DOS NUEVOS EDIFICIOS SE AGREGAN A LA OFERTA DE LONDRES

El autor repasa JW3, el nuevo centro comunitario judío diseñado por Lifschutz Davidson Sandilands, y la Serpentine Sackler Gallery, de Zaha Hadid.
JW3. Frente del edificio diseñado por Lifschutz Davidson Sandilands (Fotos Hufton + Crow).

Por ROWAN MOORE * - ESPECIAL PARA THE GUARDIAN Y ARQ

 

Dos edificios, uno todo ángulos rectos, el otro todo curvas. Uno es JW3, el nuevo centro comunitario judío de Finchley Road, norte de Londres, diseñado por Lifschutz Davidson Sandilands; el otro es la Serpentine Sackler Gallery, remodelación y ampliación de un depósito de pólvora de 1805 que servirá de anexo a la Galería Serpentine, diseñada por Zaha Hadid. A 12 millones de libras y 14,5 millones de libras, el costo de ambos es similar, aunque JW3 tiene más del doble de superficie que la galería. Uno tiene que ver con resolver problemas, el otro con crear un problema –o, para decirlo con otras palabras, satisfacer una ambición-. Representan polos –mutuamente excluyentes- de la arquitectura británica contemporánea.
JW3 es un invento de la filántropa Dame Vivien Duffield, que, inspirándose en los J, pensó que debería haber uno en Londres.

JW3. Interior del complejo (Hufton + Crow).

En los Estados Unidos, estos centros son comunes. La mayoría de las ciudades de cualquier tamaño tienen uno y pueden remontarse a un siglo y medio atrás. Brindan servicios a los judíos pero también a los gentiles, ofreciendo cosas como piletas de natación a la comunidad toda. JW3 tiene una guardería, una sala para espectáculos de artes escénicas y eventos, un café y restaurante, un cine, estudios de danza, centros de aprendizaje y un centro de recursos. También posee un espacio exterior bajo nivel que puede usarse para conciertos, patinaje sobre hielo o granja temporal. Una pequeña torre de departamentos, que reemplaza las viviendas que antes había en el sitio, se levanta en un extremo.
En su aspecto arquitectónico, la forma elegida para expresar su identidad es casi no expresarla. “¿Qué es la arquitectura judía?” pregunta Alex Lifschutz de Lifschutz Davidson Sandilands. “No se diferencia de ninguna otra”. Lo más que puede decirse es que este edificio desciende de la escuela de diseño Bauhaus, algunas de cuyas luminarias eran judías, algunas de las cuales crearon el centro de edificios modernistas de Tel Aviv, algunos de los cuales se parecen un poco a JW3.

JW3. Imagen del edificio de noche (Hufton + Crow).

La construcción de hormigón gana en calidez con toques de color y madera y ladrillo en el bloque de departamentos. Los elementos de bronce y cobre suman calidad. Todo está bien hecho y pensado y la luz es buena. Parece una buena escuela secundaria o biblioteca de los años 60 (lo cual, por si se lo preguntan, es un cumplido) que hubiese sido mejorada con impermeabilización y sostenibilidad en el último medio siglo. No busca ser revolucionaria sino buena.
Los puntos más débiles aparecen cuando la cuidada eficiencia de JW3 no se relaja. La guardería se parece demasiado a oficinas reconvertidas y el espacio exterior es rígido y frágil. Se podría haber disfrutado más de la diversidad y los contrastes del programa de necesidades, pero la paleta de materiales y detalles elegida no lo fomenta. El edificio además es menos atractivo cuando se lo ve por primera vez, cuando se presentan a la calle pantallas acústicas reflectantes de vidrio mitigadas por plantes, que por ahora parecen incómodas.
SERPENTINE SACKLER GALLERY. La obra de Zaha Hadid es una adición a la Galería Serpentine (EFE).
Con curvas de autor

Zaha Hadid, entretanto, dice que quiere crear algo “fantástico”, y casi toda la energía de su proyecto para la Serpentine Sackler se pone al servicio de alcanzar esta meta en un lugar en particular, que es un restaurante y “espacio social” bajo un techo protuberante enteramente blanco que parece un carpa y está adosado al viejo depósito de pólvora.El interior es ciertamente extraordinario, un ambiente de ondulaciones y capas de brillo hacia el cual descienden desde el cielorraso tallos huecos con luz. Si JW3 es como una escuela de los 60, esto es como otro elemento de ese período, un sobreviviente de una feria mundial olvidada, digamos un pabellón de astrofísica. Es una pieza de época instantánea que probablemente encuentre su mayor realización como salón de fiestas. Lo cual, dadas las altas tarifas de los alquileres para eventos, tendrá un papel importante en el plan de negocios de la Serpentine.
SERPENTINE SACKLER GALLERY. El edificio cuenta con la marca distintiva de Zaha Hadid (EFE).

