EL PAYADOR QUE 150 AÑOS DESPUÉS SIGUE DANDO QUE HABLAR

Gabino Ezeiza nació en 1858 y de la mano de la improvisación y la guitarra hizo historia.
En su honor existe en el país el Día del Payador







De traje. Hijo de un esclavo de raza negra, vivió siempre en Buenos Aires.

Por Eduardo Parise

Algunos historiadores fijan su fecha de nacimiento el 3 de febrero de 1858. Otros, el 19 de febrero de ese mismo año. De lo que no hay duda es que Gabino Jacinto Ezeiza, nació en una modesta casa de Chacabuco al 200, en el barrio de Monserrat, por lo que era bien de esta Ciudad que después lo iba a convertir en un ídolo. Ahora, más de un siglo y medio después, su imagen de cantor popular sigue intacta aunque su nombre no le diga mucho a las nuevas generaciones.
Gabino era hijo de Joaquín Ezeiza y de Joaquina García. Lo curioso era que siendo de raza negra tuviera ese apellido europeo. La explicación no tiene misterios: su padre había servido a la familia Ezeiza y, como muchos herederos de viejos esclavos, lo había incorporado a su identidad. El primer vasco con ese apellido que llegó a estas tierras fue Jerónimo Antonio de Ezeyza Urrutume e Irazábal Pagola, un hombre nacido en Albistur, provincia de Guipuzcoa. Fue entre 1740 y 1770. Y seguramente alguno de sus descendientes fue quien contó al papá de Gabino como sirviente.
Lo cierto es que desde muy chico, el negrito Gabino se entreveró en las pulperías de su barrio y de San Telmo. Huérfano desde pequeño (su padre, como tantos de su raza, murió en 1867 en la guerra con Paraguay; su mamá había muerto un par de años antes), en esas pulperías conoció a Pancho Luna, un pardo anciano quien le enseñó los rudimentos de la guitarra.
Después de haber pasado por publicaciones de su comunidad (firmaba con el seudónimo de “Liberato” y hasta fue director literario del semanario La Juventud) Gabino Ezeiza optó por dedicarse al canto en forma permanente. Tenía poco más de 20 años, vivía en San Telmo y, aunque figuraba como de profesión jornalero, ya se perfilaba como payador. Su calidad de orador, capaz de improvisaciones impactantes, hacía que la gente lo siguiera en cada presentación.
Desde 1880 en adelante, su fama de gran improvisador y filoso contrincante en los contrapuntos, lo llevarían a la mayor popularidad. Sus enfrentamientos verbales con Nemesio Trejo, Pablo José Vázquez o Pedro Vázquez (dicen que lo enfrentó dos veces y en ambas Gabino fue derrotado) lo hacían figura. Pero para los historiadores, el mayor logro de Ezeiza fue cuando en esos choques de palabras venció a Juan de Nava, un payador uruguayo, a quien enfrentó en Montevideo. Fue el 23 de julio de 1884, en una cancha de pelota de la calle San José, entre Quareim e Ibicuy. Cuentan que más 300 personas se agolparon para ver esa tenida, consagratoria para Gabino. Por ese hecho, en la Argentina, se considera al 23 de julio como “El Día del Payador”.
Además, de sus muchas visitas a Uruguay quedaría aquel famoso saludo a Paysandú ( “Heroico Paysandú, yo te saludo / hermano de la patria en que nací / tus hechos y tus glorias esplendentes / se cantan en mi patria como aquí” ). Y también se haría leyenda su militancia política, primero en las huestes de Leandro Alem (Gabino participó en algunos enfrentamientos de la Revolución del 90 y hasta terminó preso) y después con Hipólito Yrigoyen. Curiosamente, Ezeiza murió a los 58 años en su casa del barrio de Flores el 12 de octubre de 1916, el mismo día en que Yrigoyen asumía su primera presidencia. Como herencia, quedarían diez hijos de su matrimonio con Petrona Peñaloza, al parecer bisnieta del “Chacho”.
Su fama de guitarrero payador y cantor siempre dijo presente en conocidos boliches de la Ciudad. Así lo vieron por ejemplo en el Café Oviedo, de Mataderos, o en el Café de los Angelitos, en Rivadavia y Rincón, donde cuentan que compartía mesa con Carlos Gardel y José Razzano. También grabó algunos discos con acompañamiento al piano de Manuel Campoamor. Este hombre está considerado entre los pioneros del tango. Y tal vez su obra más conocida sea el tango “La C…ara de la L…una”, dedicado a chicas que trabajaban en prostíbulos. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

MURIÓ EL ARTISTA URUGUAYO CARLOS PÁEZ VILARÓ

Tenía 90 años. Falleció en Casapueblo, su legendaria creación ubicada en Punta Ballena, a 13 kilómetros de Punta del Este.

