Imágenes distribuidas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México el lunes 25 de agosto 2014, que muestran las ruinas pertenecientes a una antigua ciudad maya llamada Tamchen en un lugar remoto de la selva en el estado sureño de Campeche, México. Arqueólogos en México han hecho pública la existencia de esta antigua ciudad maya en el estado y han vuelto a descubrir otro sitio cubierto por bosque como los encontrados en la década de 1970. El INAH dice que los descubrimientos ayudarán a los arqueólogos a estudiar los antecedentes culturales y políticos de una zona conocida como las Tierras Bajas Centrales de la región maya.
Fotos: AP/ INAH, Mauricio Marat
La
expropiación de la Confitería El Molino está cada vez más cerca de
concretarse. Este clásico café porteño, en Callao y Rivadavia, cerrado
en 1997, podría reabrir sus puertas si se convierte en ley el proyecto
del ex senador Samuel Cabanchik, que ya fue aprobado en el Senado y tuvo
dictamen favorable en la Comisión de Asuntos Constitucionales,
Legislación General y Cultura y Presupuesto de la Cámara de Diputados. Y
en las próximas semanas podría llegar al recinto.
El Molino
reabriría nuevamente como café y será parte de un proyecto que se
integrará a la manzana legislativa, frente al Congreso Nacional. El
texto resuelve "declarar de utilidad pública, y sujeto a expropiación,
por su valor histórico y cultural, el inmueble de la Confitería del
Molino".
De esta manera, el inmueble se transferirá sin cargo al
patrimonio del Congreso de la Nación. El subsuelo y la planta baja
deberán ser concesionados para su utilización como confitería,
restaurante, local de elaboración de productos de panadería, pastelería o
cualquier otro uso afín a dichas actividades.
El resto del
edificio, cuya fachada hoy luce abandonada, deberá consagrarse a un
museo dedicado a la historia de la confitería, y al rol que tuvo "en el
crecimiento y consolidación de la democracia argentina", según se
especifica en los considerandos de la expropiación. Además, harán un
centro cultural que se llamará "De las Aspas", dedicado a difundir y
exhibir la obra de artistas jóvenes argentinos que no haya sido expuesta
públicamente en ningún medio.
El presidente de la Cámara de
Diputados de la Nación, Julián Domínguez, dijo que la recuperación de la
Confitería del Molino "es un sueño de todos los bloques". Y agregó: "La
recuperación de esta confitería sintetiza una convicción compartida
desde el Congreso Nacional, desde el gobierno de la Nación y desde todos
los sectores de la población que anhelaban recuperar un patrimonio
histórico de un edificio que tiene que ver con la historia de la
Argentina".
El edificio de la confitería fue inaugurado en 1917,
con un proyecto del arquitecto italiano Francisco Gianotti. Contaba con
tres subsuelos donde se producía y fabricaba la pastelería, que
funcionaba en la planta baja de Rivadavia y Callao. Por sus mesas
pasaron los políticos Marcelo T. de Alvear, Lisandro de la Torre,
Alfredo Palacios y Eva Perón, y los artistas Carlos Gardel, Niní
Marshall, Tita Merello y Libertad Lamarque, entre muchísimos otros.
Domínguez
recordó parte de esa historia: "El Molino se vendió en 1978 y, al poco
tiempo, quebró, al igual que otras empresas nacionales. Después se
recuperó medianamente. En 1997 volvió a cerrar, y hasta el día de hoy no
abrió. No es casual que, con el apoyo de todos los bloques políticos,
hayamos votado la recuperación".
Una historia con idas y venidas
1917 Ese
año se inauguró la confitería emplazada en Rivadavia y Callao, frente
al Congreso Nacional, con proyecto del arquitecto italiano Francisco
Gianotti. 1992 El gobierno de la ciudad lo incorporó al Área de Protección Histórica con el grado de protección estructural. 1997 Tras estar en declive durante décadas, este tradicional punto de reunión de políticos cerró a comienzos de este año, hasta hoy. 2005 Desde entonces, se presentaron numerosos proyectos para recuperar la Confitería del Molino, pero ninguno prosperó.