Pero este momento de lo “fantástico” tiene su costo, que resulta más visible afuera que adentro. Las curvas, idealmente fluidas, a veces rechinan y tropiezan en los rincones y, si la estructura buscaba flotar, tocar el suelo levemente, más bien rola y cabecea. Juntas demasiado visibles traicionan la aspiración de lograr una superficie sin costuras y el edificio se vuelve menos convincente cuando tiene que enfrentase a la lluvia, los desagües, las manchas y las hojas muertas. Y, hablando del clima, sería lindo que el restaurante tuviera grandes ventanales que pudieran abrirse para comunicarnos con el parque exterior, pero el diseño no lo permite.
En el edificio viejo no se ve el mismo amor e interés que recibe el interior de la carpa. Su conversión en galerías en general es rutinaria, con un momento de torpeza cuando una viga nueva atraviesa indiferente la obra antigua. También encontramos una de las vistas arquitectónicas más extrañas de este siglo cuando el estudio futurista de Zaha Hadid adopta un estilo neogeorgiano sumiso y cuadrado para hacer que una nueva ampliación trasera haga juego con el depósito de pólvora. Debe haber mejores maneras de respetarlo que esta.
SERPENTINE SACKLER GALLERY. Zaha Hadid, con su obra por detrás (EFE).

JW3 y la Serpentine Gallery ofrecen alternativas: se puede ser sobrio y responsable o ambicioso y extravagante. Si, en la comparación de estos dos edificios, el primer enfoque sale mejor parado, en otros momentos será a la inversa. Pero se trata de una falsa oposición que pasa por alto la posibilidad de que la arquitectura opere en más de un registro. Es más, pasa por alto la necesidad de que los edificios se adapten, tanto atmosférica como funcionalmente, a sus propósitos. Si la búsqueda de lo fantástico de Hadid no conllevara la subordinación de casi todo lo demás y si Lifschutz se soltara en los momentos indicados, estaríamos ante algo verdaderamente especial.

*Crítico de arquitectura de The Guardian

Traducción: Elisa Carnelli.

Fuente: ARQ Clarín

OBRAS EL GRAN REMBRANDT VAN RIJN EN EL MUSEO TEYLERS




Las obras de Rembrandt tituladas “El regreso del hijo pródigo” (1642) y “El molino” (1641), que forman parte de los cien Rembrandts más hermosos que se dan cita a partir de hoy en el museo Teylers.

Fuente: EFE

INAUGURÓ CASA FOA 2013, LA FERIA DE DISEÑO

Funcionará desde el 4 de octubre y hasta el 10 de noviembre en la ex sede del Banco Torquinst en el microcentro.







Hace 28 años, en 1985, Mercedes Malbrán de Campos Menéndez creó Casa FOA con un objetivo puramente benefactor: recaudar fondos para la Fundación Oftalmológica Argentina Jorge Malbrán (las siglas de FOA remiten a la fundación, creada en 1964). A su vez, fue una excusa –que el tiempo convirtió en un must de la cultura argentina–, para experimentar acerca de las últimas tendencias en arquitectura, del diseño interior y el paisajismo, para aplicarlo al contexto de la vida comercial y aun cotidiana. Actualmente casa FOA se presenta como "un espacio para el libre desarrollo de la creatividad; un punto de encuentro en el que diseñadores, arquitectos y paisajistas seleccionados por su talento y prestigio comparten con el público sus búsquedas y sus hallazgos; un lugar para crear, renovar, construir y plasmar ideas en un juego abierto a todos", tal como informa su página web. Este año la exposición dirigida por las hermanas Inés y Mercedes Campos Malbran decidió elegir una gema arquitectónica del microcentro porteño, el ex Banco Tornquist, emplazado en Bartolomé Mitre 599. Son 4000 metros cuadrados entre planta baja y primer piso, de una obra erigida por el gran Alejandro Bustillo en 1926
Los de FOA lo han subdividido en más de 30 espacios de arquitectura e "interiorismo", donde el arte se hará presente, con instalaciones artísticas de ambientadores, vidrieras de tendencias donde se expondrán objetos de diseño, y talleres de oficios para exponer artesanías.
"La elección del edificio no fue difícil ya que se trata de un ícono de la Ciudad y constituye uno de los máximos representantes del historicismo neoclásico. Algunas de las novedades de esta edición es su caracterización por la fuerte y continua presencia de dos conceptos: arte y sustentabilidad", aseguró a la agencia Télam la directora de Casa FOA, Inés de Miguens. Y añadió: "No son 30 años, porque durante una edición realizamos dos casas al mismo tiempo. Es la edición número 30, de la que estamos muy orgullosas por el camino recorrido en búsqueda de lugares que el público no conoce, pero que tiene una riqueza arquitectónica o una historia cultural interesante." Un clásico que se repetirá este año es el concurso de diseño para difundir y premiar la creatividad y el talento, orientado al diseño de bancos urbanos.

