SORPRESA EN EL MAR EGEO.
HALLAN RESTOS DE 22 BARCOS DE LA ANTIGUA GRECIA

Arqueología submarina. Tienen hasta 2.500 años de antigüedad

En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.
En plena tarea. Los investigadores, de Grecia y Estados Unidos.


Apenas trece días le bastaron al capitán George Koutsouflakis para batir un récord y transformar un desconocido archipiélago en la nueva meca de los buscadores de tesoros hundidos. Los restos de 22 barcos, algunos de ellos con más de 2.500 años de antigüedad, fueron descubiertos entre las islas de Fourni, en el mar Egeo.
A fines de septiembre, una expedición arqueológica integrada por investigadores de Estados Unidos y Grecia pudo confirmar la existencia de los restos de al menos 22 naufragios ocurridos entre el año 700 a.c. y el siglo XVI. Los barcos estaban hundidos en un radio de 44 kilómetros en las agua del Egeo, el mismo mar en el que solo a lo largo de este año ya murieron 454 inmigrantes que intentaban huir a Grecia.
“Preveíamos una temporada exitosa, pero nadie estaba preparado para esto. Los pecios –restos de barcos hundidos– se encontraban, literalmente, por todas partes”, señaló George Koutsouflakis, a cargo de la expedición que realizaron en forma conjunta el Eforato de Antigüedades Subacuáticas de Grecia y la Fundación Náutica RPM. Según el comunicado oficial, la región podría ser considerada como “la capital mundial de barcos naufragados antiguos”.

Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.
Tesoro. Lo hallado es de los años 700-480 a.C. y del siglo XVI.


Es la primera expedición arqueología subacuática en el archipiélago ubicado entre las islas de Icaria y de Samos, junto a la costa oeste de Turquía. De acuerdo a los investigadores, los pecios pertenecen a la Epoca Arcaica (700-480 a.C.) y finales de la Edad Media (siglo XVI). Entre los hallazgos se encuentran objetos que nunca habían sido encontrados en otros barcos hundidos. Para los investigadores, estos restos –ánforas del mar Negro y de la antigua Roma, otras con forma de zanahoria y tarros de terracota para almacenar salsa de pescado– resultarán de gran importancia para estudiar las rutas de comercio durante la antigüedad.
“El volumen de barcos hundidos en Fourni, una isla sin grandes ciudades ni puertos, habla sobre su importancia en la navegación y los peligros que entrañaba el Egeo oriental”, explicó Peter Campbell, codirector del proyecto, de la Universidad de Southampton.
El equipo tiene planeado volver el año próximo ya que hasta ahora sólo se exploró menos del cinco por ciento de las costas de las islas Fourni.
Según Koutsouflakis, en una temporada habitual de buceo, no suelen encontrar más de unos 5 barcos. Esta vez, fueron 22 y en tan solo trece días. De esta manera, el equipo logró batir un récord y sacar del primer puesto al estudio que en 2008 pudo encontrar 10 naufragios en diez días en torno a la isla de Chios, también en el mar Egeo.




LO QUE NAPOLEÓN VIO DENTRO DE LA GRAN PIRÁMIDE
Y LE DEJÓ ATERRORIZADO

Napoleón, junto a la esfinge.
© Diario ABC Napoleón, junto a la esfinge.

La pirámide de Keops, que es la única construcción que perdura de las siete maravillas del mundo antiguo, sigue revelando nuevos secretos en sus imponentes 146 metros de altura. Un escaneado de la construcción de bloques de pieza caliza indicó hace unos días que podría haber pasadizos ocultos todavía sin descubrir, como evidencia el hecho de que se hayan registrado anomalías de temperatura de hasta seis grados. Un análisis científico que confirma lo que Napoleón Bonaparte intuyó en su propia piel tras pasar siete horas en el tétrico monumento: el misterio impregna cada uno de sus rincones.
Con el objetivo de liberar Egipto de las manos turcas, el prometedor general Bonaparte, victorioso en Italia, desembarcó en el país del Nilo durante el verano de 1798 con más de treinta mil soldados franceses poniéndose por objetivo avanzar en dirección a Siria. No en vano, el joven Napoleón perseguía algo más que objetivos militares y llevó consigo a un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos, historiadores...), más de un centenar, para que estudiaran al detalle aquel país de las pirámides maravillosas y los dioses milenarios. Entre ellos figuraban los matemáticos Gaspard Monge, fundador de la Escuela Politécnica; el físico Étienne-Louis Malus; y el químico Claude Louis Berthollet, inventor de la lejía. Es decir, algunos de los científicos más brillantes de su generación acudieron a la llamada del general, de 28 años, sin conocer siquiera el destino del viaje hasta que navegaron más allá de Malta: «No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber»

