DIEZ MINUTOS DE APLAUSOS
PARA UNA PELÍCULA ARGENTINA EN CANNES

“Relatos salvajes”, de Damián Szifron, se presentó anoche y compite por la Palma de Oro.
La protagoniza Darín.


En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP
En la alfombra roja. Darín, Sbaraglia, Martínez, Szifron, Marull y Rivas, ayer junto a los productores de la película, incluido Pedro Almodovar. AFP

Por Pablo O. Scholz

“Gracias a todos, gracias por estar acá”, dijo emocionado Damián Szifron luego de los casi diez minutos de ovación que recibió “Relatos salvajes”, la película argentina que dirige y compite por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
El de anoche fue un momento memorable para el cine argentino, que muy pocas veces tiene la oportunidad de competir por el premio mayor del festival más importante del mundo. La que no cabía en sí misma era Erica Rivas, que lagrimeaba a moco tendido. Todos de pie en la sala Lumiere del Palais des Festival, en “orchestra” (platea) y arriba en los balcones.
Al llegar al Theatre Lumiere, la delegación argentina había sido recibida por Thierry Fremaux, director artístico del festival. Estaban Damián Szifron y su esposa, María Marull, Ricardo Darín (el único sin moñito, se ubicó al lado de Szifrón), Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, y Pedro y Agustín Almodóvar, productores españoles del filme. Oscar Martínez lucía, orgulloso, su moñito, que era uno que usaba Tato Bores, y que se le dio su mujer, Marina Borensztein.
“Me gusta subir la apuesta, siempre, pero estoy muy cómodo con cómo filmé ‘Relatos salvajes’. No se si trabajando metido en un estudio de Hollywood, tendría la libertad para contar las historias que quiero. La verdad es que estoy muy contento y totalmente emocionado”, dijo Szifron a Clarín.
En la Sala Lumiere, antes de comenzar la Gala, se proyectaba en la pantalla el arribo del público y las figuras invitadas. Por allí estaban Pablo Trapero y su mujer Martina Gusmán, James McAvoy y Jessica Chestain, protagonistas de “La desaparición de Eleanor Rigby”, que se vio ayer en Un certain regard (competencia alternativa), y el brasileño Walter Salles.
La jornada había comenzado temprano para los argentinos. Además de Szifron, los intérpretes y los productores partieron a las 12 del Hotel Martínez hacia el Palais des Festivals, donde hicieron el famoso “photo call” (las fotos, con el Mediterráneo de fondo) y tuvo lugar la conferencia de prensa de la película. Pedro Almodóvar se quedó sentado en la primera fila.
“Mi pueblo es el cine”, dijo Szifrón, en referencia a aquellos realizadores que pintan su pueblito en sus películas. “Mi vida y el cine están muy vinculadas desde siempre, desde que mi papá me llevó al cine de chiquito”, aseguró. Y cuando le preguntaron por qué utiliza el humor negro y se aparta de la solemnidad, confió que “la solemnidad tapa la mentira. Ahí donde ves algo solemne, hay algo raro. El humor está siempre, incluso en la tragedia. De hecho, no tengo ni idea de por qué la comedia no está considerada como algo serio”, afirmó Szifrón.
Una periodista española le preguntó cómo cree que recibirá la Presidenta Fernández de Kirchner la película, y la violencia en ella. Aclarando que “no creo que la película refleje a la Argentina, sino que es algo universal”, sostuvo que “si los políticos hicieran su trabajo bien, haría otras películas”, concluyó.
A las 19.45, ya vestidos de gala, los argentinos se encontraron en el bar del Hotel Martínez para tomar una copa, antes de que los coches oficiales los pasaran a buscar, rumbo a la gala. El trayecto por La Croisette, la avenida costera, lo hicieron a paso de hombre, hasta que llegaron al pie de la alfombra roja del festival. El resto ya comenzó a formar parte de la historia del cine argentino.

