ARTE: LA NUEVA CARA DEL WHITNEY

En busca de otro perfil
El museo fundado en 1931 se mudó desde el conservador Upper East Side al Meatpacking District, el barrio más cool de Nueva York
El edificio diseñado por Renzo Piano en el Meatpacking District  Foto: gentileza museo whitney
   El edificio diseñado por Renzo Piano en el Meatpacking District. Foto: gentileza museo whitney



Por Juana Libedinsky / LA NACIÓN
Los últimos años, esta redactora usó el café del viejo Museo Whitney como oficina matinal. Esta cafetería tiene ventanales que dan a un patio inglés cuyo piso y el del bar están un par de metros por debajo de la vereda. Por tal razón, sólo se pueden ver los zapatos de la gente que pasa frente a este enclave del Upper East Side: muchos Berluttis rumbo a la oficina, Louboutins camino a un almuerzo de caridad, guillerminas de los chicos de las escuelas privadas, mocasines unisex gastados pero bien lustrados en los pies de los miembros de las familias rancias de la zona camino a alguna reunión de horticulturistas WASP. Es una visión reducida, seguramente antidemocrática y nada cool, pero que cuenta una historia muy particular de Nueva York.
El café en el flamante Whitney en el Meatpacking District -el viejo barrio de los frigoríficos, reconvertido en los últimos años en el centro de moda, arte y diseño- está en una terraza en un octavo piso. La gente se ve entera, en su contexto (los "fashionistas" entrando en las boutiques aledañas, los motoqueros buscando cerveza en algunos de los pocos bares que quedan con baile del caño, los hipsters entrando en los restaurantes orgánicos). Es infinitamente más interesante, más inclusivo, mucho mejor desde todo punto de vista.
Y, sin embargo, eso a la vez hace al café del nuevo Whitney más genérico, y casi más aburrido. Podríamos estar en un lindo lugar fashion en cualquier punto con onda del planeta. Algo similar ocurre con el edificio. La fachada reducida, oscura y polémica (fea para muchos) del edificio brutalista de Marcel Breuer de los años 60 sobre la Avenida Madison fue reemplazada por una estructura blanca y vidriada de Renzo Piano que, al decir de la revista New York, "es tan sensible a su ubicación y razón de ser, tan generosa en cuanto a vistas, luz y practicidad que confunde virtud con personalidad".
Al edificio Piano inaugurado la semana última nadie lo va a odiar; tampoco nadie queda sin aliento al verlo. La forma políticamente correcta de decirlo es que va a ser "menos icónico que el Breuer". Eso es bueno, al lado de las cosas terribles que hicieron arquitectos desesperados por dejar su marca en el tiempo tras el efecto Guggenheim de Bilbao. Pero con sus volúmenes yuxtapuestos de vidrio y concreto claro, podría también ser la central corporativa de una compañía de Internet o una fábrica consciente del medioambiente.
Esta sensación de complacencia, o de falta de perfil definido, se acaba rotundamente al entrar. Allí los enormes, altísimos e increiblemente luminosos espacios sin columnas (ningún museo tiene más metros cuadrados sin interrumpir por elementos estructurales) absorben toda la energía joven del High Line -la atracción turística cool por excelencia de la ciudad- y zonas aledañas y la trasforman en una experiencia única y mágica.
"Es como flotar en el aire", señaló The New York Times, y todos los detalles son perfectos para que esa sensación sea posible. Las vistas al río, al cielo, al parque elevado y a la majestuosa cuidad que se extiende sobre todo al Oeste y al Sur. Los pisos de pino reluciente y los ascensores amplios y generosos que enseguida mueven las masas sin quebrar la armonía se vuelven parte de la aventura. Y los techos con sus diseños sutilmente geométricos en las rejillas son para muchos un sutil pero emotivo homenaje al interior del Ziggurat invertido que es es edificio de Breuer.
El interior de la flamante seda se destaca por sus amplias salas sin columnas  Foto: Gentileza Museo Whitney
   El interior de la flamante seda se destaca por sus amplias salas sin columnas  Foto: Gentileza Museo Whitney

Comparado con el Met o el MoMA, es difícil encontrar voces disonantes respecto del hecho de que el Whitney, fundado en 1931, gastó 422 millones de dólares en desarrollar mucho más y mejor espacio para mostrar arte, de lo más viejo a lo más nuevo. Los depósitos y facilidades para conservación, espacios administrativos, biblioteca, espacios educativos y de estudio de grabados, oficinas de curadores y demás están del lado norte, uno arriba del otro, de tal manera que el personal siempre está cerca de las salas, las cuales a su vez se conectan en cada nivel. Y todo, además, se vincula con ventanas y terrazas con el entorno de manera casi descarada. "La experiencia se siente como un acto de amor con la ciudad, con el arte como su epifenómeno más significativo", publicó The Washington Post.
En 1966, cuando abrió el edificio de Breuer, a nadie le gustó demasiado el exterior, y encima el museo quedó chico relativamente pronto. En las décadas de los años 80 y 90 hubo una serie de propuestas de ampliación, desde un anexo posmoderno de Michael Graves hasta una especie de nube de vidrio sobre las casas de al lado de Rem Koolhaas o una torre de Renzo Piano que continuaba la línea de Breuer.
El barrio conservador, espantado, hizo lo posible por frenar cada una de las iniciativas. Entonces cuando la Dia Art Foundation abandonó sus planes de construir un museo sobre el High Line en 2006, el Whitney, harto de pelear con el Upper East Side, decidió aprovechar la oportunidad para comprar un lote que era propiedad de la ciudad. Lo demás ya es historia.
No está claro si la "cáscara" del nuevo Whitney pasará a ser lo que los americanos llaman un "instant classic" y el futuro, por supuesto, es una incógnita. Pero, mientras tanto, su interior extraordinario bien vale un pasaje a Nueva York.


