MURIÓ ANTONI TAPIES,
MAESTRO DE LA VANGUARDIA DEL SIGLO XX




Una enfermedad había disparado su carrera artística que lo llevó por la abstracción, atravesó la posguerra con experimentación en los materiales y se acercó a la cultura oriental. Tenía 88 años.

El artista español Antoni Tàpies, uno de los grandes referentes mundiales del arte abstracto, murió hoy a los 88 años, según informaron medios españoles. Tàpies (Barcelona, 1923) era pintor, escultor y teórico del arte. A lo largo de su carrera expuso en instituciones como el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Serpentine Gallery de Londres, la Neue Nationalgalerie de Berlín, el Centre Pompidou de París o el Museo Reina Sofía de Madrid, entre otros muchos.
Miembro de una familia burguesa, culta y catalanista, el joven Tàpies comenzó a tantear el dibujo y la pintura durante una convalecencia por una enfermedad pulmonar y acabó abandonando completamente sus estudios de Derecho para dedicarse al arte.
En su carrera, que lo convirtió en uno de los máximos exponentes del informalismo, expuso sus primeras obras en la década del 40. Tras la experiencia de la II Guerra Mundial y la bomba atómica de Hiroshima, Tàpies desarrolla como otros artistas de la época una sensibilidad mayor que expresará mediante la experimentación y con un interés por la materia y la utilización de materiales ajenos al arte de la época.
Su mensaje, desarrollado ya plenamente en las décadas del 50 y el 60, se centrará en la revalorización de lo que se considera bajo y muchas veces elegirá temas considerados desagradables. En su trabajo de los 60 y los 70 se aprecia también su compromiso político contra la dictadura de Francisco Franco.
Ya en los 80 experimenta con goma espuma y la técnica del aerosol, entre otras. A finales de esa década se refuerza su interés por la cultura oriental, que irá influyendo cada vez más en la filosofía de su obra. La de sus últimos años son muchas veces una reflexión sobre el dolor, tanto el físico como el espiritual. En línea con el budismo, cree que un mayor conocimiento del dolor permite amortiguar sus efectos.
Entre las obras escritas que deja se encuentran "La práctica del arte" (1971), "Memoria personal" (1983), "La realidad como arte. Por un arte moderno y progresista" (1989) y "Valor del arte" (2001).

Fuente: Revista Ñ Clarín / Agencia DPA.

CIERRA EL MUSEO GUGGENHEIM DE BERLÍN




El museo Guggenheim de Berlín, uno de los cinco que la fundación estadounidense tiene en diversas ciudades del mundo, cerrará sus puertas inesperadamente a fin de año.


Referente ineludible en el circuito del arte contemporáneo en la capital alemana, el Guggenheim funcionaba desde 1997 gracias a un acuerdo de cooperación entre la fundación Guggenheim y el Deutsche Bank.
El acuerdo vence a fin de año y "ambas partes decidieron de común acuerdo cerrar la sala de exposiciones", señaló un funcionario de la entidad financiera en Berlín.
Las hasta ahora 57 exposiciones que pasaron en estos años por el Guggenheim atrajeron a 1,8 millones de visitantes.
El edificio en la histórica avenida Unter den Linden será ocupado ahora por un foro de diálogo entre economía, política, cultura y sociedad, señaló el director ejecutivo del Deutsche Bank, Josef Ackermann.
Richard Armstrong, director de la fundación Solomon R. Guggenheim y del museo Guggenheim en Nueva York, destacó por su parte el resultado de los 14 años de cooperación con el banco.
"Esta magnífica cooperación creó un sitio de exposiciones importante y dinámico en una de las ciudades más pujantes del mundo", señaló.
La fundación Guggenheim fue creada por el coleccionista estadounidense Solomon R. Guggenheim y gestiona los otros museos con su nombre en Venecia, Bilbao y Nueva York, además del que se abrirá en Abu Dabi.

Fuente: Revista Ñ Clarín / Agencia Télam.

