Daniel Barenboim: “Con Les Luthiers va a ser muy divertido” |
En un par de semanas Daniel Barenboim llegará
a Buenos Aires con una impresionante agenda artística, sin duda la más
voluminosa que el pianista y director haya realizado alguna vez en la
Argentina. Entre el 3 y el 13 de agosto dará nada menos que nueve
actuaciones; diez, en verdad, si se cuenta el diálogo público en el
Colón (el 10 a las 20) con su amigo el ex primer ministro español Felipe
González, con quien está escribiendo un libro de conversaciones.
El
músico regresará con su formidable orquesta DEWO (Orquesta West-Eastern
Divan) para una serie de conciertos sinfónicos -el primero de ellos con
Martha Argerich como solista- y operísticos: en versión de concierto,
Barenboim y sus músicos ofrecerán el segundo acto de Tristán e Isolda
de Wagner con algunos de los más renombrados cantantes wagnerianos de
la actualidad. Con Argerich dará otras dos actuaciones: un programa a
cuatro manos y dos pianos, más un curioso experimento que involucra
también a Les Luthiers (ver Información). “Estoy muy feliz -dice
el músico en conversación telefónica desde Sevilla, sede de la DEWO-, ya
que esta es la ocasión que más tiempo permaneceré en la Argentina desde
que me fui a los nueve años.” Discúlpeme, maestro, pero da la impresión de que va a estar trabajando como un loco, y que no le quedará mucho tiempo libre...
No crea. Llego un poquito antes de que empiecen los conciertos y tal vez me termine quedando casi tres semanas.
¿Y qué hará en los días libres?
Seguramente
pasear con mi familia, a la que le encanta la Argentina (su hijo
Michael es el concertino de la DEWO; su esposa es la notable pianista
Elena Bashkirova, que acaba de dar dos conciertos en el Colón con el
Ensamble del Festival de Jerusalén.
Su agenda artística es una auténtica rareza, no sólo por la cantidad, sino también por la calidad.
Eso no lo puede saber ahora.
En
cierta forma, sí. No me refiero a la calidad de las ejecuciones, sino
al interés de los programas. En los conciertos para el Mozarteum, por
ejemplo, va a dirigir dos obras especialmente comisionadas (al sirio
Kareem Rouston y al israelí Ayal Adler) para estrenar en esta gira.
Para
la Orquesta del Divan eso es muy importante. Durante diez años
estudiamos el repertorio clásico: Brahms, Beethoven, Schoenberg. Es
justo que veamos otras cosas, y no es tanto un deber como un placer
hacer escribir tanto a compositores árabes como israelíes.
Bueno,
convengamos que es algo fuera de lo común estrenar obras en una gira.
Para su colega Zubin Mehta, un director genial sin duda, es impensable
llevar obras nuevas en una gira, ni siquiera obras de Schoenberg. Me lo
dijo personalmente en una entrevista.
¿Y usted le pregunto por qué?
Sí.
Me respondió que eso no entraba dentro de la economía de una orquesta
en gira. Me dijo que si quería escucharlo dirigiendo nuevas obras me
fuese a Nueva York para oír sus ciclos con la Filarmónica.
Bueno,
no suena muy práctico... Mehta es un amigo muy querido, es como un
hermano para mí, pero evidentemente en eso no coincidimos. Lo importante
es justamente poder lucir la orquesta con una obra como las Variaciones op. 31 de Schoenberg. Siempre es un éxito fulminante con el público.
¿Podría decirnos algo de esas dos composiciones a estrenar?
Adler
es un compositor más ligado a la tradición de Alban Berg y la Escuela
de Viena, mientras que la música de Rouston tiene colores más
mediterráneos. No le puedo decir mucho más sobre las obras, porque
recién las estoy empezando a leer.
Seguramente sí me podría dar una visión del segundo acto del “Tristán”, que dirigirá en versión de concierto en el Colón.
El
universo wagneriano sigue siendo muy moderno. No digamos contemporáneo,
porque él murió hace más de un siglo, pero las ideas siguen siendo muy
actuales. Por un lado, es una música que traslada al oyente a esferas
desconocidas de pasión, de exaltación, pero al mismo tiempo hay un
cálculo muy fuerte. Yo creo que a la gente que le molesta Wagner, le
molesta justamente eso. Está todo tan bien planeado, que uno se siente
manipulado. No son efectos sonoros; es todo genuino, pero siempre al
borde de la manipulación.
En su libro de conversaciones sobre
el “Tristán” con el regisseur Patrice Chéreau, usted hace una
observación sobre el sonido “largo” en Wagner y de cómo tuvo que
trabajarlo pacientemente con la Orquesta de La Scala, que parecía
haberlo olvidado. Me gustaría preguntarle cómo se logra ese sonido y si
es más fácil trabajarlo con una sinfónica joven que con una orquesta
operísticamente experimentada.
Es más fácil, porque el
Divan tiene menos malas costumbres. Hay que dar la energía para empezar
el sonido, y en el caso de Wagner, sin acento, salvo que esté escrito.
Hay que mantenerlo con todo su peso hasta el final de la nota y luego
pasar a la nota siguiente. Que tiene que empezar como la precedente
terminó. Esa es la definición del legato , que no significa
simplemente que no haya aire entre las notas, sino la continuidad del
sonido. Esa continuidad es lo que le da a Wagner su increíble tensión,
que él manipula como se le antoja con cambios armónicos muy complejos.
Wagner es ambiguo. Hace una virtud de algo que en la vida real es
negativo. Una persona ambigua es alguien que no sabe lo que quiere, no
sabe dónde ir ni cómo hacerlo.
¿Cómo surgió lo del espectáculo con Les Luthiers? Fue idea suya?
No,
esa fue una idea de mi mujer. Yo le había hablado mucho de ellos y
mostrado los videos. Y ella me dijo: ya que vas a la Argentina con
Martha y en un plan sentimental, ¿por qué no te das el gusto de hacer
algo con ellos?
Es difícil imaginar una versión humorística de “La historia del soldado” de Stravinski.
Ellos hicieron una versión del texto que tendrá una u otra “lutheriada”, pero para el Carnaval de los animales (Saint-Saëns) inventaron instrumentos y va ser muy divertido.
Fuente: clarin.com