Laura Collett salta con su caballo Natterjack en la competencia Barbury International Horse Trials que se disputó en Marlborough, Wiltshire, Inglaterra. |
LAS MEJORES FOTOS DEL PRESS PHOTOGRAPHER 2013
PRESENTAN UN MURAL DE BERNI
QUE FUE ENCONTRADO EN UNA QUINTA
Fue realizado entre 1936 y 1943. Tenía una rajadura y lo habían despintado chicos que jugaban con agua.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa
La historia es asombrosa: hace poco más de un año, en una
casa-quinta de San Miguel, se encontró un mural muy raro del gran
maestro Antonio Berni.
Cuentan los rumores que el mural entró al mundillo del arte por casualidad:
el dueño de la quinta –un empresario relacionado a la industria
farmacéutica–, conocía a Silvia Braier –coleccionista de arte y
presidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Arte Latinoamericano
de Buenos Aires (MALBA), que es dueña de un laboratorio. Ella vio el
mural y lo comentó con Eduardo Costantini, dueño del museo. Entonces
volvió a la quinta con Marcelo Pacheco (ex curador en jefe del MALBA)
quien conocía la existencia de la pieza: había visto fotos suyas en el
archivo de la Fundación Espigas.
Braier fue de nuevo, con más
especialistas. Todos constataron que la obra era, efectivamente, de
Berni. Entonces comenzó el proceso de negociación para comprar el
trabajo, que terminó costando 110 mil dólares, aunque el valor final con
el mural ya restaurado fue de más de 1 millón y medio de pesos.
Más
tarde empezó la delicada tarea de extraerlo de la pared en que se
ubicaba, trasladarlo al MALBA y restaurarlo. Esto estuvo a cargo de los
especialistas Teresa Gowland de Frías y Marcelo Macadán. La pintura
estaba dañada, tenía una gran rajadura en un ángulo, estaba despintada
en varias zonas: era un mural exterior y los chicos de la casa habían
tirado contra él chorros de agua a presión desde la pileta hace décadas,
desconociendo su valor. Y lo peor: se había construido una ventana en medio. Todo eso había que revertirlo con cuidado.
El
Comité de Adquisiciones del MALBA se hizo cargo de comprar, restaurar y
a partir de ahora proteger la inédita obra, que desde pasado mañana
estará exhibida en un lugar especial: la sala dedicada exclusivamente a
este mural en el primer piso del museo. Una sala nueva, que será de
exhibición permanente.
“La obra es rara, no sólo porque no se sabía si el mural realmente existía o no
”, comenta Victoria Giraudo –coordinadora del equipo que trabajó sobre
el mural– “sino también por la técnica con que la obra de 1,29 por 3,30
metros fue realizada: el fresco buono –que mezcla pigmentos de
color con cal y se aplica sobre la pared con la cal fresca, lo que hace
que los colores queden, no sobre el muro, sino dentro suyo–; y el fresco secco
, que se realiza con la base de la pintura seca”. Otra de las rarezas
de la obra es su tema: en el mural Berni pintó collas, montañas,
cuencos; una temática americano-indigenista. De ahí su nombre, Mercado colla o Mercado del altiplano.
Creado entre 1936 y 1943, pertenece a una época en que el maestro
viajaba por el Noroeste argentino y la Puna. La quinta podría haber
pertenecido a una pareja con la que Berni viajó.
“La pintura
pertenece a un período clave de Berni”, explica Giraudo, “marcado por la
venida a Buenos Aires del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. En
esa época Berni refuerza su visión del arte comprometido con la
realidad social.” Recordemos que Berni integró –con Lino E.
Spilimbergo, Juan C. Castagnino y Enrique Lázaro–, el equipo que ayudó a
Siqueiros a pintar otro mural que estuvo escondido en otra quinta, en
Don Torcuato, Ejercicio plástico, que, tras una historia accidentada que no terminó, hoy se exhibe en el Museo del Bicentenario.
Período
clave: en la misma época en que el rosarino pintó este mural, creó
también otras obras fundamentales para el arte argentino: Manifestación (colección MALBA) y Desocupados (colección particular), las dos de 1934.
La sala donde mañana se presentará a la prensa Mercado colla
–pintada de un delicado color celeste y bien documentada–, exhibe
también 18 grabados sobre chapa de Berni con la misma temática,
realizados en los años 40 y prestados ahora al MALBA en comodato.
