LA MUERTE DE NISMAN TAMBIÉN LLEGA AL ARTE

Una frase de Berni, el secretario de Seguridad, conmovió a Gustavo Marrone, que hoy inaugura una muestra singular de "cuadros-sándwich"
La obra tiene lado A y lado B
La obra tiene lado A y lado B.

Por Fernando García

Es lógico googlear la palabra "Berni" si se está escribiendo sobre arte. Sobre todo si tenemos en cuenta que, otra vez, el heavyweight rosarino convocó multitudes: 148.000 personas en Malba con la muestra "Juanito y Ramona". Pero sucede que ahora lo que se está buscando es la frase "Alguien pudo haber salido por esa puerta" atribuida a Berni, sí, pero Sergio, el secretario de Seguridad comprometido desde la noche del 18 de enero en el brumoso caso Nisman.
Esa frase, extrapolada de su contexto, con ese aire de novela noire pasó a quedar inscripta en una obra contemporánea del artista Gustavo Marrone. En un formato de pintura negra (pintura asfáltica y arena) que remite al informalismo de Alberto Greco y otro que apropia la técnica callejera del stencil, Marrone sacó la frase de Berni (Sergio) del mundo del crimen para situarla en el contexto de Berni (Antonio): la pintura, el arte.
En esa traspolación contundente, Marrone creó la primera obra pos Nisman del arte argentino o acaso el primer statement plástico sobre la misteriosa muerte del fiscal. Exhibida como esos carteles sándwich que pululan por las zonas comerciales de la ciudad, la obra se verá desde hoy en la inauguración de la muestra "Hipocentro", en la flamante galería Cosmocosa (Montevideo 1430).
Gustavo Marrone es un artista con raíces en la estética neoexpresionista del under que dejó la Argentina en 1988 y volvió al país en 2012. Empezó a trabajar en esta muestra hacia diciembre y el Nismangate lo tomó en medio de la preparación de estos carteles sándwich de autor. La frase de Berni (Sergio) fue dicha la mañana del 22 de enero en el programa de radio que conduce Jorge Rial y se relacionaba con el trabajo de un cerrajero en el departamento que el fiscal ocupaba en la torre Le Parc.
Marrone incorporó esa frase a otras con las que venía trabajando como "María, cerveza y sexo", tomada del perfil de un internauta, o "La verdad está ahí solo hay que evitarla". En todos los casos a Marrone le interesaba registrar frases que "tienen una pulsión pero no resuelven; la pulsión de dejar algo pero no dejar nada".
"En este caso se trata de una frase dicha con todo el peso de la autoridad, tanto del poder como de los medios, que a la vez no significa nada. Me impresionó más allá del caso Nisman porque deja abierto todo. ¿Puede haber salido alguien o no? Es reconocer que se está a la merced de cualquier sorpresa, no hay nada previsible y esto es anunciado, repito, desde el poder".
Cada uno de los cuadros que presenta Marrone en esta exposición tiene su contracuadro, el lado B. En el caso del Berni se lee, en el reverso, la frase "Seguro seguro no hay nada". Anónima, tomada de la lengua popular, polinizada a nivel marca país, la frase parece completar esa zona de penumbra que surgió de la declaración del secretario de Seguridad. Como refiere María Moreno en el ensayo que acompaña la muestra, el artista trabaja sobre "escombros semánticos". Para Marrone, esta frase de Sergio Berni que dejó marcada en letra de molde abre el juego a una crítica más abarcativa: "Tiene que ver con un problema que veo que hay en la comunicación en la Argentina. Todo parece dicho con el tenor de un patio de vecinos: todo es probabilidad, potencialidad".
Éste es para Marrone un estado de las cosas que deviene palabra como síntoma. El artista se considera heredero de Federico Manuel Peralta Ramos en cuanto a su "amor enloquecido por la ciudad"; por caminarla, observarla y llevarla a la obra: "En Once ves mucha gente tirada en la calle que como todas estas frases entró en un estado de no resolución".
Como con el legendario Peralta Ramos, estas obras de Marrone se cierran sobre su escritura. La misma frase de Berni (Sergio), por ejemplo, hace referencia al caso Nisman pero se independiza como objeto: la vemos y la nombramos al mismo tiempo. Es en la densidad de los materiales donde Marrone marca una diferencia sustancial con el llamado arte textual (una rama de los conceptualismos de los 70). Pudo haber escrito la misma frase en papel pero contra toda la liviandad de las frases, Marrone decidió que las obras (y las palabras) pesaran. El fondo negro que se mimetiza con la letra de molde, la argamasa de brea y arena, toda una materialidad que sugiere algo de tabla de la ley o de bando petrificado. Que pesaran y que pasaran, también. Por eso esa traslación del cartel sándwich, un recurso de la cultura popular con mensajes que la gente apenas advierte mientras camina, al ambiente de la galería de arte.
Así las cosas, mientras la muerte del fiscal continúa en el ominoso terreno del enigma, el arte contemporáneo argentino en manos de Gustavo Marrone recortó una frase representativa del caso para eternizarla en obra. Y en ese acto cerró un círculo: si Berni (Antonio) fue de la pintura a la política; Berni (Sergio), sus dichos al menos, pasaron del ámbito del crimen político al arte contemporáneo. La historia y el arte, se ve, son incesantes.
 