Fuente: adn Cultura La Nación

REABRIÓ EL PARQUE LEZAMA, POR AHORA SIN REJAS

Terminaron las obras de restauración que debían estar listas en diciembre.
Pusieron juegos y recuperaron sus magníficos senderos interiores.
Ayer se veían guardianes y policías.


Silvia Gómez


Aunque no hubo una inauguración formal, el histórico Parque Lezama, en San Telmo, está abierto y los vecinos volvieron a disfrutar un espacio que estuvo cerrado durante once meses. Bancos nuevos, caminos interiores restaurados y juegos de plaza renovados; estas obras forman parte de una puesta en valor tan demorada como necesaria.
El parque ya daba muestras de un gran deterioro, no sólo por el uso intenso al que es sometido durante los fines de semana –cuando se instalan cientos de puesteros y manteros–, sino también porque fue muy dañado y en los últimos años su mantenimiento era escaso.
Así, su imponente diseño quedó deslucido y los vecinos pedían a gritos una renovación.
De momento, el perímetro no fue cerrado con rejas. Durante los meses previos a las obras, y mientras duró la misma, hubo mucha polémica en torno a este tema. Es que algunos vecinos, y también el Gobierno porteño, entienden que es la única manera de preservar el parque del vandalismo; y otros rechazan su colocación porque, entre otras cosas, entienden que limita el uso que los vecinos pueden darle (ver La polémica…).
La parte más emblemática de esta obra de restauración son sus caminos interiores, que serpentean a lo largo de todo el predio y que se combinan con escaleras y rampas, en descensos y ascensos. Cuando Carlos Thays diseñó este sitio, a fines del 1900, lo pensó como un lugar de contemplación, de descanso y reflexión.
Con el paso del tiempo, y restauraciones anteriores, algunos senderos desaparecieron. Ahora fueron recuperados y tienen un revestimiento que luce como ladrillos. Y logran lo que Thays buscaba, que la gente pierda la noción de la ubicación, paseando entre palmeras, tipas blancas, olmos y pindós. Claro que este concepto paisajístico ha cambiado con el paso de los años: el parque es ahora sede de una feria y lo que fue una gran fuente –sobre la calle Brasil– se transformó en un sitio donde se hacen recitales, ensayos de murgas, actos políticos y otras actividades.
“La feria continuará funcionando sobre la calle Defensa, como sucedió mientras duró la obra. Estamos realizando un censo para recuperar el orden, ya que a partir de ahora solo admitirá puesteros registrados. Una vez hecho el censo, volverán al parque, pero sin invadir los canteros, que han sido totalmente recuperados”, explicó Patricio Di Stefano, subsecretario de Uso del Espacio Público.
En el parque también se colocaron bebederos, cestos de basura, se sumaron más mesas de ajedrez –revestidas con venecitas–, carteles indicadores al pie de los árboles más destacados, bancos de madera, nuevas luminarias con led; se renovaron los antiguos faroles, a los que también se les colocaron LED. También se renovó el paseo de los copones, con más palmeras, y el camino que lleva hasta el templete griego (en cambio, el templete aún tiene pendiente la renovación del solado).
Además se colocó un patio de juegos con piso de goma. Los chicos hacían cola para subirse a un sube y baja gigante al que pueden acceder de pie, varios a la vez.
Ayer, en una tarde bucólica, con una temperatura perfecta para pasear, los vecinos aprovecharon a full las nuevas instalaciones. “Quedó divino, pero en vez de disfrutar, me estoy preguntando cuánto van a durar estos bancos”, se lamentaron Carmen y Sofía, vecinas de Brasil y Defensa. “Es un parque muy delicado para el maltrato al que lo someten algunos vecinos”, coincidieron.
Teresa Gargiulo (70) es vecina de San Telmo y tiene un puesto de antigüedades en la feria del barrio. “Es un paseo increíble, crecí en este parque, pero debo decir que sin rejas y sin cuidadores de plaza, es imposible su mantenimiento”, sentenció.
Ayer había cuatro policías –dos de ellos a caballo– y dos guardianes de plaza.
Después de tanta polémica en torno a las rejas, y con un presupuesto de 28 millones de pesos, será un desafío para la gestión macrista el delicado mantenimiento de un espacio histórico de 7,7 hectáreas.


28 Millones de pesos invirtió la Ciudad en la recuperación del parque que diseñó Thays 7,7 Hectáreas tiene la totalidad del parque, que equivalen a 77.000 metros cuadrados.


