La sede diplomática en el Palacio Ortiz Basualdo abrió sus puertas al
público.
Y en la plaza de Arroyo y Juncal se montó un mercado con
delicias gastronómicas. Habrá actividades durante toda la semana.
Deslumbrante. el
público disfruta de un momento único, en el interior del Palacio Ortiz Basualdo, de enorme riqueza patrimonial.
Por Romina Smith
En la plaza de Coubertin, en Cerrito entre Arroyo y Juncal,
hubo un punto de encuentro entre los que se acercaron a degustar las
crêpes y los macarons recién comprados en el Marché à la Française (una
pequeña y coqueta feria gastronómica llena de exquisiteces) con los que
formaron una larga fila alrededor de toda la manzana para poder ingresar
a la bellísima Embajada francesa, en su sede de Cerrito al 1300. Y en
la Plaza Francia, frente al Museo de Bellas Artes, casi 200 personas se
sentaron sobre el pasto para compartir un picnic con baguettes y clases
de idioma. Más temprano incluso hubo una multitudinaria bicicleteada
temática desde el Obelisco hasta el Planetario. Desde ayer, y hasta el
próximo domingo, Buenos Aires se viste de azul, blanco y rojo para
celebrar y acercar lo mejor de la cultura francesa a la Ciudad. Los
festejos arrancaron con una multitudinaria visita a la Embajada, en el
Día del Patrimonio Francés, y continuarán toda la semana con una agenda
de más de cien actividades gratuitas vinculadas a la gastronomía,
arquitectura, arte, moda, música y cine de Francia.
Esta es la
tercera vez que Buenos Aires tiende un puente cultural con los galos a
través del slogan Viví Francia. Y la largada de ayer fue bien
tempranera: a las 9.30, todavía con el frío de la primera mañana, más de
3.000 personas salieron a pedalear con globos de los colores de la
bandera francesa atados a sus bicicletas. El evento, organizado por el
programa “Mejor en Bici” del Gobierno porteño, no sólo tuvo los pedales
al tono sino también los premios, que fueron cedidos por las empresas
que auspician las actividades. A las 10 abrieron las puertas del Palacio
Ortiz Basualdo, que es sede de la Embajada de Francia y ayer se
convirtió en lo más convocante de los festejos. Y a esa misma hora
también se sumaron los diez puestos de la feria gastronómica en la plaza
de Coubertin, vecina a la sede diplomática, con todas sus delicias.
Según los organizadores, por el mercadito de exquisiteces pasaron unas
5.000 personas. Y se estima que unas 3.500 pudieron recorrer la sede (el
año pasado habían recibido 3.000 visitantes).
Hilda Erpen fue
una de las miles de personas que aguantaron la larga fila (que llegó a
dar vuelta la manzana) para entrar al palacio, una magnífica
construcción diseñada por el arquitecto francés Paul Pater para la
familia argentina Ortiz Basualdo e inaugurada en 1918. “Llegué hace más
de una hora con mucha curiosidad para ver cómo es la Embajada por
dentro. Mi abuela y mi bisabuela eran francesas y llegaron a Entre Ríos
en tiempos de Justo José de Urquiza”, contó la mujer. Muchos en la larga
fila tenían una historia similar, eran hijos o nietos de inmigrantes, o
tenían una conexión familiar que los acercaba a Francia. Otros se
acercaron por curiosidad. Elvira Tuñón, por ejemplo, comentó que fue
“para ver cómo es un palacio por dentro”. Y Clarisa Clement se acercó
para conocer una Buenos Aires que ya no está: “¿Era la ciudad
aristocrática, no es cierto? Dicen que tiene mezcla de estilos y que a
pesar de su valor casi la demuelen para ensanchar la 9 de Julio”. Fue
una visita excepcional, porque la Embajada francesa sólo abre sus
puertas al público una vez por año para sumarse a las “jornadas europeas
del Patrimonio”, un día en que 49 países europeos abren sus edificios
gubernamentales para que todos puedan disfrutarlos. “Esta es una
oportunidad única. Y vinimos para aprovecharla, con buen humor a pesar
de que llegamos hace dos horas y media”, sumó Hugo Roldán. Cerca suyo,
otras personas hacían colas (pero más cortas) para comprar quesos,
mermeladas y mostazas, entre otros productos, a precios más baratos que
en los comercios. A la tardecita, y a pesar del viento frío, todavía
había gente probando y comprando. El mercado abrió sólo por un día, pero
durante toda la semana habrá un circuito gastronómico francés por
distintos restós. Y para los que quieran comer como en París, pero sin
salir de Buenos Aires.
EL PALACIO
El Palacio Ortiz Basualdo, sede de la Embajada de Francia, fue
construido entre 1912 y 1918 para una familia argentina. Es obra del
arquitecto francés Paul Pater. En 1925 fue utilizado por el Príncipe de
Gales. Desde 1939 es sede diplomática del Estado francés. En
los 70 corrió peligro cuando se hicieron las obras de ensanchamiento de
la 9 de Julio. La presión de distintos sectores logró salvarlo.
En una década, el museo que cambió el
paisaje cultural de Buenos Aires recibió más de tres millones de
visitantes y duplicó la colección original; la nueva apuesta es la
ampliación.
Quizás
el dato más revelador sobre la importancia del Museo de Arte
Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) es que parece haber estado
siempre ahí. Es necesario un esfuerzo de la memoria para reconstruir el
escenario artístico porteño de una década atrás sin el edificio de
Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, sin su colección de arte
latinoamericano y argentino abierta al público, sin las muestras que
periódicamente traen el mundo a Buenos Aires, sin sus ciclos de cine y
sus encuentros con escritores, sin su tienda de diseño y su restaurante
de autor.
