PETTORUTI Y EL ARTE ABSTRACTO



Le philosophe, 1918
Por Patricia Artundo
Para LA NACIÓN

En su conjunto, las obras presentadas en Pettoruti y el arte abstracto: 1914-1949 son conocidas, aun cuando hace más de sesenta años que algunas de ellas no se exponen en el país. En realidad, lo que la exposición propone no es mostrar obras "inéditas", sino ejercer una nueva mirada sobre ellas. En este sentido, lo que guió tanto su selección como el modo de presentarlas finalmente en el espacio de Malba fue responder a algunas preguntas. ¿Cómo llegó Pettoruti a la abstracción? Y, en todo caso, ¿cuáles fueron las respuestas que dio al reflexionar sobre esa problemática desde la práctica artística?
Los extremos del marco temporal propuesto -35 años de producción, entre 1914 y 1949- indican el punto de partida con los dibujos y pinturas abstractos realizados durante sus años formativos en Italia y, luego, el cierre con algunas pinturas de los años cuarenta. En términos de economía discursiva, se dejó fuera de la exposición su producción parisina de las décadas de 1950 y 1960, ya que no ofrece discusión alguna acerca de su filiación con el arte abstracto. La selección de obras no sólo incluye aquellas que muestran su trabajo a partir de la abstracción pura -como Fuerza centrípeta (1914)-, sino también otras que permiten afirmar que la problemática de la abstracción fue una constante subyacente aún en pinturas como Mi florero I (1943), que poseen un anclaje referencial en el mundo exterior. Por otra parte, también se destaca algo que Pettoruti dejó planteado desde sus años europeos: que el artista no trabaja sobre temas -aun cuando estos sean reconocibles, como en El pintor Xul Solar (1920)- sino sobre motivos, tal como se observa en sus dos versiones de Vallombrosa (1916). Así, de su propio planteo surge una aparente repetición o reiteración en su producción -como sucede en sus Copas , incluida Orgía II (1934)-, cuando en realidad de lo que se trata es de la definición de matrices que actúan como soporte de sus investigaciones.
La exposición resitúa al artista como protagonista central de la vanguardia europea y latinoamericana, sí, pero lo hace por fuera de los lugares ya transitados, de manera tal de recuperar la diversidad de sus líneas de investigación. Sin embargo, tampoco se trata de limitar su importancia al rol cumplido en esos contextos, un rol que -aunque central- parece dejarlo fuera de la reflexión en torno al arte abstracto en la Argentina durante los años 30 y 40. En la lectura que propone, Pettoruti y el arte abstracto: 1914-1949 recupera desde las obras el propio ejercicio reflexivo del artista, caracterizado por la complejidad, la variedad y la densidad de sus propuestas.

La autora es docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, curadora de libros especiales y manuscritos de la Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar y asesora de proyectos especiales de Fundación Espigas.


Fuente texto: ADN Cultura LA NACIÓN




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