SALAS
PARA VER DE NUEVAS MANERAS EL ARTE




Finalmente, el Metropolitan Museum of Art le concedió sala propia a la pintura estadounidense. Es la última etapa de un proyecto de US$ 100 millones.


Por Carol Vogel - The New York Times

Las pinturas estadounidenses, largamente consideradas como hijas adoptivas del arte europeo, no llegaron a tener su propio departamento en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York hasta mediados de los años 1930, y tuvieron que pasar 50 años más para que la institución dedicara espacio a salas de pintura estadounidense.
Desde que se inauguraron en 1980, estas salas fueron sin embargo algunas de las más populares del museo, visitadas por alrededor de un millón de personas al año. Y en general se habían mantenido sin cambios.
No obstante, después de permanecer cerradas durante cuatro años, reabrieron el 16 de enero luego de una renovación total. Es la tercera y última etapa de un proyecto con un costo de 100 millones de dólares que incluye nuevas salas dedicadas al arte neoclásico de los EE.UU. y una remodelación de las salas de época y el Charles Engelhard Court, un pabellón lleno de luz donde se destaca la fachada estilo Greek Revival del Branch Bank of the United States de Martin E. Thompson. Las galerías neoclásicas abrieron en 2007, y las salas de época y el patio reabrieron en 2009.
"Las salas de pintura eran horribles", dijo Morrison H. Heckscher, presidente del Ala de Pintura Estadounidense. "No tenían forma, eran espacios cavernosos que no eran compatibles ni respondían a la escala de la obra". También estaban repartidas en dos pisos.
Ahora todo está en un solo piso, y Heckscher, su equipo de curadores y los arquitectos de Nueva York Kevin Roche John Dinkeloo & Associates vaciaron y reconfiguraron el espacio, agregando 306 metros cuadrados y creando 26 salas dedicadas principalmente a pinturas y escultura. El diseño es moderno pero no estéril, con techos curvos o abovedados y algunos espacios iluminados con luz natural.
Inspiradas en las proporciones del Beaux-Arts del siglo XIX, las paredes presentan cornisas y pedestales, recreando el sentido de las proporciones grandiosas y familiares que constituyeron el telón de fondo original de muchas de estas telas.
Las nuevas galerías están organizadas cronológica y temáticamente de una forma que, como explicó Heckscher, "cuenta la historia del arte estadounidense y, por consiguiente, la historia del país".
Por ejemplo, las salas están dedicadas a la Revolución americana, a la época de la Guerra Civil, a los retratos coloniales y a la Escuela del Río Hudson. Y vuelven a estar expuestos cuadros que son viejos favoritos, como los muy queridos "Madame X" de Sargent y "Daniel Crommelin Verplanck" de John Singleton Copley, junto a "Prisoners from the Front" de Homer y "Champion Single Sculls" de Thomas Eakins. A la entrada de las galerías hay colgada un águila dorada monumental tallada por William Rush entre 1809 y 1811.
Fue un encargo de la Iglesia Luterana Evangélica de San Juan en Filadelfia. En 1847, fue retirada de la iglesia e instalada en el Salón Independencia, donde permaneció hasta 1916, colgada cerca de la Liberty Bell sobre la estatua de George Washington realizada por Rush. Llegó al Met en 2001.
El águila no es simplemente un ancla visual. Ilustra la evolución de los gustos, las modas y las percepciones en el arte estadounidense.
Esta particular escultura "pasó de ícono religioso a emblema patriótico para convertirse en obra de arte", dijo Heckscher. Otra galería está destinada al mobiliario Colonial, exhibido en plataformas como esculturas cuidadosamente talladas.
En la sala contigua se encuentra el único interior doméstico del piso, del Van Rensselaer Hall en Albany, creado entre 1765 y 1769.
Todas las galerías de pintura fueron diseñadas como para que los curadores puedan reconfigurar las instalaciones, pero una fue creada específicamente para una obra de arte, y es la más grandiosa de todas. En la pared central está colgada la monumental tela de 1851 realizada por Emanuel Gottlieb Leutze "Washington Crossing the Delaware". La pintura, de 3,60 metros por casi 3 metros, fue restaurada para las nuevas galerías, habiéndose recreado su marco dorado a partir de una fotografía que fue hallada recientemente. "Pienso que aquí la gente bajará la voz", dijo Heckscher.
Debido a la evolución de los gustos, se ha dado nuevo énfasis a partes de la colección que años atrás se consideraban insignificantes. "Es extraordinario cómo han cambiado nuestras miradas", dijo Heckscher. "Cada generación ve las cosas de diferente manera".
En la nueva instalación, la última sala ya no termina con el Impresionismo estadounidense. La galería está dedicada ahora a la Escuela Ashcan, con obras de artistas como William Glackens, John Sloan y Everett Shinn, que retrataron las penurias de la vida urbana desde el año 1900 hasta la década del 20.
Con espacio propio, ahora ofrecen un capítulo totalmente nuevo y más completo sobre esta forma siempre distinta en que vemos el arte estadounidense.

