ADOQUINES, UNA HISTORIA QUE DURA

SECRETA BUENOS AIRES

Buenos Aires conserva empedradas 4.000 de sus 26.000 cuadras desde hace décadas.
Barracas. Empedrado intacto de granito negro y rojo. Las piezas son de 20 por 15 centímetros y predominan en el sur de la Ciudad./ FEDERICO LOPEZ CLARO
Barracas. Empedrado intacto de granito negro y rojo. Las piezas son de 20 por 15 centímetros y predominan en el sur de la Ciudad./ FEDERICO LÓPEZ CLARO
Por Eduardo Parise

Ya aguantaron los rigores climáticos de décadas. También el traqueteo de carros y tranvías. Y se cubrieron con la pátina oleosa del combustible de autos, camiones y cientos de colectivos. Además, a lo largo de los años, soportaron construcciones, modificaciones y hasta destrucciones varias. Sin embargo, los adoquines de Buenos Aires siguen ahí a tal punto que de las 26.000 cuadras que tiene la Ciudad, unas 4.000 todavía mantienen el viejo empedrado como una forma de ratificar que adoquín es sinónimo de algo duro de verdad.
Las primeras referencias recuerdan que cuando faltaban 30 años para el final del siglo XVIII, el Cabildo porteño dispuso que se trajeran piedras desde la isla Martín García para cubrir algunas calles. La elección tenía que ver con el origen del lugar: la isla es un conjunto rocoso del Macizo de Brasilia, cuya antigüedad se calcula en millones años. Con ellas se armaron los primeros empedrados. Pero a mediados del siglo XIX el origen de los adoquines cambió: llegaban desde Gran Bretaña (provenían de canteras de Irlanda y Gales) como lastre de los barcos que después llevaban granos a Europa.
Aquellas piezas eran de una piedra sólida y compacta que después se colocaba sobre un lecho de tierra y arena. Pero su alto costo hizo que se pensara en opciones más económicas. Entonces se volvió a recurrir a los de Martín García y empezó una explotación específica en Tandil. Este lugar iba a ser clave para el adoquinado de Buenos Aires. Así, a inicios del siglo XX desde allí llegaban miles de toneladas de adoquines para cubrir las muchas calles de tierra de la Ciudad.
La producción estaba a cargo de gente especializada (predominaban los inmigrantes italianos, aunque luego se sumaron muchos españoles y yugoslavos) que soportaban duras jornadas de trabajo. Cada hombre podía producir por día unos 250 adoquines de 20 por 15 cm. Esos eran los más grandes. También estaban los conocidos como granitullo (de 10 por 10 cm) y la producción diaria oscilaba entre las 900 y 1.000 piezas. Para los cordones se usaban piedras que medían entre 70 y 120 cm de largo, por 40 de alto y unos 17 o 18 cm de espesor.
Entre los obreros encargados de producirlos en las canteras de Tandil (la principal era la del cerro Leones, pero también estaban La Movediza, Vicuña, Aurora y Azucena) había unas 15 especialidades: entre los más conocidos estaban los picapedreros; los barrenistas; los marroneros (para partir las piedras usaban una maza de 10 kilos denominada “marrón”); los patarristas (eran los que agujereaban la piedra para colocar dinamita) y los zorreros, que manejaban las zorras que bajaban la piedra desde los cerros. El corte de los picapedreros era algo artesanal previo estudio de la veta y usaban una maza de 4 kilos, además de herramientas como cuñas y escarpelo. Tras el corte, llegaba el trabajo del refrendador que se encargaba de perfeccionarlo. Aquel era un oficio milenario y la explotación de esos obreros generó fuertes conflictos gremiales con huelgas por mejores condiciones de trabajo. La más extensa ocurrió en 1908 y cuentan que hasta casi dejó sin stock de adoquines a la Ciudad.
Como se ve, el empedrado porteño no es sólo piedra; también carga mucha vida y pasado. Y dentro de ese pasado, además, están las referencias a otros elementos que se usaron para las calzadas, como los adoquines de madera. Los hubo de pino importado de Suecia, de algarrobo, de cedro, de cohíue, de pacará y hasta de quebracho. Muchos se lucieron sobre el piso de la Avenida de Mayo, en la elegante Santa Fe y sobre la calzada de la avenida Las Heras. Y algunos dieron tan buen resultado que hasta se exportaron a París, Londres y Roma. Pero esa es otra historia.

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Fuente: clarin.com

GARCÍA DEL MOLINO,
EL PINTOR AUTODIDACTA QUE RETRATÓ TODA UNA ÉPOCA

Arte
Un centenar de obras de 18 instituciones confluye en una inusual exhibición en el Museo Isaac Fernández Blanco
Foto de Mariana Cullen
Por María Elena Polack / LA NACIÓN


La identidad porteña de mediados del siglo XIX puede estudiarse con una profusión de obras de distintos historiadores de la época y más modernos. Pero buena parte de sus rostros, de sus miradas, de sus situaciones económicas quedaron plasmadas en la prolífica paleta de Fernando García del Molino.