“El
artista no puede desarrollar un tema trivial, carente de interés
social, en las dimensiones de un gran muro”, declaraba Berni en 1947.
Desde el jueves, la prueba de sus palabras abre al público.
Presentan el mural encontrado de Antonio Berni en el Malba. (Luciano Thieberger)
|
Imágenes del proceso de restauración del mural de Berni.
Imágenes del proceso de restauración del mural de Berni.
Fuente: clarin.com
JUGANDO CON LA LUZ EN BERLÍN
Fuente: AFP
Bailarines participan en el Festival de las Luces que se desarrolla en la plaza Marlene Dietrich en Berlín, Alemania , hoy 4 de octubre de 2013.
Sitios de interés, monumentos, edificios y lugares de la ciudad capital se iluminarán en el marco del Festival de las Luces, que va del 9 al 20 de octubre.
Fuente: EFE / EPA / JOERG CARSTENSEN
Sitios de interés, monumentos, edificios y lugares de la ciudad capital se iluminarán en el marco del Festival de las Luces, que va del 9 al 20 de octubre.
Fuente: EFE / EPA / JOERG CARSTENSEN
"THINKING BIG" EN LONDRES
Un trabajo del artista chino Zhang Huan titulado “Burro”, durante la inauguración de la subasta “Thinking Big”, en el edificio Sorting Office, un almacén abandonado en Londres. (EFE) - See more at: http://hd.clarin.com/tagged/Sociedad#sthash.9nGmsvjV.dpuf
Un trabajo del artista chino Zhang Huan titulado “Burro”, durante la
inauguración de la subasta “Thinking Big”, en el edificio Sorting
Office, un almacén abandonado en Londres.
Fuente: EFE
Fuente: EFE
LA RESERVA RIOJANA DEL ARTE
Museo de Bellas Artes “Octavio de la Colina”. Debieron pasar 60 años y varios cierres para que este rico reservorio de pintura volviera a brillar. Aquí, un recorrido guiado por su directora y artistas locales.
LOS INVITADOS DE Ñ AL MOC. Guzmán, Molina, Mercado Luna, Cortés Alvarez, Matzkin.
LOS INVITADOS DE Ñ AL MOC. Guzmán, Molina, Mercado Luna, Cortés Alvarez, Matzkin.
Por Julio Aiub Morales
Un día el museo municipal de Bellas Artes Octavio de la Colina, de La Rioja, revivió. Debieron pasar más de 60 años y varios cierres para que ello ocurriera. Esta “cigarra” riojana nació en 1951, con un previo Salón de Arte al que se presentaron algo más de mil obras, de las cuales se seleccionaron 499 de los artistas más importantes del país. La reinauguración se hizo con tres importantes muestras: Pensamiento visual, color y forma , de Miguel Dávila, Testimonio expresionista , de Miguel Angel “Toto” Guzmán y la muestra documental Abriendo caminos: orígenes del museo .
Entre los jurados de aquel concurso fundador estaban Raúl Soldi y Horacio Butler, en pintura, y Antonio Sibellino y Nicolás A. de San Luis, en escultura, junto a otros consagrados de la plástica nacional. El Salón se abrió en octubre del 50, con 323 pinturas, 79 esculturas y 97 grabados y dibujos.
Unos 20 mil vecinos –esa era la población de La Rioja entonces– sacudieron su modorra y ávidos de cultura pudieron encontrarse cara a cara con obras de Policastro, Pantoja, Basaldúa, Raquel Forner, Castagnino, Berni, Daneri, Presas, entre otras firmas importantes.
Entre los riojanos estaban Osmán Páez, Guzmán Loza, Elena Luque Vera y otros. Había esculturas de Antonio Devoto, José Alonso, Flora Florini, así como grabados y dibujos de otros consagrados.
El municipio adquirió 20 pinturas, 14 esculturas y 6 grabados y dibujos. Con ese patrimonio, el intendente Angel Vargas creó el museo, pero éste quedó en los papeles hasta que, en 1958, es convocado Miguel Dávila –quien ya vivía en Buenos Aires y luego sería uno de los fundadores de la Nueva Figuración– para dirigirlo. Realiza intensas actividades previas y logra abrir dos salas en 1960, en una casona en el centro de La Rioja, donde expone más de 40 obras prestadas por el Museo Nacional y otras tantas donadas por artistas amigos.