Páez Vilaró y una autobiografía para seguir viviendo

ÁFRICA. CON ALBERT SCHWEITZER.








En su Casapueblo, el jueves al atardecer (no podía ser de otra manera, la puesta del sol en ese rincón del Uruguay es famosa) el pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró presentó Posdata , su autobiografía de casi 400 páginas. con fotos, editada por el sello Aguilar.
Allí el pintor y gran viajero deja constancia de algunas de las máximas que lo han guiado. Por ejemplo: “No recular nunca, no dejarse vencer por las contrariedades, responder con una sonrisa a las ofensa, enfrentar con optimismo los contrastes, desvestirse de arrogancia, optar por el camino de la humildad, actuar sin aspirar a una medalla’’.
Para darle la bienvenida a este libro, la tradicional construcción blanca y multiforme enclavada en los acantilados de Punta Ballena, se vistió de fiesta. Y a ella concurrieron más de 300 personas, entre amigos, admiradores, turistas curiosos y personalidades de ambas márgenes del Plata, como el escritor Mario “Pacho” O’Donnell, el periodista Enrique Llamas de Madariaga, el técnico de la selección uruguaya de fútbol, Oscar Tabárez, y el ministro de turismo de Uruguay, Héctor Lescano.
Para describir sus 88 años de vida, Paéz Vilaró debió bucear en su memoria y en los muchos papeles de viaje y otras anotaciones donde fue plasmando su particular forma de ver el mundo. “La posdata es el suspiro final de una confesión que nos habilita a recuperar de nuestra memoria algo que quisimos decir y se nos pasó de largo. Es la chance que se nos abre al terminar una carta para sumarle todo aquello que se escapó de nuestra concentración”, afirmó el artista, desde el “escenario” armado al lado de la piscina. “La vida no es otra cosa que una excusa para encontrar la manera de vivirla. Por eso, recargo las pilas y avanzo hacia el misterio”.
Antes de pedir perdón a los libreros por ocupar anaqueles de sus locales sin ser escritor, y de invitar a los presentes a su tradicional Oda al sol , Páez Vilaró pidió al público que no tomara a Posdata como una despedida, “porque amo la vida, y quiero seguir viviendo”, enfatizó.
Antes de finalizar la presentación, la editora Ana Laura Lissardy, contó que en una de las varias charlas que había tenido con Páez Vilaró, él le contó que en muchos momentos, cuando la inspiración no le fluía, para que volviese, escuchaba la canción Un uomo navigato , del italiano Roberto Vecchioni, a quien no conocía. “Vecchioni lo quiere saludar”, le dijo Lissardy, ni bien terminó de sonar la canción. Y en una pantalla apareció el cantautor hablándole a Páez Vilaró, quien no pudo ocultar su sorpresa y emoción.
No es para menos; este es el hombre que escribió: “`Un día decidí partir por el camino del sol en busca del arte y, si bien éste me rozó, siento que aún no he logrado tocarlo”.

Fuente: Revista Ñ Clarín

LA GRACIA Y LA MALICIA,
UNIDAS EN UN MATRIMONIO FASCINANTE

Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo
 

En el año del centenario del escritor, reproducimos una extraordinaria entrevista que ambos concedieron juntos a la revista Claudia, en 1983, rescatada ahora por Ernesto Montequin para la edición de El dibujo del tiempo, libro que Lumen distribuirá en marzo y que incluye textos inéditos de Ocampo, de los que aquí se ofrece una selección

 Foto: Pepe Fernández
Foto: Pepe Fernández



Por Hugo Becaccece

Tienen la belleza, la fascinación y la crueldad de lo perfectamente acabado, de todo aquello que por su plenitud se basta a sí mismo. Después de haber estado con ellos, cualquier conversación resulta insípida, pesada, vulgar, como si uno hubiera abandonado una región iluminada por un sol perpetuo para pasar a una comarca cubierta por las nieblas. Probablemente haya otros matrimonios literarios en el país, pero, sin duda, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo forman la pareja más talentosa e imaginativa de la Argentina.

Ella es autora de poesías memorables y de cuentos llenos de gracia, de malicia y de perversidad. La palabra "perversidad" seguramente aparecerá varias veces en esta nota, pero en el sentido en que se aplica a las travesuras -a menudo infernales- de los chicos. Porque sobre todo Silvina ha hecho un culto de su personaje de "ingenua" terrible, capaz de los gestos más tiernos, pero también más complejos, en los que nunca falta una veta de ironía, de burla. Es el mismo espíritu que se encuentra en su primer libro Viaje olvidado (1937) y después en Enumeración de la patria, Espacios métricos, Autobiografía de Irene, La furia, Las invitadas, Lo amargo por dulce.

