SORPRESA EN EL MAR EGEO.
HALLAN RESTOS DE 22 BARCOS DE LA ANTIGUA GRECIA

Arqueología submarina. Tienen hasta 2.500 años de antigüedad

En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.
En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.


Apenas trece días le bastaron al capitán George Koutsouflakis para batir un récord y transformar un desconocido archipiélago en la nueva meca de los buscadores de tesoros hundidos. Los restos de 22 barcos, algunos de ellos con más de 2.500 años de antigüedad, fueron descubiertos entre las islas de Fourni, en el mar Egeo.
A fines de septiembre, una expedición arqueológica integrada por investigadores de Estados Unidos y Grecia pudo confirmar la existencia de los restos de al menos 22 naufragios ocurridos entre el año 700 a.c. y el siglo XVI. Los barcos estaban hundidos en un radio de 44 kilómetros en las agua del Egeo, el mismo mar en el que solo a lo largo de este año ya murieron 454 inmigrantes que intentaban huir a Grecia.
“Preveíamos una temporada exitosa, pero nadie estaba preparado para esto. Los pecios –restos de barcos hundidos– se encontraban, literalmente, por todas partes”, señaló George Koutsouflakis, a cargo de la expedición que realizaron en forma conjunta el Eforato de Antigüedades Subacuáticas de Grecia y la Fundación Náutica RPM. Según el comunicado oficial, la región podría ser considerada como “la capital mundial de barcos naufragados antiguos”.

Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.
Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.


Es la primera expedición arqueología subacuática en el archipiélago ubicado entre las islas de Icaria y de Samos, junto a la costa oeste de Turquía. De acuerdo a los investigadores, los pecios pertenecen a la Epoca Arcaica (700-480 a.C.) y finales de la Edad Media (siglo XVI). Entre los hallazgos se encuentran objetos que nunca habían sido encontrados en otros barcos hundidos. Para los investigadores, estos restos –ánforas del mar Negro y de la antigua Roma, otras con forma de zanahoria y tarros de terracota para almacenar salsa de pescado– resultarán de gran importancia para estudiar las rutas de comercio durante la antigüedad.
“El volumen de barcos hundidos en Fourni, una isla sin grandes ciudades ni puertos, habla sobre su importancia en la navegación y los peligros que entrañaba el Egeo oriental”, explicó Peter Campbell, codirector del proyecto, de la Universidad de Southampton.
El equipo tiene planeado volver el año próximo ya que hasta ahora sólo se exploró menos del cinco por ciento de las costas de las islas Fourni.
Según Koutsouflakis, en una temporada habitual de buceo, no suelen encontrar más de unos 5 barcos. Esta vez, fueron 22 y en tan solo trece días. De esta manera, el equipo logró batir un récord y sacar del primer puesto al estudio que en 2008 pudo encontrar 10 naufragios en diez días en torno a la isla de Chios, también en el mar Egeo.




LO QUE NAPOLEÓN VIO DENTRO DE LA GRAN PIRÁMIDE
Y LE DEJÓ ATERRORIZADO

Napoleón, junto a la esfinge.
© Diario ABC Napoleón, junto a la esfinge.

La pirámide de Keops, que es la única construcción que perdura de las siete maravillas del mundo antiguo, sigue revelando nuevos secretos en sus imponentes 146 metros de altura. Un escaneado de la construcción de bloques de pieza caliza indicó hace unos días que podría haber pasadizos ocultos todavía sin descubrir, como evidencia el hecho de que se hayan registrado anomalías de temperatura de hasta seis grados. Un análisis científico que confirma lo que Napoleón Bonaparte intuyó en su propia piel tras pasar siete horas en el tétrico monumento: el misterio impregna cada uno de sus rincones.
Con el objetivo de liberar Egipto de las manos turcas, el prometedor general Bonaparte, victorioso en Italia, desembarcó en el país del Nilo durante el verano de 1798 con más de treinta mil soldados franceses poniéndose por objetivo avanzar en dirección a Siria. No en vano, el joven Napoleón perseguía algo más que objetivos militares y llevó consigo a un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos, historiadores...), más de un centenar, para que estudiaran al detalle aquel país de las pirámides maravillosas y los dioses milenarios. Entre ellos figuraban los matemáticos Gaspard Monge, fundador de la Escuela Politécnica; el físico Étienne-Louis Malus; y el químico Claude Louis Berthollet, inventor de la lejía. Es decir, algunos de los científicos más brillantes de su generación acudieron a la llamada del general, de 28 años, sin conocer siquiera el destino del viaje hasta que navegaron más allá de Malta: «No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber»