Luego, por los acontecimientos políticos y la desidia oficial el museo funcionó en distintas casonas y muchas de las obras de su rico patrimonio (de Ernesto Deira, Leopoldo Presas, Alfredo Portillos, Carlos Cáceres Sobrea, Mario Aciar, Carlos Cañas, Jorge Demirgian, Ezequiel Linares, entre otros), tanto cuadros como esculturas, se fueron deteriorando por un lado (hasta llegaron a estar en un polideportivo) y varios cuadros pasaron a adornar despachos oficiales y hasta casas particulares de funcionarios. Pero la cigarra –”coyuyo” se llama en el norte– tenía y tiene sus amigos.
Ellos mantuvieron vivo el espíritu del Octavio de la Colina, o MOC, como se lo llama ahora. Así, en 1999 tiene su sede propia y en 2004, retoma su patrimonio. Luego es cerrado para su refacción integral, adecuada a una propuesta museológica, según el ICOM. “Pero igual el museo siguió vivo –comenta su directora Ana Mercado Luna–, llevamos las obras a la plaza principal. Y logramos que las autoridades municipales entendieran la importancia del patrimonio que tiene el Museo”. Así se obtuvo un sector de la céntrica y antigua Estación Sanitaria. Hoy, reinaugurado después de dos años de permanecer en refacciones, un grupo de artistas eminentes riojanos lo recorre, junto con Ñ, para subrayar su peso e influencia en la cultura de la provincia. Para la escultora Martha Cortés Alvarez, el museo logró sobrevivir porque “hay un contrato social” entre la entidad y la sociedad donde se desarrolla, que privilegia “el contacto directo con una obra real”.
“La clave es darse ingenio” para que ese contrato siga vigente en el tiempo, porque “no es sólo cuestión de plata. Tenemos un grupo de amigos del museo, no organizados jurídicamente, que es anterior a nosotras mismas. Fue la comunidad la que lo sostuvo”. El pintor Pedro Molina, otro de los convocados al recorrido, señala que “es saludable no depender del Estado” y su colega Diana Guzmán, acota que “en otras provincias, los museos se han logrado independizar”. Cecilia Matzkin, pregunta “cómo se amplía una institución si el Estado no destina fondos para sostenerlo. Entonces hay que recurrir al merchandising, a las donaciones, a las ONGs”.
El “Octavio” sobrevivió asimismo gracias al ingenio: “para la inauguración, en el 58, Dávila me contó que tuvo que jurarle a Romero Brest que tenía seguros para que el mandara los cuadros.
Y en otra oportunidad, hasta bailó una zamba, porque vino un conjunto folclórico”, cuenta Cortés Alvarez. Otra de las claves de la supervivencia del MOC fue y es “el filtro de calidad, que hay que mantener y elevar”, dice Mercado Luna y “no esperar encontrar aquí lo mismo que en la tele”, acota Molina. Guzmán, que es docente, señala que los alumnos de arte estaban con expectativa por la reapertura “pero no tienen en claro qué es un museo. Por ejemplo, yo le encuentro cada vez más cosas a Dávila. Es un disfrute a largo plazo”.
Para ella, además, “hay que revalorizar a los curadores, son cada vez más necesarios”, pero “no hay que caer en el estrellato del curador, porque eso opaca al artista y su obra, su mensaje”, puntualiza Matzkin. Ahora La Rioja y la región cuenta con un museo “redimensionado, readecuado a una propuesta museológica, basado en las pautas del Consejo Internacional de Museos –enfatiza Mercado Luna– con lo que esperamos superar el drama de los altos y bajos del Octavio”. Sueña con que la próxima muestra en el ala de Grandes Maestros de la Pintura sea la de Carlos Cáceres. Claro que habrá que conseguir los fondos para el transporte..., y el seguro.
Fuente: Revista Ñ Clarín
TRAS LOS PASOS DE BORGES
Homenaje. El curador Alfons Hug convocó al inglés
Anthony McCall y al alemán Mischa Kuball a rendir tributo a “El Aleph”
en el Faena Arts Center. El resultado son bellas, gigantescas
instalaciones de luz.