Fuente: clarin.com


LA JOVEN MÁS VIEJA DE AMÉRICA:
DESCUBRIERON UN ESQUELETO de 12.000 AÑOS

Hallan el esqueleto casi completo de una joven de hace 12.000 años
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo  Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Los buzos Alberto Nava y Susan Bird trasladan el cráneo de Naia para fotografiarlo. Foto: Paul Nicklen / National Geographic
Por Nora Bär

En mayo de 2007, el buzo Alberto Nava estaba explorando con sus colegas mexicanos Alex Álvarez y Franco Attolini una cueva submarina (o cenote) de la península de Yucatán, en México, cuando después de nadar más de un kilómetro por un túnel angosto y de agua clara súbitamente se encontraron con el borde de un gran pozo oscuro.
"En cuanto entramos, supimos que era un lugar increíble -dijo Nava anteayer, durante una teleconferencia organizada por Science para la prensa internacional-. El piso desapareció debajo nuestro y no podíamos ver lo que había del otro lado."
Dos meses más tarde, los tres volvieron a Hoyo Negro, como llamaron a la cueva, y se encontraron con un infrecuente tesoro arqueológico: sepultado junto a restos de tigres dientes de sable, pumas y gatos monteses, encontraron el esqueleto de una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Los restos, que son los más antiguos y más completos recuperados hasta ahora de los primitivos habitantes del continente, ofrecerían claves para dilucidar controversias sobre el poblamiento de América.
Hay varias hipótesis sobre "el árbol genealógico" de los americanos nativos de hoy. Una de ellas, que se basa en datos genéticos y es la predominante, plantea que descienden de grupos nómades que ingresaron por lo que es hoy el Estrecho de Bering, pero que en esa época (hace entre 26.000 y 18.000 años) era una lengua de tierra que comunicaba Asia con América.
Sin embargo, esa teoría plantea un problema: las características faciales de los nativos americanos modernos no coinciden con los esqueletos más antiguos (de cráneos largos y altos, y frente pronunciada), sino que exhiben rasgos que los asemejan a japoneses, filipinos y otros pueblos sudasiáticos.



Fuente: lacion.com

EL COLISEO, UN CLÁSICO EN MEDIO DE LA RENOVACIÓN

Opinión
Tiene más de 100 años y en su escenario sonaron música clásica y rock. Entre las obras, modernizarán la caja escénica y la sala.

TEATRO COLISEO. El frente original es de 1905 y fue diseñado por los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer.

Por BERTO GONZÁLEZ MONTANER *

 

Tiempo atrás anunciábamos en esta columna las obras de recuperación del Teatro Metropolitan sobre la avenida Corrientes. Hoy la buena noticia es que culminó la primera etapa del proyecto de renovación del Teatro Coliseo frente a la Plaza Libertad, otro de los hitos culturales de Buenos Aires.
Para algunos el Coliseo es sinónimo de Les Luthiers porque casi se podría decir que esa fue su casa, el lugar donde cada tanto irrumpen con sus geniales conciertos. Para otros, el punto de encuentro con la música clásica o la danza, ya que allí funcionó la Asociación Wagneriana y, desde hace 30 años, los ciclos Nuova Harmonia.
Pero también tiene en su haber mucho de rock. En este templo, la discográfica nacional Mandioca organizó “Beat Baires” los domingos de 1969, en los que irrumpieron grupos como Almendra, Manal y Vox Dei. Y entre tantas cucardas, tiene el honor de haber sido la sala donde sonó por primera vez Muchacha , de Spinetta.

TEATRO COLISEO. Frente diseñado por José Molinari (1942).

“Las obras de renovación intentan llevar el Teatro a su estado original y a modernizar sus caja escénica y sus infraestructuras. Y reposicionar al Teatro en el centro de la vida cultural y artística de la Ciudad”, dice Elisabetta Rivas, directora artística de la Fundación Cultural Coliseo, encargada de la gestión de la sala. Pero cuando hablamos de teatro original, ¿a cuál de los teatros nos referimos? Hagamos un poco de historia para desentrañar este edificio que aparece con un frente que podría ser de la primera mitad del siglo pasado, un foyer y una sala de líneas y concepción absolutamente modernas… Y si lo googleamos aparecerá una fantástica fachada al mejor estilo Beaux Arts.
En pocas líneas, el cuento es así. A fines del siglo XIX en este predio funcionaba una pista de patinaje. Fue hasta que el payaso estadounidense Frank Brown convenció a un banquero para que construyera un circo, dada la gran importancia que tenían por aquel entonces el Circo Criollo y el teatro en la Argentina. 
Teatro Coliseo. Planta del edificio (1905).

