GARCÍA DEL MOLINO,
EL PINTOR AUTODIDACTA QUE RETRATÓ TODA UNA ÉPOCA

Arte
Un centenar de obras de 18 instituciones confluye en una inusual exhibición en el Museo Isaac Fernández Blanco
Foto de Mariana Cullen
Por María Elena Polack / LA NACIÓN


La identidad porteña de mediados del siglo XIX puede estudiarse con una profusión de obras de distintos historiadores de la época y más modernos. Pero buena parte de sus rostros, de sus miradas, de sus situaciones económicas quedaron plasmadas en la prolífica paleta de Fernando García del Molino.


El pintor chileno que llegó al Río de la Plata en su juventud fue el autor de casi 4000 retratos de distintos tamaños, de los que por lo menos 800 llegaron intactos hasta nuestros días. De esa extensa tarea, casi un centenar se exhibe en estos días en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (MIFB), Suipacha 1422, de esta ciudad.
"Fue uno de los retratistas más importantes del período federal y del siglo XIX en esta ciudad. Se sabe que García del Molino tuvo que armar un taller para atender la demanda de retratos de la alta sociedad y que él se dedicaba especialmente a pintar a algunos de los personajes más destacados de la ciudad", explicó a LA NACION el director del MIFB, Jorge Cometti.
La exposición Retratos para un identidad, Fernando García del Molino (1813-1899) tiene varias particularidades, entre las que se destacan el interés y generosidad de muchos museos del país en aportar obra de García del Molino. En total, intervinieron 18 instituciones para desarrollar la muestra que se puede visitar hasta el 1° del mes próximo en el MIFB y a partir de la primavera en el Museo Prilidiano Pueyrredón, de San Isidro.
El porte de Juan Manuel de Rosas, los ojos anhelantes de amor de la joven Felisa Bellido, la difícil cabellera de Josefa Ezcurra o la serena ancianidad de Joaquina López Camelo son apenas algunos de los centenares de retratos que Fernando García del Molino pintó para ellos y que han sobrevivido hasta la actualidad.
Y, desde que se abrió la exhibición en el MIFB, sus autoridades admiten que no sólo han pasado por allí muchos coleccionistas interesados, sino también mucho público que cree o tiene obra de García del Molino y que busca su certificación.
La muestra, patrocinada por la empresa de seguros La Segunda, alberga obras de museos, como el Histórico Provincial de Santa Fe Brigadier General Estanislao López, del Complejo Museográfico Enrique Udaondo, del Histórico de la Ciudad de Buenos Aires Brigadier General Cornelio de Saavedra y del Centro Naval.
Curada por Lía Munilla Lacasa, Gustavo Tudisco, Marcelo Marino y Patricio López Méndez, la exposición implicó un gran trabajo de coordinación entre las instituciones y la puesta en valor de muchas obras. Muchas instituciones dedicaron tiempo imprevisto en sus cronogramas de restauración y mantenimiento para poder prestar obra. El Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la Universidad de San Martín tuvo una de las tareas fundamentales: restaurar el retrato de la joven Felisa Bellido.
"García del Molino era autodidacta y la profusión de su obra marca la importancia que le daba la clase alta porteña al retrato, algo que se fue perdiendo con la aparición del daguerrotipo. A diferencia de Prilidiano Pueyrredón que estudió arte en Europa, García del Molino se hizo aquí, solo con la profusión de su trabajo y con los elementos disponibles de aquella época", sostuvo Cometti.
La exhibición incluye objetos que formaron parte de algunas de las pinturas. Por ejemplo: el juego de collar y pulsera de coral, el sahumador , el par de aros, la botella de porcelana y hasta un retazo del vestido que luce Felisa Bellido en su pintura, una de las de mayor tamaño de toda la exposición.
A través de distintos trabajos, se puede ver cómo era la técnica de García del Molino. Cómo dibujaba el personaje por retratar y cómo luego lo plasmaba en la tela.
 
