Artes plásticas / Exhibición en La Boca
La Fundación Proa plantea un recorrido por las obras y los artistas que llegaron a EE.UU.
La Fundación Proa plantea un recorrido por las obras y los artistas que llegaron a EE.UU.
Marta Minujín y su obra, en Nueva York
Vista de una sala de exhibición en la década del 60
Acrílico de Rogelio Polesello
LA NACION
Quien visite "Imán: Nueva York", la muestra que se acaba de inaugurar en la Fundación Proa, probablemente no se lleve un impacto estético o una sorpresa visual. Pero, sí, accederá a un clima de época, en la que una conjunción de instituciones, estéticas, artistas y coordenadas históricas hizo que el arte argentino y el norteamericano entraran en diálogo y sintonía.
Son los años 60, un momento de singular energía en la escena artística local, cuando los artistas convirtieron a Nueva York en el destino deseado y visitado, y la Gran Manzana miró, compró y expuso el arte argentino.
La muestra -desplegada en las cuatro salas que hasta hace poco ocupó la exitosa exhibición sobre futurismo italiano- reúne unas 60 obras de 32 artistas argentinos cuyas biografías están atravesadas por la experiencia neoyorquina.
Además, y en pie de igualdad en interés con las obras, se exhiben fotografías, catálogos, proyectos y documentos de muestras que reconstruyen un universo de intercambios artísticos y que evidencian el minucioso trabajo de investigación que sostiene la muestra, que los expertos e interesados agradecerán.
En las salas, hay obras de artistas que nunca volvieron de Nueva York; de otros que regresaron -algunos vía Europa-; de los que siguen produciendo hoy; de los que se llamaron a silencio desde aquella década exitosa.
Así, se exhiben obras de Marcelo Bonevardi -un pionero en la travesía-, José Antonio Fernández Muro, Sarah Grilo, un poco visto Honorio Morales, un conocido colchón multicolor de Marta Minujín.
Hay algunas rarezas, como una obra conceptual de Luis Felipe Noé; la influencia pop en Kazuya Sakai; un Kemble más abstracto que su informalismo local. También, varias obras de Alejandro Puente; la estética más conocida de César Paternosto; una obra de Carlos Silva que se expuso en su momento junto a otra de Sol Le Witt.
"Los años 60 fueron un momento de diálogo entre la Argentina y Estados Unidos. Los críticos y curadores norteamericanos más respetados visitaban el país, eran aquí jurados de premios internacionales y entraban en contacto con los artistas argentinos", contó a LA NACION Rodrigo Alonso, creador y curador de la muestra e infatigable rastreador de obras, documentos y fotografías.
En ese marco, aclara, las instituciones jugaron un papel preponderante: las becas Guggenheim, el Instituto Di Tella, las Bienales Americanas de Arte de Córdoba, el Museo Nacional de Bellas Artes y la galería Bonino, de Nueva York, formaron entonces una red de promoción, financiación y difusión de los artistas locales en los Estados Unidos.
"Se entendió que hacer que el arte argentino fuera valorado en el exterior era un problema institucional. Esa es una gran diferencia entre los 60 y hoy, cuando se cree que es el artista individual el que debe viajar o ser promocionado. Hoy es difícil encontrar financiamiento para muestras y catálogos", dijo Alonso.
De todos modos, la inserción en el medio norteamericano no era fácil para los artistas. Según muchos lo recuerdan en las entrevistas que Alonso hizo para el catálogo de la muestra, "era un momento de construcción del arte nacional norteamericano, así que había resistencia a que el arte argentino se integrara. Era difícil exponer, y muchos artistas lo recuerdan como un medio agresivo, todo lo contrario a París", sintetizó Alonso.
Una de las salas reconstruye la muestra "Beyond geometry", que en Nueva York prometió mostrar "lo que el arte argentino aportaba al mundo", con obras de Mac Entyre, Puente, Silva, Ary Brizzi, Paternosto y Lamelas, entre otros. "En la Argentina tenemos la idea de que los años 60 fueron el pop y el happening , pero aquí y allá se hacía otra cosa, como la abstracción geométrica, una bisagra a lo que fue luego el arte conceptual y tecnológico en los 70."
Muchos de los artistas expuestos participaron activamente en la muestra: donaron fotografías y materiales, fueron entrevistados y ahora participarán en visitas guiadas con curadores. El catálogo, de 300 páginas, tiene especial interés porque rescata documentación abundante e incluye algunos textos emblemáticos de la crítica de esos años.
La última sala invita a ver el punto de llegada del intercambio de una década: la muestra "Information", en 1970, que organizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma), que incluyó a unos siete argentinos, como Liliana Porter y Leandro Katz.
"Muchos dicen que la efervescencia de los 60 fracasó. Creo que lo que fracasó es la idea de que el arte internacional iba a mirar a la Argentina. Pero, sí, sucedió que hubo artistas locales reconocidos internacionalmente, que se incorporaron en colecciones extranjeras, como en el Moma, y que se generó un interés en el arte argentino que no volvió a suceder", afirmó Alonso.