El Malba, que este mes cumple su primera década de vida,
desbordó los límites que por aquí se conocían para un museo de arte: hoy
es referencia para el público -incluso para aquel que podía sentirse
intimidado o poco inclinado a visitar museos-, parte central de la
oferta cultural porteña, un lugar deseado por los artistas y destacado
en el currículum de curadores y críticos, un paseo de fin de semana y,
sobre todo, un espacio que alejó la solemnidad del arte y subió la vara
de la calidad expositiva, de lo que tomaron nota todas las instituciones
preexistentes. De 2001 a hoy, una pasión privada se transformó -el
lugar común es inevitable y justo- en una pasión de multitudes.
En efecto, desde su fundación, Malba recibió más de tres
millones de visitantes, tiene un patrimonio que supera las 500 obras
-más del doble de las 228 fundacionales, pertenecientes al empresario
Eduardo Costantini-, organizó más de 120 exposiciones temporarias con
obras de 850 artistas, emplea a cien personas en su planta permanente y
editó unos 70 catálogos, relato ineludible de la historia del arte
contemporáneo regional y local.
"Malba es un espacio privado de exhibición pública; con
este perfil no había otros. Su apuesta siempre fue crear una colección
privada puesta a consideración de los especialistas", apunta a adn
Diana Wechsler, doctora en Historia del Arte y directora de la maestría
en Curaduría de la Untref. "La aparición de Malba fue un detonante bien
interesante para la escena artística argentina y porteña. Generó un
efecto altamente positivo en el resto de las instituciones porque puso
un estándar de calidad en los modos de exhibición, de presentar una
colección", dice.
En 2001, los espacios artísticos señalados entre los que
Malba iba a insertarse eran el Museo Nacional de Bellas Artes y el
Centro Cultural Recoleta, instalado ya como espacio de exhibición clave,
debido a los vaivenes que llevaron al Mamba a su cierre, por cinco
años, en 2005. En La Boca, la Fundación Proa, inaugurada en 1996, crecía
como un escenario cultural que hoy establece un contrapunto de
exhibiciones con el museo, con un modelo de gestión similar pero sin
colección propia.
"Malba nació casi sin competencia y encontró un nicho de
acción. Ésta es una ciudad culturalmente muy rica, que tenía una enorme
falencia con respecto a otros espacios de arte. El museo fue encontrando
su perfil a medida que el público también le fue dando uno", opina
Guillermo Kuitca, cuya muestra retrospectiva en Malba, en 2003, fue un
acontecimiento artístico de proporciones y, con 97.011 visitantes, ocupa
el cuarto lugar en las diez exposiciones más visitadas de la historia
del museo.
El propio edificio de Malba fue una señal de hacia adónde
apuntaba el proyecto de Costantini. Resistido en principio por algunos
vecinos de la zona, fue construido ad hoc para el museo, fruto
de un concurso internacional en el que participaron 450 propuestas de 45
países. Ganaron los jóvenes arquitectos cordobeses Gastón Atelman,
Martín Fourcade y Alfredo Tapia, que propusieron un edificio integrado
al entorno y con escala humana. Quizá por eso, por la luz generosa, los
ambientes amplios y la circulación sencilla y a la vista, los 6000
metros cuadrados de Malba -que costaron 20 millones de dólares- invitan a
quedarse.
Integrado al recorrido artístico porteño que empieza en
La Boca y termina en el Sívori, Malba es de origen y gestión privados,
pero intenta ampliar su acervo y mostrarlo; realiza acción social y
actividades culturales como podría o debería hacerlo cualquier museo
estatal. Ésa es una característica que se suele señalar en la gestión
del museo. "Malba cubrió el espacio privado y el oficial. Es difícil
darse cuenta de que en realidad es un museo privado, por su capacidad de
generar eventos, muestras y todo lo que hace alrededor", dice Kuitca.
Rápido de reflejos para sumar la iniciativa privada a la
gestión, el ministro de Cultura del gobierno porteño Hernán Lombardi se
encargó de que Malba fuera una parte integrada en el escenario cultural:
es la postal preferida para mostrar las multitudes que suele convocar
la Noche de los Museos, hito de la Milla Museos, sede del Bafici y del
Filba. "Malba es una contribución clave para el desarrollo cultural de
la ciudad, y ha tenido la virtud, para mí extraordinaria, de articular
sus acciones con las propuestas públicas de la ciudad. Eso para el
ciudadano es indistinguible y ha dado gran potencia a la oferta cultural
porteña. Nuestra relación con Malba es óptima", apunta Lombardi.
Menú artístico
El corazón de la propuesta de Malba está en su colección,
única en el país, de arte latinoamericano y argentino del siglo XX y
contemporáneo, que se muestra cada tanto con lecturas renovadas. Cada
año, el museo organiza además cuatro muestras temporarias -una de un
artista argentino, otra de un latinoamericano, otra de un norteamericano
o europeo y una que repite alguna de esas categorías-. La más
convocante en estos diez años fue la de Andy Warhol, en 2009 y 2010, que
atrajo a 196.022 visitantes, seguida por la de Antonio Berni y sus
contemporáneos, de 2005, con 110.681 visitantes, y con la colección de
Dadá y surrealismo de Vera y Arturo Schwarz, en 2004, con 98.120
personas. El menú de exhibiciones revela las intenciones diversas de
traer grandes nombres -Roy Lichtenstein, Hélio Oiticica, Frank Stella,
Xul Solar, Tarsila do Amaral- y reponer y rescatar a artistas argentinos
-Guttero, Yente y Lily Prati, Garabito, De la Vega, Grippo, Benedit-.
Además, las exhibiciones se prolongan en sus espacios abiertos e
internos, con puestas de curadores invitados o realizadas especialmente
para exponer en el museo.
