MIAMI BEACH --¿La edición de este año de Art Basel Miami sería
un espectáculo privado o público? Me lo preguntaba mientras me dirigía
hacia ese ritual del mundo del arte de una semana dando vueltas mirando,
mostrándose y coqueteando con el poder, que lleva ya una década.
Ciertamente, son los coleccionistas más importantes los que dominan la agenda, los que animan el recinto de ventas y presiden lo que a veces son lúdicas exhibiciones de privilegio.
Sin embargo, quienes eligen como principal actividad ver arte tienen muchas más opciones a su alcance. Una de las más importantes es la feria propiamente dicha, que creció hasta incluir a unos 260 expositores internacionales y un programa completo de escultura al aire libre, video y arte en vivo.
No se puede negar que este evento ha revitalizado la cultura de Miami en los últimos 10 años.
(Tanto el Miami Art Museum como el MoCA North Miami tienen nuevos edificios en curso, y el distrito de Wynwood está lleno de galerías, talleres y arte callejero.) Nadie parecía preocupado por las protestas o por la eurozona en la presentación previa de la feria para invitados V.I.P. en el Centro de Convenciones de Miami Beach.
La obra presentada, sin embargo, resultó más conservadora que en años anteriores.
Abundaron las selecciones de primer nivel, como por ejemplo un elegante despliegue de esculturas de Calder y Miró (en Helly Nahmad) y una exposición un poco acartonada pero gratificante de Modigliani, Soutine y otros artistas de la Escuela de París (en Galerie Thomas). Los que buscaban una atmósfera más de fiesta podían encontrarla en Mary Boone, donde enormes textos murales de Barbara Kruger gritaban "El dinero hace dinero" y otras expresiones sobre el tema del lucro obsceno. Cruzando el pasillo.
L&M tenía un stand igualmente elegante empapelado con vacas de Warhol y decorado con una amplia selección de sus dibujos.
Muchos otros expositores se volcaron al tamaño para hacer una declaración. Edward Tyler Nahmen dedicó su stand a "Khurasan Gate Variation III", una obra de Frank Stella de unos 3,50 metros de largo, de 1968.
El mensaje, en líneas generales, fue "Estamos acá para hacer negocios", no "¿Qué significa todo esto?" Sólo unos pocos marchands, como Peter Blum, dispararon contra el entorno de la feria.
En su stand, dos pinturas de una serie llamada "Bankrupt Banks", del grupo de artistas daneses Superflex, atrajeron más de una vez las miradas con sus destacados logos empresariales.
Algunos de los despliegues más ambiciosos se vieron en la sección "Art Nova", donde las restricciones oficiales solamente obras realizadas en los tres últimos años y no más de dos o tres artistas por expositor- fomentaron, al parecer, la creatividad.
La pequeñez de los stands no fue impedimento para Untitled, que albergaba una atractiva maraña de pintura, fotografía y placa de yeso de Brendan Fowler y Matthew Chambers, ni para Overduin and Kite, dominado por la alianza que hace Dianna Molzan de delicados pasteles y formalismo enérgico.
La única verdadera decepción en el centro de convenciones fue, no obstante, "Art Positions", la sección dedicada a artistas y galerías emergentes. Buena parte de las obras parecían sumisas y carentes de originalidad, con la excepción de "Banana Market/ Art Market" de Paulo Nazareth, una camioneta Volkswagen con una pila enorme de bananas.
Por su parte, Theaster Gates y Emily Sundblad confirmaron, él en sus esculturas y ella en sus pinturas, que son más excitantes como intérpretes que como realizadores de objetos.
La feria New Art Dealers Gates, en el Hotel Deauville, parecía ser un lugar más saludable para el talento joven (y algunos no tan jóvenes; Leo Koenig exponía fotos de Sigmar Polke.) Se vio mucha pintura, en su mayor parte bastante buena aunque no particularmente arriesgada.
Pero la escultura, el video y la performance también tuvieron sus momentos. El stand de Sean Bluechel con cerámicas tipo cacto fue un éxito, al igual que la reluciente instalación de video abstracto de Tom Thayer (en Eleven Rivington). Y On Stellar Rays presentó fotos nuevas de la retrospectiva actual de MoMA PS1 del artista de performance Clifford Owens.
Y para los que buscaban una verdadera experiencia de museo, la exposición de Faith Ringgold del Miami Art Museum presentó su serie de los años 1960 "American People" una exploración temeraria y franca de la época de la lucha por los derechos civiles. Si alguien había pasado demasiado tiempo entre los trofeos brillantes del centro de convenciones, "Die" la obra tamaño mural, con su fondo gris sereno y la escena de tiroteo rojo candente, se lo hacía saber.
La exposición en la Rubell Family Collection también prometía un diálogo nacional, dentro de la línea de la muestra de Rubells de 2009 "30 Americans" (actualmente en la Corcoran Gallery de Washington). Pero el título "American Exuberance" resultó ser un gancho para las últimas adquisiciones. Sólo el salón de columnas y pórticos pintados en dorado y cubiertos de basura, con su aire "Últimos días de Pompeya", atravesaba la charla entre cócteles.
Con ese espíritu se lleva a cabo la mini-feria renegada SEVEN, donde la entrada es gratis, y las galerías comparten espacio en un "muro de salón". Allí, una máquina expendedora de la artista Jennifer Dalton entregaba pulseras como las que se utilizan para poder cruzar las cuerdas de terciopelo. Decían "Lo que dice esto no importa".
