EL ARGENTINO QUE LE CAMBIÓ LA CARA A MIAMI
A FUERZA DE ARTE Y LADRILLOS


Jorge Pérez. Constructor y coleccionista
Arte en casa. Pérez en el jardín de su vivienda junto a una escultura de Bastón Díaz.
Por Patricia Kolesnicov
Miami. Enviada Especial

No es defecto, es virtud ese acento raro que tiene Jorge Pérez, no soy de aquí ni soy de allá, o más bien, soy de aquí y también de allá. Es virtud: “El triunfo de Pérez en la Miami urbana y multicultural del siglo XXI quizá se deba a que ha logrado representar en sí mismo la triple identidad latinoamericana, cubana y estadounidense de la ciudad”, arriesga Hernán Iglesias Illa en su libro Miami. Así que acá, en los sillones de su casa en Coconut Grove –espléndida y cálida, si eso es posible–, acá, a metros del mar y a pasos de su propio amarradero, Pérez dice que sí, que es argentino, que vivió en Buenos Aires hasta los 9 años, que va a Buenos Aires dos, tres veces al año, que es “la ciudad más linda de las Américas ”. Chan. Los argentinos no decimos “las Américas”, decimos “América”, a secas. De eso hablábamos al principio. Ese es el hombre que hoy da nombre al Museo de Arte de Miami. No es un artista: el directorio del Museo aceptó que la institución se llamara Jorge Pérez Arts Museum of Miami Dade County después de que el señor le donara 40 millones de dólares entre obras –Wifredo Lam, Diego Rivera, Joaquín Torres-García, Antonio Berni, Alejandro Xul Solar, siguen firmas– y billetes. Algunos se enojaron; cuatro miembros del directorio renunciaron, alguno argumentó que no quería donar lo suyo para mayor gloria de Pérez. Pero la mayoría aceptó con felicidad y hace unos días Pérez y su hijo menor cortaron una ancha cinta rosada e inauguraron el nuevo edificio de museo. Dieciocho mil metros cuadrados, frente a la Bahía Biscayne. Y ahora viene la cuestión de cuánto tiene alguien capaz de donar 40 millones de dólares. La cifra pública, en este caso, son 1500 millones de dólares. Que Jorge Pérez amasó, enmantecó, horneó y desmoldó levantando edificios, sobre todo en Miami. Con la idea de hacer de la ciudad un verdadero centro urbano. Y, más adelante, un lugar de consumo de lujo, algo que incluye diseño y... ya llegamos al punto: obras de arte. En fin que para los documentos Jorge Pérez nació en 1950 en La Lucila, provincia de Buenos Aires. Era el hijo de dos cubanos; él, ejecutivo de un laboratorio; ella, una académica que llegaría a simpatizar con el Che y Fidel. Cuando tenía 9 años, la familia volvió a Cuba por trámites de una herencia y ahí los encontró la Revolución: se fueron a Colombia. Estudió en Estados Unidos –Economía, Filosofía y Planificación Urbana– y ahí, cuenta, empezó a coleccionar obras de arte: “Afortunadamente para mí, el arte latinoamericano casi no tenía valor económico en ese tiempo y podías comprar obras magníficas por casi nada”. Cuando egresó fue planificador urbano en Miami y empezó a construir. Viviendas sociales primero, más lujosas después. De ahí su ruta, hasta los 1500 millones. Y ahora el bronce, el museo. Y esta casa, con más obras de arte de las que se pueden ver en una visita. Hasta en el baño. En serio.
La cita con las periodistas es a las 8.30 y por 15 minutos. Llegamos puntuales, pero Pérez no está, está dando una entrevista arriba, en su cuarto. En el recibidor nomás hay obras de Guillermo Kuitca, de Antonio Seguí, de Eugenio Dittborn, de Matías Duville. Un paso hacia el living y aparecen también las fotos familiares: con los hijos de su primer matrimonio, con su esposa Darlene –que es gastroenteróloga y ejerce–, con Bill Clinton, con Obama. En el jardín se oyen las olas. “No tenemos cuándo disfrutar este lugar, siempre hay algo que hacer”, dice Darlene, que se sienta, conversa, ofrece café, frutas, tortilla de papas. Hasta que baja Pérez y se acomoda en uno de los sillones del ¿patio?. Sin apuro: la entrevista durará más de una hora. “Nadie creía que Miami pudiera tener un museo de esta calidad”, se ufana. “Empezamos hace 20 años, con un museo que no tenía colección propia. Pero aquí hay buenos coleccionistas, y ahora están donando... Hace 12, 13 años la feria Art Basel, que es la más importante del mundo, tomó una decisión, después de estudiar todas las ciudades de Estados Unidos: en vez de irse a Nueva York, decidieron venirse a Miami. Esto por la localización geográfica de Miami, entre Latinoamérica y Norteamérica. Miami es la capital de las Américas. Hoy en día Art Basel Miami es más grande que Art Basel en Basilea. Ha sido un éxito total y cimentó a Miami como capital de arte. Y el arte empezó a crecer de forma increíble, las galerías que han abierto son de todas partes del mundo. Este museo es la culminación de este centro de arte que nos estamos volviendo”.
–¿Cómo eligieron el diseño?
–Vimos a varios arquitectos y elegimos al estudio suizo Herzog & de Meuron, el mismo de la Tate Modern de Londres. Nos gustó que entendieran lo que era Miami: el sol, la luz, la modernidad. Creo que el museo va a ser un símbolo de Miami.
–El PAMM abre con una muestra de un artista muy político, el chino disidente Ai Weiwei.

–Ai Weiwei es chino, pero expresa mucho de lo que ha pasado en aquí, que mucha gente ha venido aquí por cuestiones políticas o económicas, para buscar una vida mejor. Ai Weiwei no pudo ni venir a la apertura de la muestra, creo que es muy importante que el museo abra con un artista de protesta. Hay otra muestra también, de Hew Locke que son barcos, parece hecho por un cubano hablando de venirse de Cuba en los barcos y no, es un tipo de Guyana, que se va a Escocia. Se considera un artista inglés, pero nunca pierde el lugar de donde vino y lo ves en los barcos, es un gran artista y creo que estamos muy conscientes de lo que es Miami: una ciudad de inmigrantes. Es una ciudad que especialmente el cubano y el latinoamericano han hecho lo que es y eso nos da mucho orgullo.
En un rato, cuando la charla termine, Pérez sacará al contingente a pasear por el jardín, que por supuesto está poblado de esculturas. Dice que compra cada vez más arte joven, contemporáneo, da algunos nombres, como el del arentino Matías Duville (“tengo cuatro obras, lo vi por primera vez en ArteBA) o el de Carlos Huffman, de quien acaba de comprar dos obras. “Eduardo Stupía es un artista muy reconocido, me gusta mucho y me encanta hablar con él y le hice un regalo de un cuadro precioso de él a Darlene, porque nos volvemos amigos de los artistas”.
No lo dice así, no dice “vínculos”, pero a eso vuelve a cada rato. Cuenta que un amigo suyo es dueño de un edificio, en Buenos Aires –el Central Park– pintado por Pérez Celis. Y que ahí “me hice superamigo de Huffman, de Kuitca, de Noé... Y vamos todos a La Boca, a tomar tragos. Me encanta porque es un ambiente muy bohemio, que yo no vivo todo el día, yo estoy todo el día con saco y corbata... Y no hablan de cosas como el real estate (el negocio inmobiliario)...” De eso habla. De los artistas amigos. Del que le hizo una escultura cuando nació su hijo. “Y se me pone la piel...” dice, y se pasa la mano por el brazo. “Uno se vuelve amigo”, subraya. “Amigo.” –Pero usted mezcla arte y negocios, sus condominios tienen obras de arte.

–Yo quiero entrar a un lobby que no sea comercial, que sea artístico, que tenga algo del alma. Creo que la gente se siente mejor rodeada de arte. Bueno, yo me siento mejor. Nos ha ayudado no solo a vender sino a crear edificios mejores, mucho más vivibles.
–Usted contrata a artistas de primera línea ¿no encarece mucho eso los departamentos?

–Si me cuesta 2, ¿voy a llevarme los 2 o 3? Uno hace el cálculo económico y siempre he creído que lo que he puesto en arte, en diseño, le agrega valor a la propiedad.
–Tiene proyectos por todas partes. ¿En Argentina?

–En Argentina nunca hemos podido hacer un proyecto, hemos tratado, god knows que hemos tratado, pero siempre hay algo, siempre hay una para . Porque el gobierno tal cosa, porque no dieron las aprobaciones y nos cansamos de esperar... Ibamos a hacer algo al lado de Puerto Madero, donde había una sede de Boca. Gastamos dinero haciendo planos, nos reunimos con el presidente Néstor Kirchner, con una cantidad de funcionarios del gobierno, yo creí que todo iba a ir bien y nunca llegó la aprobación.

Fuente: clarin.com

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