HISTORIAS MÍNIMAS
DE ARTISTAS ENAMORADOS DEL RINCÓN QUE HABITAN

De raíz

Viven en diferentes paisajes de la Argentina que los inspiran y definen como creadores, pero ¿cómo es quedarse en su lugar, tierra adentro, y salir más tarde al mundo con sus obras?


Por María Paula Zacharias / LA NACIÓN
 
Pinta tu aldea y pintarás el mundo, apunta Tolstoi. Y en cada pueblo de la Argentina hay por lo menos un artista que traduce en colores, sensaciones e ideas la esencia de su lugar para transmitirla más allá. Algunos encontraron la vuelta para no dejar el terruño y consolidar su trayectoria. Otros son profetas en su casa, y con eso basta. Para todos su rincón natural es raíz e inspiración. Ir o no ir a Buenos Aires puede ser la cuestión, y hay muchas maneras de resolverla. Estas catorce historias mínimas de creadores enamorados de su escena son unas pocas, poquísimas, del enorme acervo que tiene nuestro país, entre tantas bendiciones de la naturaleza.
Marcos Acosta tiene 34 años, es pintor y padre de dos hijos. Tiene su taller en Córdoba y ahí se quiere quedar. Sus pinturas hablan de la relación entre naturaleza y ciudad, algo fácil de visualizar en una urbe que en apenas kilómetros se convierte en sierras. Durante diez años viajaba, recorriendo galerías. Pero hoy las redes sociales lo conectan con el mundo. "Hace poco vendí a un coleccionista alemán que vive en Singapur una obra que expuse en La Rioja", cuenta. Y encontró un método de subsistencia: el financiamiento colectivo. Tiene una red de compradores de los alrededores que aporta una pequeña suma mensual para hacerse de un cuadro elegido. "He tenido oportunidades de irme, pero en mi lugar hay mucho por hacer", comenta Marcos, que contribuye a la plástica local rescatando viejos valores y formando nuevos en sus clases.
José Luis Tuñón vive su arte como quien arroja botellas al mar... literalmente. En Comodoro Rivadavia, ejerce su profesión de psicoanalista y tiene una curiosa y poética costumbre: modela figuras humanas y las abandona en la orilla. En la otra punta del mapa, Mariano Cornejo se despide por teléfono minutos antes de perderse por un buen tiempo en los Valles Calchaquíes. Su finca del siglo XVIII, en Molinos, no tiene teléfono, señal de celular ni energía eléctrica. Trabaja de sol a sol en sus esculturas de madera. O emprende largas excursiones para investigar petroglifos incaicos a 4000 metros de altura. Los hijos, desde Buenos Aires, lo obligan a alternar temporadas en el valle y en una quinta en las afueras de la Capital. "Cuando estoy en la ciudad no veo a nadie. Soy un cangrejo canceriano", se define.
Guadalupe Miles es porteña para los norteños y norteña para los porteños. Nació en Capital, se crió en Salta, volvió a formarse en Buenos Aires y su obra se desarrolla en el Noroeste. Retrata como nadie a los pobladores de la comunidad wichi en el chaco salteño, donde tiene su propia casa de adobe. Con trabajo conjunto, cariño, cercanía, cuidado, respeto. "Encontré algo muy valioso", define, y oficia de puente: vive entre aquí y allá, lleva sus imágenes por el mundo y tienen una intensa actividad en docencia y gestión cultural.

Guadalupe Miles, una porteña en el Norte.

"El interior no va más como concepto. No podemos hablar de artistas del interior, sino de artistas de otros centros", corrige Graciela Sacco, desde Rosario, donde reside cuando no está en Londres, Madrid o Estados Unidos. Buenos Aires la agota. "Se escribe sobre artistas tucumanos, artistas correntinos, artistas rosarinos. Pero a los artistas de Buenos Aires les ponen artista argentino. ¡Es alucinante! Siempre estuve por destruir esta tensión centralista, porque me parece terrible. Hoy uno puede relacionarse desde el lugar donde esté con el mundo entero."
Un ejemplo de que la salida, a veces, no es hacia afuera sino hacia adentro lo aporta Daniel Fitte. Nunca dejó Sierras Bayas, en Olavarría, capital nacional de la industria del cemento. Pinta ese paisaje rural y serrano, y hace instalaciones y esculturas sobre el trabajo fabril. Es el artista de su pueblo, el que enseña, funda museos, levanta monumentos y hace murales. "Nací acá, esto soy yo. Nunca sentí la tentación de irme. Mi pueblo es mi taller. Ser artista es un acto de fe", define.
Beatriz Moreiro era porteña, pero ya no: hace 36 años respondió al llamado de la naturaleza y se fue a vivir al Chaco. Se inspira en su jardín, que está frente a un estero. "Pasan yacarés, chanchos salvajes, pájaros carpinteros, cuises e iguanas. Tengo tres algarrobos, una mora amarilla y un quebracho blanco que pasa por un agujero en el techo de la galería", describe. Se despierta con el canto de los pájaros, las chicharras arrullan la siesta, los grillos cantan de noche y las ranas los días de lluvia. Su última muestra, en Praxis, estuvo dedicada a los nidos de aves, que dibuja pacientemente o recolecta de su paraíso personal: "Ahora estoy fascinada con los hongos de colores y los cactus con flores. La inspiración es inagotable".
Juan Doffo, Gran Premio Nacional, con exposiciones regulares en Rubbers y toda una trayectoria, dejó su Mechita de origen a los 18 años, pero desde entonces vuelve cada vez que necesita crear fotoperformances con fuego o pintar paisajes metafísicos. Lo apoyan sus 2000 vecinos. Allí inauguró un centro cultural, donde expone pinturas del mismo cielo bajo el que todos duermen. "Fue muy difícil para un joven de pueblo venir a Buenos Aires. Me sentí perdido y viví muy humildemente en pensiones y conventillos. Pero la vocación no se elige", recuerda. El lugar donde se nace, tampoco. Se ama.

