LA LUZ DESDE LO OSCURO



Secretos del montaje de Caravaggio y sus
seguidores en el Bellas Artes. Un mundo que habitan curadores, museógrafos, herederos y restauradores, unidos por obras de valor universal.


Cómo se armó "Caravaggio y sus seguidores" en el Bellas Artes. ( Por Pepe Mateos / Música: Zefiro torna de Claudio Monteverdi, contemporaneo del artista)
Por Ana Laura Pérez

Ha llegado por la mañana. Ahora, sola en la gran mesa de paño en la que se revisan al detalle las obras, parece desolada. O más furiosa. O simplemente desilusionada con Perseo que la engañó con su reflejo y logró cortarle le cabeza antes de que lo convirtiera en piedra también a él. Separada del cuerpo, el escudo convexo, gema de la muestra, parece más que nunca decapitada, parte de un cuerpo en camino a otra lección de anatomía.
Los expertos del museo, los responsables italianos, el productor de la muestra en Brasil, el dueño de la pieza. Todos giran a distancia, como si la mirada conservara el poder de petrificar a quien alcanzare, aun desde ese almohadón en el que reposa como una mascota obediente y mansa. Los comentarios se hacen en voz baja y la luz de la lámpara separa la escena del resto del pabellón, en penumbras. Acaba de arribar el último Caravaggio. Y no sólo porque ha sido la caja 22 de las 22 cajas que había por abrirse. También porque ha sido el último cuadro en atribuirse al pintor, después de dos décadas y media de investigaciones y exámenes. El 25 de febrero se divulgó la noticia ante la prensa internacional y se presentó el libro con los documentos y análisis al que Ermanno Zoffili había dedicado buena parte de su vida adulta. Había muerto cuatro días antes.
La Medusa, cuya autoría terminaría por probar, había sido adquirida por el padre, quien le transmitió además el gusto por el arte y el coleccionismo.
 Sin embargo, nunca creyó que fuera obra de uno de los grandes maestros de la pintura italiana. "Simplemente le gustaba", dice su nieto, Alberto Zoffili, quien creció junto al escudo amenazante protegido de las agresiones ambientales con temperatura y humedad estable, en la sala familiar. "Jamás pudimos entrar con una pelota a casa." Alberto es un hombre atildado, elegante y amable que sigue cada paso de los técnicos sin amedrentarlos. Gerardo Nicola Parrinello, el correo de la Superintendencia de Roma, ángel de la guarda, dulce compañía, que no abandona ni de día ni de noche el tesoro que le ha sido encomendado, da pasos seguros. Se ve la tensión, la sacra devoción de curadores, restauradores y museólogos. El cable de la lámpara que corta el recorrido cobra dimensiones de amenaza. Subraya la posibilidad de que algo pase con ese objeto que se ha explorado al detalle. No se los escucha. Pero alguno señala con el meñique un punto invisible sobre la superficie irregular. Y otro u otras confirman. Y alguien más busca entre los documentos la referencia a esa rasgadura, ese velo o ese levantamiento de la pintura que demostraría que la Medusa no está muerta. O que la materia muerta sigue viva mientras cambia.
De modo que después de la revisión minuciosa, solemne, el ángel guardián levanta el almohadón con una gestualidad que no admite bromas o titubeos y que recuerda a la culminación de Corpus Christi o al príncipe con el zapato de cristal buscando a Cenicienta. Y va el cortejo hacia el final del pabellón al que está prohibido acercarse mientras duren las operaciones de montaje. Sólo unos pocos entran al recinto. Sus movimientos pueden verse a través del ojo de vidrio que los museógrafos argentinos idearon para la exhibición, inspirándose en una instalación circular del artista contemporáneo Anish Kapoor.
Los excluidos observamos a la distancia, limitada la curiosidad ante el cordón sanitario dispuesto por las autoridades para evitar que una distracción provoque algún mal movimiento o torpeza. Cualquier daño a la obra valuada en 2009 por el Estado italiano en 16 millones de euros y asegurada para viajar en marzo próximo a los Estados Unidos en 88 millones de euros ­a mayor recorrido mayor es la cotización­ sería una catástrofe.
Vista desde lejos, la cápsula parece una sala de cirugía. O una nursery en la que Gerardo ­único autorizado para manipular la obra­ aparecerá enguantado para mostrar a los argentinos la criatura portentosa. La madera verde se cubre de paños limpios de algodón. Y cuando la superficie está aislada se presenta la Medusa para empezar a medir los soportes con que se la sujetará. Son cinco o seis personas arrojadas alrededor, la elite de la tropa museográfica, con la concentración de quien tiene que desactivar una bomba. Definir el lugar donde se colocarán los soportes de acrílico lleva horas. Ivanei Da Silva, de la empresa brasileña Base7 Proyectos Culturales, se divierte. Las cosas van bien. En San Pablo, sólo el montaje de la Medusa llevó dos días completos de trabajo.
Definidos los tres puntos por los que se amurará la obra, el equipo se disuelve hasta que vuelva Pedro Osorio, el museólogo experto en acrílico que lleva días en el diseño del dispositivo de amure. La joya entonces descansa sola, olvidada por sus protectores. Gerardo, el comisario italiano, ha dejado en la parte superior del círculo blindado un pequeño ratón de paño rojo. Búsquelo cuando visite el museo. Es el talismán que protege el tesoro.
Cabellos venenosos­
Escribió G. Murtola, uno de los varios poetas que se fascinaron con la obra del joven Caravaggio: ¿Es esta la Medusa, la de cabellos venenosos / con miles de sierpes? / Así es; ¿no ves acaso cómo mueve los ojos, cómo / Los pone en blanco? / Huye, huye de su cólera, huye de su desdén, / Pues si te alcanza su mirada, / Te convertirá en piedra también.

"Tiempo atrás mi padre tenía unas piezas de arqueología de la Antigua Grecia, hermosas. También me gustaba la Medusa. Pero con el mito de que convertía en piedra a quién la mirara era una imagen que me atemorizaba. Y la mirada... ¡es una mirada de horror! Seguramente la última mirada de un ser al que le cortan la cabeza.

