DIEZ VECES MALBA


En una década, el museo que cambió el paisaje cultural de Buenos Aires recibió más de tres millones de visitantes y duplicó la colección original; la nueva apuesta es la ampliación.


Quizás el dato más revelador sobre la importancia del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) es que parece haber estado siempre ahí. Es necesario un esfuerzo de la memoria para reconstruir el escenario artístico porteño de una década atrás sin el edificio de Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, sin su colección de arte latinoamericano y argentino abierta al público, sin las muestras que periódicamente traen el mundo a Buenos Aires, sin sus ciclos de cine y sus encuentros con escritores, sin su tienda de diseño y su restaurante de autor.
El Malba, que este mes cumple su primera década de vida, desbordó los límites que por aquí se conocían para un museo de arte: hoy es referencia para el público -incluso para aquel que podía sentirse intimidado o poco inclinado a visitar museos-, parte central de la oferta cultural porteña, un lugar deseado por los artistas y destacado en el currículum de curadores y críticos, un paseo de fin de semana y, sobre todo, un espacio que alejó la solemnidad del arte y subió la vara de la calidad expositiva, de lo que tomaron nota todas las instituciones preexistentes. De 2001 a hoy, una pasión privada se transformó -el lugar común es inevitable y justo- en una pasión de multitudes.
En efecto, desde su fundación, Malba recibió más de tres millones de visitantes, tiene un patrimonio que supera las 500 obras -más del doble de las 228 fundacionales, pertenecientes al empresario Eduardo Costantini-, organizó más de 120 exposiciones temporarias con obras de 850 artistas, emplea a cien personas en su planta permanente y editó unos 70 catálogos, relato ineludible de la historia del arte contemporáneo regional y local.
"Malba es un espacio privado de exhibición pública; con este perfil no había otros. Su apuesta siempre fue crear una colección privada puesta a consideración de los especialistas", apunta a adn Diana Wechsler, doctora en Historia del Arte y directora de la maestría en Curaduría de la Untref. "La aparición de Malba fue un detonante bien interesante para la escena artística argentina y porteña. Generó un efecto altamente positivo en el resto de las instituciones porque puso un estándar de calidad en los modos de exhibición, de presentar una colección", dice.
En 2001, los espacios artísticos señalados entre los que Malba iba a insertarse eran el Museo Nacional de Bellas Artes y el Centro Cultural Recoleta, instalado ya como espacio de exhibición clave, debido a los vaivenes que llevaron al Mamba a su cierre, por cinco años, en 2005. En La Boca, la Fundación Proa, inaugurada en 1996, crecía como un escenario cultural que hoy establece un contrapunto de exhibiciones con el museo, con un modelo de gestión similar pero sin colección propia.
"Malba nació casi sin competencia y encontró un nicho de acción. Ésta es una ciudad culturalmente muy rica, que tenía una enorme falencia con respecto a otros espacios de arte. El museo fue encontrando su perfil a medida que el público también le fue dando uno", opina Guillermo Kuitca, cuya muestra retrospectiva en Malba, en 2003, fue un acontecimiento artístico de proporciones y, con 97.011 visitantes, ocupa el cuarto lugar en las diez exposiciones más visitadas de la historia del museo.
El propio edificio de Malba fue una señal de hacia adónde apuntaba el proyecto de Costantini. Resistido en principio por algunos vecinos de la zona, fue construido ad hoc para el museo, fruto de un concurso internacional en el que participaron 450 propuestas de 45 países. Ganaron los jóvenes arquitectos cordobeses Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia, que propusieron un edificio integrado al entorno y con escala humana. Quizá por eso, por la luz generosa, los ambientes amplios y la circulación sencilla y a la vista, los 6000 metros cuadrados de Malba -que costaron 20 millones de dólares- invitan a quedarse.
Integrado al recorrido artístico porteño que empieza en La Boca y termina en el Sívori, Malba es de origen y gestión privados, pero intenta ampliar su acervo y mostrarlo; realiza acción social y actividades culturales como podría o debería hacerlo cualquier museo estatal. Ésa es una característica que se suele señalar en la gestión del museo. "Malba cubrió el espacio privado y el oficial. Es difícil darse cuenta de que en realidad es un museo privado, por su capacidad de generar eventos, muestras y todo lo que hace alrededor", dice Kuitca.
Rápido de reflejos para sumar la iniciativa privada a la gestión, el ministro de Cultura del gobierno porteño Hernán Lombardi se encargó de que Malba fuera una parte integrada en el escenario cultural: es la postal preferida para mostrar las multitudes que suele convocar la Noche de los Museos, hito de la Milla Museos, sede del Bafici y del Filba. "Malba es una contribución clave para el desarrollo cultural de la ciudad, y ha tenido la virtud, para mí extraordinaria, de articular sus acciones con las propuestas públicas de la ciudad. Eso para el ciudadano es indistinguible y ha dado gran potencia a la oferta cultural porteña. Nuestra relación con Malba es óptima", apunta Lombardi.