Fuente: Revista Ñ Clarín

NORMAS CLARAS PARA EL PATRIMONIO


 
Miles de inmuebles están catalogados preventivamente, pero no por ley. Así, es posible retirarlos de esa condición a partir de reconsideraciones. Falta la catalogación definitiva de los bienes patrimoniales de la Ciudad.

HOSPITAL ESPAÑOL. Se demolió parte del edificio origina
 
HOSPITAL ESPAÑOL. Se demolió parte del edificio original.

Por María Carmen Arias Usandivaras *

El patrimonio porteño comprende el patrimonio arquitectónico-cultural-ambiental, concepto que implica englobar también sus espacios públicos exteriores con sus objetos artísticos y naturales incluidos, como así también sus parques, plazas y monumentos. La Nación delegó por mandato la guarda de esos bienes en los habitantes de nuestra Ciudad. La identidad y la memoria de los barrios de las que habla la Constitución de la CABA en su artículo 32 son, asimismo, los lugares donde se desarrollaron episodios de relevancia, edificios donde vivieron nuestros antepasados destacados, y la cultura popular que subyace en la música, el teatro y en todas las expresiones de nuestra porteñidad.
La Ley 2548, promulgada en el año 2007, estableció un régimen de protección al patrimonio edificado antes de 1941. Fecha de ninguna manera arbitraria pues fue el primer catastro de la ciudad –documentado con fotografías aéreas– y sólo protegía un pequeño polígono de la misma; las sucesivas prórrogas la extendieron a todo Buenos Aires. Su espíritu fue que, una vez evaluados la totalidad de esos inmuebles, estimados como el eslabón más débil de la cadena patrimonial, se consolidaría parcialmente el inventario general de la Ciudad, y para completarlo debían ser incluidas como política de estado, la totalidad de los edificios que, a posteriori de esa fecha, se consideran con valores para integrar este inventario.
Desde su origen llamó la atención que una ley perdiera vigencia anualmente pero, ante tanta presión ejercida transversalmente en todos los bloques con representación en la Legislatura, donde la corporación de arquitectos y desarrolladores inmobiliarios actuaron de manera mancomunada, ésta fue la única forma de proteger, un poco más, el patrimonio valioso edificado. Esta ley sólo establece un procedimiento de evaluación de los inmuebles para su demolición o modificación (previa solicitud de un particular) por el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, organismo compuesto con representantes del Ejecutivo y del Legislativo, así como varias instituciones cuyos miembros son en su mayoría arquitectos, faltando de esta manera la dimensión simbólica de los bienes culturales, donde la diversidad es lo que hace la diferencia y en la que seguramente se encontrarían otros elementos de valoración para su evaluación. Recalcamos que esta ley no inmoviliza a la Ciudad sino que evalúa lo que debe ser preservado. Con esta ley, las decisiones del órgano asesor son vinculantes: si consideran que el inmueble tiene valores, envían esa información al Ministerio de Desarrollo Urbano, Subsecretaría de Planeamiento, quien debe incorporarlo a un catálogo preventivo y comunicar esta restricción a la DGROC para que se inhiba la parcela. Luego pasa a la Legislatura para su tratamiento de catalogación. Constitucionalmente estas leyes son de doble lectura y audiencia pública entre ambas.
