Ricardo Roa
Es una historia donde se cruzan personajes y fechas. Un 15 de junio de
1921 se inauguró el monumento a Cristóbal Colón, a espaldas de la
Rosada. Y hoy, 15 de julio de 2015, Cristina completará su desalojo:
inaugurará en ese lugar un monumento a Juana Azurduy, con show
revisionista incluido.
Hay otro cruce que tiene que ver con el comienzo de la historia. Fue en 2011. Estaba Hugo Chávez en el despacho de Cristina y al ver la estatua de Colón le dijo: “¿Qué hace ahí ese genocida? Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza sino un genocidio. Ahí hay que poner a un indio”.
En estos días se cumplen 20 años de la matanza de Srebrenica. Tropas serbias masacraron a unos 8.000 musulmanes bosnios, todos varones, que se habían refugiado en ese enclave creyéndose protegidos por las Naciones Unidas.
Ahora el Consejo de Seguridad quiso condenar lo que la Corte de Justicia Internacional calificó de genocidio, el mayor desde la segunda guerra mundial. Se lo impidió Rusia. Cuatro países la acompañaron. Entre ellos Venezuela, donde Maduro sigue siendo Chávez. Para el chavismo no todos los genocidios son genocidios.
Cristina mandó voltear a Colón para llevarlo a Mar del Plata. Tenía todo planeado. Hasta envió más de 11 millones para costear el traslado que hoy son el centro de una denuncia por corrupción: no fue Colón ni tampoco volvió la plata.
La plaza no era el patio trasero de la Casa de Gobierno ni el monumento era de su propiedad. Las dos cosas eran y son de la Ciudad, que intentó trabar la mudanza con un amparo judicial y el apoyo de la comunidad italiana.
Con el pretexto de que la estatua debía ser reparada, el capricho de la Presidenta la desmontó igual. Fue hace dos años. Al final negoció con el macrismo dejar los restos de Colón en el piso hasta encontrarles un destino a cambio de permitirle a la Ciudad abrir el espacio para tres demorados kilómetros de autopista sobre terrenos ferroviarios. Autopista por estatua y estatua por revolución bolivariana.
Colón dejó de mirar al río. Ya no está a la vista del despacho de Cristina. Subido a un camión de mudanzas, marchó rumbo a la Costanera Norte. Juana Azurduy ocupa su lugar. Un trueque de estatuas innecesario y también banal.
En esta historia armada con héroes y villanos late una ideología rudimentaria. Si uno profundizara la iniciativa chavista de Cristina habría que borrar a Colón del mapa. Y por lo que le toca a Juan Azurduy, hay quienes dicen que no fue todo lo que dicen que fue. La historia es lo que es. Compleja. Y no lo que cada cual quiere que sea.
Fuente: clarin.com
AZURDUY, AHORA ZURDA O DIESTRA CONTRARIADA
En toda la iconografía anterior de Juana Azurduy, la Coronela siempre fue diestra - siempre se la vio empuñar la espada con su mano derecha - y a partir de este monumento, pasa a llevarla en su mano izquierda. ¿Habrá algún significado o simbolismo ocultos detrás de ese repentino, arbitrario cambio de mano?
Esta gente, acostumbrada a los cambios drásticos y a llevarse puestos cualquier escollo como la Historia, las leyes, usos y costumbres, tradición y la Justicia, para hacer lo que sea por decreto... ¿sabrá que uno es diestro o es zurdo no porque sí nomás, sino que la conformación morfológica de los hemisferios cerebrales de un diestro y de un zurdo son totalmente diferentes y que eso viene así de fábrica, de origen? ¿Sabrán que a eso no se lo puede cambiar por un antojo, por una preferencia, por un decreto caprichoso o por la voluntad de un artista?
Dice el escultor Andrés Zerneri, autor del monumento a Juana Azurduy de Padilla que quiso que Juana Azurduy sostuviera la espada con su mano izquierda “para quitarle rigor bélico; la espada como una guía, no sostenida por la mano que mata".
Tengo la impresión de que para esta gente, pesa siempre más el relato que el rigor histórico y el efecto plástico: ¿mata sólo la espada empuñada por la mano derecha? ¿Por la izquierda, no?
El pintor mexicano Rufino Tamayo decía algo así como que el arte es demasiado grande, que hacerlo panfletario, ponerlo al servicio de una idea, era menoscabarlo, empequeñecerlo y conspirar contra él.
Zerneri, es también autor del monumento al Che Guevara de Rosario, y del monumento a la mujer originaria, con el que la presidenta y sus acólitos y aplaudidores de siempre pretenden reemplazar al Monumento a Roca de la Diagonal Sur y Perú.