En la marea editorial de estos días, con más de 100.000 ejemplares vendidos de su obra en español, se distingue una sección de títulos para redescubrir al best seller de otra manera: dibujado
Rojo brillante, la criatura que Emilio Urberuaga creó para el cuento "Discurso del oso".
Por María Paula Zacharias / LA NACIÓN "Ilustrar a Julio Cortázar fue un regalo que ya nadie me puede arrebatar", dice Emilio Urberuaga, dibujante español de conocida trayectoria y muy buen humor, que ha creado un oso tierno, divertido y de color rojo brillante para el cuento "Discurso del oso". En el año del centenario del venerado Julio Cortázar, que se cumple hoy, varias ediciones acercan sus relatos a lectores nuevos y de antaño con un valor agregado: el lápiz, la gubia o el pincel de dibujantes, grabadores y pintores que ponen en imágenes textos escogidos. Libros objeto para atesorar, en ediciones fascinantes, para leer y mirar. Y volver a mirar. Una simbiosis en la que autores, artistas y lectores, todos salen ganando.
Pero ¿cómo es ilustrar al Gran Cortázar, un autor que se lee ayer como hoy y que en el mundo hispanohablante (aunque está traducido ya a más de 30 idiomas) vendió más de 100.000 ejemplares de sus obras en el último año?
Urberuaga responde: "Siempre que se trata de alguien que quiero o admiro se genera un acercamiento al autor que de otra manera no habría conseguido. No creo que mi aporte sea importante más allá de la imposición de un lector (yo) a otros lectores que probablemente tengan en su cabeza un oso diferente, aunque la vanidad me empuja a creer que algunos tomaron ese oso rojo como propio".
La historia de Elenio Pico, argentino radicado en Barcelona, y Cortázar empezó mucho antes de que le ofrecieran poner en dibujos, con algo de dulzura y otro tanto de malicia, a los cronopios y las famas. A los 23 años se cruzó con el escritor en la calle, lo paró y compartió con él una charla que recuerda corta y cariñosa. "De alguna forma me había marcado. Aurora Bernárdez -primera mujer, amiga y heredera de Cortázar- me comentó que él decía que la vida era una especie de tapiz en formación y que la aguja que lo construía entraba y salía de él. En mi caso, había entrado ocasionalmente en 1983 y volvía a aparecer en 2012", cuenta. Bernárdez vio los dibujos de Pico y les dio su bendición. Darles forma a estos seres no resultó fácil. "Fue muy especial. Intenté ser natural, revisar mi pasado gráfico, recuperar emociones, volcar todo el cariño y la espontaneidad posible, evitar metáforas aleccionadoras y aportar irresponsablemente una pequeña dosis de poesía desde el tratamiento de los elementos que construyen los dibujos. Me vi en la situación de sintetizar mis emociones y darles una forma a través del dibujo y el color, que son mi medio de expresión. ¡Son tantas las posibilidades! Lo mejor es dejarse arrasar por esa lógica mágica y festejar esta oportunidad que te da la vida", entiende Pico.
Concentrarse en Cortázar, en él y no en su obra, es otra cosa. "Yo vengo dibujándolo desde hace tiempo, pero nunca como un gran lector. Maravillado, sí, por Bestiario y algunos cuentos. Siempre me gustó el personaje", dice Miguel Repiso, o Rep. En marzo último lo invitaron a contar su vida en un mural en el Salón del Libro de París. "Durante el verano leí varias biografías, tomé 36 años clave de su vida y los dibujé, con una leyenda muy escueta. Todo el lirismo, el vuelo, lo puse en el dibujo. Cuando tenía lista la línea del tiempo sentí que algo no estaba bien, y la rayuelicé: hice bollitos de papel con cada uno de los años, los metí en un cubo y fui sacándolos, para darles un orden azaroso, porque su vida merece ser contada de manera lúdica". Primero el mural tomó forma de libro en Italia, y ahora llega al público local. "Mi Cortázar es un niño que crece en alto, pero no envejeció nunca. Creció su cabeza, pero su cuerpo es el de un niño estirado. Sus ojos siempre me atrajeron como dibujante, tan separados que la primera vez que los dibujé puse en el medio al Gordo y el Flaco. Tienen mucha expresión", cierra Rep.
