UN MULTIMILLONARIO NEOYORKINO
PODRÍA SER EL COMPRADOR DE "EL GRITO" DE MUNCH


El cuadro del pintor noruego Edvard Munch 'El grito' es subastado por la casa Sotheby's de Nueva York en una venta de arte impresionista, moderno y contemporáneo el 2 de mayo.


Por Mario Tama


El multimillonario empresario y financista estadounidense Leon Black podría ser el comprador de la versión de 'El grito', del pintor noruego Edvard Munch, subastada en mayo pasado en Nueva York por la cifra récord de 119,9 millones de dólares, dijo el miércoles el diario Wall Street Journal.
El periódico cita a "varias personas cercanas" a Black, un reconocido coleccionista de arte.
Por su lado, el portavoz de Black no confirmó ni rechazó la información difundida por el rotativo: "No tenemos comentarios para hacer", dijo a la AFP contactado vía telefónica.
Leon Black, de 60 años y oriundo de Nueva York, es el fundador y socio principal del fondo de inversiones Apollo Management y su fortuna personal está estimada en 3.400 millones de dólares, de acuerdo con la revista Forbes.
La esperada venta de 'El grito', de Munch, el pasado 2 de mayo en la casa de remates Sotheby's de Nueva York había durado sólo 12 minutos, creciendo su precio por momentos en más de 10 millones de dólares por minuto, antes de culminar con un estruendo de aplausos en una sala colmada. El nombre de su comprador, que se disputó la obra contra otros seis interesados, no se había dado a conocer.
La versión subastada de'"El grito', realizada en 1895, representa a un hombre agarrándose la cabeza sobre un trasfondo de cielo rojizo, y era la única de los cuatro ejemplares de la obra aún en manos de un particular.
Entre 1893 y 1910, el pintor expresionista Edvard Munch (1863-1944) realizó cuatro versiones de 'El grito', que se convirtió, con el paso del tiempo, en símbolo de la angustia universal.
Las otras versiones de 'El grito' pertenecen una a la galería nacional de Oslo y dos al Museo Munch, en Oslo.

Fuente: AFP

EXPONEN LA OBRA DE KLIMT EN TODAS SUS FACETAS,
EN SU 150 ANIVERSARIO

Un hombre camina por delante de la obra "The Kiss" del pintor austríaco Gustav Klimt en el palacio Belvedere en Viena el 12 de julio de 2012. Los museos vieneses proponen una mirada íntima sobre Klimt a raíz del 150º aniversario de su nacimiento, revelando facetas casi desconocidas del personaje, incluida una dosis de cursilería.

Por Sim Sim Wissgot 


Los museos vieneses proponen una mirada íntima sobre el pintor austríaco Gustav Klimt a raíz del 150º aniversario de su nacimiento, revelando facetas casi desconocidas del personaje, incluida una dosis de cursilería. Nacido el 14 de julio de 1986 y fallecido en 1918, Klimt se labró en el siglo XX un amplio reconocimiento internacional incluso más allá de la esfera puramente artística, al punto de que Viena usa su célebre cuadro "El beso" en sus campañas oficiales de publicidad.
Sin embargo, su trabajo provocó fuertes reacciones al inicio del siglo XX, con su obra que alternaba entre la opulencia y personajes claramente atormentados.
El museo Leopold expondrá las 400 cartas y mensajes intercambiados con su viejo amigo Emilie Floge, que dejan al descubierto una personalidad fantasiosa y tranquila.
"Quería mandarte una tarjeta graciosa, pero primero tengo que superar la enorme estupidez de los seres humanos. Afectuosamente, Gustav", escribió en una de sus notas a Floge.
También se expondrán diversas fotografías de Klimt, con su delantal deforme, el pelo rebelde y una sonrisa maquiavélica, o sosteniendo un gato en brazos.
El museo Wien decidió aprovechar la oportunidad para mostrar "un artista estelar, cuya desgracia es que todo el mundo cree conocerlo muy bien": expondrá objetos marcados por la cursilería.
Al inicio de este año el museo había usado la red social Facebook en una campaña para encontrar "lo peor de Klimt".
En total, fueron seleccionados 140 objetos, incluyendo una tapa de inodoro decorada con motivos de su obra, y un huevo que se abre y expone a la pareja del cuadro "El beso" mientras se escucha la canción "Can't Help Falling in Love", de Elvis Presley.
El museo Wien expondrá su colección completa de Klimt, incluyendo la máscara mortuoria del artista y más de 400 obras entre las que destacan algunas de sus inicios como alumno en la Escuela de Bellas Artes.
"Queremos una visión íntima en el desarrollo de Klimt y de su obra, y nos proponemos ofrecer un plan general sobre el artista", dijo el director del museo, Wolfgang Kos.
Por su parte, el tradicionalmente serio Museo de Belvedere, que abriga "El beso", organizó un "Concurso de sosias de Gustav Klimt y de Emilie Floge", que se realizará el 14 de julio.
Los que prefieran concentrarse en las obras centrales del artista también tendrán su espacio.
La Galería Secesión -nombre del movimiento artístico del que Klimt fue uno de los creadores- expondrá los siete paneles del famoso "Fresco de Beethoven", presentado en 1902, aunque los visitantes podrán apreciar la impresionante obra sobre una plataforma a más de tres metros del suelo.
En tanto, un documental en video ofrecerá detalles sobre la trabajosa reconstrucción del fresco, que había sufrido serios daños.
Klimt fue una las principales figuras del arte en Viena en momentos en que la capital austríaca era, junto con París y Berlín, uno de los centros culturales y artísticos de Europa.
En ese momento coincidían en Viena figuras como Sigmund Freud, los arquitectos Adolf Loos y Otto Wagner, y el entonces joven pintor Egon Schiele, un discípulo de Klimt.
Actualmente, la obra de Klimt puede ser apreciada en Viena en paragüas, bolígrafos o una multitud de objetos a la venta para turistas. "Klimt se convirtió, de forma póstuma, en una de las mejores agencias de publicidad para Viena", dijo Kos, director del museo Wien.