Cuando éramos chicos ese terror funcionaba
Con mis hijos no funcionaría...
¡Ni con los míos!
¿Da más trabajo viajar con la Medusa o con sus hijos?
No me pone nervioso viajar con la Medusa. Esto es como un legado que me acerca a mi padre, pero con el que, al mismo tiempo, siento distancia.

Alberto Zoffili, heredero, parece el hijo de un coleccionista, el padre de cuatro hijos y el gerente de una empresa de transportes de Milán que es. Cuando visita el espacio dedicado a la obra. Cuando espera horas las pruebas de montaje. Cuando sigue con la vista la revisión de los expertos.

Si está fastidiado, lo oculta. Pero no esconde que cumple la voluntad de otro. Está en la Argentina, estuvo en Brasil y estará el año próximo en Miami y en Washington porque ha hecho suyo el compromiso asumido por su padre antes de morir. Y, también, porque el reconocimiento público y la consideración de la crítica internacional aumentan el valor del cuadro que guardan en la bóveda de un banco mientras analizan la mejor oferta.

"Tengo un hermano mayor, pero no le gusta viajar en avión. Así que me tocó hacerlo a mí", y lo que dice no suena a reproche.
Ustedes han vivido más de 20 años en una familia que tenía una misión.

Sí. Yo siempre vi a mi padre ir a la cama con libros de arte en la mano y dormirse con ellos encima. Siempre investigó muchísimo. Y este amor por el arte nos fue transmitido. He crecido en una casa con muchísimos cuadros y esculturas. ¡Y con advertencias para que no las tocáramos! "Ahí no se puede estar", dice que escuchó muchas veces. Pero cuesta imaginarse a este Alberto Zoffili de niño corriendo con una pelota dentro de la casa.

No está claro cómo el abuelo obtuvo el cuadro. "Sólo le gustaba mucho, pero no comprendió cabalmente su valor. Sí lo comprendió mi padre, que era profesor de la Universidad de Bellas Artes de Milán. Amaba el arte y estudió en particular este período de la pintura italiana. Así que se dedicó a investigar. Como imaginará si alguien dice `Tengo un nuevo Leonardo Da Vinci’ desconfiamos." En el cuadro que decoraba su infancia están interesados museos árabes y europeos. De cualquier modo, asegura Zoffili, van a venderlo después del tour americano. Como por ley la obra sólo puede salir de Italia para exhibiciones temporarias, "no nos gustaría que quedara en una colección privada. Pensamos que es patrimonio de todos. Que el arte hace al amor, a la verdadera cultura y a la virtud. Lo ideal sería que fuera expuesto junto con la otra Medusa en la Galería Ufizzi, de Florencia".

¿Por qué? Porque en Florencia está la copia que Caravaggio hizo del original, que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes argentino. Con rayos se pudo comprobar que el artista ensayó tres diseños de su Medusa.

"Primero hizo la nariz, los ojos, la boca. La primera vez dibujó las serpientes. La segunda el pelo. La tercera vez, completa la cabellera de serpientes.

Cuando terminó la Medusa Murtola, que es más pequeña, la copió sobre un vidrio y luego la proyectó y realizó una más grande (que su mecenas el cardenal Del Monte envió como regalo al gran duque de Toscana Ferdinando).

¿Ve? Por eso, en la Medusa que se expone en el Ufizzi no hay ningún dibujo preparatorio bajo la pintura. Lo hizo con pequeñas variaciones, pero copiándola de este original."

­Detalles invisibles

­
Para el lego todo es sorpresa en el armado de la muestra ("La más importante en muchos años", según la directora artística María Inés Stefanolo. "De Caravaggio hay unas 50 obras: que Italia nos preste el diez por ciento de los cuadros que tiene implica una operación complejísima de realizar"). Y para todo hay explicación: el verde de las paredes ("No queríamos usar ni el rojo ni el azul, que ya se habían usado en exposiciones similares, pero seguir en la paleta de Caravaggio. ¿El dorado? Un experimento propio, inspirado en los marcos", dixit Valeria Keller, responsable del diseño museográfico, las diagonales que organizan el pabellón ("La imagen renacentista en general está planteada a partir de un triángulo, es estática.
En cambio, la imagen en el Barroco es dinámica gracias a la diagonal marcada por la luz o la disposición de las figuras, ¿ves?", señala Florencia Galesio, investigadora del MNBA), las discusiones en torno a la luz ("Iluminar la calavera es obvio ­discute Mariana Rodríguez, a cargo del diseño museográfico y, en particular del diseño de la luz­. Llevala para allá, para la aureola que es más sutil. ¡Mirá cómo aparecen transparencias detrás del San Francisco!"). Hay discusiones en torno a tonos, a técnicas y charlas sobre las ingratitudes que esperan al restaurador: una condena a reiterar lo que otro ha hecho, un límite a la propia iniciativa, un velar la mirada personal. En fin. "Es normal: cada restaurador se enamora de su obra. Continúa amándola, la cuida, la va a ver. No siempre, pero pasa eso de `esto no está del todo bien, pero el próximo año...’." Está Paola Sannucci de la Superintendencia Especial para el Patrimonio Histórico, Artístico y Etnoantropológico y para el Polo Museológico de la ciudad de Roma. Guapa, franca, alegre. Es la encargada de seguirle el paso a 16 de las 22 obras expuestas en el MNBA. "No todos los restauradores son iguales: a mí me gusta muchísimo el arte, otros aman mucho la materia, otros el trabajo manual. A mí me gusta usar las manos para llegar al arte. Me gusta la imagen, el color, la forma, ver cómo cada artista ha pensado su cuadro. Al fin de cuentas, los cuadros parecen todos iguales. Pero no es verdad porque están llenos de cosas muy personales."

