNUDA AL PODER


Hermenegildo Sábat , "Menchi" para sus amigos y cientos de miles de lectores que lo siguen desde hace años, es un artista tan cuidadoso con el uso de las palabras, la precisión con la que las elige, que por momentos uno sospecha que tiene miedo de gastarlas. Pero no es ésa la razón por la que sus caricaturas son mudas. La pregunta -¿por qué dibujos sin texto?- lo ha seguido durante años como un mantra, desde que Jacobo Timerman lanzó el diario La Opinión, en 1971, y lo contrató como ilustrador.
Sábat lo recuerda así. "La condición para trabajar en el nuevo diario fue que mis dibujos carecieran por completo de palabras. Comprendí que la Argentina es un país extraño, en el que la gente está más predispuesta a pelear por las palabras que por las ideas. Lo peor es que no ha cambiado, es algo que se puede comprobar todos los días. Entonces, me pareció que agregar textos a una caricatura no sumaría nada. En un dibujo el observador ve lo que quiere ver y punto. Ese es el trato. Picasso preguntó más de una vez: "¿Quiere que le explique este cuadro?" Su advertencia era: "Entenderá la explicación, pero no el cuadro".
Cuando La Opinión, inspirada vagamente en el diario Le Monde, decidió que no publicaría fotos como parte de los contenidos, los dibujos de Sábat lograron un impacto inmediato en los lectores, la clase política, los medios y el mundo de los negocios. Una escena congela ese instante. Es Timerman recorriendo la redacción y agitando un ejemplar del Buenos Aires Herald en el que Robert Cox, su director, ha escrito: "¿Teniendo a Sábat, quién necesita las fotos?"
El eterno malentendido acerca de la función que cumple la caricatura cuando se ocupa del poder alentó a más de un funcionario de la Casa Rosada, incluidos ministros y presidentes de facto, a considerar a Sábat como un dibujante maldito. El artista talentoso, pero de mal genio y peores intenciones que busca su lugar en el mundo ridiculizando a quienes conducen los destinos del país. Ocurrió en los temibles años de la dictadura y continuó, con algunas excepciones, en la democracia recuperada.
La presidenta Cristina Kirchner fue la última en dedicarle un párrafo de furia. Lo hizo en la guerra del campo, en el marco imponente de una Plaza de Mayo colmada de gente cercana al Gobierno. Fue la respuesta por haberla dibujado con la boca sellada, que ella interpretó como "un mensaje cuasi mafioso". Meses más tarde, un viernes, el 7D, volvió a ocuparse de él por dibujarla con un golpe en el rostro , en referencia al fallo judicial adverso al Gobierno. Hubo reacciones a favor y en contra que se prolongaron varios días y la Legislatura porteña reunió votos suficientes para acusarlo de cometer un "acto de violencia de género". El filósofo José Pablo Feinmann tiró por la borda toda pretensión dialéctica y le aconsejó al autor de la caricatura "que no dibuje lo que piensa".
Cuando Sábat ingresó a Clarín, en 1973, le ofrecieron un despacho, pero él pidió una ventana. "Todavía la tengo", dice. Sus nuevos compañeros empezaron a tratarlo con esa suerte de afecto y respeto que inspiran aquellos que compartiendo una misma profesión logran algo diferente.
Sabía que cuando se trabaja en un diario no hay peor enemigo que la repetición, a la que hay que combatir todo el tiempo. Entendió que sus dibujos debían de algún modo trascender lo evidente, la noticia que conmueve, que paraliza un país. Con su técnica de pintor y dibujante, sumada a su exquisita sensibilidad, se propuso dar testimonio en las páginas del diario de las corrientes más profundas que movilizan, detienen o confunden a una sociedad. Pero con el convencimiento de que "ninguna caricatura puede derribar un gobierno".
Continuador de una rica tradición que se remonta a Honoré Daumier, Francisco de Goya y, en una geografía más cercana, a Juan Carlos Colombres, Oski y Divito, entre otros, Sábat insiste en que "la caricatura sólo se puede entender como una manifestación de humor político". Cuando dibuja, lo hace siempre a partir de una foto y, en el momento de la verdad, que es al tomar el lápiz, se aferra a una disciplina que a su edad ya no debería tener secretos. La describe en ocho palabras: "Mantengo el corazón caliente y la mano helada". Al pasar, como quien hace un guiño, comenta: "No es lo mismo dibujar a la Madre Teresa que a Luis D'Elía".