Él irrumpió con la fuerza de un meteoro en la literatura nacional tras la publicación de La invención de Morel (1940), una novela fantástica que suscitó el deslumbramiento de sus colegas argentinos y extranjeros. Después Plan de evasión, El sueño de los héroes, El lado de la sombra, El gran serafín, Diario de la guerra del cerdo -llevado al cine por Torre Nilsson-, así como los libros escritos en colaboración con Jorge Luis Borges con el pseudónimo de Bustos Domecq, confirmaron que, junto con Borges y Silvina, su mujer, forman el trío de escritores más brillantes de la Argentina.

Cuando se los trata, se comprueba que son lo que los franceses llaman charmeurs. Compiten en rasgos de ingenio, en demostraciones de simpatía, en gestos corteses, que alternan de tanto en tanto con abruptos llamados a la realidad. Silvina es una de esas autoras cuya obra coincide con su personalidad como la piel con el músculo de un atleta. Porque Silvina ejerce sobre quien hable con ella el mismo poder hipnótico de sus cuentos y poesías. Así como es difícil dejar de leerla, una vez que se empezó, también cuesta despedirse de ella porque es imposible cansarse de sus ocurrencias, de sus tonos de voz tan deliberadamente infantiles, de ese candor espontáneo que es el resultado de años de cuidadoso ejercicio.

Pero así como es un placer hablar con ellos, entrevistarlos puede ser un complicado proceso. Los Bioy odian las entrevistas; detestan dejarse tomar fotografías; aborrecen la publicidad, la promoción, es decir, todo aquello que la mayoría de sus colegas acepta con resignación o que también buscan desesperadamente. Obtener de ellos una corta charla destinada a la publicación es el fruto de infinitas llamadas telefónicas, de reticencias, diplomacia, sonrisas, negativas, dudas. Es el estilo de la casa: juguetón, inquietante, lleno de imprevistos sabiamente calculados como una vertiginosa vuelta en la montaña rusa. Eso hace muy difícil que se les pueda hacer un reportaje de manera tradicional. No quieren grabadores, tampoco les gusta mucho que se tomen notas: en suma, hay que librarse a la buena memoria, la observación y seguir con aparente despreocupación el hilo meandroso, encantador, de sus razonamientos y descripciones.

Esa noche de primavera, en el piso que ocupan en la calle Posadas, comenzamos hablando de los espectaculares de televisión dirigidos por Boyce Díaz Ulloque en los que se verán dos adaptaciones de cuentos de Silvina y dos de Bioy.

Adolfo Bioy Casares: -Boyce es amigo personal nuestro y se ha tomado un enorme trabajo para llevar a la televisión esos relatos. Además se ha ocupado desde la ropa, la música y la elección de exteriores hasta los más mínimos, minuciosos detalles.

-Tanto tus cuentos como los de Silvina son muy cinematográficos. Por otra parte, vos sos un aficionado al cine y a la fotografía. Tus fotos siempre fueron muy celebradas.

ABC: -Alguna vez declaré: "Me gustaría que el fin del mundo, si llega, me encuentre en una sala de cine". Me agrada que me cuenten historias.

Silvina Ocampo: -Adolfito es un espectador muy paciente, muy fiel. Ve todas las películas hasta el final. Yo soy más inquieta. Cuando estoy en el cine, de pronto, me doy cuenta de que en realidad me gustaría haber ido al día siguiente. Entonces me levanto y me voy. Me digo: "Mañana vengo". Y no es cierto. Mañana no voy. Y cuando voy, que no es mañana, me ocurre otra vez lo mismo. Yo siento que el cine y la televisión me esterilizan, me quitan inspiración, me dispersan.

ABC: -Sin embargo hay películas que te gustaron mucho, El desierto de los tártaros, Fama, los filmes de Buñuel.

-Bioy, algunos de tus libros fueron llevados al cine, como La invención de Morel, Diario de la guerra del cerdo, Invasión, que escribiste en colaboración con Borges; ¿qué te parecieron esas versiones?

ABC: -No he tenido demasiada suerte con ellas. Me acuerdo que un grupo francés hizo La invención. para televisión. Yo estaba en ese entonces en París y cuando la proyectaron la vi en el aparato de los dueños del hotel donde me hospedaba. Me acuerdo de que, en una habitación bastante chica, estábamos el matrimonio de propietarios, un hijo, yo, y creo que alguna otra persona. Fue muy incómodo. A medida que transcurría la acción ellos se fueron aburriendo. Se levantaban, iban a la cocina, volvían. Yo me sentía inclinado a pedirles disculpas, a decirles que si querían podían irse. Ellos trataban de ser gentiles.

-¿Por qué no hiciste personalmente la adaptación de los cuentos que dirigió Díaz Ulloque?