Fuente: AFP

BUSCAN IMPEDIR QUE HAGAN UNA TORRE
JUNTO A UNA IGLESIA




En ronda. Los vecinos se manifestaron frente a la iglesia. /juano tesone


Bajo el lema “Defendamos a Santa Catalina”, unas 150 personas, entre vecinos e integrantes de la ONG Basta de demoler, se reunieron ayer para participar de un abrazo simbólico al conjunto colonial más antiguo de la Ciudad (es del año 1745),ubicado en San Martín entre Córdoba y Viamonte. Así buscan oponerse a la construcción de una torre de 60 metros y seis subsuelos ya que,dicen, pone en serio riesgo de derrumbe al convento y causaría un impacto negativo en toda la zona. Para evitarlo, ya presentaron un recurso de amparo ante la Justicia y ayer anunciaron que cuentan con nuevas evidencias para probar que hubo “irregularidades” en la concesión del permiso de obra. La construcción fue aprobada en marzo de 2011, meses antes de que la Legislatura ampliara el área de protección histórica de la Ciudad, dentro de la que quedó incluida la manzana de Santa Catalina. “Me parece una barbaridad. Además de afectar al convento, va a dañar a las casas del entorno, que son muy antiguas y no tienen cimientos”, afirmó Juan Carlos Vacatello (76), vecino del barrio. Por su parte, María Teresa Sanda, que tiene 72 años y hace 70 que vive en la zona, aseguró: “Hay casas de más de cien años que son habitables, pero si excavan seis subsuelos va a haber problemas. Y es una falta de respeto a la zona y a la historia”. Por otra parte, hay quienes sostienen que se está vulnerando un espacio de valor arqueológico, ya que también hubo un cementerio. En ese sentido, el arquitecto Lucas Terra, también vecino del barrio, aseguró: “El edificio va a afectar la visualización de la iglesia y va a generar un impacto negativo entre el convento, la Ciudad y la zona, en la que hay otras construcciones históricas protegidas”.

Fuente:clarin.com


EL GUERNICA CUMPLE 75 AÑOS EN MEDIO DE UNA DISPUTA:
LO QUIEREN EL PRADO Y LOS VASCOS


Pintado por Pablo Picasso a pedido de la República Española, relata el bombardeo alemán, en apoyo de Franco durante la Guerra Civil Española, sobre un pueblo del norte de España. Hoy se lo considera uno de los íconos universales del dolor y el sinsentido de la guerra.