Space-Speech-Speed, 1999/2013. La instalación del alemán Mischa Kuball. |
Por ANA MARIA BATTISTOZZI
Tal como le había sido indicado, Borges se incomodó frente al
escalón número 19 que llevaba al oscuro sótano de la casa de Beatriz
Viterbo en la calle Garay. La promesa de ver el Aleph no le había
disipado el temor de estar a merced de un loco. Pero a poco de asumido,
el riesgo le deparó su recompensa: cerró los ojos y al abrirlos tuvo la
insospechada visión. Vio la pequeña esfera tornasolada, de “casi
intolerable fulgor que albergaba múltiples espectáculos”. El “populoso
mar, el alba, la tarde; las muchedumbres de América, una plateada
telaraña en una negra pirámide, un laberinto roto, e interminables ojos
escrutándose en él como en un espejo. Todos los “espejos del planeta y
ninguno que lo reflejara”. Vio en un “traspatio de la calle Soler las
mismas baldosas que hace treinta años había visto en el zaguán de una
casa en Fray Bentos, racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de
agua, convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de
arena”. Vio todo eso y mucho más en el escaso diámetro de dos o tres
centímetros que le mostraba en “cada cosa infinitas cosas porque
claramente la veía desde todos los puntos del universo”.
¿Cómo
trasladar este caudal de imágenes literarias a un equivalente visual?
¿Cómo plasmar en una instalación contemporánea esa percepción infinita
de todos los espacios y todos los tiempos? El desafío asumido por el
curador alemán Alfons Hug en el Faena Arts Center al convocar al artista
alemán Mischa Kuball y al inglés Anthony McCall es enorme. Los dos
artistas, que trabajan con el tiempo y la luz, adaptaron en Buenos Aires
dos trabajos suyos previos en homenaje al célebre relato de Borges.
Publicado por primera vez en 1945 en la revista Sur, el Aleph ha sido
objeto de tantas lecturas e interpretaciones que tornan muy compleja la
cuestión.
Hace tiempo escuché al cineasta británico Karel Reisz
afirmar que muy pocas veces un gran relato literario había logrado
plasmarse en una buena película y que, por el contrario, folletines de
tono menor habían llegado a transformarse en grandes hitos de la
historia del cine. La observación viene a cuento por la dificultad que
reviste la traducción. Aunque en verdad el relato borgeano no estuvo en
la génesis de ninguna de las dos obras presentadas en Buenos Aires sino
que su confluencia responde más bien a una idea del curador. Y todavía
más, al oscurecer los espacios del FAC para hacer lugar a las
intervenciones de ambos artistas, Alfons Hug no tuvo en mente sólo la
extraordinaria visión del Aleph sino una tradición más larga de luces y
sombras, descensos e imágenes proliferantes que remiten tanto a la
alegoría de la Caverna de Platón, como al “purgatorio de Dante” o al
propio laberinto de circularidad infinita de Borges. Podría decirse que
cada uno de los artistas convocados traduce esa genealogía con mayor o
menor acierto.
La versión de Mischka Kuball es ciertamente la de
aproximación más problemática. Adaptada al interior del FAC, su obra
“Space-Speech-Speed” se materializa en varias esferas de espejos, como
las que producen brillos múltiples en las discos, que dispersan las tres
palabras que lleva por título, en un espacio que se expande al ritmo de
un giro que no cesa. Si bien el desplazamiento veloz de las letras
podría aludir al confesado temor infantil de Borges a que las letras se
escapen de los libros durante la noche, el recurso para lograrlo, tan
banalizado por los efectos DJ, disuelve la sutileza que demanda
cualquier asociación con esa fantasía.
Between You and I. Anthony McCall hizo en el Faena Arts Center una nueva versión de la instalación que presentó en 2006 en la Round Chapel de Londres. |
El tropiezo quizá radique
en no advertir que la obra de Kuball se orienta hacia claras
implicancias de orden político que operan como consignas. Las palabras
que giran sobre la cabeza del visitante lo sugieren y lo confirma el
propio artista, aunque el sentido que él le imprime a la obra pueda no
ser definitivo: “En estos tiempos la gente está recobrando sobre todo el
espacio público que se encontraba muy controlado por la economía y los
políticos”, se entusiasma Kuball mostrándose al tanto de los
conflictivos itinerarios que atravesó nuestro país desde el 75 en
adelante. En ese sentido pareciera entenderse la fuga incesante de las
palabras “Space-Speech-Speed” que en su obra, opera como aliento al
libre accionar democrático. No cabe duda de que la libertad de expresión
y movimiento de la sociedad es algo que le interesa particularmente.
