UN TESORO DE LOS INGLESES

El Colegio St. George de Quilmes guarda en su campus una hermosa capilla centenaria, un pabellón escolar digno de cualquier condado y una idea de conjunto que es una alegría encontrar preservada.
Por Sergio Kiernan

Si un país como el nuestro es un palimpsesto, una hoja escrita y vuelta escribir hasta que el texto final es una superposición de palabras, gestos e ideas, el lector atento lo podrá entender si mira los detalles. Como un país es más que una hoja o un texto, también son los edificios y los lugares construidos los que funcionan como palabras. La suerte argentina es tener tantas de estas buenas palabras en lenguas de polacos, de gallegos e italianos, de alemanes y judíos, de franceses. Y también de los que participaron de lo que Andrew Graham-Yooll llamó “la colonia olvidada”.
En este siglo XXI, parece un sueño que en Argentina hubiera una colonia británica que fue enorme, influyente y cotidiana. Además del ferrocarril, los servicios públicos, la carne y los seguros, y la tan condenada influencia política, estos ingleses, escoceses, galeses e irlandeses vivieron entre nosotros. Por eso nuestro mapa está marcado de nombres –Claypole como Wilde, Hudson y Trevellyn, por no hablar del célebre por mal pronunciado James Craig– y por eso jugamos a tantos deportes que son, ellos también, ingleses.
Y por eso es costumbre aquí que una estación de trenes tenga el techo a dos aguas agudas, el muro de ladrillo, la galería de maderas tramadas y un aire eduardiano o victoriano. Y también que una terminal comparta, como las de Retiro, la variante clasicista a la inglesa, claramente reconocible para un argentino en cualquier parte del viejo imperio, de Johannesburgo a Sydney, de Alberta a Bombay.
Menos conocidos son ciertos artefactos arquitectónicos que se construyeron en los suburbios o en el campo, y que servían a comunidades discretas. Estos edificios no eran en rigor públicos sino pensados para sostener una identidad o formarla, y por eso eligieron un lenguaje profundamente vernacular, de lo más inglés posible. En Quilmes, en un sector que fue campo abierto y hasta hace poco era suburbio hacia la costa, se alza perfectamente conservado uno de esos conjuntos, el que forma el Colegio Saint George. Son unas cuantas hectáreas ahora rodeadas de casas, más verde, canchas y árboles que otra cosa, con una notable colección de edificios que van cubriendo el siglo XX y sus estilos. Y con un conjunto de edificios realmente únicos en Argentina.
El St. George arranca en 1898 por una necesidad muy simple de tanto estanciero, chacarero, ferroviario y comerciante inglés desparramado por el enorme país de los argentinos, el que hablaba castellano y era católico. La idea era tener una escuela que formara ingleses en su cultura y en su religión, un internado que evitara la angustia de mandar a los chicos a Gran Bretaña para verlos años después, como ocurría en la India imperial. El canon Stevenson, que ya dirigía la iglesia anglicana de Quilmes, arrancó con la idea en una quinta de ingleses.
Con lo que en 1898 empieza lo que llaman allá una escuela “pública” que, perversamente, es en realidad privada. La explicación es simple, porque esas escuelas en el Renacimiento eran públicas en el sentido de no ser canónicas, no estar afiliadas a una parroquia y enseñar algo más que teología. En el St. George de hoy se preservan algunos de los muy modestos y encantadores edificios de este comienzo, unas casitas que servían de servicios a la quinta original –perdida en un incendio– o se construyeron para alojar a los primeros alumnos.
Estas casitas son un ejemplo de integración de vernaculares muy típica. Así como existe un estilo español colonial y un francés de las Antillas, existe un estilo inglés “tropical”, el que toma materiales locales, piensa en el clima reinante y da lugar a inventos como la casa de campo australiana, con sus galerías panzonas, y a un neotudor de ventanas grandes, que te salven de la asfixia. Las casas más viejas que adornan el St. George son claramente inglesas y criollas, y uno se queda pensando si la mixtura salió así por la mezcla de diseñadores y constructores, o fue pensada de antemano. Como sea, son un encanto.
Ahí nomás está el lugar más querido del colegio, la capilla inaugurada en abril de 1914, originalmente anglicana y hoy simplemente cristiana. Los primeros alumnos del colegio iban a misa en Quilmes, donde el director Stevenson era también pastor. Para 1906, los servicios se improvisaban en el colegio mismo, pero la idea de tener capilla propia iba creciendo y en 1913 Stevenson logró poner la piedra fundamental de la capilla. Todavía se comenta lo que costó juntar los fondos en un país donde no existía –¿no existe?– la tradición de donar para este tipo de cosas. La cosa es que en abril de 1914 se consagraba el lugar.
Lo que construyó Stevenson es una pequeña iglesia con espacio para 180 personas, en planta de cruz latina y en un estilo gótico muy inglés, muy tradicional y muy tranquilo. El edificio tiene un garbo muy superior a su tamaño real gracias al maduro truco de perspectivas que crean los techos atiplados. La fachada se proyecta en un ángulo pronunciado y logra una altura suficiente para sostener tres ventanales altos y góticos. La nave central se alza también altísima por seguir el ángulo cerrado de la cumbrera, con lo que uno se encuentra con metros y metros de buena madera allá arriba y, en el exterior, un rotundo techo de tejas viejas, maceradas por el tiempo.
El frente tiene una entrada proyectada, un pórtico para salirse de la lluvia muy apto para el clima británico y sostenido ya por la necesidad de la tradición arquitectónica. Pero lo que le da real gracia a la capilla, lo que la salva de parecer una casa bien hecha adaptada a un nuevo uso, es la torre del reloj donada posteriormente por los hermanos Agar. La torre tiene una rara ochava rotada, que le da movimiento al conjunto y crea una rotunda asimetría en el frente. Además, no hay manera de no encantarse con el remate con almenas, allá arriba del reloj. Que, dicho sea de paso, funciona perfectamente.
Las naves laterales que forman la cruz salen con solvencia del cuerpo principal por otro recurso afiladísimo del vernacular inglés. De muros de idéntica altura al cuerpo principal, los laterales tienen la cumbrera un buen par de metros por debajo, con lo que ni compiten ni crean problemas estructurales de fondo. Es un caso más de la capacidad infinita de aceptar con elegancia agregados y más agregado que tiene este estilo que “ensombrera” cualquier edificio con tejados tan jugados.
El interior de la capilla fue reuniendo tesoros muy queridos por alumnos y ex alumnos, por sus significados. Hay seis vitrales recorriendo la vida de Cristo, hay cuatro ángeles de piedras de buena factura, hay seis santos y profetas de la misma mano, y hay un órgano de Plymouth que es una belleza. En dos muros hay otro artefacto imperial, éste de memoria terrible: las placas que recuerdan a los casi 500 alumnos y ex alumnos que cayeron en las dos guerras mundiales luchando por el viejo país.
Materialmente, la capilla es llamativa porque, al contrario que tantos edificios británicos, sus materiales son locales. Ciertas infraestructuras ferroviarias, como los puentes de Palermo o de Barracas, nos acostumbraron a ver la arquitectura inglesa delineada en ladrillos de un tono y una nitidez de líneas nunca repetida. Esos ladrillos eran importados, traídos absurdamente desde Gran Bretaña en verdaderas flotas. No es el caso de la capilla de San Jorge, construida con ladrillos locales –probablemente, por cercanía, los que producía Ctibor para La Plata– y con las líneas más irregulares y el color más claro de nuestra arcilla. La madera, de muebles y de estructura, es local o paraguaya.
Si se vuelve a la entrada principal del colegio desde la capilla, se pasa por una serie de viviendas y antiguos dormitorios de impecables líneas eduardianas. Sencillos, de ventanas de guillotina, dos pisos, pechos a 60 grados, chimeneas marcando el ritmo y falsos half timbers, estos edificios tienen cada uno un encantador porche de entrada, sostenidos por columnas medievalizadas y con buenas maderas. Son más vivienda que otra cosa, pero es un raro eco de Lutyens entre nosotros.
Pero el premio está en el edificio junto a la entrada, el mayor y más impactante, y el único con firma de arquitecto famoso. El hall de la escuela primaria fue construido y diseñado en 1929 por Sydney G. Follett, un inglés buen mozo y simpático que fue uno de los tres arquitectos de la estación Mitre de Retiro, se fue quedando construyendo bellezas por aquí y por allá, y se dio el gusto de crear este pabellón como si todavía estuviera en las Midlands.
El hall fue originalmente un dormitorio, es hoy un conjunto de aulas y, paradójicamente, está en obra para volver a ser dormitorio, ya que cada vez más familias piden internados. Largo y sombrerudo, con techumbres de gran superficie, el conjunto gana ritmo por los extremos más anchos que el centro, formando plantas cuadradas, y por los detalles de chimeneas dobles, un dormer protuberante y un jardín de invierno de pequeño tamaño. La entrada es señalada por un quiebre en el agua principal que forma un tímpano donde se protege una placa con el año de inauguración, por un portal con columnas que sostienen un balcón oval y por una coqueta torre de reloj que remata un poquito a la Hawksmore y sostiene una veleta. Los muros son revocados a la gruesa, muy rusticados, y el ladrillo asoma sólo encima de las ventanas y en una línea continua marcando las plantas todo a lo largo del frente.
En los interiores se puede ver la idea de orden escolar de la época, poco superada hasta ahora. Las aulas se abren a un amplio pasillo central, lo que permite que todas tengan luz y miran a algún sector del parque. En cada extremo hay una escalera y en el centro, frente a la entrada, hay una mayor. El hall preserva una alegre cantidad de elementos originales, de los pavimentos a las rejas de herrería, de las maderas a los matafuegos de bronce, hoy puestos como adorno. En el St. George prometen que la intervención será mínima y respetuosa de la tradición y la fábrica del lugar.
El resto del campus depara sorpresas como una casa –este tipo de colegios abunda en residencias para sus profesores– neogeorgiana de líneas depuradas, muy modernas, y edificios de enladrillado a la americana pensados en ese modernismo clasicista de los años cincuenta. Es un estilo raro por aquí, con un ejemplo notable en el Instituto Evangélico Americano de Simbrón al 3000, en Villa del Parque. El contraste entre los edificios originales y los realizados en el modernismo actual es vívido, por decirlo cortésmente.
Pero nada puede llegarle al poder de encontrarse con los conjuntos del St. George, bien conservados y en su entorno original, con los prados y las arboledas que los contienen, los esconden y los demarcan. Es un raro placer que hasta trasciende ver la gema de capilla que le dedicaron al santo patrón de Inglaterra.