Fuente texto: lanacion.com

RÓMULO MACCIÓ Y LOS CONTORNOS DE LO HUMANO

Pintura. El pintor, figura legendaria de las artes plásticas en la Argentina, muestra su producción reciente, de factura contenida y con el hombre como preocupación principal.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

 

“La pintura es un oficio mudo, ¿para qué agregarle palabras a lo que se expresa por sí mismo?”, pregunta –prácticamente se queja– el pintor Rómulo Macció mientras camina por Repertorio , su muestra en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Una y otra vez renuncia el artista a explicar sus pinturas. Caprichoso, sólo deja caer algunos datos, frases breves, comentarios sueltos acerca de estas 38 obras de gran formato creadas durante los últimos 5 años. Y es interesante esta rara posibilidad de observar la producción contemporánea y madura de un artista de larga y cambiante trayectoria. Es la exposición de un hombre de 83 años que nunca dejó de pintar mientras le duraron las ganas, porque –es sabido– a Macció generalmente le da una tremenda pereza ponerse a trabajar. El mismo admite que tienen que obligarlo a ir al taller y pintar. Eso sí, una vez que entra allí, trabaja full time hasta que lo vuelca todo. Macció sostiene que pinta solamente cuando tiene algo que decir. Si no, se va a hacer otra cosa. Pero en la exposición de Cronopios muestra, habla, exhibe: eso que está colgado es todo lo que tenía acumulado para decir durante los últimos años. Y hasta hay una segunda parte de la exposición, ya que la muestra del C.C.R. está organizada en dos tandas. En la segunda muestra el artista agregará unos dibujos, explica a Ñ el curador, Renato Rita. Con tantos movimientos de ida y vuelta, y con tanta pintura inédita viniendo de semejante artista –uno de los pintores míticos de la Argentina– es mejor echar un vistazo a la exposición y sorprenderse: éstas no son las pinturas que uno espera de Macció. Son trabajos inesperados, vinculados, en cierta manera, a las imágenes de sus pinturas de los años 70, menos salvajes que las de su época del grupo “Otra figuración”, que había fundado a comienzos de los 60 junto a Jorge de la Vega, Ernesto Deira y Luis Felipe Noé. Entonces, los integrantes del grupo pretendían, mediante sus obras, quebrar la “buena forma”, el orden, “lo académico”. Lo único en común entre las pinturas de Macció de esa época, las de los 70 y las actuales es que se rebelan contra un cierto “buen gusto” establecido. No gustan de primera mano. El pintor lo sabe; y parece darle lo mismo si gustan o no. El pinta lo que le sale. Es un intuitivo. Un intuitivo y rebelde in aeternum .
El gran trabajo “Nuevo grito” –inspirado en “El grito” de Edvard Munch–, de 3,4 por 2,6 metros, es raro: hay un hombre gritando, con una cabeza de más de dos metros de alto; y hay una forma, un círculo plano por detrás. El hombre tiene una piel con la textura de una cuadrícula. La mayor parte del trabajo deja el lienzo casi al desnudo. La imagen es de lo más sintética, resumida, controlada, contundente. “Menos es más –comenta el pintor en referencia a sus nuevas pinturas– y poco es demasiado. Antes era más barroco pero ahora busco una mayor síntesis, más claridad en el mensaje plástico y en la parte formal, un lenguaje más directo.” Claramente puede verse esto en “Sueñas y ríes”, “La grieta según Renato” (quizás esta pintura haya sido hecha ex profeso para ser exhibida en la muestra de Cronopios), “Sombra”, “Hombre hueco”, “Imaginario”, “Pasajero”, “Beso”. Algunas tienen más pintura cargada que otras. Algunas son enigmáticas gracias a esos rostros misteriosos, casi siempre con la boca abierta, que miran al espectador sin iris y con la garganta abierta y negra, una caverna, un agujero profundo. “Viaje hacia la nada”, y “Retrato de la ¡O!”, por ejemplo.

Prefiero no ver. 2013, acrílico s/tela, 195 x 140 cm.
Prefiero no ver. 2013, acrílico s/tela, 195 x 140 cm.