"Malba es un lugar de encuentro para los artistas, que
son seres aislados por naturaleza. Ahí uno siempre encuentra a alguien",
sintetiza Marta Minujín, cuya retrospectiva de 2010 y 2011 convocó a
90.780 personas, "el 40% extranjeros", acota ella. Para Minujín, hay
algo del espíritu del Di Tella en el museo. "En el Di Tella todos los
días pasaban cosas, por eso había públicos distintos. Para que un lugar
tenga habitués, tiene que haber propuestas en todos los campos
de interés. Malba no tiene la velocidad del Di Tella, pero es el lugar
en el que eso sucede con más frecuencia", agrega.
Para Kuitca, "Malba colocó la calidad de las exposiciones
muy arriba. Hay muestras que se toleran en otros espacios y no se
tolerarían allí. Todos sabemos el nivel de exigencia. Además, no es un
museo exclusivamente local y eso es fundamental", dice.
Coincide con él Leo Battistelli, un artista rosarino que
expuso en Malba en 2003. "Como artista puedo decir que Malba me ayudó a
crecer, aprendí mucho. Siempre fue un museo con propuestas excelentes,
pero además tiene un cuidado intensivo por los artistas que pasan por
sus salas. Es uno de los pocos museos de América latina que muestra las
artes generosamente", afirma desde Río de Janeiro, donde vive.
Otros artistas remarcan un dato no menor en el escenario
local. "Malba es un lugar central porque alberga obra contemporánea, con
una propuesta abarcativa. Pero además, compra obra", señala Elba
Bairon, cuyos trabajos integran la colección del museo, adquiridos en la
edición 2011 de arteBA. En 2004, Malba inició un Programa de
Adquisiciones, motorizado por la activa Asociación Amigos de Malba, que
también alimentan otros donantes privados. Para el aniversario, una
acción de recaudación de fondos puntual está a punto de alcanzar los
100.000 dólares para comprar obras.
Alrededor del arte, además, Malba estableció una menos
promocionada pero muy activa red de acción social y cultural: visitas
para escuelas y propuestas para familias, recorridos para adultos
mayores y personas con discapacidad, programas que llevan el patrimonio
del museo a comedores e instituciones comunitarias. Su auditorio es sala
de proyecciones privilegiada del circuito alternativo: por allí pasaron
en estos años más de 450.000 espectadores y se estrenaron 20 films
argentinos.
Y más de 75.000 visitantes eligieron actividades del
programa de literatura, que convocó a José Saramago, David Lodge, Hanif
Kureishi, Mario Vargas Llosa, Juan José Saer, Paul Auster, entre otros,
ocasiones en las que el público desbordó la sala y ocupó las escalinatas
internas.
El museo que viene
¿Qué hay en el futuro de Malba, hasta donde alcanza la
vista? Para empezar, concretar el proyecto de ampliación, que sumaría
3500 metros cuadrados por debajo de la plaza República del Perú, que
aguarda tratamiento y aprobación en la Legislatura porteña. También, la
voluntad de que las obras de la colección circulen en el exterior -un
acuerdo con el Museo de Bellas Artes de Houston llevará obras de la
colección allí por primera vez en 2012- y en museos del interior del
país. "La institución creció tanto que parece haber rebalsado sus
propios límites. Malba es muchos museos en uno, ésa es la suerte y el
karma en el buen sentido que tiene", señala Kuitca.
Más allá de los números masivos, o las explicaciones de
gestión o curatoriales, probablemente parte del secreto del éxito de
Malba está en esa intimidad que facilita entre el artista y el público.
Que lo diga Kuitca: "Para mí, que no había hallado un modo de
reencontrarme con Buenos Aires, exponer en Malba fue como haber
encontrado el modo de volver a casa. Mucho público me descubrió, pero yo
descubrí al público".
VOCACIÓN DE SERVICIO
El empresario que impulsó grandes proyectos inmobiliarios
siempre supo que Malba no era una nueva casa sólo para las obras que
había reunido durante décadas de compra sistemática e informada. "Si
bien se fundó para alojar la colección permanente, pretendió ser casi
más que un museo, no diría un centro cultural, sino un espacio con una
identidad particular, donde distintos programas hiciesen sinergia y
pudieran llegar a un público diverso", sintetiza. Quizá por eso, para el
empresario, el corazón del museo está tanto en sus obras como en el
auditorio. "Es un espacio clave, un instrumento valioso y necesario para
que las actividades se potencien", dice. Escuchándolo, queda claro que
poco de lo que hoy es Malba se debe al azar o la improvisación.
Costantini tiene una oficina en el museo. La Fundación
Costantini cubre el costo operativo de Malba en un 60%, es decir, aporta
más de 12 millones de pesos. "Las restricciones presupuestarias son una
variable enorme, por el aumento que han tenido las exposiciones, los
costos operativos del museo y los valores del arte contemporáneo. Hoy
Malba tiene un déficit de tres millones de dólares por año", dice.
Su prioridad, una asignatura pendiente, es que el
gobierno porteño apruebe el proyecto de ampliación del edificio. Hay un
anteproyecto de ley en la Legislatura porteña. "Confiamos en que este
año el tema entre en la agenda legislativa. Queremos atraer la atención
de los legisladores, que visiten el museo y que podamos ilustrarlos
sobre las actividades sociales que hacemos", describe. El proyecto
incluye unos 3500 metros cuadrados por debajo de la plaza República del
Perú, lindante con el museo, una sala de mil metros cuadrados modulable,
un taller para chicos, dos auditorios y una plaza de esculturas
techada, de unos 500 metros cuadrados.
Sus otros planes son menos visibles pero de igual impacto. "Es necesario consolidar un board
y diversificar la financiación de Malba, para garantizar su
sustentabilidad a través del tiempo, no sólo desde el punto de vista
financiero sino también de la custodia de su misión", describe.