­Deporte nacional­

Levanta el brazo en dirección a Lot y sus hijas, el cuadro de Battistello, que tenemos enfrente. Ella trajo una silla desde el otro extremo, cansada de estar de pie. Tiene edad de empezar a pensar en su jubilación: averiguó el costo de un departamento en Recoleta, ¿y si alquila su casa en Roma y vive con ese dinero en Buenos Aires? "El hombre es un personaje típico, pero mirá esta bolsa, esa cabeza volteada hacia un costado. Dicen que copia a Caravaggio, pero Caravaggio no hubiera hecho el cuadro así." Quiere ilustrar su idea antishow de la pintura. Esto es ver más allá de las grandes marcas del arte mundial: Leonardo, Miguel Angel, Caravaggio... "Battistello no es un artista de primera importancia. Pero es un artista que ha hecho lo suyo con lo que recibió de Caravaggio. Por ejemplo: Caravaggio no tiene escenas cerradas. Además, pasado el período juvenil reduce el cromatismo. Usa siempre el encarnado o cualquier cosa que va hacia el azul o hacia el rojo, oscuro. Tres o cuatro colores que impacten. Acá hay marrón, el naranja, el rojo, el blanco, el color existe." Marca el rincón izquierdo, un plato hacia adelante como saliendo del cuadro.
Insiste: "En Italia, el deporte nacional es encontrar el nuevo Caravaggio.Por eso también todos aspiran a restaurar los Caravaggio. Yo, en cambio, ando buscando los de Piero di Cosimo". Las restauradoras argentinas la escuchan como a una amiga que acaba de llegar de viaje llena de novedades. Y celebran la irreverencia con risas.
¿De esta exposición? "Mmmm..." El pequeño autorretrato de Orazio Borgianni, con esa mirada oblicua, amenazante. Era, por talento y carácter violento, un caravaggista cabal.
"Caravaggio no solamente atraía a pendencieros, sino también a rivales resentidos", escribe Helen Langdon historiadora de la Nacional Gallery y el British Museum, autora de la biografía publicada por Edhasa sobre Michelangelo Merisi, el nombre real de Caravaggio, quien terminó portando como propio el nombre de su ciudad.
"Se mofaba de los artistas más tradicionales con comentarios provocadores y fanfarrones, pero a la vez sentía envidia de sus seguidores, de modo que le molestaba cualquier artista que se acercara a su estilo, o que pudiera poner en peligro su supremacía como artista." Paola mira la enorme sala, casi sin gente a esa hora del atardecer, cuando acaban de pedirle que controle el último ajuste de seguridad a un cuadro pequeño. Finaliza su tarea. Vuelve a Italia sin la pesadísima responsabilidad de los cuadros que tuvo que cuidar desde el momento mismo en que los descolgaron y embalaron, los subieron a los camiones. Tuvo que seguirlos hasta la bodega del aeropuerto y de ahí al avión. Voló y bajó con ellos en el destino. Siguió los camiones hasta el museo. Esperó que abrieran una por una las cajas. Revisó los documentos y certificó el estado de las obras. Asistió al colgado, aprobó la iluminación y certificó que la temperatura y humedad fueran las exigidas por las autoridades. Veló para que ni el movimiento ni las vibraciones ni las alteraciones de temperatura afectaran la carga. Se para delante de la Virgen con el niño de Bartolomeo Cavarozzi, otro caravaggista. "El cuadro no es muy bueno", dice. Pero no la deslumbra la técnica. "Es apenas una adolescente y tiene un hijo ya grande, se la ve perdida, sin saber qué hacer con ese chico. Es una imagen que me llena de pena."

Fuente: clarin.com

¿EN QUE SE HAN CONVERTIDO LOS MUSEOS?

¿Qué es un museo hoy en día? ¿Lugar de espectáculo y entretenimiento o de conocimiento? La irrupción de las industrias culturales y el turismo puso a la institución en crisis. En la era en que las pantallas y la visualidad mandan, pueden enseñar a mirar y a criticar a través de la imagen o convertirse en apenas un paseo para las multitudes, no muy distinto de la tevé.


Todo comenzó por acumulación, esa vieja costumbre que tenemos los humanos. Cráneos, huesos, animales disecados, estampillas, libros, vasijas, bocetos, pinturas, momias, muebles, joyas, esqueletos, tacitas de té… A algunos difuntos, en el Neolítico –y aún en la actualidad– hasta se los enterraba con estos objetos queridos, acumulados a lo largo de toda la vida. Tal era el lazo de apego, tal la significancia. En la Antigüedad Clásica, en cambio, en tiempos en que las reliquias eran los ítems a coleccionar, empezó a esbozarse un concepto distinto, una especificidad: comenzó a valorarse la belleza, y como consecuencia, al coleccionismo de objetos artísticos. Por eso también comenzaron a formarse en Grecia colecciones civiles y privadas, cuyo fin era ostentar un poder económico y político. En realidad, algo bastante parecido a lo que pasa en la actualidad con las colecciones y los coleccionistas salvo que, como dirá más adelante el coleccionista Eduardo Costantini –también dueño del Malba–, hay una característica que tomó un relieve fundamental hoy en día: la de la pequeña sociedad, la comunidad que una colección crea alrededor. “Se va creando una comunidad entre coleccionistas, y entonces se hacen circuitos, se habla sobre las obras, se va a eventos juntos”, dirá Costantini.
Muchos siglos después de Grecia, hace tan sólo diez años, tiburones inmersos en piletas de formol –que no, no son las salas de Anatomía I de la Facultad de Medicina, sino las esculturas de Damien Hirst–, y más esculturas hechas sólo con luz, otras con sangre disecada, gritos guardados en formatos digitales, performances grabadas en DVD o documentadas en fotografías, pinturas hechas con comida, con gusanos, con materia orgánica, también fueron acumulables, coleccionables y susceptibles de ser expuestos, mostrados, en público y en privado… Era la hora del coleccionismo de arte contemporáneo (en realidad, del arte del siglo pasado).
Todos estos objetos acumulados, coleccionados a lo largo de distintas épocas y contextos, fueron formando recordatorios emocionales, conjuntos, pequeños y grandes depósitos a puertas abiertas o cerradas, creados –fundamentalmente– en Europa. Al menos, esta es la parte de la Historia que conocemos. Hasta ahora estamos hablando de coleccionismo, de esa antiquísima dinámica que Susan Sontag define como una conexión entre presa y cazador, entre objeto y amo. Nos referimos al coleccionismo como la antesala del tema que nos interesa: tan sólo porque es un pariente del museo, (“Museos –dirá en su libro sobre el tema Américo Casilla, ex director Nacional de Patrimonio y Museos, ex director del área cultural de la Fundación Antorchas y actual director de Typa)–, esos artefactos tecnológicos producidos por las culturas más diversas”.
Las colecciones son su antepasado y también sus primos. Están en varias partes de su árbol genealógico. Recién en la segunda mitad del s. XVIII, con el Barroco y de la mano de los postulados de la Ilustración, se originó un tipo de coleccionismo diferente a todos los anteriores. Con la Ilustración y su afán didáctico, enciclopédico y científico, y luego de siglos de colecciones creadas fijándose a veces más en la cantidad que en la calidad, sin criterios de jerarquización ni clasificación, salvo cuando aparecieron las Wunderkammer, Kunsterkammer, Wonder chamber , Cabinets de Curiosités o Cámaras de Maravillas, durante los s. XVI y XVII, esas habitaciones donde se almacenaban, guardaban o archivaban objetos exóticos o fascinantes. Ahí sí se esbozaron las categorías de “Artificialia”, “Naturalia”, “Exotica” y “Scientifica”. Fue ese coleccionismo el que dio nacimiento al museo, a esos museos que reconocemos emblemáticos, como el Louvre o el Británico. Es el modelo de museo que se asentó en el s. XIX.