Menú artístico

El corazón de la propuesta de Malba está en su colección, única en el país, de arte latinoamericano y argentino del siglo XX y contemporáneo, que se muestra cada tanto con lecturas renovadas. Cada año, el museo organiza además cuatro muestras temporarias -una de un artista argentino, otra de un latinoamericano, otra de un norteamericano o europeo y una que repite alguna de esas categorías-. La más convocante en estos diez años fue la de Andy Warhol, en 2009 y 2010, que atrajo a 196.022 visitantes, seguida por la de Antonio Berni y sus contemporáneos, de 2005, con 110.681 visitantes, y con la colección de Dadá y surrealismo de Vera y Arturo Schwarz, en 2004, con 98.120 personas. El menú de exhibiciones revela las intenciones diversas de traer grandes nombres -Roy Lichtenstein, Hélio Oiticica, Frank Stella, Xul Solar, Tarsila do Amaral- y reponer y rescatar a artistas argentinos -Guttero, Yente y Lily Prati, Garabito, De la Vega, Grippo, Benedit-. Además, las exhibiciones se prolongan en sus espacios abiertos e internos, con puestas de curadores invitados o realizadas especialmente para exponer en el museo.
"Malba es un lugar de encuentro para los artistas, que son seres aislados por naturaleza. Ahí uno siempre encuentra a alguien", sintetiza Marta Minujín, cuya retrospectiva de 2010 y 2011 convocó a 90.780 personas, "el 40% extranjeros", acota ella. Para Minujín, hay algo del espíritu del Di Tella en el museo. "En el Di Tella todos los días pasaban cosas, por eso había públicos distintos. Para que un lugar tenga habitués, tiene que haber propuestas en todos los campos de interés. Malba no tiene la velocidad del Di Tella, pero es el lugar en el que eso sucede con más frecuencia", agrega.
Para Kuitca, "Malba colocó la calidad de las exposiciones muy arriba. Hay muestras que se toleran en otros espacios y no se tolerarían allí. Todos sabemos el nivel de exigencia. Además, no es un museo exclusivamente local y eso es fundamental", dice.
Coincide con él Leo Battistelli, un artista rosarino que expuso en Malba en 2003. "Como artista puedo decir que Malba me ayudó a crecer, aprendí mucho. Siempre fue un museo con propuestas excelentes, pero además tiene un cuidado intensivo por los artistas que pasan por sus salas. Es uno de los pocos museos de América latina que muestra las artes generosamente", afirma desde Río de Janeiro, donde vive.
Otros artistas remarcan un dato no menor en el escenario local. "Malba es un lugar central porque alberga obra contemporánea, con una propuesta abarcativa. Pero además, compra obra", señala Elba Bairon, cuyos trabajos integran la colección del museo, adquiridos en la edición 2011 de arteBA. En 2004, Malba inició un Programa de Adquisiciones, motorizado por la activa Asociación Amigos de Malba, que también alimentan otros donantes privados. Para el aniversario, una acción de recaudación de fondos puntual está a punto de alcanzar los 100.000 dólares para comprar obras.
Alrededor del arte, además, Malba estableció una menos promocionada pero muy activa red de acción social y cultural: visitas para escuelas y propuestas para familias, recorridos para adultos mayores y personas con discapacidad, programas que llevan el patrimonio del museo a comedores e instituciones comunitarias. Su auditorio es sala de proyecciones privilegiada del circuito alternativo: por allí pasaron en estos años más de 450.000 espectadores y se estrenaron 20 films argentinos.
Y más de 75.000 visitantes eligieron actividades del programa de literatura, que convocó a José Saramago, David Lodge, Hanif Kureishi, Mario Vargas Llosa, Juan José Saer, Paul Auster, entre otros, ocasiones en las que el público desbordó la sala y ocupó las escalinatas internas.

El museo que viene

¿Qué hay en el futuro de Malba, hasta donde alcanza la vista? Para empezar, concretar el proyecto de ampliación, que sumaría 3500 metros cuadrados por debajo de la plaza República del Perú, que aguarda tratamiento y aprobación en la Legislatura porteña. También, la voluntad de que las obras de la colección circulen en el exterior -un acuerdo con el Museo de Bellas Artes de Houston llevará obras de la colección allí por primera vez en 2012- y en museos del interior del país. "La institución creció tanto que parece haber rebalsado sus propios límites. Malba es muchos museos en uno, ésa es la suerte y el karma en el buen sentido que tiene", señala Kuitca.
Más allá de los números masivos, o las explicaciones de gestión o curatoriales, probablemente parte del secreto del éxito de Malba está en esa intimidad que facilita entre el artista y el público. Que lo diga Kuitca: "Para mí, que no había hallado un modo de reencontrarme con Buenos Aires, exponer en Malba fue como haber encontrado el modo de volver a casa. Mucho público me descubrió, pero yo descubrí al público".