Teresa Pereda imprime el curso de un río.
Del país, su tierra y su gente, sale la materia prima de la obra de Teresa Pereda, que vive en Lincoln, pero recorre las rutas argentinas desde hace más de 20 años. Va al encuentro de historias, antepasados, costumbres, y entra en relación. Hace un ritual de llevar tierra de un punto al otro, al que llama recolección-restitución. Imprime en papel el curso de un mallín cordillerano o hace videoperformances en el paisaje. Viaja tanto que una vez en una estación de servicio no pudo contestar: ¿vas o venís? "Las distancias tallaron mi persona y mi propia obra. Y en consecuencia construí mi estética a partir de este nomadismo".
Georg Miciu se ha vuelto tan sedentario que no sale de su cabaña en San Martín de los Andes más que para pintar. Vende su obra al que le golpea la puerta o por contactos cibernéticos, después de haber hecho 300 muestras hasta 1998, en siete países. Exhibe en un edificio ad hoc, Colección Georg, junto con la obra de alguno de sus nueve hijos. En Buenos Aires se consigue su obra temprana, y -qué curioso- él mismo compró 19: "Son doblemente mías". Para pintar paisajes al natural adaptó una camioneta, la georgmóvil, para no congelarse. "Desde mi casa tengo vista al cerro que me enamoró en mis tempranos viajes mochileros de los 60 y en las estepas patagónicas encuentro motivación sin límite", confiesa.

Georg Miciu, en su taller-cabaña de San Martín de los Andes.

La obra de Andrés Paredes
tiene que ver con la selva misionera. Está en Apóstoles, donde nació. De ahí los insectos que modela en resina o metal, y las tramas que corta en papel: vivían en su jardín y los descubrió con el microscopio. "Traduzco emociones, olores, sabores y colores que provocan la naturaleza", dice. "Todas mis muestras se realizan íntegramente acá: marcos, textos curatoriales, fotografías, diseño, impresión de catálogos... y luego las obras se transportan en camiones que llevan yerba mate a Capital", cuenta. Su obra, Gurí, se presentó en Palatina y otra galería lo representa en Beirut, Abu Dhabi y Singapur.
"Pensaba que era más fácil vivir de la ciencia y hacer arte más libremente, pero me salió mal, no contaba con que nos mandaran a lavar los platos", dice Nadia Guthmann, escultora y doctora en Biología con beca del Conicet en la época en que Cavallo pronunció aquel exabrupto. En Bariloche vive y trabaja a orillas del lago Gutiérrez, y en su jardín pastan caballos al lado de un Pegaso tamaño natural de tejido metálico, que como toda su obra remite al tejido biológico, la evolución y la ecología. Fanática de la Patagonia, se mantuvo conectada con Buenos Aires, participando en concursos y convocatorias y funcionó: fue el Gran Premio del Salón Nacional 2012.


Pegaso tamaño natural en tejido metálico, de Nadia Guthmann.

"Administrar tu propia obra es una tarea muy difícil, tenés que destinar mucha energía y tiempo. El mercado del arte en el interior es pobre, por eso siempre se mira hacia Capital, pero no es necesario vivir allá", dice Mario Sanzano. La gestión de los paisajes que él pinta sin moverse de su pueblo la hace la galería Zurbarán, porque Sanzano sigue tranquilo en Deán Funes, Córdoba. "El paisaje ha sido determinante en mi vida. Este entorno me es tan familiar que es como si fuese yo mismo. Creo que eso queda reflejado en mi obra, la de alguien que se siente cómodo y feliz. Éste es mi lugar en el mundo", cuenta. Querido y respetado en su comunidad, lleva toda una vida pintando, y en los últimos 15 años logró que fuera su único sustento.
"Voy a la Cordillera desde niño. Mi padre es geólogo y siempre nos llevaba consigo a la montaña. Elegí la pura Cordillera como objeto de mi pintura", cuenta Carlos Gómez Centurión. "La comunicación que se da entre el pintor y la naturaleza condiciona el resultado", afirma. Carga telas y colores y se embarca en expediciones multidisciplinarias en el proyecto Digo la Cordillera. Con baqueanos y 40 mulas treparon al cerro Mercedario tres veces, y fue también a pintar au plein air en las Salinas Grandes, en la Puna. La muestra resultante es tan itinerante como su autor, que cuando no viaja está en su taller en el Valle de Zonda, cerca de la ciudad de San Juan. "Estuve en Buenos Aires y le saqué el jugo en todo lo que pude como estudiante. Cuando noté que me sacaba el jugo a mí, me fui", remata.


Fuente: lanacion.com

LA BICICLETA DE AI WEIWEI


Ai Weiwei, Untitled

Sin título, 2014
Por Ai Weiwei
Técnica Mixta

Tamaño
: 104,1 cm x 175,3 cm x 64,1 cm
Edición de
60 unidades.
Precio: US$ 27.500 (Veintisiete mil quinientos dólares estadounidenses)
 
Materiales: acero
inoxidable, aleación y caucho
Esta obra lleva la firma y número de edición del artista en el caño de la dirección - foto - y la firma impresa en el juego de llaves que la integran.
La obra se entrega
con el correspondiente certificado de autenticidad.
La envían a domicilio previo 
Asesores artspace:  advisor@artspace.com



            Ai Weiwei, Untitled -

Sobre la obra
 
Ai Weiwei, uno de los artistas contemporáneos más famosos y prolíficos de China, creó esta obra de arte de edición limitada para apoyar la reciente presentación del Museo de Brooklyn de su gran exposición encuesta, Ai Weiwei: De acuerdo con ¿Qué?
La bicicleta, el principal medio de transporte de gran parte de la población de China, es un tema recurrente en la obra de Ai. Esta obra de arte de edición limitada está grabada en el tubo de dirección con una firma y número de edición, incluye una impresión de una imagen de la cara de la artista en el asiento, y se acompaña de dos llaves y un certificado de autenticidad firmado.



            Ai Weiwei, Untitled -


             Ai Weiwei, Untitled -

Acerca de Ai Weiwei
 
Ai Weiwei es uno de los más conocidos, influyentes y prolíficos artistas activos en China hoy en día. Trabaja en escultura, fotografía, cine, instalación, diseño, música y  arquitectura, Ai se involucra en la crítica política y cultural para investigar casos de corrupción gubernamental y encubrimientos, confrontar la postura de China sobre la democracia y los derechos humanos. Ai a menudo utiliza estrategias estéticas relacionadas con el arte conceptual, así como objetos readymade en el linaje de Marcel Duchamp (quien, junto con Andy Warhol, influyó profundamente en la práctica artística de Ai), con frecuencia en yuxtaposición directa con materiales chinos tradicionales y métodos de producción.
El padre de Ai fue el conocido poeta moderno chino Ai Qing; la familia fue enviada a un campo de trabajo como consecuencia de la denuncia de su padre durante la purga Movimiento 1957-1959 Antiderechista, y fueron posteriormente exiliado a Shihezi, Xinjiang, en el extremo oeste de China. La familia sólo regresó a Beijing en 1976, al final de la Revolución Cultural, después de lo cual Ai estudió animación en la Academia de Cine de Beijing y co-fundador del grupo de arte de vanguardia Estrellas con otros artistas Ma Desheng, Wang Keping, Huang Rui, Li Shuang, Zhong Acheng, y Qui Leilei. Luego pasó un poco más de una década en Nueva York, donde asistió brevemente a la Escuela Parsons de Diseño, así como la Art Students League. Ai comenzó a tomar fotografías entre 1983 y 1993, mientras vivía en el East Village de Manhattan, y en 1993, a su regreso a China, continuó produciendo arte en Beijing, donde construyó una casa y estudio.
En 2008, Ai fue el encargado de colaborar con la firma suiza Herzog & de Meuron en el estadio "Nido de Pájaro" para los Juegos Olímpicos de Pekín; se refirió más tarde al proyecto como "pretender sonrisa de mal gusto."