CAMINAR Y PERDERSE PARA VIAJAR HACIA LOS RECUERDOS

Vive en París. Cuando viene, recorre la Ciudad y se reencuentra con lugares y circuitos que se hicieron entrañables en su juventud. 


Allá no hay. Sándwiches de miga y medialunas de grasa. “Son gustos ligados a la infancia”, dice. / GENTILEZA SMW

 

Por Einat Rozenwasser


Una ciudad con secretos escondidos. Además de los recuerdos de la juventud, mucho de la relación de Marilú Marini con Buenos Aires tiene que ver con el juego, el alimento para la imaginación que, dice, le generaban esos lugares por descubrir. Temporalmente de este lado del mapa (vive en París, aquí encabeza con Lito Cruz el elenco de 33 Variaciones en el Metropolitan Citi), lo cuenta con la maestría de su talla y es como visitar con ella cada uno de estos rincones que tienen recuerdos, olores, sabores.
“Durante un tiempo trabajé en el Teatro Argentino. Estaba cerca del pasaje La Piedad, en la calle Bartolomé Mitre. Siempre me fascinó, era como aislarse del ruido y el ritmo de la Ciudad. Un lugar recóndito y secreto”, invita.
De ahí a Costanera Sur, cuando todavía quedaban lugares en los que se podía comer y había shows. “En una época íbamos con la gente del Di Tella. Donde está la pérgola y el monumento a Luis Viale, ese hombre que en un naufragio salvó a una señora y a una niña dándole su salvavidas, recuerdo un acto muy fuerte en el que estos artistas tiraron obras al río. Como una manera de decir que si el arte no era mirado no tenía objeto”, avanza.
Había llegado al Di Tella como bailarina y Roberto Villanueva le ofreció su primer rol como actriz. “Tenía una gran concurrencia. Pienso que muchos venían a ver qué hacían los ‘locos’ del Di Tella, lo extravagante. Pero lo veían, no salían indemnes”, reflexiona.
Después a la avenida Corrientes, con los musicales Hair y Aplausos . “Estar ahí me hacía transitar por lugares como las librerías, que son como la cueva de Alí Babá, algo encantado. Las de Corrientes y las de Sarmiento, por atrás, porque hay cosas muy interesantes del otro lado. Me encanta la de Alberto Casares, en Suipacha, entre Lavalle y Tucumán. Porque tiene tesoros y porque él es una persona maravillosa, un conocedor muy delicado y espiritual de la literatura. Cada vez que podemos con mi marido (Rodolfo De Souza, también integra el elenco de 33 Variaciones ) vamos y nos instalamos”, cuenta.

-¿Qué buscan? ¿O que los encuentre a ustedes?