Europa redescubre Egipto

Fue en aquella expedición, entre lo militar y lo científico, cuando Europa redescubrió las maravillas del antiguo Egipto y encontró la llave para entenderlas. Mientras un soldado cavaba una trinchera en torno a la fortaleza medieval de Rachid (un enclave portuario egipcio en el mar Mediterráneo), halló por casualidad la conocida como la piedra Rosetta, la cual sirvió para descifrar al fin los ininteligibles jeroglíficos egipcios. Se trataba de una sentencia del rey Ptolomeo, fechada en 196 a. C, escrita en tres versiones: jeroglífico, demótico y griego. A partir del texto griego fue posible encontrar las equivalencias en los jeroglíficos y establecer un código para leer los textos antiguos.
No obstante, el viaje también sirvió a Napoleón a modo de búsqueda espiritual en una tierra que había perturbado la imaginación de grandes personajes de la historia. Como muchos de sus contemporáneos, el Gran Corso se sentía atraído por el exotismo oriental y había leído una obra muy popular por entonces, «El Viaje a Egipto y Siria de Constantin Volney», publicada en 1794 sobre los misterios de las civilizaciones de la zona.
En medio de las operaciones militares, Napoleón se dirigió a Tierra Santa con el propósito de confrontarse con el ejército turco y, de paso, a descansar por una noche en Nazaret. Y así lo hizo el 14 de abril de 1799, sin que hayan trascendido más detalles de esta particular parada turística. Ese mismo año, en agosto, Napoleón regresó a El Cairo haciendo noche supuestamente en el interior de la Pirámide de Keops. Su séquito habitual y un religioso musulmán le acompañaron hasta la Cámara del Rey, la habitación noble, que en aquella época era de difícil acceso, con pasadizos que no llegaban al metro y medio, y sin ningún tipo de iluminación más allá de las insuficientes antorchas.
Concretamente, la Cámara del Rey es una sala rectangular de unos 10 metros de largo y 5 metros de ancho conformado por losas de granito, paredes y techo lisos, sin decoración, y únicamente contiene un sarcófago vacío de granito, sin inscripciones, depositado allí durante la construcción de la pirámide, puesto que es más ancho que los pasadizos. El general corso pasó siete horas rodeado solo de murciélagos, ratas y escorpiones en la pirámide. Justo al amanecer, brotó de la laberíntica estructura, pálido y asustado. A las preguntas de inquietud de sus hombres de confianza sobre lo qué había ocurrido allí dentro, Napoleón respondió con un enigmático: «Aunque os lo contara no me ibais a creer».
De la pirámide, a la conquista política de París
Resulta imposible saber qué es lo que vio o sintió exactamente Napoleón en esas siete horas, o incluso si el episodio llegó a tener lugar, aunque parece probable que en todo caso el corso creyera sufrir alguna clase de experiencia mística inducida por la soledad, la oscuridad, las temperaturas extremas y los ruidos comúnes que distorsiona el eco. Lo que está claro es que –como han dado cuenta distintas obras de ficción, véase la novela de «El Ocho» (1988) de Katherine Neville o más recientemente Javier Sierra en «El Secreto Egipcio de Napoleón» (2002)– la noche de Napoleón dentro de la Gran Pirámide pareció cambiar su carácter para siempre. Pese a regresar derrotado militarmente a Francia, el corso despegó políticamente en los siguientes meses. En noviembre de ese año organizó el golpe de Estado del 18 de brumario que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, e inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder.
Lo que si tiene una respuesta más accesible es por qué razón quiso pernoctar en el monumento. Según explica el periodista Peter Tompkins en su clásico «Secretos de la Gran Pirámide», «Bonaparte quiso quedarse solo en la Cámara del Rey, como hiciera Alejandro Magno, según se decía, antes que él». Obsesionado durante toda su carrera con otros personajes históricos claves, Napoleón trató de emular las huellas del conquistador Alejandro Magno y del general romano Julio César, que supuestamente habían pasado también una noche en la cámara buscándose así mismos. El conquistador griego, del que se cuenta una infinidad de leyendas de su contacto con otros mitos de la Antigüedad, fundó Alejandría en el año 331 a.C. y consultó el oráculo egipcio, donde recibió al parecer su confirmación como hijo de Zeus-Amón y como conquistador del mundo. Ese mismo año, en Menfis, Alejandro Magno recibió las insignias y títulos de los faraones y realizó sacrificios a las divinidades egipcias.
Sale a la luz el "mayor secreto" de la pirámide de Keops en Egipto, por Infobae


