ANDÁ A VILLA ORTÚZAR A VER SI LLUEVE

El Observatorio Central del Servicio Meteorológico es mucho más que los datos del tiempo.

Instalaciones. Están en Constituyentes, casi Beiró. De allí salen los pronósticos del tiempo, se estudia el clima y se capacita gente de toda la región. / SMN


Por Eduardo Parise

En las últimas semanas, un tema fue central para muchos habitantes del país y, sobre todo, para la gente de Buenos Aires: el calor. Es cierto que esto de la alta temperatura es una vieja costumbre que tiene el verano. Pero la seguidilla de días agobiantes fue tan fuerte que se convirtió en pesadilla. Ante esto muchos buscaron una referencia, una especie de oráculo, que anunciara cuándo llegaría el alivio. Entonces surgió el nombre de un lugar al que recurrir en estos casos: el “observatorio de Villa Ortúzar”.
Instalado desde julio de 1906 en lo que entonces eran terrenos fiscales y parte del Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria (que en 1909 se convirtió en la actual Facultad que depende de la UBA), lo más curioso del Observatorio Central de Buenos Aires (ese es su nombre real) es que no está en Villa Ortúzar, sino en Agronomía. La denominación popular se origina en que, en aquellos años de principio del siglo XX, la zona era parte del primero de los barrios. Recién en 1972, los límites iban a cambiar y la Avenida de los Constituyentes iba a quedar afuera de Ortúzar.
La entrada al observatorio (una dependencia del Servicio Meteorológico Nacional – SMN) está en Constituyentes 3454, a unos metros de la Avenida Francisco Beiró. El edificio, rodeado de un amplio parque, es lugar de trabajo para nueve observadores que están en la Estación Meteorológica, más cuatro especialistas del Departamento de Teledetección y Aplicaciones Ambientales, doce especialistas del Departamento de Vigilancia de la Atmósfera y Geofísica y diez docentes del Departamento de Capacitación, las cuatro áreas que conviven en el lugar. Trabajan en turnos rotativos de 24 horas, los 365 adías del año. Y lo hacen de acuerdo con los estándares internacionales de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Además de las antenas especiales que sobresalen en el edificio central, el lugar tiene equipamientos extraños para quien no está en el tema. Por ejemplo, hay unas casetas con persianas que se llaman “abrigo meteorológico”. Están a un metro y medio del piso (la altura promedio de una persona) y sirven para las mediciones de temperatura. También hay un termohidrógrafo, un aparato que, con un sistema de relojería y una pluma, deja sobre un rodillo especial la tendencia de la temperatura y la humedad. Y para medir la cantidad de lluvia y el ozono están el pluviómetro y el espectofotómetro Dobson, un equipo que desarrolló el físico y meteorólogo británico Gordon Miller Bourne Dobson (1889/1976) en la Universidad de Oxford. Justamente, la unidad para medir el ozono lleva su apellido.
El Departamento de Capacitación tiene un alto valor: la OMM lo reconoce como Centro Regional de Instrucción para América del Sur. Es porque allí se hacen cursos técnicos para observadores meteorológicos y para todo el personal del SMN.
Como se ve, el “observatorio de Villa Ortúzar” es mucho más que los datos del tiempo que, cada día y a toda hora, se conocen a través de los medios de difusión. Y aunque esté afuera de las 130 manzanas que tiene el pequeño y casi desconocido barrio con el que lo identifican, es una dependencia importante para la vida cotidiana. Y quizá su nombre sirva algún día para contar la vida de don Santiago Francisco de Ortúzar, nacido en España en 1822. El hombre murió soltero y le dejó a un sobrino esas tierras donde ya, en 1827, se había radicado un grupo de agricultores alemanes que, a instancias de Bernardino Rivadavia, dieron origen al pueblo de Chorroarín, en homenaje a un reconocido sacerdote. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

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