Contrataron a los arquitectos Carlos Normann y Ernesto Meyer, que construyeron una bella sala con una cubierta de acero y vidrio. Y con una acústica tal que se convirtió rápidamente en el epicentro de los espectáculos de Opera y Operetta que estaban en boga en la Ciudad. La sala tenía capacidad para 2.000 personas más otras 500 paradas.
En 1937 lo compró el Gobierno de Italia con la idea de hacer un polo cultural para exposiciones y eventos. Tan solo 33 años después de construido fue parcialmente demolido para hacer la nueva sede, pero las obras se paralizaron por la Segunda Guerra Mundial. En 1942 le encargaron al arquitecto José Molinari instalar allí las oficinas del Consulado italiano. El resultado es el frente actual: había sido proyectado para 9 pisos pero se quedó en 5.
TEATRO COLISEO. Imagen del interior, el cual fue diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

En 1959 los arquitectos Mario Bigongiari, Mauricio Mazzocchi, Luis y Alberto Morea hicieron la nueva sala. Adoptaron una estrategia similar a la del Teatro San Martín, en ese momento en construcción. En el San Martín, Mario Roberto Alvarez y Macedonio O. Ruiz colocaron un cuerpo de oficinas por delante del teatro, que a la vez de resolver temas funcionales colaboraba con la aislación acústica de las salas. En el Coliseo, el cuerpo de oficinas ya lo tenía: era el construido en los años 40 por Molinari con cierto aire austero y protorracionalista. Pero adentro, desarrollaron una sala con una arquitectura de líneas puras, de una modernidad, espacialidad y elegancia notables. 
TEATRO COLISEO. Otra imagen del interior, diseñado por Bigongiari-Mazzocchi-Morea-Morea (1959-61).

La idea, según Marta Pires, directora comercial de la Fundación Cultural Coliseo, es “volver a los orígenes, al teatro lírico y al teatro clásico, aprovechando sus extraordinarias fosas, solo comparables con las del Teatro Colón”. Y “ampliar la utilidad del Teatro con un bar y nuevas áreas de exposiciones”, agrega Giorgio Alliata, vicepresidente de la Fundación.
Pero las mayores sorpresas vinieron cuando los especialistas empezaron a revisar la llamada caja escénica. Según el arquitecto Alfio Sambataro, especialista en arquitectura teatral, “la caja estaba funcionando al límite”. Se encontró con “una estructura de lo más elemental y con una tecnología de principio del siglo pasado”. 



TEATRO COLISEO. Render de la propuesta de nueva marquesina, por estudio Caruso.


Tras una recorrida es posible constatar el estado precario de las instalaciones. La caja tiene tres niveles: el piso del escenario, los puentes de maniobras desde donde operan los técnicos y la parrilla de suspensión de donde cuelgan los decorados de la escenografía. Los sistemas de poleas todavía son de madera y accionados con sogas.
Ahora están trabajando para renovar absolutamente todos los mecanismos, con el fin de que todas las barras sean motorizadas con computadoras y con los más altos estándares de seguridad. Después de todo, como asegura Sambataro, la caja escénica es el “corazón” del Teatro.

* Editor General ARQ


Fuente: ARQ Clarín

A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad


Foto: A PROPÓSITO DE LOS BARES QUE HABRÁ EN LAS PLAZAS DE BUENOS AIRES

Opinión

Una iniciativa que lastima a la naturaleza y marca la desigualdad

Por Enrique Viale / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.
últimas notas de Bueno
 