Museo Dalí. Nuevo edificio, en St. Petersburg, Florida.
Museo Dalí. Nuevo edificio, en St. Petersburg, Florida.
En la Argentina, ejemplos claros y grandiosos de este tipo de institución son el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y el Bernardino Rivadavia. Gigantes, repletos de mamuts reconstruidos a partir de un hueso, y con vitrinas antiguas, con museografías de otras épocas que conviven con otras contemporáneas, presentan, en un mismo espacio, temporalidades diferentes. “Fijate que las vitrinas del Museo de La Plata no están hechas para que el público pueda admirar lo que se expone, porque son altísimas, en ellas todo está muy arriba, sino que fueron hechas para guardar objetos, o para los investigadores. Y hoy en día siguen funcionando”, dirá el antropólogo y crítico cultural Néstor García Canclini cuando le pregunte sobre los museos a lo largo de los siglos.
Por su parte, Irina Podgorny –antropóloga e historiadora de los museos de ciencia–, comentará cómo éstos fueron creándose, en la Argentina, en el s. XIX, a la par que nuestro país, un poco por casualidad, un poco por favor político, otro por voluntad y algo por buena fe.
En América Latina, y en especial en nuestro país, hay varios tipos de museos: existen las casas-talleres de artistas, los de ciencias, los universitarios, los creados en lugares históricos –como el Museo Marítimo en el ex Presidio de Ushuaia–, las salitas armadas con colecciones amateurs, que sobreviven en algunas provincias; y también estos grandes museos más aggiornados, de importancia nacional, con mayor presupuesto, algunos de ellos privados.
Los que hoy tienen más relevancia y visitas son sin duda los de arte contemporáneo. ¿Porque ofrecen educación, como se pretendía en el s. XIX? ¿Porque ofrecen diversión, consecuencia del nacimiento de las industrias culturales de mediados del s. XX? ¿O porque ofrecen, simplemente, un paseo ritual, un “deber hacer”?
En otras palabras, ¿qué es un museo hoy en día? Contesta Néstor García Canclini, vía telefónica desde México: “Los museos hoy en día son muchas cosas, no hay un solo modelo de museo ni una política predominante en el mundo. Mi idea es que ese ciclo de los museos-espectáculo, con arquitectos de nombre, y con un atractivo puesto más en el continente que en el contenido, está cerrándose, esta agotándose.
Entonces, ¿qué modelo de museo piensa que se está formando en el s. XXI en el mundo y en Latinoamérica?
No veo un modelo predominante en el futuro. En América Latina creo que hay varios pertinentes. La Pinacoteca de Sao Paulo tiene un modelo a partir de la restauración de un edificio y de un programa de pocas adquisiciones pero convenios muy inteligentes con exposiciones internacionales itinerantes, como la de Cruz- Diez, que estuvo hace meses allí. Primero estuvo en el Malba y ahora la tenemos en el de Arte Contemporáneo de México.
Más que un modelo de museo, eso es un modelo de itinerancia de las muestras. Eso va creciendo. Otro punto importante es la internacionalización.
¿Por qué es importante la relación internacionalizada de los museos? ¿Qué les aporta?
Bueno, es difícil ya defender un museo ensimismado. La historia de los museos es la de la exhibición de su propia identidad o de las conquistas, si hablamos de los imperios, como en el caso del Museo Británico. Pero todo estuvo centrado en la historia nacional, y en lo que esas naciones habían hecho consigo mismas y con los otros. En la actualidad, la interdependencia es tal, que hasta han surgido nuevos museos, como el de las migraciones, el de las fronteras… y los propios museos nacionales –de historia o de arte– han tenido que reconocer esa interdependencia con lo que sucede en el mundo, con el mercado, con los nuevos medios de comunicación. O sea, los museos compiten con la televisión, con las redes sociales; y las pueden usar, también.