Fuente: pagina112.com.ar

My old Prep School. It looks exactly as I remember it. The window of my bedroom is just out of sight, top floor, on the left. We had some extraordinary teachers in that mini, almost self sufficient world. Mr. Cordon, O.B.E. the headmaster, was a bachelor. Impeccable always. John Gielgud could have played him. Very keen on algebra, history, poetry. He wrote verses on the blackboard and showed us how to scan them and notice the rhythm. He played the violin. His beautiful calligraphy was something to behold. When he erased his scribblings on the blackboard we children sometimes said "nooo...Sir!!!" they looked so good. No smiles but a great sense of humor. Once, after a pillow and sock ball fight in my bedroom, one of the sock balls flew out of the louvered windows into the hallway. As the culprit rushed to the door to retrieve it, the door opened and in walked Mr. Cordon, with one sock over his left shoulder, the other over the right shoulder, as serious as a statue.

                                                                                                       Edgardo C. Krebs,
                                                                                         Ex-alumno del St. George's College
   

LAS SALAS DEL MAR
SE COLOREAN DE ANHELOS DE UN FUTURO MEJOR

Con Horizontes de Deseo, el museo marplatense abre su segunda temporada de arte y reflexión en tiempos de playa
Miles de cintas de colores como deseos en la obra de la brasileña Rivane Neuenschwander  Foto: Mara Sosti
Miles de cintas de colores como deseos en la obra de la brasileña Rivane Neuenschwander. Foto: Mara Sosti

Darío Palavecino

MAR DEL PLATA.- La cinta roja es una de miles que penden en la pared de la Sala 1, en el primer piso. "Deseo nunca perder la capacidad de desear", dice la ínfima pieza que cual pincelada forma parte del verdadero arco iris de colores y mensajes que es la obra de la brasileña Rivane Neuenschwander. Y resume en buena medida el espíritu de la nueva apuesta con la que el Museo de Arte Contemporáneo (MAR) inicia la temporada estival: Horizontes de Deseo se titula la tercera muestra de este espacio que anteayer cumplió su primer año con puertas abiertas.
Récord de público en las dos propuestas anteriores, con marcas indelebles en la historia y un dorado y gigante lobo de mar que Marta Minujín dejó como legado en el playón de acceso, el MAR se nutre otra vez de artistas argentinos y del exterior. Con ese sello de unir épocas distantes y estilos bien distintos, desde los óleos de Benito Quinquela Martín hasta "Poemas de almohadas" de Diana Aisemberg, una enorme pizarra que invita a participar, tiza de por medio, con una frase que resuma anhelos con ansias de realidad.
Horizontes de Deseo quedó habilitada ayer. "Hemos buscado unir lo excelso del arte con la reflexión, el juego que tanto tiene de artístico con el pensamiento profundo de quiénes somos", señaló Jorge Telerman, titular del Instituto Cultural, acompañado del gobernador Daniel Scioli.
Como ya ocurrió con El Espíritu Pop y El Museo de los Mundos Imaginarios, esta nueva exposición tiene como curador a Rodrigo Alonso. "Son obras que imaginan futuros posibles, pero que también exhiben el fruto de ideales cumplidos", resume.
Tres salas están atravesadas por el eje Desear-Proyectar-Construir-Transformar. El hall central de planta baja, que había sido exclusividad de Edgardo Giménez en las dos muestras anteriores, esta vez es de la obra Normal, de Martín Huberman, que con miles de broches de madera coloreados pende desde las alturas.
Neuenschwander y Aisemberg juegan como ningún otro con los deseos, alma y motor de esta muestra. Comparte con originales de los proyectos arquitectónicos de Amancio Williams, que conviven con una maqueta a escala de su Casa del Puente, joya del arte moderno.
En la Sala 2 la variedad atrapa y sorprende. Allí están los cuatro óleos de Quinquela Martín que llegaron a Mar del Plata: Fundición de hélices, Imágenes del crepúsculo, Arroyo Sarandí yMotivo de puerto. La Sala de espera de Ferrobaires fue de lo más comentado en la inauguración: instalación de Agrupación Boletos Tipo Edmonson (ABTE), se nutre de imágenes y piezas que aluden a Constitución Estación Norte.
Los paisajes del deseo se adueñan de la sala 3 con Charly Nijensohn, Nicolás Trombetta y Mariana Tellería. Allí asoma el criterio de monumentalidad y, como en toda la muestra, esa vocación de cambiar la realidad.


Fuente: lanacion.com

EL "PALACIO" DE NATALIO BOTANA

Secreta Buenos Aires. 
 