Ciertamente, son los coleccionistas más importantes los que dominan la agenda, los que animan el recinto de ventas y presiden lo que a veces son lúdicas exhibiciones de privilegio.
Sin embargo, quienes eligen como principal actividad ver arte tienen muchas más opciones a su alcance. Una de las más importantes es la feria propiamente dicha, que creció hasta incluir a unos 260 expositores internacionales y un programa completo de escultura al aire libre, video y arte en vivo.
No se puede negar que este evento ha revitalizado la cultura de Miami en los últimos 10 años.
(Tanto el Miami Art Museum como el MoCA North Miami tienen nuevos edificios en curso, y el distrito de Wynwood está lleno de galerías, talleres y arte callejero.) Nadie parecía preocupado por las protestas o por la eurozona en la presentación previa de la feria para invitados V.I.P. en el Centro de Convenciones de Miami Beach.
La obra presentada, sin embargo, resultó más conservadora que en años anteriores.
Abundaron las selecciones de primer nivel, como por ejemplo un elegante despliegue de esculturas de Calder y Miró (en Helly Nahmad) y una exposición un poco acartonada pero gratificante de Modigliani, Soutine y otros artistas de la Escuela de París (en Galerie Thomas). Los que buscaban una atmósfera más de fiesta podían encontrarla en Mary Boone, donde enormes textos murales de Barbara Kruger gritaban "El dinero hace dinero" y otras expresiones sobre el tema del lucro obsceno. Cruzando el pasillo.
L&M tenía un stand igualmente elegante empapelado con vacas de Warhol y decorado con una amplia selección de sus dibujos.
Muchos otros expositores se volcaron al tamaño para hacer una declaración. Edward Tyler Nahmen dedicó su stand a "Khurasan Gate Variation III", una obra de Frank Stella de unos 3,50 metros de largo, de 1968.
El mensaje, en líneas generales, fue "Estamos acá para hacer negocios", no "¿Qué significa todo esto?" Sólo unos pocos marchands, como Peter Blum, dispararon contra el entorno de la feria.
En su stand, dos pinturas de una serie llamada "Bankrupt Banks", del grupo de artistas daneses Superflex, atrajeron más de una vez las miradas con sus destacados logos empresariales.
Algunos de los despliegues más ambiciosos se vieron en la sección "Art Nova", donde las restricciones oficiales solamente obras realizadas en los tres últimos años y no más de dos o tres artistas por expositor- fomentaron, al parecer, la creatividad.
La pequeñez de los stands no fue impedimento para Untitled, que albergaba una atractiva maraña de pintura, fotografía y placa de yeso de Brendan Fowler y Matthew Chambers, ni para Overduin and Kite, dominado por la alianza que hace Dianna Molzan de delicados pasteles y formalismo enérgico.
La única verdadera decepción en el centro de convenciones fue, no obstante, "Art Positions", la sección dedicada a artistas y galerías emergentes. Buena parte de las obras parecían sumisas y carentes de originalidad, con la excepción de "Banana Market/ Art Market" de Paulo Nazareth, una camioneta Volkswagen con una pila enorme de bananas.
Por su parte, Theaster Gates y Emily Sundblad confirmaron, él en sus esculturas y ella en sus pinturas, que son más excitantes como intérpretes que como realizadores de objetos.
La feria New Art Dealers Gates, en el Hotel Deauville, parecía ser un lugar más saludable para el talento joven (y algunos no tan jóvenes; Leo Koenig exponía fotos de Sigmar Polke.) Se vio mucha pintura, en su mayor parte bastante buena aunque no particularmente arriesgada.
Pero la escultura, el video y la performance también tuvieron sus momentos. El stand de Sean Bluechel con cerámicas tipo cacto fue un éxito, al igual que la reluciente instalación de video abstracto de Tom Thayer (en Eleven Rivington). Y On Stellar Rays presentó fotos nuevas de la retrospectiva actual de MoMA PS1 del artista de performance Clifford Owens.
Y para los que buscaban una verdadera experiencia de museo, la exposición de Faith Ringgold del Miami Art Museum presentó su serie de los años 1960 "American People" una exploración temeraria y franca de la época de la lucha por los derechos civiles. Si alguien había pasado demasiado tiempo entre los trofeos brillantes del centro de convenciones, "Die" la obra tamaño mural, con su fondo gris sereno y la escena de tiroteo rojo candente, se lo hacía saber.
La exposición en la Rubell Family Collection también prometía un diálogo nacional, dentro de la línea de la muestra de Rubells de 2009 "30 Americans" (actualmente en la Corcoran Gallery de Washington). Pero el título "American Exuberance" resultó ser un gancho para las últimas adquisiciones. Sólo el salón de columnas y pórticos pintados en dorado y cubiertos de basura, con su aire "Últimos días de Pompeya", atravesaba la charla entre cócteles.
Con ese espíritu se lleva a cabo la mini-feria renegada SEVEN, donde la entrada es gratis, y las galerías comparten espacio en un "muro de salón". Allí, una máquina expendedora de la artista Jennifer Dalton entregaba pulseras como las que se utilizan para poder cruzar las cuerdas de terciopelo. Decían "Lo que dice esto no importa".
Fuente: Revista Ñ Clarín