El pintor chileno que llegó al Río de la Plata en su juventud fue el autor de casi 4000 retratos de distintos tamaños, de los que por lo menos 800 llegaron intactos hasta nuestros días. De esa extensa tarea, casi un centenar se exhibe en estos días en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (MIFB), Suipacha 1422, de esta ciudad.
"Fue uno de los retratistas más importantes del período federal y del siglo XIX en esta ciudad. Se sabe que García del Molino tuvo que armar un taller para atender la demanda de retratos de la alta sociedad y que él se dedicaba especialmente a pintar a algunos de los personajes más destacados de la ciudad", explicó a LA NACION el director del MIFB, Jorge Cometti.
La exposición Retratos para un identidad, Fernando García del Molino (1813-1899) tiene varias particularidades, entre las que se destacan el interés y generosidad de muchos museos del país en aportar obra de García del Molino. En total, intervinieron 18 instituciones para desarrollar la muestra que se puede visitar hasta el 1° del mes próximo en el MIFB y a partir de la primavera en el Museo Prilidiano Pueyrredón, de San Isidro.
El porte de Juan Manuel de Rosas, los ojos anhelantes de amor de la joven Felisa Bellido, la difícil cabellera de Josefa Ezcurra o la serena ancianidad de Joaquina López Camelo son apenas algunos de los centenares de retratos que Fernando García del Molino pintó para ellos y que han sobrevivido hasta la actualidad.
Y, desde que se abrió la exhibición en el MIFB, sus autoridades admiten que no sólo han pasado por allí muchos coleccionistas interesados, sino también mucho público que cree o tiene obra de García del Molino y que busca su certificación.
La muestra, patrocinada por la empresa de seguros La Segunda, alberga obras de museos, como el Histórico Provincial de Santa Fe Brigadier General Estanislao López, del Complejo Museográfico Enrique Udaondo, del Histórico de la Ciudad de Buenos Aires Brigadier General Cornelio de Saavedra y del Centro Naval.
Curada por Lía Munilla Lacasa, Gustavo Tudisco, Marcelo Marino y Patricio López Méndez, la exposición implicó un gran trabajo de coordinación entre las instituciones y la puesta en valor de muchas obras. Muchas instituciones dedicaron tiempo imprevisto en sus cronogramas de restauración y mantenimiento para poder prestar obra. El Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la Universidad de San Martín tuvo una de las tareas fundamentales: restaurar el retrato de la joven Felisa Bellido.
"García del Molino era autodidacta y la profusión de su obra marca la importancia que le daba la clase alta porteña al retrato, algo que se fue perdiendo con la aparición del daguerrotipo. A diferencia de Prilidiano Pueyrredón que estudió arte en Europa, García del Molino se hizo aquí, solo con la profusión de su trabajo y con los elementos disponibles de aquella época", sostuvo Cometti.
La exhibición incluye objetos que formaron parte de algunas de las pinturas. Por ejemplo: el juego de collar y pulsera de coral, el sahumador , el par de aros, la botella de porcelana y hasta un retazo del vestido que luce Felisa Bellido en su pintura, una de las de mayor tamaño de toda la exposición.
A través de distintos trabajos, se puede ver cómo era la técnica de García del Molino. Cómo dibujaba el personaje por retratar y cómo luego lo plasmaba en la tela.
 
Fuente texto: lanacion.com

RÓMULO MACCIÓ Y LOS CONTORNOS DE LO HUMANO

Pintura. El pintor, figura legendaria de las artes plásticas en la Argentina, muestra su producción reciente, de factura contenida y con el hombre como preocupación principal.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

 

“La pintura es un oficio mudo, ¿para qué agregarle palabras a lo que se expresa por sí mismo?”, pregunta –prácticamente se queja– el pintor Rómulo Macció mientras camina por Repertorio , su muestra en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Una y otra vez renuncia el artista a explicar sus pinturas. Caprichoso, sólo deja caer algunos datos, frases breves, comentarios sueltos acerca de estas 38 obras de gran formato creadas durante los últimos 5 años. Y es interesante esta rara posibilidad de observar la producción contemporánea y madura de un artista de larga y cambiante trayectoria. Es la exposición de un hombre de 83 años que nunca dejó de pintar mientras le duraron las ganas, porque –es sabido– a Macció generalmente le da una tremenda pereza ponerse a trabajar. El mismo admite que tienen que obligarlo a ir al taller y pintar. Eso sí, una vez que entra allí, trabaja full time hasta que lo vuelca todo. Macció sostiene que pinta solamente cuando tiene algo que decir. Si no, se va a hacer otra cosa. Pero en la exposición de Cronopios muestra, habla, exhibe: eso que está colgado es todo lo que tenía acumulado para decir durante los últimos años. Y hasta hay una segunda parte de la exposición, ya que la muestra del C.C.R. está organizada en dos tandas. En la segunda muestra el artista agregará unos dibujos, explica a Ñ el curador, Renato Rita. Con tantos movimientos de ida y vuelta, y con tanta pintura inédita viniendo de semejante artista –uno de los pintores míticos de la Argentina– es mejor echar un vistazo a la exposición y sorprenderse: éstas no son las pinturas que uno espera de Macció. Son trabajos inesperados, vinculados, en cierta manera, a las imágenes de sus pinturas de los años 70, menos salvajes que las de su época del grupo “Otra figuración”, que había fundado a comienzos de los 60 junto a Jorge de la Vega, Ernesto Deira y Luis Felipe Noé. Entonces, los integrantes del grupo pretendían, mediante sus obras, quebrar la “buena forma”, el orden, “lo académico”. Lo único en común entre las pinturas de Macció de esa época, las de los 70 y las actuales es que se rebelan contra un cierto “buen gusto” establecido. No gustan de primera mano. El pintor lo sabe; y parece darle lo mismo si gustan o no. El pinta lo que le sale. Es un intuitivo. Un intuitivo y rebelde in aeternum .
El gran trabajo “Nuevo grito” –inspirado en “El grito” de Edvard Munch–, de 3,4 por 2,6 metros, es raro: hay un hombre gritando, con una cabeza de más de dos metros de alto; y hay una forma, un círculo plano por detrás. El hombre tiene una piel con la textura de una cuadrícula. La mayor parte del trabajo deja el lienzo casi al desnudo. La imagen es de lo más sintética, resumida, controlada, contundente. “Menos es más –comenta el pintor en referencia a sus nuevas pinturas– y poco es demasiado. Antes era más barroco pero ahora busco una mayor síntesis, más claridad en el mensaje plástico y en la parte formal, un lenguaje más directo.” Claramente puede verse esto en “Sueñas y ríes”, “La grieta según Renato” (quizás esta pintura haya sido hecha ex profeso para ser exhibida en la muestra de Cronopios), “Sombra”, “Hombre hueco”, “Imaginario”, “Pasajero”, “Beso”. Algunas tienen más pintura cargada que otras. Algunas son enigmáticas gracias a esos rostros misteriosos, casi siempre con la boca abierta, que miran al espectador sin iris y con la garganta abierta y negra, una caverna, un agujero profundo. “Viaje hacia la nada”, y “Retrato de la ¡O!”, por ejemplo.

Prefiero no ver. 2013, acrílico s/tela, 195 x 140 cm.
Prefiero no ver. 2013, acrílico s/tela, 195 x 140 cm.

En algunos de los trabajos aparece el trazo nervioso, a veces rasposo, a veces recargado, como en “Noche y día” –dos rostros con un plano pleno del lienzo casi desnudo como fondo– y “Las edades” –superposición de rostros de perfil y de frente, rotación. Y está el color, la paleta: hay muchos fondos plenos y planos de grises, rosas y celestes de clave altísima. Por encima de ellos, estampada, contundente, una silueta sintética de un casi pleno negro. Eso es todo. Molesta, incomoda un poco, que la pintura no siga, que la imagen no sea más compleja, que las pinceladas no sean más gestuales, que el pincel no haya estado más cargado... Queríamos más de Macció. Queríamos exceso, detalle, materia. Y Macció lo sabe. Probablemente se divierta internamente, pintando así.
Más allá de la imagen, del tratamiento de la pintura y del color, los títulos de las pinturas también dan algunas pistas sobre las preocupaciones recientes del pintor. Todas giran –como siempre a lo largo de su carrera– alrededor del ser humano. “Pinto siempre al Hombre”, comenta Macció, “ésa es mi preocupación. Pinto la representación del ser humano. Mi pintura es representativa”. Más tarde el artista agrega: “Hace poco vi una entrevista a Tomás Maldonado, en la que decía: a pesar de todo, la pintura representativa existe. Yo pienso lo mismo. Estamos representando. Representamos, a pesar de que a veces uso cosas del lenguaje abstracto”.
El Hombre, en todas las situaciones y con todas sus aristas, es el tema de este pintor, su Repertorio . En un momento Macció se afloja y confiesa: “un pintor como yo quiere hacer formas agradables y también algo más, una intensidad, un sentimiento. Eso es lo que está dentro de mis personajes”. Estos rostros bocetados y anónimos. Los contornos humanos.