VOCACIÓN DE SERVICIO

El empresario que impulsó grandes proyectos inmobiliarios siempre supo que Malba no era una nueva casa sólo para las obras que había reunido durante décadas de compra sistemática e informada. "Si bien se fundó para alojar la colección permanente, pretendió ser casi más que un museo, no diría un centro cultural, sino un espacio con una identidad particular, donde distintos programas hiciesen sinergia y pudieran llegar a un público diverso", sintetiza. Quizá por eso, para el empresario, el corazón del museo está tanto en sus obras como en el auditorio. "Es un espacio clave, un instrumento valioso y necesario para que las actividades se potencien", dice. Escuchándolo, queda claro que poco de lo que hoy es Malba se debe al azar o la improvisación.
Costantini tiene una oficina en el museo. La Fundación Costantini cubre el costo operativo de Malba en un 60%, es decir, aporta más de 12 millones de pesos. "Las restricciones presupuestarias son una variable enorme, por el aumento que han tenido las exposiciones, los costos operativos del museo y los valores del arte contemporáneo. Hoy Malba tiene un déficit de tres millones de dólares por año", dice.
Su prioridad, una asignatura pendiente, es que el gobierno porteño apruebe el proyecto de ampliación del edificio. Hay un anteproyecto de ley en la Legislatura porteña. "Confiamos en que este año el tema entre en la agenda legislativa. Queremos atraer la atención de los legisladores, que visiten el museo y que podamos ilustrarlos sobre las actividades sociales que hacemos", describe. El proyecto incluye unos 3500 metros cuadrados por debajo de la plaza República del Perú, lindante con el museo, una sala de mil metros cuadrados modulable, un taller para chicos, dos auditorios y una plaza de esculturas techada, de unos 500 metros cuadrados.
Sus otros planes son menos visibles pero de igual impacto. "Es necesario consolidar un board y diversificar la financiación de Malba, para garantizar su sustentabilidad a través del tiempo, no sólo desde el punto de vista financiero sino también de la custodia de su misión", describe. Costantini suele lamentar en público y en privado que en la Argentina la ley vigente obligue a donar el 80% de los bienes a los herederos y sólo permita usar un 20% de la fortuna propia para fines sociales o culturales.
-¿Sigue pensando que el sector privado debería involucrarse más en proyectos culturales?
-Nos falta mucho, a los privados y a los gobiernos. El gobierno no lo incentiva y ha desconfiado históricamente del sector privado, con una visión fiscalista por razones de necesidad presupuestaria. Además, muchas instituciones culturales o sociales se manejan muy personalmente; es difícil encontrar a quien tenga vocación de servicio y respete los derechos de la institución.


MALBA EN NÚMEROS

3.2 millones de personas visitaron el museo desde su fundación
500 obras integran su patrimonio; más del doble de la colección fundacional
850 artistas expusieron en Malba
120 exposiciones de arte argentino, latinoamericano e internacional se realizaron en el museo
70 catálogos se editaron
(Las cifras son aproximadas)


EXPOSICIONES MÁS VISITADAS

1. Warhol
Andy Warhol. Mr America (2009-2010) Curador invitado: Philip Larratt-Smith - 196.022 visitantes
2. Berni
Antonio Berni y sus contemporáneos. Correlatos (2005) Curadora invitada: Adriana Lauría - 110.681 visitantes
3. Surrealismo
Soñando con los ojos abiertos. Dadá y surrealismo en la colección de Vera y Arturo Schwarz, Museo de Israel, Jerusalén (2004) - 98.120 visitantes
4. Kuitca
Guillermo Kuitca. Obras 1982-2002 (2003) Exposición organizada con el Mncars-Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía - 97.011 visitantes
5. Minujín
Marta Minujín. Obras 1959-1989 (2010-2011) Curadora invitada: Victoria Noorthoorn - 90.780 visitantes


10 DÍAS PARA CELEBRAR 10 AÑOS

Malba celebra su primera década con un programa especial de exposiciones y actividades gratuitas, del miércoles 21 al viernes 30 de septiembre

Exposiciones

Carlos Cruz-Diez: El color en el espacio y en el tiempo (del 21 de septiembre al 5 de marzo de 2012). Una retrospectiva con más de 120 obras del artista cinético franco-venezolano. Curadora invitada: Mari Carmen Ramírez
Arte latinoamericano 1900-2010 (del 21 de septiembre al 6 de febrero 2012). Un recorrido por el arte latinoamericano del siglo XX, a partir de las obras emblemáticas del patrimonio de Malba y de 14 piezas claves cedidas en comodato por el Museo de Bellas Artes de Houston.
Malba. Diez años (del 21 de septiembre al 21 de noviembre). Permite recorrer en imágenes y relatos los diez años de Malba, su producción y aportes a la cultura local, regional e internacional, a través de diferentes soportes. Incluye un espacio dedicado a las redes sociales, desarrollado a partir de la comunidad creada en Facebook y Twitter, que envió sus fotos (como la que aquí reproducimos)tomadas en el museo para ser parte de los festejos.

Seminario internacional

"Arte latinoamericano: diez años de cambios, perspectivas y proyecciones." Miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de septiembre, en el auditorio. Entrada gratuita. Cupo limitado con inscripción previa en www.malba.org.ar 
Participan: Mari Carmen Ramírez, Hans-Michael Herzog, Natalia Majluf, Luis Enrique Pérez-Oramas, Marcelo Mattos Araújo, Rodrigo Moura, Adriana Rosenberg y Marcelo E. Pacheco, entre otros.

