WANG SHU ES "ÚNICO Y ESPECIAL",
SEGÚN
LA DIRECTORA EJECUTIVA DEL PRITZKER



 
Imagen facilitada por la Fundación Hyatt del arquitecto chino Wang Shu, de 48 años, que ha sido galardonado hoy con el premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura. EFE
Madrid, 27 - El arquitecto chino Wang Shu ha sido hoy galardonado con el premio Pritzker, el Nobel de la Arquitectura, porque es "único y especial en la arquitectura de China", ha dicho hoy la directora ejecutiva del Pritzker, Martha Thorne.
"En cinco, diez o cincuenta años, las obras de Wang Shu van a envejecer muy bien, y eso no es algo que se pueda decir de todas las construcciones nuevas en China", ha comentado Thorne en entrevista telefónica con EFE.
La Ceramic House, diseñada por Wang Shu en la ciudad de Jinhua China. El jurado del Premio Pritzker ha concedido este galardón a Shu, un hombre comprometido con el cuidado del medio ambiente.
 Wang Shu tiene 48 años, pero ha demostrado "tener una madurez impresionante a través de su obra, que es capaz de superar las limitaciones que sufre China en dos frentes: la tecnología y los métodos de construcción", ha señalado.
En vez de optar por "intentar repetir y reproducir modelos occidentales", el arquitecto "ha aceptado las limitaciones e incluso las ha usado a su favor" en la construcción de obras contemporáneas en China.
Exterior del Museo de Historia diseñado por Shu en la ciudad de Ningbo, que dirige con su mujer el Estudio de Arquitectura Amateur en el interior del país.
El jurado del premio Pritzker ha concedido esta especial mención a Wang Shu por una obra artesanal, respetuosa con el medio ambiente y de gran profundidad filosófica, en la que conviven de forma armoniosa tradición y modernidad.
Sus obras se caracterizan porque han sido creadas teniendo en cuenta dos factores fundamentales en la arquitectura: los usuarios o habitantes de los edificios y la función de estos, ha explicado.
A nivel de diseño, sus edificios son peculiares y se caracterizan por tener "muchas capas que son muy densas", ha comentado.
Dotadas de virtud urbanística, sus obras "se integran en la ciudad, a pesar de que algunos de sus edificios -por tamaño- resultan monumentales", ha dicho.
Entre sus creaciones más relevantes destacan el Museo de Historia de la ciudad portuaria de Ningbo y el Campus Xiangshan de Bellas Artes de Hangzhou, donde el galardonado ejerce como decano.
Imagen del Tengtou Pavilion en Shanghái                                                                                  
                                                                                                

Dos obras que ejemplifican la filosofía estética de Shu,, que profesa la fusión de la tradición y la contemporaneidad teniendo en cuenta tres variables: "El contexto, la historia y la construcción (actual) en China", ha comentado Thorne.
Asimismo Shu, por necesidad y respeto del medio ambiente, "utiliza el material reciclado extensamente y de una forma novedosa".
Sus obras realizadas con material reciclado son dueñas de "una textura muy interesante". Un claro ejemplo de esta armonía es el aprovechamiento que acometió con unos dos millones de tejas procedentes de demoliciones de casas tradicionales para cubrir el techo de varios edificios del campus de Hangzhou.
Imagen facilitada por la Fundación Hyatt del campus Xiangshan de la Academia de Arte de China en la ciudad de Hangzhou.                                                                             
                                                                                                                                                                                 

Thorne ha recordado las palabras del arquitecto chileno Alejandro Aravena sobre el premiado: "En la actualidad, uno de los interrogantes es el reciente proceso de urbanización de China; si debe de estar anclado en el pasado o mirar en el futuro".
"Como ocurre con la buena arquitectura, la obra de Wang Shu trasciende esa cuestión al crear una arquitectura atemporal, con profundas raíces en la cultura y, a la vez, universal", según Aravena.

Fuente: EFE

WANG SHU GANA EL PREMIO PRITZKER,
EL "NOBEL DE LA ARQUITECTURA"





Una obra de Wang Shu
Por Thomas Samson

El arquitecto chino Wang Shu ganó el premio Prizker, el mayor honor dentro de su profesión, en reconocimiento a sus esfuerzos por diseñar edificios "atemporales" en una nación que ve rápidos cambios, anunció este martes en Los Ángeles la fundación que otorga el galardón.
Wang, de 48 años y cuyo taller con el modesto nombre de Estudio Aficionado de Arquitectura tiene sede en la ciudad de Hangzhou en el este de China, es el segundo arquitecto de su país que gana el Pritzker después de I.M. Pei en 1983.
"La obra de Wang Shu, vista en profundidad por los jurados durante una visita a China, no deja dudas de que estamos ante el trabajo de un maestro", dijo el presidente del jurado y promotor inmobiliario británico Peter Palumbo.
Agregó que los nueve jurados, entre ellos los ganadores de otras ediciones Zaha Hadid y Glenn Murcutt, decidieron unánimente darle el Pritzker a Wang y catapultarlo con ello a la élite mundial de su industria.
El premio, dotado con 100.000 dólares, será entregado formalmente a Wang en Pekín el 25 de mayo.
"Es realmente una gran sorpresa", dijo Wang en un comunicado divulgado por la Fundación Hyatt en Los Ángeles, que administra el premio conocido como 'el Nobel de la arquitectura'.
"Me siento tremendamente honrado. Me hizo darme cuenta repentinamente de que he hecho muchas cosas en la última década y es prueba de que la persistencia y el trabajo duro y honesto generan resultados positivos".
Formado en el Instituto de Tecnología de Nanjing, Wang asumió su primer proyecto -un centro social para los jóvenes- en 1990.
Su primer compromiso importante, la biblioteca de una universidad de Suzhou en el año 2000, le mereció un premio nacional. A ese trabajo siguieron museos de arte e historia en Ningbo, secciones de la academia china de arte en Hangzhou y un edificio de apartamentos.
Su afición por combinar lo nuevo con lo viejo, así como su pasión por la sostenibilidad medioambiental, lo hizo rescatar más de dos millones de tejas de residencias traducionales demolidas para los techos de la escuela de arte de Hangzhou.
"Como ocurre con la buena arquitectura, el trabajo de Wang Shu es capaz de trascender el debate y producir estructuras atemporales, profundamente arraigadas en su contexto y aún así universales", indicó Palumbo.
Otros galardonados con el premio Pritzker han sido Norman Foster, Renzo Piano y Richard Rogers. El año pasado, el honor fue para el portugués Eduardo Souto de Moura.

Fuente: EFE

MUERE
EL TROMPETISTA CLÁSICO MAURICE ANDRÉ





El trompetista francés Maurice André, el 28 de noviembre de 1980 en París durante una actuación. André falleció el sábado 25 de febrero a los 78 años de edad

Por Pierre Guillaud

El mundialmente conocido trompetista clásico francés Maurice André murió en la noche del sábado en Bayona (suroeste de Francia) a los 78 años de edad, informaron este domingo familiares del músico.
André murió el sábado poco antes de la medianoche en un hospital de esta ciudad del País Vasco francés, puntualizaron los familiares de André, que no revelaron la causa de su muerte.
El músico nació el 21 de mayo de 1933 en Rochebelle (sur de Francia) y fue minero durante su adolescencia, antes de convertirse en un maestro de la trompeta, que tocó y grabó discos con los mejores directores de orquesta.
André había dado sus últimos conciertos en 2004 y vivía en el País Vasco francés. Grabó más de 250 discos con repertorios sumamente variados.
"La trompeta es un instrumento difícil", que "provoca reacciones ambivalentes", recalcaba en 2003 en el diario Le Monde. La trompeta "conservó su uso guerrero, el gusto por la victoria y el desfile", pero "también logra hacer bailar a las chicas en los bailes populares", estimó en aquel entonces.