                           

En mayo del año siguiente, influyente y ampliamente leído el blog de Ai, donde publicó críticas mordaces de las políticas del gobierno chino, fue cerrado. Ese mes de agosto, el artista fue golpeado por la policía china por tratar de declarar a favor de Tan Zuoren, con el que había investigado las consecuencias - víctimas estudiantiles, así como edificios mal construidos y la infraestructura - del devastador terremoto de 8,0 grados que sacudió la provincia de Sichuan, en de mayo de 2008, también como resultado de su trabajo activista, en 2011, Ai fue arrestado y detenido durante 81 días sin habérselo acusado de ningún delito. Su serie "sagrado", que se estrenó en Venecia durante la Bienal de 2013, dibujó directamente sobre su experiencia de la detención (su arresto fue fuertemente protestado por gobiernos, artistas y personas de todo el mundo).
El trabajo de Ai se ha mostrado en las principales exposiciones individuales en el Museo de Brooklyn, Nueva York, Pinakothek der Moderne de Munich, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, y la Smithsonian Institution de Washington DC, entre muchos otros. Representó a Alemania en la 55 Bienal de Venecia, en 2013, y ha ganado numerosos premios internacionales, incluyendo un doctorado honoris causa en Bellas Artes por la Universidad del Maryland Institute of Art, el Premio a la Trayectoria St. Moritz Masters de Cartier, y el Premio Václav Havel para Dissent creativo de la Fundación de Derechos Humanos. Ai vive y trabaja en Beijing; actualmente tiene prohibido viajar fuera de China.


Fuente: Artspace.com







UN MURAL PARA MIRAR HACIA ARRIBA


Una obra de arte en el corazón de Caballito.
Una obra de arte en el corazón de Caballito.

Por Eduardo Parise



Para verlo, después de recorrer los primeros veinte metros de la lujosa galería, lo primero que hay que hacer es lo mismo que hizo el artista: mirar hacia arriba. Claro que no se trata sólo de elevar la vista y nada más. La cuestión también pasa por prestarle atención al diseño y al título de la obra: “Hombre, Espacio, Esperanza”.  El mural, pintado en 1959 y restaurado en 2007, está en la Galería París, con entrada en la avenida Rivadavia 4975 y muy cerca del cruce con la avenida Acoyte, el corazón comercial del barrio de Caballito.
Los que saben de arte dicen que las imágenes aportan una idea de movimiento y libertad. Y que en su presentación predominan los dorados, naranjas, blancos, celestes y ocres, colores cálidos y característicos del creador de la obra, el gran Juan Carlos Castagnino, un artista al que alguna vez se definió como “un pintor social, preocupado por los problemas de su tiempo y su gente”. Hijo de un hombre dueño de una herrería, Castagnino nació en Mar del Plata el 18 de noviembre de 1911. Y sus primeros años los pasó en Camet, entonces zona rural del famoso balneario atlántico. Su futuro se decidió cuando a los 7 años ganó un concurso y el premio era una caja con acuarelas.
Después de hacer su bachillerato en sólo tres años (rendía materias como libre), ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes. Luego vendrían los talleres con Lino Enea Spilimbergo (Castagnino siempre lo consideró su gran maestro) y con Ramón Gómez Cornet, un artista santiagueño a quien se define como el precursor de la pintura moderna en la Argentina. Hacia 1933 Castagnino ya exponía en el Salón Nacional de Bellas Artes y también integraba el grupo que formó el primer sindicato argentino de artistas plásticos, en directa relación con su militancia política. Ese mismo año, junto con el mexicano David Alfaro Siqueiros, Antonio Berni y Spilimbergo, trabajó en el famoso mural “Ejercicio plástico”, en el sótano de la quinta del empresario periodístico Natalio Botana. Ese mural fue recuperado y hoy está en el Museo del Bicentenario.
Pero volvamos al mural de la Galería París. Está hecho al óleo y mide 5,50 por 6 metros. Pintado sobre una superficie abovedada, presenta tres partes: el hombre en el centro, que está vinculado al espacio y al Universo y, en un extremo, un niño como símbolo de esa esperanza que se anuncia en el título. En su trabajo, Castagnino tuvo a cuatro colaboradores: Enrique Aguirrezabala, Jesús Marcos, Alfredo Bonet y Martín Díaz. La restauración, realizada 48 años después de la inauguración, estuvo a cargo de la reconocida restauradora Isabel Contreras con la colaboración de Gabriela Montiel. Se hizo en 60 días. El mural, junto con trabajos similares pintados por distintos artistas en varios lugares públicos de Buenos Aires, fue declarado Bien Cultural de la Ciudad, en la categoría de “Colecciones y Objetos”.
La mención a París en la vida de Juan Carlos Castagnino no resulta una casualidad. Ya en 1939 había estado en la capital francesa perfeccionándose en el taller de André Lothe, un pintor y escultor de renombre. También se relacionó con artistas como George Braque, Fernand Léger y Pablo Picasso, entre otros grandes. En 1941, ya de vuelta en la Argentina, Castagnino terminó sus estudios y se recibió de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires. Después, sus viajes, exposiciones y premios en todo el mundo lo convirtieron en un artista internacional. Pero lo que hizo que su nombre alcanzara repercusión popular en el país fueron sus dibujos representando a Martín Fierro, la máxima figura de la tradición gauchesca. Ocurrió en 1962 y la iniciativa para ilustrar el famoso poema de José Hernández, surgió del licenciado José Boris Spivacow, entonces director de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA). Uno de esos dibujos está en una pared sobre la entrada de Acoyte, también en la Galería París. Aquella edición, lanzada en noviembre de ese año, fue un éxito y hasta generó algunas polémicas. La militancia política de Castagnino seguía provocando fuertes disensos. Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com