ROSARIO ARTY:
LA EXCUSA PERFECTA PARA VIAJAR EL FIN DE SEMANA LARGO

Universos visuales | Por las galerías

Diez muestras y un puñado de estaciones culturales integran este tour por la capital cultural de Santa Fe; hay clásicos, contemporáneos e independientes

    MUESTRA CAPITAL: Mano de cerámica esmaltada. Foto: MACRO
Por María Paula Zacharías / Para LA NACIÓN

Fin de semana largo con temperatura de primavera, ocasión ideal para una escapada arty a Rosario que, sin citar a Fito Páez, está bien cerca por autopista (300 kilómetros por la 9). Actualmente tiene en cartel suculentas muestras de arte histórico y contemporáneo, un puñado de librerías y cafés para el deleite, un río marrón y un bulevar coqueto que une los puntos del mapa cultural.
Un buen comienzo es por los museos principales de la ciudad, que se unen en una agradable caminata por Bulevar Oroño, entre el Parque Independencia -donde está el histórico Castagnino- y el río Paraná -donde se levantan los silos de colores de su par contemporáneo, el Macro-. En los dos espacios se despliega la muestra Capital, que reúne incorporaciones a la colección conjunta de 4200 obras, mediante compras, premios adquisición y donaciones a lo largo de 97 años. "Cruzamos el arte contemporáneo con nuestras bases, origen e identidad", señala Marcela Römer, directora de esta dupla de instituciones unidas por la cabeza. Hay diálogo entre obras de siglos diferentes: en el Macro, conviven los paisajes del maestro Butler y el joven Agustín Sirai, una naturaleza muerta de Spilimbergo del 36 con una donación de 2014 de Cecilia Szalkowicz y los cráneos de Ruth Viegener con nocturnos de Malharro. En el Castagnino, la serie La vida de un día, de Fernando Fader, de 1917, está a pasos del ganador del LXVIII Salón Nacional de Rosario 2014 (los finalistas se exhiben en el primer piso): el lienzo enorme de Joaquín Boz oficia de telón de fondo para los conciertos de música clásica que se realizan religiosamente cada domingo, a las 19.
Por el camino, salpicado de palacetes centenarios y a la sombra de grandes árboles, está el Espacio de Arte Fundación Osde, donde se pueden ver los grabados de cinco artistas activos en la primera mitad de 1900: Santiago Minturn Zerva, Ricardo Warecki, Pedro Barrera, Rubén de la Colina y Rosa Aragone. Y más adelante, en la galería Diego Obligado, esperan los dibujos secretos de una gran grabadora, Melé Bruniard, que escondió por 50 años los delirios vegetales surrealistas de su lápiz.
El Espacio Richieri bien vale un desvío de siete cuadras: una encantadora casita art nouveau, que es el estudio de la artista, escritora, editora, docente y gestora cultural Lila Siegrist, tan multifacético como ella. "Es un problema del otro no poder clasificarme. Esos prejuicios me ponen en un lugar de intensidad sostenida conmigo", explica. Ahí funciona la editorial Yo soy Gilda, sello que codirige con Georgina Ricci. Desde 2010, junto con Pablo Montini, editan Anuario. Registro de acciones artísticas en Rosario, una guía imprescindible de la escena local. La edición 2014 saldrá a la venta a fin de mayo. "Es una publicación de textos e imágenes, con pluralidad de voces. Este año tiene 96 autores", se entusiasma Ricci. También hay una sala de exposición, otra donde se desarrolla el ciclo de charlas con artistas Zona Liberada, y una trastienda de obras de pequeño formato y pequeños precios a la vista de todos (para tentarse, desde $ 500 a 1500) en sus etiquetas: Juan Grela, Gustavo Cochet, Héctor Pichi De Benedictis, Ricardo Supisiche, Mariana Tellería, Gastón Miranda y Maxi Rossini, entre otros.
    MULTIFACÉTICA: Lila Siegrist en su Espacio Richieri. Foto: Gentileza La Artista
Por la zona, Mal de Archivo es el lugar para sumergirse en ediciones novedosísimas y libros viejos, en cajones con discos de vinilo y en una pequeña sala de arte donde la semana próxima habrá una instalación de Eugenia Calvo. Todo se disfruta mejor con un buen café y un cheesecake con frutos rojos que es furor ($ 17 y 48). Al final del recorrido, a los pies del Macro, al nivel del Paraná, está el restaurante Davis (como los silos) para comer buen pescado ($ 295 la bandeja de surubí, pejerrey y boga, con papas cuadrillé y alcaparras) y ver pasar los barcos tan cerca que asustan.