Costantini suele lamentar en público y en privado que en la Argentina la
ley vigente obligue a donar el 80% de los bienes a los herederos y sólo
permita usar un 20% de la fortuna propia para fines sociales o
culturales.
-¿Sigue pensando que el sector privado debería involucrarse más en proyectos culturales?
-Nos falta mucho, a los privados y a los gobiernos. El
gobierno no lo incentiva y ha desconfiado históricamente del sector
privado, con una visión fiscalista por razones de necesidad
presupuestaria. Además, muchas instituciones culturales o sociales se
manejan muy personalmente; es difícil encontrar a quien tenga vocación
de servicio y respete los derechos de la institución.
MALBA EN NÚMEROS
3.2 millones de personas visitaron el museo desde su fundación
500 obras integran su patrimonio; más del doble de la colección fundacional
850 artistas expusieron en Malba
120 exposiciones de arte argentino, latinoamericano e internacional se realizaron en el museo
70 catálogos se editaron
(Las cifras son aproximadas)
EXPOSICIONES MÁS VISITADAS
1. Warhol
Andy Warhol. Mr America (2009-2010) Curador invitado: Philip Larratt-Smith - 196.022 visitantes
2. Berni
Antonio Berni y sus contemporáneos. Correlatos (2005) Curadora invitada: Adriana Lauría - 110.681 visitantes
3. Surrealismo
Soñando con los ojos abiertos. Dadá y surrealismo en la colección de Vera y Arturo Schwarz, Museo de Israel, Jerusalén (2004) - 98.120 visitantes
4. Kuitca
Guillermo Kuitca. Obras 1982-2002 (2003) Exposición organizada con el Mncars-Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía - 97.011 visitantes
5. Minujín
Marta Minujín. Obras 1959-1989 (2010-2011) Curadora invitada: Victoria Noorthoorn - 90.780 visitantes
10 DÍAS PARA CELEBRAR 10 AÑOS
Malba celebra su primera década con un programa especial
de exposiciones y actividades gratuitas, del miércoles 21 al viernes 30
de septiembre
Exposiciones
Carlos Cruz-Diez: El color en el espacio y en el tiempo
(del 21 de septiembre al 5 de marzo de 2012). Una retrospectiva con más
de 120 obras del artista cinético franco-venezolano. Curadora invitada:
Mari Carmen Ramírez
Arte latinoamericano 1900-2010 (del 21 de
septiembre al 6 de febrero 2012). Un recorrido por el arte
latinoamericano del siglo XX, a partir de las obras emblemáticas del
patrimonio de Malba y de 14 piezas claves cedidas en comodato por el
Museo de Bellas Artes de Houston.
Malba. Diez años (del 21 de septiembre al 21 de
noviembre). Permite recorrer en imágenes y relatos los diez años de
Malba, su producción y aportes a la cultura local, regional e
internacional, a través de diferentes soportes. Incluye un espacio
dedicado a las redes sociales, desarrollado a partir de la comunidad
creada en Facebook y Twitter, que envió sus fotos (como la que aquí
reproducimos)tomadas en el museo para ser parte de los festejos.
Seminario internacional
"Arte latinoamericano: diez años de cambios, perspectivas
y proyecciones." Miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de septiembre, en
el auditorio. Entrada gratuita. Cupo limitado con inscripción previa en
www.malba.org.ar
Participan: Mari Carmen Ramírez, Hans-Michael Herzog, Natalia Majluf,
Luis Enrique Pérez-Oramas, Marcelo Mattos Araújo, Rodrigo Moura, Adriana
Rosenberg y Marcelo E. Pacheco, entre otros.
Explanada
Homenagem , de Nushi Muntaabski, con la
colaboración de Cristina Schiavi. Desde el 21 de septiembre, nueva plaza
seca inspirada en el proyecto paisajístico del artista brasileño
Roberto Burle Marx para la plaza República del Perú.
Educación
Kermesse Malba . Domingo 25 de septiembre, de 15 a 18. Propuestas recreativas para compartir en familia.
Cine y literatura
Ver agenda (pág. 26)
Lanzamientos:
Malba sube su colección on line . El patrimonio completo del museo estará accesible en la página web del museo: www.malba.org.ar/web/lacoleccion.php
Libro Malba. Diez años
Memoria fotográfica de la primera década del museo.
Guía de la colección permanente. En español, portugués e inglés.
En San Isidro / Muestra en el Multiespacio Darwin.
Hasta el lunes próximo se puede recorrer la exposición de obras de pintores y escultores.
Es
imposible que Arte Espacio almacén de arte, que se inauguró ayer
oficialmente al mediodía, no impacte y deje huellas. Primero, porque se
puede ver la obra de más de 130 artistas emergentes y de otros
consagrados, y segundo, porque el lugar es imponente: el Espacio Darwin
del Hipódromo de San Isidro (avenida Márquez 500) en todo su esplendor
recibe al visitante engalanado con instalaciones e intervenciones, desde
sillas y mesas hasta arte sustentable en terrazas soleadas y
agradables.
Lo primero que se aprecia al arribo es la instalación de
Dolores May llamada "Está mal visto amar con la cabeza llena de canas",
un fenomenal enredo de tubos de polietileno blanco que llevó tres días
ordenar y que se entrelazan en los añosos árboles. "Qué horrible", dijo
una inoportuna señora a otra que estaba a su lado, que resultó ser
Dolores May. "Bueno, es una expresión, no hay que tomarlo al pie de la
letra", respondió sonriente la propia Dolores May. Y agregó: "Yo también
me tiño".
Ya dentro del predio, que tiene dos plantas con stands
con lo que se le pueda ocurrir a la mente artística, la pintura,
fotografía, escultura y grabados se cruzan con actores vestidos de
diablos y de otros personajes menos identificables que caminan por los
pasillos llevando frases casi ininteligibles pero de paz.