ABC: -No sé hacer ese trabajo. En algún momento de mi juventud, debo de haber fantaseado hasta con la posibilidad de dirigir. Pero esa tarea no es para mí. Hay que ser muy organizado y saber mandar. Yo detesto dar órdenes. Me parece una falta de respeto.

-¿Cuándo empezaste a escribir, Silvina?

SO: -Mi carrera literaria se la debo a Bioy. Fue él quien me introdujo a la literatura. Siempre me había gustado leer y también escribir. De chica, redactaba unas cartas larguísimas. Muchos de mis cuentos son cartas. Pero, cuando era más joven, quería ser pintora. Estudié con distintos maestros, uno de ellos fue Giorgio De Chirico. Escribí una poesía sobre él: "Giorgio De Chirico, yo fui su alumna/ recuerdo el perfil griego y la mañana/ y el cielo de París en la ventana/ donde soñó el espacio y la columna".

-¿Y vos, Bioy?

ABC: -Mi primer libro lo terminé a los seis años. Era una novela de amor dedicada a mi prima. Se llamaba Iris Margarita. Después terminé varias novelas más. Toda mi producción hasta La invención de Morel es un horror: Prólogo (1929); 17 disparos contra lo porvenir, Caos, Vanidad, La estatua casera, y otros más. Yo insistía en publicar para castigo de mis amigos. Ellos me consideraban un buen muchacho, pero yo les infligía novela tras novela.

Alguno, más sincero, llegó a decirme: "¡Adolfito, caramba, qué cosas escribís!". Con La invención. decidí intentar otro sistema de escritura. Quise hacer una novela que no tuviera nada que ver conmigo. Transcurre en el trópico, en una isla, en ambientes que nunca fueron los míos. Traté de evitar las frases largas que siempre llevan a equivocarse, tienden a ser pesadas. Intenté desaparecer de la obra. Hasta ese momento estaba demasiado ansioso de demostrar que sabía escribir muy bien, que manejaba un vocabulario extenso, que tenía conocimientos de matemática, de filosofía, de historia. Fui más simple, lo que me llevó mucho más tiempo y trabajo. Así fui aprendiendo.

-A vos y a Borges siempre les ha interesado la matemática. ¿De dónde nace esa afición?

ABC: -En los primeros años del colegio secundario yo era muy mal alumno. Por fin mis padres me pusieron un profesor de aspecto muy especial: gran melena, frente ancha, corbata lavallière. Era la típica imagen de los poetas y socialistas de principios de siglo. Con él me puse al día y me convertí en el mejor alumno de matemática del colegio. Después llegué a leer Principia Mathematica, de Russell. Pero hoy me he olvidado de todo lo que sabía de fotografía. Eso me ha enseñado que en la vida no se conquista nada definitivamente.

El amor, la literatura y los perros


-Silvina, ¿cómo conociste a Bioy?

SO: -En realidad, yo me enamoré de Áyax, su perro. Era precioso. A mí no me gustaban mucho los perros, prefería los gatos. Pero Áyax, el perro de Bioy, sí me gustaba. No había otro como él. Después Bioy me ayudó a comprender a los perros. Y los amé. Los perros nos acompañaron toda la vida. Áyax es muy fiel: casi se suicida por Adolfito. Una vez estaba en la planta baja de su casa, un servidor fingió atacarlo para ver la reacción de Áyax, y el perro por poco se tira del balcón del primer piso para defenderlo. Después tuvimos muchos perros. Diana fue una de mis preferidas, murió hace poco.

-¿Qué fue lo que te atrajo de Silvina, Bioy?

ABC: -Me deslumbró su inteligencia. Ella tiene una personalidad tan compleja, tan rica, y yo soy tan elemental, tan simple.

SO (indignada): -¡Ay, qué respuesta tan convencional, Adolfito! ¡Qué van a decir tus lectores! ¡No es cierto que te enamoraste de mi inteligencia!

ABC: -Pero sí, es verdad. A mí las entrevistas no me gustan por este tipo de cosas. Es como si uno mostrara unas míseras moneditas -la vida de uno, al fin y al cabo- y les diera enorme valor. O al revés, se dice lo que para uno tiene mucha importancia, y eso resulta una nimiedad para otros. Quizá se deba a que soy muy tímido.

-Los tres somos muy tímidos, probablemente.

SO: -¡Ah! Entonces ahora yo voy a hacer algunas preguntas. Vos, Hugo, ¿cuándo empezaste a ser tímido?

-No recuerdo ninguna fecha precisa.

SO: -¿Y vos, Adolfito?

ABC: -Yo he vivido avergonzado.