José Muñoz ilustró "El perseguidor"
Otra biografía en imágenes que ve la luz por los 100 años es la de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga, Cortázar de la A a la Z. Como un álbum de familia o un diccionario, se ordenan entradas alfabéticamente y se ilustran con fotos, manuscritos, objetos y dibujos del propio escritor, explicados con sus palabras tomadas de cartas, obra y entrevistas.
Llamamos a París, sin ninguna esperanza, y atiende una voz quebradiza: "Sí, soy yo", contesta Bernárdez, a los 94 años. Y repite lo que todos ya saben: "Yo no doy entrevistas nunca, absolutamente a nadie. Lo siento. Si no, no haría otra cosa en mi vida". Aurora es amabilísima, manda saludos a los amigos y antes de cortar tampoco es que puede quedarse callada... "Quedó muy, muy bueno [el libro]. Ha sido un gran trabajo, pero ha estado todo muy pesado. Estoy muy contenta, está muy bien hecho por la editorial, que se empeñó en crear un libro curioso, original, interesante."
No es novedad: Cortázar ha tenido grandes amigos artistas plásticos y en vida realizó con ellos obras en conjunto; varios títulos con sus amigos Julio Silva y Luis Tomasello, autores de ese monumento a donde peregrinan lectores del mundo y dejan flores, cigarrillos, lápices... La tumba que comparte con Carol Dunlop, su última mujer, en Montparnasse. Con fotografías de Alicia D'Amico y Sara Facio se publicaron dos obras, y en los 80 se editó Monsieur Lautrec, ilustrado por Hermenegildo Sábat. De aquellos libros se desempolva y entra nuevamente en imprenta la novela gráfica realizada junto a Alberto Cedrón Las raíces del ombú. Los originales se perdieron después de una miniprimera edición en 1978, pero han podido reconstruirlos a partir de una copia en 2004. Habrá que buscarlo en francés, La racine de l'ombú, porque sale por un sello parisino.
En septiembre, también se reeditará La puñalada, con dibujos de Pat Andrea, nuevos retratos y un epílogo de Enrique Vila-Matas que cuenta la azarosa historia del libro, que se terminó de imprimir en Bruselas el día después del entierro de Cortázar y se perdió por décadas. "En realidad, Julio ilustró mis dibujos con su texto. Me ofreció, el cuento «Tango de vuelta» para acompañar los dibujos que le mostré. ¡No pude creerlo en su momento!", recuerda Andrea desde París. El artista de origen holandés tramó un policial tanguero con olor a dictadura, a lápiz, carbón y acuarela. "Con la obra de Julio siempre he tenido una proximidad muy fuerte -se compara Andrea-. Considero que pinto como él escribe."