-Hay de todo, encuentros y búsquedas. Antologías, ahí compré el libro de Prilidiano Pueyrredón editado por el Fondo Nacional de las Artes. O todo lo que se empezó a reeditar de Slivina Ocampo.
Hay más con ese lugar. “Conocí Lavalle de adolescente, la calle de los grandes cines. Siempre era muy animada, pero ahora mucho más. Una calle que era de paseo se convirtió en una calle de mercado con muchísimas propuestas. Pasan cosas todo el tiempo, el Centro está mucho más agitado y en la librería de Casares hay silencio, hay espacio y hay tiempo. El tiempo, hoy en día, es una de las cosas más raras de encontrar”, reflexiona.
La recorrida sigue por el café Los Galgos, la tienda de Pablo Ramírez, el Café Rivas, el restaurante El Globo y el Plaza, donde va a comer puchero los domingos. “Me gusta caminar y perderme. Y observar la arquitectura, todo lo que es art decó es fantástico, aunque desgraciadamente hay que mirar para arriba porque la parte de abajo ha sido diezmada. El otro día grabé en una escuela para niños sordomudos en Devoto, sobre la avenida Lincoln al cuatro mil y pico, un petit hotel de un refinamiento y una calidad de materiales... O los edificios del arquitecto Alejandro Virasoro que están sobre Laprida, entre Santa Fe y Las Heras”, repasa.
A pesar de las patisseries y los croissants, en París extraña los sándwiches de miga y las medialunas de grasa (especialmente los de La Pasta Frola). “Son gustos ligados a la infancia, a la adolescencia, como la madeleine de Proust”, compara. Como La Giralda, detenida en el tiempo. O El Gato de Oro, un lugar querido por Villanueva. “Por eso mismo me encantaba ir a caminar por La Boca con Jorge Luz, éramos muy amigos. El había trabajado mucho en el teatro que había creado Cecilio Madanes en Caminito y lo querían todos. Era como visitar un gran patio donde los vecinos lo saludaban, por ahí nos invitaban a alguna de las casas. Es otro barrio que tiene lo que todos conocemos pero, también, cosas que son secretas”.

Fuente: clarin.com

EN LA MECA DE LA ARQUITECTURA, UN HOMENAJE A TESTA

En la Bienal Internacional, entre figuras de todo el mundo, lo más comentado fue la muestra para recordar al gran Clorindo.
El estudio. Fue recreado con maquetas y dibujos de Testa. / NÉSTOR GARCÍA

Por Berto González Montaner*

 

Por una semana, Buenos Aires fue la meca de la arquitectura. Unos 60 conferencistas llegados de los cinco continentes participaron en el Auditorio Buenos Aires de la XIV Bienal Internacional de Arquitectura.
El broche de oro lo pusieron el viernes por la noche César Pelli, el más famoso y el más querido de los arquitectos argentinos exitosos en el exterior; y Jorge Silvetti, otro argentino radicado en los Estados Unidos quien fue decano de Arquitectura en Harvard, uno de los faros de la disciplina a nivel mundial. Silvetti junto a su socio Rodolfo Machado, luego de mucho precalentamiento teórico e intelectual, vienen haciendo en las últimas décadas unos edificios sin precedentes, de gran refinamiento y sofisticación conceptual. Entre sus obras más importantes se destaca la Villa Getty en California, una especie de acrópolis que les llevó 12 años construir. Y un centro de estudios para diversas religiones en uno de los bordes de la plaza Washington para la Universidad de Nueva York. Los temas que los ocupan están relacionados con los ámbitos universitarios, los museos y las bibliotecas: Y el que profundamente les preocupan, es el tema de la arquitectura como cultura.
César Pelli, como señaló el actual director de la Bienal, Carlos Sallaberry, tiene el invicto. Desde 1985 en que Jorge Glusberg fundó esta bienal, no faltó a ninguna y ya comprometió su asistencia a la próxima en 2015. Sintiéndose casi como dueño de casa dijo al público que colmaba el auditorio: “Yo voy a estar, espero que ustedes también”. Mostró obras exquisitas, varios teatros y muchas torres corporativas de gran altura y elegancia. La que empezará a construir acá en Catalinas Norte para el Banco Macro. Las Maral Explanada que está haciendo en Mar del Plata. La que hizo en Milán, la Nueva Puerta de Garibaldi, que emerge con una punta que se divisa desde toda la ciudad. Y la Torre Costanera de Santiago de Chile que se dibuja orgullosa contra el majestuoso fondo de la cordillera.
Pero sin duda lo más comentado de esta bienal, tanto por los asistentes nacionales como internacionales, fue la muestra homenaje a Clorindo Testa en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Tuve la suerte de que justo cuando me acerqué a recorrerla, llegaba Juan Fontana, el cercano colaborador de Testa y curador de la muestra. “Quisimos reproducir el clima y el espíritu del estudio. De alguna manera es lo contrario de lo que en general se expone en la Bienal… En vez de obras, pusimos muchos dibujos, maquetas, instalaciones… los proyectos. Después de todo, hicimos muchos proyectos y concursos; no tantas obras”. “Fijate –me dijo como si hiciera falta constatar su afirmación– para Ciudad Konex hicimos una gran cantidad de planos y finalmente lo que se construyó fue solamente la escalera…, una instalación”. Así guiado por sus explicaciones recorrí la muestra que estará colgada hasta el 20 de octubre en este lugar, obra del mismo Testa.
En el medio de la sala hay una mesa larga que aloja una infinidad de maquetas, casi miniaturas, de cartón pintadas con colores intensos. En contrapunto aparecen varios ramilletes con puntales de obra en escala real. ¿Qué significan?, le pregunté a Fontana. Surgieron a partir de la instalación “Apuntalamiento para un museo” que hizo en la década del 60 con la finalidad de hacer una crítica a la deplorable situación edilicia que sufría el Museo Nacional de Bellas Artes. Y volvieron a aparecer con nueva forma en la instalación que armó para el pabellón argentino de la Bienal de Venecia del año pasado.
Casi en la entrada de la muestra, Fontana reprodujo el cuartito que funcionaba en el estudio como archivo con los 477 tubos que atesoran dibujos técnicos, originales y planos en calco vegetal de las obras y proyectos realizados desde la década del 50. Sobre las paredes desparramó prolijamente y bien enmarcados dibujos conceptuales y bocetos, de esos “garabatos” que hacía Clorindo con marcadores de colores. También, paneles con proyectos, fotos de obras y desempolvó la legendaria serie Habitar, trabajar, circular, recrearse. En esa instalación de 1974, compuesta por 120 paneles de 70 x 70 centímetros, dibujó magistralmente con aerosoles de color una ácida crítica al reduccionismo del urbanismo moderno.
El cóctel de cierre de la Bienal fue en este mismo lugar. Allí me volví a topar con Pelli que como un niño emocionado me arrastró en medio de la multitud a ver nuevamente los 120 dibujos de Testa. “¡Fantástico!” exclamaba Pelli. “No los conocía. Nunca me los mostró… Ja, ja”, se reía lleno de felicidad ante la sorpresa. “¡Qué dibujos fantásticos! ¡Qué mano!” Hacía pocos minutos se había retirado silenciosamente otro de estos personajes que podrían formar parte de lo que Sábat llama “Gente imprescindible”: Victor Pelli, uno de los hermanos de César, que como él mismo aclara “atiende en otra oficina”. Desde el Chaco, se dedica hace décadas a la vivienda social y es uno de los grandes referentes argentinos en estos temas.
* Editor General ARQ