SO: -En cambio, yo me acuerdo perfectamente del momento en que empecé a ser tímida. Tenía cuatro años. Estaba en París en un restaurante acompañada por mi institutriz. Ella le aseguraba al maître que yo sabía leer y escribir "arveja", que en francés se dice petit pois. Y yo, en vez de escribir esa expresión puse petitpipi. Toda la gente se echó a reír a los gritos. Me pareció que se burlaban de mí. Desde entonces soy tímida.

-¿Cuándo se casaron?

ABC: -En el 40, cuando apareció La invención de Morel. Éramos novios desde hacía mucho tiempo. Estábamos en el campo y se nos ocurrió casarnos, así que subimos al coche y fuimos al pueblo para hacerlo. Recuerdo que en el camino nos encontramos con un amigo. Nos preguntó: "¿Adónde van?". Le respondí: "Nos vamos a casar". Y él contestó: "Espérenme. Voy a buscar unos rifles y los acompaño". Pensó que íbamos a matar perdices.

-La amistad de Borges con ustedes ha marcado la vida y la obra de los tres. ¿Cómo lo conociste, Bioy?

ABC: -En casa de Victoria Ocampo. Simpatizamos. Yo tenía que escribir la publicidad de un producto; un trabajo que alguien me había conseguido. Entonces me fui a trabajar al campo junto con Borges. Y allí planeamos hacer cuentos en colaboración.

-¿Y de dónde proviene la pasión de los tres por la literatura fantástica?

SO: -De la literatura inglesa. Nosotros pusimos de moda la literatura fantástica en la Argentina, así como pusimos de moda la novela policial. Adolfito me convenció de que escribiera con él una novela policial a pesar de que no me sentí dotada para ese género. Pero él me dijo que si uno quería adquirir oficio debía escribir de todo. Y lo hicimos.

ABC: -Yo me obligo a escribir todos los días. Me obligo a versificar, aunque no publique esos poemas. También escribo piezas teatrales, además de mis cuentos y de mis novelas. Tengo la suerte de poder mantener en suspenso varias obras a la vez, y pasar de la una a la otra sin inconvenientes. Ahora tengo pendiente la terminación de varias novelas y cuentos. El perjurio de la nieve, que Torre Nilsson hizo en cine con el título de El crimen de Oribe, se me ocurrió una noche por la calle mientras caminábamos con Borges. Yo le conté el argumento. Y él me dijo que era una buena idea, pero muy difícil de escribir. Pasaron años hasta que lo hice. Durante una enfermedad, mucho tiempo después de esa madrugada, me desvelé y me puse a escribirlo. Esa posibilidad de tener en redacción varias cosas simultáneamente me hizo más fácil la vida. Porque yo no sólo he escrito. La ambición más querida de mi juventud era ser campeón mundial de tenis. También fui capitán del equipo de rugby de mi club. Por vanidad, por el gusto de ser capitán. Pero después no se me ocurría qué hacer, qué instrucciones impartir. También me gustaban y me gustan los caballos, los amigos, las lecturas y, por supuesto, las chicas. El campo también me agradaba mucho, pero desde el punto de vista estético. No me ocupo de la administración de los míos. Te repito: no sabría dar órdenes. Si tuviera que despedir a alguien, sufriría horriblemente.

Los gnocchi prohibidos


Hemos pasado al comedor, como la naranja de las canciones de María Elena Walsh. Mientras Bioy llena las copas de champagne, Silvina trae primero una bandeja con una corona de arroz y una crema de espinacas. Después de aconsejarme que eche todo el queso posible sobre esa combinación, me aclara que no le gusta el arroz; por eso, trata de disimular su sabor. Cuando le comento que el arroz es uno de mis alimentos preferidos, Silvina me mira con una expresión casi de horror. Un espanto que aumenta cuando me sirvo por segunda vez. "Ponele más queso, por favor, que me impresiona verte comer eso", ruega. Unos minutos después, un pollo sucede al arroz. Entonces comento: "De saber que había un segundo plato, no me hubiera servido dos veces del primero. Es mucho". Y Silvina le enrostra a Bioy:

SO: -Si yo te digo, Adolfito, que le servimos mucha comida a la gente. Una vez casi perdemos una amistad por esa insistencia en atosigar a las visitas con comida.

-En el libro Encuentros con Silvina Ocampo, de Noemí Ulla, hablás bastante de la comida. Un tema frecuente en tu obra.