 

Rómulo Macció básico


Buenos Aires, 1931. Artista plástico.



Autodidacto. A los 14 años empezó a trabajar en una agencia publicitaria. Se especializó en artes gráficas y realizó escenografías teatrales. Se dedicó asiduamente a la pintura a partir de 1956, cuando realizó su primera muestra en Buenos Aires. En 1961 se unió con Ernesto Deira, Luis Felipe Noé y Jorge de la Vega –con quienes realizará luego varias exposiciones– para organizar la muestra Otra figuración . Ganó el premio del Instituto Di Tella en 1962. Tienen obra suya importantes instituciones del país y el exterior.

Ficha
 
Rómulo Macció
Repertorio
Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junín 1930
Fecha: hasta el 28 de mayo
Horario: Martes a viernes, 13 a 20; sábados,
domingos y feriados, 11 a 20
Entrada: gratis

Fuente: Revista Ñ Clarín

DIEZ MINUTOS DE APLAUSOS
PARA UNA PELÍCULA ARGENTINA EN CANNES

“Relatos salvajes”, de Damián Szifron, se presentó anoche y compite por la Palma de Oro.
La protagoniza Darín.


En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP
En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP

Por Pablo O. Scholz

“Gracias a todos, gracias por estar acá”, dijo emocionado Damián Szifron luego de los casi diez minutos de ovación que recibió “Relatos salvajes”, la película argentina que dirige y compite por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
El de anoche fue un momento memorable para el cine argentino, que muy pocas veces tiene la oportunidad de competir por el premio mayor del festival más importante del mundo. La que no cabía en sí misma era Erica Rivas, que lagrimeaba a moco tendido. Todos de pie en la sala Lumiere del Palais des Festival, en “orchestra” (platea) y arriba en los balcones.
Al llegar al Theatre Lumiere, la delegación argentina había sido recibida por Thierry Fremaux, director artístico del festival. Estaban Damián Szifron y su esposa, María Marull, Ricardo Darín (el único sin moñito, se ubicó al lado de Szifrón), Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, y Pedro y Agustín Almodóvar, productores españoles del filme. Oscar Martínez lucía, orgulloso, su moñito, que era uno que usaba Tato Bores, y que se le dio su mujer, Marina Borensztein.
“Me gusta subir la apuesta, siempre, pero estoy muy cómodo con cómo filmé ‘Relatos salvajes’. No se si trabajando metido en un estudio de Hollywood, tendría la libertad para contar las historias que quiero. La verdad es que estoy muy contento y totalmente emocionado”, dijo Szifron a Clarín.
En la Sala Lumiere, antes de comenzar la Gala, se proyectaba en la pantalla el arribo del público y las figuras invitadas. Por allí estaban Pablo Trapero y su mujer Martina Gusmán, James McAvoy y Jessica Chestain, protagonistas de “La desaparición de Eleanor Rigby”, que se vio ayer en Un certain regard (competencia alternativa), y el brasileño Walter Salles.
La jornada había comenzado temprano para los argentinos. Además de Szifron, los intérpretes y los productores partieron a las 12 del Hotel Martínez hacia el Palais des Festivals, donde hicieron el famoso “photo call” (las fotos, con el Mediterráneo de fondo) y tuvo lugar la conferencia de prensa de la película. Pedro Almodóvar se quedó sentado en la primera fila.
“Mi pueblo es el cine”, dijo Szifrón, en referencia a aquellos realizadores que pintan su pueblito en sus películas. “Mi vida y el cine están muy vinculadas desde siempre, desde que mi papá me llevó al cine de chiquito”, aseguró. Y cuando le preguntaron por qué utiliza el humor negro y se aparta de la solemnidad, confió que “la solemnidad tapa la mentira. Ahí donde ves algo solemne, hay algo raro. El humor está siempre, incluso en la tragedia. De hecho, no tengo ni idea de por qué la comedia no está considerada como algo serio”, afirmó Szifrón.
Una periodista española le preguntó cómo cree que recibirá la Presidenta Fernández de Kirchner la película, y la violencia en ella. Aclarando que “no creo que la película refleje a la Argentina, sino que es algo universal”, sostuvo que “si los políticos hicieran su trabajo bien, haría otras películas”, concluyó.
A las 19.45, ya vestidos de gala, los argentinos se encontraron en el bar del Hotel Martínez para tomar una copa, antes de que los coches oficiales los pasaran a buscar, rumbo a la gala. El trayecto por La Croisette, la avenida costera, lo hicieron a paso de hombre, hasta que llegaron al pie de la alfombra roja del festival. El resto ya comenzó a formar parte de la historia del cine argentino.

Fuente: clarin.com


LA JOVEN MÁS VIEJA DE AMÉRICA:
DESCUBRIERON UN ESQUELETO de 12.000 AÑOS

Hallan el esqueleto casi completo de una joven de hace 12.000 años
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo  Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo. Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Por Nora Bär

En mayo de 2007, el buzo Alberto Nava estaba explorando con sus colegas mexicanos Alex Álvarez y Franco Attolini una cueva submarina (o cenote) de la península de Yucatán, en México, cuando después de nadar más de un kilómetro por un túnel angosto y de agua clara súbitamente se encontraron con el borde de un gran pozo oscuro.
"En cuanto entramos, supimos que era un lugar increíble -dijo Nava anteayer, durante una teleconferencia organizada por Science para la prensa internacional-. El piso desapareció debajo nuestro y no podíamos ver lo que había del otro lado."
Dos meses más tarde, los tres volvieron a Hoyo Negro, como llamaron a la cueva, y se encontraron con un infrecuente tesoro arqueológico: sepultado junto a restos de tigres dientes de sable, pumas y gatos monteses, encontraron el esqueleto de una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Los restos, que son los más antiguos y más completos recuperados hasta ahora de los primitivos habitantes del continente, ofrecerían claves para dilucidar controversias sobre el poblamiento de América.
Hay varias hipótesis sobre "el árbol genealógico" de los americanos nativos de hoy. Una de ellas, que se basa en datos genéticos y es la predominante, plantea que descienden de grupos nómades que ingresaron por lo que es hoy el Estrecho de Bering, pero que en esa época (hace entre 26.000 y 18.000 años) era una lengua de tierra que comunicaba Asia con América.
Sin embargo, esa teoría plantea un problema: las características faciales de los nativos americanos modernos no coinciden con los esqueletos más antiguos (de cráneos largos y altos, y frente pronunciada), sino que exhiben rasgos que los asemejan a japoneses, filipinos y otros pueblos sudasiáticos.