Explanada
Homenagem , de Nushi Muntaabski, con la colaboración de Cristina Schiavi. Desde el 21 de septiembre, nueva plaza seca inspirada en el proyecto paisajístico del artista brasileño Roberto Burle Marx para la plaza República del Perú.

Educación
Kermesse Malba . Domingo 25 de septiembre, de 15 a 18. Propuestas recreativas para compartir en familia.

Cine y literatura
Ver agenda (pág. 26)

Lanzamientos:
Malba sube su colección on line . El patrimonio completo del museo estará accesible en la página web del museo: www.malba.org.ar/web/lacoleccion.php
Libro Malba. Diez años
Memoria fotográfica de la primera década del museo.
Guía de la colección permanente. En español, portugués e inglés.

Fuente: lanacion.com

ALMACÉN DE ARTE:
DEL AUTOR AL COMPRADOR
SIN INTERMEDIARIOS

 
En San Isidro / Muestra en el Multiespacio Darwin.
Hasta el lunes próximo se puede recorrer la exposición de obras de pintores y escultores.




Es imposible que Arte Espacio almacén de arte, que se inauguró ayer oficialmente al mediodía, no impacte y deje huellas. Primero, porque se puede ver la obra de más de 130 artistas emergentes y de otros consagrados, y segundo, porque el lugar es imponente: el Espacio Darwin del Hipódromo de San Isidro (avenida Márquez 500) en todo su esplendor recibe al visitante engalanado con instalaciones e intervenciones, desde sillas y mesas hasta arte sustentable en terrazas soleadas y agradables.
Lo primero que se aprecia al arribo es la instalación de Dolores May llamada "Está mal visto amar con la cabeza llena de canas", un fenomenal enredo de tubos de polietileno blanco que llevó tres días ordenar y que se entrelazan en los añosos árboles. "Qué horrible", dijo una inoportuna señora a otra que estaba a su lado, que resultó ser Dolores May. "Bueno, es una expresión, no hay que tomarlo al pie de la letra", respondió sonriente la propia Dolores May. Y agregó: "Yo también me tiño".
Ya dentro del predio, que tiene dos plantas con stands con lo que se le pueda ocurrir a la mente artística, la pintura, fotografía, escultura y grabados se cruzan con actores vestidos de diablos y de otros personajes menos identificables que caminan por los pasillos llevando frases casi ininteligibles pero de paz.
La artista María Cinqui, por ejemplo, homenajeó a Gustav Klimt con la hermosa obra "Salomé", que cuesta 2900 pesos. A un paso está María Santa Cecilia con sus texturas y bordados, casi frente a las muñecas de Claudia Paternostro, que son angelicales. Hechas en acrílico, las figuras componen un conjunto llamado "Grupo de chismositas", bellísimo y atractivo.
Agus Llorens impresiona con Latido, una obra de 0,60 por 0,90 ($ 2000). Se trata de fotografías hechas en 35 milímetros estampadas sobre canvas, una tela de algodón donde la imagen se aprecia en toda su profundidad. Entre los artistas destacados, además de Milo Lockett, está Dominique Breard, una pintora que replantea "la imposibilidad de preservar el pensamiento efímero", según declara en el bellísimo catálogo de la muestra. En esta oportunidad sus "bollos de papel" ya famosos se funden con las transformaciones de esos desechos en origamis.
Casi todas las obras tienen el precio colocado debajo del título, lo que posibilita que el artista pueda hablar más de su obra que del costo, porque se pasa allí todo el día contando a quien quiera escuchar cómo llegó a montar su obra.
Una escultura de The Beatles hecha por Marisa Frigerio puede hacer las delicias de quienes aman al cuarteto de Liverpool, obra que se encuentra muy cerca de la instalación "Soleil está cambiando", una combinación de cinco conceptos diferentes sobre propuestas de Pollock, Pressman, J. Hons, De Konning y Rotko.
"Lo bueno de este tipo de espacios es que es homogéneo y se ve mucho el trabajo del artista. Nosotros trabajamos mucho porque la cultura es lo que menos reditúa", dice a La Nacion la artista María Santa Cecilia.
Ginette Reynal eligió este año la temática de los árboles para hacerse presente en el almacén del arte. "Es la segunda vez que expongo y estoy contenta porque me permite tener contacto con el público. El año pasado hice algo más abstracto", comenta. Y se alegra, además, de poder contribuir con una obra con el Hospital Materno Infantil de San Isidro, al que todos los artistas deberán donar una obra.
Además, los expositores tienen la obligación de vender al menos una de las obras a 400 pesos, para que todo el que vaya tenga la posibilidad de poder "consumir" cultura sin que esto signifique un desembolso enorme. "Es cierto que mucha gente viene a comprar un cuadro porque le combina con el sillón, pero termina eligiendo con los sentidos porque esto le posibilita tener acceso a un universo mayor", comentó una de las organizadoras.
Organizadoras, además, que recibieron al intendente Gustavo Posse como a un viejo amigo y lo invitaron a cortar la cinta y a recorrer las dos plantas. Posse agradeció la invitación y charló con los artistas, mientras más de 50 personas hacían cola en la entrada para ingresar al predio, a pesar de que faltaba una hora para que fuera habilitada.
"Me gusta esto y me gusta pintar acá", dijo a La Nacion Juan Danna, un artista que instaló su enorme tela al sol y comenzó a pintarla a la vista de todos. ¿Más? Como el Almacén de Arte tiene sus rincones gourmet, por poco dinero usted puede sentarse en una silla intervenida -se recomienda la que tiene alas hechas con hojas- mientras le enmarcan la obra.