Fuente: infobae

EL GAUCHO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD


El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza
El gaucho, arquetipo de nuestra nacionalidad, en la foto de Francisco Ayerza.

Las sociedades tradicionalistas de la Argentina, Uruguay y Brasil impulsan que la figura del gaucho sea considerada Patrimonio de la Humanidad. Tal decisión fue adoptada en una reunión realizada en julio último por la Confederación Internacional de la Tradición Gaucha.
El propósito es encomiable. Sobre todo en tiempos en que cualquier advenedizo procura, sin mucho debate y a veces sin ningún obstáculo, dar vuelta a un país y ponerlo en cero, que es como decir dejarlo sin pasado y sin la historia, que es conciencia de los verdaderos caminos recorridos. La figura del gaucho fue definitoria del paisaje vernáculo de nuestras naciones. Se la puede rastrear hasta comienzos del siglo XVI, lo que no es poco en países en definitiva jóvenes, que comenzaron a gestarse cuando los europeos se encontraron en estas tierras con quienes habían llegado antes no por galeones, sino por embarcaciones seguramente más modestas, procedentes de vaya a saberse qué aguas, o por el cruce del estrecho de Bering.
Cultivar la historia es indagar sobre el presente. Es un modo agradecido de rescatar la acción de quienes nos precedieron. Tener viva en el recuerdo la figura del gaucho es revalorizar lo que la tierra ofrenda a estos tres países del Cono Sur. Está bien que así sea, porque en alguno de los tres, y no hace falta precisar que en el nuestro, el desdén de un retardatario y falso progresismo urbano pretende desde hace años aislar al campo y a sus gentes de los afectos ciudadanos.
A su manera, hay gauchos todavía. Cómo no habría de haberlos si no hay ganadería posible sin ellos y sin la caballada que montan con esmerado arte peones y patrones para el manejo del rodeo, para el uso del lazo y para la doma. Difícil encontrarlos, claro, si se los buscara con el atuendo de Don Segundo, que describía Ricardo Güiraldes: "La blusa corta se levantaba un poco sobre el cabo del güero, del cual pendía el rebenque tosco y ennegrecido por el uso. El chiripá era largo, talar, y un simple pañuelo negro se anudaba en torno a su cuello, con las puntas divididas sobre el hombro...".
No hace falta, sin embargo, andar mucho por la provincia de Buenos Aires para toparse con algún paisano. Ese gaucho en quien se recreaban todos los gauchos todavía asistía, a comienzos de los sesenta, a las fiestas por el Día de la Tradición, que se conmemora hoy, y que se celebraban en La Porteña de Güiraldes, en San Antonio de Areco. Ese hombre, en cuya memoria rendimos homenaje a los gauchos que se han perdido en el tiempo, se llamaba Victorino Nogueira y era el último supérstite de los once domadores y reseros a los que Güiraldes había dedicado la novela memorable.
No hay acuerdo de por qué eso de "gaucho". Si por chaucho, deformación del árabe chaouch por el que se identifica al campesino nómade; si por huajcho, voz quichua para mencionar al huérfano, o por lo que haya sido en realidad. ¿Tal vez por el portugués gauderio, o sea, campesino errabundo? De lo que estamos seguros es del mediano acierto de la Real Academia Española cuando definió "gaucho" como "nombre con que se designa al campesino que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba en la llanura rioplatense de la Argentina, en el Uruguay y en Río Grande del Sur, Brasil".
No estamos conformes por completo con esa definición. Desde el norte salteño y los históricos gauchos de Güemes hasta el extremo sur, la paisanada que ha trabajado en los campos argentinos se asimiló sin exclusiones, en la sensibilidad nacional, a quienes participaron de la hazaña cultural de incorporar una inmensa región sudamericana a la cría de haciendas y a los cultivos que dieron a estas tierras la nombradía que aún perdura.
Celebremos la iniciativa de las entidades tradicionalistas. Si el mundo la acepta, la Argentina agregará a su patrimonio un valor de su cultura humanista a lo que ya le ha sido dado, en el renglón de su naturaleza, por el Parque Nacional Los Glaciares, por las Misiones Jesuíticas Guaraníes o por las cataratas del Iguazú, entre otras riquezas de asombro. Y si no, bienvenida de igual modo una idea que rondaba por algunas cabezas desde el encuentro tradicionalista de 1984, en Canelones, porque estimula la idealización y el cariño colectivo por el arquetipo de hombre que ha sido actor esencial en la configuración de nuestra nacionalidad, como lo han inmortalizado Prilidiano Pueyrredón, Carlos Ripamonte, Bernaldo de Quirós y Florencio Molina Campos.