Día 2: hacia el casco histórico

Segundo día de caminata ribereña, esta vez desde el monumental Parque España, con sus escaleras abismales y dos columnas herculianas, colosales, que no sostienen nada. El Centro Cultural es subterráneo y lo componen tres túneles abovedados. Ahí se exhibe Yeso, del colectivo Splash in vitro, que integran Manuel Ameztoy y Ernesto Arellano, mezcla de escultura, pintura y arte textil: cortinas de papel calado, pinturas volumétricas, escultura y un mural al fresco.
Más adelante, siguiendo por la costanera, en el Centro de Expresiones Contemporáneas está Intimidades, exposición que reúne instalaciones, fotografías y videos de destacados artistas contemporáneos: Ananké Asseff, Matías Candela, Ana Gallardo, Adriana Lestido, Sebastiano Mauri, Diana Schufer, Rosana Storti y Martín Weber. "La potencia de las obras reside en la honestidad brutal, en la búsqueda de los artistas de presentar las intimidades más sentidas", comenta el curador, Fernando Farina. También confesional es el living cubierto de arena de la instalación Me enamoré 18 veces y solo recuerdo 3, de Mariana De Matteis.
Ya entrando en el casco histórico hay más obras de Ameztoy en el Espacio Cultural Universitario, un magnífico edificio de mármoles, planta basilical, vitraux y puertas de bronce donde funcionó alguna vez un banco y hoy hay encuentros de música, teatro y poesía. "Monté una serie de instalaciones de gran formato que reuní de diferentes intervenciones realizadas entre 2009-2014", cuenta el artista. Entre el ruido de las dos peatonales (Córdoba y Santa Fe al 900) hay un galería centenaria que es reducto de artistas. El Pasaje PAN tiene encanto de antes, un silencio increíble y reúne los talleres de los artistas Flor Balestra, Gastón Herrera, Carlos Aguirre, Eugenio Previgliano, y tiendas de luthiers, muebles reciclados, insumos de arte, objetos de diseño, libros y antigüedades, rarezas como la Asociación Rosarina de Esperanto, talleres de idiomas y yoga, y un piano donde cualquiera se sienta a tocar. "Esta galería tiene una atemporalidad especial, otra calidad de vida. Es una comunidad y habilita a jugar. Es un mundo aparte", dice Balestra, su alma máter desde hace 24 años.
    INTIMIDADES: La muestra del Centro de Expresiones Contemporáneas. Foto: Gentileza Mela Castagna
El bar que suele congregar a artistas, escritores, músicos y afines es El Diablito (tragos entre $ 50 y 80), antigua whiskería portuaria devenida antro hipster donde hay un ciclo de recitales acústicos, Cantautores y Diablitos. Más temprano, conviene tomar un café ($ 20) en El Cairo: una mesa intervenida por Rodolfo Perazzi recuerda a la de los galanes de Roberto Fontanarrosa y se venden sus libros y merchandising. O tomar un café en la confitería del Hotel Savoy, donde se duerme como hace cien años ($ 1040, la noche): paredes gruesas que no dejan pasar ruidos, el techo a varios metros y el crujir de pisos de madera... todo muy romántico. Para seguir el viaje en el tiempo, a unos pasos está el Museo Estévez, con su colección de arte decorativo. Y muy cerca, el Monumento a la Bandera y sus conjuntos escultóricos de José Fioravanti, Alfredo Bigatti y Lola Mora. No se puede ir a Rosario y no pasar por ahí.

Souvenir: para leer en el viaje de vuelta

  • Un gato que camina solo (Iván Rosado, 2013): textos y dibujos del artista Daniel García. "Una suerte de pequeño ensayo en el que se habla de los gatos negros y la mala suerte, Rudyard Kipling, el gato Félix y los orígenes del dibujo animado"
  • Emilia Bertolé. Obra poética y pictórica (Libros EMR, 2006): pintora, poeta, musa y figura de la bohemia de los años 20, el libro rescata la vida y obra de una gran retratista, y Espejo en sombra, su único libro de poemas, de 1927
  • Anuario. Registro de acciones artísticas en Rosario (Yo soy Gilda, 2015). Panorama de la vida cultural rosarina en imágenes y textos de 96 autores.

Fuente: lanacion.com

LA COLUMNA PERSA BRILLA EN PALERMO

Secreta Buenos Aires
Es una réplica de las que hay en el Palacio de Ciro II el Grande y fue donada por el último Sha de Persia, en 1965.
Cabezas de bueyes: son símbolo de la fuerza y rematan la columna, que se alza rodeada por tupidas palmeras en la Plaza República de Irán, Bosques de Palermo. (Lorena Lucca)
Cabezas de bueyes: son símbolo de la fuerza y rematan la columna, que se alza rodeada por tupidas palmeras en la Plaza República de Irán, Bosques de Palermo. (Lorena Lucca)