En algunos de los trabajos aparece el trazo nervioso, a veces rasposo, a veces recargado, como en “Noche y día” –dos rostros con un plano pleno del lienzo casi desnudo como fondo– y “Las edades” –superposición de rostros de perfil y de frente, rotación. Y está el color, la paleta: hay muchos fondos plenos y planos de grises, rosas y celestes de clave altísima. Por encima de ellos, estampada, contundente, una silueta sintética de un casi pleno negro. Eso es todo. Molesta, incomoda un poco, que la pintura no siga, que la imagen no sea más compleja, que las pinceladas no sean más gestuales, que el pincel no haya estado más cargado... Queríamos más de Macció. Queríamos exceso, detalle, materia. Y Macció lo sabe. Probablemente se divierta internamente, pintando así.
Más allá de la imagen, del tratamiento de la pintura y del color, los títulos de las pinturas también dan algunas pistas sobre las preocupaciones recientes del pintor. Todas giran –como siempre a lo largo de su carrera– alrededor del ser humano. “Pinto siempre al Hombre”, comenta Macció, “ésa es mi preocupación. Pinto la representación del ser humano. Mi pintura es representativa”. Más tarde el artista agrega: “Hace poco vi una entrevista a Tomás Maldonado, en la que decía: a pesar de todo, la pintura representativa existe. Yo pienso lo mismo. Estamos representando. Representamos, a pesar de que a veces uso cosas del lenguaje abstracto”.
El Hombre, en todas las situaciones y con todas sus aristas, es el tema de este pintor, su Repertorio . En un momento Macció se afloja y confiesa: “un pintor como yo quiere hacer formas agradables y también algo más, una intensidad, un sentimiento. Eso es lo que está dentro de mis personajes”. Estos rostros bocetados y anónimos. Los contornos humanos.

 

Rómulo Macció básico


Buenos Aires, 1931. Artista plástico.



Autodidacto. A los 14 años empezó a trabajar en una agencia publicitaria. Se especializó en artes gráficas y realizó escenografías teatrales. Se dedicó asiduamente a la pintura a partir de 1956, cuando realizó su primera muestra en Buenos Aires. En 1961 se unió con Ernesto Deira, Luis Felipe Noé y Jorge de la Vega –con quienes realizará luego varias exposiciones– para organizar la muestra Otra figuración . Ganó el premio del Instituto Di Tella en 1962. Tienen obra suya importantes instituciones del país y el exterior.

Ficha
 
Rómulo Macció
Repertorio
Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junín 1930
Fecha: hasta el 28 de mayo
Horario: Martes a viernes, 13 a 20; sábados,
domingos y feriados, 11 a 20
Entrada: gratis

Fuente: Revista Ñ Clarín

DIEZ MINUTOS DE APLAUSOS
PARA UNA PELÍCULA ARGENTINA EN CANNES

“Relatos salvajes”, de Damián Szifron, se presentó anoche y compite por la Palma de Oro.
La protagoniza Darín.


En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP
En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP

Por Pablo O. Scholz

“Gracias a todos, gracias por estar acá”, dijo emocionado Damián Szifron luego de los casi diez minutos de ovación que recibió “Relatos salvajes”, la película argentina que dirige y compite por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
El de anoche fue un momento memorable para el cine argentino, que muy pocas veces tiene la oportunidad de competir por el premio mayor del festival más importante del mundo. La que no cabía en sí misma era Erica Rivas, que lagrimeaba a moco tendido. Todos de pie en la sala Lumiere del Palais des Festival, en “orchestra” (platea) y arriba en los balcones.
Al llegar al Theatre Lumiere, la delegación argentina había sido recibida por Thierry Fremaux, director artístico del festival. Estaban Damián Szifron y su esposa, María Marull, Ricardo Darín (el único sin moñito, se ubicó al lado de Szifrón), Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, y Pedro y Agustín Almodóvar, productores españoles del filme. Oscar Martínez lucía, orgulloso, su moñito, que era uno que usaba Tato Bores, y que se le dio su mujer, Marina Borensztein.
“Me gusta subir la apuesta, siempre, pero estoy muy cómodo con cómo filmé ‘Relatos salvajes’. No se si trabajando metido en un estudio de Hollywood, tendría la libertad para contar las historias que quiero. La verdad es que estoy muy contento y totalmente emocionado”, dijo Szifron a Clarín.
En la Sala Lumiere, antes de comenzar la Gala, se proyectaba en la pantalla el arribo del público y las figuras invitadas. Por allí estaban Pablo Trapero y su mujer Martina Gusmán, James McAvoy y Jessica Chestain, protagonistas de “La desaparición de Eleanor Rigby”, que se vio ayer en Un certain regard (competencia alternativa), y el brasileño Walter Salles.
La jornada había comenzado temprano para los argentinos. Además de Szifron, los intérpretes y los productores partieron a las 12 del Hotel Martínez hacia el Palais des Festivals, donde hicieron el famoso “photo call” (las fotos, con el Mediterráneo de fondo) y tuvo lugar la conferencia de prensa de la película. Pedro Almodóvar se quedó sentado en la primera fila.
“Mi pueblo es el cine”, dijo Szifrón, en referencia a aquellos realizadores que pintan su pueblito en sus películas. “Mi vida y el cine están muy vinculadas desde siempre, desde que mi papá me llevó al cine de chiquito”, aseguró. Y cuando le preguntaron por qué utiliza el humor negro y se aparta de la solemnidad, confió que “la solemnidad tapa la mentira. Ahí donde ves algo solemne, hay algo raro. El humor está siempre, incluso en la tragedia. De hecho, no tengo ni idea de por qué la comedia no está considerada como algo serio”, afirmó Szifrón.
Una periodista española le preguntó cómo cree que recibirá la Presidenta Fernández de Kirchner la película, y la violencia en ella. Aclarando que “no creo que la película refleje a la Argentina, sino que es algo universal”, sostuvo que “si los políticos hicieran su trabajo bien, haría otras películas”, concluyó.
A las 19.45, ya vestidos de gala, los argentinos se encontraron en el bar del Hotel Martínez para tomar una copa, antes de que los coches oficiales los pasaran a buscar, rumbo a la gala. El trayecto por La Croisette, la avenida costera, lo hicieron a paso de hombre, hasta que llegaron al pie de la alfombra roja del festival. El resto ya comenzó a formar parte de la historia del cine argentino.