UNA AUTOPSIA VIRTUAL
REVELÓ CÓMO ERA LA CARA DE TUTANKAMÓN

Un personaje mítico

Investigadores en Italia analizaron 2.000 imágenes de la momia y descubrieron nuevos secretos del más famoso rey egipcio. También analizaron el material genético de la familia y confirmaron que sus padres eran hermanos.
Una autopsia virtual realizada a la momia de Tutankamón reveló cómo era el aspecto físico del faraón niño, que murió en el año 1352 a.C. Detrás de la majestuosa y bella máscara con la que fue enterrado, descubrieron que el rey egipcio tenía dientes de conejo, caderas, anchas, una severa cojera y un pie zambo, un defecto de nacimiento que provoca que las extremidades inferiores estén torcidas o invertidas hacia adentro. La evidencia de las limitaciones físicas del Rey Tut también fueron respaldadas por 130 bastones usados que fueron ​​encontrados en su tumba.
La investigación, realizada por el investigador Albert Zink, del Instituto de Momias y el Hombre de Hielo (Italia), se transmitirá en un documental de la BBC y está basado en más de 2.000 escaneos realizados por computadora a la momia junto con un análisis genético de la familia de Tutankamón.


Los científicos también obtuvieron análisis genético de la familia de Tutankamón, que los llevó a descifrar que sus padre Akenatón y su madre eran hermanos. Ellos creen que la relación entre sus padres es una de las posibles causas de las discapacidades físicas, provocadas por desequilibrios hormonales.  Pero en el documental, Zink explicó que las relaciones entre hermanos en aquella época no eran mal vistas y, además, no sabían acerca de las implicaciones para la salud que esto podía tener en la descendencia.
Hutan Ashrafian, un profesor de cirugía del Imperial College de Londres, dijo al diario británico Daily Mirror que varios miembros de la familia parecían haber sufrido enfermades y que esto puede explicarse por los desequilibrios hormonales provocados por el incesto. "Una gran cantidad de sus predecesores vivió hasta una edad muy avanzada. Sólo su línea inmediata falleció temprano, y cada generación estaba muriendo más temprano", comentó.
Otro de los mitos que surgen alrededor de la muerte del faraón- niño es la causa de su muerte. Varias investigaciones sugieren que su muerte se debió a un accidente con un carruaje, después de que se encontraran fracturas en el cráneo y otras partes de su esqueleto. Pero el nuevo estudio no descartó que la muerte se haya producido por una enfermedad hereditaria ya que su fractura en la rodilla y su pie zambo podrían haber impedido su participación en las carreras de carros.
La tumba del rey Tutankamón fue encontrada en el Valle de los Reyes, en Egipto, en 1922, por el arqueólogo Howard Carter. Su hallazgo y los tesoros encontrados en ella tuvieron cobertura mundial en la prensa y renovaron el interés del público por el Antiguo Egipto, convirtiéndose la máscara funeraria del faraón en la imagen más popular.




A principios de este año, científicos de la Universidad Americana de El Cairo difundieron información sobre los extraños ritos funerarios del faraón egipcio, que fue embalsamado con el pene erecto. Al parecer, en esa posición fue enterrado Osiris, símbolo de la fertilidad y regeneración del Nilo.


Fuente: clarim.com

ARTE MULTIRELIGIOSO EN NUEVA YORK

ARTE MULTIRELIGIOSO EN NUEVA YORK. Una visitante observa las esculturas de fibra de vidrio decoradas  que se exhiben en la  Catedral de San Juan el Divino en Nueva York el 17 de octubre de 2014. La exhibición titulada “Amen: Una oración para el Mundo” se abrirá al público hasta el 23 de noviembre de 2014, con 48 esculturas de tamaño natural, decoradas por 30 artistas egipcios musulmanes y cristianos, y 18 artistas occidentales cristianos y judíos. La exposición y los artistas tienen como objetivo expresar el profundo reconocimiento y de esperanza para todos los pueblos, y que están juntos “rezando” por la paz, la justicia y terminar con la violencia sectaria. (AFP / Timothy A. Clary)

Una visitante observa las esculturas de fibra de vidrio decoradas que se exhiben en la Catedral de San Juan el Divino en Nueva York el 17 de octubre de 2014.
La exhibición titulada “Amen: Una oración para el Mundo” se abrirá al público hasta el 23 de noviembre de 2014, con 48 esculturas de tamaño natural, decoradas por 30 artistas egipcios musulmanes y cristianos, y 18 artistas occidentales cristianos y judíos.
La exposición y los artistas tienen como objetivo expresar el profundo reconocimiento y de esperanza para todos los pueblos, y que están juntos “rezando” por la paz, la justicia y terminar con la violencia sectaria.

Foto: AFP / Timothy A. Clary


Fuente: Clarín HD

UN DREAM TEAM DE EXPORTACIÓN

Antes de los 40 años conocieron el éxito internacional y no paran de viajar para presentar sus obras en las principales ferias, bienales y museos del mundo. Aquí están, éstos son los cinco jóvenes artistas argentinos con más presencia en el mercado internacional.

Por Celina Chatruc



EDUARDO BASUALDO

Buenos Aires, 1977. Sus imponentes instalaciones sorprenden en las bienales

París, San Pablo, Berlín, Lisboa, Nueva York, México D.F., Medellín, Valparaíso, Miami, Montevideo. No parece haber frontera que no haya cruzado Eduardo Basualdo para hacerse entender en todos los idiomas. Sus inquietantes instalaciones llegan a lo más profundo del alma humana, poniendo al espectador en situaciones que lo conectan con la soledad, el miedo, la ansiedad, la incertidumbre.
Una laguna se vacía y se vuelve a llenar para dejarnos aislados sobre una piedra; una cárcel permite atravesar sus paredes, pero no la puerta; una lamparita se balancea contra un vidrio y se detiene justo antes de tocarlo; un esqueleto gigante yace en el fondo de un pozo; un sable gira sobre sí mismo a gran velocidad; un semáforo sólo enciende luces amarillas, en alerta permanente. Algo está a punto de ocurrir, parece decirnos Basualdo. Y para verlo sólo tenemos que cambiar nuestra percepción.
Este porteño nacido en 1977 integra el colectivo Provisorio Permanente y participó de la prestigiosa Beca Kuitca. Este año, después de haber presentado en la edición neoyorquina de Frieze una cancha de fútbol con arcos que impiden meter un gol y obligan a pensar en nuevas reglas de juego, colgó un enorme meteorito de una cadena en el parisiense Palais de Tokyo y recreó en el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata El silencio de las sirenas, presentada en 2011 en la Bienal de Lyon. Luego viajó a Corea para instalar en la Bienal de Gwangju una cabaña de madera que parece habitada por fantasmas.