Fuente: lanacion.com

SAN MARTÍN, UN ABUELO EN PALERMO



Por Eduardo Parise

La figura es la de José de San Martín, el Libertador de Argentina, Chile y Perú. Pero allí no hay uniforme. Tampoco sable corvo o brioso caballo en actitud rampante. Junto al prócer se ven apenas dos nenas que miran con admiración y respeto a un anciano. El monumento se titula El abuelo inmortal y es el único en la Ciudad que recuerda al gran héroe de la Historia al final de su vida y con ropas de civil.
Realizada en bronce por el ingeniero y escultor Angel Eusebio Ibarra García (1892 -1972) la obra está, desde el 11 de diciembre de 1951, a metros del cruce de la avenida Mariscal Castilla y la calle Alejandro Aguado, en el barrio de Palermo. Y, para su lucimiento, fue colocada sobre un pedestal de granito, donde también hay tres bajorrelieves que evocan hechos de la vida del general: lo muestran “cultivando sus dalias“, “en la ribera del Sena“ y “limpiando sus armas“.
Como recuerda la historia, San Martín murió el 17 de agosto de 1850. Pero en sus últimos años pudo disfrutar del afecto de sus dos nietas: María Mercedes (había nacido en Buenos Aires en octubre de 1833 y murió en París a los 27 años, intoxicada por un medicamento mal recetado) y Josefina Dominga (nacida el 14 de julio de 1836 en Grand Bourg, murió en Brunoy –ambas ciudades francesas– el 15 de abril de 1924). Las dos eran hijas de Mercedes (hija del prócer) y Mariano Balcarce, quienes se habían casado en septiembre de 1832.
La historia cuenta que, en 1837, el general disfrutaba con esas “dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días”. Y, según recuerdan, su complicidad de abuelo hacía que olvidara la disciplina que conoció su hija Merceditas, para que, alguna vez, las nenas hasta hayan podido tener como parte de sus juegos las medallas que San Martín había cosechado en su victoriosa y extensa campaña militar.
Los investigadores que conocieron al escultor Ibarra García afirman que para realizar la cara del general ya anciano, tomó la imagen de un viejo daguerrotipo, aún conservado en el Museo Histórico Nacional. Pero dicen que para las manos tuvo como modelo las de un amigo suyo, el músico Pedro Ubertone. En cambio, la figura de las nenas están inspirada en las imágenes de Susana de Tezanos Pintos y Lucía Arocena, dos chiquitas que vivían cerca de su casa.
El entorno del monumento también es acorde con la historia de José de San Martín. Muy cerca hay una serie de figuras que recuerdan a personalidades que estuvieron entre quienes ayudaron al Libertador. Así se ven las imágenes de Martín Miguel de Güemes, Juan Martín de Pueyrredón, Gregorio de Las Heras, Antonio Alvarez de Arenales, Bernardo O’Higgins y el mariscal Ramón Castilla. Y el nombre de una de las calles recuerda al banquero español Alejandro Aguado, amigo y protector de San Martín.
Al otro lado y frente a la estatua, está la réplica de la casa que el general habitó entre 1834 y 1848 en Grand Bourg. Fue realizada por el arquitecto Julio Salas y la inauguraron el 11 de agosto de 1946. El diseño es tres veces más grande que la que ocupó San Martín en Francia. Es la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano y su construcción fue ordenada por Manuela Stegmann, la viuda de José Pacífico Otero, el hombre que fundó la institución el 5 de abril de 1933. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

BUENOS AIRES,
CIUDAD IDEAL PARA LA INSPIRACIÓN ARTÍSTICA


Tercera en el ranking mundial de una guía de viajes
La publicación la destaca por lo “barato que es pasar horas en cafés elegantes donde los mejores escritores solían ir”. 
Un recorrido por sitios que fueron estímulo para artistas nacionales y extranjeros.