Fuente: lacion.com

EL COLISEO, UN CLÁSICO EN MEDIO DE LA RENOVACIÓN

Opinión
Tiene más de 100 años y en su escenario sonaron música clásica y rock. Entre las obras, modernizarán la caja escénica y la sala.

TEATRO COLISEO. El frente original es de 1905 y fue diseñado por los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer.

Por BERTO GONZÁLEZ MONTANER *

 

Tiempo atrás anunciábamos en esta columna las obras de recuperación del Teatro Metropolitan sobre la avenida Corrientes. Hoy la buena noticia es que culminó la primera etapa del proyecto de renovación del Teatro Coliseo frente a la Plaza Libertad, otro de los hitos culturales de Buenos Aires.
Para algunos el Coliseo es sinónimo de Les Luthiers porque casi se podría decir que esa fue su casa, el lugar donde cada tanto irrumpen con sus geniales conciertos. Para otros, el punto de encuentro con la música clásica o la danza, ya que allí funcionó la Asociación Wagneriana y, desde hace 30 años, los ciclos Nuova Harmonia.
Pero también tiene en su haber mucho de rock. En este templo, la discográfica nacional Mandioca organizó “Beat Baires” los domingos de 1969, en los que irrumpieron grupos como Almendra, Manal y Vox Dei. Y entre tantas cucardas, tiene el honor de haber sido la sala donde sonó por primera vez Muchacha , de Spinetta.

TEATRO COLISEO. Frente diseñado por José Molinari (1942).

“Las obras de renovación intentan llevar el Teatro a su estado original y a modernizar sus caja escénica y sus infraestructuras. Y reposicionar al Teatro en el centro de la vida cultural y artística de la Ciudad”, dice Elisabetta Rivas, directora artística de la Fundación Cultural Coliseo, encargada de la gestión de la sala. Pero cuando hablamos de teatro original, ¿a cuál de los teatros nos referimos? Hagamos un poco de historia para desentrañar este edificio que aparece con un frente que podría ser de la primera mitad del siglo pasado, un foyer y una sala de líneas y concepción absolutamente modernas… Y si lo googleamos aparecerá una fantástica fachada al mejor estilo Beaux Arts.
En pocas líneas, el cuento es así. A fines del siglo XIX en este predio funcionaba una pista de patinaje. Fue hasta que el payaso estadounidense Frank Brown convenció a un banquero para que construyera un circo, dada la gran importancia que tenían por aquel entonces el Circo Criollo y el teatro en la Argentina. 
Teatro Coliseo. Planta del edificio (1905).

Contrataron a los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer, que construyeron una bella sala con una cubierta de acero y vidrio. Y con una acústica tal que se convirtió rápidamente en el epicentro de los espectáculos de Opera y Operetta que estaban en boga en la Ciudad. La sala tenía capacidad para 2.000 personas más otras 500 paradas.
En 1937 lo compró el Gobierno de Italia con la idea de hacer un polo cultural para exposiciones y eventos. Tan solo 33 años después de construido fue parcialmente demolido para hacer la nueva sede, pero las obras se paralizaron por la Segunda Guerra Mundial. En 1942 le encargaron al arquitecto José Molinari instalar allí las oficinas del Consulado italiano. El resultado es el frente actual: había sido proyectado para 9 pisos pero se quedó en 5.
TEATRO COLISEO. Imagen del interior, el cual fue diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

En 1959 los arquitectos Mario Bigongiari, Mauricio Mazzocchi, Luis y Alberto Morea hicieron la nueva sala. Adoptaron una estrategia similar a la del Teatro San Martín, en ese momento en construcción. En el San Martín, Mario Roberto Alvarez y Macedonio O. Ruiz colocaron un cuerpo de oficinas por delante del teatro, que a la vez de resolver temas funcionales colaboraba con la aislación acústica de las salas. En el Coliseo, el cuerpo de oficinas ya lo tenía: era el construido en los años 40 por Molinari con cierto aire austero y protorracionalista. Pero adentro, desarrollaron una sala con una arquitectura de líneas puras, de una modernidad, espacialidad y elegancia notables. 
TEATRO COLISEO. Otra imagen del interior, diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

La idea, según Marta Pires, directora comercial de la Fundación Cultural Coliseo, es “volver a los orígenes, al teatro lírico y al teatro clásico, aprovechando sus extraordinarias fosas, solo comparables con las del Teatro Colón”. Y “ampliar la utilidad del Teatro con un bar y nuevas áreas de exposiciones”, agrega Giorgio Alliata, vicepresidente de la Fundación.
Pero las mayores sorpresas vinieron cuando los especialistas empezaron a revisar la llamada caja escénica. Según el arquitecto Alfio Sambataro, especialista en arquitectura teatral, “la caja estaba funcionando al límite”. Se encontró con “una estructura de lo más elemental y con una tecnología de principio del siglo pasado”. 



TEATRO COLISEO. Render de la propuesta de nueva marquesina, por estudio Caruso.


Tras una recorrida es posible constatar el estado precario de las instalaciones. La caja tiene tres niveles: el piso del escenario, los puentes de maniobras desde donde operan los técnicos y la parrilla de suspensión de donde cuelgan los decorados de la escenografía. Los sistemas de poleas todavía son de madera y accionados con sogas.
Ahora están trabajando para renovar absolutamente todos los mecanismos, con el fin de que todas las barras sean motorizadas con computadoras y con los más altos estándares de seguridad. Después de todo, como asegura Sambataro, la caja escénica es el “corazón” del Teatro.

* Editor General ARQ


Fuente: ARQ Clarín

A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad


Foto: A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad

Por Enrique Viale / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.
últimas notas de Bueno
 


Por Enrique Viale* / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.

* Abogado ambientalista.