La tarde del reto presidencial Sábat estaba en la redacción, viendo y escuchando por cadena cómo su nombre era asociado a la palabra "cuasimafioso". Se sintió triste, desorientado, confundido en el tiempo. "Recordé cosas que había publicado en el gobierno de Isabel Perón y me di cuenta de que comparadas con éstas eran violentísimas. La única vez que me llamaron de la Casa Rosada en esa época fue porque los intrigaba una caricatura que había hecho del secretario general de la Presidencia, el coronel Vicente Damasco. Yo le había agregado al dibujo un sellito con forma de ardilla y eso disparó alguna alarma, pensaron en un mensaje oculto, algo críptico. Pero se aclaró enseguida. Dibujé a María Julia Alsogaray varias veces y nadie abrió la boca. Cuando el gobierno de Menem estableció las relaciones carnales con Estados Unidos y Gran Bretaña, lo hice al canciller Di Tella con los lienzos bajos."
Sábat no duda de que los gobiernos de Alfonsín y de Menem fueron los más tolerantes con el periodismo político. Del golpe militar de 1976, en cambio, recuerda que una de las primeras órdenes que llegaron a las redacciones fue la prohibición de dibujar o hacer caricaturas de los miembros de la Junta Militar. La veda se cumplió a rajatabla por dos años y terminó, de manera poco ortodoxa, en medio del bullicio y la agitación del Mundial 78.
Sin tener ninguna certeza sobre el destino final del trabajo, Sábat dibujó por su cuenta una caricatura de Videla, Massera y Agosti y lo sumó a João Havelange, el presidente de la FIFA. "El domingo previo a la final acordamos que lo publicaríamos en la página 3 del diario LA NACION no se quedó atrás y el martes siguiente también publicó un dibujo de Videla." Era una fisura que se abría en la compuerta de la veda.
Sin embargo, nada era blanco o negro en la relación de la Casa Rosada con los medios. Una noche, en la hora del cierre del diario, alguien, a quien Sábat prefiere llamar Miguel Strogoff, le advirtió que el general Guillermo Suárez Mason estaba en llamas. La cinta con la amenaza decía: "Si ese boludo insiste con los dibujitos lo vamos a tirar al río".
Sábat lo tomó como algo que no aportaba nada, una anécdota que no iba a fortalecer ni a cambiar su actitud. "¿Qué iba a hacer? ¿Iba a ir a casa a asustarla a Blanca, mi mujer? Si a todo el mundo lo amenazaron."
Hacer humor en esos años le permitió a Sábat ser testigo de situaciones que habrían desconcertado al propio Freud. Gobernantes poseídos de una vanidad tan inflamada que terminaban confundidos en el propio laberinto que habían creado desde el poder. ¿Cómo explicar el pedido del almirante Emilio Eduardo Massera a los editores del diario para que le hicieran llegar el original de una caricatura en la que se lo ve sonriendo, orgulloso, mientras se observa en el espejo?
¿Qué fue lo que llevó al ministro del Interior, Albano Harguindeguy, a pedir una caricatura que lo muestra sentado en su despacho con el rostro y el uniforme salpicado con sangre? ¿Por qué la enmarcó, como algo que se atesora, y la llevó a su domicilio?
Sábat no tiene respuestas para estos comportamientos, pero advierte que nunca hay que menospreciar la adicción a la vanidad, en política o en cualquier ámbito sin límites precisos para el ejercicio del poder. Reconoce, sin embargo, que a los 80 años tiene más motivos para preocuparse por el presente que de lo que pasó. "Soy un tipo grande, no tengo mucho tiempo más, no compito con nadie. Lo digo en estos días en que se ha hecho un homenaje memorable a Juan Carlos Colombres. Su revista, Tía Vicenta, fue extraordinaria, sin querer con esto subestimar a Humor.
Lo alarma que la falta de respeto sea hoy una constante de la sociedad argentina. Cuando no hay respeto por el otro, dice, es porque primero se ha perdido el respeto por uno mismo. Es un país que cada tanto, como si fuese una moda, decide cambiar su historia y recrear el pasado.
"Me sorprende el alto grado de confusión que existe en este momento respecto de mi trabajo. Vuelvo sobre algunos dibujos que publiqué en la dictadura y me llama la atención no haber sido boleta. Vivimos en un país que va de frustración en frustración, con precariedad institucional y una enorme involución, repudiable desde donde la mires. No me gusta ocuparme de mí, nunca lo hago. Pero ocurre que gente indudablemente culta, porque lo es, tras escuchar a la Presidenta se ha referido de manera muy despectiva a mi trabajo. Yo me pregunto a cambio de qué. Lo habrán hecho por un viaje a París, o por dos sueldos, eso no lo sé."
El Sábat caricaturista, con su éxito masivo, ha hecho menos perceptibles a los otros Sábat. El pintor, el poeta, el fotógrafo, el ensayista, el presidente de la Academia Nacional de Periodismo, el músico y el autor de más de quince libros sobre los temas más diversos, como Scat, Al Troesma con cariño, Georgie Dear, Seré breve, Monsieur Lautrec, Tango mío, Haberlo sabido antes y Siempre dije que ese tipo no me gusta, entre otros. Si los lectores que lo siguen a diario pudieran asomarse a este otro universo creativo comprenderían que, después de todo, sólo han visto la mitad del mazo.