Fuente: lanacion.com

IMPRESIÓN 3D, PUENTE ENTRE LA PINTURA Y LA CEGUERA


Algunos museos usan esta tecnología para copiar obra que puede ser tocada

En el Museo Van Gogh, arte para tocar  Foto: EFE
En el Museo Van Gogh, arte para tocar. Foto: EFE


La impresión 3D llegó al ambiente del arte y se convirtió en un puente entre las obras y las personas no videntes o de escasa visión. Los museos del Prado, en Madrid, y Van Gogh, en Amsterdam, son apenas dos ejemplos de instituciones que ya disponen de copias de pinturas de grandes maestros que son tocadas con minuciosidad por ciegos.
Una versión de la Mona Lisa, copia de un alumno de Leonardo Da Vinci, es apreciada por un hombre ciego en el Museo del Prado, que estaba habituado a recorrer las salas junto con su esposa, quien le relataba hasta los mínimos detalles de las pinturas que le interesaban.
La impresión 3D ahora le permite establecer contacto concreto entre la obra que pensó y la obra que siente que es. Incluso la mayoría de las copias con relieve están impresas en color porque hay muchos visitantes que tienen muy limitada su visión, pero aún pueden percibir tonos.
"Hoy toca el Prado", es el nombre de la iniciativa del museo español que estará abierta hasta julio próximo y es gratis para personas afectadas de ceguera.
En el Museo Van Gogh, en Amsterdam, hace pocos días comenzaron visitas guiadas especiales para personas ciegas o con graves deficiencias visuales que, por ejemplo, pueden tocar copias de obras como Los Girasoles o Campo de trigo bajo el cielo nublado.
Los británicos suelen decir que hay que retroceder seis pasos para ver en todo su esplendor una obra artística y que al acercarse pueden detectarse todos los retoques y restauraciones efectuados. La nueva opción de "tocar" obra crecerá sin lugar a dudas.
Tanto en la National Gallery de Londres como en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York ya se desarrollan actividades especiales para personas con ceguera o disminuidos visuales, que incluyen clases de dibujo y la posibilidad de hacer "arte táctil", es decir, tocar copias.
Si se buscan antecedentes de estas prácticas, hay que recordar que en 2011, en la Galería Uffizi de Florencia se exhibieron algunas obras en 3D, como El Nacimiento de Venus, pero en pequeño formato. Y el Museo Nacional de San Carlos, de México, incursionó en el uso de collage para reproducir pinturas que pudieran ser sentidas por ciegos.
El camino iniciado tanto por el Museo del Prado como por el de Van Gogh tiene la peculiaridad del color y del formato en tamaño real de la obra. Y, un detalle más que es muy apreciado por sus visitantes: la obra puede estar colgada, como el resto de los cuadros, o es apoyada sobre mesas especiales, según prefiera el visitante. En ambos casos, lo más importante es que la persona puede representarse cómo es la obra original por medio de sus manos.


Fuente: lanacion.com

ARTURO PÉREZ-REVERTE:
"LA CULTURA ES EL ANTÍDOTO CONTRA LA BARBARIE"

Literatura / La entrevista tácita         
El novelista español Arturo Pérez-Reverte.