Europa redescubre Egipto

Fue en aquella expedición, entre lo militar y lo científico, cuando Europa redescubrió las maravillas del antiguo Egipto y encontró la llave para entenderlas. Mientras un soldado cavaba una trinchera en torno a la fortaleza medieval de Rachid (un enclave portuario egipcio en el mar Mediterráneo), halló por casualidad la conocida como la piedra Rosetta, la cual sirvió para descifrar al fin los ininteligibles jeroglíficos egipcios. Se trataba de una sentencia del rey Ptolomeo, fechada en 196 a. C, escrita en tres versiones: jeroglífico, demótico y griego. A partir del texto griego fue posible encontrar las equivalencias en los jeroglíficos y establecer un código para leer los textos antiguos.
No obstante, el viaje también sirvió a Napoleón a modo de búsqueda espiritual en una tierra que había perturbado la imaginación de grandes personajes de la historia. Como muchos de sus contemporáneos, el Gran Corso se sentía atraído por el exotismo oriental y había leído una obra muy popular por entonces, «El Viaje a Egipto y Siria de Constantin Volney», publicada en 1794 sobre los misterios de las civilizaciones de la zona.
En medio de las operaciones militares, Napoleón se dirigió a Tierra Santa con el propósito de confrontarse con el ejército turco y, de paso, a descansar por una noche en Nazaret. Y así lo hizo el 14 de abril de 1799, sin que hayan trascendido más detalles de esta particular parada turística. Ese mismo año, en agosto, Napoleón regresó a El Cairo haciendo noche supuestamente en el interior de la Pirámide de Keops. Su séquito habitual y un religioso musulmán le acompañaron hasta la Cámara del Rey, la habitación noble, que en aquella época era de difícil acceso, con pasadizos que no llegaban al metro y medio, y sin ningún tipo de iluminación más allá de las insuficientes antorchas.
Concretamente, la Cámara del Rey es una sala rectangular de unos 10 metros de largo y 5 metros de ancho conformado por losas de granito, paredes y techo lisos, sin decoración, y únicamente contiene un sarcófago vacío de granito, sin inscripciones, depositado allí durante la construcción de la pirámide, puesto que es más ancho que los pasadizos. El general corso pasó siete horas rodeado solo de murciélagos, ratas y escorpiones en la pirámide. Justo al amanecer, brotó de la laberíntica estructura, pálido y asustado. A las preguntas de inquietud de sus hombres de confianza sobre lo qué había ocurrido allí dentro, Napoleón respondió con un enigmático: «Aunque os lo contara no me ibais a creer».
De la pirámide, a la conquista política de París
Resulta imposible saber qué es lo que vio o sintió exactamente Napoleón en esas siete horas, o incluso si el episodio llegó a tener lugar, aunque parece probable que en todo caso el corso creyera sufrir alguna clase de experiencia mística inducida por la soledad, la oscuridad, las temperaturas extremas y los ruidos comúnes que distorsiona el eco. Lo que está claro es que –como han dado cuenta distintas obras de ficción, véase la novela de «El Ocho» (1988) de Katherine Neville o más recientemente Javier Sierra en «El Secreto Egipcio de Napoleón» (2002)– la noche de Napoleón dentro de la Gran Pirámide pareció cambiar su carácter para siempre. Pese a regresar derrotado militarmente a Francia, el corso despegó políticamente en los siguientes meses. En noviembre de ese año organizó el golpe de Estado del 18 de brumario que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, e inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder.
Lo que si tiene una respuesta más accesible es por qué razón quiso pernoctar en el monumento. Según explica el periodista Peter Tompkins en su clásico «Secretos de la Gran Pirámide», «Bonaparte quiso quedarse solo en la Cámara del Rey, como hiciera Alejandro Magno, según se decía, antes que él». Obsesionado durante toda su carrera con otros personajes históricos claves, Napoleón trató de emular las huellas del conquistador Alejandro Magno y del general romano Julio César, que supuestamente habían pasado también una noche en la cámara buscándose así mismos. El conquistador griego, del que se cuenta una infinidad de leyendas de su contacto con otros mitos de la Antigüedad, fundó Alejandría en el año 331 a.C. y consultó el oráculo egipcio, donde recibió al parecer su confirmación como hijo de Zeus-Amón y como conquistador del mundo. Ese mismo año, en Menfis, Alejandro Magno recibió las insignias y títulos de los faraones y realizó sacrificios a las divinidades egipcias.
Sale a la luz el "mayor secreto" de la pirámide de Keops en Egipto, por Infobae


Fuente: infobae

EL GAUCHO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD


El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza
El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza.

Las sociedades tradicionalistas de la Argentina, Uruguay y Brasil impulsan que la figura del gaucho sea considerada Patrimonio de la Humanidad. Tal decisión fue adoptada en una reunión realizada en julio último por la Confederación Internacional de la Tradición Gaucha.
El propósito es encomiable. Sobre todo en tiempos en que cualquier advenedizo procura, sin mucho debate y a veces sin ningún obstáculo, dar vuelta a un país y ponerlo en cero, que es como decir dejarlo sin pasado y sin la historia, que es conciencia de los verdaderos caminos recorridos. La figura del gaucho fue definitoria del paisaje vernáculo de nuestras naciones. Se la puede rastrear hasta comienzos del siglo XVI, lo que no es poco en países en definitiva jóvenes, que comenzaron a gestarse cuando los europeos se encontraron en estas tierras con quienes habían llegado antes no por galeones, sino por embarcaciones seguramente más modestas, procedentes de vaya a saberse qué aguas, o por el cruce del estrecho de Bering.
Cultivar la historia es indagar sobre el presente. Es un modo agradecido de rescatar la acción de quienes nos precedieron. Tener viva en el recuerdo la figura del gaucho es revalorizar lo que la tierra ofrenda a estos tres países del Cono Sur. Está bien que así sea, porque en alguno de los tres, y no hace falta precisar que en el nuestro, el desdén de un retardatario y falso progresismo urbano pretende desde hace años aislar al campo y a sus gentes de los afectos ciudadanos.
A su manera, hay gauchos todavía. Cómo no habría de haberlos si no hay ganadería posible sin ellos y sin la caballada que montan con esmerado arte peones y patrones para el manejo del rodeo, para el uso del lazo y para la doma. Difícil encontrarlos, claro, si se los buscara con el atuendo de Don Segundo, que describía Ricardo Güiraldes: "La blusa corta se levantaba un poco sobre el cabo del güero, del cual pendía el rebenque tosco y ennegrecido por el uso. El chiripá era largo, talar, y un simple pañuelo negro se anudaba en torno a su cuello, con las puntas divididas sobre el hombro...".
No hace falta, sin embargo, andar mucho por la provincia de Buenos Aires para toparse con algún paisano. Ese gaucho en quien se recreaban todos los gauchos todavía asistía, a comienzos de los sesenta, a las fiestas por el Día de la Tradición, que se conmemora hoy, y que se celebraban en La Porteña de Güiraldes, en San Antonio de Areco. Ese hombre, en cuya memoria rendimos homenaje a los gauchos que se han perdido en el tiempo, se llamaba Victorino Nogueira y era el último supérstite de los once domadores y reseros a los que Güiraldes había dedicado la novela memorable.
No hay acuerdo de por qué eso de "gaucho". Si por chaucho, deformación del árabe chaouch por el que se identifica al campesino nómade; si por huajcho, voz quichua para mencionar al huérfano, o por lo que haya sido en realidad. ¿Tal vez por el portugués gauderio, o sea, campesino errabundo? De lo que estamos seguros es del mediano acierto de la Real Academia Española cuando definió "gaucho" como "nombre con que se designa al campesino que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba en la llanura rioplatense de la Argentina, en el Uruguay y en Río Grande del Sur, Brasil".
No estamos conformes por completo con esa definición. Desde el norte salteño y los históricos gauchos de Güemes hasta el extremo sur, la paisanada que ha trabajado en los campos argentinos se asimiló sin exclusiones, en la sensibilidad nacional, a quienes participaron de la hazaña cultural de incorporar una inmensa región sudamericana a la cría de haciendas y a los cultivos que dieron a estas tierras la nombradía que aún perdura.
Celebremos la iniciativa de las entidades tradicionalistas. Si el mundo la acepta, la Argentina agregará a su patrimonio un valor de su cultura humanista a lo que ya le ha sido dado, en el renglón de su naturaleza, por el Parque Nacional Los Glaciares, por las Misiones Jesuíticas Guaraníes o por las cataratas del Iguazú, entre otras riquezas de asombro. Y si no, bienvenida de igual modo una idea que rondaba por algunas cabezas desde el encuentro tradicionalista de 1984, en Canelones, porque estimula la idealización y el cariño colectivo por el arquetipo de hombre que ha sido actor esencial en la configuración de nuestra nacionalidad, como lo han inmortalizado Prilidiano Pueyrredón, Carlos Ripamonte, Bernaldo de Quirós y Florencio Molina Campos.


Fuente: lanacion.com

PAGAN US$ 170,4 POR UNA PINTURA DE MODIGLIANI,
LA SEGUNDA MÁS CARA DE LA HISTORIA

Es la obra Desnudo reclinado.
Entre las vendidas en subasta sólo es superada en precio por Las mujeres de Argel, de Picasso.


Reclining Nude. No es el único desnudo de Modigliani, pero es el más desinhibido por la postura de la modelo. Fue la primera gran subasta de otoño.
Reclining Nude. No es el único desnudo de Modigliani, pero es el más desinhibido por la postura de la modelo. Fue la primera gran subasta de otoño.
La obra "Nu Couché" (Desnudo reclinado), de Amedeo Modigliani, subastada ayer en la galería neoyorquina Christie’s consiguió alcanzar los 170,4 millones de dólares de premio final (152 millones al bajar el martillo), con lo que superó con creces el último récord del artista, que se situaba en 71 millones de dólares. Pero además, la obra se sitúa como segunda pieza más cara subastada en la historia por detrás de "Las mujeres de Argel", de Pablo Picasso, vendida por 179,4 millones de dólares también por Christie's.
La pintura, que ha superado las expectativas de Christie’s de 100 millones de dólares, es uno de los últimos trabajos de la trágicamente corta carrera del pintor, el paradigma del artista bohemio romántico en París.
Aunque no fue el único de sus desnudos, sí se trata del más desinhibido por la postura de la modelo, que muestra su cuerpo acostado y con las piernas y brazos abiertos.
El récord para el artista italiano ha tenido lugar en la primera gran noche de subastas de Christie’s de otoño, dedicada a “la musa del artista” y que ha contado con 34 pinturas y esculturas de maestros como Paul Gauguin y Roy Lichtenstein, que también han conseguido sus propios récords.
Así, la escultura “Thérese”, de Gauguin, consiguió 30,9 millones de dólares, más que ninguna obra anterior del artista.
Igualmente, la colorista “Nurse” (Enfermera), de Liechtenstein, que partía con una estimación de 80 millones de dólares, consiguió llegar los 95,3 millones, lo máximo jamás pagado por una obra del artista pop hasta la fecha (56 millones).
La famosa y colorista obra, quintaesencia de la heroína de Lichtenstein, llevaba décadas fuera del mercado en manos de un coleccionista privado.
El arte impresionista, moderno y contemporáneo de artistas conocidos “no requiere de un gran riesgo estético o intelectual por parte del coleccionista”, dijo Sarah Lichtman, profesora de historia de diseño en la Escuela de Diseño Parson.


Fuente: clarin.com