La artista María Cinqui, por ejemplo, homenajeó a Gustav
Klimt con la hermosa obra "Salomé", que cuesta 2900 pesos. A un paso
está María Santa Cecilia con sus texturas y bordados, casi frente a las
muñecas de Claudia Paternostro, que son angelicales. Hechas en acrílico,
las figuras componen un conjunto llamado "Grupo de chismositas",
bellísimo y atractivo.
Agus Llorens impresiona con Latido, una obra de 0,60 por
0,90 ($ 2000). Se trata de fotografías hechas en 35 milímetros
estampadas sobre canvas, una tela de algodón donde la imagen se aprecia
en toda su profundidad. Entre los artistas destacados, además de Milo
Lockett, está Dominique Breard, una pintora que replantea "la
imposibilidad de preservar el pensamiento efímero", según declara en el
bellísimo catálogo de la muestra. En esta oportunidad sus "bollos de
papel" ya famosos se funden con las transformaciones de esos desechos en
origamis.
Casi todas las obras tienen el precio colocado debajo del
título, lo que posibilita que el artista pueda hablar más de su obra
que del costo, porque se pasa allí todo el día contando a quien quiera
escuchar cómo llegó a montar su obra.
Una escultura de The Beatles hecha por Marisa Frigerio
puede hacer las delicias de quienes aman al cuarteto de Liverpool, obra
que se encuentra muy cerca de la instalación "Soleil está cambiando",
una combinación de cinco conceptos diferentes sobre propuestas de
Pollock, Pressman, J. Hons, De Konning y Rotko.
"Lo bueno de este tipo de espacios es que es homogéneo y
se ve mucho el trabajo del artista. Nosotros trabajamos mucho porque la
cultura es lo que menos reditúa", dice a La Nacion la artista María
Santa Cecilia.
Ginette Reynal eligió este año la temática de los árboles
para hacerse presente en el almacén del arte. "Es la segunda vez que
expongo y estoy contenta porque me permite tener contacto con el
público. El año pasado hice algo más abstracto", comenta. Y se alegra,
además, de poder contribuir con una obra con el Hospital Materno
Infantil de San Isidro, al que todos los artistas deberán donar una
obra.
Además, los expositores tienen la obligación de vender al
menos una de las obras a 400 pesos, para que todo el que vaya tenga la
posibilidad de poder "consumir" cultura sin que esto signifique un
desembolso enorme. "Es cierto que mucha gente viene a comprar un cuadro
porque le combina con el sillón, pero termina eligiendo con los sentidos
porque esto le posibilita tener acceso a un universo mayor", comentó
una de las organizadoras.
Organizadoras, además, que recibieron al intendente
Gustavo Posse como a un viejo amigo y lo invitaron a cortar la cinta y a
recorrer las dos plantas. Posse agradeció la invitación y charló con
los artistas, mientras más de 50 personas hacían cola en la entrada para
ingresar al predio, a pesar de que faltaba una hora para que fuera
habilitada.
"Me gusta esto y me gusta pintar acá", dijo a La Nacion
Juan Danna, un artista que instaló su enorme tela al sol y comenzó a
pintarla a la vista de todos. ¿Más? Como el Almacén de Arte tiene sus
rincones gourmet, por poco dinero usted puede sentarse en una silla
intervenida -se recomienda la que tiene alas hechas con hojas- mientras
le enmarcan la obra.
SÓLO 80. LA IMAGEN DEL GENERAL SIN ARMAS, EN SUS ÚLTIMOS DÍAS DE GRAND BOURG.
Por Eduardo Parise
La figura es la de José de San Martín, el Libertador de
Argentina, Chile y Perú. Pero allí no hay uniforme. Tampoco sable corvo o
brioso caballo en actitud rampante. Junto al prócer se ven apenas dos
nenas que miran con admiración y respeto a un anciano. El monumento se
titula El abuelo inmortal y es el único en la Ciudad que recuerda al gran héroe de la Historia al final de su vida y con ropas de civil.
Realizada
en bronce por el ingeniero y escultor Angel Eusebio Ibarra García (1892
-1972) la obra está, desde el 11 de diciembre de 1951, a metros del
cruce de la avenida Mariscal Castilla y la calle Alejandro Aguado, en el
barrio de Palermo. Y, para su lucimiento, fue colocada sobre un
pedestal de granito, donde también hay tres bajorrelieves que evocan
hechos de la vida del general: lo muestran “cultivando sus dalias“, “en
la ribera del Sena“ y “limpiando sus armas“.
Como recuerda la
historia, San Martín murió el 17 de agosto de 1850. Pero en sus últimos
años pudo disfrutar del afecto de sus dos nietas: María Mercedes (había
nacido en Buenos Aires en octubre de 1833 y murió en París a los 27
años, intoxicada por un medicamento mal recetado) y Josefina Dominga
(nacida el 14 de julio de 1836 en Grand Bourg, murió en Brunoy –ambas
ciudades francesas– el 15 de abril de 1924). Las dos eran hijas de
Mercedes (hija del prócer) y Mariano Balcarce, quienes se habían casado
en septiembre de 1832.
La historia cuenta que, en 1837, el
general disfrutaba con esas “dos nietecitas cuyas gracias no dejan de
contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”. Y, según
recuerdan, su complicidad de abuelo hacía que olvidara la disciplina que
conoció su hija Merceditas, para que, alguna vez, las nenas hasta hayan
podido tener como parte de sus juegos las medallas que San Martín había
cosechado en su victoriosa y extensa campaña militar.