Fuente: lanacion.com


EL MUSEO, TOMADO POR ASALTO

Bellos jueves
Un ciclo que propone el cruce entre música y artes plásticas, que tiene lugar en Bellas Artes, una vez al mes, por la noche


Por Gabriel Plaza / LA NACIÓN

    


Una obra de Monet resplandece. El impresionismo ilumina la sala verde del Museo Nacional de Bellas Artes. Es un jueves, un bello jueves con música, poesía, intervenciones y gente, mucha gente joven recorriendo las salas en una ronda nocturna que le da un aura iridiscente al espacio. En su primera experiencia, el ciclo Bellos Jueves, que revaloriza el patrimonio del espacio a partir del diálogo con otras disciplinas como la música, convocó a unas mil personas. La experiencia se repetirá los últimos jueves de cada mes.
El nuevo público, atraído por la atmósfera nocturna del museo en un horario que habitualmente tiene las puertas cerradas, ocupó las salas para ver a los artistas. En este mismo lugar se realizará el segundo encuentro con artistas como Sol del Río y Cehache Respira, cantante de hip-hop y reggae, que tocará con Martín Langoni, en el contrabajo, y con Patricio Smink, en el cajón peruano.
"De afuera parece un edificio antiguo, pero adentro es muy moderno", decía Camila, de 11 años, en el primero de los encuentros del ciclo. Es la primera vez que viene al Museo de Bellas Artes y es la primera vez que va a escuchar a Lucy Patané y Marina Fages con sus banjos, clarinetes, bombos legüeros, guitarras y charangos en absoluta pureza acústica. A Camila le gustaría tocar la guitarra como ellas. Ahora escucha con atención a las dos cantautoras, experimentando con los colores de la música, con la luz brillante y la tensión dramática de ciertos paisajes sonoros, como lo hicieron los impresionistas.
De fondo, las cantautoras no tienen una pantalla LED, sino una obra de Manet de 1876 de la colección permanente del museo, que produce una fascinación hipnótica. Como otros de los que escuchan con atención, Camila tiene un póster enrollado en la mano, suvenir del ciclo que se llevará a su casa para colgar en la pared.
"Toda producción contemporánea altera y modifica las obras del pasado", dice el leitmotiv del ciclo Bellos Jueves, que busca descubrir las obras del museo de otra manera. El dúo experimental y folkie de Lucy Patané (La Cosa Mostra y Las Taradas) y Marina Fages (cantautora y pintora), que abrió las intervenciones musicales, produce una metamorfosis en el espacio y en el estado de ánimo del público.
El eco de sus canciones van rebotando en los otros espacios donde están los Rodin, los Cándido López, los Berni, los Courbet, los Prilidiano Pueyrredón y los Le Parc, como un efecto murmullo que despierta sorpresa en distintos niveles y produce una pequeña alteración en la atención del público que recorre el museo. El efecto tiene su premio. Como moscas a la miel, la música atrae al público hacia las distintas colecciones.
Lo mismo pasará en los otros recorridos donde las exhibiciones de La mirada en el otro y Atlas de las Bellas Artes, Rep, dialogan con otros dispositivos como instalaciones, proyecciones y piezas de artistas contemporáneos de la nueva generación. Las salas están llenas y tienen una atmósfera más cercana al clubbing que al museo. Esa efervescencia que produce el horario nocturno del MNBA (entre las 20 y las 23.30, cuando habitualmente está cerrado) se terminará de liberar en la terraza de las esculturas cuando las visuales de Mauro Balzaotti y el DJ set groovero y climático de Barrio Lindo inyecten adrenalina y contagien meneos de cuerpos y pasos de baile.
La imagen pre dancing la completa Diego Bulacio, conocido en el ambiente de las pistas como Villa Diamante. El productor y DJ, encargado de la curadoría musical, tiene una sonrisa de satisfacción por este encuentro entre las artes visuales y la música urbana actual, una constante también en sus reconocidas fiestas Zizek. Hay un cruce natural entre esta escena musical emergente de la que proviene Villa Diamante, que tiene su base de operaciones en el Patio del Liceo, justamente un espacio reconocido por albergar a pequeñas galerías de arte contemporáneas.
Para una generación para la cual el intercambio y la retroalimentación artística entre músicos y artistas visuales es muy cercano, la experiencia interdisciplinaria de Bellos Jueves cierra conceptualmente, por donde se lo mire (o se lo escuche).

Fuente lanacion.com

LA ESTATUA DEL HOMBRE SIN TUMBA

En Recoleta, rinde homenaje al diplomático sueco que salvó a miles del Holocausto


Héroe. Raoul Gustaf Wallemberg trabajaba en la embajada Sueca en Hungría, cuando lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. / FERNANDO DE LA ORDEN








Por Eduardo Parise


El monumento es simple pero tiene la fuerza suficiente para evocar al homenajeado. Y aunque se trata de un héroe, la figura no está sobre ningún pedestal, ni montado en un gran caballo, ni empuñando espada alguna: está de pie junto a una pared donde sólo grabaron su apellido. La obra se encuentra en Austria y Figueroa Alcorta, fue inaugurada el 17 de noviembre de 1998 y recuerda a Raoul Gustaf Wallenberg, un hombre que, con apenas 31 años de vida, se convirtió en un símbolo de lucha contra los abusos de poderosos y dictadores.
Hijo de una prestigiosa familia donde había muchos diplomáticos y banqueros, Wallenberg nació en Suecia el 4 de agosto de 1912. Pero su acción se encaminó hacia otro rumbo, ya que estudió Arquitectura en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Sin embargo, aquella herencia familiar vinculada con la diplomacia, iba a entrar con fuerza en su vida. Todo comenzó en 1939, cuando empezó a trabajar en una empresa internacional que tenía contactos en Hungría. Eso le permitió acceder a zonas que ya habían sido ocupadas por los alemanes. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la barbarie nazi ya se esparcía por Europa.
Su preocupación por las persecuciones de las que era testigo, hizo que Wallenberg fuera designado como primer secretario de la legación sueca en Budapest, que tenía un departamento humanitario. Aquel nombramiento iba a ser clave para muchos. La historia y los testimonios de los sobrevivientes recuerdan que, utilizando pasaportes de su país, el hombre salvó a miles de judíos que tenían marcado un destino trágico como parte de “la solución final” que promovían los nazis. Dicen que Wallenberg, esgrimiendo salvoconductos suecos, llegó a subirse a los trenes para rescatar a gente que iba hacia los campos de concentración y exterminio.
En enero de 1945, cuando ya las tropas rusas ocupaban Budapest y el final de la Guerra estaba muy cercano, Raoul Wallenberg seguía en esa ciudad. Y lo último que se sabe de él es que fue detenido por fuerzas soviéticas y entregado a la NKVD, la agencia de inteligencia luego conocida como KGB. Se cree que lo acusaban de haber hecho espionaje para Estados Unidos. Desde entonces ese hombre, que había enfrentado al poder de los alemanes, está desaparecido. En 2000 una versión sostenía que había muerto en 1947 en la sede de la KGB en Moscú. Pero eso nunca se pudo confirmar. Desde su desaparición, a Wallenberg se lo conoce como “el héroe sin tumba”.
El monumento que está en Recoleta fue realizado por el escultor Philip Jackson, un hombre nacido en Inverness, Escocia, en 1944. Es una réplica del que el mismo autor realizó en 1996 y que un año después fue instalado en la Great Cumberland Place, en el área de Marylebone, en Londres. Jackson, al que denominan “un escultor con magia”, había trabajado como reportero gráfico hasta que comenzó a realizar sus obras, preferentemente en mármol. Argentina es el primer país sudamericano en erigir un monumento dedicado a la memoria de Wallenberg. Y se eligió esta ciudad porque muchas de las personas salvadas por el sueco vinieron a vivir al país.
Claro que este monumento no es el único que en Buenos Aires recuerda un hecho trágico vinculado con la numerosa comunidad judía de la Argentina. En Plaza Lavalle, frente a Tribunales, una obra de 1,60 por 1,60 metros (está hecha en quebracho y mármol) recuerda a las víctimas del atentado terrorista a la AMIA. Está allí desde 1996 y su autora es Mirta Kupferminc, una artista argentina, nacida en Buenos Aires, que es hija de una mujer húngara y un hombre polaco, inmigrantes que llegaron al país como sobrevivientes de Auschwitz. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