Por Nora Sánchez
 

Buenos Aires es la tercera ciudad del mundo para la inspiración artística. Al menos según los editores de las guías Lonely Planet, afectos a establecer este tipo de rankings y que publicaron éste en su libro “Best in Travel 2011”. “Es fácil introducirse en la creciente ola literaria de Buenos Aires: principalmente porque es tan barato pasar las horas en cafés elegantes donde los mejores escritores solían (y suelen) ir. Los de San Telmo y Palermo son ideales para tomar un espresso entre gente de moda con inclinaciones artísticas, mientras en el centro el glamoroso Café Tortoni antes era frecuentado por el famoso escritor Jorge Luis Borges”, dice la guía. Y recuerda que, en “El Aleph”, Borges ubica en la avenida Garay el punto del espacio que contiene todos los otros puntos del universo.
Según Lonely Planet, Buenos Aires sólo es superada por Edimburgo, ciudad de Robert Louis Stevenson y donde JK Rowling escribió Harry Potter, en Escocia, y por San Petersburgo, en Rusia, con una tradición literaria que incluye a Gogol, Dostoievsky, Turgenev y Nabokov.
Aunque es subjetivo ponderar las cualidades como musa de una ciudad, es indiscutible que Buenos Aires inspiró a muchos artistas y que sus cafés son propicios para crear. Dicen que Sábato escribió “Sobre héroes y tumbas” en el Bar Británico. Y que Homero Manzi creó la letra del tango “Sur” en El Aeroplano, hoy La Esquina de Homero Manzi (San Juan y Boedo). Actualmente, algunos buscan un clima artístico en sitios como Eterna Cadencia (Honduras 5574) o Crack Up (Costa Rica 4767), dos cafés-librería, en Palermo. Pero los cafés clásicos son los que más historias esconden.
A pesar de la lluvia yo he salido/ a tomar un café. Estoy sentado/ bajo el toldo tirante y empapado/ de este viejo Tortoni conocido...
, escribió Baldomero Fernández Moreno. En el Café Tortoni (Avenida de Mayo 829), entre 1926 y 1943 se reunía La Peña, comandada por Benito Quinquela Martín y frecuentada por Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Arlt y Borges. Y de 1962 a 1974, fue el punto de reunión de Abelardo Castillo, Humberto Constantini, Liliana Heker, Isidoro Blaisten y Ricardo Piglia, entre otros. De sus encuentros surgieron las revistas literarias El grillo de papel, El escarabajo de oro y El ornitorrinco.
En los seis meses que pasó en la Ciudad, entre 1933 y 1934, también iba al Tortoni Federico García Lorca. Se alojaba en la habitación 704 del hotel Castelar (Avenida de Mayo 1152). Y escribió: Buenos Aires tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido .
En la Confitería Richmond (Florida 468), que acaba de cerrar, entre 1924 y 1927 se reunía el Grupo de Florida. Representaba al vanguardismo y lo formaban Borges, Oliverio Girondo, Norah Lange y Leopoldo Marechal, entre otros. Su grupo rival, el de Boedo, se encontraba en la Editorial La Claridad (Boedo 837). Lo integraban escritores como Leónides Barletta, Roberto Arlt, Elías Castelnuovo y Alvaro Yunque, que veían en la literatura una herramienta para cambiar la sociedad injusta.
En Pedro de Mendoza y Almirante Brown, hasta 1927 estuvo el bar de la negra Carolina, uno de cuyos habitués era Eugene O’Neill. El dramaturgo estadounidense llegó como marinero en 1910 y se quedó hasta julio de 1911.
Entré a Buenos Aires como un caballero y terminé como una piltrafa en las dársenas del puerto , solía contar. Se alojó en un hotel de Constitución y, más adelante, en una pensión del Bajo. Ya sin dinero y muy afecto al alcohol, terminó en la calle.
No había banco de plaza en Buenos Aires sobre el que no dormí alguna vez , escribió.
Otro ícono es la Galería Güemes (Florida 165).
Hacia el año veintiocho, el Pasaje Güemes era la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de menta, donde se voceaban las ediciones vespertinas con crímenes a toda página y ardían las luces de la sala del subsuelo donde pasaban inalcanzables películas realistas , la describe Cortázar en “El otro cielo”. En un departamento del 6° piso de la galería, entre 1929 y 1930 vivió Antoine de Saint-Exupéry.
Algunos dicen que Asterix tiene un aire a Patoruzú. Tal vez porque su guionista, el francés René Goscinny, se crió en Buenos Aires y leía la historieta. Llegó a los dos años, en 1928, junto a su familia y estudió en el Liceo Francés. En 1945, se fue a Nueva York.
El escritor polaco Witold Gombrowicz adoptó Buenos Aires entre 1939 y 1963. Vivió en una pensión en Venezuela 641. En una entrevista con La Prensa, contó que su vida aquí era “tranquila”: Perfectamente desconocido, converso en los cafés con dos o tres amigos ”.
El español Ramón Gómez de la Serna, llegó a la Ciudad en los años 30 y la eligió hasta su muerte, en 1963. Vivía en Hipólito Yrigoyen 1974, muy cerca del Congreso. Su último deseo fue: Cuando me muera quisiera que me llorasen todas las cariátides de Buenos Aires .