En la historia de Buenos Aires las demoliciones han sido una constante. Existen numerosos libros sobre “Buenos Aires Demolida” escritos, muchos de ellos, por funcionarios que debieran haber preservado más, y no sólo legarnos fotos. El tema “patrimonial” no existía en la opinión pública hasta que los ciudadanos vimos como día a día desaparecían piezas valiosas y nos unimos en organizaciones no gubernamentales para tratar de poner un coto a tanta destrucción, coincidiendo con la sanción de la Ley 2548. Antes de ella, se podía demoler todo… Es cierto que si la ley no se prorrogaba comenzaban otra vez las demoliciones indiscriminadas. La ley fue sólo un trámite más para algunos pues, aún con ella, no pararon las demoliciones de edificios históricos de manera ilegal. Distintos medios atestiguaron que en el conjunto de los actores de la industria de la construcción estaban esperando el 1º de enero del 2012 para proceder a demoler lo que hasta ese momento no se podía. Tampoco están establecidas las penalidades para quien destruye ilegalmente.
No son ciertas las estadísticas aportadas por el Ministro Daniel Chain, que se manifiestan en falacias. Existen 140.000 edificios anteriores a 1941 y sólo están catalogados alrededor de 3.000, fuera de aquellos que integran un Área de Protección Histórica. Otros 2.500 están en el Catálogo Preventivo del Ministerio de Desarrollo Urbano y, como interpretamos que de manera maliciosa, no los envía a la Legislatura para convertirlos en ley, están en una zona peligrosa y fácil de retirarlos del catálogo por medio de reconsideraciones del mismo CAAP que ya una vez se expidió por su catalogación. Otro mecanismo, ilegal, es la descatalogación por ese Ministerio, siendo que solamente se puede realizar por una ley específica.
Hemos insistido en estos años que se finalizara con la evaluación de todos estos inmuebles, sin éxito. No nos consta que se haya celebrado un convenio con la FADU-UBA para la confección del catálogo definitivo. En los siete tomos de los Atlas publicados por el Gobierno porteño, figuran inmuebles ya demolidos (como el asilo San Vicente de Paúl, en Bustamante y Pacheco de Melo, o el garage de Carlos Calvo 1456) y otros con resoluciones pero sin haberse convertido en ley, o sea no protegidos. Eso sí, todos magníficamente ilustrados.
Desde la publicación “Salvemos Buenos Aires”, que editamos junto con Fundación Ciudad, proponemos una mayor participación ciudadana en la defensa del patrimonio; un cuerpo normativo claro y de cumplimiento ineludible; un modelo de gestión coordinada y participativa a cargo de profesionales idóneos, elegidos por concurso público y con integración de las organizaciones sociales que trabajan en el tema. Y, por último, la definitiva y completa catalogación de todos los bienes patrimoniales de la ciudad.

*Abogada, presidenta de la Asociación Basta de Demoler.



Fuente: ARQ Clarín

PASIÓN POR EL DISEÑO


  

Un libro revela que el escritor inglés Charles Dickens tenía una obsesión por la decoración, que se vio reflejado en los cambios que operó en distintas casas que habitó. El 7 de febrero su cumplen 200 años del aniversario de su nacimiento.
ANIVERSARIO. El 7 de febrero se cumplen 200 años del natalicio de Charles Dickens. 