PLAZA DE MAYO DESDE ARRIBA

Estrellas del pasado
La popularidad en tiempos de los próceres
Plaza de Mayo en una antigua postal.

Por Daniel Balmaceda  | Para LA NACIÓN
Para 1880, Buenos Aires padecía el problema de los chicos que querían ser equilibristas. El culpable de esa moda fue Jean François Gravelet, alias Charles Blondin, un francés que arribó en 1877 e instaló su circo, primero en Rivadavia y Agüero, y luego en Corrientes y Medrano.
Venía precedido de hazañas por el mundo. El 30 de junio de 1859 había cruzado, sobre una cuerda, las cataratas del Niágara (335 metros de distancia, 60 metros de altura) en la frontera de Estados Unidos y Canadá. Tardó 17 minutos. En la orilla canadiense recolectó donaciones del público, tomó un trago de whisky y regresó a Estados Unidos por la cuerda, pero más rápido: en seis minutos. Medía un 1,68 metros, pesaba 63,5 kilos.
Repitió la experiencia los días siguientes, pero aumentando las dificultades: con los ojos vendados, empujando una carretilla, caminando hacia atrás, sin el balancín. El 17 de agosto de 1859 cargó a su representante, Harry Colcord. El cruce demandó 42 insoportables minutos. Pocas demostraciones han tenido el grado de espectacularidad y angustia que provocó el equilibrista esa tarde.
En Europa, la reserva de Edgbaston en Birmingham y el Crystal Palace de Londres (un pabellón de vidrio que fue emblema de la ciudad entre 1851 y 1936) también lo tuvieron como protagonista de cruces a varios metros de altura. Incluso había hecho esa pirueta en una soga atada a los mástiles de dos barcos, en un día de tormenta. Disfrutaron de sus acrobacias y sufrieron con sus locuras en Asia, Europa, América y Oceanía.
Precedido de su fama, Blondin conquistó al público porteño con destrezas mucho más simples que realizaba dentro de la carpa del circo en el barrio de Almagro. Fascinó a sus espectadores del circo, pero el francés quería demostrar su mejor destreza.
Para sumarse a la celebración del 25 de Mayo de 1878, se ofreció a cruzar la Plaza de Mayo a 20 metros de altura, haciendo equilibrio sobre una cuerda suspendida, desde la punta de la Recova (en el lugar que hoy ocupa la Pirámide de Mayo) hasta la torre del Cabildo (era más alta que la actual). Blondin tenía 54 años y sus reflejos podrían traicionarlo. De todas maneras se autorizó la demostración.
En la mañana del 25 de Mayo de 1878, Buenos Aires se concentró en la Plaza de Mayo. El Gran Blondin se asomó al techo de la Recova con un balancín corto. Se peinó el bigote y se lanzó. Cruzó hasta la otra punta. Fue como si estuviera atravesando un río desde un ancho puente. Recibió una ovación. Apenas una más de todas las que cosechó en su carrera.
Luego de la exitosa actuación en la Plaza de Mayo, la policía se vio obligada a comunicar a sus agentes que prestaran atención, ya que infinidad de chicos se lanzaron a experimentar la práctica del equilibrismo y era necesario prevenir a los jóvenes acróbatas de que Blondin había (y habrá) uno solo.
Por otra parte, en el ambiente político comenzó a utilizarse la palabra blondin para apodar a los tránsfugas, aquellos que se pasan de un partido a otro sin ninguna dificultad.

Fuente texto: lanacion.com

LA TORRE EIFFEL CUMPLIÓ 125 AÑOS Y SU MAGIA SE MANTIENE INTACTA

El símbolo de París, que sobrevivió a la ocupación nazi y a varios intentos de demolición, hoy recibe 6 millones de visitantes al año.
Postal. La torre está ubicada junto al río Sena, en el parque Camps de Mars parisino. /AFP
Por Alberto Amato