Está sobre la Avenida de Mayo y fue inaugurado en 1927 como sede del popular diario “Crítica”. Tenía gimnasio y peluquería.

Fachada del diario Critica de Natalio Botana (Luciano Thieberger)
   Fachada del diario Critica de Natalio Botana (Luciano Thieberger)

Por Eduardo Parise


Ahora es una dependencia de la Policía Federal. Pero sus paredes guardan los ecos del eco de la voz de gente valiosa en la cultura de la Ciudad y del país. ¿Qué gente? La lista puede ser interminable, pero se puede citar a Ulyses Petit de Murat, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo, los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, Homero Manzi, César Tiempo y Francisco Loiácono, un hombre que empezó como ascensorista y en poco tiempo se convirtió en periodista y figura de la noche y el tango. El edificio está entreverado en medio de la rica arquitectura de la Avenida de Mayo, es un símbolo de lo que los especialistas llaman Art Deco y fue creado en 1926 como sede de Crítica, aquel diario fundado en 1913 por el uruguayo Natalio Félix Botana Miralles, que llegó a vender más de 300.000 ejemplares por día.
Lo inauguraron en septiembre de 1927 y su entrada principal está en el 1333 de la Avenida de Mayo, aunque también tiene acceso por Rivadavia 1330. Son siete pisos y la superficie construida ocupa más de 1.000 metros cuadrados. La obra fue pensada por los hermanos Jorge y Andrés Kalnay, dos arquitectos de origen húngaro que llegaron a Buenos Aires en 1920, cuando el barco al que subieron en Nápoles, creyendo que los llevaría a Estados Unidos, atracó en San Nicolás, a unos kilómetros de esta Ciudad en la que luego desarrollarían su talento. Dicen que Jorge proyectó el gran diseño y que Andrés aportó su creatividad para la espectacular fachada.
Lo cierto es que esa construcción fue desarrollada con un criterio moderno para los cánones de aquel tiempo. Y algunos afirman que la intención era hacer un contrapunto con el edificio del diario La Prensa, de estilo más clásico, que estaba a metros de Plaza de Mayo. En la planta baja del edificio de los Kalnay, de mayor altura que las demás, estaban las rotativas. Luego, en el primer nivel, se ubicaban los salones del directorio y en el siguiente la oficina de Botana, la biblioteca, el archivo y el salón de actos. En los otros pisos estaban las áreas de redacción, así como la administración y servicios complementarios tales como gimnasio, peluquería y un gran comedor. Hacia la calle Rivadavia se encontraban sectores públicos con consultorios médicos y jurídicos y hasta una biblioteca infantil. Eran de uso gratuito. Esto tenía relación con el criterio de Botana quien decía que ese “palacio” debía servir también para la gente común.
Tanto en el interior como en la lujosa fachada, se destacan figuras aztecas, incaicas y de origen precolombino. Se nota en las grandes estatuas que flanquean el imponente ventanal del frente y también en algunos pisos decorados con figuras del calendario azteca y de la Puerta del Sol de Tiahuanaco. Además, todo el interior estaba decorado con materiales de calidad como mármoles y maderas nobles. Y para remarcar su criterio moderno, el edificio tenía hasta un sistema para la detección y extinción automática de incendios. También se destacaban las gruesas puertas corredizas, hechas en bronce: dicen que evitaron alguna vez que el edificio fuera saqueado por cuestiones políticas.
Natalio Botana murió en 1941, tras un accidente automovilístico en Jujuy. Fue cuando su Rolls Royce cayó por un barranco. Tenía apenas 52 años. Desde aquel momento Crítica ya no fue lo que era. En medio de altibajos duró hasta 1962. De todas maneras quedó aquel “palacio” que él había soñado para ponerlo al servicio del pueblo, como repetía. Lo que también se mantuvo fue el prestigio de los hermanos Kalnay, quienes siguieron pensando y desarrollando otras construcciones que se destacaron y se destacan en la Ciudad. Como ejemplo se puede mencionar a otro “palacio” creado por Jorge Kalnay. Se denomina el Palacio de los Deportes y ocupa la manzana de las calles Lavalle y Azopardo y las avenidas Corrientes y Eduardo Madero. Para la gente es, simplemente, el Luna Park, monumento histórico nacional desde 2007.
Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com

EN 2015,
LOS MUSEOS PORTEÑOS TRAEN ARTE PARA TODOS LOS GUSTOS

Panorama de exposiciones. Hay apuestas por la performance y el videoarte. Un homenaje a Rogelio Polesello, una reversión a cargo de Marta Minujín y una muestra sobre Asterix son parte del menú.

Años 60. Marta Minujín recreará su famosa “Menesunda” en el Mamba.

Por Susana Reinoso

A prepararse: 2015 promete sorpresas artísticas. Habrá que analizar luego en qué medida lo que viene en las artes plásticas interpela la realidad o es exclusivamente de goce estético y espiritual.
Luego de un 2014 de visitas y exposiciones destacadas, cinco instituciones líderes abrieron su panorama para Clarín.
Al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba), dirigido por Victoria Noorthoorn, llegará en febrero una artista de enorme proyección internacional. Es la brasileña Laura Lima, que realizará su proyecto El mago desnudo y presentará la avant-premiere mundial de su película Cinema Shadow. Catalina León y Marina de Caro presentarán sus exposiciones en marzo y abril. Al tiempo que La Menesunda según Marta Minujin –una recreación de la famosa obra– y Materia, con obras de Alberto Greco, Kenneth Kemble, Emilio Renart, Aldo Paparella y otros artistas, pondrán la mirada sobre el arte de los ‘60 y la problemática de la materia en el arte argentino.
El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires ( (Malba) )p apostará fuerte a la performance y el videoarte, a retrospectivas de artistas de reconocimie reconocimiento internacional, y al deb debate sobre el espacio públipú co al sacar el arte a la vereda. Marzo ser será el tiempo de Experien Experiencia infinita, con artista artistas de Eslovaquia, Francia, Cu Cuba, Alemania, Reino Unido, Dinamarca y Noruega, entreen otros. Junto con artistas locales realizarán obras en tiempo real, coreogra coreografías y esculturas vivas p para exhibir los camino caminos de la performance en los últimos años. Rog Rogelio Polesello tendrá unau muestra-homenaje en junio, con 80 piezaspie del artista fallecido en julio realizadas en entre los ‘50 y ‘70. Otra p propuesta imperdible s será Memorias imborrab imborrables, una mirada histó histórica sobre la Colecc Colección VideoBrasil, con videoarte d de 18 artistas. EstaE mues muestra, jun junto con Potestad, del portugués Vasco Araújo, pondrá el foco en el postcolonialismo, las identidades culturales y los temas de género. La Bailarina, de Jeff Koons, se abrirá paso en la explanada. Koons, el artista vivo más cotizado en las subastas, viene de sufrir un traspié en el Centro Pompidou, de París, que tras una denuncia de plagio retiró una de sus esculturas. En la explanada también Leandro Erlich estará de marzo a septiembre con La democracia del símbolo.
Proa continuará hasta febrero con la obra “incendiaria” del chino Cai Guo-Qiang. El 24 de enero arderá el tango: junto con el gobierno porteño y la Fundación Alon, el artista presentará un espectáculo de fuegos artificiales en la Vuelta de Rocha inspirado en el 2 x 4. Según la infatigable directora de Proa, Adriana Rosenberg, en enero se presentará una nueva edición del emblemático Teatro Caminito, fundado por Cecilio Madanes. Entre marzo y junio será el turno de la libanesa Mona Hatum, una de las artistas contemporáneas más relevantes, que trabaja temas como la discriminación, el feminismo y la marginalidad. De julio a septiembre será el turno de la Daros Colección Latinoamericana, una selección de los más destacados artistas actuales de la región: habrá instalaciones y obras plásticas.
También el Centro Cultural Recoleta prepara sorpresas. Marzo será el momento de Asterix, una exposición del antihéroe francés coproducida con el país galo. Una muestra con 200 fotografías de Linda McCartney registra los mejores momentos de su vida junto a Paul McCartney y espera atraer a oleadas de fans. Del mismo modo que la muestra fotográfica sobre Isabelle Huppert, quien colaboró con grandes fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX como Richard Avedon, Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau, Helmut Newton o Annie Leibovitz. A las muestras de Nicola Costantino, Ingerborg Ringer, Natalia y Jorge Abot, Matías Duville, Sofía Bothling y Lamote, se sumará una exposición en julio de Yente Del Prete, en la sala Cronopios, junto con varias salas ocupadas por pintores de La Boca, para trazar un panorama de la historia pictórica de ese barrio: va de Lacámera y Quinquela hasta la actualidad. En agosto, el Recoleta recibirá el arte de Taiwán con la muestra Schizophrenia, que atraviesa la transformación del capitalismo industrial en capitalismo cultural. Y en septiembre llega la Bienal de Arquitectura.
El Museo Nacional de Bellas Artes tendrá arte popular paraguayo desde los jesuitas hasta el siglo XXI y una muestra del fotógrafo francés Bernard Ploss curada por Adriana Lestido. Entre abril y mayo el museo inaugurará el primer piso remodelado con arte de la colección del siglo XX y XXI.


