EL ARQUITECTO QUE LLEGÓ POR CASUALIDAD
Y DEJÓ SU SELLO EN TODA LA CIUDAD



Andrés Kálnay, de origen húngaro, hizo 120 obras, entre las que sobresale la ex cervecería Munich.


Las obras cumbre.

Por Silvia Gómez

Andrés Kálnay fue uno de los arquitectos más prolíficos que tuvo el país. Casi un desconocido, se estima que construyó unas 120 obras, entre casas y edificios, la mayoría en la Ciudad. Muchísimas fueron derribadas, pero otras siguen en pie, dando cuenta de la fabulosa producción que el húngaro generó en Buenos Aires. La ex cervecería Munich, en la Costanera Sur (hoy la sede de la Dirección General de Museos), es por lejos su máxima creación . Trabajador incansable hasta su muerte, fue además diseñador, escritor, dibujante, artista plástico y condecorado de guerra.
Andrés Kálnay nació en 1893 en lo que fue el Imperio Austrohúngaro, en Jasenovác, hoy una ciudad de Croacia, ubicada justo en el límite con Bosnia Herzegovina. Llegó a Buenos Aires con su hermano Jorge, también arquitecto, en 1920. Y solo siete años después construía la Munich.
“De mi padre siempre me llamó la atención la capacidad de producción que tenía. Dibujaba los proyectos, diseñaba hasta el mobiliario, escribió sobre filosofía, desarrolló métodos constructivos, pintaba y sabía tanto de arte como de economía. Nunca aprendió a manejar y en el breve tiempo en el que tuvo dinero se compró un auto y contrató un chofer. La mayor parte de su vida se movió en tren. Se iba de su casa en San Isidro a las 7 y volvía casi a la madrugada. Me pregunto cómo hacía”, cuenta Esteban Francisco Kálnay desde España. Tiene 52 años, también es arquitecto y es el segundo hijo de Andrés, fruto de un segundo matrimonio.
Esteban se dio el gusto de trabajar con su padre en la restauración de la Munich. “La dictadura se había empecinado con el edificio y casi lo derriba. Se pudo salvar del abandono total y se recicló”, cuenta Kálnay hijo. No lo menciona, pero él donó un vitral que reemplazó al original, que también había diseñado su padre.
Pero la llegada de Kálnay a Buenos Aires podría considerarse casi fruto de la casualidad y hasta de un milagro. En el libro “Andrés Kálnay: un arquitecto húngaro en Argentina” –un trabajo minucioso realizado por el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana– se detalla cuál fue el periplo de los hermanos Kálnay hasta llegar a la Ciudad: huyeron del gobierno comunista de Bela Kun y de la grave crisis económica. Caminaron desde Viena hasta Nápoles y se embarcaron como polizones en ese puerto italiano. El buque iba hacia Estados Unidos, pero en altamar viró hacia Argentina. Los hermanos Kálnay llegaron al puerto de San Nicolás, se tomaron el tren hasta Retiro y llegaron a Buenos Aires en marzo de 1920. Un año después ya habían comenzado a trabajar juntos, como arquitectos independientes.
Antes de recalar en Argentina participó de la Primera Guerra Mundial, que terminó por separar al Imperio Austro-húngaro. Recibió distintas condecoraciones y peleó en diferentes frentes. Y también participó de un conflicto que se llamó la “Revolución de los Crisantemos”. “Para esa época desarrolló un sistema que le permitió construir en semanas unas 48 viviendas para damnificados por la guerra. Tenía obsesión por la vivienda social, por eso diseñaba sistemas constructivos baratos”, detalla Kálnay hijo.
Desde que logró instalar su propio estudio –primero junto a su hermano y luego solo– nunca dejó de diseñar y construir. Pero muchas de sus obras fueron pasadas a degüello.
En la página web andresyjorgekalnay.blogspot.com Alejandro Machado homenajea la obra del húngaro y con un trabajo exhaustivo logra identificar a las que siguen en pie y las que desaparecieron.
Moderno y evolucionado, Kálnay también viró en sus diseños, que terminaron explorando las raíces del racionalismo. Para la década del 60 dejó de construir y se dedicó a pintar y a revisar sus ideas filosóficas, plasmadas en diferentes libros. Y a casi 30 años de su muerte quizá está pendiente un homenaje a uno de los grandes constructores de la Ciudad.

SUS OBRAS CUMBRE


Sus obras cumbre.

Hiperactivo, tal como lo describió su hijo, Andrés Kálnay finalizó en sólo cuatro meses y ocho días el edificio de la ex cervecería Munich, encargado por el empresario Ricardo Banus. Además de los vitrales, el húngaro diseñó barandas, lámparas, la vajilla y hasta los muebles. También elaboró los elementos escultóricos que decoran el edificio –como camareras alemanas con bandejas llenas de chops– y símbolos que remiten al mundo de la cerveza y a la cultura de la ciudad de Munich. La cervecería iba a ser la obra más importante –de una serie de edificios que aún siguen en pie– en una zona de la Ciudad que comenzaba su transformación. Ya con Puerto Madero funcionando, el intendente Joaquín Llambías (1916–1919) impulsó la construcción de la Costanera Sur como un paseo. Se construyeron primero el boulevard y las glorietas, y en 1918 llegó la “Fuente de las Nereidas”, de Lola Mora. 9 años después, la Munich y cinco edificios más, de los que se conservan cuatro, como el que ahora es un salón de fiestas (Brisas del Plata) y la ex casa de la Cruz Roja, que se transformó en templo judío. Como los terrenos de la costanera fueron ganados al río –se rellenaron con tierra que se sacó de los túneles del subte B– el arquitecto hizo la cervecería sobre una gran plataforma de hormigón armado. Enseguida la Munich se convirtió en el punto de encuentro de la alta sociedad porteña: políticos, famosos, intelectuales y artistas frecuentaban el lugar.

Fuente: clarin.com

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