El arte y la ciencia se cruzan en una muestra surgida de una investigación de la Universidad Maimónides.
Umbilical”: el arte tiene ahora forma de cordón animal, de
órgano manipulado. Y se trata de un órgano humano. Teñido de rojo por
las proyecciones, esta vez el cordón umbilical es la materia prima de la
obra. Retorcido, en hélice, adquiere la forma de un ADN de escala media
gracias a su despliegue prácticamente escultórico en el formol que lo
contiene. Se lo puede ver actualmente en la Sala Cronopios del Centro
Cultural Recoleta, espiando por entre los agujeros de esa caja-relicario
plantada en el espacio: no es uno, sino dos, cuatro, muchos fragmentos
unidos de cordones umbilicales, hasta sumar, en total, 26 pedacitos
formando un “collage” de información genética y arterias… Son parte de
la muestra Recorridos , curada por Graciela Taquini y Rodrigo Alonso.
La
exposición reúne un conjunto particular de trabajos, relacionados con
el arte, la ciencia y la tecnología. Sobre todo esas obras vinculadas al
bioarte, un área aún poco desarrollada en nuestro país.
Organizada
por la Universidad Maimónides –donde funciona un laboratorio de bioarte
perteneciente a la Escuela de Comunicación Multimedial– la muestra
clarifica un poco el panorama de la relación entre arte, ciencia y
tecnología. Es en ese laboratorio donde se realizó “Umbilical”, a través
del colectivo de artistas Untitled, formado por docentes y directivos
de la carrera, como Facundo Colantonio, Romina Flores, Guido Gardini,
Alejandra Marinaro, Iván Moschcovich, María Eugenia Rodríguez, Robinson
Soria, Alberto Varela y Daniel Wolkowickz.
“El laboratorio de
bioarte se creó hace tres años, y el colectivo artístico, hace ocho”,
explica Alejandra Marinaro, docente de Maimónides e integrante de
Untitled. “Dentro del laboratorio desarrollamos obras en colaboración
con otras áreas de la universidad. Por ejemplo, los cordones umbilicales
que usamos para la obra los sacamos del laboratorio de Anatomía.
Habitualmente se usan para investigación.” La exhibición comprende
además una sección de obras históricas que dialogan con otras
contemporáneas. Algunos diálogos son claros, como el que se establece
entre “Umbilical” y “Hábitat para caracoles”, ese trabajo pionero –año
1970– de Luis Fernando Benedit, en el que investigaba el comportamiento
animal a través de espacios construidos artificialmente. Volviendo del
futuro, su “Biotrón”, de 1970, fue el envío de nuestro país a la Bienal
de Venecia de ese año, el “Fitotrón”, de 1972, actualmente expuesto en
comodato en el Malba, y el “Laberinto para ratones”, también de 1972,
fueron primeros gestos en nuestro país de una acción rotunda en pro de
unir arte y ciencia.
Untitled, (colectivo de artistas). “Umbilical” (detalle). |
Por su lado, en “Invasión instantánea”,
fabulosa obra de Marta Minujín del año 1966 –que formó parte de la
experiencia Simultaneidad en simultaneidad –, el espectador entra en la
sala e inmediatamente es invadido por toda suerte de consecuencias de
los medios de comunicación de masas: comienza a recibir llamados en
teléfonos instalados allí, faxes (¡esa antigüedad!), mails, es filmado,
le sacan fotos, su retrato es impreso, su voz es grabada y reproducida…
“Velocidad, instantaneidad y demanda”, mencionan los curadores como
características de esta obra, recreada ahora, en 2012, como
contraposición a un mundo sereno y pausado.
En diálogo con ella,
se encuentra el trabajo “Principio estocástico”, de Joaquín Fargas, una
instalación interactiva que lleva la comunicación que planteaba Minujín a
un plano extremo y actual, virtual. Uno puede, a través de esta obra,
hacer varias cosas; la más interesante es la posibilidad de escanear el
código QR –“Quick Response” (rápida respuesta)– con el celular (y para
que esto ocurra hay que bajar en el smart phone una aplicación simple.
Una vez bajada la aplicación y escaneado el QR, uno puede caminar veinte
cuadras a la redonda del Centro Cultural Recoleta, y el celular
reconocerá por sí solo puntos geográficos, e inmediatamente presentará
videos y situaciones relacionados con el entorno, preparados por el
artista, tales como conversaciones de los guardadores de tumbas del
cementerio, o de una tarotista vecina.
“Rombo hidrolumínico”, de
Gyula Kosice, y “Entre el cielo y la tierra” –los hologramas de
Margarita Paksa– son otras de las obras históricas que se pueden ver.
Es
importante mencionar que todos los artistas de la muestra –salvo los
históricos– son docentes de la universidad Maimónides. De allí el
recorte que expone este proyecto, una especie de homenaje a los pioneros
del bioarte y del arte tecnológico en la Argentina.
Fuente: Revista Ñ Clarín
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