SO: -La comida es importante en la vida de todos. Si los personajes no comen, se mueren. Escribí algunos cuentos en que debí hacer descripciones de muchos platos. En "Los amantes", por ejemplo, ya se me habían acabado las recetas de tortas y no sabía a quién acudir para agregar más detalles. A mí me encantan los crêpes hechos por los franceses. (A esta altura ya había llegado a los postres.) Estos crêpes de mi cocinera española son ricos, pero salieron más gruesos de lo que a mí me gustan. Hay muchos que los prefieren así. Una vez en casa de la señora de X, comí unos panqueques horribles. Eran tan raros. Uno tenía la impresión de estar mascando neumáticos. La cocina siempre me interesó. Pero en esta casa tienen éxito las comidas que salen mal. En una época yo hacía un budín de dulce de leche riquísimo. No te imaginás: era perfecto, sin grumos. Pasaba inadvertido. Hasta que un día me salió mal y todos empezaron a pedírmelo. Desde entonces, como te imaginás, me aplico para que me salga mal. Lo mismo me sucede con las gelatinas. A mí me gustan temblequeantes como deben ser. Pero a los demás les agradan durísimas.

Mi inclinación por la cocina se remonta a la infancia. Adolfito dijo que a los seis años había escrito su primera novela. Yo, a los cuatro, hice un aporte considerable: inventé los gnocchi. Era la menor de mis hermanas. Recuerdo que un día estaba con una de ellas, Pancha, junto a un fuego. Era algo que no me estaba permitido. Entonces con unas basuritas y harina me puse a amasar, y así me salieron los gnocchi. Yo no sabía que se llamaban así y pensaba que eran una creación. Los gnocchi eran mi invento prohibido, el resultado de una transgresión. Había tantas cosas que no se podían hacer en mi niñez. Todo es distinto para los chicos de hoy. Les están permitidas muchas cosas. Mis tres nietos, por ejemplo, aprovechan que este departamento es grande para jugar al tenis aquí, sin ir ala plaza. Se la pasan peloteando contra las paredes. Todo eso es bastante cómodo para los padres y para los abuelos. Uno no tiene que salir tanto a la calle para pasearlos. Las que sufren son las paredes.

Se había hecho tarde. Acordamos entonces encontrarnos dos días después para conversar con Boyce Díaz Ulloque sobre el ciclo de televisión. Todavía no habíamos tocado un punto crucial, dramático, decisivo: las fotografías. Ya dije que Silvina y Bioy detestan que les tomen fotos. Por eso, dos días después, resolví aparecer acompañado por el fotógrafo sin prevenirlos, como si lo hubiéramos convenido desde siempre. Y el milagro se produjo.

La púdica, la rebelde Silvina se acercó al equipo fotográfico y, como una chica atraída por las lentes, por los dispositivos, por el flash, tomó la cámara en la mano, me enfocó, pidió explicaciones sobre los distintos mecanismos y, dócilmente, guiada por la cortesía de Antonio Capria, posó con la aplicación de una modelo: ensayó poses resignadamente, suspiró, se arregló el pelo, sugirió algunas tomas. Boyce Díaz Ulloque y el mismo Bioy Casares asistían impresionados a esta metamorfosis. Más tarde, entre risas y reproches merecidos, Silvina confesó: "Me sentí tan aterrorizada ante esa máquina que lo acepté todo. Me interné en ese mundo de horror, hice todo lo que me dijeron, para terminar de una vez con esa tortura". Adorable e imprevisible Silvina, tan adorable e imprevisible como sus cuentos y poesías..

Fuente: ADN Cultura La Nación

"SENSING SPACES" EN LA ROYAL ACADEMY DE LONDRES


"Sensing spaces" Arquitectura en vivo y en directo , siete arquitectos ,  entre ellos , Alvaro Siza y Eduardo Souto de Moura , recrean un espacio  a escala 1:1 en la Royal Academy de Londres / AFP PHOTO


 








Fuete: ARQ HD Clarín

OBJETOS HISTÓRICOS RECUPERADOS DEL PALACIO SAN CARLOS

Arqueología urbana

Detalles del sondeo arqueológico realizado durante la restauración de la vivienda en Concordia (Entre Ríos), donde se encontraron piezas que se exhiben en el Centro de Interpretación del emblemático edificio.

PALACIO SAN CARLOS. Un ejemplo de la arquelogía urbana en Concordia, Entre Ríos.

Puesta en valor de las Ruinas del Palacio San Carlos en Concordia, Entre Ríos

Por Vivian Urfeig

 