“¿Usted hizo ésto?”, le preguntó, ante una fotografía del Guernica, un oficial alemán a Picasso, en la París ocupada de 1940. “No, fueron ustedes”, le contestó el pintor ícono del arte español del siglo XX.
Es que el cuadro “relata” el bombardeo de la Legión Cóndor alemana sobre el pequeño pueblo vasco que le da el nombre, durante la Guerra Civil Española, el 26 de abril de 1937. Poco después, el 12 de julio de ese año, hace 75, Pablo Picasso mostró la obra, en la apertura de la Exposición Internacional que se hacía en París. Y el Guernica se transformó en uno de los símbolos de la guerra. Hoy es objeto de disputa: lo tiene, y lo quiere conservar, el Museo Reina Sofía. Lo quiere el otro gran museo público madrileño, el Museo del Prado. Y lo reclaman los nacionalistas vascos.
Picasso lo pintó en 1937, a pedido de la República española, que quería mostrarlo en París para atraer la atención y el favor del público hacia la causa republicana. El pintor dio el sí –era tan republicano como la mayor parte de sus colegas– y lo pintó en 33 días en su atelier parisino.
La recepción de la obra no fue muy entusiasta en París: pasaron años hasta que esas figuras recortadas golpearan en las mentes y en los corazones. El Guernica viajó para ayudar a juntar fondos para los republicanos españoles. Y más tarde, con España ya dominada por Franco, estuvo exiliado: Picasso decidió dejarlo en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, hasta que volviera la democracia.
Tardó. Las décadas que se pasó en Manhattan, se las pasó con un cartel que decía: “Bajo préstamo del pueblo de España”. El cuadro volvió a España en 1981. Y siguió viajando, aunque ya no en avión sino en flete. En los primeros años se mostró en el Casón del Buen Retiro, dependiente del Museo del Prado. Luego, con el nacimiento del Museo Reina Sofía, que tiene una colección de arte del siglo XX y contemporáneo, fue trasladado allí.
A Miguel Zugaza, el director del Prado, le gustaría tener algún día el Guernica , a pesar de que su colección llega hasta el Siglo XIX. Se apoya en declaraciones del pintor, que alguna vez manifestó su deseo de que su obra se midiera allí con las obras de grandes maestros como Velázquez o Goya.
Los nacionalistas vascos también lo quieren. Aducen que la tragedia ocurrió en su territorio y que tienen un lindo museo para cuidarlo, el espectacular Guggenheim de Bilbao. Y el pueblo que sufrió el bombardeo, Guernica, también cree tener argumentos para erigirse en residencia del cuadro: después de todo, la obra narra el peor episodio de su historia y más de uno habrá perdido entonces algún bisabuelo.
Para el 70° aniversario del bombardeo, en 2006, el gobierno regional lo pidió en préstamo, pero el Ministerio de Cultura se negó, alegando el delicado estado del cuadro, deteriorado por los viajes que hizo por el mundo cuando lo custodiaba el MOMA: cada vez que era trasladado había que enrollarlo porque su tamaño no permitía otra cosa, lo que le ocasionó daños varios. En 1998, un estudio determinó que la tela presentaba numerosas rasgaduras y rayones y que trasladarla podría ocasionarle daños irreparables.
“No nos rendimos. Seguiremos batallando para que el Guernica esté donde corresponde, aprovechando que tenemos una de las instituciones más importantes de arte contemporáneo del Estado como es el Guggenheim”, dijo hace poco el diputado del Partido Nacionalista Vasco (PNV) Aitor Esteban.
Fuerte, enorme –7,76 por 3,49 metros– y símbolo del dolor de la guerra sin discusión, atrae a un millón de visitantes por año al Reina Sofía, donde se exhibe desde 1992 como joya de la colección. Pero llega a los 75 como eje de una disputa.

Fuente:Revista Ñ Clarín

NUEVAS HISTORIAS DE UNA ARGAMASA MILENARIA

Un recorrido por “Cambiando paradigmas en la cerámica contemporánea: la colección de Garth Clark & Mark del Vecchio” en el Museo de Bellas Artes de Houston, Estados Unidos.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