UNO VINO A CASARSE Y AL OTRO NO LE GUSTÓ


Buenos Aires siempre atrajo a artistas de todo el mundo y de todas las disciplinas. Así, los mayores músicos, cantantes líricos y bailarines llegaron para actuar en el Teatro Colón. Y la vida de algunos de ellos quedó marcada por la Ciudad. Ese fue el caso de Vaslav Nijinsky, que llegó en 1913 para presentarse con los Ballet Rusos de Sergei Diaghilev. Durante el viaje en barco, se había comprometido con la condesa Romola de Pulszky, con quien se casó en la iglesia de San Miguel Arcángel (Bartolomé Mitre 896) el 10 de septiembre de 1913. La fiesta se celebró en el Hotel Majestic, en Avenida de Mayo y Santiago del Estero. Actualmente en ese edificio funciona la AFIP.
En octubre de 1939, llegó al país el compositor español Manuel de Falla, que un mes después dirigió cuatro conciertos en el Colón. Al primero, con obras de Albéniz y Turina, asistió Ortega y Gasset. De Falla se quedó en la Argentina, huyendo del franquismo y de la guerra. En 1942 se radicó en La Falda, Córdoba, donde vivió hasta su muerte, en 1946.
No todos los artistas que pasaron por la Ciudad tuvieron una buena impresión. Marcel Duchamp, que vivió nueve meses en Buenos Aires entre 1918 y 1919, pasó de sentirse un porteño más a opinar que era “sólo una gran ciudad de provincia llena de gente muy rica de muy poco gusto, que compran todo en Europa, hasta las piedras sobre las que edifican sus casas”, como escribió en una carta. Y se quejaba del machismo: “La insolencia y la estupidez de los hombres son absolutamente increíbles”. Duchamp vivió en Alsina 1743 y tenía su atelier en Sarmiento 1507, donde hoy está el Centro Cultural San Martín.


Fuente: clarin.com

LAS FRONTERAS Y EL ARTE,
EN LA BIENAL DEL MERCOSUR


En Porto Alegre.
Cinco argentinos exponen sus obras.



ALFREDO LONDAIBERE, Escuela Argentina, contemporáneo - Óleo tabla con bordes en alpaca. 45 X 69 . Firmada y fechada '011' al dorso.

Por Celina Chatruc / LA NACION

PORTO ALEGRE, Brasil.- Las banderas cuelgan alineadas, completamente blancas. Lo que distinguía a cada una invade ahora la pared, formando un gran emblema multicolor. La instalación de la estadounidense Leslie Shows es la primera obra que se ve al entrar en los galpones del puerto de esta ciudad, junto al lago Guaíba, y simboliza como pocas el concepto central de la 8ª Bienal del Mercosur, inaugurada ayer.

Ensayos de geopoética fue el título elegido por el curador general José Roca para abordar un tema más que delicado: la tensión entre territorios. Guerras, revoluciones, conflictos de fronteras y distancias culturales entre la población de un mismo país son algunos de los disparadores de dibujos, pinturas, esculturas, instalaciones y videos de 105 artistas de 31 países, incluida la Argentina.
"No es una bienal hecha para mis colegas, sino para el público local", aclaró Roca al presentar el proyecto, al que dedicó los últimos dos años. Se refirió así al aspecto educativo, otro de los fundamentos de la bienal. El AMPLIO proyecto pedagógico diseñado este año incluye la construcción de la Casa M, espacio destinado a promover el intercambio entre los artistas y el público. Allí habló sobre su trabajo la argentina Irene Kopelman, que reside en el exterior, al igual que otros tres de los cinco artistas que representan al país este año en la bienal. Roca explicó a LA NACION que gran parte de los artistas argentinos vivos de relevancia internacional ya participaron en ediciones anteriores.
Las empinadas calles de Porto Alegre esconden varias sorpresas hasta el 15 de noviembre: por ejemplo, en los jardines del majestuoso palacio de gobierno del estado de Río Grande del Sur, el español Santiago Sierra instaló cuatro parlantes que reproducen al mismo tiempo los himnos de los países del Mercosur. El resultado es un ruido insoportable, testimonio de que no basta la suma de las partes para lograr la integración.
El mismo mensaje se lee en una obra de la brasileña Regina Silveira, exhibida por el Guggenheim de Nueva York hace diez años: las piezas de un rompecabezas representan estereotipos latinoamericanos -incluidos Gardel y el Che Guevara- que encajan perfectamente, pero no logran formar una imagen global coherente. Además de destacar el trabajo de ambos y del artista chileno homenajeado, Eugenio Dittborn, el director de Arte al Día, Diego Costa Peuser, confesó que viajó desde Miami hasta Porto Alegre para conocer nuevos talentos señalados por el curador. "Eso es lo que más valoro de las bienales", dijo.
Aquí encontró, entre otros, al mexicano Sebastián Romo, quien viajó por el estado de Río en busca de inspiración. La halló entre Santana do Livramento y Rivera, dos localidades de Brasil y Uruguay, respectivamente, divididas por una línea imaginaria. "Esa frontera la hicieron unos señores que no sabían lo que estaban haciendo -dice-. Las fronteras son una ficción, y así debería ser el mundo: sin fronteras.".

Fuente texto: lanacion.com

TEATRO CERVANTES:
CUMPLE 90 AÑOS
Y SIGUE ESPERANDO LA RESTAURACIÓN


Es la gran sala de la Ciudad, después del Colón. 
El aniversario llega entre andamios y obras demoradas.