Eduardo Parise


Muchos saben que se trata de una réplica. Sin embargo, no se puede negar que tiene una doble carga histórica. Por un lado representa una de las columnas de lo que fue el Palacio de Ciro II, el Grande, en la mítica ciudad de Persépolis, capital del Imperio Persa hacia el año 550 a.C. Por otro, significa un símbolo amistoso entre los pueblos porque fue donada por el entonces Sha de Persia cuando en 1965 visitó la Argentina. La obra tiene diecinueve metros de alto, desde 1978 está en el barrio de Palermo y se la conoce simplemente como “la columna del Templo Persa”.
En 1965 la Argentina tenía un breve gobierno democrático y Arturo Illia era su presidente. Como parte de los festejos por un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810, distintas personalidades visitaron el país. Entre ellas llegaba Mohamed Reza Pahlevi y su tercera y bella esposa, la emperatriz Farah Diba. La pareja real se alojó en el Plaza Hotel y para ellos hubo una atención especial con lujosos detalles, muy difundidos por la prensa de la época. Por ejemplo, dicen que en su lecho se colocaron sábanas centenarias confeccionadas con un fino hilado de lino. Y en uno de los tantos agasajos se sirvieron ostras y cada una contenía una perla natural.
En ese contexto fue que el sha donó la columna que hoy se luce en la plaza República Islámica de Irán, en la avenida Figueroa Alcorta, entre las avenidas Sarmiento y Casares. Recién en diciembre de 1978 la Dirección de Paseos de la entonces Municipalidad de Buenos Aires le entregó a la empresa constructora los seis contenedores que tenían las piezas para su armado. Cuentan que para armarla se hicieron unos moldes de la columna cónica, divididos en varios segmentos. Después, fueron rellenados con una mezcla hecha con cemento y piedra molida proveniente de Persépolis, donde están las ruinas de ese palacio, destruido en el año 330 a.C. cuando Alejandro Magno saqueó aquella ciudad.
El remate de la columna también resulta impactante. Allí se ven las grandes cabezas de dos bueyes, símbolo de la fuerza. Los especialistas afirman que en el palacio original (construido entre los siglos VI y V a.C.), y sobre el lomo de esos bueyes, que miran uno hacia cada lado, se apoyaban las vigas realizadas con madera de ébano o cedro, que sostenían el techo de lo que se conocía como la Apadama (Sala de Audiencias). Es que Persépolis era la capital del imperio aqueménida y ese lujoso palacio era una especie de sede gubernamental y símbolo de aquellos emperadores. El final de esa dinastía llegaría en el 330 a.C. cuando Darío III fue vencido por el guerrero macedonio Alejandro Magno.
En Persia, el reinado del sha Mohamed Reza Pahlevi terminó en febrero de 1979 con la revolución que proclamó la nueva República Islámica de Irán. Pero la réplica de aquella columna se mantiene en la Ciudad como símbolo de una cultura milenaria. Y a unos metros, también en la plaza, hay otra obra que aporta historia. Se trata de la imagen de un León Persa, realizada con cerámicos babilonios. Su autor es el artista ítalo-argentino Blas Salvador Gurrieri. Egresado en 1949 del Instituto de Arte Estatal Comiso de Sicilia, en su Italia natal, al año siguiente Gurrieri se radicó en la Argentina y sus trabajos se destacan tanto en el país como en el mundo.
La plaza República Islámica de Irán está llena de palmeras, lo que le otorga un marco especial a la imponente columna instalada en esa zona palermitana tan cubierta de verde y obras artísticas valiosas.
Y ya que se menciona a otras obras valiosas vale destacar que una de ellas es la majestuosa estatua ecuestre dedicada al caudillo entrerriano Justo José de Urquiza, realizada por los artistas Héctor Rocha y Renzo Baldi. El monumento, ubicado en el cruce de las avenidas Figueroa Alcorta y Sarmiento, tiene una llamativa curiosidad: los autores olvidaron algo no menor: hacerle a la montura la cincha que la sujeta al caballo. Pero esa es otra historia.



Fuente: clarin.com

EL REGRESO DE AMALIA

El film pionero del cine argentino, surgido de un proyecto benéfico de familias patricias
de la ciudad, se verá esta tarde en una copia digital
   Susana Larreta y Quintana, como la heroína de José Mármol. Foto: Bafici


En horas, cuando la sala principal del Teatro Colón quede gradualmente en penumbras, el mágico languidecer de sus luces no dará paso a la presentación de un eximio de la música ni a ninguna nueva puesta de una ópera célebre. Pero sucederá algo fascinante: un viaje en el tiempo. Esto es así porque hoy, a las 15, se proyectará Amalia, la película que hace un siglo reunió a la elite de entonces en derredor de un proyecto de la Sociedad del Divino Rostro y que con fines benéficos fue exhibida en ese escenario, y se constituyó en una experiencia pionera para el cine argentino.
Será horas antes de la ceremonia de clausura del Bafici como primer y fundamental paso de una compleja tarea que la preservará para las generaciones futuras. El Museo del Cine posee la única copia, si bien incompleta, en 35 mm y virada a diversos colores. Asimismo, existe una versión digital de una reducción a 16 mm en blanco y negro que completa el metraje original. "La que tiene virados de color es esta copia, que resguardó el Museo del Cine, y por suerte nos queda el testimonio colorimétrico de Amalia", confirma Beto Acevedo, de Cinecolor, donde se llevó adelante la preservación del material, que se verá en una copia digital HD. "Además del film, presentamos el programa de mano original, el que se entregó al público aquel día. El film y el programa han recorrido cien años hasta llegar a nosotros", confirma la directora del Museo del Cine, Paula Félix Didier.
Hace poco más de un siglo, Angiolina Astengo de Mitre, viuda de Emilio Mitre y nuera del general Bartolomé Mitre, reunió a gran parte de la alta sociedad de entonces para que colaborara en el proyecto. Solicitó al periodista y dramaturgo Enrique García Velloso la adaptación de la novela de José Mármol y recorrió la ciudad -al igual que García Velloso, que ejercería la dirección y un papel en el film- buscando en préstamo muebles y elementos auténticos de la época rosista. Recordaba Pablo Ducrós Hicken -cuyo nombre lleva hoy el Museo del Cine- la visita del realizador a su casa: "En ese mismo año, y durante los preparativos, sabiendo que mi madre era sobrina de Amalia, vino a vernos en procura de algún retrato de la desdichada heroína, pero hubo que explicarle que si bien José Mármol se había casado con una Amalia (Rubio Molina), nada tenía que ver con la heroína, ficción pura de la imaginación del escritor".
Publicada en el suplemento literario de La Semana de Montevideo en 1851, Amalia fue una de las novelas-folletín que se conocieron inmersas en un romanticismo local: otra de importancia fue La novia del hereje, de Vicente Fidel López, publicada años más tarde, y a la que Amalia le ganó en fervor popular, al mantenerse a través del tiempo (tal como demuestra la versión que en 1936 dirigió Luis Moglia Barth).
Quien asista hoy a la proyección del Colón verá la protagonizada por Susana Larreta y Quintana (como Amalia), Luis García Lawson (como Eduardo) y José Miguens, que encarnó a Juan Manuel de Rosas. Curiosidades del destino, entre los Quesada, Aldao, Estrada, Huergo, Bustillo, Guerrico, Flores Pirán, Zuberbühler y Saguier subyace el apellido de Enrique Schlieper, antepasado directo de Carlos Schlieper, director que en los años 40 supo cincelar como nadie la comedia sofisticada del gran cine argentino. Al igual que en 1914, el film se verá con música en vivo, en este caso a cargo del Adrián Iaies Trío; a diferencia de entonces, cuando la entrada fue carísima, hoy será gratuita.