Fuente: lanacion.com

LOS ITALIANOS,
EN CONTRA DE QUE LLEVEN A COLÓN A PARQUE LEZAMA

La colectividad afirma que toda esa zona del sur hoy sólo es sinónimo de inseguridad.







Desarmado. El Monumento a Colón, desde la Rosada, con las piezas en la plaza / GUSTAVO ORTIZ
Por Silvia Gómez

Con el Monumento a Colón de-sarmado y la decisión de mudarlo ya tomada, comenzó un nuevo capítulo de esta historia que tiene como protagonistas a los gobiernos de Nación y Ciudad y a la comunidad italiana que, desgastada por la situación, se encuentra dividida entre aquellos que no aceptan la mudanza y quienes sí, por miedo a no verlo en pie nunca más.
Descartada la posibilidad de mudar el grupo escultórico a la plaza Rubén Darío (en Recoleta, donde lo quería una parte de la colectividad), la Ciudad lanzó una propuesta para reubicarlo en el cruce de las avenidas Paseo Colón, Martín García y Almirante Brown, justo en el límite de los barrios de La Boca y San Telmo, y a metros del histórico Parque Lezama.
“Es un barrio que tiene mucho que ver con la inmigración italiana. La idea es que el monumento se destaque como un punto de referencia. Estamos convencidos de que tiene una significación que no tendría en Recoleta”, opinó Claudio Avruj, subsecretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural porteño. El grupo escultórico –donado por la colectividad italiana e inaugurado en 1921– es el cuarto en altura de la Ciudad, después del Obelisco, la Torre Monumental (ex de los Ingleses) y el Monumento de los Españoles.
Esta semana, en una reunión de la que participaron diferentes ministerios porteños, evaluaron esta nueva propuesta y dieron por terminados los estudios de suelo realizados en la Rubén Darío: “Por debajo de esa plaza hay un caño maestro de agua potable y el peso del monumento podría provocar algún problema en el futuro”, dijeron desde el Gobierno. El conjunto escultórico, tallado en mármol de Carrara, pesa unas 623 toneladas. Y esa plaza es un espacio verde con sus propios usos: está el Museo de Bellas Artes, un sector de juegos, una estación saludable, el Paseo de las Esculturas (hoy con 45 obras de Carlos Regazzoni) y el estanque Urquiza, en funcionamiento.
Consultada por Clarín, la empresa de aguas AySA confirmó que existen caños maestros que cruzan esa zona de la Ciudad.
Pero la idea de mudarlo a La Boca-San Telmo, por fin puso de acuerdo a la comunidad italiana: unos y otros rechazan la propuesta. “Conocemos muy bien el sur de la Ciudad. Nuestros abuelos llegaron a La Boca y vivieron en los conventillos que hoy sólo transmiten inseguridad. El Parque Lezama está lleno de monumentos destruidos y el espacio público de San Telmo está descontrolado de vendedores ambulantes. Es una mala idea”, opinó Dario Signorini, de Fediba.
El cruce. Buscan emplazarlo en Paseo Colón y Martín García, límite con La Boca. / ANDRES D’ELIA

Desde el Círculo Italiano y otra decena de asociaciones (como Unione e Benevolenza y la Nazionale ), rechazan cualquier mudanza: “No vamos a ceder al traslado, porque no aceptamos violar la ley. Tampoco consentimos este pisoteo a la República –los gobiernos desoyen fallos de la Justicia– y la discriminación a la comunidad italiana”, dijo Alejandro Marocco, abogado de las asociaciones.
El Gobierno porteño también habría evaluado colocarla en la plazoleta donde se juntan las avenidas Libertador y Alcorta.
En relación a los barrios de San Telmo y La Boca, Avruj consideró que “es importante ver el panorama en el futuro, porque la Ciudad está promoviendo allí el Distrito de las Artes, a pocos minutos funciona el Centro Metropolitano de Diseño, están los museos Mamba y Macba, y la Usina del Arte. El monumento tendrá una ubicación de privilegio”.

Fuente: clarin.com