Símbolo porteño Ya fue aprobada la iniciativa por varias comisiones del Congreso Nacional y será ley en septiembre. Todos los bloques apoyan la restauración de una confitería que hizo historia en la política y la cultura.
Esta semana avanzó en el Congreso el proyecto para expropiar el histórico edificio de la Confitería del Molino, ubicado en Callao y Rivadavia. Las comisiones de Asuntos Constitucionales, de Legislación General, de Cultura, y de Presupuesto dieron dictamen positivo para que la iniciativa sea tratada en el recinto. Aunque estaba previsto que esto ocurriera ayer, la exposición del ministro de Economía de la Nación, Axel Kicillof, pospuso su tratamiento. Según fuentes del Congreso Nacional, podría ser tratada en la sesión del miércoles 10 de septiembre; y todos los bloques estarían de acuerd o en recuperar este ícono porteño que es, además, uno de los exponentes más destacados de la arquitectura Art Nouveau en la Ciudad (ver: Un ícono...).
El proyecto cuenta con media sanción del Senado, que votó favorablemente en noviembre de 2012 el Senado. El proyecto especifica que el Poder Ejecutivo nacional adquirirá el inmueble y luego deberá transferirlo, sin cargo, al Congreso. Luego el Poder Legislativo debería crear una comisión para administrar el futuro “Edificio del Molino”, tal su nueva denominación.
Está previsto que en el subsuelo y la planta baja funcione, a través de una concesión, una confitería, un restaurante y un local de elaboración de productos de panadería, pastelería y actividades afines. Es decir, que retomaría sus usos originales: en esa esquina la confitería comenzó a funcionar en 1905.
El resto del edificio –que tiene cinco pisos en altura– estará dedicado a la historia de la confitería. Se conformará un museo para recuperar el paso a paso de su construcción y el rol cultural y político que tuvo en sus épocas de máximo esplendor. Fue construida por Francesco Gianotti, el arquitecto que también firmó otro edificio icónico de la Ciudad, como es la Galería Güemes. Y entre otras situaciones históricas que atravesó, su cercanía con el edificio del Congreso le jugó una mala pasada en 1930: fue incendiado durante el golpe militar de José Uriburu contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen.
También funcionará un centro cultural que se llamaría “De las Aspas”, dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes.
Desde el día en que cerró sus puertas, en 1997, hubo una decena de proyectos de ley, declaratorias y manifestaciones de vecinos y ONG que buscaron recuperar el edificio. En la Legislatura porteña, entre 2006 y 2012, se presentaron seis proyectos diferentes. Ninguno de ellos obtuvo dictamen favorable de las comisiones y perdieron estado parlamentario. Lo propio ocurrió en el Senado y en el Congreso en años anteriores.
“Este proyecto es necesario para garantizar la recuperación y protección de un inmueble que integra el patrimonio cultural de Buenos Aires y el país. Se trata de un pedazo de nuestra historia reciente, un símbolo de la lucha por la democracia, un punto de encuentro de artistas e intelectuales, un ícono de la arquitectura”, opinó Roy Cortina (diputado por el Partido Socialista), como integrante de la comisión de Cultura y autor de algunos de los proyectos que durante años dieron vueltas por la cámara.
En tanto el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez (Frente para la Victoria), aseguró que la recuperación del edificio “es un sueño de todos los bloques. Forma parte de un momento glorioso de nuestro país, una generación lo pudo construir y nosotros debemos restaurarlo”. Se mostró esperanzado en “poder concluir las obras antes del Bicentenario de 2016”. Por iniciativa de Domínguez, podría estar al frente de la restauración el mismo equipo que trabaja recuperando el Congreso, dentro del Plan Rector de Intervenciones Edilicias (PRIE).
Un ícono Art Nouveau,
foco de reunión de políticos y artistas
Su historia se remonta a 1821. El edificio fue terminado en 1917 y el Molino cerró en 1991.
Nora Sánchez
Desde 1905, la Confitería del Molino fue un punto de reunión para políticos, escritores y artistas que disfrutaban de sus especialidades de pastelería entre coloridos vitraux y mesas de mármol. Pero un día de verano de 1997, la confitería bajó las persianas y quedó un cartel. “Cerrado por vacaciones desde el 24 de enero hasta el 14 de febrero”, decía.
Nunca reabrió. Sus 47 empleados recibieron telegramas de despido en los que les anunciaban el “cierre definitivo del establecimiento por causas económicas”. Desde entonces su edificio Art Nouveau languidece, mientras el antiguo local gastronómico espera que alguien se ocupe de él.
La historia de este ícono porteño se remonta a 1821, cuando el italiano Constantino Rossi abrió la Confitería del Centro en la esquina de Federación y Garantías, hoy avenida Rivadavia y Rodríguez Peña. En 1868, la compró el repostero italiano Cayetano Brenna, que le cambió el nombre por Confitería del Molino en alusión al primer molino harinero de Buenos Aires, que funcionaba en la plaza Lorea. En 1904, Brenna compró la esquina de Callao y Rivadavia, a metros de donde se construía el Palacio del Congreso Nacional. Y allí mudó la confitería en febrero de 1905.
Entre 1909 y 1911, ya en sociedad con la familia Rocatagliatta, Brenna adquirió los inmuebles linderos de Callao 32 y Rivadavia 1815. Y le encargó al arquitecto italiano Francisco Gianotti que fusionara las tres construcciones en un edificio único.
Gianotti, que también hizo la Galería Güemes, realizó un estructura de hormigón armado. Todos los materiales llegaron de Italia, incluyendo las aberturas, los mármoles, las manijas de bronce, las cerámicas y más de 15 m2 de vitraux. El resultado es uno de los máximos exponentes del Art Nouveau de Buenos Aires.
El edificio fue inaugurado el 9 de julio de 1916, aunque recién estuvo terminado en 1917.
Tiene tres subsuelos y cinco pisos. En los subsuelos se elaboraban las especialidades de pastelería, estaban los depósitos y había una fábrica de hielo. En la planta baja funcionaba la confitería y en el primer y segundo piso estaban los salones de fiestas Versalles y Gran Molino . Los pisos restantes eran para rentas y aún hoy sus departamentos están alquilados. Los símbolos de la confitería son la réplica de las aspas de un molino que decoran su frente y su torre aguja.
En 1938, Brenna murió y hasta 1950 se hizo cargo del negocio Renato Varesse. Lo continuó Antonio Armentano, hasta que en 1978 se lo vendió a un grupo económico que quebró poco después. Los nietos de Brenna compraron la confitería, pero en los 90, en tiempos de fast food y pizza-cafés, comenzó a decaer. Hasta que en 1997, llegaron esas obligadas vacaciones que jamás terminaron. Nueve meses después declararon al edificio Monumento Histórico Nacional.