Fuente: AFP

ANUNCIOS DEL PASADO
QUE INVITAN A PENSAR SOBRE EL PRESENTE



Publicidad y marketing



Se dice que la publicidad en la vía pública dura tanto, o más que las paredes que la sostienen. Y habrá que creerlo, porque en una reciente edición The New York Times se hizo eco del hallazgo de dos viejos carteles del pasado que se prestan a profundas y presentes reflexiones socioeconómicas.
No sería la primera vez que sucede algo parecido. No hay que excavar tanto, a veces, para encontrar rastros de la publicidad de un siglo atrás. Buffalo Bill pasó a la posteridad como una leyenda del Far West, pero mucho menos conocida fue su contribución a la épica de la publicidad exterior, de la que se valía generosamente para promocionar, ya veterano, su popular circo itinerante, que de paso fue la primera señal de la globalización del género.
Buffalo Bill convocó a los mejores artistas gráficos de su tiempo para diseñar y realizar carteles gigantescos, de 30 a 60 metros, que iban jalonando las giras de un espectáculo que remedaba las luchas entre colonos e indios; las que había vivido durante sus años jóvenes y que con tanta insistencia reflejó el cine norteamericano desde sus comienzos.
Esos enormes carteles fueron desapareciendo con el tiempo y el avance inmobiliario, y hasta hace poco se conservaban sólo en un hermoso libro ilustrado que los reproduce, muy difícil de conseguir hoy día. Pero hace un par de años unas excavaciones urbanas en las zonas donde solía hacer escala el circo, realizadas para construir nuevos edificios, permitieron rescatar fragmentos de esos antológicos carteles que confirmaron, cien años después, sus prodigiosas dimensiones físicas y artísticas.
Esta vez la noticia que comentó The New York Times asomó en paredes, durante mucho tiempo ocultas tras otras, encontradas durante unas demoliciones realizadas en Highland Park, donde un siglo atrás Henry Ford instaló la primera línea de montaje de esa marca de autos.
Las paredes recobradas estaban parcialmente cubiertas por dos grandes anuncios, verdaderos fantasmas del pasado publicitario. Uno de ellos promovía la marca de ropa Honor Bright, ya desaparecida, a través de las imágenes de dos chicos en edad escolar; otro anunciaba una marca de camisas, Black Beauty, que tampoco se vende actualmente.
Los chicos del primer aviso vestían pantalones cortos, como se estilaba entonces, incluso en nuestro país. Los largos solían aguardar hasta que el involucrado conseguía su primer trabajo, lo que ocurría muy temprano en las familias de pocos recursos o cuando la naturaleza lo exigía, con la inocultable presencia de vello en las piernas.
Este detalle puramente anecdótico pasaba a segundo plano ante la caída de las paredes que, metafóricamente, ocultaban la dramática degradación socioeconómica de Highland Park en el que se detuvo el autor de la nota, Dan Barry. Los carteles, cuando fueron creados, eran un símbolo del empuje de la industria y de la prosperidad sin límites que llevó al lugar. Hoy la realidad de Highland es muy distinta. Empobrecido, con graves problemas económicos y alta tasa de desempleo, cayó en una situación comprometida que se refleja también en una medida de extremo ahorro dictada por el municipio: apagar o reducir peligrosamente el alumbrado público.
La publicidad suele deparar este tipo de reflexiones. Nunca fue sólo publicidad, ni siquiera en su prehistoria, cuando se expresaba mayormente mediante los avisos clasificados, o por palabras, que iban en la portada de los diarios y alternaban el consumo con el deceso de los ciudadanos. Las alegrías y las tristezas de cada época.

Sorpresas de otra índole


Las sorpresas publicitarias suelen ser de distinta índole y grado de emotividad. El denominador común de la investigación que demandó la edición del libro El siglo de la publicidad. Homenaje a la publicidad gráfica argentina ( Atlántida, 1898-2003) es la nostalgia. Se rastrearon durante más de un año 5000 piezas, de las cuales se fotografiaron más de 3000 y se publicaron alrededor de 1500. Todas de antología.
Los avisos son verdaderos sosías de los productos y servicios. Esta condición de la publicidad, poco comentada, impactó en los lectores que hojeaban las páginas del libro como si fuesen las de la propia vida. Los objetos se relacionan estrecha y entrañablemente con los usuarios.
La publicidad se jacta ahora de ser un buen espectáculo, pero en realidad siempre lo fue. Lo volvió a demostrar la exhibición de anuncios publicados entre 1881 y 1920 inaugurada en enero en el Museo Mitre, y que estará abierta, dado su éxito, hasta mayo. Las piezas fueron rescatadas de la Biblioteca del Museo, dirigido por María Gowland, para que volvieran a entrar en contacto, tantas décadas después, con su destino original: un público al que ya no persuaden para consumir, sino para observar y recordar un pasado que quizá fue mejor pero que ya no tiene retorno.