Para mirarlo mejor
discurso del oso
Libros de Cordel Ilustrado por Emilio Urberuaga (24 pp., $ 192). Sobre un oso que habita las tuberías, inspirado en los ruidos de los edificios
El perseguidor
Libros del Zorro Rojo Ilustraciones de José Muñoz (88 pp., $ 297; rústica, 96 pp., $ 197). Un homenaje a Charlie Parker y el jazz
historias de cronopios y de famas
Alfaguara Ilustrado por Elenio Pico (84 pp., $ 200). Una invitación a "que sus ojos, cronopios cronopios, bailen tregua y bailen catala sobre letras y dibujos y colores"
Julio Florencio Cortázar. Biografía rayuelística
Planeta Con dibujos de Rep (80 pp., $ 149). La vida del escritor, con orden alterado
Cortázar de la A a la Z
Alfaguara De Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga (320 pp., $ 269). Biografía visual con orden alfabético
la puñalada
Libros del Zorro Rojo Con dibujos de Pat Andrea (desde el mes que viene). Un cuento de cuchilladas de arrabal
La Racine de l'ombú
CMDE Novela gráfica de Alberto Cedrón (89 pp., euros 20) que traza una alegoría de la historia argentina del 30 a los 70
Biblioteca LA NACIÓN
Opcional con LA NACION, a partir de hoy y cada 15 días, se podrán adquirir 27 cuentos y novelas de la biblioteca Cortázar
La colección se inicia con Bestiario y continúa con títulos como Rayuela, Las armas secretas, Historias de cronopios y de famas, Todos los fuegos el fuego y Salvo el crepúsculo
Los libros están impresos en formato premium y tapa dura. El primer título costará $ 39,90. Y a partir del segundo título hasta el 27, valdrá $ 69,90
Para muchos, Richard Attenborough, fallecido anteayer a los 90 años en Londres, será siempre el tierno abuelito de las dos primeras Jurassic Park. Para otros quedará en el recuerdo por haber dirigido Ghandi, el film que contó la vida del líder pacifista hindú que resultó un éxito en todo el mundo y cosechó ocho premios Oscar, entre ellos dos como director y productor para el propio Attenborough. Y para algunos más siempre será el actor que debutó a principios de los años cuarenta y se convirtió en uno de los más respetados y prolíficos intérpretes de la escena británica, donde solía interpretar a matones y marginales que poco tenían que ver con sus orígenes.
El artista había nacido en Cambridge, donde su padre formaba parte de la dirección de la prestigiosa universidad y su madre se dedicaba a diversas causas sociales que años después su hijo citaría como inspiración para su trabajo filantrópico. "No tengo interés en ser recordado como un cineasta de gran creatividad. Quiero ser recordado como un narrador de historias", dijo Attenborough hace unos años sobre su carrera como realizador. "Dickie Attenborough era un apasionado sobre todo en la vida-su familia, sus amigos, su país y su carrera-. Le regaló al mundo la emocionante épica Gandhi y fue el perfecto maestro de ceremonias para revivir a los dinosaurios como el John Hammond de Jurassic Park. Era un querido amigo y me encuentro en una larga fila de personas que lo adoraban completamente", dijo ayer Steven Spielberg al enterarse del fallecimiento del actor, director y productor que trabajó como intérprete en el cine y el teatro durante más de 25 años antes de decidir pasar detrás de las cámaras. Claro que su nueva profesión nunca lo alejó del todo de la actuación de la que se había enamorado en los primeros años cuarenta cuando protagonizó la obra Brighton Rock, basada en la novela de Graham Greene que algunos años después se adaptaría al cine como El joven Scarface también con Attenborough como el temible gangster Pinkie Brown. "Este actor merece ganarse la fama en una noche porque su estudio de la psicología patológica de su personaje es considerado, delicado y poderoso", decía una de las tantas críticas-citada ayer por el diario The Guardian-, que ponderaron su trabajo en aquella obra teatral que sentaría los cimientos para una trayectoria notable. Una carrera que cambió de rumbo a principios de la década del sesenta cuando un conocido del actor le propuso que dirigiera una película basada en la biografía de Mahatma Gandhi. Interesado y dispuesto a aprender sobre la vida del líder indú, Attenborough-nombrado caballero del reino en 1976-, puso en marcha un proyecto que le llevaría casi veinte años concretar. Mientras tanto aceptó el ofrecimiento de Hollywood y participó como actor de reparto -su estatura no le alcanzaba para protagonizar en la gran industria norteamericana- en El gran escape de John Sturges, El vuelo del Fénix con James Stewart y El cañoñero del Yangtze de Robert Wise, entre otras. Después de realizar tres películas como director -Oh, qué bella guerra, El joven león y Un puente demasiado lejos- , y luego de hipotecar su casa, vender sus autos y empeñar su colección de arte además de trabajar en varios proyectos por debajo de su calidad como realizador e intérprete finalmente consiguió la financiación para poner en marcha Gandhi, el film que lo cambiaría todo. Con el reconocimiento crítico y de público llegarían otras películas que dirigió como A Chorus Line, Grito de libertad, Tierra de sombras , Chaplin y De amor y de guerra, su último trabajo tras las cámaras. Frente a ellas, apoyado en el reconocimiento que recibió por su trabajo en Jurassic Park, Attenborough regresó a la actuación con papeles en Milagro en la calle 34, el Hamlet de Kenneth Branagh y Elizabeth.