Por Enrique Viale* / Para LA NACIÓN

Al ritmo de una ciudad cada vez más excluyente, hemos naturalizado que nos privaticen los espacios públicos. La (poca) naturaleza y los sitios verdes hoy parecen completamente sacrificables; se consideran un vacío que debe llenarse con negocios. Se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza con irracionalidad y se avanza sobre las superficies verdes no planificadas por el interés general, sino por la especulación inmobiliaria.
Mientras nos transforman de ciudadanos en clientes, la ciudad se mercantiliza cada vez más. Debe entenderse que la lucha en los territorios urbanos es por sus codiciados espacios. Lo paradójico de esta ley es que prevé instalar bares en parques, pero al mismo tiempo se abandonan los cafés históricos notables, que van desapareciendo. Todo esto sin contar el impacto ambiental que significa seguir cementando la gran urbe.
Buenos Aires tiene un insoportable índice de 1,9 m2 de espacios verdes por habitante, muy por debajo de lo recomendado y de otras ciudades del mundo, como Nueva York (23,1 m2) o Santiago de Chile (10 m2). Incluso la atiborrada Ciudad de México casi duplica nuestro índice.
Pero las plazas no sólo cumplen un importantísimo papel ecológico, sino que son de los pocos lugares donde todos somos iguales. Donde todos -millonarios o no- nos sentamos en los mismos bancos; donde los chicos comparten los juegos y se entremezclan en un improvisado picado.
Esta ley viene a romper esta igualdad, al establecer un sector donde sólo quien pueda pagarlo podrá acceder a utilizar las mesas y sillas reservadas para los clientes. Viene a marcar un punto de inflexión que abre un futuro incierto sobre los espacios verdes públicos, que empiezan a transformarse en espacios semiprivados. Resulta insostenible pregonar la defensa de los bienes comunes y el medio ambiente y apoyar este proyecto que los privatiza y degrada.
En las plazas necesitamos más naturaleza; más árboles, más verde, más bancos, más interacción social fuera de lo comercial. No necesitamos cemento ni más negocios.

* Abogado ambientalista.


Fuente: lanacion.com


EL MUSEO, TOMADO POR ASALTO

Bellos jueves
Un ciclo que propone el cruce entre música y artes plásticas, que tiene lugar en Bellas Artes, una vez al mes, por la noche


Por Gabriel Plaza / LA NACIÓN

    


Una obra de Monet resplandece. El impresionismo ilumina la sala verde del Museo Nacional de Bellas Artes. Es un jueves, un bello jueves con música, poesía, intervenciones y gente, mucha gente joven recorriendo las salas en una ronda nocturna que le da un aura iridiscente al espacio. En su primera experiencia, el ciclo Bellos Jueves, que revaloriza el patrimonio del espacio a partir del diálogo con otras disciplinas como la música, convocó a unas mil personas. La experiencia se repetirá los últimos jueves de cada mes.
El nuevo público, atraído por la atmósfera nocturna del museo en un horario que habitualmente tiene las puertas cerradas, ocupó las salas para ver a los artistas. En este mismo lugar se realizará el segundo encuentro con artistas como Sol del Río y Cehache Respira, cantante de hip-hop y reggae, que tocará con Martín Langoni, en el contrabajo, y con Patricio Smink, en el cajón peruano.
"De afuera parece un edificio antiguo, pero adentro es muy moderno", decía Camila, de 11 años, en el primero de los encuentros del ciclo. Es la primera vez que viene al Museo de Bellas Artes y es la primera vez que va a escuchar a Lucy Patané y Marina Fages con sus banjos, clarinetes, bombos legüeros, guitarras y charangos en absoluta pureza acústica. A Camila le gustaría tocar la guitarra como ellas. Ahora escucha con atención a las dos cantautoras, experimentando con los colores de la música, con la luz brillante y la tensión dramática de ciertos paisajes sonoros, como lo hicieron los impresionistas.
De fondo, las cantautoras no tienen una pantalla LED, sino una obra de Manet de 1876 de la colección permanente del museo, que produce una fascinación hipnótica. Como otros de los que escuchan con atención, Camila tiene un póster enrollado en la mano, suvenir del ciclo que se llevará a su casa para colgar en la pared.
"Toda producción contemporánea altera y modifica las obras del pasado", dice el leitmotiv del ciclo Bellos Jueves, que busca descubrir las obras del museo de otra manera. El dúo experimental y folkie de Lucy Patané (La Cosa Mostra y Las Taradas) y Marina Fages (cantautora y pintora), que abrió las intervenciones musicales, produce una metamorfosis en el espacio y en el estado de ánimo del público.
El eco de sus canciones van rebotando en los otros espacios donde están los Rodin, los Cándido López, los Berni, los Courbet, los Prilidiano Pueyrredón y los Le Parc, como un efecto murmullo que despierta sorpresa en distintos niveles y produce una pequeña alteración en la atención del público que recorre el museo. El efecto tiene su premio. Como moscas a la miel, la música atrae al público hacia las distintas colecciones.
Lo mismo pasará en los otros recorridos donde las exhibiciones de La mirada en el otro y Atlas de las Bellas Artes, Rep, dialogan con otros dispositivos como instalaciones, proyecciones y piezas de artistas contemporáneos de la nueva generación. Las salas están llenas y tienen una atmósfera más cercana al clubbing que al museo. Esa efervescencia que produce el horario nocturno del MNBA (entre las 20 y las 23.30, cuando habitualmente está cerrado) se terminará de liberar en la terraza de las esculturas cuando las visuales de Mauro Balzaotti y el DJ set groovero y climático de Barrio Lindo inyecten adrenalina y contagien meneos de cuerpos y pasos de baile.
La imagen pre dancing la completa Diego Bulacio, conocido en el ambiente de las pistas como Villa Diamante. El productor y DJ, encargado de la curadoría musical, tiene una sonrisa de satisfacción por este encuentro entre las artes visuales y la música urbana actual, una constante también en sus reconocidas fiestas Zizek. Hay un cruce natural entre esta escena musical emergente de la que proviene Villa Diamante, que tiene su base de operaciones en el Patio del Liceo, justamente un espacio reconocido por albergar a pequeñas galerías de arte contemporáneas.
Para una generación para la cual el intercambio y la retroalimentación artística entre músicos y artistas visuales es muy cercano, la experiencia interdisciplinaria de Bellos Jueves cierra conceptualmente, por donde se lo mire (o se lo escuche).

