Patrimonio porteño 
Estuvo en  obra de restauración durante más de un año y la semana próxima podrá ser  visitado por 
el público. Fue una aristocrática mansión particular hasta que lo adquirió el Estado francés en 1939.
Silvia Gómezel público. Fue una aristocrática mansión particular hasta que lo adquirió el Estado francés en 1939.
Después de más de un año de trabajos, y una 
inversión de 5 millones de euros, el histórico edificio de la Embajada 
de Francia, ubicado en el barrio de Retiro, recuperó todo su esplendor. 
En un minucioso trabajo de restauración –encarado por especialistas 
locales y franceses–, se recuperaron las fachadas, el mobiliario, la 
entrada principal y los salones de recepción de este hôtel particulier
 que perteneció a la familia Ortiz Basualdo. Y lo mejor es que los 
vecinos de la Ciudad podrán ver toda la magnificencia de este edificio cuando la Embajada abra sus puertas al público  en el marco de las Jornadas Europeas del Patrimonio y de la Semana Francesa en Buenos Aires (ver Cómo visitarla).
Ubicado
 en una zona porteña con una gran riqueza patrimonial –a metros de los 
palacios Pereda, Alzaga Unzué, Duhau, Casey y el Fernández Anchorena–, 
el edificio fue diseñado en 1912 por el arquitecto francés Paul Pater. 
Se terminó de construir en 1918 y en 1925 fue utilizado como residencia 
oficial del Principe de Gales, Edward de Windsor. En 1939 fue adquirido 
por el gobierno francés y desde ese momento funciona como embajada. 
Los
 trabajos de restauración arrancaron en febrero de 2013 y fueron 
comandados, entre otros especialistas, por el arquitecto argentino 
Eduardo Carena. En ese momento el edificio lucía oscuro, producto de la 
falta de mantenimiento y también de la polución: ubicado junto a la 9 de
 Julio, recibe los residuos que genera el paso de miles de autos todos 
los días. La última restauración se había realizado en los 80, pero fue 
parcial, solo se arreglaron los techos y las cúpulas, que en ciertos 
lugares dejaban colar el agua de las lluvias. 
Ayer, en una 
recorrida por el edificio, Marc Flattot –ministro consejero de la 
Embajada– ofició de guía y dio detalles de la obra a Clarín: “En los salones se recuperaron las boiseries
 , los dorados a la hoja en las paredes y las molduras. También el 
mobiliario, las alfombras y los mármoles”, explicó. Además, se colocaron
 obras de arte y muebles modernos.
El presupuesto de la obra 
impacta: 5 millones de euros. Sin embargo, Flattot contó de qué forma se
 realizó la operación económica para financiar los trabajos: por orden 
del Estado francés, que desde 2009 viene impulsando una racionalización 
de los activos inmobiliarios galos en el exterior, se puso a la venta lo
 que era la residencia del embajador, en la localidad de Martínez. Fue 
comprada por el poderoso empresario Alfredo Roman y con ese dinero no 
solo se realizó la restauración, sino que “se compró una nueva vivienda 
para el embajador –esta vez, un departamento sobre la avenida Figueroa 
Alcorta– y además enviamos dinero a Francia”, contó el diplomático.
Esta
 mansión privada, que fue usada como residencia solo durante 21 años, 
posee cuatro plantas. En el subsuelo y la planta baja funcionan 
mayormente los servicios. La Embajada tiene una nueva cocina profesional
 para abastecer las recepciones y los banquetes que se realizan. De 
hecho, a partir de esta reforma, comenzará a funcionar como sede de eventos privados y presentaciones,
 que dejarán un ingreso de dinero que en buena parte será destinado al 
mantenimiento del edificio. En la planta superior funcionan las oficinas
 y los despachos, en donde trabajan 43 personas. 
Pero es el 
primer piso el que deslumbra a todos los que visitan la Embajada: una 
sucesión de salones donde se confunden influencias francesas, inglesas y
 escandinavas. Primero aparece a la vista el salón de invierno, con un 
piso de mármol blanco y negro y con una boiserie  que mezcla dos 
estilos, tudor y gótico. Un gran ventanal mira ahora hacia la 9 de 
Julio, pero antiguamente daba a los jardines de la casa, que 
desaparecieron cuando se amplió la avenida. Luego continúa el gran 
comedor que emula al del Palacio Real de Oslo; inspirado en el barroco 
inglés y con una gran mesa que permite recibir a 24 personas. Lo sucede 
el salón de música, con un estilo Luis XV: aquí vale la pena también 
mirar hacia afuera, porque el salón es epicentro del edificio y permite 
tener una panorámica de la avenida Alvear y el Palacio Pereda, sede de 
la Embajada de Brasil.
Otro de los puntos altos del recorrido es 
el salón de baile o salón dorado. Impactan la luminosidad de las arañas 
de cristal –totalmente renovadas– y el gran panel central adornado por 
una pintura alegórica. Aún queda por ver la increíble chimenea de
 mármol de la biblioteca, con motivos del renacimiento italiano y la 
cálida sala de billar.
Por dentro y por fuera, el palacio Ortiz Basualdo es una joya  que vale la pena conocer.
 
Fuente: clarin.com

En el Palacio Ortiz Basualdo, el Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, heredero del trono británico, bailó tango con una porteña encantadora y singular, Raquel Aldao.
ResponderEliminarDespués, iba a abdicar por amor, para casarse con Wallis Simpson, que era divorciada.
http://puesta-en-valor.blogspot.com.ar/2010/08/amaliade-garcia-velloso-el-primer.html
En el dia de la fecha, visite esta joya arquitectonica que afortunadamente tenemos en nuestra ciudad, bellisimo por su refinamiento y glamour!! imperdible visitarlo!!. CABA 20-9-2015
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