Sara Facio, Juan Cruz y Sergio Ramírez entre otros, cuentan algunas de sus anécdotas con el gran escritor.
Postales. En 1984, poco antes de morir, Cortázar fue retratado por Dani Yako en Buenos Aires. / DANI YAKO.
Bárbara Álvarez Plá
En 1914, Europa se convulsionaba con el estallido de la Primera Guerra Mundial; Juan Ramón Jiménez publicaba en España su Platero y yo y, el 26 de agosto, en Bruselas, Bélgica, nacía Julio Cortázar, que después se convertiría en uno de los autores más influyentes y transgresores de la literatura argentina. Este martes se cumplen, entonces, 100 años del nacimiento del autor de Rayuela, cuya publicación, en 1963, cambiaría para siempre los cánones de lectura de la literatura latinoamericana.
Ya pasaron cien años, pero Cortázar sigue siendo uno de nuestros escritores más universales y es por eso que en todo el mundo se lo recuerda de un modo especial –con homenajes, actividades y muestras– en este año en el que, además, se cumplen 30 años de su muerte. Afirmaba Cortázar que lo interesante de la literatura es “buscarse, y a veces encontrarse en ese combate con la palabra que después dará el objeto llamado libro” y a esa lucha dedicó su vida, dejando como resultado textos inolvidables.
Clarín habló con unas serie de escritores y artistas que lo conocieron o que analizaron su obra para pedirles que compartieran sus reflexiones y recuerdos acerca del autor de Historias de Cronopios y de Famas.
Marcelo Cohen. Escritor.
Creo que leí Rayuela en el 67, 4 años después de que saliera. Uno ya venía viendo bastante gente con el libro abajo del brazo. El efecto inmediato en mí y la gente más cercana fue de pantomima, de imitación. No leímos una obra literaria sino algo que presenta modelos. También modelos literarios, pero eso lo entendimos más tarde. Nunca pude despegarme de Cortázar”.
(Testimonio para los videos de Clarin.com celebrando los 50 años de Rayuela en 2013, en la serie producida por Matilde Sánchez).
Sergio Ramírez Escritor.
En Costa Rica, en 1976, julio llegó para un ciclo de conferencias y Ernesto cardenal y yo lo invitamos a ir a Nicaragua, a Solentiname, donde Ernesto tenía su comunidad campesina. Fue un viaje bastante clandestino porque pasamos lejos de los puestos fronterizos de Somoza. Ese día tocaba el prendimiento de Jesús y Julio opinó y eso está recogido en el libro de las misas de Solentiname. Es curiosa esa conversación. El tema viene a ser el poder terrenal y el poder divino. Es extraño ver a Julio hablando de estos temas”.
(De la misma serie que el testimonio anterior.)
Juan Cruz. Periodista.