Pero cuando se le interroga por la relación de su obra con el Aleph,
responde que en realidad la adaptación realizada a instancias de Alfons
Hug para el Faena, (espacio connotado política y socialmente si los hay)
debiera ser tenida sólo como punto de partida para trabajos ulteriores
que seguramente incluirán otras áreas que reflejen otros estamentos de
la sociedad como en otros proyectos suyos. Cabe recordar que una de las
interpretaciones del Aleph ha vinculado su ubicación en un sótano de un
barrio del Sur con la particular predilección de Borges por los
arrabales y las literaturas de culturas periféricas no europeas.
Pero
volviendo al punto de origen, la intervención de Anthony McCall, una
adaptación de “Between You and I”, la instalación que realizó en abril
de 2006 en la Round Chapel de Londres, revela por muchas razones una
afinidad más estrecha con el relato borgeano. Desde una sensibilidad
común y la propia experiencia que propone, la obra, situada en el cruce
entre el cine, la escultura y el dibujo, es una sucesión de delicados
velos que acogen al espectador. Es cine porque depende de un desarrollo
temporal y al mismo tiempo es escultura porque articula formas
tridimensionales que invitan a recorrerla, rodearla o penetrar su
interior. Por último son dibujos en movimiento que se proyectan con un
haz de luz del techo al piso. No es una cuestión menor que la pieza
involucre al cuerpo del espectador, seduciéndolo y asimilándolo como la
incomodidad primera que impone la visión del Aleph. McCall, cultor de
prácticas performáticas, fue modelando su pensamiento por la necesidad
de los registros fílmicos que esas prácticas requerían y que terminaron
definiendo su adscripción a la vanguardia del cine de los 70. A ese
momento se remonta su pieza “Line describing a cone”, en la que aparece
por primera vez la forma escultórica evanescente, como resultado de la
proyección de la luz. Transcurridos casi cuarenta años –de los cuales
pasó veinte sin mostrar nada– la levedad de su obra se ha afirmado tanto
como su rotunda presencia inmaterial. Seguramente allí está la sutil
conexión con el Aleph.
Anthony McCall básico
Londres, 1946. Artista plástico.
Es reconocido por sus instalaciones de luz sólida –una serie que
comenzó en 1973 con su obra seminal “Line Describing a Cone”– en la que
una forma volumétrica de luz proyectada evoluciona en el espacio.
Ocupando un espacio entre la escultura, el cine y el dibujo, sus
trabajos se han exhibido en el Pompidou de París, la Tate de Londres, el
Whitney y el MoMA de Nueva York, el Museum Moderner Kunst de Viena, y
el Museo Hirshborn de Washington, entre otros. Anthony McCall vive y
trabaja en Manhattan.|
Mischa Kuball básico
Düsseldorf, Alemania, 1959. Artista plástico.
Utiliza la luz como medio para explorar el espacio
arquitectónico y el discurso político y social en sus instalaciones y
fotografías. En sus proyectos, el espacio público y privado se funden
hasta volverse indistinguibles, dando lugar a una plataforma para la
comunicación con el público. Sus trabajos se exhibieron en Bauhaus
Dessau, en el Museo Judío de Nueva York, en Berlín, en Tokio y en el
Centro Pompidou-Metz. Desde 2009, desarrolló una serie de instalaciones
site specific llamadas “Public Preposition”. Vive y trabaja en
Dusseldorf.
Ficha
Anthony McCall / Mischa Kuball
El Aleph
Lugar: Faena Arts Center, Aimé Paine 1169
Fecha: hasta el 28 de octubre
Horario: sábados a lunes, 12 a 19
Entrada: $40; menores de 12, gratis;
estudiantes y jubilados, $ 20; lunes, gratis
Fuente: Revista Ñ Clarín
Fotos 3, 4, 5 y 6: Reuters
RECELO POLÍTICO EN LA BIENAL DE MOSCÚ
La bienal, que cierra el 20 de octubre, es moderna y
energética, abierta a un público entusiasta, pero parece sumamente
cautelosa en cuanto a los inconvenientes políticos y burocráticos que
puedan atraer la ira de las autoridades en la Rusia de Vladimir V.
Putin.