Por Martín Rodríguez Yebra / LA NACIÓN

  

MADRID.- Arturo Pérez-Reverte cumplió 30 años como novelista. Cada nuevo lanzamiento, siempre destinado a las listas de éxito, lo obliga al ejercicio de responder mil y una entrevistas, a destripar el argumento, explicar su inspiración, defender a sus personajes y, de rebote, opinar sobre la última noticia bomba del diario de la mañana. "Yo trabajo de esto", bromea este ex corresponsal de guerra que huye de la definición de "artista" y se ubica con orgullo en la categoría de escritor profesional. Pero que nadie espere de él un relato rutinario. Pérez-Reverte derrocha pasión cuando habla de su obra, sin dejar nunca de mirar fijo a los ojos, con los huesos del cuello que parecen salirse del cuerpo. Hombres buenos, la novela que publicó el jueves en España, lo devuelve al siglo XVIII, un ambiente que lo fascina. Relata en casi 600 páginas la odisea de dos miembros de la Real Academia a quienes se les encomienda viajar en secreto a la París prerrevolucionaria a conseguir los 28 tomos de L'Enciclopédie, obra maldita y prohibida en España. Alfaguara la edita en abril en la Argentina, a donde el autor viajará para presentarla en la Feria del Libro. Es un canto a la Ilustración, pero también una reflexión amarga de una España -y por extensión una América- que no pudo ser. Un homenaje al libro como símbolo de la lucha contra el fanatismo, la incultura y la manipulación política que, en su visión, constituyen la "maldición histórica" del mundo hispano.


Siempre hay hombres buenos en los peores momentos.
Yo suelo referirme a la poca fe que tengo en el ser humano. Pero esta novela es muy optimista. Quería que el lector terminase sonriendo: que pensara que a pesar de todo son posibles el diálogo, la lealtad, la solidaridad entre gentes que no comparten la misma ideología, como ocurre con los dos protagonistas principales. Nuestro problema, e incluyo por supuesto a América latina, es que queremos al enemigo vencido, exterminado. ¡Al paredón! Ese afán por silenciar, por exterminar, por callar, por desterrar, porque desaparezca el diálogo con el contrario, es muy hispano.


La única certeza que tengo es que sin cultura estamos perdidos.
Sin pueblos educados que sean capaces de debatir y de escuchar al otro no vamos a ninguna parte. No hemos hecho el esfuerzo de formar generaciones de ciudadanos cultos. Siempre estaban atrás el gran dinero, el gran poder, la Iglesia. En España los últimos gobiernos se están cargando la cultura. Y mira Argentina, mira Venezuela.. Cuando no tienes mecanismos culturales de defensa estás desnudo; llega el demagogo de turno -no pongas nombres, quien sea- y te lleva al huerto. Al demagogo no le interesa educar. A los analfabetos, cuanto más fútbol televisado les des, más atrapados los vas a tener. La cultura es el único antídoto contra la barbarie.


La palabra tolerancia es equívoca.
Cualquier persona tiene el derecho a expresar públicamente una gilipollez y yo tengo el derecho a decir que eso es una gilipollez. La tolerancia no significa decir que todos son buenos. Significa escuchar lo que todos tienen para decir y discutirlo. Un pueblo inteligente escucha y luego juzga. Pero no hay que confundir tolerancia con cobardía. Si un imán está en una mezquita diciendo que a las mujeres hay que pegarles si salen a la calle sin velo, no es "tolerante" quien lo oye sin intervenir. Es cobarde.


Escribir es una tortura, un acto de lo más desagradable.
La fase bonita es imaginar la novela, documentarse, conocer los lugares, hablar con la gente, viajar. El momento de escribir es como ir a la oficina o trabajar en el diario. Me levanto por la mañana, me siento y taca-taca-tacatá. Ocho horas todos los días. Yo no soy un artista, soy un profesional que cuenta historias. Eso se hace con trabajo, mucho trabajo, y disciplina.


Mis libros son pura ficción, ya tuve demasiada realidad.
En este libro decidí introducir un segundo plano en el que el narrador -que se parece demasiado a mí, pero no soy yo- cuenta cómo se documenta y cómo construye la novela. Pero también es mentira. No pretendo hacer libros-documento, al estilo Javier Cercas. Fui reportero demasiados años en lugares difíciles y me empapé de realidad. No necesito realidad en mis novelas. No pretendo que el lector crea que le cuento historias verdaderas; quiero que comprenda el juego.