Fuente: lanacion.com

BICENTENARIO DE LA CREACIÓN
Y PRIMER IZAMIENTO DE LA
BANDERA NACIONAL ARGENTINA
1812 - 27 de febrero - 2012




Hacen hoy 200 años de aquel 27 de febrero de 1812, en que el comerciante rosarino Cosme Maciel, por encargo de su creador, el general Manuel Belgrano, izó por primera vez la bandera  celeste y blanca  en las barrancas de la Villa del Rosario, en  Santa  Fe.
Maciel, vecino  de  Rosario, recibió de Belgrano el encargo de izar por primera vez la  bandera celeste y blanca. Este acto fue realizado a las 18:30 del 27 de  febrero de 1812. El pabellón fue enarbolado  en presencia del vecindario  enfervorizado.
Cosme era hijo de Domingo Maciel Lacoizqueta y Josefa  López Pintado. Pertenecía a dos de las más antiguas familias  santafesinas; tuvo una educación muy buena. Se dedicó al comercio y a la  navegación fluvial, haciendo negocios con Entre Ríos, Corrientes, el  Paraguay y Buenos Aires. Fue también un buen constructor de buques para  el tráfico fluvial.
Adhirió a la Revolución de Mayo. Aunque deseaba  unirse a la expedición libertadora al Paraguay dirigida por  Belgrano,  renunció a su intento por hallarse sola y enferma su madre. No obstante,  transportó buena parte de las tropas a la Bajada del Paraná.
Un año y  medio más tarde colaboró en la construcción de las baterías de Rosario,  dirigidas por Ángel Monasterio, talando árboles y transportando los  materiales desde y hacia las islas. Tuvo a su cargo allí el primer  izamiento de la bandera argentina. También socorrió a los heridos del  combate de San Lorenzo y ayudó a alojarlos antes de su regreso a la  capital.


COSME MACIEL

En agosto de 1824, junto con el diputado Manuel Leiva,  organizó una revolución contra el brigadier Estanislao López. Como  necesitaban un militar para sublevar a las tropas, fueron a buscar a la  cárcel al comandante Manuel Obando, que había emigrado de Santa Fe años  atrás junto con Vera, y que había sido tomado prisionero en 1820.
Pero  fueron delatados y arrestados; Obando fue fusilado al día siguiente. A  los pocos días, López visitó a Maciel en la cárcel y, tras una  entrevista, lo desterró de la provincia, advirtiéndole que, en caso de  regresar, lo haría fusilar.
Se instaló en las afueras de Buenos  Aires, en la parte sur de la desembocadura del Riachuelo, en una pequeña  chacra – a la que gustaba llamar estancia – cuya casa se encontraba en  la isla que, desde entonces, se llama isla Maciel.   Allí vivió el resto  de su vida, dedicado a la construcción de pequeñas embarcaciones y el  comercio fluvial.
Murió en Buenos Aires alrededor de 1850.





Villa del Rosario, a orillas del Paraná, 25 de febrero de 1812. Cosme Maciel iza la Bandera Nacional elegido por Belgrano y se convierte en el primer  argentino en hacerlo.



VARIACIONES EN BLANCO


Arte / Muestras

Con obras de su patrimonio, el Mamba invita a descubrir las posibilidades del monocromo