Fuente: Revista Ñ Clarín

LA GUERRA BARRE CON EL PATRIMONIO CULTURAL SIRIO

Imágenes satelitales de la ONU identifican 290 sitios afectados por el conflicto; 24 de ellos fueron destruidos
Ayer
   Ayer
 
Hoy. Las fotos muestran el estado actual ?del casco viejo ?de Aleppo  Foto: Archivo
    Hoy. Las fotos muestran el estado actual del casco viejo de Aleppo  Foto: Archivo


GINEBRA.- Después de casi cuatro años de guerra civil en Siria, el conflicto armado que desangra al país árabe destruyó o dañó 300 sitios históricos, algunos de ellos considerados Patrimonio de la Humanidad por las Naciones Unidas (ONU) y entre los que figuran monumentos que tenían hasta 7000 años de antigüedad.
El daño causado a ese patrimonio fue consignado en un informe del Instituto de Investigación y Formación de la ONU (Unitar, por sus siglas en inglés) tras analizar imágenes de satélite que muestran claramente cómo lugares que en 2011 estaban intactos ahora se encuentran destruidos o en muy mal estado.
Según esa minuciosa investigación, la destrucción es amplia en áreas consideradas herencia cultural. Entre los casos más impactantes figura el del casco histórico de Aleppo, que tenía 7000 años de existencia y ahora se encuentra gravemente dañado.
También la Gran Mezquita de esa ciudad, donde están los restos del profeta Zacarías y que data del siglo VIII, está entre los lugares más afectados. Lo mismo ocurre en sitios culturales de Damasco o de Crac de los Caballeros, donde se ubica la Fortaleza de los Caballeros (a 65 kilómetros de Homs), Patrimonio de la Humanidad y que fue la sede de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en la época de las Cruzadas.

Daños de Estado Islámico

El informe de la Unitar además reflejó la destrucción o los daños en sitios en Raqqa, zona que ahora está bajo control del grupo jihadista Estado Islámico (EI) y en la célebre Palmira, uno de los lugares más turísticos de Siria antes de la guerra civil.
En Palmira, EI causó severos daños a la Mezquita de Amar bir Yasir y Oweis al-Qarni, un lugar de peregrinación de los chiitas de Irán, el Líbano e Irak. Además de los 24 sitios culturales destruidos (con daños de entre el 75 y el ciento por ciento), otros 104 están severamente dañados (entre 30% y 50%) y en 85 se considera que el daño es moderado (de 5% a 30%).
En el informe se indica, además, que hay otros 77 sitios que están "posiblemente" afectados, ya que las imágenes de los satélites muestran escombros visibles.
"El saqueo; la destrucción debido a bombardeos aéreos y otras explosiones, así como construcciones en sitios culturales, amenazan significativamente la herencia de futuras generaciones de estas estructuras y objetos culturales", alerta en el informe de la Unitar. "Este análisis es un testimonio alarmante de los daños que sigue sufriendo el enorme patrimonio cultural de Siria.
Los esfuerzos nacionales e internacionales para la protección de esas zonas deben intensificarse con fin de salvar todo lo que se pueda de ese patrimonio de la humanidad", agregó la Unitar. La agencia de la ONU utilizó el Programa Operacional de Aplicaciones Satelitales (Unosat, por sus siglas en inglés) para monitorear 18 zonas, en las cuales detectó 290 sitios directamente alcanzados.
Las zonas registradas como Patrimonio Cultural de la Humanidad son los cascos viejos de las ciudades de Aleppo (Norte), Bosra (Sur) y Damasco (centro), las Ciudades Muertas del norte de Siria, el Crac de los Caballeros (centro) y Palmira (Este).

Agencias ANSA y DPA.

Fuente: lanacion.com

EL ESPEJISMO DE LAS PANTALLAS

Luis Pérez Oramas es curador del MoMA y un intelectual preocupado por el “síndrome de Narciso” generalizado que vive la sociedad contemporánea.
  Luis Pérez Oramas.