El honor es una palabra tan manipulada que hay que desconfiar.
Cuando un político jura por su honor, prepárate. El honor puedes fingirlo, la dignidad no. Con mis personajes intento enaltecer el sentido de la dignidad moral de las personas, que no tiene que ver con la ideología. La dignidad puede ser de izquierda o de derecha.


La única bandera en la que creo es el
Quijote. Hay muchas patrias y muchas banderas, que tantas veces están manipuladas por los canallas. Pero hay una patria que no falla, que es la lengua. Nosotros tenemos una patria común, que se llama castellano o español, y una bandera, que es el Quijote. Piensa en todo lo que pasó, las guerras de independencia, tanta sangre y tanto odio. Y sin embargo hubo hombres buenos aquí y allí que consiguieron que sigamos entendiéndonos con las mismas reglas. Cuando agitas el Quijote en alto y dices "en un lugar de la Mancha" o recitas "muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía" entonces, sí, me emociono.


Cartagena, 1951
 

Con más de 15 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, es el autor de habla hispana más exitoso de los últimos 20 años. Llegó a la literatura después de una larga carrera como periodista de guerra. Es miembro de la Real Academia Española (RAE). Entre sus obras se destacan El club Dumas, La Reina del Sur y la saga del capitán Alatriste.


Fuente: lanacion.com

EL EXCÉNTRICO TURNER: EL ARTISTA QUE LO PINTÓ TODO

Manuscrito

    Autorretrato. 1799. Foto: Tate Gallery

Por Hinde Pomeraniec / Para LA NACIÓN

No, de él no puede decirse que fue un artista incomprendido, que vivió sufriendo porque su arte era rechazado por su época y que recién a la hora de su muerte el mundo advirtió la riqueza de su legado. Joseph Mallord William Turner (1775-1851) disfrutó desde muy joven y durante su larga vida el reconocimiento de la crítica y también del público, logró hacer mucho dinero con su obra y marcó tendencias que se continuaron a lo largo del tiempo en la historia del arte. Turner es para muchos el mayor pintor inglés; ha sido también reconocido como un faro para lo que luego sería el movimiento impresionista y se lo conoce como "el pintor de la luz". Sus cielos y sus aguas tienen sello distintivo. Ver sus paisajes y respirar esos colores es convertir para siempre la mirada: ya nunca más habrá imágenes de la naturaleza que no remitan a sus obras.
Hijo de un barbero y una madre que murió en un hospicio para enfermos mentales, Turner nació en Londres, donde siguió viviendo aunque alternaba con estancias en pequeños poblados en los cuales sus mecenas tenían sus mansiones y también con viajes hacia otras localidades europeas: nunca dejaba de acompañarse con sus libretas para abocetar lo que luego serían sus acuarelas y óleos. Comenzó a pintar y a exhibir sus obras en la pubertad; pronto fue nombrado miembro de la Royal Academy y a los 17 años ya vivía de su trabajo. A sus cuadros los llamaba "mis hijos" y aunque tuvo hijos reales, no los reconoció oficialmente. Su pasión estuvo concentrada en el arte, en la perfección y en la competencia. Tuvo dos hijas con su amante Sarah Danby, viuda de un amigo, y en la vejez vivió acompañado por Sophia Booth, también viuda, dueña del albergue de Margate, en la costa de Kent, en donde el artista se alojaba con frecuencia: desde su cuarto favorito podía observar a sus anchas un ángulo del Mar del Norte que lo fascinaba por la disposición de la luz.