Sólo cuando leí su artículo sobre decoración de paredes me di cuenta de un aspecto hasta el momento no apreciado de Charles Dickens: su interés por la decoración de interiores. Charles Dickens en Casa, el libro que yo estaba escribiendo acerca de las casas y áreas donde él había habitado, adquirió un sentido mucho más literal.
Ese artículo, "Escenario del Hogar”, para Palabras sobre el Hogar, la revista que Dickens lanzó en 1850, abarcó 6.000 palabras sobre todo tipo de decoración de paredes desde tapices a gutapercha (tipo de goma parecida al caucho que ofrece una solución para la aparición de humedad), pero se concentró fundamentalmente en el empapelado, teniendo en cuenta más aspectos de los que uno puede haber imaginado. Era una de las piezas del “proceso” de la revista, sobre la fabricación de artículos domésticos familiares tales como la cerámica. No obstante, también exhibió su gusto personal, aludiendo a “lo que le debemos a los diseñadores de decoración de paredes”, e incluyendo sus impresiones de las modalidades estadounidenses de empapelados, extraídas del viaje que hizo junto a su esposa, Catherine, en 1842.

1 MILE END TERRACE. En la casa en la que nació Dickens se recrearon los espacios como hubieran sido en 1812.

Dickens relataba cómo tanto él como su esposa se quedaron “perplejos contemplando la pared de nuestro cuarto”, meditando acerca de las uniones mal realizadas y la desconsideración por combinar los estampados. Él llegó a dar su propia idea sobre un diseño de decoración de pared: "un tapiz que, siendo oscuro cerca del piso, gradualmente se aclarara hacia el techo". "En el presente", siguió, "los decoradores dependen de una alfombra oscura y un techo claro para dar el efecto indicado por el principio decorativo y requerido por el ojo entrenado, con alguna ayuda del zócalo de madera, y una cornisa de luz y colores brillantes; pero no parece haber razón por la cual los tapices de las paredes no deban hacer su contribución”.
Dickens tenía más que un interés periodístico en el tema. Desde que habitó su primera casa en el número 48 de la calle Doughty, convertida ahora en el Museo Charles Dickens en el centro de Londres, se hicieron manifiestas sus opiniones sobre decoración de interiores.

ESCRITORIO. Hay una réplica del lugar de trabajo del escritor.

Su orgullo en su hogar contrastaba con el caótico período de su infancia tardía, en la que se mudó a diferentes hogares en Londres cuando su padre escapaba de los acreedores. El hábito de Dickens de reacomodar el mobiliario dondequiera que estuviera, aún por una sola noche, sin duda indicaba su necesidad de control. Pero su placer y atención por el detalle en decoración era llamativo. En 1845, escribió desde Italia, donde su familia estaba viviendo por un año, a Thomas Mitton, su amigo y abogado, con instrucciones sobre 1 Devonshire Terrace, la casa en la que él había mudado a su creciente familia en 1839.
“Me gustaría que el zócalo se pinte imitando la madera satinada y que el piso tenga un delicado rosa. También quisiera que se pinte una pequeña corona de flores alrededor de la lámpara. El papel debe ser azul y oro o púrpura y oro, para combinar con los muebles y las cortinas; y desearía que fuera alegre y animado. No le he dicho nada de esto a la Sra. D, deseando que sea una sorpresa, si es que al final lo hago. Las molduras doradas redondean el papel (decorativo)”. Él quiso que se pintara el exterior de "un verde alegre, agradable y brillante"; el hall y la escalera deberían ser de un color similar, "un buen verde: por supuesto, no demasiado decidido como para arruinar el efecto del estampado”.

COMEDOR. El espacio donde comía la familia Dickens.

En 1851 tuvo una nueva oportunidad de practicar su arte luego de mudarse a Tavistock House, e impulsó un mega-plan de mejoras. Dando instrucciones desde su residencia veraniega en Broadstairs, Dickens disparaba exigencias en toda dirección: a los Shoolbreds, a los constructores, y a los carpinteros sobre cómo reparar los muebles y recubrir de dorado los espejos. Se involucró él mismo en todo desde la posición de las campanillas del dormitorio a los artefactos de cocina, y maquetas de estanterías, encargó una puerta giratoria en su estudio, con “una lista jocosa” de títulos como Vidas de Gatos en nueve volúmenes.
En 1856, compró su última casa en Kent, cerca de la vivenda de su niñez. Gad's Hill Place fue concebida como una residencia veraniega, pero luego de que terminara su matrimonio, se mudó allí en forma permanente y se dedicó a su pasatiempo favorito: la creación de "un inmenso número de pequeñas invenciones”. Su hija Mamie escribió que “nunca fue más feliz que cuando iba por la casa con un martillo y unos clavos realizando algún maravilloso trabajo de carpintería". 