Es flaca, alta, desgarbada, esquelética; mirándola bien, tampoco es demasiado linda, la hizo linda el tiempo y la admiración del mundo; como las viejas prostitutas, guarda una pátina de encanto bajo toneladas de maquillaje y conserva intactos casi todos sus secretos: nadie la amaría ya por lo que es, una mole de 10 mil toneladas, sino por lo que representa: un canto al progreso y a la libertad, una utopía hecha realidad, la idea de un loco que se mantuvo en el tiempo y hoy es el monumento turístico más popular del mundo y tal vez el más visitado: seis millones de personas fueron el año pasado a ver si la señorita seguía en su lugar.
Y sí, ahí estaba, como siempre, como hace 125 años cumplidos el 31 de marzo, madmoiselle Eiffel, la tour, la torre, el símbolo de Francia, balcón a la calle de París, eternizado en el cine, en la poesía, en el teatro y en millones de fotos; una construcción que mira al cielo, como las pirámides que hicieron célebre a Egipto, destinada también y acaso a la inmortalidad.
Casi no se construye. Es más: casi la tiran abajo después de levantada. La torre tiene una larga historia, más larga que sus 324 metros (antena incluida) plantados sobre cimientos de 30 metros de profundidad en el sector sur de los Campos de Marte, donde se instaló la Feria Universal de 1889 celebrada por el centenario de la Revolución Francesa. A su modo, la torre celebró también las palabras símbolo de Francia, libertad, igualdad, fraternidad, que le costaron la vida a la monarquía francesa, a la idea del origen divino del poder y la cabeza a María Antonieta, una muchacha ambiciosa, enamorada del poder, que así terminó.
El papá de la señorita Eiffel, Gustave Eiffel, no pensaba en la libertad ni en esas cosas. Él quería levantar su torre. Era un experto en construcciones en metal, puentes ferroviarios, viaductos, las exclusas del Canal de Panamá, y soñó esa estructura en apariencia inútil casi como un reto. De hecho, paseó su proyecto por varias ciudades europeas, de donde lo sacaron carpiendo de modo prolijo, hasta que encontró en París a algunas autoridades dispuestas a seguirle la corriente.
Las bases. La obra comenzó en enero de 1887 y demoró más de dos años. Trabajó un equipo fijo de 250 obreros.
Desde entonces, la torre y Eiffel sólo ganaron enemigos. Cuando empezó a construirse, el 28 de enero de 1887, con un equipo fijo de 250 obreros, la elite parisina puso el grito en el cielo, que era hacia donde se dirigía la torre. La insultaron en francés y votaron por su paralización Guy de Maupassant, Charles Gounod, Charles Garnier, Alejandro Dumas hijo y Paul Verlaine. Para calmar a las fieras, el gobierno francés hizo una promesa: pasados 20 años, la torre sería demolida. No cumplió, a veces está bien que los gobiernos no cumplan lo que prometen. A veces, no entusiasmarse. Pasados esos 20 años, Eiffel y sus amigos, lo fue de Thomas Alva Edison, habían hecho de la Torre un baluarte de las comunicaciones y el progreso.
Cuando el mundo se quiso acordar, tenía una nueva atracción turística. Adolfo Hitler, que no era un muchacho de conmoverse con facilidad, quedó sacudido por su belleza en su breve visita al París ocupado de la Segunda Guerra. Cuando vio venir la derrota, cuatro años después, ordenó a Dietrich von Choltitz, jefe de las fuerzas de ocupación en París, que incendiara la ciudad. Von Choltitz hizo lo mejor que un nazi pudo hacer jamás: no llevarle el apunte a Hitler. Diez años después, los parisinos permitieron volver a von Choltitz. No como un héroe, una palmadita en la espalda y nada más. Pero le dejaron trepar a lo alto de la torre para que viera cuán bella era la ciudad que no había destruido.
Hoy priman otros detalles: la iluminan 336 proyectores de sodio y 20 mil lamparitas, que se encienden varias veces por hora entre el atardecer y la una de la mañana. La embellecen cada siete años, cada uno de sus 250 mil metros cuadrados y de sus dos millones de remaches, con 70 toneladas de pintura. El mundo vota de cuál color quiere maquillada a la muchacha.
Otro dato curioso: la torre se mueve. En verano se alza, por la expansión térmica del metal. Y el viento la hace inclinarse siete centímetros, según la fuerza con la que sople.
La señorita Eiffel habrá cumplido 125 años, pero aún tiene palpitaciones.

Fuente: clarin.com

ENCUENTRAN UN VAN GOGH DESAPARECIDO HACE 40 AÑOS

ENCUENTRAN UN VAN GOGH DESAPARECIDO HACE 40 AÑOS 

Lo hallaron por casualidad cuando abrieron la caja de seguridad de un hombre por defraudación al fisco. La Agencia Tributaria española descubrió durante la apertura de una caja de seguridad embargada a un defraudador una obra de Vicent Van Gogh desaparecida hace 40 años, según informó el diario español El Mundo. Se trata de "Ciprés, cielo y campo" y está fechada en 1889. Su rastro se perdió en la década de los 70 en el Kunsthistorisches Institut de Viena (Austria). El hallazgo tuvo lugar en el marco de una operación del fisco español para decomisar más de medio millar de cajas de seguridad cuyos dueños suman deudas con Hacienda de más de 300 millones de euros (más de 400 millones de dólares). En concreto, la caja que contenía el lienzo se abrió el pasado mes de diciembre en presencia de su titular, quien en ese mismo momento reveló que era una obra de Van Gogh. Según fuentes cercanas a la investigación citadas por El Mundo, el deudor dijo que el dueño de la obra es un millonario extranjero y que él era un "mero depositario" desde que el cuadro fue trasladado a España en el año 2010. A falta de la confirmación definitiva por parte de las autoridades españolas, dos peritos certificaron en abril la más que probable autenticidad de la pintura. Comprobaron que en su reverso figuran tres sellos: el más reciente, con fecha de 1974, corresponde al Kunsthistorisches Institut de Viena. Según publica el diario español, el lienzo se pintó probablemente durante la estancia del artista holandés en el manicomio francés de Saint Rémy de Provence, meses después de mutilarse el lóbulo de la oreja izquierda. 

Fuente: DPA 

Foto: El lienzo de Van Gogh 'Ciprés, cielo y campo' que estuvo 40 años perdido
El lienzo de Van Gogh 'Ciprés, cielo y campo' que estuvo 40 años perdido

Lo hallaron por casualidad cuando abrieron la caja de seguridad de un hombre por defraudación al fisco. La Agencia Tributaria española descubrió durante la apertura de una caja de seguridad embargada a un defraudador una obra de Vicent Van Gogh desaparecida hace 40 años, según informó el diario español El Mundo. Se trata de "Ciprés, cielo y campo" y está fechada en 1889. Su rastro se perdió en la década de los 70 en el Kunsthistorisches Institut de Viena (Austria). El hallazgo tuvo lugar en el marco de una operación del fisco español para decomisar más de medio millar de cajas de seguridad cuyos dueños suman deudas con Hacienda de más de 300 millones de euros (más de 400 millones de dólares). En concreto, la caja que contenía el lienzo se abrió el pasado mes de diciembre en presencia de su titular, quien en ese mismo momento reveló que era una obra de Van Gogh. Según fuentes cercanas a la investigación citadas por El Mundo, el deudor dijo que el dueño de la obra es un millonario extranjero y que él era un "mero depositario" desde que el cuadro fue trasladado a España en el año 2010. A falta de la confirmación definitiva por parte de las autoridades españolas, dos peritos certificaron en abril la más que probable autenticidad de la pintura. Comprobaron que en su reverso figuran tres sellos: el más reciente, con fecha de 1974, corresponde al Kunsthistorisches Institut de Viena. Según publica el diario español, el lienzo se pintó probablemente durante la estancia del artista holandés en el manicomio francés de Saint Rémy de Provence, meses después de mutilarse el lóbulo de la oreja izquierda.