Una función con historia


El día de la función

El estreno de Amalia, el 12 de diciembre de 1914, fue anunciado para las 21. Quince minutos antes, el Colón desbordaba, pero no había noticias ni del proyector ni de la película. Diez minutos más tarde, cuando la secretaria de la Sociedad del Divino Rostro se disponía a cancelar el evento, se corrió una cortina de un palco frente al escenario y el proyectorista, valija en mano, instaló rápidamente el equipamiento. La función comenzó puntualmente.

La visita

Entre los descendientes de los participantes de la película que estarán en la función de hoy en el Colón se encuentra la familia del recientemente fallecido cardenal Mejía, cuya madre (Florencia Mejía Quesada) encarnó a Petra en Amalia.

Amalia

Proyección del film de 1914, con música en vivo.
Hoy,a las 15. Gratis, las localidades se retiran desde dos horas antes en la boletería del teatro.
Teatro Colón, Cerrito 618.


Fuente: lanacion.com


"AMALIA", DE ENRIQUE GARCÍA VELLOSO, EL PRIMER LARGOMETRAJE ARGENTINO



"BUENOS AIRES ES VIBRANTE Y ENERGÉTICA"

Un café con Donald Hyslop. Sociólogo. Nació en Escocia y ayudó en Londres a revitalizar el Sur, el llamado Bankside. Está aquí para aportar su experiencia.
Sentencias: “No hacen falta modelos, las ciudades son sus habitantes”, dice Hyslop.
Sentencias: “No hacen falta modelos, las ciudades son sus habitantes”, dice Hyslop.