ESCRITORIO. La mesa donde el escritor creó algunas de sus obras más memorables.

Se ocupó de un programa renovable de refacciones en la casa, pasando por la construcción de nuevos cuartos por encima del techo, una extensión del comedor y una nueva escalera: el descanso de arriba “embutido en un banquete de maderas preciosas" – todos los cuales pasó entusiastamente a amigos.
Su logro final fue un invernadero. Por mucho tiempo había ansiado uno y ahora tenía una gran estructura con ventanas arqueadas. El 7 de junio de 1870 se lo mostró a su hija más chica, diciendo: "Bueno, Katie, decididamente vos podés ver la última mejora en Gad's Hill." Había puesto farolitos chinos y se sentó ahí a fumar un cigarrillo, disfrutando de su última y largamente deseada adquisición. Al día siguiente se lo llevaron enfermo y el 9 de junio murió con su familia a su alrededor… Un rayo de sol que iluminaba el lugar desde el invernadero.

 
DORMITORIO. También se hizo una réplica del cuarto del escritor.

 
Fuente: ARQ Clarín

UNA OBRA DE CÉZANNE
ES LA MÁS CARA DE LA HISTORIA


La familia real de Qatar pagó US$ 250 millones por Los jugadores de cartas, obra emblemática del pintor francés. 
Superó en US$ 106 millones el último récord.


Si bien no siempre se dan a conocer públicamente los valores que se desembolsan, se especula que la creación del "padre de la pintura moderna" -como es conocido Paul Cézanne- supera en US$ 106 millones al anterior récord. En aquella oportunidad se habrían pagado US$ 144 millones por una realización de Jackson Pollock.
La intención de los compradores es la de insertar a Doha como una de las capitales del arte, a la altura de Nueva York y de París. Obras similares a la que adquirieron en 2011 se encuentran en el museo MOMA de la metrópoli estadounidense y en d'Orsay de la capital francesa.
El Museo Nacional de Qatar parece que será el destino que tendrá la obra. En el recinto asiático ya se encuentran pinturas de Andy Warhol y Mark Rothko. La estrategia de las autoridades también incluye la solicitud para obtener las franquicias del Louvre y del Guggenheim.
La obra partencia a los herederos del millonario griego Yorgos Embiricos, que falleció en 2011, y que comenzó la negociación, pero no llegó a finalizarla.

Fuente: infobae.com

LA BUENOS AIRES DICKENSIANA





Casa inglesa de la zona de Temperley.