Los
investigadores que conocieron al escultor Ibarra García afirman que para
realizar la cara del general ya anciano, tomó la imagen de un viejo
daguerrotipo, aún conservado en el Museo Histórico Nacional. Pero dicen
que para las manos tuvo como modelo las de un amigo suyo, el músico
Pedro Ubertone. En cambio, la figura de las nenas están inspirada en las
imágenes de Susana de Tezanos Pintos y Lucía Arocena, dos chiquitas que
vivían cerca de su casa.
El entorno del monumento también es
acorde con la historia de José de San Martín. Muy cerca hay una serie de
figuras que recuerdan a personalidades que estuvieron entre quienes
ayudaron al Libertador. Así se ven las imágenes de Martín Miguel de
Güemes, Juan Martín de Pueyrredón, Gregorio de Las Heras, Antonio
Alvarez de Arenales, Bernardo O’Higgins y el mariscal Ramón Castilla. Y
el nombre de una de las calles recuerda al banquero español Alejandro
Aguado, amigo y protector de San Martín.
Al otro lado y frente a
la estatua, está la réplica de la casa que el general habitó entre 1834 y
1848 en Grand Bourg. Fue realizada por el arquitecto Julio Salas y la
inauguraron el 11 de agosto de 1946. El diseño es tres veces más grande
que la que ocupó San Martín en Francia. Es la sede del Instituto
Nacional Sanmartiniano y su construcción fue ordenada por Manuela
Stegmann, la viuda de José Pacífico Otero, el hombre que fundó la
institución el 5 de abril de 1933. Pero esa es otra historia.
Tercera en el ranking mundial de una guía de viajes.
La publicación la destaca por lo “barato que es pasar horas en cafés
elegantes donde los mejores escritores solían ir”. Un recorrido por
sitios que fueron estímulo para artistas nacionales y extranjeros.
Café Tortoni. Jorge
Luis Borges. El gran escritor era uno de sus habitués. Participaba en
La Peña, una agrupación de gente del arte y de las letras que presidía
el pintor Benito Quinquela Martín.
Por Nora Sánchez
Buenos Aires es la tercera ciudad del mundo para la inspiración artística. Al menos según los editores de las guías Lonely Planet, afectos a
establecer este tipo de rankings y que publicaron éste en su libro “Best
in Travel 2011”. “Es fácil introducirse en la creciente ola literaria
de Buenos Aires: principalmente porque es tan barato pasar las horas en cafés elegantes
donde los mejores escritores solían (y suelen) ir. Los de San Telmo y
Palermo son ideales para tomar un espresso entre gente de moda con
inclinaciones artísticas, mientras en el centro el glamoroso Café
Tortoni antes era frecuentado por el famoso escritor Jorge Luis Borges”,
dice la guía. Y recuerda que, en “El Aleph”, Borges ubica en la avenida
Garay el punto del espacio que contiene todos los otros puntos del
universo.
Según Lonely Planet, Buenos Aires sólo es superada por
Edimburgo, ciudad de Robert Louis Stevenson y donde JK Rowling escribió
Harry Potter, en Escocia, y por San Petersburgo, en Rusia, con una
tradición literaria que incluye a Gogol, Dostoievsky, Turgenev y
Nabokov.
Aunque es subjetivo ponderar las cualidades como musa de
una ciudad, es indiscutible que Buenos Aires inspiró a muchos artistas y
que sus cafés son propicios para crear. Dicen que Sábato
escribió “Sobre héroes y tumbas” en el Bar Británico. Y que Homero Manzi
creó la letra del tango “Sur” en El Aeroplano, hoy La Esquina de Homero
Manzi (San Juan y Boedo). Actualmente, algunos buscan un clima
artístico en sitios como Eterna Cadencia (Honduras 5574) o Crack Up
(Costa Rica 4767), dos cafés-librería, en Palermo. Pero los cafés
clásicos son los que más historias esconden.
A pesar de la
lluvia yo he salido/ a tomar un café. Estoy sentado/ bajo el toldo
tirante y empapado/ de este viejo Tortoni conocido...
, escribió Baldomero Fernández Moreno. En el Café Tortoni (Avenida de Mayo 829), entre 1926 y 1943 se reunía La Peña, comandada por Benito Quinquela Martín y frecuentada por Alfonsina
Storni, Juana de Ibarbourou, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Arlt y Borges. Y
de 1962 a 1974, fue el punto de reunión de Abelardo Castillo, Humberto
Constantini, Liliana Heker, Isidoro Blaisten y Ricardo Piglia, entre
otros. De sus encuentros surgieron las revistas literarias El grillo de
papel, El escarabajo de oro y El ornitorrinco.
En los seis meses
que pasó en la Ciudad, entre 1933 y 1934, también iba al Tortoni
Federico García Lorca. Se alojaba en la habitación 704 del hotel
Castelar (Avenida de Mayo 1152). Y escribió: Buenos Aires tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido .
En la Confitería Richmond (Florida 468), que acaba de cerrar, entre 1924 y 1927 se reunía el Grupo de Florida. Representaba al vanguardismo y lo formaban Borges, Oliverio Girondo,
Norah Lange y Leopoldo Marechal, entre otros. Su grupo rival, el de
Boedo, se encontraba en la Editorial La Claridad (Boedo 837). Lo
integraban escritores como Leónides Barletta, Roberto Arlt, Elías
Castelnuovo y Alvaro Yunque, que veían en la literatura una herramienta
para cambiar la sociedad injusta.
En Pedro de Mendoza y Almirante
Brown, hasta 1927 estuvo el bar de la negra Carolina, uno de cuyos
habitués era Eugene O’Neill. El dramaturgo estadounidense llegó como
marinero en 1910 y se quedó hasta julio de 1911.
Entré a Buenos Aires como un caballero y terminé como una piltrafa en las dársenas del puerto
, solía contar. Se alojó en un hotel de Constitución y, más adelante,
en una pensión del Bajo. Ya sin dinero y muy afecto al alcohol, terminó
en la calle.