Fuente: clarin.com

OBRA DE ARTE QUE NO FUE PURA ESPUMA

El edificio de la Cervecería Munich, pura calidad construida en solo cuatro meses de 1927.
El frente y el interior. En el edificio del arquitecto Andrés Kálnay ubicado en Costanera Sur se lucen los detalles. En el interior, todos los vitrales tienen imágenes relacionadas con la cerveza. Hoy allí funciona el Museo del Humor.
Por Eduardo Parise

A principios de aquella década, Buenos Aires era una ciudad en expansión y la llegada de muchos inmigrantes la convertían en cosmopolita. Entre quienes arribaron en 1920 estaba Andrés Kálnay, un arquitecto de jóvenes 27 años. De origen húngaro, Kálnay se había embarcado en Nápoles con destino a EE. UU. Con él viajaba Jorge, su hermano mayor. Pero aquel barco no iba hacia el norte de América y los hermanos terminaron en San Nicolás de los Arroyos, a unos kilómetros de esa ciudad que crecía. Aquella jugada del destino hizo que aquí ambos se convirtieran en figuras importantes para la vanguardia y el desarrollo de la arquitectura moderna en la Argentina.
Juntos se destacaron con distintas obras. Pero el símbolo del talento de Andrés Kálnay (Budapest 1893/Buenos Aires 1982) aún se luce en la Costanera Sur: la cervecería Munich. Inaugurado el 21 de diciembre de 1927, el edificio fue realizado en poco más de cuatro meses, algo que parece increíble por la calidad y los detalles de la estructura. Por ejemplo: tiene una losa de hormigón armado de un metro de espesor y en el subsuelo tenía una instalación frigorífica con una capacidad de 50.000 litros (equivalía a 1.000 barriles) y cañerías que llevaban 1.500 litros de cerveza hasta distintos sectores del edificio.
Aquella obra se había desarrollado por pedido de Ricardo Banús, un empresario catalán que era dueño de distintas cervecerías tipo Munich. El hombre tenía locales en Avenida de Mayo entre Bernardo de Irigoyen y Tacuarí; en Cangallo casi Pueyrredón; en la avenida Santa Fe al 4400 y en Paraná al 200, cerca de la avenida Corrientes.
El éxito de sus negocios fue lo que lo impulsó a crear aquel magnífico edificio que pensó y ejecutó Andrés Kálnay. Concebido como una obra de arte, fue una perla más en el paseo de la Costanera Sur que incluía el balneario y otras confiterías. La Munich, según los especialistas, tiene en su diseño mucho del Art-Decó francés, detalles de lo que se conoce como la Escuela de Viena y una influencia del Purismo checo.