Fuente: clarin.com


LA JOVEN MÁS VIEJA DE AMÉRICA:
DESCUBRIERON UN ESQUELETO de 12.000 AÑOS

Hallan el esqueleto casi completo de una joven de hace 12.000 años
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo  Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo. Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Por Nora Bär

En mayo de 2007, el buzo Alberto Nava estaba explorando con sus colegas mexicanos Alex Álvarez y Franco Attolini una cueva submarina (o cenote) de la península de Yucatán, en México, cuando después de nadar más de un kilómetro por un túnel angosto y de agua clara súbitamente se encontraron con el borde de un gran pozo oscuro.
"En cuanto entramos, supimos que era un lugar increíble -dijo Nava anteayer, durante una teleconferencia organizada por Science para la prensa internacional-. El piso desapareció debajo nuestro y no podíamos ver lo que había del otro lado."
Dos meses más tarde, los tres volvieron a Hoyo Negro, como llamaron a la cueva, y se encontraron con un infrecuente tesoro arqueológico: sepultado junto a restos de tigres dientes de sable, pumas y gatos monteses, encontraron el esqueleto de una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Los restos, que son los más antiguos y más completos recuperados hasta ahora de los primitivos habitantes del continente, ofrecerían claves para dilucidar controversias sobre el poblamiento de América.
Hay varias hipótesis sobre "el árbol genealógico" de los americanos nativos de hoy. Una de ellas, que se basa en datos genéticos y es la predominante, plantea que descienden de grupos nómades que ingresaron por lo que es hoy el Estrecho de Bering, pero que en esa época (hace entre 26.000 y 18.000 años) era una lengua de tierra que comunicaba Asia con América.
Sin embargo, esa teoría plantea un problema: las características faciales de los nativos americanos modernos no coinciden con los esqueletos más antiguos (de cráneos largos y altos, y frente pronunciada), sino que exhiben rasgos que los asemejan a japoneses, filipinos y otros pueblos sudasiáticos.



Fuente: lacion.com

EL COLISEO, UN CLÁSICO EN MEDIO DE LA RENOVACIÓN

Opinión
Tiene más de 100 años y en su escenario sonaron música clásica y rock. Entre las obras, modernizarán la caja escénica y la sala.

TEATRO COLISEO. El frente original es de 1905 y fue diseñado por los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer.

Por BERTO GONZÁLEZ MONTANER *

 

Tiempo atrás anunciábamos en esta columna las obras de recuperación del Teatro Metropolitan sobre la avenida Corrientes. Hoy la buena noticia es que culminó la primera etapa del proyecto de renovación del Teatro Coliseo frente a la Plaza Libertad, otro de los hitos culturales de Buenos Aires.
Para algunos el Coliseo es sinónimo de Les Luthiers porque casi se podría decir que esa fue su casa, el lugar donde cada tanto irrumpen con sus geniales conciertos. Para otros, el punto de encuentro con la música clásica o la danza, ya que allí funcionó la Asociación Wagneriana y, desde hace 30 años, los ciclos Nuova Harmonia.
Pero también tiene en su haber mucho de rock. En este templo, la discográfica nacional Mandioca organizó “Beat Baires” los domingos de 1969, en los que irrumpieron grupos como Almendra, Manal y Vox Dei. Y entre tantas cucardas, tiene el honor de haber sido la sala donde sonó por primera vez Muchacha , de Spinetta.