Turner, el romántico, lo pintó todo: la vida, la muerte, el pasado remoto. Las aguas, los cielos, las montañas, los bosques. El fuego, la nieve, las olas, las nubes: nada de la naturaleza le resultó ajeno y su mayor interés estaba en las expresiones más extremas de lo natural. En 1810, permaneció en campo abierto junto con un amigo durante una tormenta de nieve en Yorkshire para experimentarla y poder luego reproducirla. Décadas más tarde, se hizo atar por los marineros al mástil del barco Ariel durante 4 horas en medio de una furiosa tormenta que luego volcaría en "Tempestad de nieve en el mar", de 1842.
   Tempestad de nieve en el mar. 1842. Foto: Tate Gallery
Aunque lo pintó todo, eligió no aparecer en sus pinturas. Se conservan algunos autorretratos de juventud y una espalda iluminada en su estudio, en "El artista y sus admiradores", de 1827. También puede verse su figura ya envejecida y excéntrica pero pintada por William Parrott en "Turner on Varnishing Day" (1846), una obra en la que se ve al artista de perfil, de galera y con los pinceles en la mano, dando los últimos retoques antes de la inauguración anual de la Royal Academy, el centro alrededor del cual giraba la vida artística de la época. Es este Turner viejo y caricaturesco el que reproduce Mr. Turner, la última película de Mike Leigh, protagonizada por ese monstruo de vísceras y emociones que es el gran actor inglés Timothy Spall.
      El artista y sus admiradores. Foto: Tate Gallery
           Turner en día de barnizado, de William Parrott. Foto: Museums Sheffield
Una de las escenas más poderosas es la que recrea el momento en que Turner, abrumado por la belleza y dimensiones de un cuadro del otro gran paisajista inglés, John Constable, ingresa a la sala atropelladamente, toma la paleta y pinta un manchón rojo, a la manera de un lacrado, sobre las grises aguas del mar de su pintura, que había sido colgada al lado de la de su colega. Quizás no sea tan atrevido pensar que gran parte del esnobismo en el arte puede haberse consolidado allí ese mismo día, entre los aplausos y grititos de entusiasmo de los asistentes a la preinauguración de la muestra, todos esos que celebraron el gesto envidioso e iracundo con el que Turner finalmente conseguiría opacar la obra sobre la que Constable había trabajado trece años.
     Lluvia, vapor y velocidad. Foto: National Gallery
Su obra favorita era "El 'Temerario', camino al desguace" (1838), que recrea una escena de la cual fue testigo: el momento en que la célebre nave a vela de la batalla de Trafalgar (1805) es remolcada por un barco a vapor en su viaje final hacia la destrucción. La nostalgia es siempre crepuscular: la modernidad adelante; atrás el pasado esplendoroso. No casualmente éste es, también, el cuadro favorito de los ingleses. Otro emblema de la apabullante modernidad es "Lluvia, vapor y velocidad", de 1844. Su asombroso juego de figuras vagas entre luces y sombras fue cuestionado entonces por algunos como decadencia de estilo y, sin embargo, terminaría siendo vanguardia pura.
Dicen que la última frase de Turner en su lecho de muerte fue "¡El Sol es Dios!". Merece haber sido cierto.
 


Fuente: lanacion.com

ROMPER LAS CONVENCIONES

Bienales

Importantes invitados internacionales participarán de la primera edición de la Bienal de Performance en Buenos Aires, Neuquén y San Juan
Osías Yanov en el Malba  Foto: LA NACION / Gentileza BP.15
   Osías Yanov en el Malba. Foto: LA NACION / Gentileza BP.15