Cuando en la primavera de 2011 Luis Enrique Pérez Oramas pasó por Buenos Aires tenía entre manos el diseño de la Trigésima Bienal de San Pablo, empresa que concretó al año siguiente en lo que fue una de las ediciones más elaboradas de las últimas décadas. Aquel trabajo de este curador-poeta y filósofo-ensayista articuló múltiples derivas de sentido a través de la producción de varias generaciones de artistas y distintas geografías que vinculó a caballo de dos siglos. Visto en perspectiva, ese gran esfuerzo que desechó lo espectacular y se concentró en la secreta dimensión de lo sensible fue posible gracias a la disponibilidad de una cantidad de fuentes. Una circunstancia que Pérez Oramas entiende es preciso considerar indisolublemente asociada a la utopía democrática –al menos tal como se la concibió en el siglo XVIII– y hoy se encuentra en riesgo a partir de los procesos de digitalización de las fuentes. Una de las grandes preocupaciones de este curador que hoy se desempeña como responsable del departamento de Dibujo Latinoamericano en el MoMA ha derivado en torno de esta cuestión que trató en un polémico ensayo titulado Contra Narciso, la edad de la hiperescritura y la pérdida de las fuentes , que apareció en junio de este año en el blog Prodavinci y del que en estas páginas ofrecemos un fragmento. En él advierte sobre la confianza ingenua en la tecnología. Cuando las fuentes se digitalizan, sostiene, y se transcriben para su proliferación, se traducen a un lenguaje que ya nada tiene que ver con el lenguaje natural. La base numérica en la que reposan los textos que uno guarda ya no depende de nosotros sino de unos tecnócratas que desconocemos por completo y en cualquier momento pueden decidir que la tecnología que nos permite acceder a ellos es obsoleta. Uno de los mayores peligros que entraña esa eventual pérdida de acceso a nuestras propias fuentes, es una eventual pérdida de control sobre la memoria. Y lo peor –señala Pérez Oramas– es que todo eso pasa inadvertido tras el virtual encantamiento que producen las pantallas. Oculto tras el espejismo del acceso a todo que nos conecta con todos. Y más: el intelectual venezolano advierte también sobre el engaño que implica creer en la posibilidad de una memoria inagotable y de una producción infinita de textos que ya nadie alcanza a leer.
Como cabría suponer, su actitud carente de entusiasmo frente a los tiempos que corren, no le ha aportado demasiados seguidores. Lejos de ello, le ha traído diferencias con viejos compañeros de ruta. Acerca de esto y sobre el rol que le cabe como intelectual habló con Ñ.
–¿Cómo ve estos tiempos?
–Oscuros. Hace unos meses, en una discusión con un amigo en Francia, él me decía: no puede ser que nosotros los intelectuales estemos en contra de esta época. Tenemos que ser más optimistas, tenemos que abrazar los nuevos medios. A lo que le respondí: seguro, ya no puedo vivir sin ellos, sin computadora o sin Internet. Pero ciertamente, mi vida no está allí. Los aprecio como instrumentos, los necesito, pero me sitúo desconfiado frente a ellos. Así, frente a la pregunta de cómo veo este tiempo, debo decir que lo veo oscuro y frente a esto considero que parte de la responsabilidad del intelectual es ser negativo. El intelectual no está llamado a anunciar la edad dorada. La responsabilidad del intelectual es, si aún existe alguna, encontrar los puntos oscuros en medio de la luminosidad de un presente que nos enceguece. Es lo que dice Agamben cuando afirma: contemporáneo es quien percibe la sombra en la luminosidad de su tiempo; los puntos oscuros como algo que le incumben más que cualquier luz. Y sobre todo, al intelectual le cabe la responsabilidad de señalarlos. En ese sentido veo que hay un síndrome de Narciso generalizado y la imagen más superficial de este síndrome es la soledad de cada persona frente a las pantallas. Pueden estar conectados con el mundo, pero en sí están solos. Esa es la situación de Narciso.
–¿En qué sentido interpreta la figura del mito?
–Eco es la voz viva que llama pero la voz viva no le llega. El está enamorado de sí mismo, fascinado con la pantalla y esa imagen que cree que es de otro pero que en realidad es él. Esto que planteo de un modo esquemático sirve para interpretar el tema de los dispositivos que se interponen entre nosotros y la realidad. Y lo que más me preocupa es que precisamente por esos dispositivos, los archivos de todos, los textos y las imágenes, dejen de estar disponibles al modificarse sus fuentes materiales. Me dirás: eso no puede pasar, que siempre hay transiciones.
–No; sí que puede pasar. ¿Quién garantiza que no?
–Deberían ser las políticas públicas y las instituciones. Pero hoy instituciones como el MoMA prefieren destinar más presupuesto en las superficies de las pantallas que en la conservación de papel. Y va a pasar por la simple lógica del énfasis y el entusiasmo que se pone en esto. Por ejemplo, en el sistema de los museos de los Estados Unidos, que es el de patronazgo privado, es muy difícil conseguir dinero para una iniciativa de conservación. Sencillamente no atrae. Ahora, si uno propone una iniciativa de conectividad social, inmediatamente consigue los fondos. Esto demuestra que no sólo puede pasar, sino que ya está pasando.
–¿Diría que hoy es fundamental estar alerta?
–Por supuesto es preciso desarrollar el sentido crítico. Por aquello que los buenos marxistas del buen tiempo siempre señalaban y que Marx mismo dijo. Tiene que ver con la noción de ideología, que creo que es uno de sus máximos aportes al pensamiento. Haberse dado cuenta de lo que implica; que los hombres somos capaces de guerras por ideología y que la ideología –decía él– funciona exactamente como una cámara oscura, que da una visión invertida de la realidad. Así, yendo a la cuestión de la diseminación de pantallas –aquello de que mientras más pantallas, todos tenemos más acceso– es en realidad una visión invertida de la realidad y eso no es otra cosa que pura ideología. Y no estoy diciendo que no haya pantallas o que no hagamos uso de ellas, sino que prestemos atención a las consecuencias invisibles de ese proceso. Porque mientras más acceso hay en la superficie de la pantalla menos acceso efectivo tenemos porque dependemos de una cantidad de dispositivos y una traducción tecnológica que solamente controlan unas corporaciones, cuyos nombres o rostros desconocemos completamente.
–Y que además puede ser “discontinuada” en cualquier momento.
–Me acaba de pasar una pequeña tragedia que sirve de ejemplo. Tal vez no lo sea para un joven de 15 años que seguramente saben mucho más que yo de todo esto, pero lo es para mí. Siempre he trabajado con Apple, pero un día por una distracción matinal abro la computadora y me aparece la pregunta de si quiero actualizar el sistema. Está claro que el objetivo empresarial es que todos los dispositivos tengan el mismo sistema operativo. Pero ocurrió que hay una cantidad de cosas que yo tenía en mi computadora que ya no las puedo recuperar, o tal vez las pueda recuperar, pero tengo que pagarle a Apple por comprar nuevos programas, etcétera.
–Es peligroso, pero ¿cómo evitarlo? La sociedad está encantada con esto.
–Es el 1984 de Orwell. Yo no tengo la menor duda, y lo más sorprendente es que no son las fuerzas del totalitarismo lo que nos empuja a ello sino que somos nosotros mismos que entregamos todo, felices con la novedad y la tecnología. En la medida que te dicen que ves más, menos es lo que ves. Hemos padecido en los últimos quince o veinte años algunas de las peores guerras de las que se tenga memoria en la historia de la humanidad. Y son guerras civiles. De la Primera Guerra Mundial tenemos un inventario de imágenes muy completo. Y eso que fue una guerra previa a la diseminación de la imagen. Pero de estas recientes, no. Otro tema para analizar es que nunca en la historia de la imagen, éstas han sido tantas y tan efímeras. Se producen a una velocidad abismal y la posibilidad de leerlas es inversamente proporcional a la cantidad de lo que se produce. Las imágenes están condenadas a perecer.
–Y cuando aparecen son abstracciones, como las imágenes de la Guerra del Golfo que “transmitió” la CNN. Allí el soporte y la velocidad de trasmisión tenían mucho que ver.
–Por eso mismo creo que tendremos que recuperar la lentitud. Tenemos que aprender nuevamente a construir lentitudes. Yo le hice una entrevista a Jean Francois Lyotard, muy tarde en su vida, que fue publicada en Caracas en los años 90. Debe ser una de las últimas, si no la última. Lyotard me dijo una cosa curiosa que aún hoy trato de entender. Dijo que había que aprender a olvidar, que teníamos que aceptar el olvido. Porque pensar en una memoria absoluta es una de las caras del infierno. Recién ahora comprendo lo que me quiso decir.
–¿Fue acaso Lyotard una figura solitaria por su pensamiento crítico?
–El pensamiento crítico sólo puede ser solitario porque quien se para frente al oleaje no suele tener compañía. Pero otra cosa importante que define este tiempo además del intelectual en soledad es la cuestión del intelectual en la ciudad. Lo comentaba ayer con alguien y en ese sentido el modelo americano es preocupante. Yo vivo allí y cuando vengo aquí o voy a Europa me doy cuenta de que aún existe el intelectual en la ciudad. Pero en los Estados Unidos uno tiene la impresión de que el intelectual no existe en la ciudad. La discusión es en la academia. Y la universidad es como un ámbito monástico encerrado en pequeñas arcadias, algunas de ellas inscriptas en los peores infiernos urbanos. Pongamos por caso Yale. New Haven es una de las ciudades más violentas de los Estados Unidos y la universidad es una arcadia en medio de eso. Hasta hace muy poco las jóvenes que estaban en Yale tenían que ir con mucho cuidado al campus porque podían ser violadas. Ese encierro monástico no tiene equivalente en la ciudad. La discusión en la ciudad está llevada por la sociedad espectacular. Por los conductores y los moderadores de la sociedad y el periodismo espectacular. Tengo la impresión de que en lugares como Europa, en la Argentina o en otros lugares de América Latina todavía se conserva el vínculo del intelectual con la ciudad.
–¿Dónde? Tengo la impresión que la tradición de la bohemia de café se ha perdido prácticamente, y con ella el debate.
–No vivimos de la nostalgia del intelectual crítico pero es importante que el intelectual no se reconozca ideologizado porque como decía la ideología es un espejismo y, como todo espejismo, es difícil ver qué no es realidad. El intelectual ideologizado es un intelectual que habla de espejismos. Veo muchos intelectuales de izquierda que creen en los modelos populistas y de lo que hablan no es de la realidad. La realidad es algo que tienen en sus cabezas o en sus relatos pero no pueden enfrentarse a lo que ocurre en la calle. Otra cosa que me parece imprescindible rescatar en los tiempos que corren es la piedad. Nos hace falta un poco de piedad. Lyotard señaló mucho de esto en 1976, yo lo estoy releyendo ahora. En realidad no lo leí bien en su época.
–¿Acaso porque no era fácil digerir lo que señalaba?
–Porque era un intelectual crítico de su tiempo. Lo que planteó en Les Inmateriaux ( Los Inmateriales ), aquella célebre exposición en el Centro Pompidou, era precisamente lo que venimos a tratar recién ahora. Estamos yendo a un sistema de pantallas, a una virtualización del mundo real, decía. La mutación epistemológica a la que asistimos responde justamente a eso. En Los transformadores de Duchamp , un libro raro que escribió, Lyotard dice que el espacio de la política está basado en la geometría euclidiana. Un espacio de dimensiones mensurables. Es decir, imaginamos el espacio político como algo homogéneo pero eso ya no funciona –decía– y la metáfora que usaba era la del vidrio roto de Duchamp. El vidrio, que operaba como metáfora, se rompió y no explicaba más nada, lo dejaba allí como una invitación al pensamiento. Nos toca a nosotros descifrarla. Eso es lo que me interesa de él que nos obliga a pensar.


