UN MODELO ECONÓMICO PARA SOSTENER
LA TORRE DE BABEL



Por Sebastián Campanario *


Ilustración de Pablo Blasberg

Difícil imaginar una soledad mayor que la de Yang Huanyi, la última conocedora del nushu, un idioma del sur de China, quien murió en septiembre de 2004, a los 90 años de edad, sin nadie con quien hablar. De los 7.000 idiomas que existen en el mundo, se estima que al menos 1.000 corren riesgo de extinción. Y 473 son el la actualidad hablados por “un pequeño grupo de ancianos”. América latina es la zona con más idiomas con alto riesgo de desaparecer: más de 170.
El 80% de la población mundial habla 83 grandes idiomas.Los grupos y ONGs que trabajan para preservar la diversidad idiomática vieron reforzados sus argumentos en 2004, cuando la revista Nature publicó un trabajo de los matemáticos de Cornell Abrams y Strogatz con una hipótesis perturbadora: un modelo teórico mostraba que en el largo plazo se llegaría a un equilibrio en el cual sería imposible que dos idiomas convivieran al mismo tiempo en un mismo lugar. La extinción tenía, de esta forma, su propia demostración matemática.
De entrada, cuando lo leyó por casualidad después de que se lo recomendara un amigo, a Juan Pablo Pinasco, un matemático de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, la conclusión le hizo ruido. “Uno conoce los casos de España o Paraguay, donde se habla más de un idioma, y tiende a pensar que este pronóstico apocalíptico tiene algo que falla”, contó a Clarín.
Junto a Liliana Romanelli, de la UNGS, Pinasco comenzó a trabajar en un modelo de refutación, que tomó muchos elementos de la economía.
Se pueden pensar a los idiomas como mercados competitivos, donde cada individuo es una firma. Al igual que sucede en el mundo de los negocios, siempre habrá incentivos a aprender una lengua en la medida que existan retornos positivos. Ya sea para progresar en el trabajo, para hacer traducciones, para recibir turistas, etc.
“Si yo voy a los Estados Unidos y no sé hablar inglés, no voy a poder hacer una carrera académica. Pero sí voy a poder trabajar de jardinero o de lavacopas. La idea es que subsisten nichos económicos para más de un idioma”, explica Pinasco. “Se trata de un modelo de competencias, con un predador que se come a una presa. Un idioma da más posibilidades de trabajo que otro, por lo que atrae a cambiarse”, remarca.
La demostración de Pinasco y Romanelli pasó los filtros de un Journal prestigioso y fue publicada recientemente en la revista especializada Physica A, de Elsevier. Esta demostración permite explica porqué en la práctica surgen nuevos idiomas, y por qué otros están dando el vuelta el partido y creciendo de hecho, como ocurre con el quichua en Santiago del Estero y en algunas zonas del Conurbano. Así lo desmostró una reciente tesis de Exactas, de Andrés Porta.
En un rincón de Ciudad Universitaria, con poco presupuesto y pasillos gélidos por estos días, la Torre de Babel tiene quien la sostenga.

* El autor es periodista de Clarín y economista. Escribe todos los lunes la columna "Economía Insólita" en el cuerpo principal del diario. En 2005 publicó La economía de lo insólito (Planeta).

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