Por Diana Fernández Irusta / LA NACIÓN

Poner el cuerpo. No exhibirlo ni mostrarlo; ponerlo en juego. Con toda la garra, el goce, la furia o el riesgo que se juzguen necesarios. Allí radica la potencia de la performance, un gesto artístico por momentos tan inasible como contundente.
Mucho de esto se espera que haya en Buenos Aires durante más de un mes, entre el 27 de abril y el 7 de junio, cuando se realice la primera edición de la Bienal de Performance (ver aparte). Participarán artistas que eventualmente han incluido elementos performáticos en su obra, pero también aquellos que, como la serbia Marina Abramovic, hicieron de este tipo de acción artística su exclusivo vehículo de expresión.
En la unión entre arte y vida, una de las más poderosas ideas que impulsaron las vanguardias del siglo XX (y uno, también, de los más eficaces motores de su impacto político), podría encontrarse el germen de la performance. Si bien las provocaciones surrealistas y dadaístas tuvieron mucho que ver con esto, lo performático eclosiona en los años 60. El cuerpo, la improvisación, lo imprevisible del azar, las acciones en la calle, fuera de los museos o en abierta confrontación con algún poder establecido, irrumpen en el entramado del arte. Acciones efímeras, de las que sólo quedaría algún registro fotográfico, alguna resonancia mediática, pero por sobre todo la impronta única, decisiva e intransferible, del haber estado allí.
De eso se trataban los festivos happenings de Marta Minujín, donde con luces de neón, televisores o túneles artificiales se celebraba la ruptura con las ataduras cotidianas. O las acciones extremas del alemán Joseph Beuys, como su célebre convivencia con un coyote dentro de una galería neoyorquina. "El arte de performance tiene sus códigos y convenciones -escribió la especialista Diana Taylor-: la convención es romper con las convenciones."
Entre los exponentes más notables de este tipo de acciones actualmente se encuentra Abramovic. Como pocas, la artista hizo de su cuerpo materia prima, campo de investigación y caja de resonancias espirituales, emotivas y físicas. Un ejercicio continuo de eso que tan bien conocen actores y bailarines: la trabajosa disciplina de afinar la propia humanidad como se afinaría un violín o cualquier otro instrumento. Y la decisión de exponerla, también, a las mayores tensiones. Al mayor dolor.
En una de sus primeras performances, a principios de los años 70, Abramovic tensó al máximo la cuerda de lo posible entre un performer y su público. Ofrecía a quienes participaban de la acción usar como quisieran los objetos que yacían sobre una mesa: plumas, un revólver, una bala, tijeras, cuchillos. Fueron seis horas en que, con total pasividad, vio cómo las intervenciones de la gente, cada vez más agresivas, la ponían en serio riesgo de muerte.
Con su pareja de años, el artista alemán Ulay, Abramovic siguió explorando las fronteras de lo corporal: en la acción La muerte misma unían sus labios e inspiraban el aire del otro hasta limitar con la asfixia. Tras unos diez años de convivencia, transformaron su separación en otra performance: recorrieron, desde extremos opuestos, la Gran Muralla China. Cuando se encontraron, se abrazaron. Y luego siguió, cada uno, su camino.
En el último tiempo, tanto en La artista está presente, en el MoMA de Nueva York, como en 512 horas, en la Serpentine Gallery de Londres, la pregunta por la conexión con el otro se sumó a sus viejas obsesiones: con el silencioso magnetismo de una sacerdotisa, la performer permanecía estática durante horas, sin hacer otra cosa más que "recibir" y mirar a los ojos a los visitantes.
La "abuela de la performance", como se la suele llamar, creó un sistema de introspección al que llamó "método Abramovic". Con alguna reminiscencia zen, el método -que entre sus seguidores llegó a contar con la ultramediática Lady Gaga- propone ejercicios como demorarse todo el tiempo necesario para tomar un vaso de agua "sintiendo" instancia por instancia la materialidad de ese acto. O derramar un recipiente con arroz y contar, uno a uno, los granos. Seguramente quienes participen del workshop que Abramovic dictará durante la Bienal de Performance, tendrán acceso a algunas de estas búsquedas.
"¿La performance está de moda?", se preguntaba un medio español a fines del año pasado, ante el notable auge de las acciones artísticas en la península ibérica. "Es que en estos tiempos de falta de recursos, la performance se adapta a todo -respondía Nieves Correa, directora de los Encuentros Internacionales de Arte de Acción en Matadero Madrid-. Sólo se necesitan el cuerpo, el tiempo y el espacio"


Algunos protagonistas


Marina Abramovi.
(1946, Yugoslavia)


Laurie Anderson.
(1947, EE.UU.)


Liu Bolin.
(1973, China)


Tania Bruguera.
(1968, Cuba)


Sophie Calle.
(1953, Francia)


Marta Minujín.
(1943, Argentina)


Jorge Macchi
. (1963, Argentina)


Martín Sastre.
(1976, Uruguay)
.