Después de Colón, el primer genocida al que condenaron al destierro sin ni siquiera juzgarlo, el Roca de Zorrilla, para ellos el otro gran genocida, es el próximo foco de conflicto.
En vez de ser el monumento a los pueblos originarios, como la presidenta es mujer, el nuevo monumento con el que se pretende reemplazar al Roca de Zorrilla - de paso, cañazo – viene con reivindicación feminista incluida.
Pan y circo para la gilada. ¿En un país con tantas necesidades básicas insatisfechas no hubieran sido lo esperable ejemplos de austeridad, de cordura y prudencia en la asignación de los recursos públicos desde su más alta magistratura y en vez de haber generado enormes gastos en alquiler de grúas para destruirlo, trasladarlo y ahora tener que restaurarlo y rearmarlo a Colón en la Costanera, haber destinado esas sumas a dotar de agua potable, comida, salud, educación y de un mínimo bienestar a las comunidades aborígenes que el gobierno dice que le interesan pero que ni siquiera se digna a recibirlos y a escucharlos?
Como pasaba con el de Colón, el Poder Ejecutivo Nacional no tiene jurisdicción sobre el Monumento a Roca.
El Monumento a Roca, es obra del brillante escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, hijo de Juan Zorrilla, autor de "Tabaré" y padre de la actriz y directora Concepción "China" Zorrilla.
Y ese lindisimo monumento ecuestre, tiene toda una historia atrás: Zorrilla de San Martín, ganó el concurso nacional e internacional al que se llamó cuando se decidió rendirle un homenaje a la figura del gran estadista argentino. Zorrilla trasladó su taller de escultor desde Montevideo a Buenos Aires y lo hizo a Roca in situ.
Espero que esta vez, se lo defienda a Roca a capa y espada, como corresponde, hasta llegando, si fuera necesario, a llevar el tema ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En nuestra Ciudad, deberían poder convivir el Roca de Zorrilla y la mujer originaria como debieron poder convivir Cristóbal Colón y Juana Azurduy. Ya sabemos que el gobierno, como es su costumbre, siempre plantea las cosas como si la única posibilidad fuera "Tal o cual", con esa "o" que resta, divide y excluye y no como "Tal y además cual", con esa "y" que suma y multiplica.
Mientras, el jolgorio nac y pop para recibir a la reemplazante del descubridor de América, parece hecho especialmente para combinar con los tonos fucsia iridiscentes de la ex Casa Rosada y de un conocido hotel por horas de la Panamericana.
P.L.B.
Hay otro cruce que tiene que ver con el comienzo de la historia. Fue en 2011. Estaba Hugo Chávez en el despacho de Cristina y al ver la estatua de Colón le dijo: “¿Qué hace ahí ese genocida? Colón fue el jefe de una invasión que produjo no una matanza sino un genocidio. Ahí hay que poner a un indio”.
En estos días se cumplen 20 años de la matanza de Srebrenica. Tropas serbias masacraron a unos 8.000 musulmanes bosnios, todos varones, que se habían refugiado en ese enclave creyéndose protegidos por las Naciones Unidas.
Ahora el Consejo de Seguridad quiso condenar lo que la Corte de Justicia Internacional calificó de genocidio, el mayor desde la segunda guerra mundial. Se lo impidió Rusia. Cuatro países la acompañaron. Entre ellos Venezuela, donde Maduro sigue siendo Chávez. Para el chavismo no todos los genocidios son genocidios.
Cristina mandó voltear a Colón para llevarlo a Mar del Plata. Tenía todo planeado. Hasta envió más de 11 millones para costear el traslado que hoy son el centro de una denuncia por corrupción: no fue Colón ni tampoco volvió la plata.
La plaza no era el patio trasero de la Casa de Gobierno ni el monumento era de su propiedad. Las dos cosas eran y son de la Ciudad, que intentó trabar la mudanza con un amparo judicial y el apoyo de la comunidad italiana.
Con el pretexto de que la estatua debía ser reparada, el capricho de la Presidenta la desmontó igual. Fue hace dos años. Al final negoció con el macrismo dejar los restos de Colón en el piso hasta encontrarles un destino a cambio de permitirle a la Ciudad abrir el espacio para tres demorados kilómetros de autopista sobre terrenos ferroviarios. Autopista por estatua y estatua por revolución bolivariana.
Colón dejó de mirar al río. Ya no está a la vista del despacho de Cristina. Subido a un camión de mudanzas, marchó rumbo a la Costanera Norte. Juana Azurduy ocupa su lugar. Un trueque de estatuas innecesario y también banal.