Obra de arte que no fue pura espuma

Pero la influencia del arquitecto húngaro no estuvo sólo en el diseño que desarrolló la empresa constructora que encabezaba el ingeniero Federico Kammerer. Kálnay también pensó los vitrales y muchas de las imágenes que decoran el edificio. El tema central, obviamente, es la cerveza. Y ese detalle se refleja en la muy repetida imagen de un pequeño monje y una cabra. Ambos hacen a la historia de esa bebida.
Dicen que lo del monje tiene relación con una congregación de italianos de San Francisco de Padua que estaban en Baviera y que desarrollaron la bockbier (cerveza negra), que tenía una capacidad energética especial. Y la cabra es porque afirman que la palabra bock, en algunos dialectos alemanes, simboliza al macho cabrío, un animal con una energía especial.
La cervecería funcionó hasta principios de la década de 1970. Después, pasó por varias manos y hasta estuvo al borde de su demolición. Pero en febrero de 2002 el edificio quedó a cargo del Gobierno de la Ciudad y no sólo se salvo sino que en junio del año pasado fue consagrado a ser sede del MuHu, el Museo del Humor de Buenos Aires. Lo concreto es que el edificio de la Munich sigue en la Avenida de los Italianos 851 y tanto locales como visitantes pueden disfrutarlo.
Es que las obras de Andrés Kálnay están para eso, igual que las que hizo junto con su hermano Jorge. Quizá el ejemplo que pensaron juntos y que vale apreciar sea el que, en 1926, hicieron en Avenida de Mayo 1333, con salida también sobre Rivadavia 1330. De estilo Art-Decó, ahora allí funcionan oficinas de la Policía Federal. Pero la construcción fue pedida por Natalio Botana para la sede del histórico diario Crítica. Inaugurado en 1927, en su decoración se destacan imágenes de la cultura y el arte precolombino, algo que atraía a Jorge Kálnay. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

ARTE : LA NATURALEZA DE LAS COSAS


A la manera de Leandro Katz

En el Espacio Fundación Telefónica, el artista sorprende con la potencia reflexiva de sus trabajos en fotografía y video, que se presentan interconectados; la muestra incluye una de sus obras más célebres, sobre la muerte del Che Guevara