Fuente: adn Cultura La Nación

ARTE: VENECIA ES FUTURO

Llegar a la cima

Juan Carlos Distéfano será el representante argentino en la 56a edición de la madre de las bienales: exhibirá 23 obras antológicas en el pabellón de los Arsenales. Viajarán también Ana Gallardo, Ernesto Ballesteros y Eduardo Basualdo, seleccionados en Buenos Aires por el curador nigeriano Okwui Enwezor para la muestra que inaugura el 9 de mayo
Amenaza de Eduardo Basualdo  Foto: Gentileza Eduardo Basualdo
    Amenaza de Eduardo Basualdo. Foto: Gentileza Eduardo Basualdo


Por Julio Sánchez / Para LA NACIÓN

La Serenissima ciudad de Venecia recibió ese nombre porque su sistema político era tan perfecto que no admitía corrupción ni amotinamientos; también se la llamó sancta cittá, pues Dios había mostrado una gracia especial al permitir que se fundara en un lugar tan insólito. Hacia allí partirán en pocos días Juan Carlos Distéfano, quien representará al país en la 56» Bienal de Venecia (ver aparte), Ana Gallardo, Ernesto Ballesteros y Eduardo Basualdo. Estos tres últimos nutrirán el contingente de artistas de todo el planeta convocados por el curador Okwui Enwezor para la muestra central de la bienal, que abrirá sus puertas el 9 de mayo. El eje del nigeriano será Todos los futuros del mundo: "Las rupturas que hoy proliferan en cada esquina del paisaje global -explica- evocan los desvanecidos escombros de sucesivas catástrofes apilados a los pies del ángel de la historia, el Angelus Novus. ¿Cómo puede captarse, comprenderse, examinarse y articularse el desasosiego de nuestra época?"
Luego de examinar los proyectos que le propusieron curadores y directores de museos locales, Enwezor visitó en Buenos Aires algunos talleres para designar a los tres invitados argentinos al prodigioso festín veneciano. A continuación, un adelanto de sus propuestas.
Ana Gallardo (Rosario, 1958) se inspira en un ritual del Estado de Oaxaca que conoció mientras vivió en México para realizar su instalación performática Los pedimentos. Convocados por la fe en la Virgen de Juquila, los creyentes acuden a su santuario en la sierra para invocar su ayuda; en vez de ofrecerle exvotos de metal como se hace en casi toda América, modelan figuras de barro alusivas al pedido. Del mismo modo, en Venecia, Gallardo instalará un lugar con tierra y agua para que los espectadores realicen un objeto. "Les propongo que piensen qué van a necesitar en la vejez. En experiencias anteriores, al principio la gente se reía, luego les costaba engancharse con el material, que no es arcilla sino barro, y finalmente cada uno se animó e hizo lo que pudo. Muchos piden estar en pareja, una casa o una cabeza, supongo que para no perderla". La artista tiene planeado conectarse con diferentes grupos sociales para adiestrarlos en este trabajo manual; todas las piezas será exhibidas sobre soportes disímiles (en Ecuador se usaron cajones de verdura) para alentar a los visitantes de la bienal a seguir engrosando la tropa de estos peculiares exvotos. Como es recurrente en su obra, la participación del público es fundamental y forma parte de lo que Nicolas Bourriaud llamó "estética relacional".

Los pedimentos de Ana Gallardo  Foto: Gentileza Ana Gallardo
    Los pedimentos de Ana Gallardo  Foto: Gentileza Ana Gallardo

Eduardo Basualdo
(Buenos Aires, 1977) enviará un conjunto de obras que, desde lo formal, se acercan a la escultura arquitectónica o la escultura mobiliario, impregnadas de cierta estética minimalista y a la vez de una alta densidad conceptual. Una de las piezas, Alba, es una puerta de madera que en una zona específica ha sido lijada hasta dejar una lámina translúcida. Cuesta eludir cualquier referencia al Etant donnés de Marcel Duchamp (una puerta con una hendija que permite espiar qué hay oculto del otro lado); sin embargo, a Basualdo le interesa la puerta como límite franqueable en virtud de la tenacidad del deseo. En Amenaza, otra de las piezas, el mango de un cuchillo enterrado en una mesa proyecta la sombra de su propia hoja, un dislocamiento de sentidos que recuerda los absurdos surrealistas de Magritte. Cómo volver a casa es una serie de papeles de distintos tamaños que fueron abollados y aplastados antes de que el artista trazara una línea recta sobre ellos, los alisara (con la presencia irrefutable de las arrugas) y los colocara sobre una mesa o columnas de metal. Con esta práctica, el artista desnuda la presencia del espacio invisible entre los puntos de la recta. En otra serie de obras trabaja con "un protolenguaje, un lenguaje performático que materializa aquello mismo que designa". Aunque no haya sido su inspiración, resuenan las primeras palabras del Evangelio según san Juan: "En el principio era el Verbo". "Me interesan las posibilidades infinitas que da el lenguaje en nosotros, seres finitos", explica el artista.