Luis Pérez Oramas básico

Caracas, 1960. Poeta, historiador y curador de arte.

Estudió Literatura Comparada en la Universidad Andrés Bello de Caracas, y luego se doctoró en Filosofía e Historia del Arte en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Ha enseñado Historia del Arte en numerosas universidades y es autor de varios libros de poemas, ensayos y catálogos de exposiciones en todo el mundo. Desde 2006 es responsable del departamento de Dibujo Latinoamericano del MoMA de Nueva York.


Contexto: Torres García, Berni y Ferrari

Pérez Oramas llegó hacia fin de año a Buenos Aires siguiendo el rastro de Joaquín Torres García, que es el motivo de la próxima muestra que hará en 2015 en el MoMA. Porque esta ciudad y Montevideo conforman uno de los más ricos yacimientos de la obra del gran uruguayo. Un artista que aquí ha tenido enormes seguidores tanto entre los coleccionistas como entre los artistas locales.
¿Por qué Torres García en el MoMA? Le preguntamos a propósito de lo difícil que suele ser Nueva York para los grandes maestros del arte latinoamericano. La última muestra de carácter abarcativo que se vio allí fue en el Guggenheim en los años setenta, y fue muy mal recibida. En su opinión ahora es un mejor momento. “Hay una cosa brutal en Torres García que hace que haya llegado a Basquiat. Basquiat reconocía una deuda con Torres García –explica–, esa brutalidad esquemática; esa cosa muy somera que tiene Torres García en el plano de lo abstracto hace que su influjo llegue hasta los nuevos salvajes de la pintura grafitera”.
Surge entonces y de manera inevitable la figura de Berni en relación con la muestra que exhibe ahora el Malba y que viene de Houston sin haber suscitado mayor interés de la crítica allí.
“Es que Berni es un artista que cuesta mucho leer fuera de este país –dice Pérez Oramas–. Reconozco que es una figura enorme aquí, prácticamente oficial. Pero yo mismo tengo problemas con Berni –admite–. Diría que para mí el mejor Berni es el que se distrae del enunciado. Ese Berni que no es tan rotundo. Encuentro en él unos momentos que hace una suerte de digestión del surrealismo, a través de una cierta conciencia corporal que revela una genética de la modernidad italiana. Eso me resulta fascinante. Yo no sé qué vería Berni de joven. Luego hay un momento de la inclusión de la basura donde adquiere una fuerza especial. Pero cuando avanza con lo experimental y lo que prevalece es el enunciado, allí me fastidio. Es que a mí me seducen las imágenes que están en peligro de desaparición, y lo que veo en las de Berni es que están demasiado asentadas. También debo referirme a la recepción de Berni en el plano internacional. ¿Cuál es el lugar y la función que ocupa en un relato de la historia moderna americana y me refiero a toda América? Berni es inconmensurable. Si uno lo juzga desde el espacio de la historia del arte canónica no tiene lugar. Por eso los teóricos y curadores tenemos que ir buscando las vías para que se pueda leer y no sólo localmente. Y eso implica una negociación. No he visto la exhibición y hasta qué punto esa negociación está, no lo sé.
¿Y qué pasa entonces con León Ferrari?, le preguntamos.
“No, su caso es distinto. En León hay una fragilidad permanente que conmueve. Y cuando esa fragilidad pasa a lo político es muy bello también. Aparece el sufrimiento, el dolor. León era muy sensible y conocía mucho acerca de la eficacia de la imagen que es tan susceptible del dolor como el cuerpo humano”.

   Narciso. Óleo de Caravaggio perteneciente a la Galería Nacional de Arte Antiguo, en Roma.

Contra Narciso

Ensayo. El arsenal de tecnologías de archivo y registro que poseemos es sólo una prótesis de nuestra propia imagen, concluye Pérez Oramas.