Era 1973. Yo había leído Rayuela con la devoción de un boy scout, y paseaba absorto por las calles de Amsterdam. Un amigo fotógrafo, en ese momento sin cámara, me gritó desde un rincón de la plaza: “¡Juan, Julio!”. Julio era Cortázar, alto, pecoso, ese hombre que escribió Rayuela estaba allí. Hablamos con él un buen rato. Bromeó: no se olvidaría de mi nombre... porque era como el del gaucho Cruz del Martín Fierro. Sabía su dirección de París, le buscaría allí, él tenía prisa. En París busqué su teléfono en esa dirección, el 3 de rue l’Eperon; no había en la guía ningún Cortázar así que marcar todos los números, de cualquier apellido. Empecé con Monsieur DuPont, un médico interno de hospital. Sonó la llamada y una voz a la que le pregunté si era Cortázar dijo: “Oui, je suis meme”. Parecía un relato de Cortázar. Muchos años después, aún después de su muerte, estaba hablando por teléfono cerca de un restaurante que le gustaba a Neruda, y de pronto levantó la vista y ahí me fijé que estaba justo debajo del número de la rue l´Eperon. No he dicho a nadie que estuve a punto de llorar”.
Luisa Valenzuela. Escritora.
Poco antes de que muriese, lo vi en Nueva York y me contó que quería tomarse un año sabático para escribir una novela. Le pregunté si sabía de qué se trataba y me dijo que no sabía, pero que hacía tiempo que tenía un sueño recurrente en el que ya la había terminado y entregado a su editor. El editor le devolvía la novela ya impresa y al mirarla se daba cuenta de que no estaba escrita en palabras, sino en formas geométricas y entonces comprendía que por fin había logrado decir lo que siempre había querido decir. ‘Es la primera vez que de verdad consigo contar lo que quería contar’, dijo”.
Elsa Osorio. Escritora.
Decir sin exagerar que desde la adolescencia vivía –sigo viviendo– con Cortázar. Pero no lo conocía personalmente hasta 1983. Era junio, un calor agradable en el Barrio de Brera de Milano. Caminábamos por la calle de Fiori Chiari, cuando le confesé a Margherita Bernard: Quiero verlo. No necesitaba decirle a quién, Marghe había estudiado Letras conmigo en Argentina, y compartía esa pasión. ¿Qué excusa inventaría para que él me recibiera en París? De pronto, como saliendo de la nada, su enorme figura cruzó la bocacalle. Paralizadas, Marghe y yo nos miramos. ¿Era posible? Ella cree que fui yo, y yo, que fue ella quien tomó la iniciativa. Cortázar se sorprendió de que lo reconociéramos en Milano. Es difícil saber qué senderos recorrieron las palabras hasta llegar a contarle cómo Charly tocaba ahora en un bar del bajo de Buenos Aires, y esa pareja de los vientos alisios, que pude reconocer en el avión. Ya no era sorpresa sino placer cuando él nos contó que en verdad no todas las copias de Glenda habían sido eliminadas, que él conserva una muy especial. Sólo quedan los papeles desleídos de mi diario de entonces, y las muchas veces que quise escribirlo. El recuerdo del recuerdo, atravesado por la imaginación, y una certeza: el haber vivido una tarde que pudo ser un cuento de Cortázar”.
Liliana Heker. Escritora.
Lo conocí en Buenos Aires en 1973. Una vez fui a su casa a llevarle unas revistas y a leerle la crítica de El libro de Manuel. En el 78, fui por primera vez a París. No pude verlo el día que llegué porque él tenía que dar clase, pero quedamos para el día siguiente. La noche anterior, yo dormía en el hotel cuando sonó el teléfono. Atendí y era él para decirme que me abrigase bien, que hacía mucho frío en París. Es uno de esos recuerdos que atesoro como algo muy hermoso, fue de una ternura infinita. Esa fue la última vez que lo vi”.
"ESTABA TAN NERVIOSA, QUE SAQUÉ COMO DOS ROLLOS DE FOTOS"
1914 - HOY SE CUMPLEN 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO - 2014
El primer trabajo que hice con Cortázar fue el libro ‘Buenos Aires, Buenos Aires’. El libro sale en el 68, pero, con mi socia Alicia D’Amico, estuvimos con él en París un año antes, cuando le hicimos esa foto.