Fuente: clarin.com / DPA


JOSÉ NUN:
"LA SECRETARÍA SE TRANSFORMÓ EN UN MINISTERIO
CON FINES ELECTORALES"

Políticos al diván / Primera sesión

 Foto: LA NACION / Mariana Araujo
Foto: LA NACIÓN / Mariana Araujo

Por Diego Sehinkman / Para LA NACIÓN


La siguiente entrevista con el ex secretario de Cultura del kirchnerismo entre 2004 y 2009 tuvo lugar en el consultorio del terapeuta, en Palermo.
-En 2004, cuando usted asume, José Pablo Feinman escribe en Página 12: "Pepe Nun le acerca al gobierno K todo su bagaje. Cuando Nun y Kirchner se abrazaron con tanto afecto, no se estaban preguntando si uno era peronista y el otro no, pensaban qué podían hacer juntos". De esta frase, diga lo que se le ocurra.
-Debo decir que Kirchner me dio una autonomía absoluta en la Secretaría de Cultura. Todos los actos los hacíamos invitando gente de distintos colores. Un programa muy importante que lancé fue el de Libros y Casas: al entregar una vivienda, teníamos que darles una biblioteca llena.
-Pero algo pasa, porque en 2009,ya durante el gobierno de Cristina, usted se va...
-Yo había cumplido un ciclo, pero lo que me empieza a resultar evidente es el intento de Presidencia por hacer algo que nunca había hecho Kirchner. Empecé a recibir presiones para colocar en la Secretaría a cierta gente, incluso a algunos que hoy están muy en el candelero, con los que yo no estaba de acuerdo.
-¿Se refiere al titular de la Unidad del Bicentenario, Javier Grosman?
-Por ejemplo. Yo no cuestiono la capacidad organizativa de Grosman. Es muy talentoso. Pero no entraba dentro de la estrategia cultural que yo quería llevar adelante. Tiene un perfil muy kirchnerista que abandonaba el criterio de transversalidad que yo mantuve hasta el final. Y yo creo que él es el eslabón que falta para entender el decreto de creación del Ministerio de Cultura.
-¿Por qué?
-¿Leíste el decreto? Es una pieza antológica. Abre diciendo: "La cultura tiene una importancia más grande que la que habitualmente se le concede". ¿Recién ahora la Presidenta, que participó en infinidad de eventos culturales, se dio cuenta de que la cultura tiene una importancia fundamental? ¿Por qué justo ahora tanto apuro por la cultura?
-¿Y usted qué piensa?
-La cadena lógica es: "Dado que nos damos cuenta de que es tan importante, es urgente crear el Ministerio de Cultura, por eso no podemos ni siquiera esperar los tiempos del Congreso, ¡necesitamos que esto empiece a funcionar de inmediato!". Por eso el decreto insólito de necesidad y urgencia para crear el Ministerio de Cultura. El decreto no tiene ni pies ni cabeza. Y no los tiene porque le falta un párrafo.
-¿Cuál?
-Debería decir: "Nos hemos dado cuenta de que la cultura tiene una importancia más grande ¡en las campañas electorales! de lo que habitualmente se le atribuye". Y ahí se entiende todo.
-¿Su idea es que la Secretaría fue transformada en Ministerio para fines electorales?
-Exactamente. Si no, no se entienden los fundamentos. Además, en el año que queda no hay tiempo para armar una real estrategia cultural. Lo que se puede hacer, eso sí, es montar espectáculos.
-¿Cuál es la diferencia de recursos con los que cuenta un ministerio y una secretaría?
-¡No, el ministerio tiene mucho más presupuesto! Tiene más atribuciones, más personal y es un esfuerzo por darle una visibilidad al tema cultural, sobre todo, porque venimos de una gestión, por lo menos, muy opaca.
-¿Qué le parece la elección de Teresa Parodi?
-Es una artista internacionalmente reconocida. Como gestora cultural no tengo opinión.
-Usted dijo que, estando en el cargo, tenía la fuerte sospecha de que a algunos artistas se les pagaba X, pero se los hacía facturar por 2X, "para una caja partidaria".
-Cada vez que tuve la sospecha de que algo de eso podría estar ocurriendo, aparté al funcionario. Lo que pasa es que son cosas intangibles, no tenés elementos para iniciar acciones legales, entonces te tenés que guiar por la información que lográs recoger y por tu instinto.
-¿Y qué le decía su instinto?
-Que sí, que en algunos casos estaba pasando eso.
-Usted dijo: "Si vas a contratar a un artista que tiene un honorario de 50.000, le decís: «Necesitamos para el partido que factures 100 y, además, te pagamos Ganancias".
-Es obvio, pero esto ocurre en todas partes.
-Usted también dijo que se dio cuenta de que existía una suerte de "fondo partidario" del que los funcionarios echados se sostenían, mientras quedaban "a la intemperie".
-Yo no entendía cómo gente que yo desplazaba, en vez de irse al sector privado, permanecían en una especie de limbo hasta que se volvían a enganchar. Y entonces me enteré por conversaciones de pasillos, de que, efectivamente, había fondos para mantenerles el sueldo mientras duraba su apartamiento de la función. Es difícil combatir la corrupción, porque vos echás a un funcionario que presumís corrupto y este funcionario puede engancharse -y a mí me ha pasado- en un lugar del sector público en el que te puede hacer mucho daño. Entonces, mucha gente prefiere aguantarse al funcionario que sabe que no es transparente, para que no ponga en peligro su trabajo.
-¿Por qué no lo denunció durante su gestión en vez de hacer pública su sospecha ahora?
-No teniendo evidencias, lo que preferís hacer, si te da la fuerza de voluntad de exponerte, es despachar a los funcionarios. Por eso lo que se necesita en la Argentina es que los delitos de corrupción no prescriban, es decir, que sean equiparados a delitos de lesa humanidad.
-¿Qué les contesta a los que están pensando: "Otra denuncia más sin pruebas"?
-Bueno, si ellos están felices con esa convicción, que sigan así. Dudo de que haya una sola persona íntegra que no tenga una sospecha fundada de que esto que estoy diciendo es verosímil. Pero, además, hay una pregunta muy grave: ¿Para qué denunciar en un país donde estamos viendo lo que ocurre con la Justicia?
-Dejamos acá.

Historia clínica

  • Nun, José
Edad: 78
  • Ocupación
Politólogo. Secretario de Cultura entre 2004 y 2009
  • Observaciones
Lúcido, memorioso. No pierde nunca el humor.


Fuente: lanacion.com