El edificio, diseñado por el inglés Norman Foster, es sobrio, elegante, luminoso y sustentable pero con mínimos desajustes.
Claves. El vidriado, el techo ondulado y espacios que parecen “bandejas superpuestas”. |
Ya se mudaron casi todos. En total serán unas
1200 personas. Hasta Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio
Rodríguez Larreta tienen ahora sus despachos en el segundo y tercer piso
del flamante edificio de la calle Uspallata al 3100, en el Distrito
Tecnológico, con vistas a la añeja arboleda de Parque Patricios. Un
edificio que originalmente iba a funcionar como sede del Banco Ciudad,
pero cuando la Justicia frenó la construcción del centro cívico en
Barracas, mutó en las nuevas dependencias de la Jefatura de Gobierno,
que por ahora lo alquila.
El nuevo edificio es una verdadera joya
arquitectónica, diseñada por el arquitecto inglés Norman Foster con la
asistencia de sus colegas locales, los estudios Berdichevsky-Cherny y
Minond. Y la realización de la empresa Criba. El proyecto fue
seleccionado a través de un concurso organizado por el mismo banco entre
17 propuestas internacionales.
Su arquitectura parece una sabia
mezcla de la espacialidad y la materialidad del ex Banco de Londres de
Clorindo Testa con cierto espíritu ascensorial del ex Mercado de Abasto
(hoy shopping) de Sulcic, Bes, Delpini y una fantástica cubierta de
hormigón ondulada que recuerda los “paraguas” que inventó Amancio
Williams y que usó como gran sombrilla en varios de sus proyectos
vanguardistas.
Pero más allá de los posibles referentes, de
hipótesis y conjeturas, en concreto, la idea del edificio es esta gran
cubierta ondulada que sobrevuela 20 metros y alberga en su interior, a
modo de bandejas superpuestas, los ámbitos de trabajo.
Hay una
planta baja, 3 pisos de oficinas y otros 3 subsuelos, donde hay
estacionamientos para 400 autos. Todos los niveles están vinculados por
dos núcleos de ascensores y en especial por dos grandes escaleras que
“cosen” las bandejas y que privilegian el uso peatonal del edificio.
Las
fachadas hacia el Norte y el Sur son completamente vidriadas. La que da
al parque tiene un gran alero que, a la vez de proteger al edificio del
sol, le da cierta escala monumental adecuada a su nuevo destino. Hacia
el Este y el Oeste los frentes, son como dos tapas ciegas y alternan con
una sucesión de parasoles verticales que regulan la entrada de sol en
las horas de la mañana y de la tarde, cuando pega más fuerte. En el
interior, dos grandes patios y las rajas con lucernarios permiten que la
luz natural inunde los espacios de trabajo, de una buena sensación de
confort y reduzca el consumo energético.
Aseguran que es una
construcción sustentable y que logró la certificación LEED en categoría
“silver”. Pero más allá de este atributo, tiene otras cualidades
arquitectónicas. Es un edificio sobrio, elegante, luminoso. Hasta parece
sencillo. Pero, como sucede con los buenos diseños modernos, sea una
silla, un auto o un edificio, detrás de ellos hay –además de tecnología–
mucha inteligencia.
El mayor secreto está en los subsuelos. Las
columnas que de allí emergen y que sostienen las bandejas de oficinas y
luego la cubierta ondulada tienen una separación tal (8 metros por 8
metros) que permiten cómodamente el estacionamiento de tres autos y su
maniobra. Esta misma medida, es múltiplo del módulo 1,60 por 1,60 metros
que es con la que se organizan los puestos de trabajo. Y cuando va
llegando al techo, algunas columnas se van quedando para seguir con una
separación mayor, más etérea, de 16 por 24 metros.
Toda esta
precisa y estudiada matemática es fundamental porque la expresión del
edificio es su misma estructura, que luce con su hormigón a la vista
realizado con gran maestría. Prácticamente las oficinas no tiene cielo
rasos. Las columnas redondas, las losas terminadas en forma de “pecho de
paloma”, las curvas cóncavas y convexas de la gran cubierta están
realizadas con el preciosismo de una escultura.
Está tan bien todo
que los más mínimos desajustes resaltan: 1) la mala resolución de los
escalones y las barandas de las dos grandes escaleras principales; 2)
las rejas (o la falta de diseño de ellas) que separan el edificio del
Parque); 3) la falta de diseño de una gran ventilación que emerge en
unos canteros que hay en la contra fachada… El resto, repito, una joya.
Que ya forma parte del patrimonio arquitectónico porteño. w
*Editor general ARQ
Fuente: clarin.com