A la izquierda, tras la puerta principal del imponente pero simple Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH), aquí, al sur de los Estados Unidos, impacta la entrada hacia una sala roja: hay algo que destella. Podrían ser piezas de orfebrería, doradas: quizás bronces reales. Pero lo que se ve de cerca sorprende, se trata de cerámicas, de obras realizadas en un precioso e inusual barro domesticado. Más de un centenar de trabajos hechos con diferentes tipos de arcillas y métodos conforman la extraordinaria muestra “Cambiando paradigmas en la cerámica contemporánea”. Pura evidencia de todo lo que un artista puede hacer hoy con un simple montoncito de arcilla, un poco de agua y un horno. Pero a no engañarse, acá, en esta disciplina –siempre tan anclada en la tradición y el folclore-, lo imprescindible  es lo que adelanta el título: no solamente el material, sino su desobediencia. Es decir, las posibilidades que brinda la arcilla y que –quizá debido a una enseñanza ortodoxa, estructurada y tendiente a la repetición-,  no se aprovechan.
Son cinco salas enormes las que hay que atravesar para ver la exposición, una muestra integrada por la colección de cerámica de Garth Clark  y Mark Del Vecchio, una de las más importantes del mundo. Compuesta por 400 obras creadas después de 1940, el conjunto fue adquirido en 2007 por el MFAH. Y es un grupo especial de obras: se debe a que Clark y Del Vecchio - reconocidos especialistas y académicos de la disciplina-, fueron forjando durante cincuenta años una nueva postura en torno a la cerámica. Recorrieron los cinco continentes visitando talleres de ceramistas y escultores, museos y coleccionistas; escribieron libros, organizaron simposios; llevaron a cabo más de seiscientas exposiciones de cerámica moderna y contemporánea. En su juventud, Clark hasta decidió vender todo lo que tenía en su vida de Johannesburgo, Sudáfrica, para largarse a recorrer junto a su mujer ceramista en una vieja van Renault toda  Europa, desde Gran Bretaña hasta Turquía. La van era una especie de taller de cerámica móvil. Así viajaron, conociendo artistas y creando, también, nuevas piezas de cerámica. Además, Clark y su socio, Del Vecchio, tienen desde hace 27 años una galería especializada con sus sedes principales en Nueva York y Los Angeles.
La muestra que presentan ahora en el MFAH está dividida en cuatro secciones: “Implicaciones: el pote moderno”, “Algunas otras funciones del pote: sonidos de la risa y sombras de la Tierra”, “El pote posmoderno” y “Nacido de arcilla”. Y no llama la atención que una gran parte de la exposición se base en esa forma primera, tan mínima y humana de la cerámica, una forma que acompaña desde siempre a la humanidad y que siempre se reinventa: el pote. Nacido del intento de imitar nuestras dos manos juntas al guardar agua, comida, calor  u otra mano. Nacido del intento de cobijar.
La estrella de esta muestra es la joven artista japonesa Aoki Katsuyo. Sin dudas. Ella trabaja con porcelana, esa forma tan refinada de amar, cocinar y esmaltar la tierra, a medio camino entre el barro y el vidrio. Sus obras ocupan una sala exclusiva. “Sueño predecible” es el título de esa pieza clave que es una calavera con innumerables caminos, salidas, huecos, entradas y ornamentos. Llena de elementos decorativos, la calavera tiene influencias de los antiguos movimientos artísticos Rococó, Barroco y Manierista, aunque Katsuyo también incorporó en ella elementos del Western, el lejano oeste americano: un punteado, un lazo, una vuelta… y siempre esos dos agujeros donde tendrían que ir los ojos (señal inequívoca de drama, agujeros del infinito).
Y resulta extraño pensar en el chiste oculto que Katsuyo nos cuenta a través de la elección de la técnica: la porcelana es un invento japonés, que recién llego a Occidente en el s XVIII. Por eso, que la use recreando ornamentos del Rococó y lacitos de vaqueros del oeste produce sorpresa; o  quizás, escalofríos.
“Laberinto”, obra que va adosada a la pared, con dos patas de caballo sobresaliendo, de las que cuelgan unos collares, también es de la misma artista y  de porcelana. Más allá hay un ciervo: Y no es ninguna imitación. Es una cabeza de ciervo momificada, envuelta en resina, adosada a un cuerpo de cerámica. El animalito reposa serenamente, mira desde su base de flores y avellanas gigantes. Y aunque parezca una feliz recreación de un día de bosque, en el fondo es una escena bastante terrible (siempre que en las obras contemporáneas los artistas adosan cuerpos muertos a las obras, me otorga una sensación de oscuridad). Su autor, John Byrd, es un norteamericano que se caracteriza por realizar este tipo de cruce en sus cerámicas, mezclas de taxidermia con tierra cocida y pintada. En el caso de “Cervatillo sin titulo”, Byrd utilizó gres, un tipo de barro más bien rústico y de alta resistencia una vez horneado.
Próxima al cervatillo, ladeada y descansando, aparece una cabeza gigante. “Soñador rosado desnudo”, de Michael Lucero. Desde done se la mire, siempre es distinta. De un lado tiene la faz, del otro, un plano pleno con una mano esgrafiada (grabada a presión, si uno pasara el dedo por sobre ella, podría sentir los caminos, las incrustaciones de las líneas del dibujo). En otro de los costados tiene formas poliédricas, levemente  irregulares, que sobresalen y entran; y atrás, en la nuca, paisajes. Porque toda esta cabeza tiene pintada y grabada sobre ella ríos, bosques, cielos y nubes con colores brillantes, característicos de la obra de Lucero. Son los paisajes internos de un hombre de barro que sueña.
“¡Oh, por favor, ¿podríamos quedárnosla, mamá?”, le dicen los niños a su madre, señalando una vaca; y ése es el título de la obra del muy joven inglés Barnaby Barford (anda por los escasos 30). Hay una familia Mac Donalds alrededor del animal, mirándolo con simpatía; y los niños piden, piden…. Están hechos con nuestra amiga, la porcelana. Y eso seduce, además de su escala pequeña, su terminación perfecta- parecerían de plástico-, su brillantez... Y su ironía.
“Tallas de baldosas styroformes”, “Botella china de  peregrinos” y “Tetera arquitectónica” son, definitivamente, obras de quiebre, dentro del lenguaje específico de la cerámica aplicada a los  utensilios. Su autora, la norteamericana Anne Kraus –quien falleció hace algunos años con sólo cuarenta y tantos -, era una ceramista con pasado de pintora. Por eso el color en estas obras es un elemento tan importante como las texturas, las formas y el peso, el volumen que presenta cada pieza. “Mis sentimientos hacia la historia de la cerámica, hacia la tradiciones de la cerámica, son  de un gran amor”; explicó en cierta ocasión la artista. “Veo en ella algo que encuentro tan hermoso, que sólo quiero hacer mi propia versión de eso. Es como un tributo que le hago.” Y Kraus recordaba entonces la temprana relación que estableció con la cerámica, cuando de niña miraba las vasijas prusianas que decoraban el living de la granja de su abuela, en el norte de Dakota.
Teteras, vasos, tazas, jarrones: utensilios tradicionales que aquí son distintos, porque ninguno se puede usar. Presentan textos y narrativas en clave de cómic. ¿De dónde salieron estas palabras, estas imágenes…?  Kraus mantuvo durante mucho tiempo un diario en el que iba anotando sus sueños, bocetándolos y escribiendo los diálogos que de ellos recordaba. Llenó docenas.  Por eso   - como pasa en todos los sueños-, tampoco sus teteras, jarrones y copas pueden terminar de comprenderse siguiendo un solo sentido.  Por eso, como en los sueños, es mejor entrever y recibir sus mensajes de manera oblicua, y aceptarlos así.
”Vos, sueño, que estuviste sentenciado a dos años pero te escapaste…”, dice un tetera. Kraus mantiene con sus obras una relación totalmente personal, en la que el público muchas veces está excluido.
Muy cerca hay una piedra preciosa en una vitrina: una pequeña pieza abstracta, parecida a una roca de fuertes colores, de fuertes texturas. Una simple cerámica pintada que mantiene una forma y energías totalmente originales, pregnantes. Y están las direcciones que marca cada una de las caras de este objeto… sobre todo, su superficie dura, ruda, a veces áspera, producto, probablemente, del raspado y extracción de arcilla durante los diferentes estadios de secado del barro (esos en los que la masa ya no era aceitada ni babosa pero tampoco dura ni seca).
“Chino”, se llama, y es del norteamericano Ken Price. “Inventiva, enigmática, obsesiva, preciosa”: así describen en los Estados Unidos a la cerámica de este reconocido artista, considerado un guía innovador dentro de las nuevas corrientes de la disciplina. “Chino”: el título se debe a su particular gama de colores, influenciados por los de la dinastía Song de ese país (960- 1279).
“La cerámica no es un solo medio homogéneo”, sostiene el especialista Clark, “no es un mundo de una sola voz parecida, uniforme, sino que es una actividad compleja que combina una tecnología sutil, muy desarrollada, con un oficio, arte y diseño. Es una historia de trece mil años que enriqueció a otras disciplinas, en especial a la escultura. Una historia que se puede dividir en varias escuelas”. George Bernard Shaw decía: piensen en la cerámica como en muchas actividades distintas, unidas por un solo material común: la arcilla.  
Entonces,  ¿qué es la tradición en este campo, después de todo...?  Es todo eso hecho con un mismo material y con lo que hay que romper, arrastrando su uso al límite. Pero  a un  límite conceptual.

LISTADO DE OBRAS QUE APARECEN EN EL VIDEO
Por orden de aparición:

“Sueño predictivo”, Aoki Katsuyo
“Laberinto”, Aoki Katsuyo
“Cervatillo sin título”, John Byrd
“Soñador rosado desnudo”, Michael Lucero
“Oh, por favor, mamá, ¿podríamos quedárnosla?”, Barnaby Bradford
“Tallas de baldosas styroformes”, Anne Krauss
“Botella china de  peregrinos” Anne Krauss
“Tetera arquitectónica”, Anne Krauss
“Jarra sin título”, Ralph Bacerra
“Chino”, Ken Price
“Demonios del intelecto (profesando ser sabios, pueden devenir locos)”, Richard T. Notkin
“En la habitación del sueño”, Elise Siegel


Fuente: clarin.com

SINAN, EL GRAN ARQUITECTO DEL IMPERIO OTOMANO


Cinco siglos después de construidas las mezquitas más importantes de Estambul, la ciudad sigue perteneciéndole a este contemporáneo a Miguel Angel que cambió el paisaje de Belgrado a La Meca.


Por Andrew Ferren - The New York Times

El panorama del diseño y el arte contemporáneos de Turquía es muy abundante, pero anhelaba conocer más sobre el trabajo de Sinan (circa 1490-1588), el principal arquitecto e ingeniero civil del imperio otomano. Sus empleadores, el sultán Solimán el Magnífico y sus herederos, eran los hombres más poderosos del mundo.
Sinan construyó unas trescientas estructuras en Europa oriental y Oriente Medio. Las guías suelen compararlo con su contemporáneo Miguel Ángel, pero éste hizo espectaculares aportes a unas pocas construcciones de Roma y Florencia, mientras que Sinan tiene centenares de estructuras monumentales desde Belgrado a La Meca a las que se sigue dando un uso cotidiano.
"En San Pedro, en Roma, es la cúpula lo que atrae las miradas", dijo hace poco Dogan Kuban, autor de muchos libros sobre arquitectura islámica. "Las cúpulas bajas de Sinan, en cambio, con su decoración de pintura abstracta, parecen flotar de forma mágica sobre nuestras cabezas. En lugar de la estructura, se contempla el espacio".
Visité más de una decena de sus construcciones en Estambul, que tiene casi tres mil mezquitas, para ver cómo su experimentación con composiciones geométricas complejas transformó gruesas paredes de piedra en columnas, arcos y cúpulas ­y albanegas, y trompasmientras hacía la transición vertical de los pisos cuadrados a los techos redondos de las mezquitas.
La mezquita Sehzade de Edirnekapi se terminó en 1543, poco después de comenzada la carrera de Sinan. En las paredes laterales exteriores de la mezquita, Sinal organizó con inteligencia los contrafuertes de soporte de la cúpula a la manera de columnatas. Para crear simetría, colocó puertas en el centro. En el interior de la mezquita, sin embargo, las puertas hicieron que los fieles se desplazaran desde el centro y no desde la parte posterior. "Un espacio sagrado destinado a la oración y la contemplación se convirtió en un pasaje", me dijo el guía, "un error que nunca volvería a cometer".
Cerca de ahí se encuentra la mezquita más importante de Sinan en Estambul. La mezquita Suleymaniye, un encargo de Solimán para su propia tumba que se completó en 1588, es uno de los monumentos más visibles de la ciudad. Sinan moduló la altura de los cuatro minaretes, lo que aumentó la ilusión de que la mezquita flota sobre la ciudad.
La mezquita Rustem Pasha está ubicada en el activo mercado de especias de la ciudad. Sinan resolvió los problemas de este lugar poco tranquilo mediante el recurso de elevar todo el complejo por encima del nivel de la calle.
Una serena plaza flota sobre el bullicio. En el interior, un brillante trabajo realizado con mosaicos Iznik crea un jardín de tulipanes rojizos, turquesas y color cobalto.
La mezquita Mihrimah Sultan II de Edirnekapi fue un encargo de la hija de Solimán, Mihrimah. Las paredes, adornadas con ventanas de vitrales y vidrio transparente, son una maravilla de la construcción. Se decía que Sinan estaba enamorado de Mihrimah, pero como ella estaba casada con el gran visir de Solimán, se contentó con hacer la mezquita lo más luminosa posible para que reflejara su nombre, que significa "sol y luna". El guía me dijo también que el día en que se proclamaba un nuevo sultán, se daba muerte a sus hermanos para evitar luchas de poder.
La mezquita Sokollu Pasha también es famosa por sus magníficos mosaicos Iznik. Al acercarse a la construcción se aprecia el impresionante panorama del amplio techo que protege la fuente de abluciones y lo que parece una infinita repetición de cúpulas y arcadas.
Del otro lado del Bósforo, del lado asiático, se encuentra la mezquita Semsi Pasha, una versión en miniatura de enormes templos como la famosa mezquita azul. Se trata de una vocación contenida y elegante del paraíso en la tierra.
Tres horas al noroeste de Estambul se encuentra Edirne, una ex capital del imperio otomano cerca de la frontera turca con Bulgaria y Grecia y sede de la mezquita Selimiye de Sinan. La mezquita, que tiene cuatro elegantes minaretes estilizados, corona el centro de la ciudad. Sinan la consideraba su obra maestra. En 2011, la Unesco declaró todo el complejo Patrimonio de la Humanidad.
La mezquita, cuyas dimensiones son asombrosas ­la cúpula supera la de Hagia Sophia de Estambul- aparece primero como un laberinto de esferas, conos y cilindros revestidos de arenisca color miel o de plomo gris mate.
Pero la complejidad de las paredes exteriores, que parecen impenetrables, se disuelve en una serie de arcos y columnas de piedra que abrazan un único espacio vasto y armonioso. Mientras caía la noche volvimos a la ciudad que, 5 siglos después, sigue perteneciéndole a Sinan.