Un montaje tranquilo de protestas, creación del artista irlandés Tom Molly. |
Por STEVEN LEE MYERS
The New York Times
Hubo algunas complicaciones cuando el artista conceptual
estadounidense John Baldessari trajo sus últimas obras a Rusia como
parte de la Quinta Bienal de Arte Contemporáneo. Primero, el título de
su proyecto, Double Take, no era fácil de traducir al ruso, de modo que se cambió por 1+1=1.
Más problemático todavía fue el hecho de que dos coleccionistas se negaran a prestar obras de Baldessari para la muestra. Adujeron temores por el entorno político en Rusia, como el asilo otorgado al denunciante de archivos de seguridad Edward J. Snowden, la adopción de una ley contra la "propaganda" gay y la acusación contra Pussy Riot, el colectivo de arte punk. "No he tenido ningún tipo de problema personal", dijo Baldessari, de 82 años, en una entrevista en Garage, una galería cerca de Gorky Park. "Pero sé que el clima está".
La bienal, que abrió en septiembre y continuará hasta el 20 de octubre, sintetiza ese clima. Es moderna y energética, abierta a un público entusiasta, pero parece sumamente cautelosa en cuanto a los inconvenientes políticos y burocráticos que puedan atraer la ira de las autoridades en la Rusia de Vladimir V. Putin.
Desde su inicio en 2005, la bienal ha marcado cuidadosamente un camino entre la ambición de los organizadores de transformar a esta ciudad en un centro internacional de arte contemporáneo y el conservadurismo de un país donde la línea entre lo aceptable y lo inaceptable puede ser muy delgada.
Apenas un mes antes de la inauguración de la bienal, funcionarios de San Petersburgo confiscaron cuatro pinturas de una galería en vísperas de la reunión anual del Grupo de los 20. Una representaba a Putin con un camisón rosa de mujer, peinando a quien fuera su protegido, el primer ministro Dmitri A. Medvedev, que aparecía con corpiño y panties. El artista, Konstantin Altunin, huyó rápidamente a Francia. Por el contrario, ninguno de los artistas elegidos para exponer en la bienal aprovechó la oportunidad para abordar directamente los problemas cotidianos.
En comentarios inusualmente francos, Ivan I. Demidov, viceministro de cultura, describió el auspicio dado por el ministerio a la bienal como un honor y a la vez una carga. "Me da la sensación de que cuando el gobierno, una estructura por definición conservadora, apoya la actividad, especialmente relacionada con temas tan sensibles a nivel de la sociedad como la cultura y el arte, sobre todo el arte moderno, hay cierto grado de riesgo", dijo. "Quizá para ambas partes".
La curadora del evento de este año, Catherine de Zegher, que actualmente vive en Bélgica, no es ajena a la política. Durante nueve años fue directora del Centro de Dibujo de Nueva York al que renunció cuando los funcionarios hicieron naufragar los planes de trasladarlo al lugar donde se hallaba el World Trade Center. El contenido de algunas exposiciones del Centro de Dibujo había desatado tanta furia que los críticos llegaron a afirmar que el centro era antipatriótico y no tenía cabida en la Zona Cero.
Más problemático todavía fue el hecho de que dos coleccionistas se negaran a prestar obras de Baldessari para la muestra. Adujeron temores por el entorno político en Rusia, como el asilo otorgado al denunciante de archivos de seguridad Edward J. Snowden, la adopción de una ley contra la "propaganda" gay y la acusación contra Pussy Riot, el colectivo de arte punk. "No he tenido ningún tipo de problema personal", dijo Baldessari, de 82 años, en una entrevista en Garage, una galería cerca de Gorky Park. "Pero sé que el clima está".
La bienal, que abrió en septiembre y continuará hasta el 20 de octubre, sintetiza ese clima. Es moderna y energética, abierta a un público entusiasta, pero parece sumamente cautelosa en cuanto a los inconvenientes políticos y burocráticos que puedan atraer la ira de las autoridades en la Rusia de Vladimir V. Putin.
Desde su inicio en 2005, la bienal ha marcado cuidadosamente un camino entre la ambición de los organizadores de transformar a esta ciudad en un centro internacional de arte contemporáneo y el conservadurismo de un país donde la línea entre lo aceptable y lo inaceptable puede ser muy delgada.