Fuente lanacion.com

LA ESTATUA DEL HOMBRE SIN TUMBA

En Recoleta, rinde homenaje al diplomático sueco que salvó a miles del Holocausto


Héroe. Raoul Gustaf Wallemberg trabajaba en la embajada Sueca en Hungría, cuando lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. / FERNANDO DE LA ORDEN








Por Eduardo Parise


El monumento es simple pero tiene la fuerza suficiente para evocar al homenajeado. Y aunque se trata de un héroe, la figura no está sobre ningún pedestal, ni montado en un gran caballo, ni empuñando espada alguna: está de pie junto a una pared donde sólo grabaron su apellido. La obra se encuentra en Austria y Figueroa Alcorta, fue inaugurada el 17 de noviembre de 1998 y recuerda a Raoul Gustaf Wallenberg, un hombre que, con apenas 31 años de vida, se convirtió en un símbolo de lucha contra los abusos de poderosos y dictadores.
Hijo de una prestigiosa familia donde había muchos diplomáticos y banqueros, Wallenberg nació en Suecia el 4 de agosto de 1912. Pero su acción se encaminó hacia otro rumbo, ya que estudió Arquitectura en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Sin embargo, aquella herencia familiar vinculada con la diplomacia, iba a entrar con fuerza en su vida. Todo comenzó en 1939, cuando empezó a trabajar en una empresa internacional que tenía contactos en Hungría. Eso le permitió acceder a zonas que ya habían sido ocupadas por los alemanes. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la barbarie nazi ya se esparcía por Europa.
Su preocupación por las persecuciones de las que era testigo, hizo que Wallenberg fuera designado como primer secretario de la legación sueca en Budapest, que tenía un departamento humanitario. Aquel nombramiento iba a ser clave para muchos. La historia y los testimonios de los sobrevivientes recuerdan que, utilizando pasaportes de su país, el hombre salvó a miles de judíos que tenían marcado un destino trágico como parte de “la solución final” que promovían los nazis. Dicen que Wallenberg, esgrimiendo salvoconductos suecos, llegó a subirse a los trenes para rescatar a gente que iba hacia los campos de concentración y exterminio.
En enero de 1945, cuando ya las tropas rusas ocupaban Budapest y el final de la Guerra estaba muy cercano, Raoul Wallenberg seguía en esa ciudad. Y lo último que se sabe de él es que fue detenido por fuerzas soviéticas y entregado a la NKVD, la agencia de inteligencia luego conocida como KGB. Se cree que lo acusaban de haber hecho espionaje para Estados Unidos. Desde entonces ese hombre, que había enfrentado al poder de los alemanes, está desaparecido. En 2000 una versión sostenía que había muerto en 1947 en la sede de la KGB en Moscú. Pero eso nunca se pudo confirmar. Desde su desaparición, a Wallenberg se lo conoce como “el héroe sin tumba”.
El monumento que está en Recoleta fue realizado por el escultor Philip Jackson, un hombre nacido en Inverness, Escocia, en 1944. Es una réplica del que el mismo autor realizó en 1996 y que un año después fue instalado en la Great Cumberland Place, en el área de Marylebone, en Londres. Jackson, al que denominan “un escultor con magia”, había trabajado como reportero gráfico hasta que comenzó a realizar sus obras, preferentemente en mármol. Argentina es el primer país sudamericano en erigir un monumento dedicado a la memoria de Wallenberg. Y se eligió esta ciudad porque muchas de las personas salvadas por el sueco vinieron a vivir al país.
Claro que este monumento no es el único que en Buenos Aires recuerda un hecho trágico vinculado con la numerosa comunidad judía de la Argentina. En Plaza Lavalle, frente a Tribunales, una obra de 1,60 por 1,60 metros (está hecha en quebracho y mármol) recuerda a las víctimas del atentado terrorista a la AMIA. Está allí desde 1996 y su autora es Mirta Kupferminc, una artista argentina, nacida en Buenos Aires, que es hija de una mujer húngara y un hombre polaco, inmigrantes que llegaron al país como sobrevivientes de Auschwitz. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