El Louvre,. París, donde son usuales las colas de turistas.
El Louvre,. París, donde son usuales las colas de turistas.
¿La tevé y las redes sociales compiten con los museos porque son un entretenimiento más?
En parte sí. Aunque no son sólo un entretenimiento: tienen que tener en cuenta que la visualidad hoy no se enseña sólo en la escuela o en el cine, si no en una serie de pantallas muy diversas y que ofrecen una variedad, no sólo de entretenimiento sino de información, digerida de otra manera. Esto no quiere decir que el museo deba atelevisarze o convertirse en una red social: tiene un espacio físico que debe considerarse en su especificidad, en su potencialidad. Pero por eso mismo es muy interesante la concepción de colección que están manejando algunos de los principales curadores de los más importantes museos del mundo, como Manuel Borja-Villel, del Reina Sofía, quien habla de centrar los misterios del acervo y de la circulación del arte no en la noción de colección sino de circulación de los acervos.
Por su parte, Jessica Morgan, curadora de la Tate Modern de Londres, en charla telefónica desde esa ciudad, sostiene que “los museos se han transformado en espacios mucho más sociales, comunes e interactivos que lo que eran antes, cuando solían ser espacios para la contemplación individual y reflexiva”. Si se le pregunta para qué sirve un museo hoy en día, responde que los museos hoy son, por lejos, espacios culturales muchísimo mejor situados que cualquier otra institución del mismo tipo (el teatro, el cine, la danza), para hacer frente, como potencia social, a una dirección que podría ser impuesta. “En un museo –agrega con razón–, nadie se ve obligado a sentarse en una silla y a ver algo que le imponen. Yo les doy la bienvenida a los cambios que incrementaron la popularidad de los museos. Creo que es un malentendido imaginar que el incremento de público o de popularidad significa necesariamente una baja de la cualidad.
¿Piensa que los museos se convirtieron en espectáculos o en atracciones turísticas?
No estoy en contra de la idea de espectáculo o de entretenimiento. Creo que el arte puede –y con frecuencia, debe– ser entretenido. Por otro lado, siempre han sido atracciones turísticas. Pienso en el “gran tour”, que se realizó en el s. XVIII como parte de un crucero por museos y sitios culturales europeos...
¿Qué tipo de conocimiento le brindan los museos de hoy en día al público?
Un conocimiento que se deriva del aprendizaje visual, el que en la edad de la sobrecarga de los medios de comunicación es extremadamente importante. Los museos pueden enseñar a mirar, a criticar, a comprender y crear a través de la imagen, en lugar del lenguaje. Son una herramienta muy poderosa de nuestra época.
Para Guillermo Alonso, director del Museo Nacional de Bellas Artes, “un museo tiene distintas funciones. El MNBA, que es un museo de colecciones, es principalmente un lugar de estudio, de preservación de sus propias colecciones. Eso es lo primero. Luego, es sumamente importante la relación que mantiene con la comunidad y con su entorno. En el fin del s. XX y en lo que va del XXI, veo que la conducta del público dentro de los museos se modificó. Las personas van, se quedan horas ahí, cada vez pasan más tiempo. Cuando yo estudiaba Derecho en el edificio frente al MNBA y ni me imaginaba que podía llegar a dirigirlo, venía a estudiar a las salas del museo porque estaban vacías y, entonces, eran silenciosas. Eso hoy es imposible. No habría cómo preparar Derecho Romano en este espacio”, dice con una sonrisa.

Museo de Ordos. Arquitectura futurista en China.
Museo de Ordos. Arquitectura futurista en China.
Marcelo Pachecho, curador jefe del Malba, no tiene dudas: “Sigo creyendo en el museo –dice– como en una de las instituciones creadas por la Modernidad, transmisora de valores. Sigo creyendo que un museo es el mediador de lazos comunitarios y de pertenencia. Más allá de la transformación que sufrió el museo al entrar en las industrias culturales en los últimos veinte años, con todo el tema de las industrias turísticas, y del ingreso al ámbito del negocio y del show, los museos siguen teniendo esa capacidad. Y me parece una función central. Porque creo que siguen siendo un lugar en el que se maneja fundamentalmente la distribución de valores y que tiene que ver con valores de intercambio, esa distribución particular de la identidad. Y con la inclusión de la ciudadanía, con la pertenencia... Sigue funcionando eso. Pero de una manera complicada, porque enfrenta una situación muy difícil de resolver, en términos de que se han transformado en centros vinculados con el espectáculo y con una concepción del museo donde la gente pasa por las salas sin tener ya relación con la obra.
Entonces, ¿para qué va el público al museo?
Porque el museo se transformó en una institución más de las industrias culturales.
Van de paseo. Los museos construidos en el mundo en los últimos veinte años tienen cada vez mayor cantidad de metros dedicada a las confiterías y tiendas, antes que a las salas de exposición. Muchas veces no es un buen negocio, pero siguen ampliándose porque la imagen sigue siendo poderosa. La imagen sigue siendo uno de los principales mecanismos de construcción de la ciudadanía. Y aun más con la globalización.
En este tipo de museos, donde las exposiciones son tan marketineadas y publicitadas como un espectáculo de Broadway, ¿dejó de importar la obra?
En parte sí, porque en realidad lo que se está vendiendo es una marca. Lo que vendés es el poder de convocatoria que tienen determinados artistas, y todo lo que se mueve alrededor de la historia del arte en relación a los grandes maestros, por ejemplo. Entonces es cierto que parte de las exposiciones se olvidan de las obras. Eso depende de las decisiones institucionales y curatoriales.
En 2001, Eduardo Costantini decidió hacer pública su colección de arte y crear su propio museo. ¿Por qué? Responde en estos términos: “Bueno, yo soy un coleccionista nato. De chico, coleccionaba estampillas. Pero tiempo después, con mi colección de obras, a medida que fue mejorando y los años fueron pasando, tomé conciencia del valor artístico de la colección. Tomé conciencia, también, de la dimensión social que tiene una obra de arte, sobre todo, un conjunto de obras de arte. Y llegó un punto en que me di cuenta de que tanto las obras como los coleccionistas tienen un rol social.” Comenta García Canclini sobre el tema: “Los coleccionistas jugaron un papel importante en la historia de los museos, pero también a veces han puesto muchas condiciones”, . “Es un papel complejo. Pero en la Argentina, el papel del coleccionista está condicionado por la despreocupación del Estado, que no compra casi nada de obra contemporánea. O sea, no compra obra en el momento en que se está produciendo. Esto pasa y pasó en la Argentina y en otros países de América Latina. ¿Qué consecuencias arrastra? Que en buena medida, la obra se está yendo de la región”.
Wunderkammer , cámara de maravillas: el gabinete del futuro puede llegar a quedar vacío.

Fuente. Revista Ñ Clarín

DEMOCRATIZAR LA CULTURA


ANTONIO SEGUÍ, Escuela Argentina,contemporáneo."LOS JURISCONSULTOS", óleo sobre tela, 70 x 50 cmRef.: Obra titulada y firmada al dorso por el artista. Con etiqueta de la Galería Ruth Benzacar con el Nº 3161 de sus registros. Esta obra de Seguí, será rematada por Subastas Roldán, de Buenos Aires, el proximo martes 13 de noviembre con una base US$ 9.000.