ADRIÁN VILLAR ROJAS
 
Rosario, 1980. Conquistó las principales capitales del arte mundial


Once imponentes figuras de seis metros de alto, que parecían provenir del futuro o del espacio exterior, ocupaban un espacio privilegiado en la Bienal de Venecia de 2011. Construidas con toneladas de arcilla, demandaron dos meses de trabajo in situ y un equipo de escultores, constructores, asistentes y diseñadores. Y le valieron a su creador, Adrián Villar Rojas, el Benesse Prize otorgado por Japón a artistas emergentes.
Con sólo treinta años y una mirada ácida que aborda universos paralelos con una estética cercana al animé, el rosarino ya había alcanzado lo que gran parte de sus colegas no logra en toda la vida: representar al país en la madre de todas las bienales. Y ése estaba lejos de ser su techo. El prestigio internacional que le valió El asesino de tu herencia fue apenas un escalón más de una meteórica carrera internacional.
Poco después de haber ganado en 2003 el premio Currículum Cero, impulsado por la galería Ruth Benzacar, ya estaba exponiendo en las principales ferias del mundo -Art Basel, Frieze- y en las bienales de Estambul y Shanghai. Pero el "efecto Venecia" hizo posible otras obras monumentales, como las realizadas en los jardines de las Tullerías de París, en la documenta de Kassel y en la prestigiosa Serpentine Gallery de Londres, además de una muestra individual en el MoMA PS1 de Nueva York. En el High Line de esa ciudad presenta en estos días La evolución de Dios, y para 2015 tiene comprometidas muestras en París, Sharjah, Estocolmo, La Habana, Nueva York, Estambul e Italia.


AMALIA PICA

Neuquén, 1978. Representó a América latina en el Guggenheim de Nueva York

Las paredes blancas están cubiertas por figuras geométricas de colores, transparentes, que forman nuevos tonos cuando se superponen. Cuatro personas eligen figuras, las unen durante treinta segundos y vuelven a dejarlas en los estantes en una posición distinta de la que tenían cuando las tomaron. Luego hacen lo mismo con otras; el mismo encuentro no se volverá a repetir.
"Cuando estaba en el secundario, un maestro me dijo que los diagramas de Venn y la teoría de los conjuntos fueron prohibidos durante la dictadura. ¿Es posible que los dictadores hayan pensado: Si no podemos expresarlo en un lenguaje matemático, quizás tampoco ocurran estas relaciones entre las personas? Quise permitir que esa rama de las matemáticas fuera una metáfora, incluso una excusa para la interacción social", dice Amalia Pica sobre esta obra presentada en los últimos meses en el Guggenheim de Nueva York como parte de la muestra Bajo el mismo sol: arte actual de América Latina.
Nacida en 1978 en Neuquén -donde exhibió una antológica el año pasado- y criada bajo la dictadura militar, esta argentina conquistó el mundo con esculturas, performances, instalaciones, videos, fotografías y dibujos que aluden, sobre todo, a la comunicación. Realizó una residencia en Amsterdam, vive en Londres y su currículum incluye exposiciones en la Tate Modern y la Bienal de Venecia. Este año, en arteBA, un trabajo de su serie de figuras geométricas y su Conmutador realizado con latas unidas por hilos pasaron a integrar las colecciones del Macba y de Eduardo Costantini.



TOMÁS ESPINA

Buenos Aires, 1975. Ganador del premio arteBA-Petrobras 2009, brilla en las ferias internacionales
Las huellas de la desesperación, de manos que dejaron su marca en el hollín, eran el único rastro humano en la habitación quemada. Esa instalación, ganadora del premio arteBA-Petrobras 2009, marcó un antes y un después en la carrera de Tomás Espina. Ese mismo año realizó una intervención similar en la embajada de Brasil y presentó dibujos en la Bienal de Porto Alegre. Pero su fama internacional se consolidó de la mano de Ignacio Liprandi, quien vendió sus obras realizadas con pólvora en ferias internacionales como The Armory Show e Independent (Estados Unidos), Art Cologne (Alemania), Istanbul Art International (Turquía), ARCO (España), ArtBO (Colombia) y Parc (Perú).
"Me inicié en la práctica del grabado y la gráfica tradicional. Por lo general trabajo a partir de imágenes preexistentes y que tienen como común denominador el registro de la cultura en momentos de crisis o peligro. La violencia funciona como un determinante", dice este porteño nacido en 1975, que pasó su adolescencia en las sierras de Córdoba, donde acaba de nacer su primer hijo.
En 2013 participó de la Bienal de Estambul con una de sus obras más originales, realizada con Martín Cordiano y exhibida dos años antes en Francia. Dominio se titula la instalación que recrea un hogar en el que todos los objetos -vajilla, libros, anteojos, espejos- están rotos y vueltos a pegar. En forma más sutil que la pólvora, esas cicatrices sugieren que "el infierno está en los vestigios de lo propio, lo común y lo familiar".


MATÍAS DUVILLE
 
Quilmes, 1974. En 2015 expondrá en Río de Janeiro y San Pablo


Es el mayor de los cinco. Con cuarenta años cumplidos en abril, Matías Duville está agotado. Bosteza mientras cuenta que recién llega de Londres, donde inauguró una muestra individual en la galería Mot, y que apenas horas después de aterrizar ya estaba dando clases en la Universidad Torcuato Di Tella.
Su agenda no da respiro: en agosto presentó en FLORA ars+natura el trabajo realizado durante una residencia en Colombia, y en noviembre inaugurará una exposición en la galería Barro, en La Boca. Para marzo de 2015 ya tiene confirmadas otras dos paralelas en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y en la galería Luisa Strina, en San Pablo. En ese contexto presentará un libro financiado con la beca Guggenheim, que se suma a otros editados por el Drawing Center de Nueva York y por Kültur Büro Barcelona/Buenos Aires.
Nacido en Quilmes en 1974, Duville vivió su adolescencia en Mar del Plata. El contacto con la naturaleza lo marcó para siempre. Así lo reflejó especialmente en su primera muestra individual en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), en 2012, donde presentó el resultado de una experiencia en Alaska con una instalación, un video, fotografías y dibujos realizados con barro. Formado con Guillermo Kuitca y Jorge Macchi, sus escenas sórdidas o apocalípticas sin presencia humana, representadas con múltiples materiales, integran importantes colecciones, como las de Patricia Phelps de Cisneros, la Fundación ARCO y los museos Musac (España), Blanton (Estados Unidos), MALI (Perú), y Malba, Macro y Mamba, de la Argentina..