TEATRO COLISEO. Frente diseñado por José Molinari (1942).

“Las obras de renovación intentan llevar el Teatro a su estado original y a modernizar sus caja escénica y sus infraestructuras. Y reposicionar al Teatro en el centro de la vida cultural y artística de la Ciudad”, dice Elisabetta Rivas, directora artística de la Fundación Cultural Coliseo, encargada de la gestión de la sala. Pero cuando hablamos de teatro original, ¿a cuál de los teatros nos referimos? Hagamos un poco de historia para desentrañar este edificio que aparece con un frente que podría ser de la primera mitad del siglo pasado, un foyer y una sala de líneas y concepción absolutamente modernas… Y si lo googleamos aparecerá una fantástica fachada al mejor estilo Beaux Arts.
En pocas líneas, el cuento es así. A fines del siglo XIX en este predio funcionaba una pista de patinaje. Fue hasta que el payaso estadounidense Frank Brown convenció a un banquero para que construyera un circo, dada la gran importancia que tenían por aquel entonces el Circo Criollo y el teatro en la Argentina. 
Teatro Coliseo. Planta del edificio (1905).

Contrataron a los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer, que construyeron una bella sala con una cubierta de acero y vidrio. Y con una acústica tal que se convirtió rápidamente en el epicentro de los espectáculos de Opera y Operetta que estaban en boga en la Ciudad. La sala tenía capacidad para 2.000 personas más otras 500 paradas.
En 1937 lo compró el Gobierno de Italia con la idea de hacer un polo cultural para exposiciones y eventos. Tan solo 33 años después de construido fue parcialmente demolido para hacer la nueva sede, pero las obras se paralizaron por la Segunda Guerra Mundial. En 1942 le encargaron al arquitecto José Molinari instalar allí las oficinas del Consulado italiano. El resultado es el frente actual: había sido proyectado para 9 pisos pero se quedó en 5.
TEATRO COLISEO. Imagen del interior, el cual fue diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

En 1959 los arquitectos Mario Bigongiari, Mauricio Mazzocchi, Luis y Alberto Morea hicieron la nueva sala. Adoptaron una estrategia similar a la del Teatro San Martín, en ese momento en construcción. En el San Martín, Mario Roberto Alvarez y Macedonio O. Ruiz colocaron un cuerpo de oficinas por delante del teatro, que a la vez de resolver temas funcionales colaboraba con la aislación acústica de las salas. En el Coliseo, el cuerpo de oficinas ya lo tenía: era el construido en los años 40 por Molinari con cierto aire austero y protorracionalista. Pero adentro, desarrollaron una sala con una arquitectura de líneas puras, de una modernidad, espacialidad y elegancia notables. 
TEATRO COLISEO. Otra imagen del interior, diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

La idea, según Marta Pires, directora comercial de la Fundación Cultural Coliseo, es “volver a los orígenes, al teatro lírico y al teatro clásico, aprovechando sus extraordinarias fosas, solo comparables con las del Teatro Colón”. Y “ampliar la utilidad del Teatro con un bar y nuevas áreas de exposiciones”, agrega Giorgio Alliata, vicepresidente de la Fundación.
Pero las mayores sorpresas vinieron cuando los especialistas empezaron a revisar la llamada caja escénica. Según el arquitecto Alfio Sambataro, especialista en arquitectura teatral, “la caja estaba funcionando al límite”. Se encontró con “una estructura de lo más elemental y con una tecnología de principio del siglo pasado”. 



TEATRO COLISEO. Render de la propuesta de nueva marquesina, por estudio Caruso.


Tras una recorrida es posible constatar el estado precario de las instalaciones. La caja tiene tres niveles: el piso del escenario, los puentes de maniobras desde donde operan los técnicos y la parrilla de suspensión de donde cuelgan los decorados de la escenografía. Los sistemas de poleas todavía son de madera y accionados con sogas.
Ahora están trabajando para renovar absolutamente todos los mecanismos, con el fin de que todas las barras sean motorizadas con computadoras y con los más altos estándares de seguridad. Después de todo, como asegura Sambataro, la caja escénica es el “corazón” del Teatro.

* Editor General ARQ


Fuente: ARQ Clarín

A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad


Foto: A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad

Por Enrique Viale / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.
últimas notas de Bueno
 


Por Enrique Viale* / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.

* Abogado ambientalista.