Por Aníbal Jozami  - Rector de la Untref y director del Muntref.

La vieja afirmación de que los museos serían las catedrales del s. XXI, en un sentido amplio, viene cumpliéndose. Es decir, incluyendo en esta afirmación no sólo a los museos en sí, sino también a las bienales, parques de esculturas, etc. Sin embargo, la religiosidad y espiritualidad que también caracterizaría a este siglo (Malraux) hizo que un elemento no fuera en detrimento del otro.
El museo como institución cumple roles diversos que superan el marco restringido del objeto que lo identifica (sea el arte, la historia, etc.) ya que se ha convertido en ámbito de recreación familiar, atractivo turístico, de espectáculo (Guy Debord), etc. Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar el rol que han de jugar en el ámbito de la cultura ya que son también y fundamentalmente, lugares para la relectura de la historia y la revisión de la memoria. Desde esta perspectiva tienen también que ver, y mucho (pienso particularmente en los museos de arte), en la formación del gusto y los criterios estéticos y esta responsabilidad es creciente en la medida en que lo es también el número de visitantes y la diversidad sectorial de procedencias.
En el caso del Muntref (Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero) se acrecienta esa responsabilidad a la que hicimos referencia, por haberse constituido en un ámbito al que llegan millares de personas que no habían concurrido nunca antes a una institución de este tipo. Esto es así porque nos planteamos existir en un ámbito alejado de los circuitos culturales ya existentes y llegar con eventos de altísima calidad a una población hasta ahora ausente en las programaciones.
Desde Picasso y Torres Garcia, pasando por las retrospectivas de los grandes maestros del arte argentino, se han realizado muestras en los diez años de vida de nuestro museo, que fueron en algunos casos las más representativas de su trayectoria de exhibiciones.
Antonio Berni en Málaga y la Real Academia de San Fernando de Madrid, la muestra preparada para la Casa de la Memoria en Roma son, entre otras, junto a presentaciones en distintas provincias argentinas; ejemplo de producciones de Muntref en sus autoadjudicadas misiones de democratizar la cultura y al mismo tiempo, poner en valor las expresiones culturales argentinas en el exterior.
Lo que actualmente estamos realizando con Christian Boltanski (cuatro muestras paralelamente), con producciones pensadas especialmente para nuestro país, implica también poner al país en un nivel diferente en la escena internacional del arte contemporáneo ya que es la primera vez que un artista de ese protagonismo, realiza en nuestro medio una acción de ese tipo. Es, así mismo, la muestra más importante realizada por él en su trayectoria por lo que ningún libro sobre Boltanski podrá ignorarla.
El Muntref está también formando su colección que reúne ya más de cien obras y que se enriquecerá con doce esculturas que serán seleccionadas por un jurado internacional a fin de marzo de 2013, a base de las propuestas recibidas en el concurso al que han sido convocados artistas de los países que integran la Unasur. Creemos estar cumplimentando tareas pendientes y llenando lugares vacantes en la construcción de un entramado cultural para las mayorías.

Fuente texto nota: Revista Ñ Clarín

¿SE ACABAN LOS MUSEOS DE ARTE CONTEMPORÁNEO?


Esta interesante obra de Alberto Delmonte, Escuela Argentina, 1933-2005, "Naturaleza muerta geométrica", un óleo sobre hardboard de 40 x 50 cm, se remata en Hijos de Martín Saráchaga, Rodríguez Peña 1778, el próximo jueves 15 de octubre, a las 18,30 horas, con una base de $ 13.000 y con un precio estimado en $ 19.000.

Por Néstor García Canclini  - Antropólogo, Critico cultural


Guggenheim, MACBA, Reina Sofía, Tate Modern ¿Por qué estos museos se volvieron protagonistas de la cultura contemporánea, el turismo masivo y la renovación urbana? En parte, porque en ellos se condensan alteraciones de época. Los museos –aun los de arte– nacieron para guardar y exhibir trofeos de las conquistas y lo que las elites nacionales declaraban signos de identidad. Los museos de arte contemporáneo, en cambio, pueden tener colecciones o no tenerlas. Su tarea es construir escenas para que circulen artefactos de muchas culturas. Lo buscan con una arquitectura que asombra (Renzo Piano, Paul Gehry, Zaha Hadid), generando alrededor tiendas, cafés y restaurantes “de tendencia”, con la promesa de que las multitudes hallarán a Demian Hirst, Louise Bourgeois u otros nombres que ya vieron en las revistas, y las miradas no convencionales de curadores sobre las encrucijadas del mundo: Okwui Enwezor, Catherine David, Cuauhtémoc Medina.
Pero hay algo más. Si estos museos recientes lideran es también porque el pool de experimentaciones llamado arte contemporáneo instauró en el tráfico cultural y económico un juego de apelaciones y referencias que las artes visuales nunca habían tenido y que compite parejo con los otros productores de sentido: la tevé, la moda, las redes sociales.
Lo que importa decir es que la efervescencia creativa, de fluido cosmopolitismo, circula también en centros culturales polivalentes, movimientos parapolíticos de indignación que duran unos meses, medialabs donde se reúnen jóvenes para quienes la vida pública ya no está en los partidos, ni en instituciones de varios siglos o recién diseñadas. Sus innovaciones se extienden más lejos de lo que se llamaba arte en el s. XX, suben a las redes y se intercambian entre Londres, Estambul, Bs. As. y Tokio. El ciclo de los museos, las críticas a su somnolencia o elitismo y la pretensión de democratizarlos pasa a otra etapa ante nuevos modos de crear, reproducir, descargar y ver.
Signo trágico de que una época se agota: decenas de museos en Europa y EE.UU. con edificios de autor y colecciones improvisadas, que ahora, sin presupuesto, repiten diez meses la misma exposición. O cierran parte del año.
No deberíamos tomar como destino universal esta agonía del norte en países latinoamericanos con pocos y deficientes museos, donde ocurrió ya hace una o dos décadas la crisis económica de 2008-2012. Cuando apenas salíamos de esas turbulencias, Argentina logró que sus colecciones habitaran por primera vez sitios dignos como el Malba (2001), los museos MNBA de Neuquén y MACRO de Rosario (2004); la UNAM revitalizó con el magnífico Museo Universitario de Arte Contemporáneo la política museológica mexicana detenida en los 70. Algunos están comprando obra contemporánea y saben convertirse, a la vez, en centros de experimentación intercultural, con cine y publicaciones alternativas. El Museo del Barrio en Asunción y el Micromuseo en Lima aprovechan la falta de instituciones que se ocupan del patrimonio para fusionar lo culto y lo popular en una nueva visión de lo contemporáneo. Los museos, archivos y colecciones bien investigadas son, entre nosotros, labores incipientes.