 
Fuente: Revista La Nación

MADRE (LITERARIA) HAY MÁS DE UNA:
CÓMO LOS ARGENTINOS NARRAN A MAMÁ

Una figura que está cambiando en los textos de los escritores actuales.
Sensuales, tiernas, protectoras, crueles, militantes y prostitutas.
Las madres de los libros, reales o de ficción.


Un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de mirarte pasar / rodeada por un halo de orgullosa ternura,/ un lecho donde vuelves de la muerte sólo por no dolernos demasiado”, escribió Olga Orozco en el poema “Si me puedes mirar”, que le dedicó a su madre. “Mi madre era una muchacha muy bella y voluptuosamente delicada; aun cuando pasáramos la vida que vivimos en una casi absoluta soledad, tenía un modo extraordinariamente sensual de ser para sí y, claro, ahí estaba yo con mis siete años, también para mí”, dice la novela Una muchacha muy bella, de Julián López, apenas empieza. “Mamá, tanto que hemos peleado y nos hemos querido, que después de que te fuiste yo pensaba ¿cómo puede ser que todo eso que existió no exista más y que ahora ella ignore todo lo que me pasa, que dé lo mismo blanco que negro?”, empieza el cuento “Querida mamá”, de Hebe Uhart. “Mami, hoy a la vuelta del cine vamos a ver las vidrieras ¿me jurás que sí? Un rato largo en la vidriera de la juguetería con la vaquita pintada en madera y un árbol de alambre, las casitas de cartón feas más baratas porque la Felisa se va a atrasar con la cena y no va a estar lista”, le insiste Toto a Mita, los personajes que Manuel Puig inventó en La traición de Rita Hayworth para hablar de él y de Male, su mamá.
Es que madre, en literatura, no hay una sola.
Están estas madres, y también está la que, obligada por su familia, viene desde España a la Argentina del primer peronismo. Jorge Fernández Díaz la describe en su libro Mamá: “… era justamente nadie entre seiscientos, apenas una pueblerina de quince años que lo ignoraba todo, y que esperaba en la cubierta que el barco no llegara nunca a ningún puerto”.
Están las que inspiraron versos no sólo de Orozco, sino de Silvina Ocampo, Alfonsina Storni, Alberto Girri y Olegario Víctor Andrade que María Elena Walsh compiló en el libro A la madre, de 1981, en el que escribió: “La madre, al menos en la poesía argentina, tiene espaciosa y bien amueblada residencia”.
Está Doña Paula, a quien Sarmiento exalta en su autobiografía Recuerdos de provincia al decir:  “la madre es para el hombre la personificación de la providencia, es la tierra viviente a que se adhiere el corazón, como las raíces al suelo”: de semejante creadora cabe esperar un padre de la Patria, ese destino que el sanjuanino construía para sí mismo.
Está la que atraviesa la historia en el cuento “La mamá de Ernesto”, de Abelardo Castillo, y está la madre del protagonista de “Irlandeses detrás de un gato”, de Rodolfo Walsh: las dos tienen hijos, las dos son prostitutas y las dos fueron inventadas después de que Eva Perón partiera la escena política argentina al medio y se convirtiera para unos en una madre protectora y, para otros, en una puta.
“Es una madre recreada pero está basada en la real, a la que le cuento lo que se vive después de que ya no está”, dice Uhart sobre su “Querida mamá”. Para la autora, “una vez que se resuelve escribir, se resuelve mostrar”, no importa si se narra un escenario distante o la relación con alguien tan cercano como una madre.
Sobre las cuentas que se saldan al escribir sobre ese vínculo, López, cuya madre murió cuando él tenía diez años, reflexiona: “Haber escrito es una verdadera fortuna porque cuando queda todo por decir, no está mal prometerse un libro”. Aunque, dice el autor, “toda escritura es traición, sacar del secreto”.
“Narrar a la madre es uno de los mayores desafíos para un escritor. Debe navegar a dos aguas, entre convalidar su relato oficial y cuestionarlo, y lograr que de esa tensión surjan sentimientos cercanos y tremendos sin caer en el sentimentalismo. Caminar ese filo de la navaja y salir ileso”, cuenta Fernández Díaz, que para Mamá entrevistó a la suya durante unas cincuenta horas: “Nos reíamos y llorábamos”.
A pesar de los ejemplos, históricamente las madres no fueron las grandes protagonistas de la literatura argentina. La crítica literaria Nora Domínguez, que dirige el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, publicó en 2007 el libro de De dónde vienen los niños: “En esa investigación encontré que la madre como figura privilegiada estaba bastante ausente en la literatura argentina. Sí aparece en memorias, autobiografías o poesía intimista, pero su voz en primera persona era aún más escasa”, explica en diálogo con Clarín. Pero matiza: “En las últimas décadas esta situación cambió tal vez por diferentes razones: aparece una voz de madre habilitada para hablar en primera persona en la plaza pública; hay una mayor cantidad de escritoras indagando esa zona de amor-odio; un desarrollo de lo que se llamó “el giro intimista de la literatura”. El surgimiento de los de relatos de hijos e hijas de desaparecidos es un dato importante, son relatos que exploran esas historias faltantes”.
Madre, entonces, no hay una sola: hay tantas como autores que jueguen a recrear a la mujer que los inventó. “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”, dijo alguna vez Jean-Paul Sartre. A veces, lo que hacemos es un libro.


BORGES: "AQUÍ ESTAMOS HABLANDO DE LOS DOS, EL RESTO ES LITERATURA"

El escritor le dedicó sus Obras Completas a su madre.  Tenían un vínculo intenso.

Borges y su madre,
Borges y su madre.

Jorge Luis Borges tuvo una relación intensa con su madre, Leonor Rita Acevedo Suárez de Borges, con quien vivió hasta los 68, cuando se casó con Elsa Astete, aunque el matrimonio duraría poco.
En 1948, cuando gobernaba Juan Domingo Perón, la madre y la hermana fueron detenidas tras gritar contra el presidente. Leonor tuvo que cumplir prisión domiciliaria.
Leonor murió en 1975. Un año antes, en sus obras completas, su hijo le dedicó una conmovedora dedicatoria.

