Estrellas del pasadoLa popularidad en tiempos de los próceres
Isabel Aquino |
Por Daniel Balmaceda / Para LA NACIÓN
En
1926, la encantadora pelirroja Norah Lange comenzó a acaparar toda la
atención de su primo Jorge Luis Borges, siete años mayor. La pareja
salía a caminar por el barrio de la joven, lejos de las miradas de doña
Berta, que tenía cinco hijas, pero sólo dos ojos. Norah daba algunas
señales de interés, pero la relación no traspasó la barrera que separa
la amistad del noviazgo por la timidez del escritor. Las ocasiones de
lanzarse a la pileta del amor fueron varias. Sin embargo, para Borges
los paseos por el barrio no eran suficientes y esperaba su oportunidad,
es decir, un escenario que le permitiera envalentonarse. Ese momento
ansiado llegó el sábado 6 de noviembre a la mañana. En la Sociedad Rural
Argentina de Palermo, Ricardo Güiraldes sería agasajado por el éxito de
su obra cumbre. La reunión se denominaba Fiesta de Don Segundo Sombra.
Al respecto, es interesante la mirada de Borges. Notó que a partir de
este trabajo, Güiraldes se mostraba menos francés y más criollo,
empleando palabras como velay, ahijuna y otras. "Se agauchó", le
contaría Borges a su amigo Bioy, años más tarde.
La madre autorizó
la salida. Norah Lange y su hermana Ruthy podían asistir a la fiesta si
lo hacían acompañadas por Jorge Luis. ¿Sería ésta la oportunidad para
que Georgie asestara el golpe final y se apoderara del corazón de Norah?
Para la codiciada pelirroja, su existencia se dividiría en un antes y
un después de aquella reunión. Pero no por Borges. Esa mañana, Norah
Lange (de 20 años) conoció a Oliverio Girondo (de 35). Era abogado por
mandato y poeta por gusto. Sobreviviente de la calle -fue atropellado
por un automóvil-, alumno revoltoso -le lanzó un huevo de avestruz a su
maestro, don Calixto Oyuela- y justiciero por mano propia -fue expulsado
de un colegio en Francia por golpear con un tintero al profesor de
geografía que osó hablar de los antropófagos de "Buenos Aires, la
capital de Brasil"-. Girondo era todo un personaje mundano, con varios
kilómetros recorridos. De allí surgió que sus amigos le dedicaran una
copla:"A veces rotundo
a veces muy hondo
se va por el mundo
girando, Girondo".
A Norah y Oliverio los presentó, sin querer, Jorge Luis. En el almuerzo posterior a la presentación se sentaron uno al lado del otro. Cuenta Norah: "Él había comprado una botella de vino especial y la tenía en el suelo, al lado de la mesa. Yo la tiré en un descuido; Oliverio me dijo con su voz (de caoba, de subterráneo): Va a correr sangre entre nosotros". ¡Pobre Borges! Meses y meses de trabajo de hormiga e indecisiones, para que una frase terminara dejándolo fuera de juego. O, más bien, fuera del fuego. Porque Norah no necesitó más pruebas de amor. Los recién conocidos bailaron. Esa tarde, Norah y Ruthy Lange regresaron a la calle Tronador acompañadas por Oliverio. Borges marchó a su casa derrotado.