En esta historia armada con héroes y villanos late una ideología rudimentaria. Si uno profundizara la iniciativa chavista de Cristina habría que borrar a Colón del mapa. Y por lo que le toca a Juan Azurduy, hay quienes dicen que no fue todo lo que dicen que fue. La historia es lo que es. Compleja. Y no lo que cada cual quiere que sea.
Fuente: clarin.com
AZURDUY, AHORA ZURDA O DIESTRA CONTRARIADA
En toda la iconografía anterior de Juana Azurduy, la Coronela siempre fue diestra - siempre se la vio empuñar la espada con su mano derecha - y a partir de este monumento, pasa a llevarla en su mano izquierda. ¿Habrá algún significado o simbolismo ocultos detrás de ese repentino, arbitrario cambio de mano?
Esta gente, acostumbrada a los cambios drásticos y a llevarse puestos cualquier escollo como la Historia, las leyes, usos y costumbres, tradición y la Justicia, para hacer lo que sea por decreto... ¿sabrá que uno es diestro o es zurdo no porque sí nomás, sino que la conformación morfológica de los hemisferios cerebrales de un diestro y de un zurdo son totalmente diferentes y que eso viene así de fábrica, de origen? ¿Sabrán que a eso no se lo puede cambiar por un antojo, por una preferencia, por un decreto caprichoso o por la voluntad de un artista?
Dice el escultor Andrés Zerneri, autor del monumento a Juana Azurduy de Padilla que quiso que Juana Azurduy sostuviera la espada con su mano izquierda “para quitarle rigor bélico; la espada como una guía, no sostenida por la mano que mata".
Tengo la impresión de que para esta gente, pesa siempre más el relato que el rigor histórico y el efecto plástico: ¿mata sólo la espada empuñada por la mano derecha? ¿Por la izquierda, no?
El pintor mexicano Rufino Tamayo decía algo así como que el arte es demasiado grande, que hacerlo panfletario, ponerlo al servicio de una idea, era menoscabarlo, empequeñecerlo y conspirar contra él.
Zerneri, es también autor del monumento al Che Guevara de Rosario, y del monumento a la mujer originaria, con el que la presidenta y sus acólitos y aplaudidores de siempre pretenden reemplazar al Monumento a Roca de la Diagonal Sur y Perú.
Después de Colón, el primer genocida al que condenaron al destierro sin ni siquiera juzgarlo, el Roca de Zorrilla, para ellos el otro gran genocida, es el próximo foco de conflicto.
En vez de ser el monumento a los pueblos originarios, como la presidenta es mujer, el nuevo monumento con el que se pretende reemplazar al Roca de Zorrilla - de paso, cañazo – viene con reivindicación feminista incluida.
Pan y circo para la gilada. ¿En un país con tantas necesidades básicas insatisfechas no hubieran sido lo esperable ejemplos de austeridad, de cordura y prudencia en la asignación de los recursos públicos desde su más alta magistratura y en vez de haber generado enormes gastos en alquiler de grúas para destruirlo, trasladarlo y ahora tener que restaurarlo y rearmarlo a Colón en la Costanera, haber destinado esas sumas a dotar de agua potable, comida, salud, educación y de un mínimo bienestar a las comunidades aborígenes que el gobierno dice que le interesan pero que ni siquiera se digna a recibirlos y a escucharlos?
Como pasaba con el de Colón, el Poder Ejecutivo Nacional no tiene jurisdicción sobre el Monumento a Roca.
El Monumento a Roca, es obra del brillante escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, hijo de Juan Zorrilla, autor de "Tabaré" y padre de la actriz y directora Concepción "China" Zorrilla.
Y ese lindisimo monumento ecuestre, tiene toda una historia atrás: Zorrilla de San Martín, ganó el concurso nacional e internacional al que se llamó cuando se decidió rendirle un homenaje a la figura del gran estadista argentino. Zorrilla trasladó su taller de escultor desde Montevideo a Buenos Aires y lo hizo a Roca in situ.
Espero que esta vez, se lo defienda a Roca a capa y espada, como corresponde, hasta llegando, si fuera necesario, a llevar el tema ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En nuestra Ciudad, deberían poder convivir el Roca de Zorrilla y la mujer originaria como debieron poder convivir Cristóbal Colón y Juana Azurduy. Ya sabemos que el gobierno, como es su costumbre, siempre plantea las cosas como si la única posibilidad fuera "Tal o cual", con esa "o" que resta, divide y excluye y no como "Tal y además cual", con esa "y" que suma y multiplica.
Mientras, el jolgorio nac y pop para recibir a la reemplazante del descubridor de América, parece hecho especialmente para combinar con los tonos fucsia iridiscentes de la ex Casa Rosada y de un conocido hotel por horas de la Panamericana.
P.L.B.