A Leonor Acevedo de Borges

Quiero dejar escrita una confesión, que a un tiempo será íntima y general, ya que las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos. Estoy hablando de algo ya remoto y perdido, los días de mi santo, los más antiguos. Yo recibía regalos y yo pensaba que no era más que un chico y que no había hecho nada, absolutamente nada, para merecerlos. Por supuesto, nunca lo dije; la niñez es tímida.
Desde entonces me has dado tantas cosas y son tantos los años y los recuerdos. Padre, Norah, los abuelos, tu memoria y en ella la memoria de los mayores —los patios, los esclavos, el aguatero, la carga de los húsares del Perú y el oprobio de Rosas—, tu prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos, las mañanas del Paso del Molino, de Ginebra y de Austin, las compartidas claridades y sombras, tu fresca ancianidad, tu amor a Dickens y a Eça de Queiroz, Madre, vos misma.
Aquí estamos hablando de los dos, et tout le reste est littérature, como escribió, con excelente literatura, Verlaine.


Fuente: clarin.com

MARAVILLOSOS DIBUJOS HOPI DE KACHINAS DEL AÑO 1903


Dibujos de diversas kachinas Hopi (o katcinas) creados principalmente por un hombre Hopi de 30 años de edad, de nombre Kutcahanauu o White-Bear, quien fue contratado en 1903 por el antropólogo estadounidense Jesse Walter Fewkes para registrar visualmente los cientos de diferentes kachinas venerados por la tribu.
Populares en la cultura Hopi y en la Pueblo, una kachina es un espíritu o personificación de una cosa en el mundo real, y puede representar cualquier cosa en el mundo natural o el cosmos, a partir de un antepasado venerado a un elemento, un lugar, una calidad, un fenómeno natural, o un concepto. El panteón local de estos seres espirituales varía en cada comunidad; puede haber kachinas para el sol, las estrellas, las tormentas, el viento, el maíz, los insectos y muchos otros conceptos. Se entienden como tener relaciones similares a las humanas; pueden tener tíos, hermanas y abuelas, y pueden casarse y tener hijos. Aunque no es adorado, cada uno es visto como un ser poderoso que, si se les da la veneración y respeto, puede usar su poder particular para el bien humano, por ejemplo, con lo que las precipitaciones, la curación, la fertilidad, o la protección.

1.-
2.-
3.-
4.-
5.-
6.-
7.-
8.-
9.-
10.-
11.-


Fuente: The Public Domain Review - http://publicdomainreview.org

THOMAS BEWICK, 1753-1828, Y LOS CHILLINGHAM




     El Castillo de Chillingham en Northumberland, Inglaterra.

                                      
                                                 Thomas Bewick, The Chillingham Bull, 1789

   
     Otra vista del Castillo

    
      Castillo de Chillingham, la Biblioteca de las Placas

    
     Castillo de Chillingham, el jardín italiano


   Thomas Bewick, Chillingham Castle and Park









  Retrato de Thomas Bewick por John Gray




                                                                                                      Caja de herramientas de Thomas Bewick

                                   La casa natal de Bewick en Cherryburn












Arriba: Boj - Buxus Sempervirens,
detalle




Derecha: Boj en un jardín de antiguo diseño





      Chillingham White, toro, vaca y ternero


       Chillingham White, terneros jugando mientras sus madres comen


     Chillingham White, toro recorriendo su rebaño


   Chillingham White, vacas comiendo y rascándose


   Chillingham White, vaca con ternero al pie



    Raza White Park


Sobre el final del siglo XVIII, el grabador Thomas Bewick revoluciona la xilografía con una simple novedad de gran eficacia, al reemplazar con Boj (Buxus Sempervirens) la madera de cerezo o de peral con que se venía haciendo el grabado en madera hasta entonces. La técnica derivada de la incorporación del boj permitió, a la manera del grabado calcogáfico, minuciosos y precisos trazos. Al ser el boj una madera de grano compacto, la hace más dura y muy apta para la xilografía. El buxus era chico de tamaño, de crecimiento lento y por esas mismas razones, caro. Pero su tamaño se adaptaba perfectamente al pequeño formato de las imágenes de Bewick, que las más de las veces fueron utilizadas para ilustrar inicios o pies de páginas de libros. Antiguamente, desde que Gutemberg inventó la imprenta y hasta que irrumpió la fotografía en el siglo XIX, era muy común que los grandes grabadores ilustraran libros. Los miles de grabados de Bewick y su escuela le sobrevivieron largamente y la mayor parte de las publicaciones editoriales inglesas del siglo XIX se abastecieron del enorme fondo icónico elaborado por él y los miembros de su taller. Bewick muchas veces se fabricaba sus propias herramientas.
Esta singular xilografía titulada "The Chillingham Bull", grabado en madera original del mejor y más famoso xilógrafo inglés del siglo XVIII, Thomas Bewick, muestra en primer plano a un vigoroso toro padre de la raza Chillingham. Más atrás, se ven otros dos animales de la misma raza, que corren libremente entre los árboles del espeso bosque. Es ésta la obra de mayor tamaño – la imagen mide 22 por 27 cm – y más conocida de todas las hechas por Thomas Bewick. Chillingham Park aloja todavía a esta raza, única salvaje en el Mundo y que vaga salvaje por los alrededores del castillo desde tiempo inmemorial. Estos animales son más raros que los mismísimos osos panda de la China o los gorilas de la montaña. En el verano de 2008 había unos 80 animales. Hoy en día, los tiene a cargo la Chillingham Wild Cattle Association.
Es increíble el trabajo de desbaste del taco de madera que tiene toda esta obra hecha por Thomas Bewick en el año 1789. En todos cada uno de los detalles de la figura del toro, en las calidades de su pelaje y musculaturas, cuernos y pezuñas, como en todo el entorno vegetal en el que está emplazado, en el tronco y follaje del árbol de la izquierda, en la porción de tierra y pasto sobre la que apoya la figura del toro, en todo el fondo boscoso y en la guarda ornamental de alrededor, que tiene también muestras de detallismo casi obsesivo y gran pericia al tallar el taco. Me animaría a decir que el grado de calidad lograda por Bewick al bocetar, pasar el boceto al taco, tallarlo e imprimir la imagen lograda es tal, que parecería hecha con técnicas más bien asimilables al metal o a la piedra antes que a la madera. En lo que hace más específicamente al diseño, diría que la imagen de este grabado tan particular, inserta dentro de esa guarda ornamental que la enmarca, parece influida por las grandes verdures que abrigaban las frías paredes de piedra de los castillos. El tratamiento en general de la imagen y en particular de los elementos vegetales y del claroscuro, evoca a muchas de estas tapicerías, sobre todo en los follajes de atrás y de la izquierda del toro. Es notable la sensación de profundidad dada por Bewick en su obra a través de la superposición de pantallas de espacio: el árbol del primer plano, sobre la izquierda, el toro, el entorno vegetal del primer plano y el bosque del fondo con los dos vacunos que corren entre los árboles. Y toda la acción transcurre dentro del marco que conforma la guarda ornamental perimetral como puede desarrollarse una escena teatral, dentro de los límites de la boca del escenario, y hasta con escenografía y telón de fondo.
Los orígenes de la raza vacuna Chillingham, que es salvaje, y toma su nombre del Castillo homónimo, en Northumberland, Inglaterra, se remontan a épocas muy remotas. Se considera que hace siete siglos que están en el lugar. Comparte con la otra raza blanca británica, la White Park, ancestros en épocas de la ocupación romana de las islas británicas y al día de hoy transcurre libremente en los terrenos que rodean al Castillo. Antes del siglo XIII esta raza vagó probablemente por el gran bosque que se extendía desde la costa de Mar del Norte hasta el estuario de Clyde.
En el siglo XIII el rey de Inglaterra autorizó el castillo de Chillingham a ostentar esa categoría y como tal podía estar cercado por una pared que tuviera a esta hacienda en su interior. En la Edad Media la existencia de buena alimentación era un motivo bastante importante para justificar este costoso “corral” de piedra. En las postrimerías de la Edad Media había una muy especial preocupación por merodeadores escoceses, lo que explica la acumulación de fortificaciones en Northumberland. Como ocurre en la mayoría de las especies animales, se produce una selección natural. Es común que los toros más vigorosos triunfen sobre sus ocasionales contrincantes y que terminen siendo jefes de manada, padres de la gran mayoría de las crías, y transmitiéndoles por vía genética sus caracteres de fuerza, vigor y lozanía, lo que asegurará la continuidad a la especie en el tiempo.