No había banco de plaza en Buenos Aires sobre el que no dormí alguna vez , escribió.
Otro ícono es la Galería Güemes (Florida 165).
Hacia
el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que
deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de
menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda
página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban
inalcanzables películas realistas , la describe Cortázar en “El otro
cielo”. En un departamento del 6° piso de la galería, entre 1929 y 1930
vivió Antoine de Saint-Exupéry.
Algunos dicen que Asterix tiene un aire a Patoruzú. Tal vez porque su guionista, el francés René Goscinny, se crió en Buenos Aires y leía la historieta. Llegó a los dos años, en 1928, junto a su familia y estudió en el Liceo Francés. En 1945, se fue a Nueva York.
El
escritor polaco Witold Gombrowicz adoptó Buenos Aires entre 1939 y
1963. Vivió en una pensión en Venezuela 641. En una entrevista con La
Prensa, contó que su vida aquí era “tranquila”: Perfectamente desconocido, converso en los cafés con dos o tres amigos ”.
El
español Ramón Gómez de la Serna, llegó a la Ciudad en los años 30 y la
eligió hasta su muerte, en 1963. Vivía en Hipólito Yrigoyen 1974, muy
cerca del Congreso. Su último deseo fue: Cuando me muera quisiera que me llorasen todas las cariátides de Buenos Aires .
UNO VINO A CASARSE Y AL OTRO NO LE GUSTÓ
Buenos Aires siempre atrajo a artistas de todo el mundo y de
todas las disciplinas. Así, los mayores músicos, cantantes líricos y
bailarines llegaron para actuar en el Teatro Colón. Y la vida de algunos
de ellos quedó marcada por la Ciudad. Ese fue el caso de Vaslav
Nijinsky, que llegó en 1913 para presentarse con los Ballet Rusos de
Sergei Diaghilev. Durante el viaje en barco, se había comprometido con
la condesa Romola de Pulszky, con quien se casó en la iglesia de San
Miguel Arcángel (Bartolomé Mitre 896) el 10 de septiembre de 1913. La
fiesta se celebró en el Hotel Majestic, en Avenida de Mayo y Santiago
del Estero. Actualmente en ese edificio funciona la AFIP.
En
octubre de 1939, llegó al país el compositor español Manuel de Falla,
que un mes después dirigió cuatro conciertos en el Colón. Al primero,
con obras de Albéniz y Turina, asistió Ortega y Gasset. De Falla se
quedó en la Argentina, huyendo del franquismo y de la guerra. En 1942 se
radicó en La Falda, Córdoba, donde vivió hasta su muerte, en 1946.
No
todos los artistas que pasaron por la Ciudad tuvieron una buena
impresión. Marcel Duchamp, que vivió nueve meses en Buenos Aires entre
1918 y 1919, pasó de sentirse un porteño más a opinar que era “sólo una
gran ciudad de provincia llena de gente muy rica de muy poco gusto, que
compran todo en Europa, hasta las piedras sobre las que edifican sus
casas”, como escribió en una carta. Y se quejaba del machismo: “La
insolencia y la estupidez de los hombres son absolutamente increíbles”.
Duchamp vivió en Alsina 1743 y tenía su atelier en Sarmiento 1507, donde
hoy está el Centro Cultural San Martín.
ALFREDO LONDAIBERE, Escuela Argentina, contemporáneo - Óleo tabla con bordes en alpaca. 45 X 69 . Firmada y fechada '011' al dorso.
Por Celina Chatruc
/ LA NACION
PORTO
ALEGRE, Brasil.- Las banderas cuelgan alineadas, completamente blancas.
Lo que distinguía a cada una invade ahora la pared, formando un gran
emblema multicolor. La instalación de la estadounidense Leslie Shows es
la primera obra que se ve al entrar en los galpones del puerto de esta
ciudad, junto al lago Guaíba, y simboliza como pocas el concepto central
de la 8ª Bienal del Mercosur, inaugurada ayer.
Ensayos de geopoética fue el título elegido por
el curador general José Roca para abordar un tema más que delicado: la
tensión entre territorios. Guerras, revoluciones, conflictos de
fronteras y distancias culturales entre la población de un mismo país
son algunos de los disparadores de dibujos, pinturas, esculturas,
instalaciones y videos de 105 artistas de 31 países, incluida la
Argentina. "No es una bienal hecha para mis colegas, sino para el
público local", aclaró Roca al presentar el proyecto, al que dedicó los
últimos dos años. Se refirió así al aspecto educativo, otro de los
fundamentos de la bienal. El AMPLIO proyecto pedagógico diseñado este
año incluye la construcción de la Casa M, espacio destinado a promover
el intercambio entre los artistas y el público. Allí habló sobre su
trabajo la argentina Irene Kopelman, que reside en el exterior, al igual
que otros tres de los cinco artistas que representan al país este año
en la bienal. Roca explicó a LA NACION que gran parte de los artistas
argentinos vivos de relevancia internacional ya participaron en
ediciones anteriores. Las empinadas calles de Porto Alegre esconden varias
sorpresas hasta el 15 de noviembre: por ejemplo, en los jardines del
majestuoso palacio de gobierno del estado de Río Grande del Sur, el
español Santiago Sierra instaló cuatro parlantes que reproducen al mismo
tiempo los himnos de los países del Mercosur. El resultado es un ruido
insoportable, testimonio de que no basta la suma de las partes para
lograr la integración. El mismo mensaje se lee en una obra de la brasileña
Regina Silveira, exhibida por el Guggenheim de Nueva York hace diez
años: las piezas de un rompecabezas representan estereotipos
latinoamericanos -incluidos Gardel y el Che Guevara- que encajan
perfectamente, pero no logran formar una imagen global coherente. Además
de destacar el trabajo de ambos y del artista chileno homenajeado,
Eugenio Dittborn, el director de Arte al Día, Diego Costa Peuser,
confesó que viajó desde Miami hasta Porto Alegre para conocer nuevos
talentos señalados por el curador. "Eso es lo que más valoro de las
bienales", dijo. Aquí encontró, entre otros, al mexicano Sebastián Romo,
quien viajó por el estado de Río en busca de inspiración. La halló entre
Santana do Livramento y Rivera, dos localidades de Brasil y Uruguay,
respectivamente, divididas por una línea imaginaria. "Esa frontera la
hicieron unos señores que no sabían lo que estaban haciendo -dice-. Las
fronteras son una ficción, y así debería ser el mundo: sin fronteras.".