Ernesto Ballesteros y sus frágiles aviones  Foto: Gentileza Ernesto Ballesteros
    Ernesto Ballesteros y sus frágiles aviones  Foto: Gentileza Ernesto Ballesteros

Ernesto Ballesteros
(Buenos Aires, 1963) participará con Vuelos de interior, una performance que lo obligará a estar en Venecia durante siete meses. Llevará aeromodelos que hará volar mientras dure la bienal. "¿Qué mejor manera de invitar al observador a reflexionar sobre la contundencia de lo invisible, la practicidad de lo lento o la fortaleza de lo leve -opina el artista- que hacerlos presenciar los vuelos lentos de los livianísimos aeromodelos de interior?" Ballesteros rinde homenaje al pionero de la aviación Alphonse Penaud, inventor del "planóforo" -pequeño avión propulsado por una banda elástica-, al que hizo volar por primera vez en el parisino Jardín de las Tullerías en 1871. Si bien hay un componente lúdico, también hay un interés por la ciencia que ha sido una constante en toda su obra, sobre todo en la pregunta por la energía del universo. "La pregunta que disparó la idea -agrega Ballesteros- fue: ¿cuántas líneas forman el dibujo de la liebre de Alberto Durero, cuánta energía puso en realizar ese bello dibujo? La energía que ponemos los artistas en nuestro trabajo es mucha y cuantificable, especialmente si consideramos el trabajo de toda una vida".


Fuente:adn Cultura La Nación.

LAS PISTAS DEL HOMENAJE DE VAN GOGH A DA VINCI

La última cena.
Un investigador asegura que el genio holandés incluyó escenas de la obra de Leonardo en una de sus pinturas.

Un investigador asegura que Van Gogh alude a "La última cena" de Da Vinci.


¿Y si Vincent Van Gogh le hubiera rendido un homenaje más o menos solapado a Leonardo Da Vinci? ¿Y si en su obra Terraza de café por la noche se escondiera una alusión a La última cena?
Es una de sus obras más conocidas, y es además parte de la gran serie de más de 300 obras que Van Gogh pintó inspirado en Arlés, el pueblo de Francia en el que se instaló en 1888 y en el que lo visitó su amigo y colega Paul Gauguin.
Según lo que el investigador Jared Baxter expresó al Huffington Post, hay indicios en esa pintura que podrían vincularla con La última cena de Da Vinci, creada entre 1495 y 1497 y expuesta en Milán. Para empezar, explica Baxter, en la zona central se cuenta a doce personas y, en el medio, a una figura que se destaca. Un poco por estar parado y otro poco por la luz que Van Gogh le hace caer a través del color, y que Baxter define como un “halo”.
A la vez, se trata de una obra en la que pueden contarse varias cruces: una aparece, por ejemplo, al fondo de las mesas. Otra, hacia la derecha de la pintura, se forma en una de las ventanas.
La religión estuvo muy presente en la vida del genio holandés: su padre, Theodorus van Gogh, era pastor. Su tío era teólogo y catecista, y ayudó a Vincent en sus intentos por dedicarse a la prédica, en los que falló varias veces antes de dedicarse enteramente al arte.
Incluso en una de las tantas cartas que Van Gogh le escribió a su hermano Theo, especialmente referida a Terraza de café por la noche, decía: “Tengo una necesidad tremenda de, debo decir la palabra, religión”.
En su libro Van Gogh y Gauguin: La búsqueda del arte sagrado, la profesora Debora Silverman escribio que hacia 1888 –coincide con su instalación en Arlés– la obra del holandés viró hacia un “realismo sagrado”.
Es que, de hecho, según las observaciones de Baxter, hay otra alusión a La última cena en Interior del restorán Carrel en Arlés, un paisaje con el que Van Gogh insistió varias veces.: para Baxter, la disposición en la mesa con la aparición de una figura que se destaca y también la presencia de vino son guiños a la obra de Leonardo.
Un admirador confeso de Rembrandt, de quien apreció especialmente su simbolismo, tal vez Van Gogh puso en práctica esa idea para rendir otro gran homenaje.


Fuente: clarin.com