En definitiva, esta xilografía y estas fotografías digitales son dos maneras muy diferentes de ver la misma cosa, separadas entre sí por 220 años: una en blanco y negro, la otra en colores, una absolutamente artística y artesanal, la otra artística y tecnológica.
En Buenos Aires, la firma rematadora Bullrich, Gaona, Wernicke vendió hace unos años una copia original de esta xilografía que había integrado la magnífica colección de grabados con tema vacuno que Don Enrique Arturo "Tito" Santamarina tenía en su Cabaña “Las Heras”, en Estación Plommer, Provincia de Buenos Aires. Recuerdo perfectamente que se vendió en doscientos cincuenta dólares estadounidenses, precio éste irrisorio considerando la antigüedad, el origen, la calidad y autoría de la obra.
                                                                       


Pedro L. Baliña
 

EL ARTE COMO DIVERSIDAD CULTURAL


Eduardo Parise


Desde hace cuatro años, el 12 de octubre es el Día del respeto a la diversidad cultural, como una forma de abarcar a las diversas vertientes que dieron forma a nuestra vida como país. Pero el tema de la evocación de los pueblos originarios siempre estuvo presente, aunque muchas veces no fuera muy visible. Eso está reflejado en algunas obras artísticas que la Ciudad conserva pero que suelen quedar inadvertidos en medio de la vorágine cotidiana. El mejor ejemplo es el monumento Los Andes, que el artista Luis Perlotti dejó como testimonio de aquel pasado indigenista y que aún puede lucir Buenos Aires.
Instalado desde abril de 1941 en un sector de la plaza que está en la avenida Corrientes, entre Olleros y Maure (Chacarita), el monumento –también se lo conoce como “malón de paz”– muestra la figura de pobladores originarios de tres regiones de los Andes. Vistos de frente y de izquierda a derecha, son un ona, un tehuelche y un calchaquí, pobladores que vivieron en nuestro territorio junto a la cordillera. Los onas eran una tribu nómade que ocupaba la zona austral incluyendo la Tierra del Fuego. La imagen realizada por Perlotti muestra a un hombre con sus armas (un arco y una flecha) y el típico quillango de piel que usaba como vestimenta.
En el centro del monumento, sentado, aparece un gran guerrero tehuelche, sosteniendo su hacha de guerra como si se tratara de un cetro. Aunque se lo presenta mostrando fortaleza, se lo ve en una actitud serena. Distinta es la posición del hombre calchaquí quien, con una rodilla en tierra, conserva una obra de alfarería, clásica de su cultura. En su pecho luce también un tradicional tejido, influencia de su historia vinculada con el antiguo imperio incaico. Todo el grupo escultórico, que mide más de tres metros, está realizado en bronce y fue colocado sobre un pedestal.
No es casualidad que Perlotti dedicara esta obra a recordar un pasado indigenista. Hijo de inmigrantes italianos (su papá era zapatero; su mamá, costurera), este hombre nacido en Buenos Aires el 23 de junio de 1890 no sólo tuvo una formación académica: mientras estudiaba dibujo en Unione e Benevolenza y realizaba talleres en la Asociación Estímulo de Bellas Artes (entre sus profesores tuvo a Pio Collivadino y Lucio Correa Morales), trabajaba en fábricas y talleres de ebanistería. Así preparó su ingreso a la Academia Nacional. Hacia 1914, sus obras ya estaban en el Salón Nacional. Allí nacería su amistad con artistas como Benito Quinquela Martín y Alfonsina Storni.
Después, conoció a personalidades como Eduardo Holmberg y Juan Bautista Ambrosetti, quienes influyeron en su interés por la historia nativa americana, algo que también lo vinculó con el pensamiento de Ricardo Rojas y a llegar a sostener una amistad con el perito Francisco Pascasio Moreno. Para entonces, las obras de Luis Perlotti se destacaban también fuera del país. Un ejemplo fueron las cerámicas y obras de temas criollos e indigenistas que en 1927 presentó en la Exposición Internacional de Sevilla. Perlotti ya había recorrido América y en especial las regiones del Altiplano para ahondar en aquellas culturas centenarias y reflejarlas en sus trabajos.
Perlotti fue docente (dictaba Modelado en el famoso colegio Otto Krausse) y dicen que más que profesor era un amigo bonachón y acriollado, casi como un paisano. En 1969, poco antes de morir en un accidente automovilístico ocurrido en Punta del Este, Uruguay, donó su casa y sus obras a la Municipalidad de Buenos Aires. Esa casa, en Pujol 644, en el barrio de Caballito, hoy es el Museo de Esculturas Luis Perlotti, destinado a preservar y difundir la escultura no sólo de ese autor sino de distintas artistas. Cuentan que allí se conservan unos murales de Benito Quinquela Martín, realizados sobre hierro esmaltado, que el gran artista de La Boca le obsequió a su amigo. 
Pero esa es otra historia.


Fuente: clarin.com