El aniversario llega entre andamios y obras demoradas.
TEATRO CERVANTES
Por Silvia Gómez
Cumplirá 90 años rodeado por un andamio que le quita brillo a
su lustre. El Teatro Nacional Cervantes, en la esquina de Córdoba y
Libertad, es otra de las joyas de la arquitectura de Buenos
Aires que se gestó como el sueño de dos famosos actores españoles, María
Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. Aclamados por los porteños,
pensaron que la Ciudad se merecía un edificio grandilocuente para
representar las obras de teatro del idioma castellano.
Por estos
días avanza lentamente la restauración del edificio. Por el momento se
trabaja en el cambio de cables de escenario y sala; en la licitación
para recuperar el frente (ver Los andamios...
); y en la construcción de una sala de ensayo, según detallaron a Clarín
desde el área de prensa del teatro. Y el 30 de noviembre, con una obra
e invitados de la cultura, se festejarán los 90 años de la sala.
El
teatro –diseñado por Fernando Aranda y Emilio Repetto– se inauguró en
setiembre de 1921 y hasta el rey español Alfonso XIII colaboró en su
construcción. Según crónicas de la época, Guerrero y Díaz de Mendoza
comprometieron hasta su fortuna para erigir el colosal edificio,
cuyos materiales llegaron desde España. Y desde el principio el
Cervantes tuvo que esquivar problemas para subsistir.
A solo cinco años de la inauguración estuvo a punto de cerrar
y ser rematado. Es que el matrimonio de artistas tuvo problemas para
afrontar los costos del mantenimiento. Lo salvó el presidente Marcelo T.
de Alvear al nacionalizar el teatro y también su deuda. En 1961 un
incendio destruyó gran parte de las instalaciones y las obras de
reconstrucción demandaron siete años de trabajos . Pero a raíz
del incendio el teatro modernizó sus instalaciones, con la construcción
de un edificio sobre avenida Córdoba, diseñado por el arquitecto
modernista Mario Roberto Alvarez. No todos estuvieron de acuerdo con el
edificio anexo: mordaz, Manuel Mujica Láinez lo juzgó con “horror,
asombro y melancolía”.
Y los conflictos políticos y gremiales también lo afectaron, hasta el punto de haber estado sin actividad durante más de un año.
María
Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza desembarcaron en Buenos Aires, por
primera vez, en 1897. Llegaron con su compañía de teatro y conocieron
una Ciudad en pleno crecimiento. Es que por aquellos años –y hasta la
gran crisis mundial del 30– se comenzaba a gestar la “París de
Sudamérica”. Contratados por familias patricias, arquitectos italianos,
ingleses, alemanes, húngaros y españoles construyeron edificios que
rápidamente se convirtieron en íconos de la Ciudad. El Palacio
Barolo, el Teatro Colón, los subtes, la cervecería Munich de Costanera
Sur, y los palacios de los Anchorena, los Alzaga Unzué, Ortiz Basualdo y
José C. Paz, entre muchos otros.
Durante los primeros años del
1900, Guerrero y Díaz de Mendoza volvieron una y otra vez. Encantados
con la Ciudad y con un público que los recibía como lo que eran,
auténticas celebridades de la época. Y en esas visitas comenzaron a
pergeñar el sueño de construir esta sala. Los actores lograron
entusiasmar incluso al rey de España, Alfonso XIII, quien ordenó que todos los barcos
que cruzaran el océano aprovecharan el viaje para traer materiales
para la obra. Materiales que llegaron de diferentes ciudades. Los
azulejos, de Valencia; las locetas rojas del piso, de Tarragona; las
puertas de los palcos, de Ronda; butacas, espejos, bancos, rejas,
herrajes y azulejos, de Sevilla; lámparas y faroles, de Lucena; la
pintura para el techo, de Barcelona; y de Madrid el fabuloso telón, el
original, que fue devorado por aquel fuego de 1961.
Los andamios lo rodean desde hace cuatro años
El teatro funciona como un ente autárquico desde el 1° de enero
de 1997. En 2007 el Banco de la Nación Argentina le transfirió la
propiedad del inmueble a la Secretaria de Cultura de la Nación. Poco
tiempo después se colocaron los andamios que rodean la fachada del
teatro, pero los trabajos se demoran aún hasta estos días. En setiembre
de 2009 la Secretaría de Cultura firmó un acuerdo con el embajador de
España en Argentina, Rafael Estrella, para poner en marcha un plan de
restauración, refuncionalización y actualización informática del teatro.
La obra debería haber comenzado con la llegada de fondos europeos, pero
desde el teatro informaron que, respecto a la fachada, se trabaja en la
confección de los pliegos de licitación para llevar a cabo la puesta en
valor. Al margen de los problemas de infraestructura, el teatro sigue
convocando multitudes. El año pasado casi 123.000 personas ocuparon sus
butacas. Y su director, Rubens Correa, esperaba superar estos números en
el transcurso de 2011.