José Pablo Feinmann desacreditó al dibujante y exhibió la intolerancia oficial a la mejor tradición del humor político.
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Por Miguel Wiñazki
Como tutelado por ese verticalismo devocional que tanto se ha expandido, como si hubiera sido manejado por una operación nada sutil de ventriloquia política, como si fuera un pastor ungido para predicar moralismo y sermonear códigos de regimentación mental, a cambio de especias contantes y sonantes, José Pablo Feinmann, le puso palabras –agresivas, claro– a la concepción oficial respecto del humor político. Fue claro: “Todos sabemos cómo piensa (Hermenegildo Sábat).
Como tutelado por ese verticalismo devocional que tanto se ha expandido, como si hubiera sido manejado por una operación nada sutil de ventriloquia política, como si fuera un pastor ungido para predicar moralismo y sermonear códigos de regimentación mental, a cambio de especias contantes y sonantes, José Pablo Feinmann, le puso palabras –agresivas, claro– a la concepción oficial respecto del humor político. Fue claro: “Todos sabemos cómo piensa (Hermenegildo Sábat).
Pero que no lo dibuje ”, dijo.
Hay un manifiesto no querer ver lo que los otros piensan.
Esa
declaración permitiría de cumplirse y universalizarse desdibujar y
borrar la historia de las caricaturas políticas. Pero es más que eso.
Es
correr un telón sobre el espíritu burlón que es una de las formas de la
libertad. No habría teatro crítico, ni cine, ni arte, si se censura
representar lo que se piensa.
Un solo, extraordinario ejemplo de
la historia del arte: Goya, el gran pintor español, no debería haber
pintado según éste clima intolerante. Fue un retratista fenómenal de las
miserías y vanidades de los personajes de las Cortes. Fue un pintor
cortesano, que desnudaba al poder político. Como señala el agudísimo
pensador Rafael Argullol: “Goya pintaría muy bien el aquelarre de la
nueva corrupción económica aunque hilaría más fino al enfrentarse a la
espritual”.
Ese es el tema crucial. Precisamente, la corrupción
espiritual, esa bajeza que califica al que teme que se exhiba y difunda
lo que los demás piensan. No es el personaje que dijo lo que dijo lo
relevante. No es José Pablo Feinmann el epicentro del tema desde luego.
El eje es aquello que dijo, esas advertencias a Hermenegildo Sábat las
que importan, esa embestida a la libertad de mirar y de representar.
Hace 2 años, Feinmann escribía sobre Sábat y advertía: “Ya nos vamos a ocupar de él”
. Fue en ocasión de aquella otra andanada contra el dibujante, tras la
publicación de aquella caricatura de Cristina Fernández de Kirchner, a
la que Ella calificó como mensaje “cuasi mafioso”. En el mismo
párrafo en el que anticipaba futuros improperios dedicados al maestro,
exaltaba el “humor“ que pospone la ocurrencia espontánea y libre al
“compromiso social”. El compromiso sería entonces obediencia debida al
mandamiento de quien está en el poder. Porque cabe conjeturar que la
reacción no hubiera sido la misma si Sábat en lugar de caracterizar así
a Cristina Kirchner con un ojo en compota, hubiera dibujado de ese modo
a otra mujer, una política opositora por ejemplo.
Extrañamente,
Feinmann pontificó que “todos los uruguayos, excepto Victor Hugo
Morales, son antiperonistas”. Una sentencia muy difícil de probar, pero
que, aunque fuera cierta, no significaría nada más que eso. Y siguió con
su perorata...
Dijo el escritor Pablo de Santis: “La historieta y
la caricatura siempre han trabajado con medios indirectos de
significación. El humor gráfico ha desarrollado a lo largo del siglo XX
un catálogo de convenciones gráficas: el ojo morado es el símbolo de una
derrota, semejante a las estrellas que rodean a quien se cae, o a las
onomatopeyas.En el humor político –describe De Santis– lo que se pone en
escena es el poder; es el poder –o la pérdida de poder– lo que Sábat
ilustra, no a los hombres y mujeres que están detrás, con sus vidas
particulares. Y al trabajar así, Sábat es fiel a la brillante –y
valiente– tradición del humor gráfico y político argentino, que hunde
sus raíces en revistas como El mosquito, Don Quijote y PBT” Es que no
hay poder sin representación del poder. En algún momento, alguien
delineará la pantomima que hace a la esencia de la caricatura aunque el
humor político esté prohibido.