Donald Hyslop formó parte de un equipo multidisciplinario de personas –vecinos, gobierno, empresas, instituciones culturales, profesionales y artistas– que logró transformar un área de Londres que durante décadas estuvo abandonada y degradada: Bankside. Un barrio del “otro lado” (el Sur) de la ciudad formal y turística, en donde había funcionado una central eléctrica. Ese edificio industrial en desuso fue renovado para albergar lo que hoy es la Tate Modern, la galería de arte moderno más visitada del mundo. Y revitalizaron además el Borough Market, un mercado de abasto que funciona muy cerca de la Tate desde hace más de 1.000 años. Hyslop es filósofo, sociólogo y nació en un pequeño pueblo de Escocia. Está de visita en Buenos Aires para contar su experiencia a vecinos, diseñadores, artistas, emprendedores y funcionarios; y ya recorrió La Boca, San Telmo y Barracas, en donde funcionan los distritos de Las Artes y el de Diseño, promovidos por el Gobierno porteño.
¿Cómo fueron los inicios de transformación en Bankside?
La idea original fue usar el arte como catalizador de la revitalización del barrio, pero para hacerlo también nos apoyamos en el Borough Market, no sólo por la historia que tiene, sino como una forma de integrar arte, cultura y gastronomía. Sin embargo, el proyecto no se pensó como una suerte de nave espacial aterrizando en el lugar, sino generar un espacio de convergencia con los vecinos, pese a que se trata de un sitio que convoca también al turismo internacional.
¿Y cómo lograron esa intervención vecinal?
Mi interés siempre fue tratar con la gente, salir a la calle a conocer los barrios y a quienes los habitan. Siempre me inspiró conocer las voces de aquellos que no son el público habitual de un museo. Cuando vivís y trabajás en una ciudad, y estás comprometido con la cultura, necesitás estar abierto al diálogo y todo el tiempo tenés que estar aggiornado los proyectos en función de lo que surge de la comunidad.
Según surge de los datos de la dirección del museo, la decisión de construir en Bankside la sede de la Tate Modern “le generó a Londres beneficios económicos por 100 millones de libras por año”. Desde su apertura, en 2000, el museo ha sido visitado por 40 millones de personas. Y desde 2009 trabajan en la ampliación del edificio.
¿Se puede llevar a cabo una transformación como la que generó el Tate Modern en una ciudad como Buenos Aires?
¿Por qué crear una copia? Creo que no es necesario importar un modelo específico, porque lo que atraviesa a las ciudades son sus habitantes y la necesidad de alcanzar un objetivo, el objetivo propio de cada comunidad. Sin embargo, lo rico es compartir la experiencia sobre cómo se produjeron los diálogos, los convenios y las alianzas entre tantos actores: gobiernos, empresas, artistas, vecinos y todo tipo de profesionales.
Hay cierta similitud con la Usina del Arte, en La Boca. Ambos edificios estuvieron ligados a la producción de electricidad.
Son similares en muchos aspectos, aunque el edificio de la Tate es tres veces más grande. Pero estos sitios tienen un potencial, que es poder generar energía para los vecinos pero redefinida en el siglo XXI. Que puedan proveer energía creativa y artística y que nutran a los lugares en donde están emplazados. otra forma de generar energía.
¿Cuál fue su impresión al conocer los distritos de Las Artes y el de Diseño?
Lo primero que pensé fue que si estos mismos distritos estuvieran en Londres, Nueva York o Berlín serían un éxito. Sin dudas, los artistas y diseñadores estarían desesperados por estar ahí. Vi mucho potencial, especialmente en la gente del barrio. Conocí a muchos pioneros, vecinos con mucho orgullo por ser del barrio y con potencial para transformarlo. En cualquier intervención que pensemos es importante conjugar lo existente, es decir los vecinos pioneros, con lo que se viene. Las ciudades son ecosistemas delicados, es necesario que su desarrollo se produzca integrándose a las características existentes en el barrio.
¿Y su impresión general de Buenos Aires?
Es fantástica y el mix de su arquitectura, hermoso. Lo primero que vi cuando llegué fue una bicicleteada con cientos de personas participando. Es una ciudad vibrante, con mucha energía. Siempre me interesó el país, por su fútbol y por su historia. Seguí la Copa del Mundo que se jugó aquí y también los hechos sociales y políticos de los años 70 y 80.
¿Tuvo oportunidad de conocer el transporte público? ¿Qué opinión le merece?
Una de las claves para definir qué tipo de ciudad queremos es su transporte público, es lo que diferencia a una ciudad de otra. Todas las buenas ciudades necesitan un buen sistema de transporte y si no hubiera sido por él, el Bankside no hubiera funcionado.
Hyslop trabaja ahora en un proyecto similar al del Highline de Nueva York, pero al revés: se trata de unas vías de ferrocarril elevadas que interrumpen la vinculación de los barrios. Buscan generar un corredor artístico, de diseño, con locales y restaurantes, debajo de las vías. Una suerte de Low Line. Quizá se transforme en un nuevo sitio obligado en Londres.


Fuente: clarin.com

¿FOMENTAR EL MERCADO DEL ARTE?

El Gobierno debería revisar las últimas regulaciones impositivas, que, en lugar de fomentar y proteger la actividad artística, la afectan.


"RETRATO DE ALBERTO GINASTERA"
Firmado y fechado "43" arriba, a la derecha
Mide 40 x 30 cm.
Técnica: Óleo sobre cartón
Obra expuesta en el Instituto de Arte Moderno de Buenos Aires el 23 de abril de 1951. Correspondiente etiqueta al dorso.
Expuesta en la muestra individual del artista realizada en el Instituto Torcuato Di Tella del 4 al 29 de noviembre de 1964 y reproducida bajo Nº 56 del catálogo.
Correspondiente etiqueta al dorso.


JOAQUÍN TORRES GARCÍA
Montevideo, 28 de julio de 1874 - 8 de agosto de 1949.
Fue un destacado pintor, profesor, escritor, escultor y teórico del arte uruguayo. Creador del Universalismo constructivo y del Taller Torres García, uno de los principales movimientos artísticos de su país.

ALBERTO EVARISTO GINASTERA

Buenos Aires, 11 de abril de 1916 - Ginebra, 25 de junio de 1983
Fue un compositor argentino de música académica contemporánea, considerado uno de los más importantes del siglo XX en América Latina. Fundó junto a otros músicos la Liga de Compositores, la Facultad de Música de la Universidad Católica, de la que fue su primer decano y la Escuela de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, que dirigió hasta su emigración. Documentación a disposición de los interesados.