Fuente texto nota: Revista Ñ Clarín

INVENTAR UNA HISTORIA DEL ARTE



LUIS BARRAGÁN Escuela Argentina, 1914-2009 "INVENCIÓN PICTÓRICA" - Óleo sobre tela, mide 170 X 100 cm. Obra fechada "1994" y firmada al dorso por el artista. Expuesta en la muestra "Luis Barragán, Pinturas" realizada en la Galería Van Eyck, de Buenos Aires, del 17 de septiembre al 19 de octubre de 2002 y reproducida en la tapa del correspondiente catálogo. Esta obra será rematada por Subastas Roldán, de Buenos Aires, el próximo martes 13 de noviembre 

Por Luis Pérez Oramas - Curador de Arte Latinoamericano del MOMA


La de arte contemporáneo es una noción inestable, resbaladiza, porosa. Los museos que se la atribuyen existen en una aguda ambigüedad de tiempos: se consagran al arte producido durante las últimas 24 horas y también a aquel concebido en los últimos 45 años.
En realidad todo museo de arte debería estar destinado a ser un museo de arte contemporáneo. Todo museo es una instancia presente en la que se proyectan, gracias al halo de luz que emana de nuestros días, las sombras de objetos pasados –aun cuando fuesen hechos durante las últimas 24 horas– para hacerse así contemporáneos.
Entender la dimensión anacrónica del presente, la arqueología inmediata del estar-aquí, ahora; la densidad histórica de nuestro tiempo: tal es el desafío de lo contemporáneo. Ser contemporáneo es tener el coraje de enfrentar la oscuridad de nuestros días, creo recordar que ha dicho Giorgio Agamben. Lo que no debe ser el museo de arte contemporáneo es el promotor de un estilo internacional en el que se aplanen todos los relieves, se aclaren todas las sombras, se disimulen todas las estrías para hacernos creer que vivimos en un mundo global y sin historia. Sólo es global el mercado, y siempre en detrimento de la realidad.
Los museos de arte contemporáneo en América Latina son novedad. En realidad siempre existió una confusión: se llamó así, desde el inicio, a museos destinados a la investigación de nuestras modernidades. Museos de arte moderno –en San Pablo, Caracas, Bogotá, quizá en Bs. As.– usurparon el nombre del arte contemporáneo, y viceversa. Sucede, en reglas generales, que nuestras modernidades artísticas surgieron antes de que existiesen las narrativas históricas que pueden enmarcarlas. Nuestras modernidades precedieron a nuestra historia del arte, y cuando no fue así entonces la acompañaron en su surgimiento –incluso en México, donde la musealización de las culturas precolombinas es, de hecho, una de las escrituras de la modernidad.
Los museos son dispositivos de capitalización: allí se acumula y se inventa un capital simbólico; desde allí se refuerza la dimensión capital de un lugar, una ciudad, un acervo, un tiempo. Capitalizar el presente: tal sería una misión para el museo de arte contemporáneo: hacer(nos) ver, allí, en nuestro tiempo.
Finalmente, si en Europa los museos fueron el resultado de la historia del arte, en América Latina la precedieron. Existieron antes de que esta se haya constituido en disciplina autónoma, o antes de que hubiese alcanzado sanción académica o social suficiente, aún menos política. De allí una misión aún más exigente: inventar nuestra historia del arte, incesantemente.

Fuente texto nota: Revista Ñ Clarín

VARSOVIA LLENA DE ARTE UN VACÍO ENTRE MEDIANERAS

El arquitecto Jacub Szcesny tomó un "almohadón de aire" en Varsovia y construyó una casa que es probablemente la más angosta del mundo. Recupera el lugar como un homenaje a un escritor israelí.