Fuente: lanacion.com

PAGAN US$ 170,4 POR UNA PINTURA DE MODIGLIANI,
LA SEGUNDA MÁS CARA DE LA HISTORIA

Es la obra Desnudo reclinado.
Entre las vendidas en subasta sólo es superada en precio por Las mujeres de Argel, de Picasso.


Reclining Nude. No es el único desnudo de Modigliani, pero es el más desinhibido por la postura de la modelo. Fue la primera gran subasta de otoño.
Reclining Nude. No es el único desnudo de Modigliani, pero es el más desinhibido por la postura de la modelo. Fue la primera gran subasta de otoño.
La obra "Nu Couché" (Desnudo reclinado), de Amedeo Modigliani, subastada ayer en la galería neoyorquina Christie’s consiguió alcanzar los 170,4 millones de dólares de premio final (152 millones al bajar el martillo), con lo que superó con creces el último récord del artista, que se situaba en 71 millones de dólares. Pero además, la obra se sitúa como segunda pieza más cara subastada en la historia por detrás de "Las mujeres de Argel", de Pablo Picasso, vendida por 179,4 millones de dólares también por Christie's.
La pintura, que ha superado las expectativas de Christie’s de 100 millones de dólares, es uno de los últimos trabajos de la trágicamente corta carrera del pintor, el paradigma del artista bohemio romántico en París.
Aunque no fue el único de sus desnudos, sí se trata del más desinhibido por la postura de la modelo, que muestra su cuerpo acostado y con las piernas y brazos abiertos.
El récord para el artista italiano ha tenido lugar en la primera gran noche de subastas de Christie’s de otoño, dedicada a “la musa del artista” y que ha contado con 34 pinturas y esculturas de maestros como Paul Gauguin y Roy Lichtenstein, que también han conseguido sus propios récords.
Así, la escultura “Thérese”, de Gauguin, consiguió 30,9 millones de dólares, más que ninguna obra anterior del artista.
Igualmente, la colorista “Nurse” (Enfermera), de Liechtenstein, que partía con una estimación de 80 millones de dólares, consiguió llegar los 95,3 millones, lo máximo jamás pagado por una obra del artista pop hasta la fecha (56 millones).
La famosa y colorista obra, quintaesencia de la heroína de Lichtenstein, llevaba décadas fuera del mercado en manos de un coleccionista privado.
El arte impresionista, moderno y contemporáneo de artistas conocidos “no requiere de un gran riesgo estético o intelectual por parte del coleccionista”, dijo Sarah Lichtman, profesora de historia de diseño en la Escuela de Diseño Parson.


Fuente: clarin.com

SE EXHIBEN "TESOROS" DE LOS JESUITAS

En el Museo Mitre habrá además conciertos y charlas


Silvina Premat

Verdaderas joyas culturales, como libros del siglo XVIII, acompañadas por conciertos musicales, proyección de videos y disertaciones referidas a los aportes sociales de los jesuitas, componen la muestra Patrimonio Jesuita del Museo Mitre.
Se trata de una treintena de libros escritos por jesuitas o que tienen a sacerdotes de esa orden como protagonistas y que componen la Biblioteca Americana del Museo Mitre, ubicado en San Martín 336, en pleno centro porteño.
La programación comienza hoy, con un concierto de la música que se tocaba y escuchaba en las misiones en el siglo XVI. Será a las 18.30 en la Iglesia de San Ignacio (Bolívar 225) y estará a cargo de los coros Capilla Musical y San Ignacio de San Ignacio.
La apertura del exhibición en el Mitre se hará el jueves, día en el que se ofrecerán disertaciones sobre la talla en madera del siglo XVII Cristo de los Huarpes o Cristo del Seminario, y sobre la presencia de los jesuitas en la provincia de Mendoza.
En las vitrinas se exhibirán "libros comprados por Bartolomé Mitre luego de la expulsión de esa orden de América latina", describió a LA NACIÓN Juan Eduardo Fleming, presidente de la Asociación de Amigos de ese museo. Es decir, la mayoría de ellos son anteriores a 1767, una época en la que, según recuerda Fleming, las bibliotecas de las misiones jesuíticas contenían unos 2500 títulos y la biblioteca más ilustre del país, la de Tucumán, tenía apenas medio centenar de libros.

Tesoros encontrados

Con la curaduría del museólogo Hugo Martín, que incluyó grabados y ampliación de acuarelas, la muestra exhibirá algunos tesoros culturales. Entre ellos, se destaca el Lunario, escrito por el primer astrónomo del continente americano, el sacerdote jesuita Buenaventura Suárez, en el que previó los movimientos de la Luna desde el 1600 hasta el 1900. Un avance científico notable y fruto del trabajo de sacerdotes y guaraníes. Se sabe que en las misiones se pulían lentes para los telescopios, por ejemplo.
También se exhibirá una edición de 1942 de Hacia allá y para acá, el libro de Florian Pauque sobre su experiencia en la misión San Javier, de Santa Fe, que contiene más de un centenar de acuarelas.
Entre otras, también habrá obras de Bartolomé de las Casas, el mayor cronista de las vicisitudes de guaraníes y jesuitas; de Guillermo Furlong, y de José Sánchez Labrador.
El programa de la muestra, que permanecerá abierta hasta fines de diciembre, se completa con una agenda de encuentros vespertinos en el mismo Museo Mitre. Cada uno de ellos será conducido por un especialista e incluye la presentación de un libro sobre el papa jesuita La visión estratégica del papa Francisco, el miércoles 25, con la participación de su autor, Jorge Castro; Fleming, y el secretario de la Unión Mundial de Exalumnos Jesuitas, Carlos Gianicolo.
En tanto, el miércoles 18, el documentalista Sergio Raczko proyectará el video sobre la jurisdicción jesuítica creada en 1509, llamada Paraquaria, y que abarcaba Uruguay, la Argentina, el sudoeste de Brasil, el sudeste de Bolivia, Paraguay y Chile.
El proyecto de la muestra surgió el año pasado cuando, con ocasión de los 200 años de la restauración de los jesuitas, consultó la Biblioteca Americana del Museo Mitre y se topó con "maravillas", como llama a los libros incunables y documentos exhibidos.
"Mi interés fue proyectar la importancia de los valores sociales, sin perjuicio de los religiosos, que los jesuitas transmitieron a través de la educación", dijo Fleming.



Fuente:lanacion.com

REINAUGURARON LA FONTANA DI TREVI





Re inauguraron la Fontana di Trevi


Luego de largos meses de espera y quejas de todo tipo y color por parte de los turistas ilusionados en conocer la famosa fontana, los 26 restauradores dieron fin a la obra.
La obra costó un total de 2.2 millones de euros y la financió la famosa firma de modas Fendi. La obra básicamente conformó la restauración de las esculturas, se instaló un nuevo sistema para que el agua fluya y no dañe los mármoles y se limpió en su totalidad.