Un cepillo de dientes, fragmentos de loza sanitaria, frascos, botones de nácar, herrajes y tornillos. Estos elementos salieron a la luz luego de un seguimiento arqueológico que acompañó la puesta en valor del Palacio San Carlos, en Concordia, Entre Ríos. Los objetos pertenecieron a la familia del conde francés Eduardo Demachy, quien construyó el mítico edificio entre 1886 y 1888. La propiedad --en la que aterrizó el escritor Antoine de Saint-Exúpery (El Principito) alrededor de 1929-- pasó por varias manos y tuvo distintos usos. Hasta que en 2008 los resultados de una consulta popular definieron su nuevo rumbo. Luego del concurso Consolidación y Puesta en Valor de las Ruinas del Palacio de San Carlos, organizado por el Colegio de Arquitectos de Entre Ríos y la Comisión Administradora del Fondo Especial de Salto Grande, el legendario edificio recuperó parte de su brillo. La puesta en valor estuvo a cargo de un equipo especializado en restauración y patrimonio, coordinado por los arquitectos Marcelo Magadán, Alejandra Bruno, Jorge Lessa y el ingeniero Florencio Bourren.
La visita guiada, comandada por la profesora Silvina Molina, recorre los aspectos más relevantes de la historia y se detiene en los hallazgos arqueológicos para interpretar modos de vida, hábitos y costumbres de los distintos integrantes que habitaron el lugar. Embolsados, clasificados y dispuestos en vitrinas, los objetos se exponen en el Centro de Interpretación del edificio, como piezas que ayudan a entender la historia y las costumbres. Bulones, bisagras, el cairel de una lámpara antigua, herrajes de puertas y ventanas hablan de los aspectos constructivos del castillo y las características sociales y familiares de la vida cotidiana en el casco de la familia francesa que en 1891 abandonó misteriosamente el lugar. El equipo que realizó el sondeo arqueológico también rescató una plancha, estribos de caballos y botellas de época. Para Silvina Molina, guía especializada y licenciada en Tecnología Educativa (UTN), la restauración le devolvió a los concordienses uno de los sitios emblemáticos de la ciudad. "Se recupera identidad y es un gran aporte a la cultura. Para muchas generaciones este predio es una pieza histórica clave", señaló Molina, en la entrevista con arq.clarin
La puesta en valor, entonces, establece una línea directa con la historia. Y recupera parte del brillo del "castillo de leyenda", que describió Saint-Exúpery en su libro Tierra de Hombres.
En la edición impresa de ARQ, del martes 25, un informe completo sobre el proyecto de restauración, las estrategias aplicadas para la recuperación de muros, solados y detalles de las nuevas pasarelas metálicas que permiten recorrer el Palacio San Carlos sin poner en riesgo su estructura.

PALACIO SAN CARLOS. La instalción de pasarelas facilita el recorrido por el edificio.

PALACIO SAN CARLOS. El edificio de fines del 1800 fue visitado por Saint Exsupery en 1929

PALACIO SAN CARLOS. Vista de los mampuestos recuperados.

PALACIO SAN CARLOS. En las tareas de recuperacón intervinieron especialistas en arquelogía de la UBA

PALACIO SAN CARLOS. Algunos de los elementos recuperados por los arqueólogos.

PALACIO SAN CARLOS. Imágen del edificio a fines del siglo XIX.

PALACIO SAN CARLOS. Antes y después de los trabajos de restauración.


Fuente: ARQ Clarín

QUIEREN DECLARAR A LA CASA CURUTCHET
PATRIMONIO MUNDIAL DE LA UNESCO

Lo impulsan la Embajada de Francia y el Colegio de Arquitectos de la Provincia, que funciona allí desde 1988.








Un tesoro. La casa Curuchet, ubicada en 53, entre 1 y 2.
/MAURICIO NIEVAS

Por Fabián Debesa
La Plata. Corresponsal


El prestigioso y reconocido arquitecto francés Le Corbusier dejó un legado en La Plata: a mediados del siglo XX lo convocaron para construir una vivienda familiar frente al bosque y entonces proyectó la Casa Curuchet, una obra con la que su huella de imaginación e innovación se marcó para siempre en suelo platense. Ahora, por iniciativa de la embajada de Francia en la Argentina, la Fundación Le Corbusier de París y el colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires, intentarán que esa joya creativa se transforme en Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Entonces, comienza un largo trayecto para convencer a los exigentes jurados del organismo que depende de las Naciones Unidas del valor cultural de esta construcción ubicada en 53, entre 1 y 2. El primer paso fue la firma de un convenio concretado esta semana, en coincidencia con la visita del diplomático francés, Jean-Michel Casa a la capital bonaerense.
La Casa Curuchet, es la única construcción que el arquitecto fallecido en agosto de 1965, realizó en América Latina. En el continente americano también levantó un pabellón de la Universidad de Harvard, en EEUU. “Los funcionarios franceses hicieron este ofrecimiento y nosotros aceptamos con orgullo”, dijo Julio Santana, director y responsable del inmueble que administra el Colegio de Arquitectos provincial.
La iniciativa busca que en 2015, cuando se conmemoren los 50 años del fallecimiento del artista, su obra pase a formar parte de los monumentos preservados por la UNESCO.
La casa fue un pedido del médico platense Pedro Domingo Curuchet y se levanta sobre un terreno de 180 metros cuadrados. Le Corbusier tuvo en cuenta para su diseño, las características urbanas, la proximidad con el bosque platense y como detalle distintivo mantuvo en el interior del inmueble un árbol añejo. Tiene dos plantas: en la parte inferior de desarrollan un consultorio y ámbitos de trabajo. En el segundo se destacan los ambientes para vivienda y una terraza jardín.
Los responsables de la postulación deberán preparar una voluminosa propuesta de mantenimiento y preservación. “Debemos terminar a fines de 2014, para que la candidatura pueda ser presentada en los primeros meses de 2015”, dijo el secretario del Colegio, Santiago Pérez.
Desde 1988, la Casa Curuchet está alquilada por la entidad que agrupa a los profesionales de la provincia. La idea de las autoridades es obtener la custodia de la obra los próximos 50 años. La Casa Curuchet ya cuenta con títulos especiales: fue declarada monumento Histórico Provincial y Nacional. Y también fue designada Patrimonio Cultural por la municipalidad de La Plata.