Apenas un mes antes de la inauguración de la bienal, funcionarios de San Petersburgo confiscaron cuatro pinturas de una galería en vísperas de la reunión anual del Grupo de los 20. Una representaba a Putin con un camisón rosa de mujer, peinando a quien fuera su protegido, el primer ministro Dmitri A. Medvedev, que aparecía con corpiño y panties. El artista, Konstantin Altunin, huyó rápidamente a Francia. Por el contrario, ninguno de los artistas elegidos para exponer en la bienal aprovechó la oportunidad para abordar directamente los problemas cotidianos.
En comentarios inusualmente francos, Ivan I. Demidov, viceministro de cultura, describió el auspicio dado por el ministerio a la bienal como un honor y a la vez una carga. "Me da la sensación de que cuando el gobierno, una estructura por definición conservadora, apoya la actividad, especialmente relacionada con temas tan sensibles a nivel de la sociedad como la cultura y el arte, sobre todo el arte moderno, hay cierto grado de riesgo", dijo. "Quizá para ambas partes".
La curadora del evento de este año, Catherine de Zegher, que actualmente vive en Bélgica, no es ajena a la política. Durante nueve años fue directora del Centro de Dibujo de Nueva York al que renunció cuando los funcionarios hicieron naufragar los planes de trasladarlo al lugar donde se hallaba el World Trade Center. El contenido de algunas exposiciones del Centro de Dibujo había desatado tanta furia que los críticos llegaron a afirmar que el centro era antipatriótico y no tenía cabida en la Zona Cero.
El artista chino Song Dong armó una instalación con todo el contenido de la casa de su madre. |
En los primeros 5 días de la bienal, más de 18.000 personas circularon por la sede principal de la muestra en Manezh, una histórica academia de equitación a pocas cuadras del Kremlin que fue transformada en museo en la década de 1950. Docenas de exposiciones simultáneas también se desarrollan en galerías de todo Moscú, como la de Baldessari en Garage, que presenta 44 de sus pinturas.
Para la exposición principal en Manezh, De Zegher reunió obras de 72 artistas del mundo entero. El hall central del edificio de Manezh se transformó en un laberinto de galerías con vistas de las torres del Kremlin a través de los ventanales que miran al sur. El tema de la bienal es "Bolshe Sveta", o "Más luz", que De Zehger describió como una reconsideración del tiempo y el espacio en un mundo donde ambas cosas parecen cada vez más invadidos por la tecnología y la explotación.
Demidov, que prohibió la proyección de una película serbia titulada Clip el año pasado debido a sus descripciones del consumo de drogas y el sexo, dio su apoyo al tema, diciendo que "enternece especialmente nuestras almas burocráticas".
Ahora que las prohibiciones rusas sobre la libre expresión han atraído críticas internacionales, como convocatorias a protestas o exhortaciones a un boicot de los Juegos Olímpicos en Sochi en febrero próximo, De Zegher dijo que ella evitaba los temas abiertamente polémicos. "No hubo nada que me impidieran hacer pero algunas cosas exigieron una negociación", dijo. "Creo que hay más autocensura que censura." El canal de la televisión estatal Kultura ha elogiado la bienal por sus "valores positivos, su ánimo positivo y su fantasía ilimitada". Otros, sin embargo, se quejaron de que el evento sacrificó la potencia artística en aras de la conveniencia.
Dmitri Pilikin, crítico de arte de San Petersburgo, cuestionó la selección realizada por los organizadores. "El arte contemporáneo está centrado principalmente en la negación", dijo. "Hacer un proyecto que saca semejante conclusión positiva es un riesgo, porque lleva a preguntarse: ¿Hasta qué punto es auténtico? ¿No es acaso un intento de recrear para nosotros algún tipo de kitsch glamoroso estalinista?" De Zegher objetó el comentario si bien reconoció que prefiere la sutileza a la agresión manifiesta. "No me gusta la provocación, en realidad, porque frena todo", dijo.
Algunas obras de temática política son tan discretas
que es muy posible que sean pasadas por alto. El artista irlandés Tom
Molloy, por ejemplo, montó pequeños recortes fotográficos de protestas
del mundo entero sobre un largo estante en lo que parece ser una enorme
marcha de protesta en miniatura. "Si se mira atentamente, se ve que hay
mucho cuestionamiento y crítica", dijo De Zegher. "Es el público el que
debe mirar".
Fuente: Revista Ñ Clarín
Fuente: Revista Ñ Clarín
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