"Imán: Nueva York" se puede visitar hasta el 30 de septiembre, en la avenida Pedro de Mendoza 1929, al lado de Caminito, en La Boca.
Raquel San Martín
LA NACION
Quien visite "Imán: Nueva York", la muestra que se acaba de inaugurar en la Fundación Proa, probablemente no se lleve un impacto estético o una sorpresa visual. Pero, sí, accederá a un clima de época, en la que una conjunción de instituciones, estéticas, artistas y coordenadas históricas hizo que el arte argentino y el norteamericano entraran en diálogo y sintonía.
Son los años 60, un momento de singular energía en la escena artística local, cuando los artistas convirtieron a Nueva York en el destino deseado y visitado, y la Gran Manzana miró, compró y expuso el arte argentino.
La muestra -desplegada en las cuatro salas que hasta hace poco ocupó la exitosa exhibición sobre futurismo italiano- reúne unas 60 obras de 32 artistas argentinos cuyas biografías están atravesadas por la experiencia neoyorquina.
Además, y en pie de igualdad en interés con las obras, se exhiben fotografías, catálogos, proyectos y documentos de muestras que reconstruyen un universo de intercambios artísticos y que evidencian el minucioso trabajo de investigación que sostiene la muestra, que los expertos e interesados agradecerán.
En las salas, hay obras de artistas que nunca volvieron de Nueva York; de otros que regresaron -algunos vía Europa-; de los que siguen produciendo hoy; de los que se llamaron a silencio desde aquella década exitosa.
Así, se exhiben obras de Marcelo Bonevardi -un pionero en la travesía-, José Antonio Fernández Muro, Sarah Grilo, un poco visto Honorio Morales, un conocido colchón multicolor de Marta Minujín.
Hay algunas rarezas, como una obra conceptual de Luis Felipe Noé; la influencia pop en Kazuya Sakai; un Kemble más abstracto que su informalismo local. También, varias obras de Alejandro Puente; la estética más conocida de César Paternosto; una obra de Carlos Silva que se expuso en su momento junto a otra de Sol Le Witt.
"Los años 60 fueron un momento de diálogo entre la Argentina y Estados Unidos. Los críticos y curadores norteamericanos más respetados visitaban el país, eran aquí jurados de premios internacionales y entraban en contacto con los artistas argentinos", contó a LA NACION Rodrigo Alonso, creador y curador de la muestra e infatigable rastreador de obras, documentos y fotografías.
En ese marco, aclara, las instituciones jugaron un papel preponderante: las becas Guggenheim, el Instituto Di Tella, las Bienales Americanas de Arte de Córdoba, el Museo Nacional de Bellas Artes y la galería Bonino, de Nueva York, formaron entonces una red de promoción, financiación y difusión de los artistas locales en los Estados Unidos.
"Se entendió que hacer que el arte argentino fuera valorado en el exterior era un problema institucional. Esa es una gran diferencia entre los 60 y hoy, cuando se cree que es el artista individual el que debe viajar o ser promocionado. Hoy es difícil encontrar financiamiento para muestras y catálogos", dijo Alonso.
De todos modos, la inserción en el medio norteamericano no era fácil para los artistas. Según muchos lo recuerdan en las entrevistas que Alonso hizo para el catálogo de la muestra, "era un momento de construcción del arte nacional norteamericano, así que había resistencia a que el arte argentino se integrara. Era difícil exponer, y muchos artistas lo recuerdan como un medio agresivo, todo lo contrario a París", sintetizó Alonso.
Una de las salas reconstruye la muestra "Beyond geometry", que en Nueva York prometió mostrar "lo que el arte argentino aportaba al mundo", con obras de Mac Entyre, Puente, Silva, Ary Brizzi, Paternosto y Lamelas, entre otros. "En la Argentina tenemos la idea de que los años 60 fueron el pop y el happening , pero aquí y allá se hacía otra cosa, como la abstracción geométrica, una bisagra a lo que fue luego el arte conceptual y tecnológico en los 70."
Muchos de los artistas expuestos participaron activamente en la muestra: donaron fotografías y materiales, fueron entrevistados y ahora participarán en visitas guiadas con curadores. El catálogo, de 300 páginas, tiene especial interés porque rescata documentación abundante e incluye algunos textos emblemáticos de la crítica de esos años.
La última sala invita a ver el punto de llegada del intercambio de una década: la muestra "Information", en 1970, que organizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma), que incluyó a unos siete argentinos, como Liliana Porter y Leandro Katz.
"Muchos dicen que la efervescencia de los 60 fracasó. Creo que lo que fracasó es la idea de que el arte internacional iba a mirar a la Argentina. Pero, sí, sucedió que hubo artistas locales reconocidos internacionalmente, que se incorporaron en colecciones extranjeras, como en el Moma, y que se generó un interés en el arte argentino que no volvió a suceder", afirmó Alonso.
"Imán: Nueva York" se puede visitar hasta el 30 de septiembre, en la avenida Pedro de Mendoza 1929, al lado de Caminito, en La Boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario