EXPONEN LA OBRA DE KLIMT EN TODAS SUS FACETAS,
EN SU 150 ANIVERSARIO
Por Sim Sim Wissgot
Los museos vieneses proponen una mirada íntima sobre el pintor austríaco
Gustav Klimt a raíz del 150º aniversario de su nacimiento, revelando
facetas casi desconocidas del personaje, incluida una dosis de
cursilería.
Nacido el 14 de julio de 1986 y fallecido en 1918, Klimt se labró en
el siglo XX un amplio reconocimiento internacional incluso más allá de
la esfera puramente artística, al punto de que Viena usa su célebre
cuadro "El beso" en sus campañas oficiales de publicidad.
Sin embargo, su trabajo provocó fuertes reacciones al inicio del
siglo XX, con su obra que alternaba entre la opulencia y personajes
claramente atormentados.
El museo Leopold expondrá las 400 cartas y mensajes intercambiados
con su viejo amigo Emilie Floge, que dejan al descubierto una
personalidad fantasiosa y tranquila.
"Quería mandarte una tarjeta graciosa, pero primero tengo que superar
la enorme estupidez de los seres humanos. Afectuosamente, Gustav",
escribió en una de sus notas a Floge.
También se expondrán diversas fotografías de Klimt, con su delantal
deforme, el pelo rebelde y una sonrisa maquiavélica, o sosteniendo un
gato en brazos.
El museo Wien decidió aprovechar la oportunidad para mostrar "un
artista estelar, cuya desgracia es que todo el mundo cree conocerlo muy
bien": expondrá objetos marcados por la cursilería.
Al inicio de este año el museo había usado la red social Facebook en una campaña para encontrar "lo peor de Klimt".
En total, fueron seleccionados 140 objetos, incluyendo una tapa de
inodoro decorada con motivos de su obra, y un huevo que se abre y expone
a la pareja del cuadro "El beso" mientras se escucha la canción "Can't
Help Falling in Love", de Elvis Presley.
El museo Wien expondrá su colección completa de Klimt, incluyendo la
máscara mortuoria del artista y más de 400 obras entre las que destacan
algunas de sus inicios como alumno en la Escuela de Bellas Artes.
"Queremos una visión íntima en el desarrollo de Klimt y de su obra, y
nos proponemos ofrecer un plan general sobre el artista", dijo el
director del museo, Wolfgang Kos.
Por su parte, el tradicionalmente serio Museo de Belvedere, que
abriga "El beso", organizó un "Concurso de sosias de Gustav Klimt y de
Emilie Floge", que se realizará el 14 de julio.
Los que prefieran concentrarse en las obras centrales del artista también tendrán su espacio.
La Galería Secesión -nombre del movimiento artístico del que Klimt
fue uno de los creadores- expondrá los siete paneles del famoso "Fresco
de Beethoven", presentado en 1902, aunque los visitantes podrán apreciar
la impresionante obra sobre una plataforma a más de tres metros del
suelo.
En tanto, un documental en video ofrecerá detalles sobre la trabajosa reconstrucción del fresco, que había sufrido serios daños.
Klimt fue una las principales figuras del arte en Viena en momentos
en que la capital austríaca era, junto con París y Berlín, uno de los
centros culturales y artísticos de Europa.
En ese momento coincidían en Viena figuras como Sigmund Freud, los
arquitectos Adolf Loos y Otto Wagner, y el entonces joven pintor Egon
Schiele, un discípulo de Klimt.
Actualmente, la obra de Klimt puede ser apreciada en Viena en
paragüas, bolígrafos o una multitud de objetos a la venta para turistas.
"Klimt se convirtió, de forma póstuma, en una de las mejores agencias
de publicidad para Viena", dijo Kos, director del museo Wien.
Fuente: AFP
BUSCAN IMPEDIR QUE HAGAN UNA TORRE
JUNTO A UNA IGLESIA

En ronda. Los vecinos se manifestaron frente a la iglesia. /juano tesone
Bajo el lema “Defendamos a Santa Catalina”, unas 150 personas, entre vecinos e integrantes de la ONG Basta de demoler, se reunieron ayer para participar de un abrazo simbólico al conjunto colonial más antiguo de la Ciudad (es del año 1745),ubicado en San Martín entre Córdoba y Viamonte. Así buscan oponerse a la construcción de una torre de 60 metros y seis subsuelos ya que,dicen, pone en serio riesgo de derrumbe al convento y causaría un impacto negativo en toda la zona. Para evitarlo, ya presentaron un recurso de amparo ante la Justicia y ayer anunciaron que cuentan con nuevas evidencias para probar que hubo “irregularidades” en la concesión del permiso de obra. La construcción fue aprobada en marzo de 2011, meses antes de que la Legislatura ampliara el área de protección histórica de la Ciudad, dentro de la que quedó incluida la manzana de Santa Catalina. “Me parece una barbaridad. Además de afectar al convento, va a dañar a las casas del entorno, que son muy antiguas y no tienen cimientos”, afirmó Juan Carlos Vacatello (76), vecino del barrio. Por su parte, María Teresa Sanda, que tiene 72 años y hace 70 que vive en la zona, aseguró: “Hay casas de más de cien años que son habitables, pero si excavan seis subsuelos va a haber problemas. Y es una falta de respeto a la zona y a la historia”. Por otra parte, hay quienes sostienen que se está vulnerando un espacio de valor arqueológico, ya que también hubo un cementerio. En ese sentido, el arquitecto Lucas Terra, también vecino del barrio, aseguró: “El edificio va a afectar la visualización de la iglesia y va a generar un impacto negativo entre el convento, la Ciudad y la zona, en la que hay otras construcciones históricas protegidas”.
Fuente:clarin.com
EL GUERNICA CUMPLE 75 AÑOS EN MEDIO DE UNA DISPUTA:
LO QUIEREN EL PRADO Y LOS VASCOS
Pintado por Pablo Picasso a pedido de la República Española, relata el bombardeo alemán, en apoyo de Franco durante la Guerra Civil Española, sobre un pueblo del norte de España. Hoy se lo considera uno de los íconos universales del dolor y el sinsentido de la guerra.
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| ANIVERSARIO. Guernica, una obra cumbre del siglo pasado, que ahora está en el Museo del Prado. |
“¿Usted hizo ésto?”, le preguntó, ante una fotografía del Guernica, un oficial alemán a Picasso, en la París ocupada de 1940. “No, fueron ustedes”, le contestó el pintor ícono del arte español del siglo XX.
Es que el cuadro “relata” el bombardeo de la Legión Cóndor
alemana sobre el pequeño pueblo vasco que le da el nombre, durante la
Guerra Civil Española, el 26 de abril de 1937. Poco después, el 12 de
julio de ese año, hace 75, Pablo Picasso mostró la obra, en la apertura
de la Exposición Internacional que se hacía en París. Y el Guernica
se transformó en uno de los símbolos de la guerra. Hoy es objeto de
disputa: lo tiene, y lo quiere conservar, el Museo Reina Sofía. Lo
quiere el otro gran museo público madrileño, el Museo del Prado. Y lo
reclaman los nacionalistas vascos.
Picasso lo pintó en 1937, a
pedido de la República española, que quería mostrarlo en París para
atraer la atención y el favor del público hacia la causa republicana. El
pintor dio el sí –era tan republicano como la mayor parte de sus
colegas– y lo pintó en 33 días en su atelier parisino.
La
recepción de la obra no fue muy entusiasta en París: pasaron años hasta
que esas figuras recortadas golpearan en las mentes y en los corazones.
El Guernica viajó para ayudar a juntar fondos para los
republicanos españoles. Y más tarde, con España ya dominada por Franco,
estuvo exiliado: Picasso decidió dejarlo en el Museo de Arte Moderno
(MOMA) de Nueva York, hasta que volviera la democracia.
Tardó.
Las décadas que se pasó en Manhattan, se las pasó con un cartel que
decía: “Bajo préstamo del pueblo de España”. El cuadro volvió a España
en 1981. Y siguió viajando, aunque ya no en avión sino en flete. En los
primeros años se mostró en el Casón del Buen Retiro, dependiente del
Museo del Prado. Luego, con el nacimiento del Museo Reina Sofía, que
tiene una colección de arte del siglo XX y contemporáneo, fue trasladado
allí.
A Miguel Zugaza, el director del Prado, le gustaría tener algún día el Guernica
, a pesar de que su colección llega hasta el Siglo XIX. Se apoya en
declaraciones del pintor, que alguna vez manifestó su deseo de que su
obra se midiera allí con las obras de grandes maestros como Velázquez o
Goya.
Los nacionalistas vascos también lo quieren. Aducen que la
tragedia ocurrió en su territorio y que tienen un lindo museo para
cuidarlo, el espectacular Guggenheim de Bilbao. Y el pueblo que sufrió
el bombardeo, Guernica, también cree tener argumentos para erigirse en
residencia del cuadro: después de todo, la obra narra el peor episodio
de su historia y más de uno habrá perdido entonces algún bisabuelo.
Para
el 70° aniversario del bombardeo, en 2006, el gobierno regional lo
pidió en préstamo, pero el Ministerio de Cultura se negó, alegando el
delicado estado del cuadro, deteriorado por los viajes que hizo por el
mundo cuando lo custodiaba el MOMA: cada vez que era trasladado había
que enrollarlo porque su tamaño no permitía otra cosa, lo que le
ocasionó daños varios. En 1998, un estudio determinó que la tela
presentaba numerosas rasgaduras y rayones y que trasladarla podría
ocasionarle daños irreparables.
“No nos rendimos. Seguiremos batallando para que el Guernica
esté donde corresponde, aprovechando que tenemos una de las
instituciones más importantes de arte contemporáneo del Estado como es
el Guggenheim”, dijo hace poco el diputado del Partido Nacionalista
Vasco (PNV) Aitor Esteban.
Fuerte, enorme –7,76 por 3,49 metros– y
símbolo del dolor de la guerra sin discusión, atrae a un millón de
visitantes por año al Reina Sofía, donde se exhibe desde 1992 como joya
de la colección. Pero llega a los 75 como eje de una disputa.
Fuente:Revista Ñ Clarín
NUEVAS HISTORIAS DE UNA ARGAMASA MILENARIA
Un recorrido por “Cambiando paradigmas en la
cerámica contemporánea: la colección de Garth Clark & Mark del
Vecchio” en el Museo de Bellas Artes de Houston, Estados Unidos.
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| Añadir leyendaAOKI KATSUYO. Su obra Sueño predictivo, en porcelana (2005) |
Por Mercedes Pérez Bergliaffa
LISTADO DE OBRAS QUE APARECEN EN EL VIDEO
Por orden de aparición:
“Sueño predictivo”, Aoki Katsuyo
“Laberinto”, Aoki Katsuyo
“Cervatillo sin título”, John Byrd
“Soñador rosado desnudo”, Michael Lucero
“Oh, por favor, mamá, ¿podríamos quedárnosla?”, Barnaby Bradford
“Tallas de baldosas styroformes”, Anne Krauss
“Botella china de peregrinos” Anne Krauss
“Tetera arquitectónica”, Anne Krauss
“Jarra sin título”, Ralph Bacerra
“Chino”, Ken Price
“Demonios del intelecto (profesando ser sabios, pueden devenir locos)”, Richard T. Notkin
“En la habitación del sueño”, Elise Siegel
Fuente: clarin.com
A la izquierda, tras la puerta principal del imponente pero simple Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH),
aquí, al sur de los Estados Unidos, impacta la entrada hacia una sala
roja: hay algo que destella. Podrían ser piezas de orfebrería, doradas:
quizás bronces reales. Pero lo que se ve de cerca sorprende, se trata de
cerámicas, de obras realizadas en un precioso e inusual barro
domesticado. Más de un centenar de trabajos hechos con diferentes tipos
de arcillas y métodos conforman la extraordinaria muestra “Cambiando
paradigmas en la cerámica contemporánea”. Pura evidencia de todo lo que
un artista puede hacer hoy con un simple montoncito de arcilla, un poco
de agua y un horno. Pero a no engañarse, acá, en esta disciplina
–siempre tan anclada en la tradición y el folclore-, lo imprescindible
es lo que adelanta el título: no solamente el material, sino su
desobediencia. Es decir, las posibilidades que brinda la arcilla y que
–quizá debido a una enseñanza ortodoxa, estructurada y tendiente a la
repetición-, no se aprovechan.
Son cinco salas enormes
las que hay que atravesar para ver la exposición, una muestra integrada
por la colección de cerámica de Garth Clark y Mark Del Vecchio, una de
las más importantes del mundo. Compuesta por 400 obras creadas después
de 1940, el conjunto fue adquirido en 2007 por el MFAH. Y es un grupo
especial de obras: se debe a que Clark y Del Vecchio - reconocidos
especialistas y académicos de la disciplina-, fueron forjando durante
cincuenta años una nueva postura en torno a la cerámica. Recorrieron los
cinco continentes visitando talleres de ceramistas y escultores, museos
y coleccionistas; escribieron libros, organizaron simposios; llevaron a
cabo más de seiscientas exposiciones de cerámica moderna y
contemporánea. En su juventud, Clark hasta decidió vender todo lo que
tenía en su vida de Johannesburgo, Sudáfrica, para largarse a recorrer
junto a su mujer ceramista en una vieja van Renault toda Europa, desde
Gran Bretaña hasta Turquía. La van era una especie de taller de cerámica
móvil. Así viajaron, conociendo artistas y creando, también, nuevas
piezas de cerámica. Además, Clark y su socio, Del Vecchio, tienen desde
hace 27 años una galería especializada con sus sedes principales en
Nueva York y Los Angeles.
La muestra que presentan
ahora en el MFAH está dividida en cuatro secciones: “Implicaciones: el
pote moderno”, “Algunas otras funciones del pote: sonidos de la risa y
sombras de la Tierra”, “El pote posmoderno” y “Nacido de arcilla”. Y no
llama la atención que una gran parte de la exposición se base en esa
forma primera, tan mínima y humana de la cerámica, una forma que
acompaña desde siempre a la humanidad y que siempre se reinventa: el
pote. Nacido del intento de imitar nuestras dos manos juntas al guardar
agua, comida, calor u otra mano. Nacido del intento de cobijar.
La
estrella de esta muestra es la joven artista japonesa Aoki Katsuyo. Sin
dudas. Ella trabaja con porcelana, esa forma tan refinada de amar,
cocinar y esmaltar la tierra, a medio camino entre el barro y el vidrio.
Sus obras ocupan una sala exclusiva. “Sueño predecible” es el título de
esa pieza clave que es una calavera con innumerables caminos, salidas,
huecos, entradas y ornamentos. Llena de elementos decorativos, la
calavera tiene influencias de los antiguos movimientos artísticos
Rococó, Barroco y Manierista, aunque Katsuyo también incorporó en ella
elementos del Western, el lejano oeste americano: un punteado, un lazo,
una vuelta… y siempre esos dos agujeros donde tendrían que ir los ojos
(señal inequívoca de drama, agujeros del infinito).
Y resulta
extraño pensar en el chiste oculto que Katsuyo nos cuenta a través de la
elección de la técnica: la porcelana es un invento japonés, que recién
llego a Occidente en el s XVIII. Por eso, que la use recreando
ornamentos del Rococó y lacitos de vaqueros del oeste produce sorpresa; o
quizás, escalofríos.
“Laberinto”, obra que va adosada a la
pared, con dos patas de caballo sobresaliendo, de las que cuelgan unos
collares, también es de la misma artista y de porcelana. Más allá hay
un ciervo: Y no es ninguna imitación. Es una cabeza de ciervo
momificada, envuelta en resina, adosada a un cuerpo de cerámica. El
animalito reposa serenamente, mira desde su base de flores y avellanas
gigantes. Y aunque parezca una feliz recreación de un día de bosque, en
el fondo es una escena bastante terrible (siempre que en las obras
contemporáneas los artistas adosan cuerpos muertos a las obras, me
otorga una sensación de oscuridad). Su autor, John Byrd, es un
norteamericano que se caracteriza por realizar este tipo de cruce en sus
cerámicas, mezclas de taxidermia con tierra cocida y pintada. En el
caso de “Cervatillo sin titulo”, Byrd utilizó gres, un tipo de barro más
bien rústico y de alta resistencia una vez horneado.
Próxima al
cervatillo, ladeada y descansando, aparece una cabeza gigante. “Soñador
rosado desnudo”, de Michael Lucero. Desde done se la mire, siempre es
distinta. De un lado tiene la faz, del otro, un plano pleno con una mano
esgrafiada (grabada a presión, si uno pasara el dedo por sobre ella,
podría sentir los caminos, las incrustaciones de las líneas del dibujo).
En otro de los costados tiene formas poliédricas, levemente
irregulares, que sobresalen y entran; y atrás, en la nuca, paisajes.
Porque toda esta cabeza tiene pintada y grabada sobre ella ríos,
bosques, cielos y nubes con colores brillantes, característicos de la
obra de Lucero. Son los paisajes internos de un hombre de barro que
sueña.
“¡Oh, por favor, ¿podríamos quedárnosla, mamá?”, le dicen
los niños a su madre, señalando una vaca; y ése es el título de la obra
del muy joven inglés Barnaby Barford (anda por los escasos 30). Hay una
familia Mac Donalds alrededor del animal, mirándolo con simpatía; y los
niños piden, piden…. Están hechos con nuestra amiga, la porcelana. Y eso
seduce, además de su escala pequeña, su terminación perfecta-
parecerían de plástico-, su brillantez... Y su ironía.
“Tallas de
baldosas styroformes”, “Botella china de peregrinos” y “Tetera
arquitectónica” son, definitivamente, obras de quiebre, dentro del
lenguaje específico de la cerámica aplicada a los utensilios. Su
autora, la norteamericana Anne Kraus –quien falleció hace algunos años
con sólo cuarenta y tantos -, era una ceramista con pasado de pintora.
Por eso el color en estas obras es un elemento tan importante como las
texturas, las formas y el peso, el volumen que presenta cada pieza. “Mis
sentimientos hacia la historia de la cerámica, hacia la tradiciones de
la cerámica, son de un gran amor”; explicó en cierta ocasión la
artista. “Veo en ella algo que encuentro tan hermoso, que sólo quiero
hacer mi propia versión de eso. Es como un tributo que le hago.” Y Kraus
recordaba entonces la temprana relación que estableció con la cerámica,
cuando de niña miraba las vasijas prusianas que decoraban el living de
la granja de su abuela, en el norte de Dakota.
Teteras, vasos,
tazas, jarrones: utensilios tradicionales que aquí son distintos, porque
ninguno se puede usar. Presentan textos y narrativas en clave de cómic.
¿De dónde salieron estas palabras, estas imágenes…? Kraus mantuvo
durante mucho tiempo un diario en el que iba anotando sus sueños,
bocetándolos y escribiendo los diálogos que de ellos recordaba. Llenó
docenas. Por eso - como pasa en todos los sueños-, tampoco sus
teteras, jarrones y copas pueden terminar de comprenderse siguiendo un
solo sentido. Por eso, como en los sueños, es mejor entrever y recibir
sus mensajes de manera oblicua, y aceptarlos así.
”Vos, sueño, que
estuviste sentenciado a dos años pero te escapaste…”, dice un tetera.
Kraus mantiene con sus obras una relación totalmente personal, en la que
el público muchas veces está excluido.
Muy cerca hay una piedra
preciosa en una vitrina: una pequeña pieza abstracta, parecida a una
roca de fuertes colores, de fuertes texturas. Una simple cerámica
pintada que mantiene una forma y energías totalmente originales,
pregnantes. Y están las direcciones que marca cada una de las caras de
este objeto… sobre todo, su superficie dura, ruda, a veces áspera,
producto, probablemente, del raspado y extracción de arcilla durante los
diferentes estadios de secado del barro (esos en los que la masa ya no
era aceitada ni babosa pero tampoco dura ni seca).
“Chino”, se
llama, y es del norteamericano Ken Price. “Inventiva, enigmática,
obsesiva, preciosa”: así describen en los Estados Unidos a la cerámica
de este reconocido artista, considerado un guía innovador dentro de las
nuevas corrientes de la disciplina. “Chino”: el título se debe a su
particular gama de colores, influenciados por los de la dinastía Song de
ese país (960- 1279).
“La cerámica no es un solo medio
homogéneo”, sostiene el especialista Clark, “no es un mundo de una sola
voz parecida, uniforme, sino que es una actividad compleja que combina
una tecnología sutil, muy desarrollada, con un oficio, arte y diseño. Es
una historia de trece mil años que enriqueció a otras disciplinas, en
especial a la escultura. Una historia que se puede dividir en varias
escuelas”. George Bernard Shaw decía: piensen en la cerámica como en
muchas actividades distintas, unidas por un solo material común: la
arcilla.
Entonces, ¿qué es la tradición en este campo, después
de todo...? Es todo eso hecho con un mismo material y con lo que hay
que romper, arrastrando su uso al límite. Pero a un límite conceptual.
LISTADO DE OBRAS QUE APARECEN EN EL VIDEO
Por orden de aparición:
“Sueño predictivo”, Aoki Katsuyo
“Laberinto”, Aoki Katsuyo
“Cervatillo sin título”, John Byrd
“Soñador rosado desnudo”, Michael Lucero
“Oh, por favor, mamá, ¿podríamos quedárnosla?”, Barnaby Bradford
“Tallas de baldosas styroformes”, Anne Krauss
“Botella china de peregrinos” Anne Krauss
“Tetera arquitectónica”, Anne Krauss
“Jarra sin título”, Ralph Bacerra
“Chino”, Ken Price
“Demonios del intelecto (profesando ser sabios, pueden devenir locos)”, Richard T. Notkin
“En la habitación del sueño”, Elise Siegel
Fuente: clarin.com
SINAN, EL GRAN ARQUITECTO DEL IMPERIO OTOMANO
Cinco siglos después de construidas las mezquitas más importantes de Estambul, la ciudad sigue perteneciéndole a este contemporáneo a Miguel Angel que cambió el paisaje de Belgrado a La Meca.
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LA SUPREMA. La mezquita Suleymaniye en Estambul, como la del siglo XVI de Edirne, fueron diseñadas por Sinan.
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El panorama del diseño y el arte contemporáneos de Turquía es
muy abundante, pero anhelaba conocer más sobre el trabajo de Sinan
(circa 1490-1588), el principal arquitecto e ingeniero civil del imperio
otomano. Sus empleadores, el sultán Solimán el Magnífico y sus
herederos, eran los hombres más poderosos del mundo.
Sinan
construyó unas trescientas estructuras en Europa oriental y Oriente
Medio. Las guías suelen compararlo con su contemporáneo Miguel Ángel,
pero éste hizo espectaculares aportes a unas pocas construcciones de
Roma y Florencia, mientras que Sinan tiene centenares de estructuras
monumentales desde Belgrado a La Meca a las que se sigue dando un uso
cotidiano.
"En San Pedro, en Roma, es la cúpula lo que atrae las
miradas", dijo hace poco Dogan Kuban, autor de muchos libros sobre
arquitectura islámica. "Las cúpulas bajas de Sinan, en cambio, con su
decoración de pintura abstracta, parecen flotar de forma mágica sobre
nuestras cabezas. En lugar de la estructura, se contempla el espacio".
Visité
más de una decena de sus construcciones en Estambul, que tiene casi
tres mil mezquitas, para ver cómo su experimentación con composiciones
geométricas complejas transformó gruesas paredes de piedra en columnas,
arcos y cúpulas y albanegas, y trompasmientras hacía la transición
vertical de los pisos cuadrados a los techos redondos de las mezquitas.
La
mezquita Sehzade de Edirnekapi se terminó en 1543, poco después de
comenzada la carrera de Sinan. En las paredes laterales exteriores de la
mezquita, Sinal organizó con inteligencia los contrafuertes de soporte
de la cúpula a la manera de columnatas. Para crear simetría, colocó
puertas en el centro. En el interior de la mezquita, sin embargo, las
puertas hicieron que los fieles se desplazaran desde el centro y no
desde la parte posterior. "Un espacio sagrado destinado a la oración y
la contemplación se convirtió en un pasaje", me dijo el guía, "un error
que nunca volvería a cometer".
Cerca de ahí se encuentra la
mezquita más importante de Sinan en Estambul. La mezquita Suleymaniye,
un encargo de Solimán para su propia tumba que se completó en 1588, es
uno de los monumentos más visibles de la ciudad. Sinan moduló la altura
de los cuatro minaretes, lo que aumentó la ilusión de que la mezquita
flota sobre la ciudad.
La mezquita Rustem Pasha está ubicada en
el activo mercado de especias de la ciudad. Sinan resolvió los problemas
de este lugar poco tranquilo mediante el recurso de elevar todo el
complejo por encima del nivel de la calle.
Una serena plaza flota
sobre el bullicio. En el interior, un brillante trabajo realizado con
mosaicos Iznik crea un jardín de tulipanes rojizos, turquesas y color
cobalto.
La mezquita Mihrimah Sultan II de Edirnekapi fue un
encargo de la hija de Solimán, Mihrimah. Las paredes, adornadas con
ventanas de vitrales y vidrio transparente, son una maravilla de la
construcción. Se decía que Sinan estaba enamorado de Mihrimah, pero como
ella estaba casada con el gran visir de Solimán, se contentó con hacer
la mezquita lo más luminosa posible para que reflejara su nombre, que
significa "sol y luna". El guía me dijo también que el día en que se
proclamaba un nuevo sultán, se daba muerte a sus hermanos para evitar
luchas de poder.
La mezquita Sokollu Pasha también es famosa por
sus magníficos mosaicos Iznik. Al acercarse a la construcción se aprecia
el impresionante panorama del amplio techo que protege la fuente de
abluciones y lo que parece una infinita repetición de cúpulas y arcadas.
Del
otro lado del Bósforo, del lado asiático, se encuentra la mezquita
Semsi Pasha, una versión en miniatura de enormes templos como la famosa
mezquita azul. Se trata de una vocación contenida y elegante del paraíso
en la tierra.
Tres horas al noroeste de Estambul se encuentra
Edirne, una ex capital del imperio otomano cerca de la frontera turca
con Bulgaria y Grecia y sede de la mezquita Selimiye de Sinan. La
mezquita, que tiene cuatro elegantes minaretes estilizados, corona el
centro de la ciudad. Sinan la consideraba su obra maestra. En 2011, la
Unesco declaró todo el complejo Patrimonio de la Humanidad.
La
mezquita, cuyas dimensiones son asombrosas la cúpula supera la de Hagia
Sophia de Estambul- aparece primero como un laberinto de esferas, conos
y cilindros revestidos de arenisca color miel o de plomo gris mate.
Pero
la complejidad de las paredes exteriores, que parecen impenetrables, se
disuelve en una serie de arcos y columnas de piedra que abrazan un
único espacio vasto y armonioso. Mientras caía la noche volvimos a la
ciudad que, 5 siglos después, sigue perteneciéndole a Sinan.
Fuente: clarin.com
LO QUE NACE DE UNA LÍNEA
Se exhiben en el Sívori más de 150 obras de un artista
húngaro que Picasso consideró un par. En la década del 50 vivió en
Tucumán, donde fue maestro De varios de los que más tarde se
convirtieron en grandes dibujantes argentinos.

GUERRERO. De la Serie Tragedia Húngara. Tinta sobre papel, 1956.
Por Mercedes Pérez Bergliaffa
De noche, mientras dormía y no lo podía ver, era cuando mi padre
hacía sus dibujos sobre la muerte, sobre la guerra y la ocupación de
Europa. Sobre su tierra natal, Hungría”. Claire, la hija del gran
dibujante Lajos Szalay –un artista hoy bastante olvidado en nuestro
país–, recuerda esto en voz baja, a medias en castellano, a medias en
inglés, en uno de los jardines que rodean al Museo Sívori. Los recuerdos
acuden en ráfagas a Claire –quien ahora vive en los Estados Unidos– el
día de la inauguración de la muestra de su padre en Buenos Aires. Lajos Szalay, la línea maestra es el título de la exposición, curada por Sergio Moscona.
La
componen más de 150 obras, casi todos dibujos creados por este gran
artista húngaro que pasó doce años de su vida en la Argentina: llegó a
Tucumán en 1949, huyendo del horror de un continente arrasado por las
guerras mundiales.
El ofrecimiento de un puesto en el Instituto
Superior de Artes de la Universidad de Tucumán –que se había inaugurado
en 1948– dio un giro impensado a la vida de Szalay, que decidió su
traslado y el de su esposa desde Buenos Aires a esa ciudad. Y así, un
artista que fue alumno de Picasso en París y sobre quien se cuenta que
el mismo Picasso dijo “si sólo dos nombres de artistas gráficos del
siglo XX pasan a la posteridad, yo seré uno de ellos, pero si es sólo
uno, será Lajos Szalay”, dio clases durante años en una provincia
argentina.
En ese momento Tucumán constituía un fuerte polo
artístico, con una universidad y un instituto de arte nuevos, y dotados
de un enorme presupuesto, que atraía a artistas excepcionales, ya
fueran inmigrantes huyendo de las cenizas europeas o argentinos
talentosos, expulsados de otras universidades. Al llegar a esa
provincia, Szalay se encontró con un refugio: Lino Enea Spilimbergo,
Ramón Gómez Cornet, Víctor Rebuffo, Eduardo Audivert, Lorenzo
Domínguez... Juntos fueron docentes en la universidad.

GUERRERAS NOCTURNAS. Tinta sobre papel, circa 1970
Fue el momento
en que nació en Tucumán una generación de dibujantes argentinos
considerados actualmente maestros: Carlos Alonso, Aurelio Salas,
Martínez Howard… Ellos pasaron por dos fuertes marcas: se llamaban
Szalay y Spilimbergo.
“Recuerdo esa época de mi familia como un
buen período”, comenta la hija de Szalay. “Nunca lo vi a mi padre tan
feliz. Cuando dejamos la Argentina para mudarnos a Nueva York, en el
año 60, las cosas no fueron lo mismo. El allí sentía mucha soledad. En
Tucumán, en cambio, tenía amigos, hablaba mucho, leía...
-¿Su padre nunca volvió a vivir a Hungría?
-Sí, en el 86. Y falleció allá en el 95, no en su ciudad natal, pero donde había crecido.
-¿Por qué decidió volver a su país a esa edad?
-Se
volvió a Hungría porque estaba enfermo y quería doctores húngaros.
Nunca aprendió bien el inglés y, a esa altura de su vida y en esas
circunstancias, quería hablar en húngaro.
Si uno observa la
exhibición, no sorprende que Lajos Szalay haya vuelto a su país a vivir
sus últimos años, para expresarse ya no sólo con dibujos, sino también
en la lengua materna. La presencia de Hungría en la obra de Szalay es
fundamental. Y aunque son varios los núcleos temáticos a los que el
artista volvió una y otra vez a lo largo de su vida –en la muestra se
ven el eje erótico, el mitológico, el religioso, el literario–, es en
el que se refiere a la historia de su país que la composición se torna
infinitamente compleja, se hace densa, forma bloques compactos, negros,
y la línea se enreda hasta no saberse bien dónde comienza y donde
termina. Y aquí se vuelve evidente una de las características más
personales de la obra de Szalay: sus líneas en tramas, nunca
solitarias. Ellas nunca delimitan, nunca designan, sino que abren
espacios, crean situaciones, ideas. Muchas veces, son enredaderas
tiernas. O, por el contrario, matas de llantos crudos, ásperos.
“Los
dibujos no son obras sino redes de alambres aptas para encausar la
tensión acumulada –decía Szalay–, esta es la razón por la que no se
pueden desarrollar. Están bien o mal tal como están. No se pueden
modificar o corregir porque son la fijación de un estado único.”
Muchos
hablan de la línea tortuosa y desgarrada del artista; y tienen razón.
Pero lo más interesante de ellas es que –tal como establece Luis
Felipe Noé en sus reflexiones sobre el dibujo– marcan el ritmo de una
respiración: en este caso, la de Szalay. Y no hay respiración que se
repita, que sea igual a otra. Líneas, entonces, tampoco.

LA CONDENA. De la Serie Kafka. Tinta sobre papel, 1980.
Frente a
los dibujos de Szalay uno puede percibir algo más: el enorme placer que
él iba sintiendo al probar hasta dónde lo podía llevar una línea, a
medida que avanzaba sobre el papel. A diferencia de otros artistas,
Szalay dejaba este proceso al descubierto. La línea es, entonces, la
avanzada, una primera fila del impulso, de la idea: quizás el elemento
más abstracto y conceptual de todas las artes plásticas. Una nada que
puede convertirse en todo: un grito, una cópula, una siesta.
Hay
otro elemento importante en sus obras: se trata de la densidad de la
tinta y de cómo él la utiliza sobre el papel. Cómo raspa la superficie,
hiriéndola. Cómo, otras veces, la acaricia. Cómo en algunos casos
baila sobre ella, suave, ligero como un vals. En algunos casos, trazo,
tinta y papel revientan, como en la serie de la Tragedia húngara.
“Nunca
me voy a olvidar del día de octubre de 1956 en el cual Szalay entró en
mi oficina del diario con los ojos rojos y muy excitado –contó cierta
vez Janos Fercsei, editor del periódico húngaro de Buenos Aires– y me
dijo: hace tres días que estoy sin dormir dibujando al lado de la
radio. Y me mostró unos sesenta dibujos.” Eran acerca de la sangrienta
revolución húngara del 56. En la exposición están, pueden verse: son los
pertenecientes a esta serie de la Tragedia…
“Rescate”, “Pánico”, “Después del alerta”, “Fusilamiento”, “Partir a la
muerte”, “La guerra”. Aunque algunos son posteriores, se relacionan.
Dejan constancia de que Szalay sintió siempre a su tierra como una
extensión carnal. Como un cordón umbilical que necesitaba, del que se
nutría.
Por eso no hay dos, ni tres, ni más Lajos Szalay. Ni
siquiera hay artistas parecidos. Sí, claro, Szalay hizo escuela; pero
sus discípulos van por otro lado. Porque ¿acaso se puede enseñar la
experiencia, la línea…? No. No se pueden enseñar. Son marcas tan
personales como la misma biografía. Como este testimonio de
sobrevivencia, inmigración, nervio y amor que son los trabajos del gran
Lajos Szalay. Un simple dibujante húngaro.
FICHA
Lajos Szalay. La Línea Maestra
Lugar: Museo Eduardo Sivori, Av. Infanta Isabel 555 (frente al Rosedal de Palermo)
Fecha: hasta el 15 de julio
Horario: martes a viernes, 12 a 20. Sab, dom y feriados, 10 a 20.
Entrada: gratis
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| GUERRERO. De la Serie Tragedia Húngara. Tinta sobre papel, 1956. |
Por Mercedes Pérez Bergliaffa
De noche, mientras dormía y no lo podía ver, era cuando mi padre
hacía sus dibujos sobre la muerte, sobre la guerra y la ocupación de
Europa. Sobre su tierra natal, Hungría”. Claire, la hija del gran
dibujante Lajos Szalay –un artista hoy bastante olvidado en nuestro
país–, recuerda esto en voz baja, a medias en castellano, a medias en
inglés, en uno de los jardines que rodean al Museo Sívori. Los recuerdos
acuden en ráfagas a Claire –quien ahora vive en los Estados Unidos– el
día de la inauguración de la muestra de su padre en Buenos Aires. Lajos Szalay, la línea maestra es el título de la exposición, curada por Sergio Moscona.
La
componen más de 150 obras, casi todos dibujos creados por este gran
artista húngaro que pasó doce años de su vida en la Argentina: llegó a
Tucumán en 1949, huyendo del horror de un continente arrasado por las
guerras mundiales.
El ofrecimiento de un puesto en el Instituto
Superior de Artes de la Universidad de Tucumán –que se había inaugurado
en 1948– dio un giro impensado a la vida de Szalay, que decidió su
traslado y el de su esposa desde Buenos Aires a esa ciudad. Y así, un
artista que fue alumno de Picasso en París y sobre quien se cuenta que
el mismo Picasso dijo “si sólo dos nombres de artistas gráficos del
siglo XX pasan a la posteridad, yo seré uno de ellos, pero si es sólo
uno, será Lajos Szalay”, dio clases durante años en una provincia
argentina.
En ese momento Tucumán constituía un fuerte polo artístico, con una universidad y un instituto de arte nuevos, y dotados de un enorme presupuesto, que atraía a artistas excepcionales, ya fueran inmigrantes huyendo de las cenizas europeas o argentinos talentosos, expulsados de otras universidades. Al llegar a esa provincia, Szalay se encontró con un refugio: Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet, Víctor Rebuffo, Eduardo Audivert, Lorenzo Domínguez... Juntos fueron docentes en la universidad.
En ese momento Tucumán constituía un fuerte polo artístico, con una universidad y un instituto de arte nuevos, y dotados de un enorme presupuesto, que atraía a artistas excepcionales, ya fueran inmigrantes huyendo de las cenizas europeas o argentinos talentosos, expulsados de otras universidades. Al llegar a esa provincia, Szalay se encontró con un refugio: Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet, Víctor Rebuffo, Eduardo Audivert, Lorenzo Domínguez... Juntos fueron docentes en la universidad.
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| GUERRERAS NOCTURNAS. Tinta sobre papel, circa 1970 |
Fue el momento en que nació en Tucumán una generación de dibujantes argentinos considerados actualmente maestros: Carlos Alonso, Aurelio Salas, Martínez Howard… Ellos pasaron por dos fuertes marcas: se llamaban Szalay y Spilimbergo.
“Recuerdo esa época de mi familia como un
buen período”, comenta la hija de Szalay. “Nunca lo vi a mi padre tan
feliz. Cuando dejamos la Argentina para mudarnos a Nueva York, en el
año 60, las cosas no fueron lo mismo. El allí sentía mucha soledad. En
Tucumán, en cambio, tenía amigos, hablaba mucho, leía...
-¿Su padre nunca volvió a vivir a Hungría?
-Sí, en el 86. Y falleció allá en el 95, no en su ciudad natal, pero donde había crecido.
-Sí, en el 86. Y falleció allá en el 95, no en su ciudad natal, pero donde había crecido.
-¿Por qué decidió volver a su país a esa edad?
-Se volvió a Hungría porque estaba enfermo y quería doctores húngaros. Nunca aprendió bien el inglés y, a esa altura de su vida y en esas circunstancias, quería hablar en húngaro.
-Se volvió a Hungría porque estaba enfermo y quería doctores húngaros. Nunca aprendió bien el inglés y, a esa altura de su vida y en esas circunstancias, quería hablar en húngaro.
Si uno observa la
exhibición, no sorprende que Lajos Szalay haya vuelto a su país a vivir
sus últimos años, para expresarse ya no sólo con dibujos, sino también
en la lengua materna. La presencia de Hungría en la obra de Szalay es
fundamental. Y aunque son varios los núcleos temáticos a los que el
artista volvió una y otra vez a lo largo de su vida –en la muestra se
ven el eje erótico, el mitológico, el religioso, el literario–, es en
el que se refiere a la historia de su país que la composición se torna
infinitamente compleja, se hace densa, forma bloques compactos, negros,
y la línea se enreda hasta no saberse bien dónde comienza y donde
termina. Y aquí se vuelve evidente una de las características más
personales de la obra de Szalay: sus líneas en tramas, nunca
solitarias. Ellas nunca delimitan, nunca designan, sino que abren
espacios, crean situaciones, ideas. Muchas veces, son enredaderas
tiernas. O, por el contrario, matas de llantos crudos, ásperos.
“Los
dibujos no son obras sino redes de alambres aptas para encausar la
tensión acumulada –decía Szalay–, esta es la razón por la que no se
pueden desarrollar. Están bien o mal tal como están. No se pueden
modificar o corregir porque son la fijación de un estado único.”
Muchos
hablan de la línea tortuosa y desgarrada del artista; y tienen razón.
Pero lo más interesante de ellas es que –tal como establece Luis
Felipe Noé en sus reflexiones sobre el dibujo– marcan el ritmo de una
respiración: en este caso, la de Szalay. Y no hay respiración que se
repita, que sea igual a otra. Líneas, entonces, tampoco.
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| LA CONDENA. De la Serie Kafka. Tinta sobre papel, 1980. |
Frente a
los dibujos de Szalay uno puede percibir algo más: el enorme placer que
él iba sintiendo al probar hasta dónde lo podía llevar una línea, a
medida que avanzaba sobre el papel. A diferencia de otros artistas,
Szalay dejaba este proceso al descubierto. La línea es, entonces, la
avanzada, una primera fila del impulso, de la idea: quizás el elemento
más abstracto y conceptual de todas las artes plásticas. Una nada que
puede convertirse en todo: un grito, una cópula, una siesta.
Hay
otro elemento importante en sus obras: se trata de la densidad de la
tinta y de cómo él la utiliza sobre el papel. Cómo raspa la superficie,
hiriéndola. Cómo, otras veces, la acaricia. Cómo en algunos casos
baila sobre ella, suave, ligero como un vals. En algunos casos, trazo,
tinta y papel revientan, como en la serie de la Tragedia húngara.
“Nunca
me voy a olvidar del día de octubre de 1956 en el cual Szalay entró en
mi oficina del diario con los ojos rojos y muy excitado –contó cierta
vez Janos Fercsei, editor del periódico húngaro de Buenos Aires– y me
dijo: hace tres días que estoy sin dormir dibujando al lado de la
radio. Y me mostró unos sesenta dibujos.” Eran acerca de la sangrienta
revolución húngara del 56. En la exposición están, pueden verse: son los
pertenecientes a esta serie de la Tragedia…
“Rescate”, “Pánico”, “Después del alerta”, “Fusilamiento”, “Partir a la
muerte”, “La guerra”. Aunque algunos son posteriores, se relacionan.
Dejan constancia de que Szalay sintió siempre a su tierra como una
extensión carnal. Como un cordón umbilical que necesitaba, del que se
nutría.
Por eso no hay dos, ni tres, ni más Lajos Szalay. Ni
siquiera hay artistas parecidos. Sí, claro, Szalay hizo escuela; pero
sus discípulos van por otro lado. Porque ¿acaso se puede enseñar la
experiencia, la línea…? No. No se pueden enseñar. Son marcas tan
personales como la misma biografía. Como este testimonio de
sobrevivencia, inmigración, nervio y amor que son los trabajos del gran
Lajos Szalay. Un simple dibujante húngaro.
FICHA
Lajos Szalay. La Línea Maestra
Lugar: Museo Eduardo Sivori, Av. Infanta Isabel 555 (frente al Rosedal de Palermo)
Fecha: hasta el 15 de julio
Horario: martes a viernes, 12 a 20. Sab, dom y feriados, 10 a 20.
Entrada: gratis
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