El alma del Dante, Carlos Alonso, técnica mixta, 1969. Foto: GENTILEZA MAMBA
 
Por Diana Fernández Irusta / LA NACIÓN


¡Naveguen! El blanco y libre abismo, el infinito, está ante ustedes", escribió Kasimir Malevich alrededor de 1919. Casi un siglo después, lejos de las confrontaciones y cataclismos que marcaron a las vanguardias de principios del siglo XX, una muestra propone, en medio de la torridez del verano porteño, actualizar aquella deriva emancipadora propuesta por el artista ruso.
Con curaduría de Laura Buccellato, Provocación del blanco se inscribe en la nueva política del museo en cuanto a la exhibición de su patrimonio: obras en diálogo transversal entre generaciones, en el contexto de una misma generación con referencia a un tema específico o, como en este caso, una combinación de ambos ejes. Aquí es el blanco -ese tono que alguna vez Kandinsky ensalzara como el color del alumbramiento y la posibilidad- el que dicta las coordenadas.
"Jugar con el blanco desde las distintas disciplinas artísticas es saber manejar los silencios, el vacío, a la vez que motivar un estímulo en el pensamiento", escribe Buccellato en el texto curatorial. Como un eco, recibe al visitante la obra de Aili Chen: tres videos cautivantes, en los que la animación tradicional y los trazos de lápiz otorgan textura a la imagen digital, con tenues -muy tenues- reenvíos a cierta estética animé y un equilibrado juego entre luces y sombras.
Próximos a las brevísimos relatos que se insinúan en la obra de Chen, se yerguen los doce paneles de acrílico que Miguel Harte dispone con precisión simétrica, ordenada, delicada a su manera: en algunos de ellos, una gota de acrílico (¿remedo plástico y no azaroso del punctum fotográfico de Barthes?), apenas traslúcida, subvierte sin estridencias el orden.
El monocromo tiene una marca de origen que refiere a la modernidad y, más específicamente, al conceptualismo. Así lo recuerda el artista Eduardo Costa en un artículo publicado en la revista Blanco sobre Blanco (que, en su número inaugural de septiembre de 2011, incluye un dossier sobre esta cuestión): "Aparece en pintura cuando el cuadro comienza a volverse interesante como objeto en sí, independiente de la representación que remite siempre a otra realidad". Costa es autor de monocromos extremos, uno de los cuales puede verse en esta exposición: un cubo de pintura acrílica, sólida, hecha volumen de omnipresente blancura.
En otra línea de búsqueda están las obras realizadas por Tomás Gonda entre mediados y fines de los años 70. Dos estampados en relieve y una serigrafía, testimonios de que lo mínimo lo puede todo: un esbozo de sombra, una protuberancia milimétrica, la leve desarticulación de una figura geométrica. Como el famoso aleteo de la mariposa y sus incalculables consecuencias, en estas piezas late, pura potencia y silencio, algo así como un recordatorio de la incertidumbre del mundo. Universo similar al de las experiencias cinéticas de Luis Tomasello, plasmadas en una pieza de 1963, madera policromada donde la prolija disposición de pequeñas formas cúbicas se transmuta en danza virtual con repentinas, escasas, transgresiones de color.
La experimentación con la luz, el movimiento y los efectos ópticos se encuentran a sus anchas en este cosmos monocromo. Desde el móvil de Julio Le Parc, con las piezas de acrílico en diálogo con sus propios reflejos, hasta la ciudad retratada por Jacques Bedel, donde las sombras completan la figura.
"También es posible hacer una lectura de las obras a partir de las sombras como inquietantes localizaciones de las distintas ansiedades metafísicas de los artistas", apunta Buccellato. Y allí está De como blanco chato liso opaco y aparentemente inocuo se carga de energía cuando es asediado por las fuerzas oscuras del orden, espléndida pieza de Kenneth Kemble: abstracción puesta al servicio de la sugestión de la dupla blanco-negro.
Como quien esboza una sutil línea de blanco sobre blanco, sin ceñirse al rigor de las cronologías, la exposición establece resonancias entre décadas, escuelas, formatos y técnicas. Incluidas las límpidas, inevitablemente ominosas, mesadas de grasa vacuna y parafina hechas por Cristina Piffer. O el calco de cochinillo de Nicola Costantino.
Ya ocurrió con la muestra que Florencia Braga Menéndez y Gachi Prieto impulsaron en 2008 en el Centro Cultural Borges: el verano parece invitar a sumergirse en la luminosa frescura del blanco. Y, de paso, atender a sus reveladores silencios.

Ficha. Provocación del blanco en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Av. San Juan 350), hasta mediados de marzo.