Hace tres años, Jakub Szczesny, un arquitecto polaco, iba caminando por el viejo gueto judío de Varsovia cuando se topó con lo que luego describiría como "un atractivo almohadón de aire" entre un edificio de departamentos de la preguerra y un edificio de la posguerra de propiedad compartida. A Szczesny, que pertenece a un colectivo llamado Centrala, dedicado a la arquitectura experimental, se le ocurrió la alocada idea de construir una casa en el espacio increíblemente estrecho que había entre ellos. "Me enamoré de un espacio entre dos edificios de distintas épocas", dijo. "Decidí establecer un vínculo".
Szczesny, de 39 años, se puso a imaginar a un habitante ideal para la casa, y llegó a la conclusión de que sería Etgar Keret, un escritor israelí cuya reputación por producir colecciones de cuentos muy breves, como la última "Suddenly, a Knock on the Door", lo señalaba como alguien acostumbrado a trabajar dentro de parámetros muy limitados, y cuya herencia judía con raíces polacas ofrecía una conexión conmovedora con Varsovia. (De chico, durante la Segunda Guerra Mundial, la madre del autor contrabandeaba comida pasando puestos de control nazis apenas a unos pasos de donde Szczesny esperaba construir.) Cuando Keret, de 45 años, recibió una llamada del arquitecto, en un primer momento se quedó perplejo. "Este tipo con un acento muy polaco me dijo que quería hacer una casa proporcional a mis cuentos", dijo. "Parecía una broma".
De todos modos, Szczesny viajó a Tel Aviv, donde vive el autor para probarle que hablaba en serio. Y a Keret le gustó la idea de que su familia recobrara de alguna manera un hogar en Varsovia.
A mediados de octubre, después de más de un año de enredos burocráticos y problemas de ingeniería y con la ayuda crucial de una grúa despachada desde Alemania, la Casa Keret abrió sus puertas ­o su puerta. Con sólo 122 centímetros en su punto más ancho, y apenas 71 centímetros en su parte más angosta, es probablemente la casa más delgada del mundo.
"Era un conjunto fantástico de imposibilidades", dijo Szczesny refiriéndose a la planificación y al proyecto de construcción. "Nos daba un infarto tras otro".
Las palpitaciones empezaron cuando Szczesny tuvo que determinar quién sería el propietario de ese vacío atractivo entre edificios. Wola, el distrito que alberga la Casa Keret, controlaba el espacio y los funcionarios locales ayudaron al arquitecto a obtener la habilitación. Pero a continuación, las tuberías de calefacción municipal descubiertas debajo de la obra causaron meses de postergaciones y exigieron un rediseño.
El diseño final utiliza una estructura de acero liviano construida con módulos pequeños que se atornillan entre sí. Las empresas siderúrgicas locales, ocupadas en levantar centros comerciales, no tenían interés en esta tarea reducida y compleja, dijo Szczesny.
Tuvo que enfrentar además la dificultad de encontrar maquinaria que pudiera trabajar dentro de límites tan angostos. Finalmente, descubrió a una empresa dispuesta a construir la estructura y una grúa alemana para deslizar en el lugar.
¿Cómo es la Casa Keret por dentro? Es poco probable que albergue fiestas escandalosas. La kitchenette tiene 90 centímetros de ancho, con una pileta en miniatura y una puerta corrediza que oculta un baño comprimido como los de un avión. Al segundo piso se llega por una escalera de mano y tiene una cama cuyas dimensiones no son precisamente para entusiasmar a los huéspedes a quedarse a dormir. El área del living abajo es el lugar más exiguo de la casa con 89 centímetros de ancho.
No obstante, una persona claustrofóbica tal vez se consuele al descubrir que también tiene los techos altísimos y "recibe mucha luz del este" de una de las ventanas, dijo Szczesny. El arquitecto utilizó plástico semitransparente en el techo para dejar entrar más luz y crear una sensación de espacio.
Keret, que viajó a Varsovia para la inauguración, piensa en la casa como un equivalente doméstico de uno de sus cuentos: pequeña pero completa. "Es algo muy, muy compacto", dijo. "Pero tiene todo lo que una casa necesita".
El autor dijo que tiene pensado quedarse en la casa, al menos a pasar la noche. "Me parece apropiado tratar de crear en ella", agregó.
"La casa será un portal a todo tipo de iniciativas artísticas".
Según la ley polaca, la Casa Keret es muy pequeña para ser una vivienda. Ha sido clasificada como una instalación artística que será propiedad de la Fundación de Arte Polaca, a cargo de administrarla.
Szczesny y Keret piensan seleccionar artistas para llevar a cabo residencias de cinco a siete días.
El tocayo de la casa tiene una visión seria respecto de la diminuta vivienda. "Para mí es como una metáfora; expresa cómo mi familia recupera un lugar en Polonia", dijo Keret. "En este sitio donde mataron a mi familia, ahora habrá una casa llamada la Casa Keret".
Para él, al igual que la casa propiamente dicha "Somos como alguien que pudo hacerse un lugar". 

Fuente: Revista Ñ Clarín

LA NOCHE DE LOS MUSEOS MIRA AL SUR Y A PIAZZOLLA

La 9ª edición del clásico cultural estará dedicada al genial músico, a 20 años de su muerte. Y habrá una oferta especial entre La Boca y Puerto Madero. Mañana, de 20 a 3, se podrán recorrer 183 salas.

Buenos Aires volverá a lucir mañana lo mejor de su oferta cultural. Con la participación record de 183 espacios artísticos , se realizará la novena edición de La Noche de los Museos. Entre las muchas novedades, este año se destacarán dos: por un lado, gran parte de la programación estará orientada a recordar a Astor Piazzolla a 20 años de su muerto. Por el otro, se sumará al circuito de visitas gratuitas la Milla Cultural del Sur, un conjunto de 13 espacios con distintas propuestas , desde Puerto Madero a La Boca.
Las actividades comenzarán a las 20 en el Planetario y terminarán a las 3 de la mañana. El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, dirigido por Mauricio Wainrot, presentará “Las 8 estaciones”, con música de Antonio Vivaldi (Las 4 estaciones) más las cuatro estaciones compuestas por Piazzolla: Verano porteño, Otoño porteño, Invierno porteño y Primavera porteña. Luego habrá un documental sobre Piazzolla, una presentación del Quinteto de la Fundación Astor Piazzolla y para cerrar se presentará Escalandrum, la banda de jazz liderada por Daniel “Pipi” Piazzolla, nieto del genial bandoneonista.
Mientras, la gente podrá visitar gratis 183 museos y centros artísticos en 28 barrios . Se podrá viajar gratis en 85 líneas de colectivos, presentando un pase que se conseguirá con la folletería o ingresando a www.lanochedelosmuseos.gob.ar. Pero este año también se podrá viajar en bicicleta, porque el sistema público de Bicing funcionará entre las 20 y las 2 .
Además de disfrutar de las colecciones permanentes de los museos, la gente podrá apreciar otras actividades, tanto privadas como de artistas individuales y hasta del Gobierno nacional. Por ejemplo, el club River Plate ofrecerá por primera vez la posibilidad de visitar sin costo su museo , que queda en el estadio Monumental. También abrirá la Casa del Bicentenario, que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación. Además, la automotriz Citröen organizará actividades propias junto al Planetario, y también se podrá visitar en Avenida de los Italianos al 800, en Costanera Sur, la actividad CUVO, en el cual habrá gente leyendo historias en distintos idiomas.
Otro de los destacados será la muestra “Impresiones eternas”, de grabados de Goya, que se exhibirá en el Museo Larreta, en Juramento 2291, donde a las 22 habrá un espectáculo de música española.
El año pasado participaron 650.000 personas , que visitaron 174 salas. Para este año se espera batir el record. “Nuevamente Buenos Aires vivirá una noche de fiesta del arte y la cultura. Estamos seguros de que volveremos a ver a vecinos y turistas adueñándose del espacio público y desplazándose con la expectativa de disfrutar de las múltiples actividades”, adelantó el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi.

Fuente: Revista Ñ Clarín