La imagen de Marx, inconfundible, etérea y desdoblada en su propio reflejo, preside la entrada a la sala. Hacia el interior, paneles dispuestos en diagonal arman una suerte de quilla: el espacio desde donde se nos invita a ver la proyección de una larga bandera roja que se mece, oscila, disputa protagonismo al paisaje marino que la circunda. Horizonte perdido se llama la obra que, desde ya, dialoga con la espectral presencia del creador de El capital.
A Leandro Katz, artífice de este trabajo y de su cuidada puesta en escena, no le gustan las etiquetas. Por eso, más que como artista conceptual, prefiere definirse como alguien preocupado por alguna forma de pensamiento que por cuestiones ligadas a la belleza formal. En su obra se percibe un humanismo crítico, una mirada incisiva que atraviesa la cultura, bucea en sus gestos, disecciona sus artefactos. Una impronta tangible en sus creaciones fotográficas y videísticas, como lo demuestra Arrebatos, diagonales y rupturas, la exposición que, con curaduría de Berenice Reynaud, se presenta en el Espacio Fundación Telefónica (EFT).
Allí puede verse El día que me quieras, quizás una de las obras más célebres de este autor. Ensayo documental sobre la muerte del Che -o, más precisamente, sobre el pregnante poder de la fotografía que inmortalizó ese momento- es también una reflexión sobre las posibilidades que encierra la imagen en movimiento y los hallazgos que a veces suscita el pasaje a la imagen fija. Katz entrevista a Freddy Alborta, autor del póstumo registro del Che, y a partir de su testimonio -articulado con intertítulos, imágenes fílmicas, esmerado montaje y la indagación en el modo en que se organizó la toma (esa composición que tanto recuerda a La lección de anatomía de Rembrandt)- reconstruye un "detrás de escena" con destino de mito.
En su investigación, Katz trabajó con muchas otras fotografías tomadas aquel día de octubre de 1967. En una de ellas observó que había un hombre con una cámara de cine registrando el mismo cuerpo, los mismos ojos -abiertos aunque sin vida-, el mismo rostro fotografiado por Alborta y que luego tantos asociarían con la figura de Cristo. Lo increíble es que Katz encontró esa película, algunas de cuyas tomas se sumaron al particular ejercicio de indagación que realizó a partir de la imagen tomada en Bolivia. "La fotografía de Alborta es de una belleza escalofriante -dice al respecto-. Pero en las imágenes en movimiento del film lo que encontré es sordidez."
Poco tiempo después de haber producido El día que me quieras, llegó la noticia: se había descubierto la tumba clandestina con los restos de Ernesto Guevara. Katz, entonces, entrevistó a Alejandro Incháurregui, miembro del Equipo Argentino de Antropología Forense que participó de las excavaciones. De allí surgió el video Exhumación, continuidad temática del anterior, donde la intensidad de la palabra y del registro documental toman la delantera. Predominan los primeros planos de Incháurregui mientras habla (una ascética "cabeza parlante", al modo de los primitivos noticieros) y algunos registros impactantes, como el momento en que se extrae de la tierra una chaqueta verde, presumiblemente la que perteneciera al Che.

Arqueólogo de la imagen

La mayoría de las obras de la muestra, exhibidas en formato digital, fueron originalmente realizadas en celuloide. Pero a Katz no le preocupan los pasajes de soporte: "Es la naturaleza de las cosas -asegura, siempre sonriente-. Si la obra es fuerte, sobrevive".
Lo que sí le preocupa es la potencia reflexiva de sus trabajos. Y las conexiones que surgen entre ellos. Por eso la exposición está organizada en dúos de obras, dispuestas entre paneles que, discretamente, sugieren al visitante esas relaciones.
En Estación Los Ángeles, de 1976, Katz, mediante el movimiento de la cámara a lo largo de una vía de tren, retrata, en una única secuencia, sin cortes, a algunos habitantes de una comunidad bananera de Quiriguá, Guatemala. Luego, por medio de un sencillo mecanismo, "congela" algunas tomas por azar. El resultado es una sucesión de imágenes en movimiento y fijas, registro de la acción y detalles de la detención, todo a lo largo de una línea espacial continua.
Treinta años después, el autor regresó a esa misma región guatemalteca y filmó Paradox. Aquí la alternancia se da entre las imágenes que descubren, en medio de la intensidad agreste, las piedras milenarias del Dragón de Quiriguá (un antiguo altar maya, donde probablemente se realizaban sacrificios) y el registro documental de la explotación bananera en esa misma región, del cultivo al procesamiento de las frutas, desde los documentos en blanco y negro de las primeras factorías hasta los testimonios actuales. Las sugerencias son intensas, justamente porque no hay concesión ni con los ejes temporales ni con los culturales: en la belleza del monumento precolombino se esconden tragedias, diferentes pero no menos crueles que las que pueda evidenciar el presente. "No me interesa la perspectiva romántica -explica Katz-.La civilización maya y las factorías bananeras pertenecen a distintos períodos históricos, y ambas contienen injusticia y violencia."
De la violencia y sus estilizaciones también trata La visita, una interesante pieza que, con alusiones a la estética del film noir de la década del 40 -fundamentalmente, el uso del claroscuro y los encuadres opresivos-, escenifica un conflicto entre dos hombres, donde la tensión entre los cuerpos masculinos es violenta pero también contenidamente erótica.
Otro es el tono de las tomas lunares que se pueden ver en la sala de la planta baja del EFT. En un ambiente dispuesto a modo de útero femenino ("algo que le preocupaba a la curadora", confía Katz), se asiste a la proyección de varios aspectos de nuestro satélite. Una visión hechizante que también ancla en la singular perspectiva -¿política y arqueológica?- del autor: la luna como emblema de la cultura maya, pero también como motor de creación, impulso de renovación, silencioso espejo donde cada generación, desde las más arcaicas hasta las presentes, recrea sus modos de ver.

Fuente: ADN Cultura La Nación