Fuente: facebook/radio mitre

BORGES, MEMORIA Y OLVIDO




Loreley Gaffoglio / La Nación



Hay obsesiones que de tan viejas y acendradas un buen día terminan gobernándonos. Es por eso que sentí como un destino -y no un azar- que una cuestión familiar me empujara finalmente hasta Ginebra. Esa ciudad sin énfasis, despreocupada hasta de su propia identidad, pero misteriosa por ser -como decía Borges- "la más propensa para la felicidad", me permitía sepultar un antiguo desvelo: llevarle flores a su tumba en el Cementerio de los Reyes y, en silencio, enfrentada a su sombra, descifrar por qué eligió morir en la ciudad de Calvino.
María Esther Vázquez me había confiado antes del viaje que, al despedirse de Bioy Casares por teléfono, Borges le había asegurado que "cualquier lugar es bueno para morir". "Sólo pedía las dos fechas abstractas en su lápida y el olvido", recordó. Pero hasta esa última voluntad resultó paradójica como su obra: había dado instrucciones de ser cremado.Releí en el avión su libro Borges. Esplendor y derrota. Quería trajinar la ciudad con espíritu literario y evocación borgeana. Perderme como una flâneuse por los pasadizos medievales de la Ciudad Vieja hasta llegar al 17 de Rue Malagnou, donde entre los 15 y los 18 años se guareció con su familia al desatarse la Primera Guerra. Esa biografía me ayudó a planificar el derrotero: debía unir en bicicleta los siete puentes del Ródano para recrear su trajín urbano un siglo atrás. Llegar hasta el Collège Calvin, donde sus amigos, los polacos Jichlinski y Abramowicz, en vez de burlarse de su tartamudez, como antes le sucedía en Palermo, celebraban su erudición, aprendían a jugar al truco y lo entrenaban en el francés. Hasta me impuse improvisar un picnic a la vera de ese "mar calmo" que es el lago Leman y otear el Mont Blanc, la montaña más alta de Europa, imán de sus escapadas familiares y fuente de inspiración para los dibujos de su hermana Norah.
Fue durante su educación ginebrina cuando Borges asomó a los autores que citaría incansablemente después. Ante todo Schopenhauer, con un libro en particular que lo deslumbró: El mundo como voluntad y representación. Luego, vendrían Chesterton , De Quincey, Conrad y Carlyle, y más tarde, con la sola ayuda de un diccionario, el Fausto y la literatura germánica.
Suiza fue también el escenario de su traumático debut sexual y la geografía que le inspiró su único cuento romántico, "Ulrica". La máscara de Javier Otárola como narrador sobrevino a partir de su arrobamiento por una muchacha rubia y frágil que, al día siguiente de conocerlo, lo plantó. Si su mundo fue, como él dijo, "un incesante manantial de sorpresas, de perplejidades, de desdichas" y también de felicidad, los temas de su literatura fueron "sueños dirigidos" surgidos de vivencias deformadas en su infancia y temprana juventud. Por eso Ginebra fue, al menos, uno de sus espejos.
Recorrí cada uno de esos escenarios con ilusión, pero en ninguno hallé una referencia a nuestro escritor mayor. Su antiguo hogar ya no existe, la explanada del lago Leman es un desfile del cosmopolitismo ginebrino, y en las librerías no se consigue el grueso de su obra. Quedan en pie, sí, su colegio, una calle lejana que evoca su nombre, y un cartel anodino en una esquina de la Ciudad Vieja que recuerda, como al pasar, que en el 28 de la Grand Rue vivió en sus últimos meses de vida.
La gran excepción es el camposanto de Plainpalais. Allí, en el sepulcro 735, pegado a la tumba de Grisélidis Réal, "escritora, pintora, prostituta (1929-2005)", una lápida en piedra gris de punilla, con su nombre esculpido, la imagen de siete guerreros con sus espadas rotas y un epitafio en inglés antiguo cuya traducción es "Y que no temieran" señalan su morada. Un frondoso tejo -el árbol que por su longevidad es símbolo de eternidad- derrama allí su sombra y sus frutos rojos y maduros. Lo bautizaron If, como el poema de Kipling.
Al acercarme compruebo que un joven porteño está recostado junto al sepulcro. Escucha milongas y junta los frutos caídos del tejo. "Quizá las semillas de éste árbol absorbieron algo de él -me dice-. Quiero plantarlas en Buenos Aires."
El cementerio es un jardín cuidado con senderos de grava, bancos y silencio. Acaricio su nombre en la piedra y percibo el vaivén de otras miles de manos que pulieron la lápida. Otra paradoja borgeana: en medio de su palpable soledad, Borges rara vez está solo. Me inclino y me confieso. Imagino que alguien responde: "Está solo y no hay nadie en el espejo".


Fuente texto: lanacion.com