EDITORIAL DIARIO LA NACIÓN DE BUENOS AIRES,  16 DE ABRIL DE 2015



Nuestro país cuenta con excelentes artistas plásticos que, con gran esfuerzo, desarrollan sus carreras profesionales y, en muchos casos, avanzan gracias al apoyo de mecenas. Lamentablemente, el Estado no destina recursos para el crecimiento y posicionamiento del arte argentino. Frente a un Estado prácticamente ausente en adquisiciones y cada vez más limitado en su presupuesto para difundir obras de arte, todo queda en manos de los particulares y de su acción en pos del crecimiento y consolidación de un mercado que sea capaz de dar respuesta a tan valiosa oferta.
La realidad nos demuestra que el mercado local es pequeño y debe crecer inexorablemente incorporando nuevos compradores y formando colecciones particulares. En tal sentido, es necesario difundirlo y posicionarlo a nivel internacional, para lo cual resulta fundamental, entre otras cosas, la participación de nuestros artistas en residencias del exterior y ferias internacionales.
Durante los últimos años, los museos locales públicos y privados han llegado a tomar un papel importante en la difusión del arte y muy especialmente del arte contemporáneo; sin embargo, esto no se vio reflejado en adquisiciones. También se ha consolidado en Buenos Aires una feria internacional de arte contemporáneo, que ha despertado el interés de curadores y coleccionistas internacionales. Lo cierto es que, poco a poco, el arte argentino despierta mayor interés.
En este camino de ida y vuelta resulta fundamental el rol de las galerías, que con gran esfuerzo participan de eventos locales e internacionales para mostrar y consolidar a sus artistas.
En igual sentido es destacable la labor de los mecenas locales que apoyan la edición de libros para documentar las obras de los artistas y aportan fondos para solventar los gastos de muestras o residencias de artistas en el exterior. Aunque no logren concretar ventas, la primera etapa del éxito es dar a conocer la producción y sembrar para el futuro. El camino es largo, requiere mucho esfuerzo y necesita del compromiso de todos.
Mientras mucha gente trabaja para consolidar y ampliar el mercado del arte, la AFIP ha establecido varias disposiciones que obligan a informar numerosas transacciones y la tenencia de obras en propiedad.
Por una reciente resolución, se creó el Registro Fiscal de Operadores de Obras de Arte, en el que deben inscribirse las galerías y todos aquellos que actúen como comercializadores de obras en forma habitual, quienes deben comunicar mensualmente las transferencias a título oneroso cuyo precio total sea igual o mayor que 10.000 pesos.
También debido a esa resolución, todas las personas físicas o jurídicas (excepto organismos públicos y entidades exentas de impuesto a las ganancias, como fundaciones o asociaciones civiles) deben presentar una declaración jurada anual mediante la cual deben dejar constancia de las obras de arte de su propiedad, cuando su valor de costo individual sea igual o superior a 10.000 pesos.
Adicionalmente, mediante otro instrumento, el ente fiscal creó un régimen de información para los remates y subastas de obras de arte, entre otros bienes. Bajo estas disposiciones se debe informar la totalidad de las obras vendidas, vendedores y compradores, sin importar el precio.
Con posterioridad, la AFIP derogó el sistema de información para galerías y/o comercializadores que queden comprendidos bajo el sistema de facturación electrónica, es decir, los responsables inscriptos en el IVA.
Como consecuencia, la normativa sigue en vigor para los monotributistas que comercialicen obras, para las casas de remates y para los particulares que deben informar la tenencia anual de obras en propiedad.
No cabe duda de que estas disposiciones tienen un claro propósito fiscalista, pero revelan un profundo desconocimiento de un mercado de por sí anémico, por un lado, y sensible al exceso de controles inconducentes. El valor fijado es ciertamente exiguo y contrario a un interés fiscal práctico y se convierte en una carga irrazonable para el responsable de suministrar la información.
En cuanto al listado de obras en propiedad, es de difícil implementación, dado que muchos tenedores no pueden determinar el valor de costo o consideran la obra en su poder como algo meramente decorativo.
De todas formas, sería relevante que todas ellas se pudieran exteriorizar en forma ordenada para identificar y preservar el patrimonio cultural de la Nación, y no cabe duda de que el camino adecuado está lejos de un régimen de información tributaria.
Asombra el criterio rector de las disposiciones de la AFIP; en rigor, cabría pensar todo lo contrario a lo que se pretende. En efecto, sería deseable contar con las siguientes normas:
* Un régimen amplio de desgravaciones impositivas para quienes compren obras de arte y, más aún, para quienes las donen a museos o centros culturales o a cualquier tipo de instituciones públicas o privadas comprometidas con el arte.
* Un régimen que permita la exteriorización e identificación de todas las obras para poder dimensionar y proteger el acervo cultural de la Nación.
* Un sistema que premie o ayude a quien importe obras de arte que se encuentran en el exterior para su radicación definitiva en nuestro país.
* Una ley de fomento a los jóvenes artistas y apoyo a galerías que los promuevan.
El patrimonio artístico nacional poco se defiende desde el punto de vista legislativo y se ve menoscabado por reglamentaciones como la que nos ocupa, cuyo efecto no querido será, sin duda, la paralización en lo inmediato de las operaciones que tengan por objeto obras de arte y, en un futuro, la expatriación de valores artísticos que al país le interesa conservar.
Por lo demás, las artes plásticas son fuente de interés turístico y cultural de proporciones gigantescas; basta mirar las colas para ingresar a museos en el exterior y destacar el creciente interés general por la oferta de nuestros museos y galerías. Y no hay que olvidar que una legislación estimulante para el mecenazgo, como la existente en Brasil con la ley Rouannet, puede favorecer el fortalecimiento del mercado y una mejor cotización para nuestros artistas en línea con la espectacular alza registrada en el mercado internacional el año último.
Así como el Estado debe comprometerse a proteger la cultura, las medidas de fiscalización tributaria deben ayudar a consolidar un mercado de arte receptivo de tan valiosa expresión cultural. Fortalecerlo es privilegiar la cultura nacional. La comentada resolución de la AFIP dista de contribuir a ese propósito y debería ser revisada.