El propio Sábat caricaturizó a
los siniestros miembros de la primera junta de la dictadura, Videla,
Massera y Agosti, desde las páginas de Clarín cuando dibujarlos era en verdad y literalmente peligroso. Lo hizo en 1978.
La
romería de los obsecuentes que hoy se amontonan para aplaudir siempre a
Ella, se amontonan también para criticar hasta un dibujo que pudiera
desagradarle.
Pero no importa. Al revés que José Pablo Feimann lo que corresponde seguir pidiendo es: “Dibuje maestro”.
Fuente: clarin.com
“¿Quién es Feinmann para censurar a Sábat?”
No
salgo de mi sorpresa e indignación por las palabras de José Pablo
Feinmann hacia Hermenegildo Sábat. ¿Quién o qué lo califica para
censurar a una personalidad como Sábat?
J.P. Feinmann no es un reconocido historiador aunque lo pretende, es solamente un recopilador de eventos, tal cual lo han calificado sus colegas, aún dentro del propio peronismo. ¿Desde cuándo y dónde es un filósofo? Sólo él lo sabe, no hay registros formales. ¿Es un periodista de reconocida trayectoria que se haya jugado en las paradas fuertes de la Argentina? Naturalmente que en una sociedad en crisis y decadencia intelectual cualquiera puede pretender cualquier título. ¿Quién es él para decirle a Sábat que puede pensar lo que quiera, pero no decirlo?
De todas maneras, no dijo ninguna originalidad, porque el bien supremo del ser humano es la libertad de pensar. No hay cárcel ni grilletes que lo puedan impedir. ¿J. P. Feinmann es un nuevo censor al estilo del nazismo u otros regímenes totalitarios? ¿Cuál es el privilegio que tiene para él, sí poder decir lo que quiere? ¿Alguien le otorgó ese derecho? ¿Cree ser un pensador que marca tendencia de opinión? ¿O pretende jerarquizar su figura colgando su imagen de un grande como Sábat?
J. P. Feinmann es otro ejemplo de la mediocridad de nuestra clase dirigente. Ojalá Hermenegildo Sábat haga caso omiso de este agresor empedernido y siga dando rienda suelta a su creatividad. Me gustaría hacerle llegar mi solidaridad y reconocimiento. Si consideran que mis palabras merecen ser publicadas como desagravio a Sábat, por supuesto que los autorizo a hacerlo.
Doctor Miguel A. Vicente
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
J.P. Feinmann no es un reconocido historiador aunque lo pretende, es solamente un recopilador de eventos, tal cual lo han calificado sus colegas, aún dentro del propio peronismo. ¿Desde cuándo y dónde es un filósofo? Sólo él lo sabe, no hay registros formales. ¿Es un periodista de reconocida trayectoria que se haya jugado en las paradas fuertes de la Argentina? Naturalmente que en una sociedad en crisis y decadencia intelectual cualquiera puede pretender cualquier título. ¿Quién es él para decirle a Sábat que puede pensar lo que quiera, pero no decirlo?
De todas maneras, no dijo ninguna originalidad, porque el bien supremo del ser humano es la libertad de pensar. No hay cárcel ni grilletes que lo puedan impedir. ¿J. P. Feinmann es un nuevo censor al estilo del nazismo u otros regímenes totalitarios? ¿Cuál es el privilegio que tiene para él, sí poder decir lo que quiere? ¿Alguien le otorgó ese derecho? ¿Cree ser un pensador que marca tendencia de opinión? ¿O pretende jerarquizar su figura colgando su imagen de un grande como Sábat?
J. P. Feinmann es otro ejemplo de la mediocridad de nuestra clase dirigente. Ojalá Hermenegildo Sábat haga caso omiso de este agresor empedernido y siga dando rienda suelta a su creatividad. Me gustaría hacerle llegar mi solidaridad y reconocimiento. Si consideran que mis palabras merecen ser publicadas como desagravio a Sábat, por supuesto que los autorizo a hacerlo.
Doctor Miguel A. Vicente
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Fuente: clarin.com
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