Fuente: clarin.com

ROMPEN UNA OBRA DE AI WEIWEI
EN EL PRINCIPAL MUSEO DE MIAMI

Se trata de una muestra del destacado artista disidente de China. El atacante dijo que fue para denunciar la exclusión de la producción local en ese creciente circuito museístico.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

 

El artista entró al museo, caminó directo a la obra del famoso artista chino disidente Ai Weiwei –con jarrones de cerámica de la dinastía Han–, tomó uno y lo estrelló contra el piso. Máximo Caminero –el “artista-rompe-vasijas”–, declaró que se trataba de una nueva forma de protesta: “Lo hice por aquellos artistas locales que nunca expusieron en museos aquí, en Miami. Se gastan muchos millones en artistas internacionales”. Ahí quedaba sobre el piso su pedido público: parte de la obra del chino, Colored Vases, eran fragmentos de cerámica de dos mil años de antigüedad, valuados en 1 millón de dólares.
El incidente ocurrió en la tarde del pasado domingo pasado, en el nuevo Museo de Arte Pérez de Miami (PAMM, sus siglas en inglés), y tuvo especial repercusión internacional: porque la obra que rompió Caminero y la exposición donde se encontraba, eran de Ai Weiwei: el artista chino más renombrado hoy y un fuerte activista opositor.
Debido a su posición crítica hacia el gobierno de su país y sus investigaciones, que dejaron al descubierto la corrupción del gobierno (especialmente un trabajo que realizó en torno al caso de la construcción deficiente de escuelas en la zona de Sichuán, que trajo como consecuencia, tras un terremoto en 2008, la muerte de unos 5 mil chicos), Ai Weiwei fue encarcelado en 2011 sin cargos formales. Después de unos 80 días detenido y gracias a la presión internacional, fue liberado. Entre sus últimas muestras se destaca la realizada en la Tate Modern de Londres, comisionada para la Serie Unilever, donde cubrió el Turbine Hall con un millón de semillas de girasol de cerámica, tan realistas que en una fotografía no se distinguen de las reales. El emblemático Weiwei fue seleccionado por Jorge Pérez (el dueño del PAMM es argentino, aunque se crió entre Cuba, Colombia y los Estados Unidos) para inaugurar su museo en Miami en diciembre pasado.
Tras la detención, el domingo, Caminero justificó su protesta y la destrucción de la obra en la que cerca de las vasijas se expone la serie de fotos en las que Weiwei se retrata a sí mismo rompiendo vasijas de cerámica; de hecho, argumentó haberse inspirado en las fotos de la obra Tirando al suelo una obra de la dinastía Han, de 1995, cuando el artista tenía 38 años. “Vi las fotos como una provocación de Ai Weiwei para unirme a él“, le dijo al semanario Miami New Times. Sin embargo, las obras del chino fueron creadas con la intención de estimular un debate en torno de “la autenticidad, el valor y el significado de obras de arte originales”, según explica el PAMM en su comentario de la muestra. El punto que señalaba Caminero no es el mismo que pretendía destacar Weiwei.
¿Cómo reaccionó el propio artista damnificado? “La protesta en sí misma puede ser válida, pero dañar la obra de otro es cuestionable”, tuiteó Ai Weiwei. Y agregó: “A menudo dañan mi obra porque es frágil, así que normalmente no le doy mucha importancia.” Los que deben de estar satisfechos son los artistas locales de Miami. Toda esta polvareda deja al descubierto su reclamo ante una ciudad “que se renueva pero que”, según ellos, “insiste en excluirlos”. El nuevo circuito de Miami quedó establecido en el arte internacional desde que, en 2002, comenzó a hacerse allí la feria Art Basel: se abrieron museos, pasan curadores importantes y la plaza gana notoriedad en el mercado del arte.

Fuente: Revistas Ñ Clarín