Es una réplica de las que hay en el Palacio de Ciro II el Grande y fue donada por el último Sha de Persia, en 1965.
Cabezas de bueyes: son símbolo de la fuerza y rematan la columna, que se alza rodeada por tupidas palmeras en la Plaza República de Irán, Bosques de Palermo. (Lorena Lucca) |
Muchos saben que se
trata de una réplica. Sin embargo, no se puede negar que tiene una doble
carga histórica. Por un lado representa una de las columnas de lo que
fue el Palacio de Ciro II, el Grande, en la mítica ciudad de Persépolis,
capital del Imperio Persa hacia el año 550 a.C. Por otro, significa un
símbolo amistoso entre los pueblos porque fue donada por el entonces Sha
de Persia cuando en 1965 visitó la Argentina. La obra tiene diecinueve
metros de alto, desde 1978 está en el barrio de Palermo y se la conoce
simplemente como “la columna del Templo Persa”.
En 1965 la
Argentina tenía un breve gobierno democrático y Arturo Illia era su
presidente. Como parte de los festejos por un nuevo aniversario de la
Revolución de Mayo de 1810, distintas personalidades visitaron el país.
Entre ellas llegaba Mohamed Reza Pahlevi y su tercera y bella esposa, la
emperatriz Farah Diba. La pareja real se alojó en el Plaza Hotel y para
ellos hubo una atención especial con lujosos detalles, muy difundidos
por la prensa de la época. Por ejemplo, dicen que en su lecho se
colocaron sábanas centenarias confeccionadas con un fino hilado de lino.
Y en uno de los tantos agasajos se sirvieron ostras y cada una contenía
una perla natural.
En ese contexto fue que el sha donó la columna
que hoy se luce en la plaza República Islámica de Irán, en la avenida
Figueroa Alcorta, entre las avenidas Sarmiento y Casares. Recién en
diciembre de 1978 la Dirección de Paseos de la entonces Municipalidad de
Buenos Aires le entregó a la empresa constructora los seis contenedores
que tenían las piezas para su armado. Cuentan que para armarla se
hicieron unos moldes de la columna cónica, divididos en varios
segmentos. Después, fueron rellenados con una mezcla hecha con cemento y
piedra molida proveniente de Persépolis, donde están las ruinas de ese
palacio, destruido en el año 330 a.C. cuando Alejandro Magno saqueó
aquella ciudad.
El remate de la columna también resulta
impactante. Allí se ven las grandes cabezas de dos bueyes, símbolo de la
fuerza. Los especialistas afirman que en el palacio original
(construido entre los siglos VI y V a.C.), y sobre el lomo de esos
bueyes, que miran uno hacia cada lado, se apoyaban las vigas realizadas
con madera de ébano o cedro, que sostenían el techo de lo que se conocía
como la Apadama (Sala de Audiencias). Es que Persépolis era la capital
del imperio aqueménida y ese lujoso palacio era una especie de sede
gubernamental y símbolo de aquellos emperadores. El final de esa
dinastía llegaría en el 330 a.C. cuando Darío III fue vencido por el
guerrero macedonio Alejandro Magno.
En Persia, el reinado del sha
Mohamed Reza Pahlevi terminó en febrero de 1979 con la revolución que
proclamó la nueva República Islámica de Irán. Pero la réplica de aquella
columna se mantiene en la Ciudad como símbolo de una cultura milenaria.
Y a unos metros, también en la plaza, hay otra obra que aporta
historia. Se trata de la imagen de un León Persa, realizada con
cerámicos babilonios. Su autor es el artista ítalo-argentino Blas
Salvador Gurrieri. Egresado en 1949 del Instituto de Arte Estatal Comiso
de Sicilia, en su Italia natal, al año siguiente Gurrieri se radicó en
la Argentina y sus trabajos se destacan tanto en el país como en el
mundo.
La plaza República Islámica de Irán está llena de palmeras,
lo que le otorga un marco especial a la imponente columna instalada en
esa zona palermitana tan cubierta de verde y obras artísticas valiosas.
Y
ya que se menciona a otras obras valiosas vale destacar que una de
ellas es la majestuosa estatua ecuestre dedicada al caudillo entrerriano
Justo José de Urquiza, realizada por los artistas Héctor Rocha y Renzo
Baldi. El monumento, ubicado en el cruce de las avenidas Figueroa
Alcorta y Sarmiento, tiene una llamativa curiosidad: los autores
olvidaron algo no menor: hacerle a la montura la cincha que la sujeta al
caballo. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com
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