Fuente: clarin.com

LO QUE NACE DE UNA LÍNEA

Se exhiben en el Sívori más de 150 obras de un artista húngaro que Picasso consideró un par. En la década del 50 vivió en Tucumán, donde fue maestro De varios de los que más tarde se convirtieron en grandes dibujantes argentinos.
De noche, mientras dormía y no lo podía ver, era cuando mi padre hacía sus dibujos sobre la muerte, sobre la guerra y la ocupación de Europa. Sobre su tierra natal, Hungría”. Claire, la hija del gran dibujante Lajos Szalay –un artista hoy bastante olvidado en nuestro país–, recuerda esto en voz baja, a medias en castellano, a medias en inglés, en uno de los jardines que rodean al Museo Sívori. Los recuerdos acuden en ráfagas a Claire –quien ahora vive en los Estados Unidos– el día de la inauguración de la muestra de su padre en Buenos Aires. Lajos Szalay, la línea maestra es el título de la exposición, curada por Sergio Moscona.
La componen más de 150 obras, casi todos dibujos creados por este gran artista húngaro que pasó doce años de su vida en la Argentina: llegó a Tucumán en 1949, huyendo del horror de un continente arrasado por las guerras mundiales.
El ofrecimiento de un puesto en el Instituto Superior de Artes de la Universidad de Tucumán –que se había inaugurado en 1948– dio un giro impensado a la vida de Szalay, que decidió su traslado y el de su esposa desde Buenos Aires a esa ciudad. Y así, un artista que fue alumno de Picasso en París y sobre quien se cuenta que el mismo Picasso dijo “si sólo dos nombres de artistas gráficos del siglo XX pasan a la posteridad, yo seré uno de ellos, pero si es sólo uno, será Lajos Szalay”, dio clases durante años en una provincia argentina.
En ese momento Tucumán constituía un fuerte polo artístico, con una universidad y un instituto de arte nuevos, y dotados de un enorme presupuesto, que atraía a artistas excepcionales, ya fueran inmigrantes huyendo de las cenizas europeas o argentinos talentosos, expulsados de otras universidades. Al llegar a esa provincia, Szalay se encontró con un refugio: Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet, Víctor Rebuffo, Eduardo Audivert, Lorenzo Domínguez... Juntos fueron docentes en la universidad.
GUERRERAS NOCTURNAS. Tinta sobre papel, circa 1970.
GUERRERAS NOCTURNAS. Tinta sobre papel, circa 1970