Por Luis Pérez Oramas


El libelo que estas líneas exponen es contra el tiempo presente. Sus palabras han sido escritas a contrapelo de los días, pero no se aloja en ellas ninguna nostalgia de pasado, ni se pretende con ellas promover ninguna forma de retorno. No negaré que abrevo en aguas pesimistas, aliadas a la certeza de que el tiempo pasa inevitable y trae inexorable su botín de prodigios, aunado a su fardo de tragedias.
No soy voluntarista: creo, profundamente, que nuestra vida está regida por la indiferencia del mundo a nuestra voluntad, a nuestros dolores y alegrías. Mi religión, mi moral, mi política se nutren de la vida presente y del constante recurso a las fuentes naturales en las que yace la ofrenda de los alimentos, los sueños, los espasmos. Entre ellas estimo en especial las fuentes escritas y gráficas, el ruido o el sonido de la voz y de las voces.
El libelo que estas líneas exponen es contra Narciso, contra la tentación de morir en la contemplación de un espejo refulgente ante el cual no sabemos establecer distancias, confundiéndonos y ahogándonos en su ínfima densidad de vidrio; olvidando que lo que miramos tiene cuerpo, y era nuestro.
Vivimos un mundo de fugaces famas, en el que hemos llegado a poseer los instrumentos que nos permiten la más abrumadora producción de imágenes y escritos desde que la humanidad se piensa o se mira a sí misma. Pero nunca desde que la humanidad produce figuras o escritos se han engendrado tan efímeras imágenes y tan pasajeros textos, breves, desoladoramente ínfimos.
En la acumulación de producciones simbólicas bajo la cual se ahoga, asfixiada, la forma de la significación, se esconden también dos ilusiones que devanean como fantasmas por el mundo: una es la aristocracia mediática de la celebridad, generalmente ilegítima, y similarmente efímera e intranscendente a los soportes que la justifican; otra es la absurda, improbable certeza de que bastaría unirse cualquiera al bosque impenetrable de imágenes fugaces y escritos céleres que nos ahogan para alcanzar la póstuma gloria literaria o artística. Por ello el libelo que estas líneas exponen también se erige en contra de la vanidad artística y literaria, en contra de su onanista persistencia en construir su propio túmulo. (...) Los hombres creemos, incesantemente, poseer la memoria de las cosas, especialmente la que nos corresponde como individuos, pero en realidad todo en ella es pérdida: la memoria, o lo que así llamamos, es sólo un atajo laborioso, un sótano insondable, un laberinto oscuro del que sólo se sale por galleos y escaramuzas. La memoria es siempre deformación (de la memoria o del evento recordado), según lo anotó Sigmund Freud en una de las contadísimas innovaciones modernas al pensamiento humano. En los días presentes, cuando la humanidad ha alcanzado a producir y controlar el más abismal arsenal de tecnologías de archivo y registro (es decir de memoria artificial) la especie humana padece la más extensa e incurable de las epidemias de memoria natural, en los rincones del Alzheimer y de la demencia ordinaria. La profecía de Thamus en el diálogo de Platón se ha materializado: no sería la escritura un remedio, un “fármaco” para el olvido sino la pérfida poción que no cesa descomunalmente de engendrarlo: hipomnesis que condena la voz a su silencio, las formas a su olvido y sanciona la muerte de la verdadera  mnème , de la memoria viva. Toda hiperescritura es entonces síntoma de hipomnesis: toda hiperescritura es una cifra más de la desmemoria ordinaria que sin cesar nos consume.
La otrora conmovedora figura del anuario de escuela donde los graduados colocaban su foto, su nombre, su clase, su fecha de nacimiento se ha convertido hoy en el ejemplo más elocuente de una post-nación: sin fronteras visibles y con más de mil millones de habitantes (en realidad, usuarios; es decir en verdad: trashumantes) cuyos datos, cuya biometría, cuyas amistades y gustos, frecuentaciones y hábitos se venden, sin que sepamos, al mejor postor mientras nos divertimos en el infantilizante oficio de vernos a nosotros mismos retratados en la ocupación de nuestros más banales menesteres. Tal comunidad, o facebook, tal libro de caras, entre otros, es sólo un ejemplo de la ideología dominante, de su reveladora fisonomía: en ese archivo que creemos ilusoriamente nuestro nos olvidamos de los otros, mientras matamos el tiempo viéndolos en similares y anodinos menesteres, en la falsa certeza de que sólo nos ocupamos de ellos. Decenas de años de lucha y sacrificios fueron ignorados por la humanidad y sus medios, en los países árabes, al hacer eclosión en el desbarajuste de la historia la masiva voluntad de cambio conocida como “primavera árabe” y ser atribuida entonces sólo al oscuro monasterio del facebook o al nuevo imperio telegramático del twitter, con su tartamuda lengua de abreviaciones:  lol, lot of laughs , montones de risas; f omo, fear of missing out , temor de perdérnosla. Así se legitima el poder de la ideología que, como saben los viejos luchadores, esconde su rostro en sus sombras y habla en el silencio; y que, como bien afirmaba Carlos Marx, suele funcionar como una cámara oscura, ofreciéndonos una imagen invertida de la realidad.
Vamos entonces a preguntarnos, al ver la imagen del mundo que nos ofrece nuestra edad de conectividades, nuestra era de “social media”, nuestro tiempo de hipermemorias, hiperimagénes e hiperescrituras si aquella no sería, más bien, precisamente, una imagen invertida, una imagen falsa: si, a fin de cuentas, la conectividad no sería la escaramuza de una destrucción soterrada del frágil tejido social en un mundo que ya no depende de naciones, tanto como de corporaciones; si la función de mediación social no ha devenido la más aterradora, por silente, por aparentemente inocua, forma de control social (“social media” igualándose a “social control”); cabe preguntarse pues si la hiperescritura no hace imposible la lectura, induciendo más bien la más absoluta hipolectura en quienes, como podemos comprobar estadísticas en mano, no llegamos ya al final de ningún texto, menos aún en la red; si la hiperescritura no genera, como la sangre coralina y tiesa de Medusa moribunda, la absoluta diseminación de una epidemia de hipolectura; si la hiperimagen no engendra, como parece cierto al desgarrar su imagen invertida, un laberinto de ínfimas imágenes tras el cual se esconde la percepción de un desierto: si tras la imagen aguda y breve, furtiva e hipnotizante que se multiplica sin parar en cada escaramuza de nuestra vida cotidiana no se esconde el empobrecimiento de la percepción: el olvido del mundo y de las cosas, que de pronto creemos ser sólo imágenes. Vamos a preguntarnos, en fin, si cada uno de nosotros, con nuestros multiplicados “dispositivos móviles” en mano, a cada instancia de nuestros días, ellos en vilo, titilando su pequeña luz roja o verde como una farmacia de turno mientras dormimos, no habremos venido hoy a constituir la masiva ciudadanía, a la vez post-histórica y post-nacional, de una edad narcísica: edad de la soledad en cuanto somos como Narciso, ostentando públicamente nuestros espejos portátiles, prótesis de nuestra propia imagen, para sólo vernos y para sólo existir para nosotros, condenados como Narciso a olvidar el mundo en el irreconocimiento de nuestra imagen, hasta ahogarnos en ella, transformados en la excrecencia floral (o tecnológica) de un pantano oscuro, de un nuevo leteo.
Hemos alcanzado la edad de la hiperescritura y todo se confabula para que olvidemos entonces sus raíces primeras, sus fuentes naturales. Tal es la ideología de nuestro tiempo que busca controlar a los humanos con un sutil y aterrador mecanismo de control –la apariencia de ser todos en nuestro propio olvido colectivo, la ilusión de ser todos en la desafección de todos–; y tal es su infernal residuo: el olvido de la cultura humana tal como la hemos conocido. Para ello nos ofrece esta ideología la seductora mercancía de un inagotable alcance de memoria, de archivo, de infinito texto que ya nadie lee; una acumulación de imágenes sofísticas, protésicas, cuya abundancia sobrepasa nuestra inteligencia natural y que no podrá, en verdad, ser nunca elaborada por nosotros, restándole sólo el destino de ser abandonada como un mar de nadie a la fortuna de sus fantasmas póstumos. (...) No sería eso lo más grave: tras ese bazar infinito de textos, imágenes, archivos, se esconden sus dueños, que nadie conoce. Se esconde quien ha adquirido todos los derechos de reproducción y sepulta a las imágenes en una mina subterránea. Se esconden los poderes de las naciones que tienen capacidad permanente de hacer “black-out” en nuestros dispositivos de imagen. Se esconde, más consecuentemente, tras la afable apariencia de esos textos, imágenes y archivos en nuestros espejos móviles, una críptica selva de hipercódigos y meta-textos, de ecuaciones, logaritmos, algoritmos a los cuales necesariamente han sido traducidos los textos, las imágenes, los archivos, para poder producir la ilusión de que accedemos a ellos desde la táctil facilidad de la yema de nuestros dedos. La lectura sin esfuerzo en la impecable superficie de nuestro espejo, la imagen que no reconocemos y éramos nosotros.