Por Laura Ramos 

Creía el otro día, de paseo por los barrios ingleses, que Buenos Aires había escamoteado, por indiferencia u olvido, un homenaje a Charles Dickens, hecho que me llenó de pesadumbre. ¿La ciudad anglófila, el poblado británico de Caballito, arquitectónicamente pensado en un estilo Tudor y georgiano desde sus inicios, en 1923, el club social inglés de Temperley, fundado en 1893 y con reminiscencias de pub londinense, sus parroquianos de las calles Meeks y Brandsen, que aún hablan inglés en la iglesia Holly Trinnity, todos se encogen de hombros ante el bicentenario del nacimiento del mayor novelista de lengua anglosajona? Una vez más, como siempre que pienso a Buenos Aires, me equivocaba. No sólo le harán un homenaje en el comedor del orfanato del convento de San Francisco, en Monserrat. Detrás del puente pegado a la avenida Pavón, en la región de Remedios de Escalada, el barrio de los operarios de los talleres Banfield alude con arrogancia, con razones mucho más contundentes que Belgrano R, al Londres industrial de Dickens. Pero en el mismo viaje en tren, en las cercanías de la estación Claypole, y luego en Bernal y Berazategui, advertí que Buenos Aires es un pesebre viviente del mundo dickensiano. Permítanme explicarme.
Si Dickens escribió las miserias del capitalismo temprano, Buenos Aires reescribe a Dickens en los barrios de extramuros que muestran la cara más miserable del capitalismo tardío. Las casas inglesas del pasaje Antonino Ferrari o de la calle Cachimayo, creadas en 1923 por el Banco El Hogar Argentino, con sus escudos heráldicos y su estrechez victoriana hablan menos de la Londres de la industrialización que de los hogares prósperos adonde se refugiaban ocasionalmente los niños huérfanos de Dickens. Son más bien las viviendas de chapa de los barrios obreros, ornamentadas con rejas negras u oxidadas, las que guardan más reminiscencias de la prisión de deudores Marshalea. Y si la ciudad es el gran personaje colectivo de Dickens, Buenos Aires es una ciudad dickensiana. El niño cartonero es Oliver Twist, la niña vendedora de hilos y agujas es la pequeña Dorrit, el antihéroe arltiano de la picaresca porteña es Wilkins Micawber.
Pese a las célebres observaciones de Marx sobre las “verdades sociales y políticas” de la obra dickensiana, que elogian al Dickens reformador, yo prefiero al creador del pathos de la infancia, de la orfandad como personaje artístico, de la niñez desamparada sin género, ni patria, ni cronología, del niño proletario de Osvaldo Lamborghini.
Como para resaltar aún más la inocencia y bondad de su gran personaje, la niñez, en Casa desolada el novelista presenta al niño impostor, a la imitación del niño, al mecanismo artificial del personaje infantil en Skimpole, una parodia maléfica.

Charles Dickens
Como un Roald Dahl del siglo XIX, Dickens descree de las familias, pero sobre todo descree de la bondad de los padres. Sin prisa, implacable, tal vez con algo de rencor, desnuda la hipocresía y la perversidad de la sociedad burguesa con un humor extraordinario: el padre de la Pequeña Dorrit usufructúa el trabajo de costurera de su hija con disimulada hipocresía; la madre de David Copperfield consiente los maltratos a su hijo propinados por el padrastro Murdstone; Mr. Wickfield permite el sacrificio de su hija Agnes ante Uriah Heep. Dickens se delecta con la inversión de los roles maternales: la niña-madre en Agnes Wickfield, Charley Neckett y la pequeña Dorrit; la mujer-niña en Clara Cooperfield y Dora Spenlow.
La institución de la beneficencia en la era de la industrialización es desgarrada a dentelladas por Mr. Bumble, el rector del orfanato de Oliver Twist . Como perverso escritor de cuentos de hadas, Dickens opone a la inocencia de la bondad la depravación más compleja. La maldad carente de matices de Mr. Murdstone, la del asesino Monks o la del maestro Creakle y su vara es la que menos parece interesarle. En cambio, se delecta en acumular emociones contrapuestas en sus héroes más perturbados: los débiles y los ruines. Los primeros son deliciosos e intrincados, como Micabwer, Mr. Dorrit, Pip o Mr. Wickfield. Pero los viles son magníficos: el humilde y arrogante Uriah Heep, el joven seductor J. Steerforth, el anciano jefe de la banda infantil de ladrones, Fangin, esconden capas y capas de perfidia, fingimiento, persuasión, piedad, repliegues mezquinos o dobleces, generosidades y villanías.
Si Buenos Aires no fuera dickensiana hasta la médula por la bruma y por la sombra, esos otros dos grandes personajes del autor de Grandes esperanzas , lo sería sólo por la existencia de la tienda Krook, el almacén de trapos y botellas de Casa desolada , donde cuelga un cartel que dice: “Compramos prendas de señora y caballero” junto a otro, más pequeño, en el que puede leerse: “Se compran huesos”.


Fuente texto: clarín.com