El día que fuimos a conocer a Julio, él me tomaba el pelo porque yo estaba tan nerviosa que saqué como dos rollos de fotos, ahora es normal porque todo es digital pero en aquellos tiempos era una locura. Me decía: ‘no te van a salir, porque no hay luz’, y yo le respondía: ‘vos escribí que yo saco las fotos’. Por supuesto que salieron todas.
En el momento en que nos íbamos, me dijo: ‘¿No querés sacarme fotos con luz?’ Le dije que sí y nos dijo: ‘Vengan mañana a la UNESCO’ –donde trabajaba como traductor– ‘y les muestro el palacio, los jardines y comemos algo’.
Fuimos encantadas y ya sin nervios. Después de conocer todo, fuimos a un jardín a sacar fotos y yo lo veía a Julio como si fuera Horacio, el personaje de Rayuela.
Así que esa foto está hecha en los jardines de la UNESCO, él la vio tres meses después. Mandó una carta diciendo que las fotos le habían parecido magníficas.
Dijo que la que más le gustaba era esta, y que si algún día, cuando él ya no estuviera, salía algún libro sobre él, quería que esa foto fuera la tapa. La primera vez que se usó fue un domingo en La Nación, ahí me hice famosa.
Testimonio tomado para Clarin.com en 2013.
Igual que con el de Colón, el lugar del monumento fue discutido. Está en Plaza Italia.
En Palermo. La idea fue del Circulo Italiano en Buenos Aires. Al principio querían ubicarlo frente al río, pero ya había otra estatua de un prócer italiano.
Por Eduardo Parise
Esta ahí desde hace 114 años. Y eso generó que la plaza, que hasta ese momento se conocía como “De los Portones”, cambiara su nombre por el de “Italia”. La modificación se realizó por una ordenanza municipal del 25 de mayo de 1904, casi un mes antes de que la gran estatua ecuestre de Giuseppe Garibaldi quedara inaugurada oficialmente, marcando así un cambio importante en ese entorno del barrio de Palermo, que todavía tenía más de arrabal que de conglomerado urbano. Desde ese momento, la imagen victoriosa del “héroe de dos mundos”, del “guerrero infatigable”, como definían a Garibaldi, se integró a la Ciudad como referente porteño de la comunidad italiana.
La idea de hacer un monumento en homenaje a Giuseppe Garibaldi (nacido en 1807) surgió en el Círculo Italiano de Buenos Aires al otro día de su muerte, ocurrida el 2 de junio de 1882, en Italia, donde pasó sus últimos años. Desde ese mismo momento, a propuesta del diario La Prensa (hizo el primer aporte de 1.000 pesos), se inició una colecta para solventar el gasto. Seis meses más tarde, en enero de 1883, el Círculo informaba que la suma había llegado a los 250.000 pesos. La piedra fundamental se colocó el 6 de noviembre de 1898. El trabajo del escultor Eugenio Maccagnini (había sido el ganador del concurso internacional) duró cinco años. Su boceto se basaba en otra obra similar que él mismo había realizado en la ciudad de Brescia, en la región de Lombardía.
La ubicación del monumento había sido tema de discusión. En un primer momento se pensaba colocarlo en la zona del Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem). Pero como allí ya estaba la estatua de otro prócer italiano (Giuseppe Mazzini, desde 1878 en la plaza Roma) algunos alegaron que no podía ser. Decían que al llegar a Buenos Aires por vía fluvial, lo primero que se iba a ver eran los dos monumentos de figuras italianas y ninguno de un argentino. Así surgió lo de la plaza De los Portones. El lugar se llamaba así porque a unos metros (actual avenida Sarmiento) estaban los grandes portones de hierro de entrada al Parque 3 de Febrero. Se sacaron en 1907. También allí había una estación central de tranvías conocida como “Portones”.