TEATRO CERVANTES


Por Silvia Gómez


Cumplirá 90 años rodeado por un andamio que le quita brillo a su lustre. El Teatro Nacional Cervantes, en la esquina de Córdoba y Libertad, es otra de las joyas de la arquitectura de Buenos Aires que se gestó como el sueño de dos famosos actores españoles, María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. Aclamados por los porteños, pensaron que la Ciudad se merecía un edificio grandilocuente para representar las obras de teatro del idioma castellano.
Por estos días avanza lentamente la restauración del edificio. Por el momento se trabaja en el cambio de cables de escenario y sala; en la licitación para recuperar el frente (ver Los andamios...
); y en la construcción de una sala de ensayo, según detallaron a Clarín desde el área de prensa del teatro. Y el 30 de noviembre, con una obra e invitados de la cultura, se festejarán los 90 años de la sala.
El teatro –diseñado por Fernando Aranda y Emilio Repetto– se inauguró en setiembre de 1921 y hasta el rey español Alfonso XIII colaboró en su construcción. Según crónicas de la época, Guerrero y Díaz de Mendoza comprometieron hasta su fortuna para erigir el colosal edificio, cuyos materiales llegaron desde España. Y desde el principio el Cervantes tuvo que esquivar problemas para subsistir.
A solo cinco años de la inauguración estuvo a punto de cerrar y ser rematado. Es que el matrimonio de artistas tuvo problemas para afrontar los costos del mantenimiento. Lo salvó el presidente Marcelo T. de Alvear al nacionalizar el teatro y también su deuda. En 1961 un incendio destruyó gran parte de las instalaciones y las obras de reconstrucción demandaron siete años de trabajos . Pero a raíz del incendio el teatro modernizó sus instalaciones, con la construcción de un edificio sobre avenida Córdoba, diseñado por el arquitecto modernista Mario Roberto Alvarez. No todos estuvieron de acuerdo con el edificio anexo: mordaz, Manuel Mujica Láinez lo juzgó con “horror, asombro y melancolía”.
Y los conflictos políticos y gremiales también lo afectaron, hasta el punto de haber estado sin actividad durante más de un año.
María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza desembarcaron en Buenos Aires, por primera vez, en 1897. Llegaron con su compañía de teatro y conocieron una Ciudad en pleno crecimiento. Es que por aquellos años –y hasta la gran crisis mundial del 30– se comenzaba a gestar la “París de Sudamérica”. Contratados por familias patricias, arquitectos italianos, ingleses, alemanes, húngaros y españoles construyeron edificios que rápidamente se convirtieron en íconos de la Ciudad. El Palacio Barolo, el Teatro Colón, los subtes, la cervecería Munich de Costanera Sur, y los palacios de los Anchorena, los Alzaga Unzué, Ortiz Basualdo y José C. Paz, entre muchos otros.
Durante los primeros años del 1900, Guerrero y Díaz de Mendoza volvieron una y otra vez. Encantados con la Ciudad y con un público que los recibía como lo que eran, auténticas celebridades de la época. Y en esas visitas comenzaron a pergeñar el sueño de construir esta sala. Los actores lograron entusiasmar incluso al rey de España, Alfonso XIII, quien ordenó que todos los barcos que cruzaran el océano aprovecharan el viaje para traer materiales para la obra. Materiales que llegaron de diferentes ciudades. Los azulejos, de Valencia; las locetas rojas del piso, de Tarragona; las puertas de los palcos, de Ronda; butacas, espejos, bancos, rejas, herrajes y azulejos, de Sevilla; lámparas y faroles, de Lucena; la pintura para el techo, de Barcelona; y de Madrid el fabuloso telón, el original, que fue devorado por aquel fuego de 1961.

Los andamios lo rodean desde hace cuatro años


El teatro funciona como un ente autárquico desde el 1° de enero de 1997. En 2007 el Banco de la Nación Argentina le transfirió la propiedad del inmueble a la Secretaria de Cultura de la Nación. Poco tiempo después se colocaron los andamios que rodean la fachada del teatro, pero los trabajos se demoran aún hasta estos días. En setiembre de 2009 la Secretaría de Cultura firmó un acuerdo con el embajador de España en Argentina, Rafael Estrella, para poner en marcha un plan de restauración, refuncionalización y actualización informática del teatro. La obra debería haber comenzado con la llegada de fondos europeos, pero desde el teatro informaron que, respecto a la fachada, se trabaja en la confección de los pliegos de licitación para llevar a cabo la puesta en valor. Al margen de los problemas de infraestructura, el teatro sigue convocando multitudes. El año pasado casi 123.000 personas ocuparon sus butacas. Y su director, Rubens Correa, esperaba superar estos números en el transcurso de 2011.

Fuente: clarin.com

TESOROS DEL RIJKSMUSEUM AMSTERDAM



Un sillón holandés de roble del siglo XVI de curioso diseño.

Conocido en Holanda como un "zitkist" o "silla de pecho", se trata de un sillón, con más de un propósito. Uno puede sentarse en él, pero también puede guardar sus objetos de valor en ella. Esta silla, la pieza más antigua entre los asientos del Rijksmuseum, es un diseño útil.  
Los apoyabrazos son fijos, pero su respaldo es móvil.  
Sentado frente al fuego de una chimenea en esta silla, se puede avanzar y retroceder a voluntad, y agregarle almohadones para mayor comodidad.


Título: Sillón                                     

Año: c. 1500

Técnica - material: Roble

Dimensiones: 75,5 x 78 x 50,5 cm

Inventario: BK-NM-1971