PLAZA DE MAYO DESDE ARRIBA

Estrellas del pasado
La popularidad en tiempos de los próceres
Plaza de Mayo en una antigua postal.

Por Daniel Balmaceda  | Para LA NACIÓN
Para 1880, Buenos Aires padecía el problema de los chicos que querían ser equilibristas. El culpable de esa moda fue Jean François Gravelet, alias Charles Blondin, un francés que arribó en 1877 e instaló su circo, primero en Rivadavia y Agüero, y luego en Corrientes y Medrano.
Venía precedido de hazañas por el mundo. El 30 de junio de 1859 había cruzado, sobre una cuerda, las cataratas del Niágara (335 metros de distancia, 60 metros de altura) en la frontera de Estados Unidos y Canadá. Tardó 17 minutos. En la orilla canadiense recolectó donaciones del público, tomó un trago de whisky y regresó a Estados Unidos por la cuerda, pero más rápido: en seis minutos. Medía un 1,68 metros, pesaba 63,5 kilos.
Repitió la experiencia los días siguientes, pero aumentando las dificultades: con los ojos vendados, empujando una carretilla, caminando hacia atrás, sin el balancín. El 17 de agosto de 1859 cargó a su representante, Harry Colcord. El cruce demandó 42 insoportables minutos. Pocas demostraciones han tenido el grado de espectacularidad y angustia que provocó el equilibrista esa tarde.
En Europa, la reserva de Edgbaston en Birmingham y el Crystal Palace de Londres (un pabellón de vidrio que fue emblema de la ciudad entre 1851 y 1936) también lo tuvieron como protagonista de cruces a varios metros de altura. Incluso había hecho esa pirueta en una soga atada a los mástiles de dos barcos, en un día de tormenta. Disfrutaron de sus acrobacias y sufrieron con sus locuras en Asia, Europa, América y Oceanía.
Precedido de su fama, Blondin conquistó al público porteño con destrezas mucho más simples que realizaba dentro de la carpa del circo en el barrio de Almagro. Fascinó a sus espectadores del circo, pero el francés quería demostrar su mejor destreza.
Para sumarse a la celebración del 25 de Mayo de 1878, se ofreció a cruzar la Plaza de Mayo a 20 metros de altura, haciendo equilibrio sobre una cuerda suspendida, desde la punta de la Recova (en el lugar que hoy ocupa la Pirámide de Mayo) hasta la torre del Cabildo (era más alta que la actual). Blondin tenía 54 años y sus reflejos podrían traicionarlo. De todas maneras se autorizó la demostración.
En la mañana del 25 de Mayo de 1878, Buenos Aires se concentró en la Plaza de Mayo. El Gran Blondin se asomó al techo de la Recova con un balancín corto. Se peinó el bigote y se lanzó. Cruzó hasta la otra punta. Fue como si estuviera atravesando un río desde un ancho puente. Recibió una ovación. Apenas una más de todas las que cosechó en su carrera.
Luego de la exitosa actuación en la Plaza de Mayo, la policía se vio obligada a comunicar a sus agentes que prestaran atención, ya que infinidad de chicos se lanzaron a experimentar la práctica del equilibrismo y era necesario prevenir a los jóvenes acróbatas de que Blondin había (y habrá) uno solo.
Por otra parte, en el ambiente político comenzó a utilizarse la palabra blondin para apodar a los tránsfugas, aquellos que se pasan de un partido a otro sin ninguna dificultad.

Fuente texto: lanacion.com