Fuente: lanacion.com


EL MUSEO, TOMADO POR ASALTO

Bellos jueves
Un ciclo que propone el cruce entre música y artes plásticas, que tiene lugar en Bellas Artes, una vez al mes, por la noche


Por Gabriel Plaza / LA NACIÓN

    


Una obra de Monet resplandece. El impresionismo ilumina la sala verde del Museo Nacional de Bellas Artes. Es un jueves, un bello jueves con música, poesía, intervenciones y gente, mucha gente joven recorriendo las salas en una ronda nocturna que le da un aura iridiscente al espacio. En su primera experiencia, el ciclo Bellos Jueves, que revaloriza el patrimonio del espacio a partir del diálogo con otras disciplinas como la música, convocó a unas mil personas. La experiencia se repetirá los últimos jueves de cada mes.
El nuevo público, atraído por la atmósfera nocturna del museo en un horario que habitualmente tiene las puertas cerradas, ocupó las salas para ver a los artistas. En este mismo lugar se realizará el segundo encuentro con artistas como Sol del Río y Cehache Respira, cantante de hip-hop y reggae, que tocará con Martín Langoni, en el contrabajo, y con Patricio Smink, en el cajón peruano.
"De afuera parece un edificio antiguo, pero adentro es muy moderno", decía Camila, de 11 años, en el primero de los encuentros del ciclo. Es la primera vez que viene al Museo de Bellas Artes y es la primera vez que va a escuchar a Lucy Patané y Marina Fages con sus banjos, clarinetes, bombos legüeros, guitarras y charangos en absoluta pureza acústica. A Camila le gustaría tocar la guitarra como ellas. Ahora escucha con atención a las dos cantautoras, experimentando con los colores de la música, con la luz brillante y la tensión dramática de ciertos paisajes sonoros, como lo hicieron los impresionistas.
De fondo, las cantautoras no tienen una pantalla LED, sino una obra de Manet de 1876 de la colección permanente del museo, que produce una fascinación hipnótica. Como otros de los que escuchan con atención, Camila tiene un póster enrollado en la mano, suvenir del ciclo que se llevará a su casa para colgar en la pared.
"Toda producción contemporánea altera y modifica las obras del pasado", dice el leitmotiv del ciclo Bellos Jueves, que busca descubrir las obras del museo de otra manera. El dúo experimental y folkie de Lucy Patané (La Cosa Mostra y Las Taradas) y Marina Fages (cantautora y pintora), que abrió las intervenciones musicales, produce una metamorfosis en el espacio y en el estado de ánimo del público.
El eco de sus canciones van rebotando en los otros espacios donde están los Rodin, los Cándido López, los Berni, los Courbet, los Prilidiano Pueyrredón y los Le Parc, como un efecto murmullo que despierta sorpresa en distintos niveles y produce una pequeña alteración en la atención del público que recorre el museo. El efecto tiene su premio. Como moscas a la miel, la música atrae al público hacia las distintas colecciones.
Lo mismo pasará en los otros recorridos donde las exhibiciones de La mirada en el otro y Atlas de las Bellas Artes, Rep, dialogan con otros dispositivos como instalaciones, proyecciones y piezas de artistas contemporáneos de la nueva generación. Las salas están llenas y tienen una atmósfera más cercana al clubbing que al museo. Esa efervescencia que produce el horario nocturno del MNBA (entre las 20 y las 23.30, cuando habitualmente está cerrado) se terminará de liberar en la terraza de las esculturas cuando las visuales de Mauro Balzaotti y el DJ set groovero y climático de Barrio Lindo inyecten adrenalina y contagien meneos de cuerpos y pasos de baile.
La imagen pre dancing la completa Diego Bulacio, conocido en el ambiente de las pistas como Villa Diamante. El productor y DJ, encargado de la curadoría musical, tiene una sonrisa de satisfacción por este encuentro entre las artes visuales y la música urbana actual, una constante también en sus reconocidas fiestas Zizek. Hay un cruce natural entre esta escena musical emergente de la que proviene Villa Diamante, que tiene su base de operaciones en el Patio del Liceo, justamente un espacio reconocido por albergar a pequeñas galerías de arte contemporáneas.
Para una generación para la cual el intercambio y la retroalimentación artística entre músicos y artistas visuales es muy cercano, la experiencia interdisciplinaria de Bellos Jueves cierra conceptualmente, por donde se lo mire (o se lo escuche).

Fuente lanacion.com