MODIGLIANI CAUTIVA A RÍO




La vida trágica de un artista prolífico y provocador, que revolucionó la técnica del retrato, es recreada en Brasil con 230 pinturas, esculturas y dibujos nunca antes expuestos en América Latina


Con obras nunca antes expuestas en América Latina, el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro acaba de inaugurar la exposición Modigliani: imágenes de una vida , que revela aspectos cautivantes de la personalidad, el arte y el entorno de este artista de origen italiano.
En su corta pero intensa existencia, Amedeo Modigliani (1884-1920) revolucionó la técnica del retrato y, desde sus estudios en su Livorno natal hasta el París de su apogeo, tuvo una vida marcada por problemas de salud, infortunios financieros, abusos de alcohol, drogas y grandes amores.
"Modigliani se destacó por haber sido fiel a su visión figurativa del arte. Consiguió llegar a un signo identificatorio, que es la síntesis perfecta de la imagen y el sentimiento; logra transferir el alma de los sujetos y no apenas sus fisonomías", resaltó el curador de la muestra Christian Parisot, presidente del Instituto Modigliani, que en París y Roma mantiene y promociona el acervo del artista.
En Río desembarcaron 230 piezas -pinturas, esculturas y dibujos- de Modigliani, además de fotografías, obras de otros artistas y cartas intercambiadas con amigos y compañeros de aventuras como Pablo Picasso, Max Jacob, André Derain y Constantin Brancusi, que ayudan a recrear su vida. Hay obras tanto de colecciones privadas de Europa y Estados Unidos como del Instituto Modigliani. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 15 de abril, fue dividida en tres períodos cronológicos: Italia (1884-1905), Francia (1906-1916) y París (1917-1920).
A la primera etapa pertenecen dibujos de escenas maternales y niños jugando, que buscan emular a los grandes pintores académicos a la vez que ya apuntan el rol fundamental que tendría en su arte y en su vida la figura femenina, y la influencia de su madre judía. Fue ella quien lo incitó a pintar y lo llevó a estudiar con Guglielmo Micheli, el mejor de los maestros pintores de Livorno.
Sin embargo, Modigliani buscaba una nueva forma de expresión, más cercana a la escultura, y se trasladó a Francia para unirse a la generación de artistas modernistas. En ese período realizó sus esculturas más conocidas, cinco de las cuales están maravillosamente expuestas en una de las salas. La inspiración en las máscaras africanas es evidente en el Retrato de Bice Boralevi (1905) y en Cabeza de cariátide (1911).
"Él se veía a sí mismo primero como escultor. Su pintura tiene un trazo propio de escultor, con líneas fuertes, muchos claros y oscuros. El dibujo adquiere el papel de una composición de construcción, como una columna sobre la que se apoya", explicó a adn Parisot.
En París la carrera de Modigliani comenzó a florecer, en medio de crecientes problemas con la tuberculosis que finalmente lo mataría, y excesos de alcohol, hachís y un desfile de mujeres que le servían de modelos, como se ve en la tela Joven mujer de ojos azules (1917) o en el Gran desnudo alargado-Céline Howard (1918), que escandalizó a la sociedad de la época. Allí conoció a la adolescente Jeanne Hébuterne, que se convertiría en su esposa y madre de su única hija. Hébuterne estaba embarazada de un segundo hijo en 1920, cuando Modigliani murió, y, desesperada, se suicidó arrojándose desde un quinto piso.
"Modigliani tuvo una vida corta, interrumpida de manera trágica, pero sus contribuciones a la historia del arte son inmortales", destacó Parisot, quien luego llevará la exposición a San Pablo y a Curitiba.
En sus 36 años, Modigliani pintó 400 cuadros -sólo seis paisajes, ya que no le gustaba trabajar al aire libre- y realizó 30 esculturas y más de 1600 dibujos. "Podía hacer más de cien dibujos antes del mediodía -explicó Parisot-. Desafortunadamente, muchos de ellos se extraviaron porque los dejaba olvidados en las mesas de los bistrós."

Ficha. Modigliani, imágenes de una vida , en el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro (Av. Rio Branco 199), hasta el 15 de abril.

Fuente: ADN Cultura LA NACIÓN