Fue el momento en que nació en Tucumán una generación de dibujantes argentinos considerados actualmente maestros: Carlos Alonso, Aurelio Salas, Martínez Howard… Ellos pasaron por dos fuertes marcas: se llamaban Szalay y Spilimbergo. 
 “Recuerdo esa época de mi familia como un buen período”, comenta la hija de Szalay. “Nunca lo vi a mi padre tan feliz. Cuando dejamos la Argentina para mudarnos a Nueva York, en el año 60, las cosas no fueron lo mismo. El allí sentía mucha soledad. En Tucumán, en cambio, tenía amigos, hablaba mucho, leía...
-¿Su padre nunca volvió a vivir a Hungría?
-Sí, en el 86. Y falleció allá en el 95, no en su ciudad natal, pero  donde había crecido.
-¿Por qué decidió volver a su país a esa edad?
-Se volvió a Hungría porque estaba enfermo y quería doctores húngaros. Nunca aprendió bien el inglés y, a esa altura de su vida y en esas circunstancias, quería hablar en húngaro.
Si uno observa la exhibición, no sorprende que Lajos Szalay haya vuelto a su país a vivir sus últimos años, para expresarse ya no sólo con dibujos, sino también en la lengua materna. La presencia de Hungría en la obra de Szalay es fundamental. Y aunque son varios los núcleos temáticos a los que el artista volvió una y otra vez a lo largo de su vida –en la muestra se ven el eje erótico, el mitológico, el religioso, el literario–, es en el que se refiere a la historia de su país que la composición se torna infinitamente compleja, se hace densa, forma bloques compactos, negros, y la línea se enreda hasta no saberse bien dónde comienza y donde termina. Y aquí se vuelve evidente una de las características más personales de la obra de Szalay: sus líneas en tramas, nunca solitarias. Ellas nunca delimitan, nunca designan, sino que abren espacios, crean situaciones, ideas. Muchas veces, son enredaderas tiernas. O, por el contrario, matas de llantos crudos, ásperos.
“Los dibujos no son obras sino redes de alambres aptas para encausar la tensión acumulada –decía Szalay–, esta es la razón por la que no se pueden desarrollar. Están bien o mal tal como están. No se pueden modificar o corregir porque son la fijación de un estado único.”
Muchos hablan de la línea tortuosa y desgarrada del artista; y tienen razón. Pero lo más interesante de ellas es que –tal como  establece Luis Felipe Noé en sus reflexiones sobre el dibujo– marcan el ritmo de una respiración: en este caso, la de Szalay. Y no hay respiración que se repita, que sea igual a otra. Líneas, entonces, tampoco.
LA CONDENA. De la Serie Kafka. Tinta sobre papel, 1980.
LA CONDENA. De la Serie Kafka. Tinta sobre papel, 1980.
Frente a los dibujos de Szalay uno puede percibir algo más: el enorme placer que él iba sintiendo al probar hasta dónde lo podía llevar una línea, a medida que avanzaba sobre el papel. A diferencia de otros artistas, Szalay dejaba este proceso al descubierto. La línea es, entonces, la avanzada, una primera fila del impulso, de la idea: quizás el elemento más abstracto y conceptual de todas las artes plásticas. Una nada que puede convertirse en todo: un grito, una cópula, una siesta.
Hay otro elemento importante en sus obras: se trata de la densidad de la tinta y de cómo él la utiliza sobre el papel. Cómo raspa la superficie, hiriéndola. Cómo, otras veces, la acaricia. Cómo en algunos casos baila sobre ella, suave, ligero como un vals. En algunos casos, trazo, tinta y papel revientan, como en la serie de la Tragedia húngara.
“Nunca me voy a olvidar del día de octubre de 1956 en el cual Szalay entró en mi oficina del diario con los ojos rojos y muy excitado –contó cierta vez Janos Fercsei, editor del periódico húngaro de Buenos Aires– y me dijo: hace tres días que estoy sin dormir dibujando al lado de la radio. Y me mostró unos sesenta dibujos.” Eran acerca de la sangrienta revolución húngara del 56. En la exposición están, pueden verse: son los pertenecientes a esta serie de la Tragedia… “Rescate”, “Pánico”, “Después del alerta”, “Fusilamiento”, “Partir a la muerte”, “La guerra”. Aunque algunos son posteriores, se relacionan. Dejan constancia de que Szalay sintió siempre a su tierra como una extensión carnal. Como un cordón umbilical que necesitaba, del que se nutría.
Por eso no hay dos, ni tres, ni más Lajos Szalay. Ni siquiera hay artistas parecidos. Sí, claro, Szalay hizo escuela; pero sus discípulos van por otro lado. Porque ¿acaso se puede enseñar la experiencia, la línea…? No. No se pueden enseñar. Son marcas tan personales como la misma biografía. Como este testimonio de sobrevivencia, inmigración, nervio y amor que son los trabajos del gran Lajos Szalay. Un simple dibujante húngaro.

FICHA

Lajos Szalay. La Línea Maestra
Lugar: Museo Eduardo Sivori, Av. Infanta Isabel 555 (frente al Rosedal de Palermo)
Fecha: hasta el 15 de julio
Horario: martes a viernes, 12 a 20. Sab, dom y feriados, 10 a 20.
Entrada: gratis