El monumento tiene 5 metros de altura. Garibaldi, sable en mano, aparece montado sobre un caballo de briosa figura. Esos bronces fueron fundidos en Berlín. A los costados del pedestal hay dos figuras femeninas que representan a la Victoria y la Libertad. Y aparecen dos relieves en bronce con escenas representativas de la vida del homenajeado. En el acto de inauguración participaron unas 50 bandas de música y entre los oradores estuvieron Alfredo Palacios y el escritor Belisario Roldán. También hubo quejas: había gente que no quería el homenaje porque decían que Garibaldi había peleado contra la Argentina. Inclusive, en una batalla naval en el Río de la Plata, había sido capturado por las fuerzas de Guillermo Brown. El famoso almirante se negó a fusilarlo, como había ordenado Juan Manuel de Rosas, y lo dejó escapar. Cuentan que alegó: “Garibaldi es un valiente y no merece morir así”.
Quizá lo más curioso del monumento sea el cerco de cadenas que lo rodea. Están sostenidas por bronces que representan el fascio, símbolo de la autoridad republicana de la antigua Roma. Aquello era un haz de palos de olmo o abedul, colocados alrededor de un hacha y atados con tres tiras de cuero. El significado literal de la palabra fascio (deriva de fasces) es el del haz de varas de madera, pero en sentido figurado se la considera como liga. Luego, con los años, quedó asociada a la ideología autoritaria del Partido Nacional Fascista, formado en 1921 por Benito Mussolini. Sus seguidores tomaron la palabra como símbolo de pertenencia. Pero esa es otra historia.
Como homenaje y juego literario a la vez, un sitio web celebra al autor de El Aleph en el Día del Lector
Captura de pantalla de la web que invita a jugar. Foto: LA NACIÓN
Había una vez un par de fanáticos de Borges, creativos publicitarios que ganan dinero haciendo cosas raras con el marketing -y lo pierden dirigiendo proyectos artísticos sin fines comerciales-, que pensaron seriamente en la posibilidad de homenajear al autor de El Aleph de manera virtual. Imaginaron que en la búsqueda del teórico poema perfecto podían desarrollar un juego y elaboraron una hipótesis. Se animaron.
Algunos años más tarde, resolvieron su propio intríngulis y encontraron el momento a la medida de la acción para compartir su propuesta: hoy, 24 de agosto, 115 aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges y, por lo tanto, Día del Lector.
La página web yoborges.com.ar es puro tributo y diversión. Una invitación original que promete viralizarse. Quien ingresa en la página web -en los primeros tres días lo hicieron unas 2271 personas- encuentra trece versos, ordenados en tres estrofas, y entre seis y diez opciones de texto para cada una de esas líneas (por default, en el remate se sugiere: Como el otro, este juego es infinito).
El participante -con mayor o menor dedicación, según sus posibilidades literarias- finalmente armará alguna de las 415.000.000.000 de combinaciones posibles para dar con el poema perfecto. O, simplemente, jugará a ser Borges.
"Es por amor a Borges, como humildes lectores de él que somos", asegura Sergio Rosemblat, de la agencia N3ctar, con bastante experiencia andada en comunicación desde lugares insospechados. "Por amor a hacer cosas copadas que ayuden a pensar" desarrollaron yoborges.com.ar, idea de otro creativo publicitario, conocido en las redes sociales como Diego de la Fuente, seudónimo que también usa en este proyecto.
Los muy curiosos pueden animarse a desenmarañar el resumen y la hipótesis elaborada detrás de este proyecto. Las razones matemáticas del caso, las citas borgeanas que fundamentan la dinámica. Nada muy claro, pero en apariencia bien sesudo.
Y si, finalmente, es preciso encontrarle una buena razón al asunto -más allá del argumento lúdico-, el lector y el usuario verán que, una vez completada la experiencia de crear el poema perfecto, cuando quiera compartirlo en Facebook, Twitter o por mail con algún amigo, será invitado a colaborar con la Fundación Huésped en la lucha contra el sida, que es la única posible beneficiaria de este insólito entretenimiento.