El texto completo de este ensayo fue publicado por primera vez en el sitio Prodavinci.com.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EL DESNUDO:
CUANDO EL CUERPO SE CONVIERTE EN UNA OBRA DE ARTE

Desnudo XXXIV (1934), de la serie de Heinrich  Foto: LA NACION
   Desnudo XXXIV (1934), de la serie de Heinrich  Foto: LA NACIÓN
Por Natalia Blanc / La Nación

La luz que entra por la ventana ilumina el cuerpo tendido, casi en penumbras, y juega con la sombra que proyecta una cortina tejida. Sobre la piel de la modelo se dibujan formas cuadriculadas que resaltan la figura femenina en claroscuro. No hay rostro a la vista. El foco está en el torso desnudo.
La imagen integra el libro Annemarie Heinrich. Desnudos, que llegará a las librerías los últimos días del año, publicado por La Azotea Editorial. Es una de las treinta y cinco fotografías en blanco y negro, la mayoría inéditas, tomadas por Heinrich entre 1934 y 1948. Con la publicación de este volumen de colección, el sello creado y dirigido por Sara Facio rinde homenaje a la célebre fotógrafa nacida en Alemania en 1912, que en 1930 abrió su primer estudio en Buenos Aires. Conocida como una destacada retratista especializada en figuras del espectáculo, Heinrich se dedicó también al estudio del desnudo en la fotografía. El libro, que surgió a partir de un proyecto presentado por Alicia y Ricardo Sanguinetti, hijos de la fotógrafa, dialoga con la muestra La Seducción Fatal. Imaginarios Eróticos del siglo XIX, que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 15 de marzo.
Como escribió María Moreno en el prólogo, "Annemarie no sublimaba la carne, aunque su propuesta estética estaba lejos de todo realismo. Esa forma suya conocía su contemporaneidad con las vanguardias pictóricas argentinas. Con la iluminación y la preferencia por el claroscuro, solía cubrir la piel femenina con una tersura estatuaria -de una estatua en donde la carne no se haya transfigurado del todo-, «nacaraba», inventaba líneas, esculpía". En varias de las imágenes incluidas en el libro, como Desnudo 49 y Torso, se percibe la búsqueda estética que describe Moreno en su texto. Heinrich retrata el cuerpo femenino como una escultura; ilumina la piel para que luzca como una superficie de mármol o de yeso, como hizo Auguste Rodin en el Minotauro, obra que integra la sección "Erotismo y violencia: el rapto", de la exhibición del Bellas Artes curada por Laura Malosetti Costa.

La historia escrita en la carne

Claro que, a diferencia de una fotografía que captura un instante, las pinturas, los grabados y las esculturas crean una escena, se proponen narrar una historia. El rapto de Europa, pintura de Giovanni Lanfranco, y La cautiva, de Juan Manuel Blanes, que pueden verse en el recorrido por La Seducción Fatal, son algunos ejemplos. Agrupados en la sección "Desnudas y desnudos: voyeurismo, distancia y transgresión", aparecen La siesta, de Cesáreo Bernaldo de Quirós; El baño, de Prilidiano Pueyrredón, y El despertar de la criada, de Eduardo Sívori, entre otros óleos sobre tela.
Organizada junto con la Biblioteca Nacional, en la muestra se exhiben sesenta y cinco obras entre pinturas, esculturas, grabados, fotografías e impresos de artistas europeos y argentinos del siglo XIX. La Sala del Tesoro de la Biblioteca, lugar habitualmente de acceso reservado a investigadores, se abrió al público para que todos puedan apreciar grabados, litografías y publicaciones eróticas de los siglos XVIII, XIX y XX que se conservan en vitrinas. Allí, en la continuación de La Seducción Fatal, titulada "De la intención erótica al sueño pornográfico", figura la colección L'Art et le Beau, el álbum Le Parnasse Satyrique, obras del artista francés Paul Avril y aguafuertes y litografías de los italianos Alfredo Baruffi y Edoardo Rubino.
Al carácter narrativo de las imágenes se suma el valor del texto. Por eso en el catálogo de la muestra y en la página web de la Biblioteca es posible leer ensayos breves escritos especialmente para acompañar las imágenes expuestas. Fueron convocados, entre otros, María Moreno, Aníbal Jarkowski, Selva Almada, Diego Tatián, Christian Ferrer, José Emilio Burucúa, Gonzalo Aguilar, Luisa Valenzuela y Andrea Giunta. Cada uno escribió sobre una obra en particular y en esos textos se advierte la mirada de los autores sobre el desnudo en el arte y su vinculación con el deseo, la seducción y el erotismo.
Estos mismos temas, enfocados desde el exceso en obras de artistas como Goya, Rodin y Picasso, se abordan en una muestra en homenaje al marqués de Sade, inaugurada este año en el Museo D'Orsay, de París, que estará abierta hasta el 25 de enero. Polémico por sí mismo, el autor volvió a ser sinónimo de escándalo cuando las autoridades del museo difundieron un video promocional con imágenes de cuerpos desnudos entrelazados en una especie de orgía, que culminaba con la palabra Sade.


El despertar de la criada, de Eduardo Sívori  Foto: LA NACION
   El despertar de la criada, de Eduardo Sívori  Foto: LA NACIÓN


De las mujeres a los hombres

Cuando se piensa en la representación del cuerpo desnudo en una obra de arte enseguida aparece una imagen femenina. Tanto en La Seducción Fatal como en el libro de fotografías de Heinrich, los modelos son mujeres. En contraposición a la tendencia, el Museo Leopold de Viena organizó en 2013 una muestra centrada en el desnudo masculino desde 1800 hasta la actualidad. Lo curioso, en ese caso, no sólo fue que las 300 obras (entre pinturas, fotografías, dibujos y esculturas) mostraran variaciones sobre la desnudez masculina, sino que el museo vienés convocó al público para que visitara la muestra... sin ropa.
Así, los visitantes que se animaron a cumplir la consigna ingresaban en la sala sin prenda alguna. Causó polémica, por supuesto, y en las fotos que publicaron los medios se veían hombres y mujeres de espaldas, con las colas al aire, pero con zapatos y, en algunos casos, también medias.
Masculino / Masculino. El hombre Desnudo en el Arte de 1800 hasta la Actualidad llegó en septiembre de 2013 al Museo D'Orsay y tuvo también excelente convocatoria. Claro que al museo parisino todos fueron vestidos.

Los trabajos de una pionera, por tres

Desnudos
La azotea editorial
Cuando el sello La Azotea cumplió 40 años en 2013, su directora, Sara Facio, convocó a fotógrafos destacados para que presentaran proyectos de volúmenes con material inédito. Entre la cantidad de propuestas, fue elegida la de Alicia y Ricardo Sanguinetti, hijos de Annemarie Heinrich y también fotógrafos. Por otra parte, ellos cedieron el archivo personal de su madre a la Universidad Nacional de Tres de Febrero para su catalogación y conservación. Una selección de ese material se exhibirá a partir del 8 de febrero en el Museo de la Untref con el título Estrategias de la Mirada. Además, desde el 20 de marzo, Malba abrirá como exposición temporaria Annemarie Heinrich. Intenciones Secretas. Génesis de la Liberación Femenina en sus Fotografías Vintage, que reúne 50 fotos producidas entre 1930 y 1950.

Letras para una seducción fatal

De las obras de arte a los textos: un recorrido posible
En el Bellas Artes
Imaginarios Eróticos del siglo XIX comprende 65 obras (pinturas, grabados, esculturas) de la colección del museo. La muestra, con entrada gratuita, se puede visitar de martes a viernes, de 12.30 a 20.30, y los fines de semana, desde las 9.30. Hay visitas guiadas todos los días, a las 18.
En la web de la Biblioteca
Los textos de los escritores invitados que acompañan las obras de arte están disponibles en el sitio web www.bn.gov.ar..